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Tema: La Inquisición

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    La Inquisición

    La Inquisición

    La Inquisición fue y sigue siendo un tribunal polémico para el gran público. Los historiadores se han ocupado de esta institución de modo científico y sin prejuicios ideológicos, especialmente desde un Congreso internacional celebrado en Cuenca en 1978. Recientemente la Santa Sede ha convocado en Roma a expertos de diversos credos y nacionalidades para clarificar la actuación histórica del Santo Oficio. Sobre este argumento responde para Escritos ARVO, Beatriz Comella, autora del libro La Inquisición española (Rialp, 1988; 3ª edición en noviembre 1999).
    ¿CUÁNDO Y POR QUÉ NACIÓ EL TRIBUNAL DE LA INQUISICIÓN?
    El primer tribunal inquisitorial para juzgar delitos contra la fe nació en el siglo XIII. Fue fundado por el Papa Honorio III en 1220 a petición del emperador alemán Federico II Hohenstaufen, que reinaba además en el sur de Italia y Sicilia. Parece que el emperador solicitó el tribunal para mejorar su deteriorada imagen ante la Santa Sede (personalmente era amigo de musulmanes y no había cumplido con la promesa de realizar una cruzada a Tierra Santa) y pensó que era un buen modo de congraciarse con el Papa, ya que en aquella época el emperador representaba el máximo poder civil y el Papa, el religioso y, era conveniente que las relaciones entre ambos fueran al menos correctas. El romano pontífice exigió que el primer tribunal constituido en Sicilia estuviera formado por teólogos de las órdenes mendicantes (franciscanos y dominicos) para evitar que se desvirtuara su misión, como de hecho intentó Federico II, al utilizar el tribunal eclesiástico contra sus enemigos.

    ¿Existía en el siglo XIII alguna razón de justificara la creación de ese tribunal que consideraba la herejía como delito punible?
    Conviene aclarar que los primeros teólogos cristianos de la talla de Tertuliano, San Ambrosio de Milán o San Martín de Tours sostuvieron que la religión y la violencia son incompatibles. Eran más partidarios de la doctrina evangélica que recomienda corregir y amonestar a quien dilapida el bien común de la fe. La represión violenta de la herejía es, como ha señalado Martín de la Hoz, un error teológico de gravísimas consecuencias, implicado en la íntima relación que de hecho se trabó entre el poder civil y la Iglesia en la Edad Media. La herejía pasó a ser un delito comparable al de quien atenta contra la vida del rey, es decir, de lesa majestad, castigado con la muerte en hoguera como en el siglo IV, bajo los emperadores Constantino y Teodosio.
    A principios del siglo XIII aparecieron dos herejías (albigense y valdense) en el sur de Francia y norte de Italia. Atacaban algunos pilares de la moral cristiana y de la organización social de la época. Inicialmente se intentó que sus seguidores abandonaran la heterodoxia a través de la predicación pacífica encomendada a los recién fundados dominicos; después se procuró su desaparición mediante una violenta cruzada. En esas difíciles circunstancias nace el primer tribunal de la Inquisición.

    Es lógico, pues, que la Inquisición resulte una institución polémica.
    Desde luego, porque, afortunadamente, hoy sabemos que es injusto aplicar la pena capital por motivos religiosos. Los católicos de fin del siglo XX conocemos la doctrina del Concilio Vaticano II sobre la libertad religiosa, que coincide, en sus planteamientos básicos con la de muchos teólogos cristianos de los cuatro primeros siglos de nuestra era. Por este motivo, el Papa Juan Pablo II en su Carta Apostólica Tertio Milenio Adveniente (10-11-94) ha subrayado la necesidad de revisar algunos pasajes oscuros de la historia de la Iglesia para reconocer ante el mundo los errores de determinados fieles, teniendo en cuenta la unión espiritual que nos vincula con los miembros de la Iglesia de todos los tiempos.

    ¿Entonces, la «leyenda negra», más que leyenda es una realidad histórica?
    Es preciso advertir que la polémica sobre la Inquisición se nutre de otra actitud muy distinta a la ya expuesta; me refiero a la ignorancia histórica, la falta de contextualización de los hechos, el desconocimiento de las mentalidades de épocas pasadas, la escasez de estudios comparativos entre la justicia civil y la inquisitorial... Todo esto contribuye a formar no sólo una polémica justificada sino una injusta leyenda negra en torno a la Inquisición.

