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Tema: La Division Azul En Leningrado

  1. #1
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    La Division Azul En Leningrado



    El dia que perdi a 1.000 compañeros



    El 10 de febrero se cumplió el 60 aniversario de Krasny Bor, la mas dura
    batalla de la Division Azul en el frente ruso. un superviviente, el entonces
    sargento Angel Salamanca, rememora como la nieve se lleno de cadaveres de
    españoles

    «Parece que el cielo se va a desplomar encima de ti, que se acaba el mundo,
    que nadie va a quedar vivo. Faltaban pocos minutos para las siete de la
    mañana del 10 de febrero de 1943 y había comenzado el miércoles negro en
    Krasny Bor. La artillería rusa inició el castigo sin piedad. Los españoles
    que estábamos en primera línea corrimos a los búnkeres a cobijarnos de los
    fogonazos de más de 800 cañones que hacían agujeros tan grandes como plazas
    de toros. La tierra temblaba y el humo hacía difícil la
    visibilidad.Estábamos escondidos como ratas en el búnker, a 2,5 metros de
    profundidad. Todo era ruido, fuego, gritos, lodo, nieve y sangre.El
    termómetro no subía de los 25º bajo cero. Pese al frío, se sudaba, pero no
    se comía, ni se bebía, ni se fumaba, ni se daban los buenos días.


    Muchos oficiales, en labores de vigilancia, fueron alcanzados con los
    primeros bombazos, dejando sin mando a la tropa. Fue ésta una de las claves
    de la batalla. Se decía que nunca caía un obús o un mortero donde ya había
    caído otro. Mentira. Caían por cientos, unos encima de otros, y al explotar
    esparcían metal caliente en todas direcciones. Cada una de las 800 bocas
    vomitaba fuego cada 10 segundos, el tiempo necesario para cargar y
    disparar.Enseguida se sumaron los famosos organillos de Stalin, camiones con
    plataformas de artillería que disparaban consecutivamente, provocando un
    ruido atroz, como si fuesen órganos. Tanto poderío militar para el sector
    tan reducido por el que se peleaba era una barbaridad.

    La División Azul estaba desplegada en el norte del pueblo de Krasny Bor, en
    un frente de 20 kilómetros de largo al sur del sitiado Leningrado. Desde
    1941 los alemanes habían cercado la ciudad y, en su intento definitivo por
    acabar con el sitio, los soviéticos habían elegido Krasny Bor. Estábamos,
    pues, en el eje de su ataque. Mi unidad, unos 5.000 hombres -aproximadamente
    un tercio de los efectivos españoles- se encontraba allí.

    Yo estaba incorporado como sargento a la Quinta Compañía del II Batallón del
    Regimiento 262, a las órdenes del capitán Teodoro Palacios, quien me destinó
    a la segunda sección, al mando del alférez Céspedes. A mi cargo tenía un
    pelotón reducido de 35 hombres. Venía de un larga experiencia en combate en
    primera línea adquirida en los frentes de Aragón, Madrid y Cataluña durante
    la Guerra Civil desde agosto de 1936, cuando tenía 17 años. Me enrolé en la
    División Azul en verano de 1942, en Logroño.

    Cuando empezaron las hostilidades aquella mañana del 10 de febrero, en
    realidad hacía ya días que sabíamos que algo gordo se cocía en las filas
    rusas. En las trincheras, Radio Macuto informa con mucha antelación. Un
    ucraniano que se pasó al bando español en la noche del 9 de febrero fue la
    señal inequívoca de que el ataque era inminente: llevaba ropa interior
    nueva, una costumbre local antes de la batalla para morir limpios y puros si
    caían abatidos en combate. Entendimos rápidamente que en pocas horas
    empezaría el baile. Había tensión, pero no miedo.

    El fuego de artillería duró más de dos horas, en las que se produjo la mitad
    de las bajas del día. Al cesar la artillería, comenzaron las pasadas de la
    aviación enemiga, que hostigaron especialmente a nuestra Quinta Compañía;
    sólo en el pelotón bajo mi mando hubo una decena de bajas, entre muertos y
    heridos, en las tres primeras horas. Otras compañías fueron literalmente
    trituradas.

