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Tema: La Falange homenajea a los Legionarios Rumanos Mota y Marin

  1. #1
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    La Falange homenajea a los Legionarios Rumanos Mota y Marin

    HOMENAJE A ION MOTA Y VASILE MARIN.
    Madrid, 16 de enero de 2006

    Alrededor de la centena de camaradas de diversas organizaciones se dieron cita en Majadahonda en el tradicional homenaje a Ion Mota y Vasile Marin. Como no podía ser de otra forma, La Falange de Madrid estuvo presente encabezada con el Jefe Nacional, José F. Cantalapiedra y el Secretario General, Felipe Pérez. Tras la celebración del ritual ortodoxo y de diversos discuros se cantaron el himno de la Legión de San Miguel Arcangel y el de La Falange, el Cara al Sol. Ion Mota
    Vasile Marin

    ¡PRESENTES!







  2. #2
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    Re: La Falange homenajea a los Legionarios Rumanos Mota y Marin

    Homenaje a Mota y Marín en Majadahonda
    Un año más, las gloriosas muertes de Ion Mota y Vassile Marín, un 13 de enero de 1937, han sido recordadas por la Asociación de Amistad Hispano-Rumana, a la que se han adherido diversos movimientos patrióticos españoles.
    El acto comenzó con las habituales oraciones del expresivo rito ortodoxo, en responso por el alma de los fallecidos y de todos los Caídos.
    Después, el Pope Emil Nedescu pronunció un doble discurso en rumano y español, agradeciendo la presencia especialmente de los más jóvenes, que son los encargados de seguir transmitiendo los ideales.
    También habló en español y rumano Adina Cazacu, con gran emoción, recordando el martirio de estos héroes. Tras su discurso, se cantó el Himno de la Guardia de Hierro en rumano.
    Blas Piñar pronunció un bello discurso, exaltando el amor que se eleva hasta lo más sublime, el sacrificio de la propia vida y que se llega a enfrentar en duelo mortal contra los enemigos de la civilización cristiana, en un combate intemporal que dio comienzo en los cielos, en la lucha entre ángeles, los obedientes a Dios y los demonios rebeldes.
    La imagen da cuenta expresivamente de la nueva división existente en Fe/La Falange, escenificada en el acto. En la formación, los falangistas madrileños liderados por Manuel Andrino, más numerosos. En la segunda foto de este reportaje, en el lado opuesto, los representantes oficiales liderados por el actual Jefe Nacional, Fernando Cantalapiedra, también presente, que cuenta con el respaldo de las demás provincias.
    El acto terminó con el "Cara al Sol" y los gritos de ritual. Entre los asistentes, José Luis Corral, José Vicente Casares y Rafael Gómez de AJE, Luis Fernández-Villamea y Camilo Menéndez, de Fuerza Nueva, José Luis Jerez, Alberto Torresano, Pedro Varela, Agustín Cebrián y Carlos Pérez de Tudela, entre otros.

  3. #3
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    Re: La Falange homenajea a los Legionarios Rumanos Mota y Marin

    Blas Piñar, con fuerte voz, sin micrófono y en medio de un frío cortante, pronunció las siguientes palabras:El 13 de enero de 1937, en este mismo lugar, sangre rumana, la de Mota y Marín, voluntarios en el Ejército Nacional de la España de Franco, se derramó generosamente; y en este suelo, sagrado para nosotros -empapándolo-, la sangre rumana se mezcló con sangre española. Fue algo así como un sacramento de la muerte, con su propia liturgia guerrera, como un testimonio del pacto de hermandad entre Rumania y España, y que recuerda el que, bebiendo sangre de uno y de otro -en una isla del remoto archipiélago filipino-, Legazpi y Sicatuna sellaron para una idéntica hermandad.
    Ese sacramento de la muerte, en combate por una causa a la vez sublime y común y esa hermandad entre dos naciones, que Agustín de Foxá llamó naciones de frontera, Rumania, en el frente oriental de Europa, y España, en el frente sur del continente, se manifiestan en este cabezo suave de Majadahonda, a través de una cruz y de un arco, reflejo material del viejo adagio latino per crucem ad lucem, que es tanto como decir por el sacrificio de la vida al júbilo de la victoria.
    Hoy se habla mucho de amor, desfigurándolo, como apetito carnal, con el propósito de corromper el amor auténtico, y de corromper al hombre. No es éste el amor que nos interesa y que nos ha conducido hasta aquí... Pero tampoco es, aunque no lo despreciemos y no lo tengamos en cuenta, el amor puramente humano, amor filantrópico o de benevolencia, porque es otro el amor que Mota y Marín sintieron y que les hizo venir a España a dar la vida -recordando la frase evangélica- no sólo por los amigos, sino por una Patria amiga, cuya existencia, como sujeto histórico colectivo, y cuyos valores cristianos, se hallaban en peligro y al borde de la aniquilación.
    El amor que sentían Mota y Marin, como los camaradas que les acompañaron, fue el amor teándrico o de caridad que supera al amor de la benevolencia, que hace al hombre simplemente benévolo. El amor que les trajo a España fue el amor de beneficencia, que hace al hombre bienhechor, que no sólo quiere el bien, sino que lo hace, y lo hace hasta el extremo, hasta dejar su Patria y combatir por otra y morir por ella, marcando con su entrega la hermandad entre dos naciones cristianas.
    Este escenario, y los dos héroes que discurren por el mismo trae a la memoria la similitud de dos vidas paralelas, la del fundador, José Antonio Primo de Rivera, y la del capitán, Cornelio Zelea Codreanu.
    Ni la distancia ni la ausencia de relación personal entre ellos impide la identidad de pensamiento y de acción, y las coincidencias biográficas. Para ambos, la transformación social no consiste sólo en un cambio profundo de las instituciones, sino en una revolución interior, que pretende formar un hombre nuevo (Codreanu), mitad monje y mitad soldado (José Antonio), que a través de la poesía que promete (José Antonio) o del canto que anima (Codreanu) dan a conocer una conciencia sana. ¿Y acaso no hay también una similitud sorprendente y admirable en los días de prisión en Alicante o en Jilava, o en el testamento de José Antonio y en el diario escrito entre rejas de Codreanu, y en el fusilamiento de ambos en plena juventud, y hasta en el color de las camisas que usaban los militantes de sus movimientos políticos, el azul del cielo y el verde de la esperanza en alcanzarlo?
    Para mí la identidad máxima -y la considero clave- de la doctrina del fundador y de la doctrina del capitán radica en el fundamento y en el enfoque de su presencia en la vida pública y en el quehacer político, que hoy, cuando la decadencia de Occidente se acelera -fruto de su ruptura con las raíces cristianas que lo han conformado-, es preciso y urgente recuperar, impidiendo que se consume, porque el árbol se seca cuando carece de savia que lo vivifique.
    La reevangelización de Europa exige la reevangelización de la política, hoy desacralizada, el conocimiento de que también, en este terreno, el político, la batalla no es solamente contra fuerzas puramente humanas, sino como decía San Pablo, contra los espíritus del mal. (Ef.6. 10/12), o como afirmaba León XIII, "contra Satanás y los demás espíritus malignos dispersos por
    el mundo para la perdición de las almas". El combate del tiempo presente sigue siendo el combate entre el reino de la luz y el reino de las tinieblas, entre el misterio de la gracia y el misterio de la iniquidad, una continuación del enfrentamiento inicial entre los ángeles al comienzo de la Creación invisible, y antes del inicio de la historia humana; enfrentamiento que, sin armisticio posible, se libra en la tierra, y que durará hasta la Parusía, y que tiene como objetivo la conquista del hombre, y ello como nos anuncia el Apocalipsis, bajo dos estandartes, el estandarte del Non serviam de Satanás y el de Quis ut Deus, de San Miguel.
    Por ello, Pío XII, de feliz memoria, nos hablaba de la necesidad urgente de movilizarnos bajo el estandarte de San Miguel, porque no es la neutralidad una virtud cristiana, cuando se trata del mal, porque el mal debe ser evitado, combatido y reparado, y hoy ese mal arranca la Fe, destruye la Patria y deshace la familia, piedras angulares de nuestra cultura y de nuestra civilización.
    Job nos ha dejado, entre tantas, una frase que en la hora de hoy conviene reproducir: "La milicia es la vida del hombre sobre la tierra" (7,1), y ya se entiende que esa milicia a la que el cristiano debe incorporarse no es otra que la milicia de San Miguel, en la que los seguidores de Codreanu y quienes en España le admiramos como arquetipo de la Cristianidad, nos hemos alistado, como se alistaron Ion Mota y Vasile Marin, a los que un año más tributamos, en este cabezo de Majadahonda, un sincero y emocionado homenaje.

  4. #4
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    Re: La Falange homenajea a los Legionarios Rumanos Mota y Marin

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    LOS LEGIONARIOS RUMANOS MOTA Y MARIN CAIDOS POR DIOS Y POR ESPANA PROLOGO

    Cuando el conde José de Maistre compuso, con su última sangre contrarrevolucionaria, el Tratado sobre el sacrificio, no podía sospechar siquiera que la unidad cristiana de la Europa, cuya agonía le apesadumbraba el ánimo, iba a revivir cien años después con el sacrificio de una generación y de unos hombres providenciales. Cada revolución nacional contemporánea, perfilando entre sí el contorno juvenil y unitaria del mundo que vuelve a convertirse unánimemente en un universo, ha necesitado la oblación de sus paladines o de sus más vaticinantes partidarios ante la muerte, la inmolación y el holocausto. Ungiéndose así de poderes sobrenaturales, han transmitido esta energía, como si fuera una arcangélica gracia, a su país y a su gente, a la masa total y espiritualizada de su pueblo.

    La muerte ha vuelto, pues, a recuperar su prestigio y su influencia, fenecido durante el tiempo apocado y confortable de la hegemonía anglosajona, ya que mientras Inglaterra conservaba sus instintos violentos de bucanera y de alimaña feudal, corroía el temple y la moral aristocrática de las demás naciones con lágrimas ante el verdugo, sensiblería en los folletines, opio para los chinos y anestesia para todos los dolores entrañables y germinativos de la Cristiandad, esta época se espantaba, se avergonzaba de la muerte heroica como de un pecado tan morboso, como de un vicio tan infame, que era menester la hecatombe impersonalizada de la guerra para que de cuando en vez se satisfacieran y aplacasen las virtudes militares y generosas del alma humana. Aunque esta coyuntura genérica para la expiación y para el duelo mortal, que nos salva a los hombres, perdía el albedrío de su sentido voluntario al ser todos reclutas al ser todos soldados y combatientes dentro de un servicio impuesto y obligatorio. Morir en la batalla era como vacunarse contra la viruela o recoger la cédula de vecindad de cada uno, actos poco espontáneos y transmutadores.

    La transmutación, la subversión creadora de nuestro tiempo se debe a la libérrima actitud de las juventudes actuales, resucitando, gracias a sus genios telúricos, a sus estirpes y a sus antiguas castas, la importancia individual y colectiva de la muerte para plasmar una vida nueva, si la queremos con la volición más honda de nuestro ser.

    Hay un linaje entre las soleras de la Europa juvenil que, obedeciendo las palabras del emperador Juliano sobre los dacios de la Edad Clásica, “apréstanse a la muerte con más gozo que para ningún otro viaje”. Me refiero a la Dacia moderna, a la Rumania, donde la progenie dacio-romana se había esclavizado; pero donde el esclavismo, seductor y enervador, no ha roto la vetérrima fiereza de Decébalo.