    ¿Qué hay, pues, de verdad sobre la actividad de la Inquisición, concretamente en España?
    Se formaron los primeros tribunales en 1242, a partir de un Concilio provincial de Tarragona. Dependían del obispo de la diócesis y, por regla general, su actuación fue moderada. Con la llegada de los Reyes Católicos al poder, el Santo Oficio cambió de modo notable. Isabel y Fernando consideraron que la unidad religiosa debía ser un factor clave en la unidad territorial de sus reinos. La conversión de las minorías hebrea y morisca era la condición para conseguirlo; algunos se bautizaron con convencimiento, otros no y éstos fueron perseguidos por la Inquisición.
    En 1478 los Reyes Católicos consiguen del Papa Sixto IV una serie de privilegios en materia religiosa, entre ellos, el nombramiento del Inquisidor General por la monarquía y el control económico del Santo Oficio. Por otra parte, la actitud de los cristianos ante las comunidades judía y morisca en España fue muy variada a lo largo de la Historia. Había judíos asentados en España desde el final del Imperio Romano. Durante la etapa visigoda fueron tolerados y perseguidos en distintas épocas. Algunos reyes castellanos y aragoneses supieron crear condiciones de convivencia pacífica, pero el pueblo llano no miraba con buenos ojos a los hebreos prestamistas (el interés anual legal de los préstamos ascendía al 33%); además se les consideraba, de acuerdo con una actitud muy primaria, culpables de la muerte de Jesucristo. El malestar se transformó a finales del siglo XIV en revueltas y matanzas contra los judíos en el sur y levante español.
    Los Reyes Católicos no sentían animadversión personal contra los hebreos (el propio rey Fernando tenía sangre judía por parte de madre) y en su corte se hallaban financieros, consejeros, médicos y artesanos hebreos. Los judíos vivían en barrios especiales (aljamas) y entregaban tributos directamente al rey a cambio de protección. El deseo de unión religiosa y de evitar matanzas populares impulsaron a los Reyes a decretar la expulsión de los judíos españoles (unos 110.000) en marzo de 1492. La alternativa era recibir el bautismo o abandonar los reinos, aunque se preveían consecuencias económicas negativas en los territorios españoles. Sólo unos 10.000 hebreos se adhirieron a la fe cristiana y, entre ellos, bastantes por intereses no religiosos. Entonces surgió el criptojudaísmo, la práctica oculta de la religión de Moisés mientras se mantenía externamente el catolicismo. Contra estos falsos cristianos, como se ha dicho, actuó la Inquisición.

    Respecto a los moriscos, unos 350.000 en el siglo XV, la política fue similar. Se intentó de modo más o menos adecuado su conversión tras la toma de Granada, pero al comprobar que su asimilación no era satisfactoria se procedió a la expulsión de los no conversos, tras violentos enfrentamientos, en 1609, bajo el reinado de Felipe III. Durante el siglo XVII aparece con fuerza el fenómeno social de la limpieza de sangre: para acceder a determinados cargos u oficios era necesario ser cristiano viejo, es decir, no tener sangre judía o morisca en los antepasados recientes.

    ¿Qué delitos juzgaba el Tribunal de la Inquisición y cuáles eran las penas?
    Inicialmente el tribunal fue creado para frenar la heterodoxia entre los bautizados: las causas más frecuentes eran las de falsos conversos del judaísmo y mahometismo; pronto se añadió el luteranismo con focos en Sevilla y Valladolid; y el alumbradismo, movimiento pseudo-místico. También se consideraban delitos contra la fe, la blasfemia, en la medida que podía reflejar la heterodoxia, y la brujería, como subproducto de religiosidad. Además, se perseguían delitos de carácter moral como la bigamia. Con el tiempo se introdujo el delito de resistencia al Santo Oficio, que trataba de garantizar el trabajo del tribunal.
    La pena de muerte en hoguera se aplicaba a hereje contumaz no arrepentido. El resto de los delitos se pagaban con excomunión, confiscación de bienes, multas, cárcel, oraciones y limosnas penitenciales. Las sentencias eran leídas y ejecutadas en público en los denominados autos de fe, instrumento inquisitorial para el control religioso de la población.

    Desde el siglo XIII, la Iglesia admitió el uso de la tortura para conseguir la confesión y arrepentimiento de los reos. No hay que olvidar que el tormento era utilizado también en los tribunales civiles; en el de la Inquisición se le dio otra finalidad: el acusado confeso arrepentido tras la tortura se libraba de la muerte, algo que no ocurría en la justicia civil. Las torturas eran terribles sufrimientos físicos que no llegaban a mutilar o matar al acusado.