    Pese a que el avance terrestre del Ejército Rojo se produjo por cuatro
    líneas de penetración con una división en cada una -44.000 hombres en
    total-, se toparon con serias dificultades. El calor de la artillería había
    dejado el acceso a nuestras nevadas posiciones como un completo barrizal por
    donde los carros de combate KV-1 y T-34 quedaban atascados y los
    esquiadores, empantanados.

    Pero más importante fue que no esperaban nuestra respuesta. Creían que tras
    el bombardeo estaríamos todos muertos. Y lo que hicimos fue salir a nuestros
    puestos, emplazar las máquinas y recibirlos a fuego limpio. Las órdenes del
    capitán Palacios eran claras: "¡Resistir y resistir!".

    Aunque la infantería rusa llegaba por oleadas, lo hacía muy desordenada y
    pudimos repeler los primeros ataques. Había que resistir hasta morir. Pero
    iban acumulándose las bajas; entre ellas la del alférez Céspedes. Si había
    heridos, se les evacuaba. Si había cadáveres, se apartaban para no pisarlos
    y se seguía disparando. El espectáculo era dantesco. Para coger una pistola
    y pegarse un tiro.

    A media mañana, los rusos habían perforado el frente por tres sitios, pero
    los capitanes Campos, Oroquieta, Aramburu y Palacios resistían a duras penas
    con seis compañías muy debilitadas. La Luftwaffe no hacía acto de presencia;
    y la División SS Volkspolizei, situada en la media distancia, no podía
    auxiliar, pues debía aguantar para hacer frente a una previsible embestida
    rusa.

    A mediodía estábamos prácticamente cercados por el flanco izquierdo.Mi
    sección, sin oficial al mando, era ya un islote con unos pocos
    supervivientes. Sólo pude atrincherarme y abrir fuego de costado.Primero con
    un único tubo de mortero que defendía Joaquín, un cabo de Ponferrada. Cubría
    su ojo izquierdo con una mano porque le habían pegado un tiro en la cara.

    Nos retiramos por la trinchera de evacuación y regresé con dos soldados más
    para recuperar parte de la munición y alimentos del búnker y destruir el
    resto. Tiramos bombas de mano como locos.Al retirarnos al enclave donde
    resistía Palacios, éste me dijo: "¡Salamanca, desde este momento eres
    Medalla Militar!". Acto seguido acudí al sector del puesto de mando. Sólo
    quedaba operativo un fusil ametrallador, pero causó estragos.

    Llegaban columnas con medio centenar de hombres que eran abatidos
    sistemáticamente. Disparábamos ferozmente, sin parar, esperando a que el
    enemigo se encontrase a menos de 100 metros, disparábamos al bulto. Pero
    hasta un ciego habría hecho blanco.

    Toda la potencia de fuego de la máquina, 1.300 disparos por minuto, provocó
    una carnicería en las filas enemigas y nos mantuvo con vida. No es que
    nuestro cañón estuviese caliente, es que estaba al rojo vivo. En la
    refriega, tres veces cayó el soldado que la servía. Cuando un cuarto soldado
    me dijo con la mirada: «Sargento, ¿quiere usted que me maten?», decidí
    empuñar personalmente la ametralladora. Al cabo, los rusos acertaron con una
    granada de 120 que cayó ante el cañón. Salí despedido cuatro metros,
    perdiendo el conocimiento momentáneamente, la cara llena de sangre y
    metralla y una ceguera casi total por el alumbramiento del fogonazo. Fui
    evacuado al búnker. Luego supe que tenía también una herida de bala en la
    rodilla.

    Sin munición, con la mayoría de los supervivientes heridos y los indemnes,
    agotados, el final estaba próximo. A las tres de la tarde, un soldado entró
    al búnker: "De parte del capitán, que salgáis todos; estamos hechos
    prisioneros". Los 25 heridos salimos y encontramos a otros 18 hombres con
    las manos en alto con el capitán Palacios al frente. Nos mandaron formar e
    hicieron un simulacro de fusilamiento pero sólo se tiraron como fieras sobre
    nuestros relojes y todo lo que llevábamos.