    Si contempláis la columna trajana en el Foro de nuestro Emperador, aquellos dacios vencidos en el siglo II aún alientan, recobrando con la supervivencia su altiva dignidad, encima de la Rumania legionaria. Porque no le temieron a la muerte aun no han muerto, ni morirán jamás. Y aquí se nos presentan con sus cándidas camisas galanas y sus facies con un fervor íntimo y fuerte como Ion Motza, Vasile Marín o el mismo Codreanu, quienes ya habían esperado pétreamente en el Foro Nuevo el retorno primaveral de ese viaje hacia el sacrificio de su sangre.

    Aunque Ion Motza no es sólo el campesino dacio-romano cumpliendo desde el canon de la indumentaria hasta las minucias de la conducta, todas las tradiciones de su tierra y de su estirpe, sino también como educado junto a su padre, el protopope Ion, y sus abuelos paterno y materno, los popes ortodoxos Juan y Nicolás, o sea en una atmósfera litúrgica, ritual y eclesiástica, era un alma mística y teológica dentro de un cuerpo, que se asemejaba muchísimo en su rostro, apasionado, y puro, a San Juan Evangelista pintado por el Greco. La existencia entera de Ion Mofta fue una preparación y una realización de la Apocalipsis, clamando y reclamando en la Rumania de los judíos, de los agiotistas y de los cortesanos, un juicio final, un castigo eterno y una eterna y gloriosa salvación para cuantos impávidamente seguían su Buna Vestire; es decir, su Evangelio.

    Si en el lenguaje y en la narración de las parábolas evangélicas, Marta y María representan dos tipos de feminidad delante de Dios, también Vasile Marin e Ion Motza son un par de deberes y de caracteres diferentes sirviendo al unísono la idéntica liberación y restauración rumanas. No en vano el primer maestro de Marin fue Maurras, con sus silogismos nacionales y exactos, mientras que Motza se inspiró en mensajes divinos a través de San Miguel Arcángel - el icono de la cárcel de Vacaresti -, San Antonio de Portugal, la bizantina Santa Paraschiva o en la palabra del capitán sin mácula y sin tacha. Vasile Marin es un inteleclual, que por la compresión casi matemática de nuestro tiempo descubre la verdad tremenda de la Guardia de Hierro, mientras que Ion Motza fue siempre un legionario, un vanguardista de la Dacia de Ulpio Trajano y de Miguel el Bravo, porque sus razones polémicas no le venían de la inteligencia, sino que eran sentimentales, fanáticas, religiosas.

    Los dos comandantes de la legión, Ion, el dacio de Orastie, y Vasili Marin, más refinado por la estética y por la vida urbana de Bucuresti, aunque hermanados por la vital coyunda de la generación, hubieron de coincidir en el augurio de que el porvenir de la Rumania legionaria dependerá de su intervención y óbito en la guerra española. Experimentalmente se habían sutilizado sus sentidos y las potencias de su ánima para la percepción de esta verdad futura. Durante muchos años Ion Motza fue el adalid de los estudiantes de las cuatro Universidades del reino rumano, contrastando en la lucha y en la prisión la supremacía de la acción predicada amorosa, pero férreamente, por Cornelio Zelea Codreanu. Marín fue en la política de la Corte y de los Ministerios, en la burocracia administrativa de la Gran Rumania, purulenta por los masones y los afrancesados, donde comprendió el valor supremo del credo legionario, cuyo éxito venidero no se conseguiría comicialmente, sino por las armas y merced a la sangre lustral de los mártires y profetas.

    Dentro de la Rumania, que contorneaban el Nistro y el Ponto Euxino, como fronteras frente al Asia de los Soviets, y al aniquilamiento oriental y catastrófico transmitido en el Anábasis de Jenofonte, en la Rumania de la Dobrogea y de Ardeal, del Banato y de los Cárpatos, donde la Moldavia y la Valaquia medievales eran un corazón más albo que las camisas aldeanas, se habían agotado las razones para que la legión del Arcángel San Miguel ejemplarizara con sus sacrificios porque ya cuanto era posible para la Legión, se había consumado y opuesto al rey.

    Mas en el Occidente de Europa se guerreaba contra el ocaso de esta misma civilización, que se llamaba occidental, o mediterránea, o cristiana, abrazando más bien con la magnanimidad de la Cruz las tierras levantinas y orientales, donde nace el sol y nuestras tierras del postrero crepúsculo o de su tramonto. Esto quiere decir que desde Rumania hasta España y en medio de ambas extremidades, se levanta una Cruz y hay un camino, que no es estelar, cual la vía láctea, ni tampoco el astral camino de Trajano o nuestro, camino de Santiago, sino su itinerario encima de los montes y de las llanuras, de los valles y de los precipicios para ir y venir, para el trajín y el tránsito de las legiones, de los peregrinos y de las santos.

    Santo Domingo de Guzmán estuvo en Transilvania, y esta visita se la devolvieron, al cabo de centurias y siglos, Ion Motza y Vasile Marin, George Clime, Alecu Cantacu­zino, el pope Dumitrescu, Banica Dobre y Nicola Totu. Los siete legionarios que llegaban según la confe­sión providencialista de Ionel, «en defensa de la Ley Tra­dicional, por la felicidad de la patria, por su re­surección, por la reconstrucción que le trae el capitán Cornelio Zeleo Codreanu«. Aquí se incorporaron en la compa­ñía veintiuna de VI VI bandera del Tercio, para dar señales de vida y de muerte, de presencia y de transfigura­ción, luminosa y perenne, delante de los suyos. Necesita­ban sucumbir para que la Cruz continuase erguida y la estirpe daciorromana no se extinguiera nunca. Sobre todo Ion Motza y Vasile Marin eran los predestinados a perecer en Majadahonda el 13 de enero de 1937, que había de ser el año de la mayor sublimación legionaria. En adelante y después del juramento de la pureza de la Legión en honor de Vasile e Ionel, la sangre de estas víctimas expiatorias, propiciatorias será un grial y una argamasa para la restauración de la cristiana Rumania.

    Los mismos enemigos de Majadahonda asesinaron con pólvora homicida a Alejandro Cantacuzino Nicolás Totu, Jorge Clime y Banica Dobre en la Rumania, sanguinaria de madame Lupescu. Cruento destino el de nuestra generación, que ha rehabilitado la efusión de la sangre en be­neficio de sus patrias para que nuestros muertos sean la infantería imperial de una España resurrecta para que la Rumania de Trajano y Codreanu sea indestructible, porque Ion Motza, y Vasile Marin exigieron que los sepultaran jun­to a sus cimientos.

    JUAN APARICIO


    ION I. MOTZA

    Ion 1. Motza nació el 5 de julio de 1902 en Orastie, pequeña aldea rumana de Hunedoara, a poca distancia de Sarmisagetuza y Gradiste; dos ciudades llenas de recuerdos: la primera del heroísmo dacio, la segunda de la grandeza romana, y que han adquirido gran fama, por la lucha de la juventud activista transilvana en tiempos de la dominación húngara y de las hojas populares «Libertatea» (La Libertad), «Foaia interesanta» y »Foaia plugarilor».

    Fue hijo del Protopope I. Motza, director de estas hojas y uno de los dirigentes rumanos transilvanos en su lucha de liberación. Sus abuelos y bisabuelos, tanto por parte de padre como de madre, fueron casi todos sacerdotes en Transilvania y al mismo tiempo luchadores nacionalistas por la libertad del pueblo que se debatía bajo el yugo magiar.

    Esta ascendencia es la justificación más natural del temperamento, y del medio en que nació y creció Ion Motza.

    Para comprender la contribución de sus antepasados y la influencia del medio natal en la personalidad de Ion Motza, y en su formación espiritual, es preciso conocer una página de la historia de Transilvania de otro tiempo.

    Eliminada sistemáticamente de las ciudades, la intelectualidad rumana de Transilvania se inclinó al pueblo, vivió en las pequeñas ciudades de provincias, conservando el lazo de unión con las masas campesinas, y todos sus esfuerzos se concentraron en una gran misión cultural. El elemento de propaganda y de difusión de las ideas en el siglo XIX - el periódico - tuvo un renacimiento particular y específico en Transilvania. El periódico transilvano era un monitor del nacionalismo, sus directores eran siempre intelectuales, animadores y luchadores de barricadas.

    El periodismo transilvano no conoció lo que se llama cizaña de partido y estuvo protegido del profesionalismo sin espíritu del periodista moderno. El periódico ardeleano era una hoja cultural y de educación espiritual, un arma de lucha del nacionalismo y un dique de resistencia de la inteligencia. El periodista se dirigía al pueblo, a los rumanos, y por lo tanto, junto al hecho de conservar un carácter pronunciadamente rumano, fue preservado de la infiltración de los mercenarios y de los escritorzuelos de las ciudades extranjerizadas.

    Ch. Baritiu con «Gazeta Transilvaniei», Aurel Muresea­nu con «Carpatii», los padres de Ion Motza con «Foaia interesanta», dieron esta dirección a la Pren­sa ardeleana.

    Así, entre los iconos de la iglesia de Orastie, entre los evangelios y los ornamentos sacerdotales de su padre, el niño rubio de entonces, admirado del ambiente de santidad que le circunda, empieza a conocer y amar a Dios.

    Allí también, cuando la posterior adolescencia vierte sus aguas retozonas e inseguras sobre las almas en busca de verdades, Ion Motza, inclinado ante el altar, siente y entiende la única verdad de la vida. Verdad a la que seguirá con la sonrisa en los labios, sereno, arcangélicamente sereno.

    Y en la atmósfera de lucha nacida en torno, de «Libertatea», en medio de aquella pléyade de hombres duros que no regateaban su sangre para la afirmación de los derechos del pueblo subyugado, los mil años de sufrimientos y tormentos, abren de par en par las puertas de su alma, al amor de la Estirpe.

    Dios y la estirpe rumana serán las dos grandes pasiones de Ion Motza. Lámparas santas que arderán en su alma, transfigurando su vida. Para la salvación de esa estirpe, en amor de Dios, dará en sacrificio Ion Motza su carne y su sangre. Y cuando las sombras de la muerte por Cristo comenzarán a bajar sobre su frente, dirigiendo los ojos hacia el oriente de su patria, murmurará feliz su último ruego:

    «Y haz, Cornelio, de nuestra Patria, una tierra hermosa, como el sol, y poderosa y obediente a Dios.»

    Terminados sus estudios, en la escuela primaria de su pueblo natal, Ion Motza asiste al Liceo húngaro Foegiumnázium, siendo condiscípulo de Cornelio Georgescu, camarada de lucha más tarde.

    Después de la declaración de la guerra mundial, en el año 1915, su padre siguiendo la política del instinto nacional de entonces, atraviesa los Cárpatos y pasa a la madre patria., donde al lado de otro gran sacerdote, Vasile Lucaciu, dirigirá la lucha para que entre Rumania en la guerra de liberación.

    Con grandes dificultades pasan también Ionel, su madre y sus hermanas. Ya en Rumania, sigue sus estudios secundarios en el Liceo Lazar, interrumpidos por la terrible retirada, que le lleva a Iassy.

