Comentario a la obra “DOCUMENTOS DE LA PRIMAVERA TRÁGICA” (de Ricardo de la Cierva, 1966)
Revista FUERZA NUEVA, nº 14, 15-Abr-1967
LA GUERRA EMPEZÓ EN FEBRERO
(Rafael GARCÍA SERRANO)
Una de las cuestiones más importantes para el estudio de cualquier guerra es la que nos lleva a fijar su fecha de arranque. Esta verdad de Perogrullo ofrece, en algunos casos, dificultades muy propicias a la polémica. Las guerras civiles, por otra parte, no se declaran: revientan, extrañan explotan. Acaso la primera afirmación importante del nuevo libro de Ricardo de la Cierva –“Los documentos de la primavera trágica”, editado por la Secretaría General Técnica del M.I.T., a través de su Sección de Estudios sobre la Guerra de España- sea la que establece en el prólogo de tan interesante volumen, que todo intento serio de analizar, historiar y documentar lo acaecido en España entre el 17 de julio de 1936 y el 1 de abril de 1939, “ha de abordarse, franca, expresa y extensamente desde el 16 de febrero de 1936”.
Hace ya mucho tiempo escribí para el diario “Arriba” un trabajo, recogido posteriormente en mi libro “Historia de una esquina”, en el que venía a fijar el comienzo de nuestra Guerra precisamente en el día 16 de febrero de 1936, fecha, como es sabido, de las elecciones que dieron el poder al Frente Popular. O, mejor dicho, día en que el poder político quedó en medio de la calle a disposición de quien se tomara la molestia de recogerlo para usar o abusar de él.
La defección de Portela, los espantos presidenciales y la enérgica movilización de masas terroristas en aquellos sangrientos jolgorios que dieron en la flor de llamarse “manifestaciones de júbilo”, paralizaron la normalidad del Estado, desde la transmisión de poderes al orden público. Las cárceles se abrieron sin la debida autorización, con un irresponsable “sesamismo”, y esta amnistía previa, sin refrendo legal, alcanzó en la mayoría de los casos no solamente a los afectados por la figura del delito político, sino a todo el que se hallaba en aquel momento en la cárcel. Por otra parte, la distinción entre el crimen y el delito político era muy relativa en aquellas calendas. ¿Qué diferencia hay entre un atraco y un “golpe económico”? Exactamente la diferencia que va de la paz a la guerra. El “golpe económico” es un acto de guerra, la búsqueda de un botín con el que suministrar medios de lucha y de resistencia a un partido que así se convierte en banda. Si antes del 16 de febrero se dieron numerosos “golpes económicos”, a partir de esa fecha no se hizo nada más -justamente por organizaciones activistas dependientes del Frente Popular- que buscar medios para la guerra, lo mismo económicos que políticos o dialécticos.
A lo largo de seis capítulos, cada uno de los cuales contiene material ordenado -y a veces contundente- sobre la aguada primavera de 1936, Ricardo de la Cierva se asoma con rigor, claridad de concepto, buen método y excelente vista, al increíble panorama de aquellos días.
El inmediato antecedente de esta obra -desde ahora indispensable para quien quiera estudiar los orígenes próximos de nuestra Guerra de Liberación, lo mismo con un ojo cerrado que con los dos abiertos- es el libro de Fernando Díaz Plaja sobre “La Guerra de España en sus documentos”. Tiene el trabajo de Ricardo de la Cierva una menor extensión temporal y una mayor amplitud documental. El joven historiador se lanza sobre unos fondos más abundantes que los ofrecidos, con singular acierto y objetividad, por Diaz Plaja. En el orden práctico el libro de Ricardo de la Cierva termina donde comienza el de Diaz Plaja. Con muy buen criterio, los documentos se acompañan, a veces, de pequeñas notas indicativas y un estudio breve y enjundioso precede y orienta a cada capítulo. Lo bueno de estudiar objetivamente los sucesos que precedieron a la Guerra de España -yo diría, acaso con Ricardo de la Cierva, que la iniciaron- es la razón que concedan a la parte universalmente más vilipendiada y escarnecida por la generalidad de los autores: la nacional.
Con un total de 220 documentos debidos a protagonistas, historiadores, observadores, al enorme cotilleo de aquella “ingeniosa tertulia” que se llamó Parlamento, a una excelente selección de textos periodísticos y de manifiestos políticos, Ricardo de la Cierva nos pone en la mano la posibilidad de ir reconstruyendo, cada uno de nosotros, tanto la historia de la primavera trágica, como la de las tensiones que nos condujeron inevitablemente a la Guerra. La Guerra no fue más que el resumen a campo abierto del casi innumerable número de guerras civiles que ya existían en España: las facciones de Prieto y Largo dentro del socialismo, los anarcosindicalistas contra todos, los defensores de la unidad nacional contra de sarpullido separatista, los perseguidores de la Iglesia contra los católicos, los falangistas contra los comunistas, y la verdad es que casi contra todos; la U.M.E. contra la U.M.R. y la U.M.A., Unión Militar Antifascista que consideraba poco menos que como de derechas a los de la Unión Militar Republicana…
Lo más parecido al caos. Mientras tanto, la ceguera parecía ser el denominador común de la mayoría de los hombres políticos, con muy escasas excepciones. Entre ellas destaca la actitud realista y la serena interpretación de los hechos que nos ofrecen los testimonios de José Antonio Primo de Rivera. La lucidez de sus análisis aparece al cabo de los años, ya sin la pasión de nuestro tormentoso tiempo universitario como el reflejo de una genialidad que llega hasta hoy y que aún es fuego y esperanza en jóvenes y viejos, a pesar del saqueo doctrinal a que se ha visto sometido por muchos que todavía no se han esforzado en entenderlo.
Rafael GARCÍA SERRANO
Última edición por ALACRAN; 13/10/2021 a las 15:25
"... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)
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