    El trayecto hasta Kolpino, en fila de a tres, fue entre una alfombra de
    cadáveres. No nos trataron mal gracias a un jefe de escolta mongol que no
    debió de haber otro mejor en toda la Unión Soviética.Los 30 detenidos de
    Oroquieta, con los que enlazamos, recibieron toda suerte de golpes. Al
    llegar a Kolpino, un enloquecido grupo de mujeres rusas trató de atacarnos,
    pero el mongol las rechazó a culatazos.

    Enseguida empezaron los interrogatorios, con las traducciones de un español
    enrolado en el Ejército soviético. Todo el afán del coronel ruso era saber
    qué armamento usábamos, hablándonos incluso de un arma secreta de Hitler.
    «Dice el coronel que habéis causado más de 14.000 bajas, y eso es imposible
    con ametralladoras y fusiles mauser corrientes», nos informó el republicano
    español.

    Luego vino un cautiverio en campos de concentración que se alargó hasta
    1954. Las estadísticas hablan de 2.252 bajas españolas (1.125 muertos, 91
    desaparecidos y 1.036 heridos) en un solo día. Otras 1.000 se sumaron en los
    días posteriores. Aunque los españoles retrocedimos ese día tres kilómetros,
    los rusos no avanzaron más. Tras intensos combates, el mando soviético
    ordenó a sus fuerzas pasar a la defensiva. El frente quedó estabilizado
    durante un año.

    La batalla de Krasny Bor, con una encomiable resistencia de nuestra
    División -el 10 de febrero se consiguieron tres de las ocho laureadas de la
    División Azul en la URSS- enterró una gran ofensiva posterior para romper el
    cerco de Leningrado. Los divisionarios que luchamos allí y estuvimos
    cautivos hasta 1954 no supimos qué ocurrió hasta el regreso a España, pero
    teníamos la creencia de que la ofensiva no había llegado más al sur que
    Krasny Bor.»


    Elaborado por Juan Pablo Cardenal sobre el testimonio del teniente Angel
    Salamanca. Más información en los libros «Esclavos de Stalin», de Angel
    Salamanca, y «Nieve roja», de los hermanos Miguel Angel y Fernando Garrido
    Tony Solís dio el Víctor.

    ¡Por España Siempre!

  2. #2
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    Olindico está desconectado Miembro graduado
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    Re: La Division Azul En Leningrado

    muy bueno, si señor!!
    ya lo he leido antes por algún sitio, pero sigue poniendome la carne de gallina. Y aunque los alemanes al principio se sintieron reacios a aceptar soldados españoles , sus meritos y valor les hicieron cambiar de opinion


    Es difícil poder imaginar a soldados más valientes. A duras penas se ponen a cubierto, desafían a la muerte. Sé, en todo caso, que nuestros hombres están contentos cuando tienen a los españoles por vecinos.
    Adolf Hitler.

    Había leído en la historia que el soldado español era el mejor del mundo, y ahora, viéndolos en el frente ruso, lo he comprobado. La División Española lucha en primera línea sin interrupción, en uno de los sectores más difíciles y de decisiva importancia para los combates defensivos. De este modo la División Azul ha hecho el más alto honor a su Patria en la gran lucha anticomunista. Cuando la División Azul regrese a España tendremos que expresar tanto a ella como a su bravo General el reconocimiento debido a una lealtad y una valentía llevadas hasta la muerte.
    Adolf Hitler.

    Si en el frente os encontráis a un soldado mal afeitado, sucio, con las botas rotas y el uniforme desabrochado, cuadraos ante él, es un héroe, es un español...
    Jürgens - General de Artillería - Comandante General del XXXVIII - Cuerpo de Ejército de la Wehrmacht.
    Esta batalla hizo fracasar una gran ofensiva roja para romper el cerco de Leningrado, la Estrella Polar

    Tambien Cebrian tiene lo relata muy bien en uno de sus pasajes de la historia (la rosa de los vientos)

  3. #3
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    Re: La Division Azul En Leningrado

    Un oficial aleman me parece que dijo una cosa como:"si en las trincheras veis a un soldado sucio,con barba,y con la guerrera del uniforme desabrochada,saludadle porque es un héroe español"
    Otro ejemplo de admiracíon de los alemanes con respecto a los soldados de la División,fue que les permitieron ingresar en las Waffen SS.
    Tony Solís dio el Víctor.