    Una figura inevitable en la polémica sobre la Inquisición es Torquemada. ¿Es tan fiero el león como lo pintan? ¿Qué hubo en los juicios contra Carranza y Antonio Pérez?
    Fray Tomás de Torquemada fue Inquisidor General entre 1485 y 1496. Gozó de la confianza de los Reyes Católicos. Lo cierto es que no existe todavía una biografía definitiva sobre este importante personaje. Desde luego sentía animadversión hacia los judíos e influyó decisivamente en el decreto de expulsión de 1492, sin embargo no era sanguinario, como cierta leyenda injustificada pretende hacernos creer, aunque sí es obvio que presidió el tribunal en años de intensa actividad . No obstante, redactó una serie de normas y leyes para garantizar el buen funcionamientos del tribunal y evitar abusos.
    Carranza era arzobispo de Toledo y Primado de España. Fue acusado injustamente de luteranismo y condenado a la pena capital por la inquisición española; por tratarse de un prelado, la causa se inició con el permiso de Roma y fue revisada por el Papa que no vio motivos proporcionados para tal veredicto. Aunque éste no llegó a aplicarse, Felipe II destituyó a Carranza para subrayar la autonomía del tribunal español respecto a la Santa Sede. Antonio Pérez era secretario del rey y fue acusado de asesinato; como consiguió huir de la justicia de Castilla, la Inquisición le imputó de ciertos cargos para poder detenerlo. El reo salió de España y dio a conocer su caso en las cortes de Francia e Inglaterra. Es un claro ejemplo de utilización política del tribunal por parte del rey, que supo airear oportunamente su antiguo secretario. Por otra parte, los casos de Carranza y Pérez ponen de relieve algo característico del Tribunal de la Inquisición: su poder no hacía distinciones a la hora de acusar a prelados, cortesanos , nobles o ministros; fue, en ese sentido, un tribunal democrático con una jurisdicción sólo inferior a la del Papa.

    ¿Cuál fue la actitud del Santo Oficio español ante la brujería?
    En España hubo pocos casos de brujería en comparación al resto de Europa. Fue un fenómeno más destacado entre la población bautizada de los territorios americanos, por el apego a sus ritos y tradiciones seculares. En la Península fueron desgraciadamente famosas las brujas de Zugarramurdi (Navarra) condenadas en 1610. Desde entonces se tuvo en cuenta la acertada observación de un inquisidor, para quien cuanto menos se hablara de ellas, menos casos habría; la Inquisición prefirió considerarlas personas alucinadas o enfermas.

    Otra cuestión espinosa que suscita la Inquisición es el número de víctimas ¿es posible saber cuántas fueron?
    La Inquisición tuvo una larga vida en España: se instauró en 1242 y no fue abolida formalmente hasta 1834 durante la regencia de María Cristina. Sin embargo, su actuación más intensa se registra entre 1478 y 1700, es decir, durante el gobierno de los Reyes Católicos y los Austrias. En cierto sentido no se puede calcular el número de personas afectadas por la Inquisición: la migración forzosa de millares de judíos y moriscos; la deshonra familiar que comportaba una acusación del tribunal durante varias generaciones; la obsesión colectiva por la limpieza de sangre, lo hacen imposible.
    Respecto al número de ajusticiados no hay datos definitivos porque hasta ahora no se han podido estudiar todas las causas conservadas en archivos. Aunque parciales, son más próximos a la realidad los estudios realizados por los profesores Heningsen y Contreras sobre 50.000 causas abiertas entre 1540 y 1700: concluyen que fueron quemadas 1.346 personas, el 1,9% de los juzgados. Es posible, aunque la cifra no sea definitiva, que los ajusticiados a lo largo de la historia del tribunal fueran unos 5.000. Afortunadamente, el cristianismo, a diferencia de las ideologías, tiene siempre una doctrina buena, cierta y definitiva que le permite rectificar los errores prácticos en los que pueden incurrir algunos de sus miembros: el Evangelio.


    http://www.conoze.com/index.php?accion=contenido&doc=46

  2. #2
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    Re: La Inquisición