    En este tiempo sufrió todas las dificultades y penalidades de la retirada estando lejos, de su padre, al que el Estado magiar había condenado a muerte, y ahora hacía un viaje peligrosísimo por Siberia-Japón, hacia América, a donde había sido enviado por el Estado rumano para hacer propaganda. Después de firmarse la paz, Ion Motza continúa sus estudios y se hace bachiller en el Liceo Santo Sava, de Bucarest, dando muestras de gran inteligencia, seriedad y capacidad de trabajo. El ambiente circundante, sus profesores y sus compañeros desarrollaron aún más su .poderoso sentimiento nacional y su amor a toda Rumania, siendo uno de los representantes más brillantes de la joven generación transilvana, que se hermanaba para siempre con los rumanos del reino.

    En el otoño de 1920, lonel Motza marcha a París, inscribiéndose con una beca en la Sorbona, donde sigue el curso de derecho y ciencias políticas. A pesar de haber salido bien en todos los exámenes al serle suprimida la beca se ve obligado a interrumpir sus estudios en el extranjero, Y en el otoño del año 1921 se matricula en la Facultad de Derecho de Cluj.

    1922 es el año crucial de la vida de Ion Motza y de toda una generación, que permanecerá gloriosamente inscrita en la historia moderna de nuestra patria, con el nombre de la “generación de 1922”.

    Rumania sale de la gran prueba de la guerra mundial de 1914-1918, con su milenario ideal cumplido. Todos los rincones desgarrados por la adversidad de un destino histórico, se reúnen a la Madre Patria, por un proceso de natural, aunque tardía justicia. Y en aquel momento de ecumenicidad nacional, las miradas de los 18 millones de hermanos se dirigen confiadas y felices hacia las profundidades del porvenir. Como nunca, se alza de los pechos oprimidos el himno de gloria hacia el cielo rumano:

    «¡Oh! Señor Santo, Padre celeste, Extiende tu mano sobre la patria rumana.»

    (Del himno nacional rumano).

    Pero la desilusión viene pronto. Un cruel despertar a la estrecha realidad humana, desde el ensueño primaveral de un pueblo que reanudaba después de mil años, el hilo de su historia. Pues detrás del frente, al amparo del muro de huesos quebrantados de los cientos de millares de jóvenes caídos por la unificación de la patria, los traficantes de los ideales nacionales ya habían preparado la suerte de la Gran Rumania.

    La independencia política del país se vende en las cancillerías extranjeras. La corrupción se extiende sobre los asuntos públicos. Todos los aventureros políticos, todo lo que está desgajado del tradicionalismo rumano, se ve promovido a los puestos de mando del Estado, en una superestructura, de intereses contrarios a los intereses y aspiraciones de la estirpe. Y por encima de todo,, se abren de par en par las puertas del país a una inmigración extranjera y nociva. Desde ahora, poco a poco, todas las riquezas nacionales caerán en manos de estos advenedizos, merced a un triste proceso de corrupción de unas conciencias putrescibles. La explotación de la hermosa Rumania será cruel y en todos los dominios.

    Y como las riquezas materiales no les serían bastantes, se inicia el ataque al ser moral de la nación en su patrimonio espiritual. La prensa se extranjeriza. Nuevas editoriales extranjeras se diseminan por toda la extensión del país, intentando derramar maldito veneno en las almas de las nuevas generaciones, educadas hasta entonces en el ideal de la patria y amor de Dios. También la escuela es acaparada. Los jóvenes rumanos no pueden soportar las condiciones materiales enormemente gravosas, que la nueva Rumania impone a la formación de sus intelectuales y su número, se ve doblado y triplicado por estos nuevos invasores.

    Pero en aquel momento de tristeza, casi de desesperación, la juventud estudiantil, intuyendo con sus fuerzas vivas el nuevo y gran peligro, levanta las barricadas de la defensa nacional. Cuando las repetidas protestas y memorias dirigidas a los gobernantes pidiendo el despertar de éstos a la realidad rumana, resultan infructuosas, y más aún son ridiculizadas e injuriadas por toda la prensa judío-masónica, de la época, esta juventud heroica, en una asombrosa unanimidad, declara la huelga de los cursos. Todas las universidades del país se vacían y quedarán vacías durante un año entero. Las tentativas del gobierno para hacer fracasar la huelga, apoyándose precisamente en los estudiantes extranjeros, resultan vanas. Por las aulas desiertas, sólo los pasos de la policía despiertan ecos, como repugnante profanación de aquellas cimas de la élite rumana.

    Sintiendo desde más allá de la vida el llamamiento de todos los antepasados, Ion Motza se entregará desde ahora a su destino. Se lanza a la lucha con toda su alma, añadiendo nuevas páginas de sacrificio al testamento de sufrimiento de su pueblo.

    He aquí como explica, poco más tarde, en una carta abierta, los dolores morales que esta juventud pasaba entonces, en el año 1922: «Estás equivocado, querido colega más joven, si te imaginas, por los hombres de nuestra generación, que han existido algunos hechos excepcionales cuyas imágenes, desconocidas, es preciso que te los representemos en la mente. Nosotros, en relación con Rumania, no hemos sido singulares excepciones, sino el ejemplar, ahora con un poco más de edad del mismo »romanas», con el rostro limpio y los ojos puros que, encuentres por todas partes. Pero con relación a la conciencia espiritual y a nuestro tipo de raza, buenos en el corazón, piadosos, con una estructura espiritualista (idealista) y con la inteligencia universal rumana.

    En consecuencia:

    1. No hemos odiado a nadie.

    2. No nos han agradado las violencias contra los débiles y los indefensos.

    3. Tenemos un drama de conciencia y de poder de dominio de las pasiones y de la censura de los hechos.

    4. No nos eran desconocidas, y las teníamos asimiladas en el alma y no nos eran incomprensibles, las corrientes de ideas nobles y humanitarias predicadas por todas partes, por los periódicos y la literatura (conocíamos también la divisa «Libertad, igualdad, fraternidad»).

    5. No éramos enemigos totales de la instrucción universitaria, de los libros y del trabajo, de las bibliotecas y de los laboratorios; en los exámenes no éramos los últimos y amábamos la noble tranquilidad del estudio.

    Y sin embargo...

    El otoño de 1923 fue, sin duda, el otoño más sombrío que jamás haya caído sobre Cluj. Todas las inquietudes, las opresiones y las amarguras del mundo, parece que se habían congregado sobre Feleac, sobre Somes, e invadiendo el aire, se abatieron asesinas sobre la ciudad, llena de estudiantes que habían regresado de vacaciones. La miseria, la humedad, la crisis de habitaciones, los hogares abarrotados para los rumanos. Alegre apacibilidad multiplicación terrible, falta de vigilancia para los extranjeros convertidos en enemigos. En las esquinas de las calles se oía que en aquel año, en la Facultad de Medicina, los judíos eran cuatro veces más numerosos que los rumanos en el primer curso. Pero los nuestros, aunque pocos, no encontraban puesto ni descanso. Ni una claraboya en el cielo, ni un consuelo, una explicación al menos, o una comprensión para nuestras almas. De nadie.

    Y como si no hubiéramos tenido bastante con el fango, el frío, la carencia, de refugio y todas las demás miserias materiales, y sobre todo las miserias morales y las inquietudes de nuestras puras almas de rumanos, un día vino a estrangularnos la noticia del suicidio de una estudiante, evidentemente rumana, de la Oltenia, llevada, por amor a Transilvania, a la Universidad de Cluj. Creedrne que fue llevada por el amor a Transilvania y no por otra cosa. No tenía beca ni hueco en un hogar, ni parientes, puesto que dejó una carta en que decía que se le acababa la vida al no poder sufrir la miseria. Cuando subí al Feleac, con el cortejo mortuorio (toda la Universidad estaba en el entierro), sobre nuestros fines triunfaban, en aquella misma atmósfera maldita, todos los espíritus de terror de los enemigos. Nos habían vencido de nuevo y más cruelmente.

    Aun no habían transcurrido más que unos pocos días, cuando, después de nuestras vanas lamentaciones, ironizadas, el escalofrío de la primera noticia nos conmovió a todos: los estudiantes de Medicina han roto la cadena opresora, han arrojado a los estudiantes judíos de la sala de disección».

    En esta época encontramos a I. I. Motza, como delegado de los estudiantes de Cluj en el Centro Estudiantil «Petru Maior». Ion I. Motza, junto con Justin Iliessiu, autor del himno estudiantil, sacaron a la calle el 23 de diciembre, el periódico «Dacia Noua», en el que publicaba su primer artículo, «Nuestra causa es justa en el orden moral y sirve al progreso social», justificando el movimiento legionario y terminaba diciendo: «Nuestro «numerus clausus» es moral y sirve al progreso de la sociedad rumana». Nuestra causa es también justa y santa. Y nuestros sacrificios serán santos. Es preciso que llevemos la lucha adelante con la perseverancia del apostolado y con el valor de las almas escogidas, que saben que no hay nada más noble, que olvidarse a sí mismo y sacrificarse por el prójimo desgraciado».

    «Así lo hizo Cristo».

    Y en el número siguiente encontramos otro artículo, «La necesidad del nacionalismo radical», por el que se fija la moralidad de la lucha conforme al dogma cristiano.

    Los artículos publicados allí puntúan las primeras etapas de una batalla que tenía que transformarse en un gran movimiento político. En aquel tiempo, I. I. Motza, al lado de su gran amigo Cornelio Zelea Codreanu, unía espiritualmente a una generación, restablecía la unidad del movimiento del nuevo nacionalismo por medio de sus escritos, se adhería a una disciplina intelectual que tenía que justificar una serie de realizaciones prácticas.

    En la primavera, del año 1923, I. I. Motza fue elegido presidente del Centro Estudiantil »Petru Maior», aunque la tradición exigía que éste fuera elegido solamente de entre los estudiantes de los últimos años Se había convertido en el exponente de la corriente del grupo formado por Cornelio Codreanu en el otoño de 1922, en Cluj, y que sostenía que el estudiante luchaba por honor, y que, «la lucha tendría que ser llevada hasta el último límite de la resistencia». (Cornelio Codreanu, «Pentru Legionari»).

    En calidad de presidente del estudiantado de Cluj, Ionel Motza se opuso con gran obstinación a las tentativas del Gobierno de obligar a los estudiantes a entrar en las clases, por lo cual fue expulsado de todas las Universidades del país, sin que jamás pudiera ser admitido.

    En el año 1923, bajo el impulso de la corriente nacionalista. fundó, juntamente con los profesores I. C. Catuneanu, Giortea, Julio Hatiegan y el abogado Em. Vasiliu-Cluj, la «Actiunea Romaneasca», órgano de lucha de política nacionalista, que se fusionó más tarde con »L.A.N.C. », (Liga de Defensa Nacional Crisfiana).

    En calidad de presidente del Centro Estudiantil «Petru -Maion» tomó parte en el Congreso de los jefes del movimiento estudiantil, que tuvo lugar en agosto de 1923, en Iassy, y donde I. I. Motza fue elegido al lado de Cornelio Zelea Codreanu, Tudose Popescu, Ilie Garneata y Dr. Simionescu, para dictar las directrices de acción de todo el movimiento estudiantil. Hablando de este Congreso el Capitán dice: »Me alegraba por todas las decisiones de aquel Congreso que estaba dentro del espíritu de nuestros puntos de vista pero sobre todo, porque en nuestro grupo habíamos ganado un hombre : I. I Motza, presidente del Centro Estudiantil »Petru Maior», Cluj».