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  4. #4
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    Re: La Division Azul En Leningrado

    yo tengo otra frase de Hitler, se trata de la respuesta que Hitler dió a sus generales tras proponerle estos invadir España.
    "Ni hablar. Los españoles ya gobernaron un vez el mundo, son el único pueblo mediterraneo verdaderamente valiente e inmediatamente organizarían guerrillas en nuestra retaguardia. No se pueden entrar en España sin permiso de los españoles".
    Tony Solís dio el Víctor.

    "El vivir que es perdurable
    no se gana con estados
    mundanales,
    ni con vida deleitable
    en que moran los pecados
    infernales;
    mas los buenos religiosos
    gánanlo con oraciones
    y con lloros;
    los caballeros famosos,
    con trabajos y aflicciones
    contra moros".

    http://fidesibera.blogspot.com/

  5. #5
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    Re: La Division Azul En Leningrado

    Leyendo esto y con la musica de ennio morricone del homenaje explicativo e la division azul en youtube estoy llorando de emocion... esto es muy fuerte.... ARRIBA ESPANAAAAAAAAAAAA!!! ORGULLOSO DE SER ESPANOOOL!! AHOR NOS TOCA A NOSOTROS SEGUIR LA GLORIA DE NUESTROS ANCESTROS! NO OS FALLAREMOOSS!!

  6. #6
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    Re: La Division Azul En Leningrado

    Cita Iniciado por mazadelizana Ver mensaje
    yo tengo otra frase de Hitler, se trata de la respuesta que Hitler dió a sus generales tras proponerle estos invadir España.
    "Ni hablar. Los españoles ya gobernaron un vez el mundo, son el único pueblo mediterraneo verdaderamente valiente e inmediatamente organizarían guerrillas en nuestra retaguardia. No se pueden entrar en España sin permiso de los españoles".
    perdona hermano como puedo poner una frase y una foto abajo de los mensajes que escriba asi como tu tienes lo de castilla mi natura, italia mi ventura, flades mi sepultura y la fotito? espero respuesta gracias!
    VIVA SIEMPRE ESPANA!
    A ESPANA SIRVO! POR ESPANA MATO! POR ESPANA MUERO!

  7. #7
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    Re: La Division Azul En Leningrado

    Ya puestos a contar cosas de alemanes y españoles, os contare una historia, mi tio abuelo, no sé por que era Teniente con los alemanes en la Guerra Civil, y me cuenta que las tortillas de patata las tenian que esconder por que los alemanes las devoraban, mismo pasaba con el vino y otras tantas comidas, si de gastronomia solo entendemos nosotros.

    "El vivir que es perdurable
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    Re: La Division Azul En Leningrado

    Cita Iniciado por gladiador-hispano Ver mensaje
    perdona hermano como puedo poner una frase y una foto abajo de los mensajes que escriba asi como tu tienes lo de castilla mi natura, italia mi ventura, flades mi sepultura y la fotito? espero respuesta gracias!
    VIVA SIEMPRE ESPANA!
    A ESPANA SIRVO! POR ESPANA MATO! POR ESPANA MUERO!

    Te he contestado por privado a tu pregunta.

    "El vivir que es perdurable
    no se gana con estados
    mundanales,
    ni con vida deleitable
    en que moran los pecados
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    y con lloros;
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  9. #9
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    Re: La Division Azul En Leningrado

    Sociedad


    Soldados de "botas quemadas", voluntarios de la División 250 en el recuerdo de civiles rusos





    © Cortesía de Borís Kovaliov



    20:53 01/04/2013

    Moscú, 1 de abril, RIA Novosti.


    Noticias relacionadas

    Falangistas, republicanos y otros soldados de la División Azul española

    A medio camino entre Moscú y San Petersburgo, antiguo Leningrado, yace la ciudad rusa de Nóvgorod. En sus arrabales pasó gran parte de su tiempo en el frente soviético la División Azul española (División 250 de la Wehrmacht), allí queda hoy un cementerio de los divisionarios y la población aún recuerda a sus combatientes.