    La Inquisición y la Brujería

    Antes de entrar de lleno en el tema del Santo Oficio y la persecución de brujas en Europa, permitan mis honorables oyentes, que haga una breve introducción de la creencia en la brujería como un viejo fenómeno universal.
    Porque la creencia en las brujas, no fue - como mucha gente cree, y como puede leerse por ejemplo en la Enciclopedia de la brujería y demonología de Robbins (1959, 1992) - invención de la Iglesia.
    La creencia en las brujas rebosa de elementos animistas, que revelan su antigüedad: Cuando la bruja se "come" a un ser humano, no es, así pues, la carne sino el "espíritu" de la carne, lo que devora. Pero esto se cree suficiente para que la víctima se consuma y muera.
    Parece que nos hallamos ante un único e idéntico complejo de tradiciones, difundido por todo el viejo mundo. Puede comprobarse lo mucho que tienen en común las creencias brujeriles europeas, asiáticas y africanas. Las ideas, por ejemplo, de juntas secretas de brujas, que en sus "aquelarres" nocturnos celebran banquetes a base de la carne de sus propios parientes; y la de que la brujería sea un poder innato para dañar a otros, transformarse en animales y volar por los aires, las comparten los tres continentes.
    Incluso algo tan específico como es el dejar en la cama un cuerpo fingido, en lugar del propio, mientras la bruja acude al aquelarre, lo encontramos tanto en Asia, como en Africa y Europa. Son especialmente asombrosas las similitudes entre las creencias en brujas de Europa y la India, las cuales, en ambos casos, se remontan a la temprana Antigüedad (Henningsen 1997).
    Para una mente teológica, la brujería, tal como lo concebía el pueblo, resultaba absolutamente inacceptable. Por eso la Iglesia desechó desde un principio estas creencias como supersticiones paganas. De ello tenemos ejemplo en Dinamarca.
    En el año 1080 escribió el papa Gregorio VII al rey Harald de Dinamarca quejándose de que los daneses tuviesen la costumbre de hacer a ciertas mujeres responsables de las tempestades, epidemias y toda clase de males, y de matarlas luego del modo más bárbaro.
    El papa conminaba al rey dano para que enseñase a su pueblo, que aquellas desgracias eran voluntad de Dios, la cual deberían complacer con penitencias y no castigando a presuntas autoras.
    La sabiduría de esta postura se refleja también en una crónica eclesiástica, al referir el caso de tres mujeres, quemadas por envenenadoras y perdedoras de personas y cosechas en 1090, cerca de Munic, diciendo de ellas, que murieron mártires.
    DE ACUERDO con esta postura de la Iglesia no encontramos nada sobre las brujas en los más antiguos manuales del Santo Oficio. En el más antiguo, escrito por el inquisidor Bemard Gui sobre 1324, bajo el título "De sortilegis et divinis et invocatoribus demonorum" se citan diversas prácticas mágicas y de adivinación, junto con algunos conjuros al demonio. Lo más que se acerca a las brujas, es al comentar sobre "fatis mulieribus quas vocant 'bonos res'que, ut dicunt, vadunt de nocte"l (Hansen 48). Las hadas que la gente con un eufemismo llamaba "la cosa buena" parece referirse a lo que en otro lugar he denominado "el aquelarre blanco" (Henningsen 1991).
    El manual de Eymeric de 1376 tampoco entra en el terreno de las brujas, pero reproduce la condena que el Canon episcopi (incluído en el Decreto de Graciano 1140) hace de aquellas mujeres que se creen capaces de volar por las noches en el cortejo de la diosa Diana. Por añadidura, dicho manual de Eymeric incluye el decreto del papa Juan XXII, de 1326, contra diversas formas de culto al demonio.
    En la versión comentada que Francisco Peña publicó en 1578 del manual de Eymeric, se habla bastante sobre la conjuración al demonio y la relación que con éste tienen los magos; pero la mención del aquelarre sigue brillando por su ausencia. En todos esos manuales es notorio, que el sortilegio ocupa el último lugar en la jerarquía de las herejías (Bethencourt 1994:180 f.).
    Por desgracia, la sabia postura de la Iglesia cambia alrededor de 1400, al ser reinterpretada la noción popular de la brujería, de modo que ésta resultaba también posible desde el punto de vista teológico. Los detalles sobre lo que se consideraba una nueva secta de brujos los encontramos por primera vez, en dos tratados escritos a mediados de la década de 1430. El uno: Ut magorum et maleficiorum errores, por Clode Tholosan, juez seglar en la provincia de Dauphine. El otro: Formicarius, por el domínico Juan Nider. Con ambos se inicia la interminable serie de tratados demonológicos de los siglos X-V, XVI y X-VII. No es mi intención dar un repaso a esta literatura ahora. En su lugar voy a hacer una breve comparación entre la creencia popular en las brujas y la teoría demonológica, fundada en los principios teológicos de San Agustín y Santo Tomás de Aquino, los cuales se mantuvieron casi sin modificación durante todo el periodo.
    El concepto popular de la brujería como poder natural innato de la persona, se seguía rechazando. Sin embargo se admitía la existencia de brujas. Mas dichas brujas, para poder obrar, tenían necesariamente que haber pactado con el demonio. Del mismo modo se redefinió el don brujeril de transformarse en animales. Que el alma humana pudiera meterse en un animal - desde un punto de vista teológico -era imposible. Si la bruja se creía capaz de algo así, se lo debía al arte ilusorio del demonio.
    "A nadie le hagan creer, que un ser humano realmente pueda transformarse en animal", dice el Compendium maleficarum de Guazzo de 1608. A continuación siguen refinadas explicaciones de cómo el demonio puede inducir a una bruja a creerse transformada en lobo. Por ejemplo puede el demonio del simple aire crear una forma de lobo e introducirse él dentro de la misma, para hacer luego todo tipo de descalabros. Mientras tanto, yace la bruja en su cama y experimenta su apariencia de lobo como un hecho absolutamente real. En caso de que alguien consiguiese herir al ilusorio lobo, el demonio procuraría herir a la bruja del mismo modo y en la misma parte del cuerpo, de modo que la bruja, al despertar, crea firmemente que todo ha ocurrido en realidad (Guazzo 1929:51).
