Las mentiras más hirientes de la Edad Media: más allá del mito de la barbarie y el oscurantismo

El historiador Javier Martínez-Pinna desmitifica en su obra «Eso no estaba en mi libro de Edad Media» (Almuzara) muchas de las ideas extendidas sobre la Edad Media como un foco interminable de barbarie y atraso


César Cervera



Actualizado:22/11/2019

Los periodos históricos no funcionan como interruptores. No se está en un momento en la Edad Media rodeado de sarracenos con el barro al cuello matando brujas y persiguiendo cátaros y, de golpe y porrazo, con un simple botón, se pasa a la luz del Renacimiento a pintar frescos y discutir sobre la redondez del mundo. Los procesos históricos son más complejos y progresivos, como bien reivindica con datos y una accesible tono divulgativo el historiador Javier Martínez-Pinna en su último libro «Eso no estaba en mi libro de Edad Media» (Almuzara). A lo largo de sus trescientas páginas, Martínez-Pinna desmitifica muchas de las ideas extendidas sobre el tópico de la Edad Media como un campo enorme de mil años de barbarie y oscuridad moviéndose a sus anchas.


–Hay una imagen estereotipada de que la Europa medieval se quedó inmóvil en su desarrollo cultural, demográfico y social por culpa del cristianismo. ¿Fueron religiosos los motivos del declive de Roma y de sus herederos?



–En la actualidad seguimos teniendo una imagen de la Edad Media como una larga etapa caracterizada por el oscurantismo y la barbarie, cuando en realidad también hubo momentos de evolución e incluso de desarrollo cultural y tecnológico. Habitualmente las críticas más despiadadas se han dirigido contra la Iglesia por ser la institución que legitimó un modelo socioeconómico basado en la existencia de lazos de dependencia entre los hombres o por el controvertido papel que tuvo la Inquisición, pero la Iglesia fue mucho más que eso, ya que en su seno surgieron las primeras universidades al igual que los copistas y traductores que realizaron una labor muy importante para conservar la cultura clásica.




–¿A qué se debe esa idea tan negativa que tenemos de la Edad Media cristiana?



–A pesar de que la Edad Media es el periodo en el que se construyen parte de los pilares sobre los que se sustenta la civilización occidental, seguimos conservando la visión negativa que tuvieron los hombres del Renacimiento por considerarla opuesta a la cultura antigua que ellos pretendían recuperar. El triunfo de la Ilustración no sirvió para mejorar la perspectiva que hasta entonces se tenía de ella ya que se siguió considerando como una sucesión de siglos marcados por la intolerancia religiosa, el fanatismo y la violencia. Tendremos que esperar hasta el siglo XIX para que los historiadores empiecen a interpretar esta etapa de forma positiva, pero la consolidación del medievalismo no se produce hasta mediados del siglo XX gracias a la aplicación del método científico y al enriquecedor debate abierto entre distintas escuelas historiográficas. Lamentablemente, este proceso ha entrado en crisis en los últimos años debido al empeño de algunos historiadores de interpretar la historia a partir de un presentismo que pretende extrapolar las normas actuales con las del pasado, y esto nos ha llevado a aceptar planteamientos que poco o nada tienen que ver con la realidad.


–¿Por qué, en cambio, de la civilización islámica, por ejemplo en la Península Ibérica, tenemos una imagen mitificada en muchos aspectos?



–Este es un tema ciertamente polémico pero yo creo que uno de los aspectos más negativos del posmodernismo, como nueva corriente metodológica para comprender la historia, es la imposición de la corrección política y la idea del victimismo, por la que se rechazan, por encima de todo, las bases de la civilización occidental, a la que se considera opresora. En Eso no estaba en mi libro de Historia de la Edad Media, tratamos, precisamente, de huir de esta visión que tiende a magnificar los logros de otras culturas (igualmente destacables) al mismo tiempo que mira con desprecio lo que ocurre en Europa durante casi mil años.


–¿Qué le debe Europa a la Edad Media que hayamos olvidado y sea fundamental para nuestros días?