    Frente a lo que se permitían otros (alemanes y sus aliados) en territorios ocupados, el comportamiento de los divisionarios fue el más digno”, continúa su relato el historiador ruso Borís Kovaliov.

    Cuando en 1941 los voluntarios ocuparon una franja de 50 kilómetros cerca del lago Ilmen, en las inmediaciones del río Voljov, comenzó el invierno ruso. La magnitud del “general invierno”, con temperaturas de 25-30 grados centígrados bajo cero, tomó por sorpresa a los divisionarios, a quienes el mando alemán “olvidó proveer de equipo invernal”.

    Para no morir de frío, relata Kovaliov, los españoles irrumpían en las “izbas” (casas de troncos de madera), y se peleaban por el mejor lugar frente a la estufa, en la que, a veces, introducían los pies para entrar en calor. Por esta actitud los lugareños les comenzaron a llamar “soldados de botas quemadas”.

    Compartían alimentos con los civiles. Algunos habitantes de Nóvgorod me contaron que la primera vez que probaron naranjas fue cuando los divisionarios los obsequiaron con ellas”, reseña Kovaliov.

    Por este y otros detalles su imagen entre la población de los territorios ocupados difiere mucho de la fama que se merecieron otros soldados de las potencias del Eje.

    Los habitantes de territorios ocupados apenas tienen malos recuerdos de los españoles. Sus testimonios evidencian que los divisionarios sentían más apego hacia los lugareños que a sus aliados alemanes, cuyo comportamiento tachaban de inhumano, asegura el investigador.

    Esta información queda respaldada, en parte, por los documentos secretos soviéticos a los que tuvo acceso Kovaliov, donde se indica que los delitos graves perpetrados por los divisionarios españoles fueron siempre casos puntuales que nunca tuvieron carácter masivo.

    Los españoles no destacaron por la crueldad. Se les podría llamar buenos invasores”, resume el historiador ruso.




    Fuente:

    Soldados de "botas quemadas", voluntarios de la División 250 en el recuerdo de civiles rusos | Sociedad | RIA Novosti

  10. #10
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    Re: La Division Azul En Leningrado


    Españolitos contra soviets

    24 de junio de 2011 Francisco Martínez

    Lidia (superviviente del cerco a Leningrado) pregunta a su nieta si en España se celebra el fin de la 2ª Guerra Mundial, ya que para ella el 8 de mayo es una fecha muy importante. La nieta, sorprendida por la demanda, le responde que el país ibérico no participó en los combates, y que por lo tanto no entiende que celebren nada.






    “Pues sí, es lógico que no lo celebren, pero exactamente por lo contrario, porque lucharon con los fascistas”. La nieta, turbada, le explica a su abuela que en los libros de la escuela no aparece nada de eso. “Porque después cambiaron de bando, pero yo recuerdo perfectamente a los soldados españoles. Escucha, cuando nos evacuaron de Leningrado caímos en manos de las fuerzas fascistas, y de entre todos los soldados, rumanos, alemanes, bálticos… los españoles eran los más simpáticos ¡una vez incluso nos dieron caramelos!”, recuerda. Y así fue. Soldados españoles participaron en la 2ª Guerra Mundial en las listas de la División Azul, una unidad de “voluntarios” que se integró en la Wehrmacht y juró obediencia al Fuhrer. La 250, también conocida como Blaue Division o Einheit Spanischer Freiwilliger, luchó principalmente en Bielorrusia y en la región de Leningrado, el lago Ladoga, Riga y Nóvgorod.

    Los combates no fueron una guerra de caramelos, bizcochos y confeti; como relataba Luis García Berlanga con tanta gracia en su biografía, los soldados tenían que perseguir gallinas para poder comer, sufrían un frío carnívoro y cambiaban la letra a canciones patrióticas alemanas por otras más banales y escatológicas.

    Este verano se cumplen 70 años de la creación de dicha unidad de combate, compuesta por voluntarios y con la que Franco quería legitimar sus aspiraciones de incorporar Gibraltar y las posesiones francesas en el norte de África. No obstante, muchos claroscuros siguen rodeando la creación, mandato y disolución de la División Azul, por lo que coincidiendo con el 70 aniversario se prepara una película de Gerardo Herrero con Carmelo Gómez y Juan Diego Botto, “Sangre en la nieve”, y se han publicado, además, tres estupendos libros sobre los españolitos que lucharon contra los soviets junto a las tropas Nazis.