    Un problema especial representaba para los teólogos el supuesto vuelo de las brujas. Según la noción popular, el alma humana abandona el cuerpo, dejando a este yacer como sin vida. Mas esta explicación era inaceptable para los teólogos. En tanto una persona no esté muerta, el alma y el cuerpo son inseparables. Si el demonio fuese capaz de extraer el alma del cuerpo de la bruja y devolverla luego a éste, sería un milagro - y no un milagro cualquiera - sería comparable al milagro de la Resurreción
    La explicación ortodoxa demonológica surgió de la necesidad de resolver el problema: para ello hubo que admitir que la presencia de las brujas en el aquelarre, a veces era real (en cuyo caso era siempre también corporal), mas otras veces, sería irreal (cf Clark 1997:191).
    I-a creencia de que las brujas se juntaban en asambleas nocturnas, como anteriormente se ha dicho, databa de muy antiguo. Pero la idea de que ocurriese bajo los auspicios del demonio, era innovación de los demonólogos.
    Del mismo modo, la idea de que las brujas formasen parte de una secta, era totalmente ajena al concepto popular de la brujería. Probablemente debamos semejante sutilidad a la creatividad inquisitorial.
    Hora es ya de que contemplemos la revisión cronológica que se ha hecho de la persecución de brujas en Europa. No hace aún mucho tiempo que los historiadores coincidían en culpar a la Inquisición del surgimiento de dicha persecución. Según Joseph Hansen la primera quema de una bruja habría tenido lugar en 1275, cuando la Inquisición de Toulouse condenara a una tal Angela de la Barthe por haber comido carne de niños y tenido relaciones con el demonio.
    Alo largo del siglo siguiente, o sea, durante todo el siglo XIV, de acuerdo con dicha gran autoridad alemana, cientos de hombres y mujeres, acusados de brujería, habrían sido quemados por las Inquisiciones de Toulouse y Carcasonne.
    Apartir de Hansen se sugiere también la seductora idea de que la Inquisíión, tras haber exterminado a cátaros y valdenses, se volcó sobre las brujas para no quedarse inactiva.
    La investigación más reciente ha demostrado algo totalmente distinto. Todos los datos sobre la sangrienta caza de brujas en el sur de Francia se remontan a un libro de divulgación escrito por el novelista francés Lamothe-Langon (1829). A mediados de 1970 un historiador inglés y otro americano demostraron, independentemente uno de otro, que las fuentes medievales presentadas por Lamothe-Langon jamás existieron, sino que las había inventado él para sazonar su relato (Cohn 1975; Yieckhefer 1976).
    Araíz de este descubrimiento, la cronología se ha retrasado con casi cien años. nueva imagen que se perfila se puede resumir como sigue: Los primeros aunque escasos informes datan de 1360. 0 sea, un siglo después de la supuesta quema en Toulouse. No fue la Inquisición quien inició la persecución sino la justicia civil en Suiza y Croacia. Resulta interesante ver cómo la Inquisición de Milán no sabía qué hacer con dos caminantes nocturnas, que en 1384 y 1390 confesaron haber participado en una especie de aquelarre blanco en el que el hada Madonna Oriente les instruía en la forma de ayudar a la gente a combatir la brujería.
    Parece ser que la legalización de la caza de brujas tuvo su origen en las exigencias del pueblo, que presionaba a los tribunales civiles. Poco a poco, la Iglesia también hubo de adaptarse a esta corriente; pero la Inquisición no aparece involucrada en ese tipo de persecuciones con anterioridad al siglo X-V.
    Con el fin de obtener una idea más exacta de la participación del Santo Oficio en la caza de brujas, he examinado la relación de procesos hecha por Richard Kieckhefer, y he podido comprobar que los procesos por brujería propiamente dicha -en tanto cuanto estos puedan diferenciarse de los procesos por magía-están repartidos entre tribunales civiles, episcopales y de Inquisición.
    De un cálculo aproximado de 1000 causas, el 63% fue juzgado por las autoridades civiles; el 17% corresponde a tribunales episcopales, mientras que el 20% corresponde a la Inquisición. La mitad de las 200 causas de que se trata, se debieron al inquisidor Heinrich Institoris, cuya persecución de brujas en el año 1484 había sido autorizada por una bula del papa Inocencio VIII.
    Teniendo en cuenta la gran inseguridad que mis cálculos nos ofrecen, a causa del material perdido y de la escasez de información sobre las cifras de las víctimas, todo parece indicar que la Inquisición no jugó tan importante papel, como invariablemente se le adjudica, en la persecución de brujos durante la Edad Media.
    Bueno, eso en cuanto a la Edad Media. Pero ¿qué puede decirse de la Inqusición y la Edad Moderna?
    Vewnos: Para el año 1525 aproximadamente, los tribunales inquisitoriales de Europa se habían extinguido y la Era del Santo Oficio medieval había tocado su fin. Entre tanto, una nueva fonna de Inquisición había visto la luz del día. Se trata de una Inquisición "moderna", instituida sobre bases nacionales. La primera de este tipo se estableció en España, en 1478, con bula papal. A la Inquisición española, le siguieron la portuguesa (1531), y la "romana" (1542)
    ANTES de seguir adelante con la participación del Santo Oficio en los procesos contra las brujas en los siglos posteriores a la Edad Media, vamos a detenernos unos momentos para ver en cuánto se estima hoy, basándose en los resultados más recientes de investigación, el coste en vidas humanas de las modernas persecuciones.
    Se calcula que hubo cerca de 100.000 causas de brujería en Europa, de las cuales, la mitad, o sea, unas 50.000 personas acabaron en la hoguera. Pero, como podemos ver, la intensidad de las persecuciones varió mucho de país a país.
    La densidad de persecución de brujas en Europa (Behringer1998:65 f )2

