La primera mitad del siglo XVIII, en España, tras el Siglo de Oro, a todos los niveles fue un tiempo de nulidad artística y cultural: es demostrativo el hecho de que no se conocen pintores (si es que los hubo...) , ni literatos (¿Torres Villarroel?), ni filósofos ni teólogos de una mínima talla, exceptuando al "crítico" p. Feijoo, cuya personalidad es precisamente síntoma y demostración de aquella crisis.
Sobre la vida intelectual de aquella época, se centra el interesante libro de Francisco Puy, "El pensamiento tradicional en la España del siglo XVIII (1700-1760)" (300 págs.), tratando el conflicto cultural que se agravaba entre el pensamiento europeo de entonces y el tradicional español, y descubriendo, de paso, autores y textos genuinamente españoles -época de Felipe V y Fernando VI- cuyo pensamiento tradicional (que lo hubo y precisamente por serlo) la historiografía liberal del XIX sepultó en el olvido, mientras hacía hincapié en la denigración de la tradición y en el ensalzamiento de la -más bien fantasmagórica- Ilustración española…
Al final de la obra se aporta un extensísimo índice de autores -con sus obras respectivas- de aquella época.
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El pensamiento tradicional en la España del siglo XVIII (1700-1760)
Francisco Puy (1966)
Prólogo
El presente libro solo tiene la pretensión de ser, como reza su subtítulo, una Introducción (…) para un estudio sobre las ideas jurídico-políticas en nuestra patria. En la primera mitad del siglo XVII. (…) Son ideas maduradas a lo largo de tres años de investigación sobre la época acotada, durante los cuales hemos procurado no ahorrar fuerzas con el fin de llegar a un mejor y más exacto conocimiento de las fuentes de nuestro pensamiento filosófico, jurídico y político en estos años. (…)
El plan seguido en estas páginas, es esquemáticamente simple: (…) el examen de la significación histórico cultural del racionalismo ilustrado; las dimensiones vitales de las polémicas literarias entre escolásticos y modernistas; la implicación estas cuestiones del sentimiento político elemental que crea la consideración de la comparación entre España y Europa; el problema teológico religioso encubierto en esas posturas previas, y por último, y antes de pasar a la explanación de problemas concretos, la cuestión de la existencia y significación en la historia de las ideas y del pensamiento nacionales, de una ideología tradicionalista que se manifiesta simplemente como una entidad en sí, autónoma, o, muchas veces en expresa polémica con la revolución. (…)
Es preciso que sean españoles quienes hagan y perfeccionen la historia auténtica de nuestras ideas jurídicas y políticas, esa parcela de la actividad especulativa en que tantas glorias cosechó y cosechará el genio nacional. Gran parte de la labor, no lo ignoramos, está hecha. Pero tampoco podemos olvidar cuántas lagunas quedan por rellenar. Una de estas lagunas se cernía sobre la época que estudiaremos. Porque, en efecto, no faltaban estudios monográficos y de conjunto sobre nuestros autores del Siglo de Oro. Puede decirse que, si no acabado, que por su riqueza nunca lo estará, ampliamente explorado sí que lo está el campo de nuestra ciencia jurídico-política que alcanza hasta finales del siglo XVII.
Asimismo, tampoco dejó de atraer la atención de los estudiosos el pensamiento tradicional vertido durante el siglo XIX por los antonomásticamente llamados tradicionalistas, e incluso el del siglo XVII en su segunda mitad, pues, aunque no con la extensión que merece, se conoce algo de lo que dijo aquella, obscura por sus galas literarias, pero recia por la enjundia de su pensamiento, generación de antienciclopedistas. Algún día, Dios mediante, se le dedicará la obra que merece la generación de los Nuix, los Vélez, los Alvarado, etcétera. En ellos vive la más pura esencia del alma nacional, el mismo espíritu que llevó a los conquistadores a cruzar las nieves de los Andes y las miasmas del Amazonas, fue el que arrastró, la espada y la cruz hecha pluma, a estos hombres a adentrarse por el mar tenebroso de la Enciclopedia, aquella obra que, como un pulpo gigantesco, nacido de la vieja Lutecia, la ciudad del cieno, ahora disfrazada de villa de las luces, había de ser el credo de la revolución.
Pero, ¿dónde estaba el enlace, que uniera el pensamiento tradicional de España entre una y otra etapa histórica? ¿Es que durante estos primeros sesenta años del siglo XVIII había dejado de existir España y su tradición? La bibliografía existente así parecía decirlo. En estos años sólo se veía la filosofía racionalista, el derecho de los ilustrados, la política del despotismo... Una vez más tuvimos que renovar la desconfianza ante una historiografía, eminentemente liberal, que ha hecho la historia a medida de sus caprichos y necesidades políticas, y partimos cero. La hipótesis de trabajo era bien simple: constatar en las fuentes el pensamiento del siglo XVIII español. Pero todo, desde la poesía popular a la aprobación oficial del tomo de Teología; desde el cuadernillo polémico, al tratado de física o matemáticas; desde la carta familiar hasta el texto jurídico. En la medida de nuestras fuerzas, así lo hemos hecho y hoy creemos tener pruebas suficientes que mantengan esta tesis: la persistencia del pensamiento tradicional en la España de la primera mitad del siglo XVIII, en la España en que se le suponía, al menos tácitamente, agotado y muerto. La tarea ha sido ingente, por la necesidad de manejar y constatar una cantidad enorme de libros, folletos y escritos de la época, que acreditamos en la bibliografía.
(…) Si solo nos interesaba el hecho de la expresión escrita del pensamiento, hemos tenido que darle su importancia a este hecho. Por eso, más que una bibliografía, hemos incluido unos apéndices bibliográficos al final de estas páginas. El segundo de ellos, referente a la bibliografía posterior sobre nuestro siglo XVIII, así como sobre el siglo XVIII europeo, y algunos problemas particularmente tocados como el de España y Europa, o el de la idea de la revolución, por no citar más, no ofrece ninguna particularidad digna de tenerse en cuenta. (…)
Última edición por ALACRAN; 13/02/2022 a las 13:48
"... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)
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