    - “La División Azul. Rusia, 1941-1944”, (Editorial RBA). Libro en el que el periodista e historiador Jorge M. Reverte analiza cómo se creó y por qué se alistaron los voluntarios.

    - “Añoranza de guerra” (La esfera de los libros). Novela del escritor Blanco Corredoira en la que refleja cómo fue la vida en el frente y qué ocurrió con los soldados que cayeron en manos bolcheviques.

    - “La división azul. Estructura de una fuerza de combate” (Galland Books). Ensayo histórico-militar del especialista Carlos Caballero Jurado, en el que repasa las batallas más importantes en las que participó la División Azul y explica cómo se integró en la Wehrmacht. Todos estos libros ahondan en cuestiones no resueltas sobre la División Azul, un tema que se volvió escabroso e incómodo para el régimen franquista. “Aun quedan muchas cosas sin respuesta -reconoce Jorge M. Reverte- sobre todo los sentimientos que se trajeron escondidos después de haber visto la barbarie de los nazis. Porque, aunque ellos no participaron en las matanzas, eran los aliados del ejército criminal que estaba arrasando Rusia”.

    Entre esos “voluntarios” estaba además su padre, por lo que esta investigación adquirió un carácter muy personal para él. De hecho, fue “el intento de comprender qué llevó a casi 50 mil hombres a luchar a seis mil kilómetros de casa, tras una guerra civil de tres años” lo que más le motivó durante la escritura del libro.

    Pero también hay otras razones que hacen atractivo el tema, como la fascinación por aventuras en tierras lejanas: ”Ya de pequeño me sentía impresionado cuando conocía a algún señor del que me decían que había estado en Rusia; que había ido a luchar a Rusia. El simple nombre es muy evocador”, comparte el escritor Blanco Corredoira.

    El nombre de División Azul se lo puso el falangista José Luís Arrese y los primeros 18 mil soldados partieron de Madrid en julio de 1941, con temperaturas de 40º y hacinados en vagones para ganado. Al llegar a la frontera francesa les asearon, les entregaron el uniforme nazi y los enviaron en un tren de pasajeros al campo de entrenamiento de Grafenwöhr, al norte de Múnich, donde los voluntarios aprendieron a utilizar el armamento alemán y juraron lealtad a Hitler.

    "Voluntario alegre, que a Rusia te vas, con rancho de hierro para caminar" iban cantando. El 50% de los voluntarios eran en realidad militares de carrera en busca de gloria y ascensos. En el resto de destacados se mezclaban falangistas, estudiantes universitarios y jornaleros sin recursos. Así mismo, las motivaciones para el alistamiento también eran muy dispares, ya que iban desde el anticomunismo, la necesidad de demostrar lealtad al régimen franquista, la pobreza o el querer impresionar a una novia, como relató el recientemente desaparecido Luis García Berlanga.

    En los últimos días de Junio de 1941 muchos españoles creyeron que alistándose en la División Azul participarían de la gloria de armas que suponía ayudar a acabar con el comunismo. En aquel comienzo de la guerra del este todos creyeron que los ejércitos alemanes desfilarían en unas semanas en la Plaza Roja de Moscú. También es cierto que dentro de un contingente de 47.000 soldados (este es el número aproximado de los que fueron a Rusia en sucesivos reemplazos) hubo muy diversas motivaciones personales: la voluntad de hacer carrera; el escapar del hambre; el ánimo de aventura; el deseo de ganarse una acreditación ideológica para aquellos que habían hecho la guerra española en el bando republicano... De todo hubo. Pero en un primer momento el ideal esencial era el anticomunismo que tanto había crecido a raíz de la guerra civil española”, nos explica Blanco Corredoira.