    País
    Ejecuciones (por cada mil)
    Habitantes c. 1600
    Portugal
    7 (0,0007)
    1000.000
    España
    300 (0,037)
    8.100.000
    Italia
    1000? (0,076)
    13.100.000
    Países Bajos
    200 (0,133)
    1.500.000
    Francia
    4000? (0,200)
    20.000.000
    Inglaterra/Escocia
    1500 (0,231)
    6.500.000
    Finlandia
    115 (0,238)
    350.000
    Hungría
    800 (0,267)
    3.000.000
    Belgica/Luxemburgo
    500 (0,384)
    1.300.000
    Suecia
    350 (0,437)
    800.000
    Islandia
    22 (0,440)
    50.000
    Chequía/Slovaquia
    1000? (0,500)
    2.000.000
    Austria
    1000? (0,500)
    2.000.000
    Dinamarca/Noruega
    1350 (1,391)
    970.000
    Alemania
    25000 (1,563)
    16.000.000
    Polonia/Litauia
    10000? (2,941)
    3.400.000
    Suiza
    4000 (4,000)
    1.000.000
    Lichtenstein
    300 (100,000)
    3.000

    La mitad de las quemas de brujas se produjeron como vemos en los estados alemanes, donde fueron ejecutadas 25.000 personas. Mas poniéndo el número de ejecuciones en relación con el de habitantes, vemos que Lichtenstein es el lugar donde más cruda fue la persecución: 300 quemas con relación a 3000 habitantes, corresponde a un 10 % de la población.
    Ala cabeza del extremo opuesto de la escala, con una intensidad de un fracción de unidad por mil, encontramos a Portugal, España e Italia, los únicos países que conservaron la Inquisición, adaptándola a su nueva base nacional.
    La documentación correspondiente a la primera parte de la Edad Moderna, que es la época que nos interesa, es tan abundante, que nos permite con gran seguridad decir cuántas de las quemas de brujas registradas se debieron a la Inquisición.
    Las cifras, por inesperadas, resultan asombrosas. Para Portugal es 1. Para España, 27. Y para Italia, 8. El resto de un total de ca. 1300 ejecuciones, repartidas entre los tres países, se debieron a los tribunales civiles y episcopales de los mismos.
    En ya anticuados estudios encontramos a menudo la suposición de que en España, Portugal e Italia, el Santo Oficio tenía tanto que hacer persiguiendo a judíos, mahometanos y protestantes, que no le quedaba tiempo para perseguir también a las brujas.
    La revisión sistemática de los archivos inquisitoriales nos demuestra algo muy distinto. Calculo que la Inquisición en los países católicos del Mediterráneo llevó a cabo entre 10.000 y 12.000 procesos de brujería, que, no obstante, fueron sentenciados con penas menores o absolución.
    Es importante subrayar que las teorías demonológicas no fueron asunto exclusivo de la Teología. Filósofos, matématicos y físicos debatían seriamente dichas especulaciones en el seno de las universidades europeas más prestigiosas. Y el debate duró hasta principios del siglo XVIII. Todo al contrario de lo que generalmente se cree, la demonología fue una precusora de la ciencia moderna.
    La explicación al hecho de que la Inquisición prestase tan poco interés al aspecto demonológico, nos la da un catedrático de la Universidad de Salamanca. Raphael de la Torre observa a principios del siglo XVII, que mientras los especialistas en Derecho Romano y los teólogos, nonnalmente opinaban que el aquelarre era un hecho real, coincidían casi todos los canonistas en rechazarlo como producto de la imaginación.
    Notemos que precisamente era a canonistas, a quienes la Inquisición solía dar empleo. Esto podría explicar, por qué este sector seguía aferrado a la tradición medieval del Canon episcopi.
    La cuestión del inexplicable escepticismo inquisitorial merece ser examinada a la luz de un amplio contexto histórico-teológico. Expondré aquí brevemente hasta qué punto el escepticismo inquisitorial repercutió en la situación de las brujas en España.