    Así, día tras día, en el ardor de una de las luchas más terribles que ha llevado la juventud de su país, se cimentó el lazo espiritual entre Ionel Motza y su camarada y Capitán, además de que, de aquí en adelante, vivirá y pasará por todas las pruebas, soportará todos los sufrimientos y ascenderá a todas las citas de la lucha nacional.

    En el otoño del año 1923, habiéndose hecho la situación del movimiento estudiantil cada vez más crítica, a causa de la incomprensión de los gobernantes de satisfacer las quejas justas del estudiantado, I. I. Motza se marcha, con Cornelio Z.. Codreanu a Rarau y comienza a compartir sus inquietudes espirituales: »Los estudiantes no pueden esperar, en el otoño mas que una capitulación vergonzosa, después de un año de lucha; más bien les aconsejamos entrar en las clases, y nosotros, que los hemos dirigido, terminamos hermosamente el movimiento sacrificándonos, pero haciendo que caigan a nuestro lado, todos los que consideremos como más culpables de traición a los intereses rumanos. Nos procuraremos revólveres, y dispararemos sobre ellos, dando un ejemplo terrible que quede a lo largo de la historia rumana. ¿Qué quedará de nosotros después de esto? Muramos o permanezcamos toda la vida en la cárcel, no nos interesa». (Cornelio Codreanu, »Pentru Legionari»).

    Después siguió el complot estudiantil, en el que Motza, Cornelio Zelea Codreanu y otros, tomaron parte.

    Este complot no constituía en la mente de Mtza y de sus camaradas más que una tentativa suprema de su sacrificio y del castigo de los culpables para la salvación del honor, única cosa que les había quedado. Y, a consecuencia de la traición de Vernichescu, agente secreto de la Policía, con el número 696, la reunión en que habían decidido el complot, fue sorprendida por la policía.

    Desde entonces, desde aquella tarde, comenzó para Ionel Motza y sus camaradas una larga serie de noches y días terribles en la cárcel de Vacaresti.

    El complot y su ánimo de asumir toda la responsabilidad del hecho y de atacar la actitud antirrumana del Gobierno, a pesar de los diez años de prisión que les amenazaban, cayó como una bomba sobre las masas del pueblo rumano.

    Hablando del proceso que se siguió, el señor Octavian Goga dice: «Lo que es más interesante aún es que los jóvenes de la cárcel de Vacaresti poseían una estrecha unión de fe con los 10.000 estudiantes que en todas las Universidades representaban nuestras filas intelectuales de mañana con poderosas ramificaciones en todo el país. Estos 10.000 estudiantes manifestaron ruidosamente su solidaridad con los inculpados, a los que consideraban como la expresión de un sentir unánime».

    La verdad es que no nos encontramos frente a un fenómeno aislado de entusiasmo de unos solitarios, sino en una plenamente de la multitud que llena todas las conciencias.

    Aunque en el momento en que marchó a Bucarest había dimitido de su cargo a consecuencia de su detención, en Cluj, se eligió un nuevo comité, reeligiéndolo presidente desde la cárcel.

    El nuevo comité envió al rey Fernando, con motivo de las detenciones, un largo telegrama, que acababa así: «El estudiantado continuará la lucha comenzada, y está dispuesto, por sus ideas, hasta sacrificar su vida».

    El 29 de marzo de 1924 tenía que juzgarse el proceso.

    La víspera, el 28 de marzo de 1924, Ionel Motza, que había estado todo el tiempo muy abatido, porque tenía la creencia de que si no resolvía el problema de la traición, su sacrificio y la lucha a la que se había dedicado estaría comprometida llama al que había sido camarada suyo, Vernischescu y por propia iniciativa hace varios disparos de revólver en la cancillería de la prisión sobre el traidor.

    El castigo del traidor, en el país en que estos hombres habían quedado sin castigo, resonó por todas partes. El pueblo abrazó de nuevo el hecho del presidente del Centro Estudiantil de Cluj, que mostraba al mismo tiempo una vasta cultura y poseía una fuerza moral extraordinaria.

    Al siguiente día, en el proceso, aunque la situación se agrió, sin embargo, en un impulso de gran entusiasmo, fueron absueltos todos, excepto Motza, que permaneció aún seis meses acompañado solamente del estudiante Leonidas Vlad, que le llevó el revólver, en una caja de bombones.

    En el interrogatorio, Ion Motza declara que »realizó el hecho conscientemente, puesto que Vernischescu representaba el doble papel de cobarde traidor y de miembro activo en la vida estudiantil».

    «El gesto no surgió de una revuelta espontánea de un momento - dice el señor Octavian Goga -, sino que se urdió lentamente, día a día, noche tras noche, después de las pruebas palpables de su amistad burlada. El estudiante Ionel Motza atravesó un largo calvario moral... Entregado totalmente a su lucha, había perdido la libertad sin murmurar, hasta el momento en que le golpeó el rostro la traición.

    Una cosa es cierta: el estudiante de Vacaresti, abre un portillo a la psicología de nuestra Transilvania donde un mundo áspero, fuerte en su creencia, con acentos de energía insospechada y con notas de austeridad patriarcal, está dispuesto a proclamar su evangelio... Han escalado los siglos con su instinto, con el que no se puede hacer ninguna compra. Representan la religión nacional fanática e intransigente, la base más importante de nuestra vida de estado». (Oct. Goga, «Mustul care fierbe»).

    Su proceso, que constituye uno de los grandes momentos del movimiento nacional, se celebró en Bucarest, dentro del marco del mismo impulso de toda la conciencia rumana, que «veía en el gesto de Ionel Motza un principio de acción contra los traidores y una prueba de integridad moral. Su gesto aparecía como una luz en medio de la vida humana, en la que, a través de los siglos los luchadores por la estirpe fueron, derribados por traición». (Corneliu Zelea Codreanu, «Pentru Legionari»).

    Al frente de aquella pléyade de notabilidades de las leyes, que se apresuraron a tomar la defensa de I. I. Motza, apareció el ilustre profesor N. C. Paulescu, cuyo aspecto de sabio y de santo, causó una gran impresión, y el cual dijo:

    «El proceso presente es, en realidad, el proceso de la traición, que es el más infame de los crímenes, puesto que añade a la seducción pérfida, la crueldad de la infamia. Une el beso de Judas con la crucifixión de Cristo.

    En tiempo de paz, las legislaciones cristianas no contienen ni un solo párrafo final destinado a la traición. Y así, por un lapsus jurídico lamentable, el terrible crimen, que inspira tanta repugnancia, permanece impune.

    Con todo esto, no cabe duda sobre la especie de castigo que se merece el traidor. Dios hizo que Judas se castigara a sí mismo, ahorcándose.

    Pero, en tiempo de guerra, la traición a la nación se castiga siempre con la muerte.

    Todos nuestros estudiantes, y con ellos toda nuestra juventud, la flor de la Rumania de mañana se encuentra en estado de guerra con una raza extraviada que quería estrangularnos para dominar a nuestra patria.

    Puesto que se encuentra en estado de guerra, han real¡zado un acto de justicia moral, tratando de castigar a un vendedor de sus hermanos que se sacrificaban por una causa santa.

    El pueblo rumano - que está profundamente agradecido por su sacrificio altruista - espera con impaciencia vuestra absolución».

    En la madrugada, del día 27 de septiembre, la justicia popular pronunció un veredicto de absolución, que fue acogido en todo el país con un gran entusiasmo, constituyendo un gran acicate en la lucha que debía continuarse.

    Después de su absolución, I. I. Motza abandona la cárcel, habiendo estado en ella un año menos trece días. Marcha a ver a sus padres, pero en el camino se detiene en Cluj, donde es recibido con gran algazara por profesores, estudiantes y todo el mundo rumano.

    Pero antes de dejar la cárcel, Ion Motza, con Cornelio Codreanu, llie Garneata, Cornelio Georgescu, Tudose Popescu y Radu Mironovici, el grupo llamado desde entonces de los «Vacaresteni«, se obligaron a permanecer unidos hasta la muerte, luchando por su causa, bajo la protección del ángel que les había alentado en la cárcel y les había dado diariamente fortaleza: San Miguel Arcángel. Se había fijado como centro de acción Iassy, y ellos se comprometieron, bajo juramento, a encontrarse todos en la vieja metrópoli moldava; así, inmediatamente después de haber visto a sus padres, Ion I. Motza se estableció en Iassy.

    Aunque eliminado de todas las Universidades, el señor profesor A. C. Cuza que era decano, le admite como estudiante en la Facultad de Derecho de Iassy.

    Pero al mes de haber sido puesto en libertad Ion I. Motza, es detenido nuevamente con otros camaradas suyos, el 24 de octubre, a consecuencia del castigo del verdugo del movimiento nacionalista y del estudiantado, el prefecto de Policía, de triste recuerdo, C. Manciu, y encarcelado en la Galata, donde permanece hasta las Navidades del año 1924 en las que, después de once días de huelga de sed y de hambre fueron puestos en libertad, a excepción de Cornelio Codreanu.

    En aquel mismo tiempo Motza redacta en la cárcel de Galata una Memoria dirigida al rey Fernando, que fue apropiada después por todo el estudiantado.

    «Puesto que el movimiento nacional del estudiantado se confunde con los intereses de la vida de nuestra nación, la política de sofocación del movimiento significa «La lucha del Gobierno con la Nación», cuyos intereses le han sido confiados para que los vigilen. Pero así, en lugar de curar la enfermedad de la nación, el Gobierno ha creído mejor, para calmar las cosas medir sus poderes con la misma nación, creyendo que la podía vencer y que, venciéndola, conseguiría para siempre un resultado bueno. Esta lucha tiene que cesar, y no puede cesar más que concediendo a la nación la libertad sin trabas de defender sus intereses por los caminos legales que se presentan. Pues si esta lucha continúa como comenzó y se prolonga dos años - estando la nación obligada a defenderse de los golpes del Gobierno -, son inseparables los desenlaces más dolorosos determinados por las invencibles leves naturales. Puesto que la ley de la conservación; de la esencia de la nación, pretende necesariamente que la nación salga vencedora de sus luchas con los que comprometen su existencia, no importe qué sacrificios pide esta victoria ni por cuántos desenlaces dolorosos es preciso pasar, ». (Ion I. Motza, Cranii de Lemn).

    El 20 de mayo aparece al lado de Cornelio Zelea Codreanu y de los otros »vacaresteni» en el proceso de Turnu-Severin, en el que son absueltos, escribiéndose una de las páginas más gloriosas de la lucha de la juventud nacionalista.

    En septiembre, Motza es de nuevo detenido por una manifestación de solidaridad con el Capitán en el caso Manciu. Después de un mes de prevención es condenado a un mes de cárcel, castigo que cumple también en la cárcel Galata.

    En el otoño del mismo año, después de haber abandonado la cárcel, marcha con Cornelio Codreanu a Grenoble, donde se licencia, en Derecho.

    -En 1926 cumple su servicio militar -en la Escuela de Oficiales de Bucarest, siendo el jefe de la promoción de aquel año.

    El viernes, 24 de, junio de 1927, se funda la Legión del Arcángel San Miguel, bajo la dirección de Cornelio Codreanu.

    Al lado de él y de los otros «vacaresteni», está también Ionel Motza, que tendrá, desde ahora en adelante, al lado del Capitán, el papel más importante en las grandes batallas que sostendrá esta organización.