    Mejor morir de un tiro en el frente que de hambre

    No todos habían hecho la guerra. Iban a probarse y no intuían lo duro que podía ser el combate. El idealismo, la miseria y el hacerse perdonar tras haber luchado por la república están detrás de la decisión de ir al frente según Jorge M. Reverte, quien recalca la dureza de la guerra y las penalidades que pasaron los soldados de la División Azul, y recuerda que la idea de creación surgió en una reunión mantenida en el hotel Ritz de Madrid por Serrano Suñer, ministro de exteriores, y los falangistas Dionisio Ridruejo y Mora Figueroa. El ejército Nazi aun parecía imparable en el 41 y los voluntarios pensaban que en seguida llegarían a Moscú y volverían triunfantes y entre aplausos a España. Sin embargo fueron destinados al frente de Leningrado y en lugar de los tres meses previstos estuvieron tres años. ”Los voluntarios creían que iban a acabar con el comunismo y se encontraron con que el objetivo era tomar un gran territorio con el que expandir Alemania, convertir en esclavos a los sub-humanos que pensaban que eran los rusos y liquidar a los judíos, primero uno a uno y más tarde en los campos de concentración. Eso ellos no lo vieron, evidentemente, pero tuvieron suficientes indicios para ver qué se estaba haciendo. Asistieron como invitados de segunda clase a una de las mayores canalladas de la historia de la Humanidad”, añade Reverte.

    Pero la ayuda del gobierno franquista a Hitler resultó ser cada vez más incómoda y difícil de explicar diplomáticamente, sobre todo una vez que la Alemania Nazi empezó a perder batallas (Stalingrado y Leningrado). Así, a los primeros combatientes que vinieron tras el reemplazo se les recibió como a héroes, mientras que los últimos fueron casi escondidos. Jorge M. Reverte lo explica de esta forma: ”Al principio, en 1941, la prensa hablaba de los voluntarios como los grandes héroes que iban a ayudar a liquidar al comunismo (al que identificaban con Rusia y el judaísmo). Luego, según el resultado de la guerra se fue volviendo favorable a Rusia y sus aliados, la prensa casi dejó de hablar de los voluntarios”.

    Durante dos años la División Azul contribuyó al cerco de Leningrado. No obtuvo ninguna gran victoria, y su actuación militar se limitó a pequeños combates locales y a una épica defensa de la posición alemana en Krasni-Bor, en la que la unidad española registró más de mil doscientos muertos, cuatro cientos prisioneros y otros mil heridos en un sólo día: el 10 de febrero de 1943.

    Fue también en 1943 cuando el gobierno español decidió disolver la División Azul. Franco entendió que la supervivencia del régimen pasaba por distanciarse de Hitler, ya que el rumbo de la guerra había cambiado y la derrota nazi parecía cada vez más probable. Los aliados ya habían empezado a presionar en Madrid para la retirada de la División Azul, a través del embajador norte-americano y del británico. Así, el 24 de septiembre se aprobó en el consejo de ministros la disolución de la unidad de voluntarios, y una semana más tarde Hitler accedió a la repatriación escalonada de los soldados españoles. Aun así, unos 2 mil combatientes se negaron a volver a España y continuaron luchando junto a los nazis en una nueva unidad llamada ”Legión Azul”.

    En total, 47 mil soldados lucharon en las filas de la División Azul; de entre ellos murieron unos 5 mil, 8 mil fueron heridos y 372 acabaron en GULAGs soviéticos, siendo obligados a trabajos forzados. De los supervivientes, 219 fueron repatriados a Barcelona desde Odessa el 2 de abril de 1954, mientras que cerca de 80 prefirieron quedarse en la ciudad ucraniana de Krasnopole. La mitad de los voluntarios que cayeron en combate fueron enterrados en la zona, al resto simplemente se les dio por desaparecidos. A la ferocidad del ejército rojo, hay que añadir la falta de ropa de abrigo adecuada y la temeridad del general español al mando, Muñoz Grandes, quien pretendía ganarse el respeto alemán a base de bajas.