    Al principio, España siguió a la zaga de otros países. De 1498 a 1522, el Santo Oficio condenó a once brujas a la hoguera. Mas en 1526, la élite de teólogos española se reunió en Granada para elaborar unas nuevas instrucciones con respecto a la brujeria. Dichas instrucciones no tuvieron su igual en otras partes. ¿Dónde en el resto de Europa encontramos paralelos a ordenanzas como las siguientes?:
    Cualquier bruja que voluntariamente confiese y muestre señales de arrepentimiento, será reconciliada sin confiscación de bienes, y recibirá penas salutarias para sus almas.
    Nadie será arrestado en base de las confesiones de otras brujas.
    Los Jueces averiguarán si las personas por ellos detenidas, ya han sido anteriormente sometidas a tortura por otras justicias.
    Preguntando a los demás residentes de la casa os enteraréis de si dichas personas, en la noche que aseguran haber asistido a la junta de brujas, realmente se ausentaron de casa, o si, por el contrario, estuvieron en ella toda la noche sin salir.
    Las instrucciones contenían también un párrafo, según el cual, todos los casos referentes a tan complicada materia, deberían siempre ser remitidos al Inquisidor General y su Consejo.
    Con las instrucciones de 1526, se consiguió librar a España de la quema de brujas durante la mayor parte del siglo XVII.
    Influída por Francia, en 1610, la Inquisición española volvió a introducir en el norte de España la pena de la hoguera. En total 7000 personas fueron acusadas de brujería. Todo ello podría haber terminado en un auténtico holocausto. Mas, por suerte, el inquisidor Salazar, encargado de las pesquisas, se había comprometido a conseguir pruebas sobre la existencia de la temida secta diabólica.
    En su informe al Inquisidor General, Salazar concluye: "No hubo brujos ni embrujados hasta que se empezó a hablar y escribir de ellos." Dicha investigación contribuyó a la definitiva abolición de las quemas de brujas en todo el Imperio Español.
    Permitanme referir un par de puntos del memorial de este, injustamente, aún poco reconocido abogado de las brujas. Oponiéndose a sus dos colegas del tribunal - quienes hallándose totalmente convencidos de la existencia de las brujas, deseaban acabar con ellas en el fuego - Alonso de Salazar expuso:
    Mis colegas están perdiendo el tiempo al mantener que solamente los brujos alcanzan a entender aquello más dificultoso y especulativo, ya que han de sentenciarlo acá jueces que no son brujos (doc. 14.28).
    Ni tampoco mejoramos nada con averiguar que el demonio pueda hacer esto y aquello, repitiendo a cada paso la teoría de su naturaleza angélica, y porque den también los doctores por asentadas aquellas cosas, ya que sólo sirve de fastidio inútil - pues nadie las duda. La cuestión es si en el caso concreto, ha pasado como lo dicen los brujos... porque ni ellos han de ser creídos, ni el juez dará sentencia mas que en lo que exteriormente sea verdad y de igual modo perceptible para cuantos las oyeren (doc. 14.29).
    En otras palabras, Salazar sostenía, que el aspecto demonológico era irrelevante en los casos concretos de brujería. Sobre tal revolucionario postulado reposaba todo su método protopositivista, como muy bien podrímos llamarlo, puesto que el positivismo, como filosofía, nació más tarde.
    De esta exposición histórica podemos sacar las siguentes conclusiones:
    1. Mientras que la Inquisición solía mostrarse dura y tajante con judios, mahometanos y protestantes, se mostró inusitadamente blanda en cuanto al castigo de la brujería y otras formas de delitos mágicos. Tan blanda, que considerado con los ojos de un europeo del norte o del centro de Europa, debió resultar un escándalo.
    2. La Inquisición podía haber causado un holocausto de brujos en los países católicos del Mediterráneo - mas la historia nos demuestra algo muy diferente - la Inquisición fue aquí la salvación de miles de personas acusadas de un crimen imposible.