    El 1 de agosto de 1927 aparece »Pamántul Stramosese», órgano de la Legión del Arcángel San Miguel para la defensa de la tierra de los antepasados. En el primer número Ion I. Motza firma juntamente con el Capitán, Ilie Garneata, Cornelio Georgescu y Radu Mironovici, el artículo programa, que termina con la divisa «Frente al enemigo».

    El día 18 del mismo mes se casó con la señorita Iridenta Zelea Codreanu.

    El 8 de noviembre tuvo lugar en lassy el compromiso de los primeros legionarios y el acogimiento de los saquillos con tierra traída de todos los lugares en los que la sangre valerosa de los rumanos se vertió en defensa de la tierra de los antepasados.

    Después de esto, Ionel Motza, comenzó a practicar la profesión de abogado en Sibiu y continuó sus estudios de Doctorado en Grenoble.

    El 15 diciembre de 1929, habiendo sido invitado por el Centro Estudiantil de Bucarest, primer centro en que el espíritu nuevo había penetrado más profundamente, pronuncia una conferencia en su círculo de estudios sobre «La Liga de las Naciones, su ideal, vicios y peligro», la cual es publicada más tarde en la Biblioteca del Círculo de Estudios del Centro Estudiantil de Bucarest.

    Documentada y expuesta con gran elocuencia y convicción, se unen en ella el espíritu frío del jurista y el ardiente y brioso corazón del nacionalismo cristiano.

    La cuestión de la Sociedad de las Naciones, era uno de los problemas que más preocupaba a Ion Motza en este tiempo, hasta el punto de convertirlo, en 1932 en el objeto de su tesis doctoral »La securité juridique dans la Société des Nations», presentada en la Facultad de Derecho de la Universidad de Grenoble.

    Aunque el ambiente universitario de allí era hostil a las ideas de I. I. Motza, por haber sido infectada la mayoría de los profesores por el virus judeo-masónico, sin embargo, frente a esta ingente obra de erudición, la Comisión examinadora no pudo por menos que someterse a los argumentos y razonamientos lógicos que traía y a admitir su tesis con la mención más alta «y con la recomendación de ser comunicada a todas las otras Universidades de Francia».

    Vuelto definitivamente a la patria, Ionel Motza continúa su profesión de abogado en Orastie y Deva, siendo el defensor de todos los oprimidos por el destino, del histórico distrito de Hunedoara. A menudo, Motza emprende el camino de Bucarest para defender algún rumano, o para defender al Capitán y a sus camaradas, complicados continuamente en procesos fraguados por el Gobierno, que intentaban obstaculizar la marcha victoriosa de la Legión.

    Al mismo tiempo continúa febrilmente su actividad de publicista en «Pamántul Stramosesc» y en otras revistas legionarias, que aumentan en el país el número de los legionarios.

    Como se define más tarde en una autobiografía, «el deber le exigía ser un simple periodista, un periodista luchador ... »

    El traslado del Capitán y del centro del movimiento a Bucarest, le obliga también a Ionel Motza a abandonar sus asuntos domésticos y trasladarse a Bucarest, donde su presencia al lado del Capitán era imperiosa Aquí, para poder vivir, tiene necesidad de recibir un puesto de abogado en la Casa Autónoma de los Monopolios, donde, por su cultura jurídica y por el conocimiento de las leyes de allende las fronteras rinde grandes servicios al Estado.

    Rápidamente se agrupa a su alrededor un equipo de jóvenes intelectuales, que forman el nido Axa. Además de la revista del mismo nombre, en la que Motza publicará tantos artículos, el nido será también un laboratorio de estudio y discusión del Movimiento. Motza no era solamente el jefe del nido Axa, sino el espíritu director de estas valiosas publicaciones.

    La terrible persecución del año 1933 (diciembre) sorprende a Motza al lado del Capitán, inevitable y sincero consejero y guía del ejército legionario, que tendrá que vivir las pruebas, humillaciones y torturas más terribles por las que jamás ha pasado la juventud de una nación.

    La noche del 9 al 10 de diciembre de 1933, después de la disolución de la Guardia de Hierro, Ion Motza es detenido y conducido a la cárcel de Jilava, el célebre fuerte número 13, que se convertirá en «la academia heróica» en que se cimentarán los caracteres de los nuevos rumanos. Inmediatamente I. I. Motza toma el mando de los legionarios encarcelados, imponiendo con su personalidad y su temperamento, orden, disciplina y fe inmutable en todos los sacrificios por la causa rumana.

    Desde la prísión dirige al rey una carta famosa. El 23 de diciembre, los legionarios son puestos en libertad, a excepción de Motza, que permaneció hasta el 29 de diciembre, juntamente con Sterie Ciumetti y Vasile Marin.

    En aquella terrible noche de 29 de diciembre, Motza no pudo ser detenido de nuevo, pues si no, hubiera corrido la misma suerte de Sterie Ciumetti. Consiguió sustraerse a las pesquisas de las autoridades hasta primeros de febrero de 1934, en que fue detenido y encerrado por segunda vez en al cárcel de Jilava, en la que es recibido con gran entusiasmo por sus camaradas, hasta el proceso, en el que aparece el Capitán. Juzgado al lado de, Cornelio Codreanu y otros, es absuelto el día 5 de abril de 1934.

    Ya en libertad, Motza continúa su actividad jurídica y publicista, apareciendo artículos suyos en todas las Revistas legionarias. La reaparición de «Cuvántul Studenteso», en el otoño de 1934, lo convierte en, uno de sus colaboradores más asiduos. Motza es un guía de las Nuevas generaciones de estudiantes, que le proclaman por unanimidad en el Congreso de Graiova (abril, 1935) presidente de honor.

    En abril de 1935, el constituirse la Asociación «Generación del movimiento estudiantil de 1922», Ion Motza es elegido presidente.

    Era la consagración de una de las figuras más representativas de la nueva generación, que personificó y conservó imborrable el patrimonio moral del movimiento estudiantil, contribuyendo con su cultura, carácter y lucha, a su victoria.

    Con este motivo, Ionel Motza dijo los siguientes versos del gran poeta Aron Cotrus :

    ...y hendiste en dos la Historia,

    campesino de sílex

    como no ha habido otro semejante, Horia ... »

    Una separación en dos mundos. Este ha sido el significado del movimiento nacional estudiantil de 1922. En la primavera de 1936, Ion Motza, toma la dirección efectiva de la gloriosa «Libertatea», de Crastie, por la que su padre ha sostenido tantas luchas por la causa del rumanismo. Aunque no es oficiosa, la hoja adquiere un carácter dinámico, legionario.

    A la par, es el portavoz del nuevo espíritu legionario, pronunciando una serie de conferencias de gran resonancia de ciudad en ciudad Motza colabora, además de en »Cuvantul Straniesesc», en la «Revista Mea», «Cuvántul Argesului», «Crai Nou», «Románia Crestina», «Vestitorii», nueva revista dirigida y redactada por Vasile Marin y que fue suprimida al cuarto número.

    En el mes de marzo de 1933, Ionel Motza publica su líbro «Cranii de Lemn», y en el que se recoge una parte de sus artículos, anunciándose de la siguiente manera:

    «Algunas imágenes y testimonios

    de trece años

    de inquietudes, luchas y victorias

    bajo el mando del Capitán».

    »Cranii de Lemn» es el libro, de los sufrimientos y de las victorias de la juventud rumana, que es para ella un catecismo al lado de «Pentru Legionari».

    En agosto de 1936 encontramos a Ionel Motza en el campamento de Carmen Sylva trabajando al lado del Capitán y de otros camaradas.

    Al comienzo de las feroces luchas de España entre nacionalistas y comunistas con todos los horrores que estos Lucíferos modernos desencadenaran contra la Iglesia, y la civilización cristiana nace en el espíritu profundamente cristiano de Ion Motza un gran problema de conciencia. «¡Se ametralla el rostro de Cristo! ¡Se conmueve el edificio cristiano del mundo! ¿Podemos nosotros permanecer indiferentes? ¿No es un gran beneficio espiritual para la vida futura caer en defensa de Cristo?», dice en su última carta dirigida a sus padres. Y creyendo que de la suerte de España depende el destino de Rumania, Ion Motza prepara un equipo de seis jefes legionarios de entre los más valientes y avezados, entre ellos un sacerdote ortodoxo, con los ornamentos y la cruz oriental, y sereno, parte para morir, el 24 de noviembre de 1936, hacia la tierra española, que no es para nuestros corazones una tierra extraña, puesto que ahora se mezcló con la sangre querida de Ionel Motza y Vasile Marin.

    Después pone todas sus cosas en orden y deja sus últimas palabras a sus venerados padres, a sus pequeños y adorados hijos, a su fiel esposa y a su Capitán, a quien apreciaba más que otra cosa del mundo, como para la partida a un viaje sin retorno.

    Aunque no tenía la aprobación del Capitán más que para un mes, y esto después de grandes súplicas, para hacer entrega al General. Moscardó de una espada de honor, se compromete hasta el fin de las luchas. Puesto que Ion Motza, en el que había revivido el espíritu dacio de la ancestral Sarmisagetuza, creía que «el hombre no ha nacido para vivir un número indeterminado de años, sino para acercarse a Dios por los hechos de su vida».

    Durante el viaje a bordo del barco «Monte Oliva», que los llevaba a Portugal, escribió continuamente a su querida «Libertatea», y después de entrados en la guerra, envía continuamente «Cartas de los legionarios rumanos del frente español».

    Otro detalle digno de remarcarse, es que durante todo el tiempo de la travesía, y en el frente español, Ionel Motza, durmió al lado de Vasile Marin, con el que había de morir. El 1 de enero de, 1937, I. I. Motza fue nombrado vicepresidente del partido «Totul pentru Tara», nombramiento que le fue comunicado en el frente español.

    Ion Motza y seis camaradas más, se alistaron en la sexta bandera, del Tercio, como simples soldados, luchando con devoción y abnegación como por su propio país. En las terribles luchas del 4, 5 y 6 de enero que se produjeron en el sector de Majadahonda-Las Rozas-Villanueva del Pardillo, Ion Motza y la escuadra rumana, estuvieron a la altura heroica esperada de él, realizando hechos de raro valor, lo que le valió felicitaciones especiales de su comandante.

    El día 13 de enero de, 1937, a las cuatro menos cuarto, en los feroces combates de Majadahonda, Ionel Motza cayó al lado de su inseparable camarada Vasile Marin con la mano en la ametralladora, frente al imperio satánico del fuego bolchevique.

    Estaba escrito que muriera así: sencillo, modesto, luchando como toda su vida «con todo el empuje y con toda felicidad por Cristo, para cumplir así la voluntad de su destino, que le llamaba «a morir torturado, defendiendo la Cruz y la chispa de la verdad que llevaba en él», estando convencido que por poderoso que sea Satanás, cuando se combate con el sacrificio de la propia vida, la Omnipotencia Divina interviene para dar la victoria».

    Una concordancia más estrecha entre el sentimiento y la vida, entre la fe y los hechos, entre lo escrito y la muerte, no se puede encontrar más fácilmente en la historia de Rumania, que en la vida y en los hechos puros como de un santo y en la muerte valiente, como de un mártir, de Ion Motza.


    VASILE MARIN

    Clara, lúcida, luminosa, así nos parece hoy, después de su muerte, la vida de Vasile Marin.

