Entonces como hoy el problema y el diagnóstico sobre Cataluña era idéntico, estos textos de Ramiro Ledesma de 1931-32, cuando se aprobó y entró en vigor el primer Estatuto Catalán, podrían servir para hoy. El mismo perfil en los gobiernos blandos y cómplices de Madrid y los envalentonados y aprovechados de Barcelona:
PROGRAMA DE LOS SEPARATISTAS CATALANES CONTRA LA GRANDEZA
HISPÁNICA
Hay que impedir que la disolución de España se lleve a efecto con música de aplausos, obligando a
los disidentes a una actuación armada. A nosotros no nos importa la concesión de autonomías administrativas,
pues esto favorecería quizá la eficacia del Estado. Pero sí denunciamos que no es eso, ni nada que se
relacione con eso, lo que solicitan y quieren los separatistas. Existe todo un programa de asalto a la grandeza
hispánica, al que colaboran los inconscientes de más acá del Ebro en nombre de la turbiedad democráticoburguesa,
que concede libertades y disuelve pueblos. La política separatista se propone realizar sus fines en
tres etapas. Una, la actual, encaramándose a los puestos de influencia de Cataluña, y desde ellos educar al
pueblo en los ideales traidores. Otra, intervenir en la gobernación de España, en el Poder central, con el
propósito firme y exclusivo de debilitar, desmoralizar y hundir la unidad de nuestro pueblo. Por eso decíamos,
hace quince días, que no hay que prestar sólo atención a lo que los catalanes pretendan y quieran para
Cataluña, sino más aún a lo que pretendan y quieran para España. Su segunda etapa consistirá, pues, en
debilitar nuestro ejército, esclavizarnuestra economía, enlazar a sus intereses las rutas internacionales,
propulsar los nacionalismos de las regiones, haciéndoles desear más de lo que hoy desean; lograr, en fin, que
un día su voluntad separatista no encuentre en el pueblo hispano, hundido e inerme, la más leve protesta.
La tercera etapa, cumplida en el momento oportuno, consistirá en la separación radical.
Este plan lo hemos oído de labios de uno de los actuales mangoneadores de la Generalidad. Es digno y
cobarde. Denota una impotencia ruin, pues si un pueblo desea y quiere la independencia, la conquista por las
armas. Pero es que no se trata del pueblo, del magnífico pueblo catalán, sino de una minoría bulliciosa que
sabe muy bien que no le obedecería el pueblo en su llamada guerrera. De ahí el plan, las tres etapas
criminales que antes apuntamos.
(13-VI-1931.)
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LAS TRAICIONES, LAS INCONSCIENCIAS Y LAS COBARDÍAS DE AQUÍ
Desde luego, una vez conocida la impotencia de los núcleos separatistas, se comprende que
necesiten y busquen la complicidad inconsciente de toda España. Hasta qué punto estará relajada en algunos
la idea nacional, hay ejemplos a diario. Así, el discurso reciente de Ossorio y Gallardo—leguleyo nefasto a
quien hay que impedir influya para nada en la República—en el Centro de Dependientes de Barcelona. Por las
enormidades que dijo, calculamos los aplausos que se llevaría ese voraz picapleitos, una de las figuras más
inmorales de la política española, por las razones que algún día diremos.
Es comprensible, aunque errónea, la actitud de los separatistas. Pero la de esa opinión difusa que en el
resto de España acoge con simpatía las aspiraciones desmembradoras, constituye una traición imperdonable.
Es quizá uno de los más fuertes síntomas de que amenaza a nuestro pueblo un tremendo peligro de
decadencia. Las juventudes y los españoles sanos debemos iniciar con toda rapidez la tarea de levantar y
exigir a todos la fidelidad más pulcra a la España una e indivisible.
Cataluña agradece esas traiciones y recoge de ellas el argumento máximo. Las contesta con falsa
cordialidad, ocultando sus afanes íntimos, y de este modo introduce en España la atmósfera propicia que le
"deje hacer" su plan. Véase cómo el cerebro elemental de ese poeta Gassol denunció en un minuto sincero los
propósitos finales. Dijo textualmente, en Manresa, que él "ni era español ni quería serlo".
Lo que interesa, sobre todo, destacar, es que los intereses separatistas de Cataluña se oponen a los
intereses hispánicos, y que bajo ningún concepto puede España tolerar la fuga.
(13-VI-1931.)
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ESPAÑA SE LEVANTARA CONTRA EL CRIMEN HISTÓRICO
El máximo temor, insistimos, reside en que España se degrade hasta el extremo de apoyar y ver con
simpatía la conspiración minoritaria de los separatistas. Si esto ocurre, es que España ce hunde sin remedio.
Pero nosotros no creemos ni podemos creer nunca tal cosa. España se levantará como un solo hombre contra
el crimen histórico. Y garantizamos que habrá sangre de sacrificio, la nuestra, y que los separatistas se verán
obligados a luchar. Porque interceptaremos su camino con fusiles.
¡Viva la España una e indivisible!
(13-VI-1931.)
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ERROR DEL "¡QUE SE VAYAN DE UNA VEZ!"
Hemos de salir al paso de una tendencia peligrosísima que con toda ingenuidad acepta un buen
número de españoles. Indignados por la perpetua perturbación catalanista, exclaman un: "¡Que se vayan de
una vez!" Esa pobre solución haría el juego rotundo a los traidores. Constituiría el éxito radical de los
quinientos separatistas que hoy imponen sus gritos a Cataluña por la cobardía y la debilidad del Gobierno de
Madrid. Nada de permitirse las fugas. Un pueblo que permite la desmembración de su territorio y que otorga sin
lucha patentes de nacionalidad a los núcleos insumisos, es un pueblo degradado, hundido en la vileza
histórica, sin voluntad alguna de conservación. Eso de "¡Que se vayan de una vez!" es una blasfemia, en la
que incurre de buena fe un gran número de ingenuos.
El deber inflexible es otro. Cataluña no pertenece a un grupo de catalanes. Ni a la totalidad de catalanes
siquiera. Pertenece, sí, a España, es España, y los catalanes tienen derechos en Cataluña sólo en tanto son
españoles. Conspirar contra España es conspirar contra sus derechos en Cataluña, es despojarse de su
cualidad de catalanes.
Ni por sorpresa, ni por derecho, ni por las armas, consentiremos jamás la separación de Cataluña.
¿Conduce a eso una Revolución nacional, que debe tener como meta única la grandeza y la prosperidad de la
Patria? ¿Se hace una Revolución para destruir la eficacia del pueblo, que es siempre eficacia de unidad?
¿Tolerará el coraje hispánico el suicidio de la Patria?
Es urgente iniciar la formación de núcleos combativos que se decanten a la primera voz de alarma.
Suplantar la debilidad del Gobierno con acción directa del pueblo, que tome a su cargo, como otras veces en la
Historia, la defensa última de su propio honor. Que se enlace con el pueblo catalán sano, al que suponemos
ajeno a la conjuración perturbadora de los perturbados.
(20-VI-1931.)
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