    http://www.conoze.com/doc.php?doc=955

  3. #3
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    Re: La Inquisición

    ¿Era mejor Torquemada?

    Salman Rushdie acaba de lanzar una llamada desesperada que ha aparecido recientemente en las publicaciones más importantes de Occidente. En Italia la ha divulgado Panorama.
    Rushdie, como todos saben, es el escritor en lengua inglesa de origen indio y musulmán al que el ayatolá y déspota iraní Jomeini hizo condenar a muerte en contumacia por un libro que se juzgó irreverente con Mahoma. Superando los conflictos y divisiones teológicas, la práctica totalidad del mundo musulmán aprobó la «sentencia» del líder político-religioso de Irán. En todos los países en los que había seguidores del islam se elevó un grito unánime: «¡Matad al blasfemo!» También en Londres y otras capitales europeas se produjeron manifestaciones de grupos de inmigrantes musulmanes que pedían la cabeza de Rushdie.
    Con el fin de reforzar la creencia de que la eliminación del escritor blasfemo era un firme deber religioso de todo buen islámico, el gobierno iraní ha ofrecido como un motivo de aliento añadido una elevada cifra de dinero destinada a aquel fiel que triunfe en el intento. Gracias a suscripciones populares la «recompensa» ha aumentado muchísimo, de tal modo que quien hoy lograra matar a Rushdie habría solucionado todos sus problemas económicos y los de sus descendientes.
    Si hasta ahora el condenado ha logrado escapar a un trágico final se lo debe al gobierno británico, que lo ha mantenido oculto trasladándolo de una localidad secreta a otra, poniéndolo bajo la custodia de los mejores comandos antiterroristas. En cambio, traductores y editores de la obra han sufrido durante ese tiempo diversos atentados.
    Después de los más de tres años de esta no vida, Rushdie ha escrito la llamada a la que aludíamos. Dice que ya no puede más, que lo ha intentado todo para obtener el «perdón» de sus hermanos de fe habiendo tropezado siempre con respuestas feroces y con la advertencia de que ofender la reputación del Profeta es un pecado imperdonable en esta vida e inexpiable en el más allá.
    También ha sido inútil su afirmación de ser un buen practicante, de haber sido incomprendido y de querer disculparse si no había llegado a hacerse entender.
    Ahora Rushdie declara que ha perdido toda esperanza y que ve con resignación que «"musulmán" se está convirtiendo en una palabra aterradora». Por otro lado, dice que el Islam «no ha logrado crear en ningún lugar de la tierra una sociedad libre y no me permitirá de ningún modo que yo favorezca el advenimiento de ese tipo de comunidad». Menciona a un notable musulmán a quien se había dirigido para suplicar su mediación: «Me respondió con orgullo que, mientras él hablaba por teléfono, su esposa le cortaba las uñas de los pies, y me sugirió que encontrara una esposa así, obediente y humilde como desea ese Corán al que yo habría despreciado.»
    Rushdie concluye diciendo que lo que, a semejanza del difunto «Socialismo Real», denomina «el Islam Realmente Existente», «ha hecho un dios de su Profeta, ha sustituido una religión sin sacerdotes con un cargamento de sacerdotes, hace de la adhesión a la letra del texto un arma y de la interpretación un crimen: por lo tanto, nunca permitirá que sobreviva una persona como yo».
    Cometería un error quien se encogiera de hombros diciendo: «Son asuntos de ellos. Que se arreglen entre musulmanes.» Se equivocaría, además, porque acaba de llegar una pésima noticia a la que, al menos en Italia, nadie ha prestado atención. En París se ha dictado otra sentencia de muerte que, por primera vez, afecta a un escritor no islámico. Es más, se trata de un ensayista católico conocido y apreciado también entre nosotros y, por añadidura, en los ambientes «progresistas», esos que teorizan sobre la necesidad de «dialogar» siempre y en todas partes.
    El condenado se llama Jean-Claude Barreau, y su última obra se titula De l'Islam en général et du monde moderne en particulier («Del Islam en general y del mundo moderno en particular»). Las predicciones del católico «progresista» Barreau a favor de una apertura del islamismo a una sociedad pluralista y democrática han agradado tan poco a la enorme y siempre en aumento masa de inmigrantes musulmanes en Francia (en la actualidad más de tres millones) como para inducir a la decisión de asesinar al incauto. Como informa la prensa francesa, Barreau ha tenido que mantenerse en la clandestinidad al igual que Rushdie. Los edificios en los que reside están vigilados día y noche por la policía armada y no puede moverse sin llevar escolta.
    Es una señal inquietante de lo que nos espera. Así, esa intelligentsia que combate el cristianismo desde hace más de dos siglos en nombre de la libertad de expresión, conocerá los beneficios de tener que expresarse bajo la continua amenaza de muerte decretada por la Umma, la comunidad islámica.
    Recalcaremos que la condena, a diferencia de las de la Inquisición, la sentencia un tribunal anónimo e inapelable que no contempla ninguna posibilidad de perdón o, al menos, de expiación incruenta. Como profetizaba Léon Bloy a principios de este siglo, ¿llegará el tiempo en que echaremos de menos a Torquemada?

    http://www.conoze.com/doc.php?doc=3506

  4. #4
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    Lightbulb Re: La Inquisición

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    Para añadir información al respecto, recomiendo la lectura de "La Leyenda Negra" de Julián Juderías.
    "Si el Señor no protege la ciudad, en vano vigila quien la guarda"

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