–En la Edad Media se dan los primeros pasos para entender lo que somos, nuestras formas de vida, nuestras creencias y buena parte de los elementos que nos definen en el plano material y espiritual. La Edad Media no es simplemente un periodo de desgracias, de guerra, de inmovilismo y de hambrunas. Esta etapa también conoce el nacimiento del humanismo cristiano, del parlamentarismo, la aparición de las primeras universidades, el auge de la vida urbana y la difusión del libro.


–¿Qué hay de realidad en esos caballeros medievales que iban salvando a princesas de dragones y persiguiendo objetos míticos?



–En el siglo X la cristiandad se encontraba en una situación de emergencia debido a los ataques protagonizados por los vikingos, magiares y sarracenos que van a caer sin compasión sobre una Europa fragmentada y casi sin recursos para poder ofrecer una resistencia firme frente a un peligro que amenaza con destruirla, pero también por la violencia interna que provocan los enfrentamientos entre las clases privilegiadas que lucharon entre sí por aumentar su poder. Es en este contexto cuando tenemos constatada la aparición de una fuerza militar basada en la figura del caballero que pone su espada al servicio de su señor y de la Iglesia. Poco a poco, los cantares de gesta se fueron convirtiendo en unas manifestaciones literarias que narraban las hazañas de estos caballeros que, por sus virtudes, terminarán convirtiéndose en modelos de conducta para toda una colectividad, por eso no es extraño verlos luchando contra seres fantásticos para salvar a los más débiles o persiguiendo objetos míticos como el santo grial.


Fotografía del autor - Planeta

–¿Por qué se suele ubicar en España, en varios puntos, el considerado verdadero Santo Grial?



–En Parzival, Wolfram von Eschenbach aseguraba que un personaje llamado Kyot de Provenza conocía el lugar exacto donde se ubicaba el Munsalvaesche y por tanto el lugar elegido para cobijar el grial. Kyot había escuchado en primera persona la maravillosa historia sobre este escurridizo objeto de culto por boca de un astrólogo judío llamado Flegetanis, vecino de la ciudad de Toledo. De esta forma, Eschenbach asegura que España fue el lugar desde donde se introdujo la leyenda griálica en Occidente. Curiosamente, desde el siglo XIII diversas iglesias y santuarios diseminados por una buena parte de la geografía española empezaron a rivalizar entre sí por considerarse los custodios de la gran reliquia del cristianismo. En Eso no estaba en mi libro de Historia de la Edad Media, propongo realizar un viaje por una buena parte de la geografía española para seguir la pista del grial. Visitaremos la iglesia de San Clemente de Tahull, Cebrero, San Juan de la Peña, Nájera, Sierra Salvada o la Colegiata de San Isidoro de León.


–¿Es cierta la imagen de represión sexual que tenemos de la Europa Cristiana, con prohibición de relaciones sexuales que no sean lo más estrictamente convencionales?



–Durante la Edad Media existe una doble moral respecto al sexo ya que por una parte se considera el deseo sexual como una especie de enfermedad e incluso una herramienta utilizada por el maligno para llevar al ser humano por el camino de la perdición, pero también se habla de una dialetio, o amor honesto y comprometido dentro del matrimonio, y una honesta copulatio con fines reproductivos. El problema es que en una sociedad tan jerárquica como la de la Edad Media, la única forma de tener sexo era aquella en la que el hombre estaba por encima de la mujer.

Curiosamente, tenemos una obra del siglo X, el Item de fornicationes, en la que se establecen las penas y penitencias que debía de pagar el individuo por mantener relaciones poco apropiadas. Por la masturbación a uno le caían 30 días a pan y agua; si la mujer se situaba encima del hombre, en este caso la condena subía a los tres años, nada comparado con los doce años de penitencia por la práctica del sexo anal. En «Eso no estaba en mi libro de Historia de la Edad Media» también tratamos otros temas como la homosexualidad, la posible existencia del derecho de pernada o el mundo de la prostitución.


–En el Nombre de la Rosa, Umberto Eco plantea que hasta la risa resultaba un elemento subversivo para algunos elementos eclesiásticos. ¿Es cierto?