    Si en su generación alguien ha encarnado la lucidez, la inteligencia, el dominio de sí, la voluntad serena, la ironía cáustica, este ha sido sin duda alguna, el jefe legionario Vasile Marin.

    Nació el 29 de enero de 1904. Hijo de un olteano de Válcea y de, una transilvana de Tárnava-Mare, Vasile Marin es hijo de Bucarest. Allí nació, creció y ha pasado su vida.

    Aprende las primeras letras en una escuela del suburbio de Grivita. Los estudios de Bachillerato los comenzó en el Liceo Santo Sava, terminándolos en el de Gh. Sincai.

    El niño había sido vivo, turbulento, alocado; el adolescente, había conservado la viveza, aunqtíe se había convertido en reservado, irónico. En el Liceo se le despertaron los deseos de leer. Leyó mucho, con apasionamiento, como leen todos los adolescentes, de todo. Pero su vocación se aceleró rápidamente; tenía pasión por los problemas ideológicos y de práctica política.

    A los diecinueve años Vasile Marin era un hombre for­mado. Tenía una madurez de pensamiento, una seguridad, una precisión. Las bases de su cultura estaban igualmen­te puestas. Los clásicos y los modernos de nuestra literatura le eran familiares; sin embargo, tenía un cariño y una comprensión especial por Balcescu.

    De los extranjeros había pasado por el marxismo, y sobre todo, por el maurrasismo. No se crea, sin embargo, que Vasile Marin tenía una cultura exclusivamente política. Amaba lo bello. Le agradaba un verso armonioso, una página sutil, una sonata de Beethoven, un paisaje florentino, una catedral gótica.

    Existía en Marin una poderosa tendencia estética. Comprendía lo bello no solamente en la literatura, en el arte, en la música, sino en la vida.

    En sus artículos, en sus libros, en sus discursos, le guiaba el pensamiento no sólo de escribir o hablar con precisión, sino también bellamente.

    Después de terminados sus estudios, siguió un momento de silencio, un momento de recogimiento solemne, como después de un concierto de órgano en una catedral gótica.

    No sólo su inteligencia, juicio, cultura, estaban formadas en 1923, sino también, sus grandes líneas espirituales e intelectuales.

    Ya entonces era nacionalista. Respondía lúcido, irónico, seguro, a los ataques que algunos dirigían a su nacionalismo intransigente.

    En 1925 Marin había sido elegido presidente del Círculo de Estudiantes de Jetov. El movimiento estudiantil estaba en su auge, y Marin, con su temperarnento de luchador, se zambulló en él. Contribuye al movimiento estudiantil en la Facultad de Derecho, da conferencias en los Ateneos populares y parte al frente de los equipos estudiantiles a través del distrito.

    En, el año 1926 cumple su servicio militar en la Escuela de Infantería de Bucarest. Al cabo de un año, sale de alférez y se licencia en Derecho.

    Con esto se puede considerar terminada la primera fase de su formación. Desde ahora se precipitará en la lucha por la vida.

    * * *

    El joven licenciado en Derecho sigue la abogacía, y entra como secretario del señor Ion Lugojeano, ministro de Rumania en Roma, en el año 1927, en aquel tiempo miembro de influencia en el partido nacional-campesino. Las naturales y brillantes dotes intelectuales, el talento y espíritu político que poseía Vasile Marin, no podían pasar inadvertidos. Por lo cual, cuando, al cabo de un año, los nacional-campesinos llegaron al Gobierno, y Lugojeanu fue subsecretario de Estado de la Presidencia del Consejo, Vasile Marin fue su jefe de Gabinete.

    Aquí Marin desarrolla otras dos cualidades de su personalidad, autoridad y capacidad de trabajo.

    Los diputados y los periodistas le dispensaban estimación y respeto. Tenía autoridad como mucha gente, creía en la misión y en el poder creador del partido nacionalcampesino. Esto sucedía entre 1929-1930. Pero con la lucidez que le caracterizaba, le vino pronto la desilusión.

    En 1931, al presentar su dimisión de jefe de Gabinete, es nombrado abogado del contencioso del Ministerio de Industria y Comercio. Entonces realIza un viaje por el extranjero, visitando Francia e Italia.

    Durante este tiempo, Marin, inscrito en el curso de Doctorado de la Facultad de Bucarest, pasa con brillantez los exámenes y prepara la tesis. En 1932, la presenta. Es un trabajo sobre El Fascismo, que fue después editado, siendo proclamado Doctor en Derecho.

    Aunque escrito dentro de los límites de una tesis de doctorado, el libro tiene una poderosa personalidad.

    En el otoño del año 1932 comienza la última etapa de la vida de Vasile Marin. Encuentra, comprende y se integra en la Legión. Desde ahora en adelante, a ella estarán dedicadas su admirable inteligencia, su calmeidad de trabajo, su probidad espiritual y su entusiasmo.

    Por la Legión vivió, pensó, lucho, sufrió, y murió Vasile Marin.

    A principio de enero de 1933, Marin se convierte en un colaborador fijo de «Axa».

    Su primer artículo se titula «Una sola ideología: la acción», publicado en el número 5 de la revista, y dice en él:

    » Rumania tiene necesidad en estos tiempos de hombres trágicos y sintéticos». Vasile Marin definió así, desde un principio, la razón de estar en la Legión y la grandeza de su objetivo.

    Sus artículos siguientes son «La nación, contra el estado de importación», »Entre democracia y Estados totalitarios», «La nueva generación y el Estado ético», »El fin de la era democrática» y «Muesca» del que citamos un maravilloso final: «El desbordamiento de las aguas de la juventud, inundará el viejo mundo, derribándole en el fango regenerador y productor de nuevos frutos Es el Nilo de la Juventud creadora».

    El conjunto de sus artículos forma un verdadero manual sobre los problemas del Estado. En ellos encontramos al Vasile Marin de los libros y de la vida. Una dialéctica vigorosa y una argumentación estrecha, una rapidez en escribir con epítetos fuertes, con palabras penetrantes, con fórmulas plásticas.

    La actividad de Vasile Marin no se limita solamente a la pluma. Como abogado, rinde sin exageración inmensos servios a la Legión. Todos recordamos lo que significaron el verano y la primavera de 1933. El Gobierno Vaida, empujado por las finanzas y los judíos, no se atrevía a disolvernos pero emprendió una lucha destructora contra nosotros.

    Las calumnias, las ofensas, los insultos, los tormentos, las detenciones arbitrarias, se abatieron sobre nosotros. Como consecuencia, aunque sufrimos por orden del Capitán, con resignación cualquier herida, éramos procesados». Los procesos se verificaban en uno u otro extremo del país, y de uno a otro extremo del país era llamado para actuar corno defensor Vasile Marin, abogado de la Legión.

    Se casó en el mes de febrero, con una doctora joven, Ana María Rapola. Su esposa se le parecía, no sólo en lo físico, sino en lo moral sobre todo. A la primera llamada, Marín dejaba a su esposa, a la que quería mucho, y partía. Al cabo de un día o dos volvía, con un boletín de victoria, anunciando la absolución que había conseguido.

    Pero llegaron los días difíciles de la persecución.

    Candidato de la Asociación «Cornelio Zelea Codreanu» en Arad, en Tárnava-Mare, en Turda, Vasile Marin recorre la mitad de Transilvania al frente de los equipos legionarios.

    Como redactor y colaborador de «Cuvántul», Vasile Marin tiene ocasión de publicar maravillosos artículos.

    La disolución de la «Guardia de Hierro» le sorprende en Síghisoara. Es detenido y llevado a Bucarest, permaneciendo en la Jefatura de Policía un día y después, en la madrugada del día 13 de diciembre, conducido a Jilava, que estaba ya llena de sus camaradas.

    Marin, en la cárcel, continuó lo mismo. Sereno, eternamente sonriente, juzgando con su acostumbrada acritud la situación; estaba seguro de la victoria.

    Por iniciativa de Motza se escribió desde la cárcel de Jilava el último número - número 24 - de «Axa». Apelotonados en los mismos lechos Ion Motza, Vasile Marin, el padre Georgescu-Edineti, etc., escribieron los artículos y los enviaron fuera, por medio de un camarada que fue puesto en libertad. Escondidos los artículos en los zapatos, los llevó a su destino, y así la «Axa», pudo salir por última vez.

    El 23 de diciembre, fueron liberados todos los legionarios, a excepción de Motza, Vasile Marin y Sterie Ciumetti - ¡qué extraño y trágico acaparamiento! -, quienes estuvieron en la cárcel hasta. el mediodía del 29 de diciembre.

    El día 29 salían los tres; todos murieron heroicamente por su fe en el Capitán y en la Legión. Después de la muerte de Duca, igual que Motza, Marin consigue no ser detenido. Permanece escondido unos dos meses, y después, en las proximidades del proceso, aparece y se pone a trabajar. Corre a todas partes, se informa, organiza la defensa, habla con los políticos que intervendrán como testigos en el proceso, intenta procurar dinero, estudia los expedientes.

    En el proceso, su puesto está en el banco de la defensa. En los consejos íntimos con el Capitán, Motza, etc., su inteligencia ágil, su alma pura, encuentra siempre el mejor camino a seguir en la terrible prueba que atraviesa el movimiento Legionario.

    Al final todos son absueltos.

    La Legión reemprendía su vida y Vasile Marin la actividad en el cuadro del Movimiento.

    En Giulesti, en el jardín del inolvidable Didi Micescu, se abre de nuevo el primer campamento legionario. Marin se hace una, chocita se instala allí. Trabaja al lado de los legionarios más jóvenes y es muchas veces oficial de servicio.

    En el año 1934-1935, la marcha del movimiento legionario es más tranquila. Marin pronuncia conferencias en la casa del partido, escribe algunos artículos en »Cuvantul Studentesc» y defiende a los legionarios en los procesos con la misma brillantez.

    Pero llega el verano, de 1935, el movimiento parte de nuevo valientemente hacia adelante, y los campamentos y astilleros se extienden por todo el país.

    En Carmen Sylva, el Capitán, con un puñado de legionarios y legionarias partió, en algunos vagones llenos de cardos, al campamento que tenía que llegar a hacerse célebre.

    Marin está allí trabajando junto a sus camaradas, siempre sonriendo y desbordando de sana alegría.

    El 28 de julio, en un domingo con motivo de una gran solemnidad legionaria, el Capitán asciende a Vasile Marin al grado de Comandante legionario.

    Al cabo de un mes, en septiembre de 1935 el Comandante legionario Vasíle Marin tomaba la dirección de la organización del distrito Ilfov.

    Tarea difícil, ingrata, en un distrito muy batido por los partidos políticos, en el que el espíritu legionario penosamente se abría camino.

    Pero a Marin no le arredraban las dificultades. Empapado de espíritu legionario, sabe que tiene que vencer. Y vencerá.

    En un año se consiguen formar algunos sólidos núcleos legionarios, realizándose el maravilloso campamento de Hotare.

    Mientras tanto, Maria colabora en »Cuvantul Studentesc», «Glasul Stramosese», »Revista Mea», y en marzo de 1936, juntamente con Ch. Giorogariu, funda «Vestitorii».

    Todas las plumas de la revista »Axa», colaboran en la nueva revista.

    »Vestitúrii», después de cuatro números, es suprimida por la censura, como lo fue anteriormente «Axa».

    Pero en el mes de noviembre, por iniciativa de Motza, Marin se encuentra con la marcha de los legionarios a España.

    Ya no estaba tranquilo; quería partir también él a España, quería marchar a cualquier precio.

    Se lo pide al Capitán; insiste en que se le deje marchar. El Capitán vacila, y le dice, que no hay dinero suficiente. Entonces, Marin, de su pobreza, de su terrible pobreza, consigue reunir cinco mil leis, los lleva al partido y pide que se le de permiso para marchar.

    ¿Por qué quería marchar Vasile Marin? ¿Qué le conducía? ¿Quién le llamaba?

    Él mismo lo cuenta en una carta dirigida a su esposa, el 26 de noviembre de 1936.

    »No hice este acto por desesperación o aventura, sino perfectamente lúcido. Era un deber de honor que pesaba sobre los hombros de nuestra generación. Lo he hecho con el mismo amor que si se hubiera tratado de mi patria.»

    Marchó junto con Motza, compartió con él el camarote en el vapor y la alcoba en Toledo.

    Entre estos dos hombres, tan diferentes en sus temperamentos, se había estrechado un lazo fraternal, que tenía su origen en Jitava y que les llevara abrazados al sepulcro.

    Así se cumplió la vida del Comandante legionario Vasile Marin. Y si desde la tumba, Vasile Marin juzga su muerte, tendrá que estar satisfecho. Puesto que murió como vivió; sencilla, elegantemente, transfigurado por la fe.

    «Escribir bellamente, hablar, luchar, sufrir, son cosas que están bien - decía una. vez el Capitán -; pero no es suficiente para un legionario. Si el legionario no se ha purificado a sí mismo no ha fijado su actitud frente. a la muerte, no es un legionario perfecto».

    Vasile Marin fijó su actitud frente a la muerte; selló la fe, la lucha, el sufrimiento con su sangre caliente y joven.


    TESTAMENTO DE ION MOTZA

    (Fragmentos)

    En el día de su marcha a Espafia, Ion I. Motza dejó, bajo la custodia del señor Nae Ionescu, varias cartas selladas y dirigidas a sus padres, a su mujer, a sus hijos para cuando fueran mayores, y al Capitán, con el ruego de ser entregadas en caso de su muerte.

    Siguen las cartas-testamento dirigidas a sus padres y al Capitán:

    Bucarest, 22 de noviembre de 1936.

    Queridos y demasiado probados padres míos y amadas hermanas.

    Dios ha querido que sea así.

    El dolor es grande, inmenso, lo sé. Y me estremezco de preocupación al pensar que tal vez no tendréis las fuerzas suficientes para soportarlo.

    Pero, queridos padres míos, procurad ver junto a vuestro dolor toda la belleza de nuestro gesto: ¡Se ametralla el rostro de Cristo! ¡Se bambolea el fundamento cristiano del mundo ¿Podíamos nosotros permanecer impasibles?

    ¿No es un gran beneficio espiritual para la vida futura el haber caído en defensa de Cristo? Así junto al dolor, no podréis menos de sentir una gran exaltación espiritual. Dios os dará fuerzas para soportar este sufrimiento y vencerlo.

    Os hago algunas súplicas de orden práctico: no dejéis que muera «Libertatea». De ella podrá vivir mi familia...

    (Aquí indica que, no teniendo otros bienes, deja a sus hijos y a su esposa querida, su único patrimonio, esta «Libertatea» que les ayude a poder vivir. También pide, que la hoja marche sólo en la línea de conducta que él le ha marcado desde que salió bajo su dirección; línea legionaria, cristiana, que cree salvadora para la estirpe y para el país.) Y después sigue:

    Queridos padres míos: En vuestro dolor acordaos de lo que tuvieron que sufrir otros padres, como Moscardó, que asistió por teléfono al fusilamiento de su hijo. Y, a pesar de ello, no se ha desesperado, sino que ha luchado y vivido para cumplir con su deber.

    Así he comprendido el deber de mi vida. ¡He amado a Cristo y he marchado feliz a la muerte por Él! ¿Por qué os afligís más de lo debido, cuando yo tengo salvada mi alma en el reino de Dios?

    Que el cuidado de mi familia no es abrume. Dios no permitirá que muera de hambre. Todo se arreglará bien.

    Madre mía querida: estoy mortalmente preocupado por el daño que le van a causar a mi madre las largas inquietudes cuando sepa mi salida para el frente,

    Querida madre con lágrimas en los ojos expongo a mi madre, como también a mi padre, mi último deseo sed fuertes, dominad vuestro dolor y vivid para cuidar de mis hijos.

    Para ellos es mayor la desgracia si todo el mundo pierde la fortaleza para resistir y sucumbe al peso del dolor; aunque fuera solamente por Miguel y Gabriela, repito una vez más mi ruego ferviente de que seáis fuertes y valerosos. Tened confianza en la ayuda de Dios para soportar las desgracias personales y materiales (pues desgracia espiritual no lo, es).

    Que tranquilo estaría yo si tuviese la seguridad de que vais a ser fuertes. Por ello os ruego que escuchéis de cuando en cuando mi súplica, mi llamada: «No os dejéis abatir. Sería peor entonces.»

    Y perdonadme, queridos padres míos, toda la pesadumbre que os haya dado en toda mi vida.

    Si os causé pesadumbre fue por amor a Dios y a la Patria.

    Ahora os abrazo con todo el corazón y estoy seguro de que vais a cumplir mi deseo de afrontar el dolor con firmeza y confianza en la misericordia de Dios.

    Vuestro muy amante

    IONEL.»

    ***

    Bucarest, 22 de noviembre de 1936.

    Querido Cornelio: Mi ruego en la única preocupación que tengo los niños e Iridenta, es solamente éste: «No permitas que muera «Libertatea».

    Estoy seguro de que por lo pronto, al menos mi padre y los pequeños colaboradores podrán llevar la redacción. En cuanto a la administración, que continúe por el camino trazado, tal como está hoy.

    Que no se, mude Iridente de la casa «Mica», ni se vaya de Bucarest.

    Los productos de la hoja les alcanzarán para vivir, y como el señor Giugurtu le va a cobrar un alquiler reducido (le he escrito), no podrán vivir más barato en otra parte. Tampoco quiero darles la pena de que tengan que deshacer la casa, que apenas se ha fundado. En ningún caso quiero que se instale en Husi (desde donde no podría, por otra parte, dirigir la administración, puesto que no tiene el equipo de camaradas de aquí, instruídos por mí, ni en Orastie.

    Así, pues, que todo quede en su sitio y continúe lo mismo que antes de mi partida.

    Con tu concurso, y dejando a «Libertatea» el sector de la obra periodística que realizaba hasta ahora en la Legión, la hoja está' asegurada y mi familia tendrá de que vivir. Te ruego, pues, que ayudes a «Libertatea» para que viva.

    Es de desear que con el tiempo sea educado un buen elemento como redactor. Se le retribuiría y haría carrera aquí.

    Me muero, Cornelio, lleno de bríos y de felicidad por Cristo y la Legión. No pido recompensas, ni nada, sino solamente victoria. Y os suplico que tengáis piedad de mis hijos.

    Te deseo el apoyo de Dios y la victoria lo más pronto posible. Soy feliz y muero contento, con la satisfacción de que he sido capaz de sentir tu llamada, de comprenderte y de servirte. ¡Puesto que eres el Capitán!

    También te he molestado a sabiendas y sin quererlo.

    ¡Perdóname! Sin embargo, jamás he faltado a la más estricta fidelidad legionaria y a la fidelidad hacia ti, Capitán. No he hecho bastante por la Legión en las últimos años, pero he creído y creo en ti, y frente a esta creencia no he pecado ni siquiera una vez ni en el repliegue más escondido de mi conciencia.

    Y haz, Cornelio, de nuestra patria, una, tierra hermosa como el sol, poderosa y obediente a Dios. ¡Viva la Legión!

    MOTZA

    Escribiré en España de 200 a 300 artículos, que dejo para que aparezcan durante cinco o seis años, uno a uno en cada número de la revista, como artículos póstumos. Esta página será la más buscada. En la carta a Iridenta he dejado otras instrucciones.»


    CARTA DE ION MOTZA A SUS PADRES

    «A bordo del «Monte Olivia», hacia Portugal,

    1 de diciembre de 1936.

    Queridos padres: Desde hace cuatro días estamos a bordo, y mañana desembarcamos en Lisboa, en Portugal, de donde después saldremos para España.

    Seguramente os habréis enterado de que deseamos también tomar parte en la lucha algún tiempo, aproximadamente un mes, que es el permiso que nos ha dado el CapItán, tratándose solamente de un signo vivo de unión cristiana entre los corazones de dos pueblos.

    Mi mayor preocupación e inquietud de mi alma en este admirable y magnífico viaje es el cuidado de mi querida madre y de mi amado padre. Me temo que os hayáis dejado abatir por la zozobra, y sin duda después de una vida demasiado sometida a pruebas, sólo os faltaba semejante tribulación, que no merecéis. Sería muy feliz si tuviera de mis queridos padres la noticia de que mis preocupaciones son infundadas y que, apoyados en el amor a la Cruz y a la Cristiandad, encontráis suficiente fortaleza de espíritu para soportar esta prueba que no se puede evitar y hasta que estuvieseis contentos de que vuestro hijo está en semejante camino de honor y de deber...

    En nuestro sacrificio por amor a Cristo, que felicidad, si supiéramos que también la comparten los nuestros, soportando virilmente algunos días duros y no dejándose abatir, pues si no, nos parecería que nos había hecho olvidar nuestro deber para con Dios, cuyo rostro se ametralla, y nuestro deber para con nuestra estirpe, cuya suerte depende también de la lucha decisiva que se desarrolla hoy en España.

    Mi inquietud es mayor por mis padres, puesto que Iridenta es más joven y más robusta físicamente, su juventud le ayudará a resistir las vicisitudes y las dificultades que a menudo la imaginación aumenta.

    Me alegro que ella, que a mi partida sospechaba estas cosas, haya sido valiente, viendo que sabe dominar sus sentimientos para cumplir con su deber...

    Aún tengo que añadir, para deshacer cualquier juicio equivocado, que no he sido enviado a España por nadie para que se le puedan pedir responsabilidades a alguien, sino que yo solo he tenido, el primero, la idea y el deseo de tomar parte en estas luchas, para lo que he pedido y obtenido la aprobación de nuestro jefe, limitando él el permiso solamente a un mes. Jamás hubiese aceptado el ser sustituido por otro, pues mi alma, me pedía y me pide el cumplimiento de este deber, que realizaré hasta el fin. No es cierto lo que decían algunos, que, quedándome en mí país, hubiera podido ser más útil (yo y todos los que han seguido este camino) para la lucha en nuestra Patria. La victoria moral que vamos a obtener en España, a costa de cualquier sacrificio, será más útil para la lucha nacional que todo lo que hubiéramos podido hacer en el resto de nuestra vida y aún más allá de ella... Esta es la verdad.

    A principios de febrero, con la ayuda de Dios, emprenderemos el regreso a la patria...

    Os ruego, una vez más, con toda mi alma que no os dejéis dominar por la inquietud El hombre no ha nacido sólo para vivir no sé cuantos años sino para acercarse a Dios por los hechos de su vida.