–El Nombre de la Rosa es una excelente novela, pero no creo que sea la más apropiada para definir las formas de vida de la mayor parte de los monjes de la Edad Media que Umberto Eco nos presenta, al menos en su mayor parte, como unos crápulas sin ningún tipo de principios éticos y morales. Como dijimos, en muchas ocasiones se nos ha transmitido una imagen totalmente peyorativa de la época. Habitualmente solemos considerar a los hombres y mujeres de la Edad Media, no solo a los miembros de la Iglesia, como unos seres sumidos en la inmundicia, sin ningún tipo de hábito higiénico y totalmente obsesionados con la religión. En mi caso trato de ofrecer una imagen más real y no tan estereotipada de lo que sería el ser humano en la Edad Media. Seguro que para la gran mayoría de los miembros de la Iglesia, la risa no era algo subversivo ni peligroso.


–¿Por qué los navegantes de la Edad Media europea no fueron capaces durante siglos de ampliar el mapa del mundo, llegar a América o trazar una ruta hasta Asia por el sur? ¿Falta de conocimientos científicos, superstición?



–Las exploraciones geográficas y los correspondientes descubrimientos realizados desde finales del siglo XIV debemos de considerarlos como una auténtica gesta, fruto del esfuerzo colectivo, que llevó a los europeos (especialmente españoles y portugueses) a ampliar el mapa del mundo. Este afán descubridor solo puede explicarse si tenemos en cuenta una serie de factores como la evolución y el progreso de las ideas, la cultura y la ciencia, la mejora de las técnicas de navegación, la búsqueda de nuevos mercados para fomentar las relaciones comerciales y la existencia de Estados modernos y más cohesionados. Debemos de tener en cuenta que antes de embarcarse en estas empresas los reinos europeos tuvieron que sobreponerse a muchas dificultades como la proliferación de guerras o grandes epidemias. A pesar de todo, en el libro hablamos sobre determinadas leyendas e incluso mapas extraños cuyo estudio ha llevado a muchos a pensar que algunos navegantes europeos ya tenían noticias sobre la existencia de un nuevo continente antes del viaje de Colón.


–Su libro, en la línea de las investigaciones de Consuelo Sanz de Bremond Lloret, también desmitifica muchas ideas extendidas sobre la higiene en la Edad Media.



–Este es otro de los temas sobre los que se ha exagerado mucho ya que solemos considerar a los hombres y mujeres de la Edad Media como unos seres sumidos en la inmundicia y sin ningún tipo de hábito de tipo higiénico. Efectivamente, las costumbres higiénicas no eran como las que tenemos en la actualidad, pero cada vez más los historiadores presuponen, hablando en términos generales, una actitud positiva hacia la sana costumbre del baño. También es muy matizable la actitud de la Iglesia ante el baño. Es cierto que durante los primeros siglos, algunos ascetas y eremitas renunciaran a lavarse como una forma de penitencia extrema y por considerar el baño como un lujo innecesario, pero esto no fue lo habitual durante la Edad Media. Podemos asegurar que el baño se practicaba en unas simples tinajas de madera con agua caliente y en el hogar familiar se tomaba de forma jerárquica, el primero era el padre de familia, después el resto de varones, posteriormente las mujeres y, por último los niños y los bebes. Fuera del hogar el baño también se podía tomar en los baños públicos, en algunas tabernas (sabemos que en ocasiones se utilizaban estas tinajas mientras se comía) y también en algunos burdeles.


Para desmitificar aún más el tema de la falta de higiene, debemos de advertir que incluso existía una mínima higiene dental. Para la higiene dental se utilizaban pequeños palillos mientras que los dentífricos estaban hechos con elementos naturales como canela molida, carbón en polvo, romero o incienso, pero evidentemente esto no evitaba la existencia de todo tipo de problemas odontológicos por lo que se debía de recurrir a los servicios del sacamuelas, unos individuos que viajaban de pueblo en pueblo, arrancando sin ningún tipo de anestesia las piezas dentales que provocaban cualquier tipo de molestia. Como curiosidad debemos decir que el sacamuelas iba acompañado de un ayudante que solía tocar el tambor, muy probablemente, para evitar que los desgarradores gritos del paciente fuesen escuchados por el resto de la comunidad.



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