    Os beso la mano con todo amor, y os suplico que me neguéis la felicidad de suponeros animosos y serenos, recibiendo varonilmente y con la fortaleza que da la fe en Dios, todas las dificultades con las que Él ha honrado a nuestra familia pidiéndole ayuda para, el cumplimiento de lo que sea justo y el restablecimiento de su divino reinado...

    Os abrazo con gran cariño, gratitud y reconocimiento, por todos los sacrificios espirituales y materiales que habéis hecho sin interrupción durante una vida entera, por nosotros y por nuestras almas...

    Vuestro amante

    IONEL

    ***

    CARTA DE LOS LEGIONARIOS RUMANOS

    DEL FRENTE ESPAÑOL

    En la Natividad del Señor

    »De nuevo los pueblos de la tierra se preparan para las fiestas y las alegrías de la Navidad del Señor, del santo nacimiento de Cristo.

    Pero esta alegría está hoy oscurecida, en todas las almas por la inquietud: por la suerte de la institución cristiana del mundo, institución dada por Dios mediante el envío de Su Hijo, cuyo nacimiento vamos a celebrar ahora de nuevo.

    Porque he aquí que la mano del Diablo ha desatado en nuestros días la más encarnizada guerra contra la Iglesia, fundada por Nuestro Señor Jesucristo. Nunca, desde que el Salvador vino a nosotros, se ha sublevado una parte de la humanidad con tanto odio y empuje para destruir la institución y el orden cristiano del mundo. Mueren los hombres por millares, unos para destruir los altares de los templos de Cristo y otros para defenderlos. El comunismo es como la bestia roja del Apocalipsis, que se levanta para expulsar a Cristo del mundo.

    Hoy, en la Navidad del Señor, no nos está permitido tener sólo alegría en nuestras casas, sino también el cuidado de guardar el mayor don que nos ha hecho Dios, enviando a su Hijo entre nosotros.

    Sin duda, la bestia roja será vencida al fin, pues la Iglesia fundada por Cristo no podrá ser vencida ni «por las puertas del Infierno». Pero he aquí, sin embargo, que en los países donde el comunismo diabólico ha vencido, la Iglesia ha sido aniquilada. No para siempre, pero sí para el siglo actual, Y en su lugar se ha enseñoreado el poder diabólico de la incredulidad, de la corrupción, con los sufrimientos y la muerte espiritual y corporal de los hombres de hoy. Creemos en la resurrección de la Iglesia, tanto en Rusia, como en la España comunista. Pero esta resurrección, como la salvación de nuestra patria, de la desgracia del dominio del Anticristo, depende de nuestro esfuerzo. Dios ha dicho que «las puertas del Infierno no prevalecerán contra la Iglesia», porque Dios ha tenido confianza en el esfuerzo de los hombres, en su adhesión a Él.

    Pero si no nos despertamos y no nos lanzamos al cumplimiento de nuestro deber en la guerra que han desencadenado las huestes diabólicas, entonces sobrevendrá la catástrofe, como ha sobrevenido en otras partes. Y quien sabe cuantos siglos de expiación, de esclavitud y de tortura, tendrán que pasar sobre las vidas de nuestros desgraciados descendientes, hasta que seamos dignos de alegrarnos de nuevo, del señorío de la Iglesia sobre las almas de los hombres.

    La hora de hoy es una hora difícil. Del cumplimiento de nuestros deberes en esta hora, depende el hecho de que las futuras generaciones de hombres, hijos, nietos y bisnie­tos nuestros, se alegren o lloren en el día de Navidad.

    No permitamos que nuestros descendientes pierdan los beneficios espirituales del nacimiento del Salvador. No les dejemos una patria sin iglesias, sin imágenes santas, sin la protección de las manos de Dios. No dejemos a nuestros hijos una vida en la que se perderán para Cristo.

    Y para esto, no huyamos ante el sacrificio para defender la Cruz.

    Sólo este sacrificio puede rescatar a Jesucristo para nuestros descendientes; sólo por este sacrificio podrán tener a Jesucristo entre ellos en el día de Navidad de los años sucesivos, de los siglos venideros.

    Porque sin lucha valerosa, ni el Arcángel San Miguel ha podido librar al Cielo de las huestes de Lucifer, de las huestes de los ángeles rebeldes.

    Los legionarios rumanos que en estos días de Navidad luchan por la Cruz en tierra española os llaman para que les sigáis.

    ION I. MOTZA

    (De «Libertatea» núms. 37 y 38, Navídad de 1936.)

    ***

    CARTA DE LOS LEGIONARIOS RUMANOS

    DEL FRENTE ESPAÑOL

    Hacia el año 1937

    '«Dios. ha concedido a siete legionarios del Capitán el pasar la fiesta de Navidad, y esperan el Año Nuevo con la mano en el fusil, en la granada o en la ametralladora, diseminados por las carreteras de Madrid o en las montañas españolas, en lucha ardorosa contra los que sacan los ojos del Salvador con la bayoneta, y ultrajan las santas imágenes de la Madre de Dios y de su Divino Hijo.

    Les ha honrado, digo, porque no puede haber para un hombre un honor más grande, un llamamiento más lleno de frutos espirituales que el de ser defensor de Cristo, y por Cristo del linaje cristiano.

    El año que ha pasado, 1936, abrió esta lucha cruel en el suelo español. El año en que entramos, 1937, ¿quién sabe que otras pruebas, quizás mayores, va a pedir a los hombres y a los pueblos?

    Hacia este año nuevo que alborea en aurora de sangre, deben encaminarse los rumanos, con el espíritu limpio de molicie y de vacilaciones, preparados espiritualmente para tiempos grandes, de encrucijada. Que sus corazones reciban el nuevo espíritu de honradez legionaria, reuniendo toda la pureza del alma que todavía poseen, haciéndole producir frutos ricos, aunque a menudo dolorosos del sacrificio por la Cruz y por la estirpe.

    Dejemos a un lado aquella palabrería, vana, y especialmente aquella creencia de que hemos cumplido con nuestro deber sólo por haber luchado con palabras huecas, con apariencias, con alabanzas estériles y decisiones que no son seguidas del peso áspero de los hechos, de los sacrificios, de las cargas.

    Despojémonos de todas nuestras debilidades, miedos, ambiciones; levantémonos a la cumbre, revestidos de todo lo mejor, lo más preciado lo más puro que tiene nuestro espíritu. Y así armados, esperemos órdenes para abrirnos paso, prontos a verter nuestra sangre y a morir, por las negruras de tinieblas y de perdición que envuelven cada vez más a nuestra estirpe.

    Sólo así, dirigiéndonos por el camino que ahora se nos abre, podremos esperar días de sol y de victoria rumana en este año nuevo que se aproxima lleno de tinieblas y de dificultades.

    Porque Dios no lleva en el carro de la victoria más que a los esforzados, a los que se saben perder a sí mismos para rescatar la estirpe y el alma.

    («Libertatea», núm. 1 y 3 de enero de 1937.)

    ION I. MOTZA

    ***

    A manera de epílogo, reproducimos uno de los artículos de Ion Motza escritos en el frente español, para ser publícados en su «Libertatea» a título póstumo.

    «¡PRESENTE!»

    Queridos camaradas, legionarios y lectores de «Libertatea» :

    Dios ha querido escogerme - puede que también a otros de mis camaradas legionarios rumanos del Capitán - entre los felices luchadores caídos en España en defensa de la Cruz. Mirad, digo, que son »felices» estos luchadores - a pesar de dejar muchos detrás de nosotros, hijos, esposa, seres queridos y sin otro sostén que el nuestro -, porque verdaderamente sólo es feliz el hombre que pasa por la vida terrestre para poder esperar la salvación de su alma. Y los que hemos sido escogidos y elegidos por Dios para sus defensores con el precio de nuestra sangre y de nuestra vida, podemos tener una gran esperanza en la salvación del alma, a pesar de todos nuestros pecados presentes.

    Ningún poder, ningún, amor está por encima del de la patria y no se puede cumplir más que en la propia patria, excepto el poder de Cristo y el amor hacia Él. Cristo es el mismo en España que en Rumania. Cuando una hueste diabólica se levanta para arrojarle del mundo, cuando a la figura luminosa del Salvador se la hiere con la bayoneta y se la ametralla, entonces todos los hombres, de cualquier nación que sean, tienen que alzarse en defensa de la Cruz. Y tanto más, cuanto que los que trabajan para derribar el cristianismo en España no se contentan con la desgracia de este país. Sino que atacarán mañana los cimientos cristianos de todos los países y también los de nuestra Rumanía...

    Pero si el amor a Cristo y el poder de Cristo que, como he dicho, está por encima de las naciones, puede llevarnos a nosotros, rumanos, a luchar por la Cruz en tierra extranjera, en España, al lado de los españoles, de los alemanes y de los italianos, esto no quiere decir que la potencia del cristianismo y el amor a Cristo nos saquen de nuestra nación, nos desarraiguen de ella. Porque nuestra nación no puede vivir sin nuestra fe cristiana. Defendiendo al cristianismo, aún en tierra extranjera, defendemos un poder que es fuente del de nuestra nación, y obedeciendo las sugestiones del amor a la Cruz, nos sometemos aquí, en España, al amor de nuestra nación rumana.

    Así, nosotros luchamos, estamos aquí en defensa de nuestra ley tradicional, por la felicidad de nuestra patria rumana, por su resurrección, por la reconstrucción que quiere hacer de Ella el Capitán. Nuestros hechos son la piedra angular de la nueva edificación legionaria rumana, la cual, siguiendo la voluntad de la suerte (como lo fue en los tiempos legendarios de Mestero Manolé), ha exigido que nos entierren en los cimientos, los cuales, desde ahora en adelante, no podrán ser destruidos por los siglos.

    He aquí por qué me he separado ahora de los míos, por qué no estaré ya más entre vosotros corporalmente, queridos camaradas y lectores de «Libertatea».

    Pero un himno legionario dice bellamente: «Los que cayeron muertos por las balas enemigas marchan al paso junto con los que se quedaron ... »

    Igualmente, los legionarios saben muy bien que, cuando en la reunión del frente se hace el llamamiento a los muertos, es decir, se nombra a los que sucumbieron en la lucha, todos los legionarios contestan, con fuerza y con fe, en lugar del que no tiene ya voz:

    ¡PRESENTE!

    Estoy con vosotros; mi alma no os ha dejado.

    Y mirad: para comprobarlo, para daros quizá la alegría de mi permanencia entre vosotros, he escrito en los días de lucha que hemos vivido en tierra española, varias cartas para vosotros, mis queridos camaradas y lectores de «Libertatea». He escrito bastante para que tengáis desde ahora en adelante, semanalmente, durante muchos años en las páginas de esta «Libertatea», tan querida para mí y para vosotros, algunas líneas mías por medio de las cuales descansaré en vuestras almas y en vuestros pensamientos, para tenerme aún así más a vuestro lado, si esta charla conmigo os ha sido grata.

    Así, en adelante marcharé con vosotros, los que habéis quedado. Semanalmente «Líbertatea» me llevará a vuestro lado para hablaros también, tanto de las cosas pequeñas como de las grandes; para contaros episodios de nuestras luchas, pero, sobre todo, para pediros lo que nosotros quisimos con el ansia más grande y esperamos de vosotros con ansia aún mayor: Amor y fe completa en el Capitán y en su Legión, en nuestra Legión.

    Lisboa (Portugal), a 3 de diciembre de 1936.

    Día de nuestra marcha a tierra española.

    ION I. MOTZA.»

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