    El escritor Blanco Corredoira comenta para Rusia Hoy en qué condiciones estuvieron recluidos en Rusia los soldados de la División Azul; ”Los prisioneros españoles fueron sometidos por el régimen de Stalin a un trato muy singular: por un lado se les mantuvo incomunicados con España. Fueron de los pocos prisioneros de guerra que no pudieron mandar ni recibir cartas de los suyos. Pero se les mantuvo relativamente agrupados, de forma que no cayeron en manos de los blatnoi y otras bandas de hampones. Casi siempre en lagers o campos de trabajo para prisioneros de guerra. Llegaron, eso sí, a convivir con "los otros españoles", los prisioneros republicanos españoles (aviadores, marinos, niños de la guerra española) que habían caído en desgracia y eran perseguidos por el régimen. Juntos, los españoles, hicieron causa común. Protagonizaron sonadas huelgas de hambre, como en Borovichi en 1951. Se les retuvo en la Unión Soviética más tiempo del admisible. Sólo a partir de la muerte de Stalin se suavizó el trato y se agilizó la repatriación”.

    Y añade Corredoira: ”La vuelta a España tuvo el carácter de una resurrección. Las imágenes de la llegada al puerto de Barcelona en el barco fletado por la Cruz Roja, el Semíramis, son muy emocionantes porque muchos de aquellos hombres habían sido dados por muertos. El recibimiento fue espectacular, pero luego tuvieron que rehacer su vida. Se encontraron una España muy mejorada pero que ya estaba en la órbita de los Estados Unidos. El régimen no hizo gestos que pudieran incomodar a los nuevos aliados. Y, en general, aquellos hombres no quisieron hablar de la guerra, trataron de olvidar”.


    Empatía hispano-rusa

    No obstante, resulta curioso que la mayoría de los historiadores coincidan en el fácil entendimiento entre españoles y rusos, y eso a pesar de las penurias y de encontrarse en una guerra tan cruenta. En este sentido Jorge M. Reverte explica que ”la impresión humana fue muy positiva. Todos volvieron hablando de los campesinos rusos (sólo conocieron a campesinos) como gentes maravillosas, aunque ignorantes. Les impresionaban las condiciones de vida en esos lugares que pasaban tantos meses enterrados bajo la nieve. Les impresionaba mucho el arte bizantino de las iglesias ortodoxas. Novgorod, las cúpulas de su catedral... Y les impresionó de una forma brutal los palacios de los alrededores de Leningrado. El paisaje, sin montañas, de los inmensos bosques y lagos les acababa por parecer monótono”. También Blanco Corredoira es de esta opinión, y recuerda que ”hay cientos de libros de memorias. Ello evidencia que la experiencia impresionó mucho a los españoles. La enormidad del paisaje; el incomensurable rigor del invierno; la profundidad de sus bosques...; la dureza y pobreza de la vida rural en Rusia; la belleza de su música; la bondad de sus gentes; el carácter pacífico de los prisioneros soviéticos; la fácil convivencia con la población rusa. En su mayoría mujeres, ya que muchos hombres estaban movilizados. Puedo asegurar que el español llegó a amar al pueblo ruso. Existe una atracción, un respeto y un cariño que se mantiene. Creo sinceramente que somos los dos polos y refugios sentimentales de Europa, y como tal nos atraemos”.

    Para más información tenemos los tres libros recomendados y una sala en el Museo del Ejército español, recientemente abierto en el Alcázar de Toledo.

    Para la División Azul también se compuso una canción, con letra de Agustín de Foxá y José María Alfaro, y música de Juan Tellería. El himno fue interpretado por primera vez en el Teatro Calderón de Madrid el 8 de diciembre de 1941.


    Con mi canción la gloria va

    por los caminos del adiós,

    que en Rusia están

    los camaradas de mi División.

    Cielo azul

    a la estepa desde España llevaré,

    se fundirá la nieve

    al avanzar, mi capitán.

    Vuelvan por mi

    el martillo al taller,

    la hoz al trigal.

    Brillen al sol

    las flechas en el haz

    para ti,

    que mi vuelta alborozada has de esperar

    entre el clamor

    del clarín inmortal.

    En la distancia queda

    gozo del hogar

    con aires de campanas,

    vuelo de la paz.

    Resuenan los tambores;

    Europa rompe albores,

    aligerando nubes

    con nuestro caminar.

    Con humo de combate

    yo retornaré,

    con cantos y paisajes

    que de allí traeré.

    Avanzando voy;

    para un mundo sombrío

    llevamos el sol;

    avanzando voy

    para un cielo vacío

    llevamos a Dios.








    Fuente:

    Españolitos contra soviets | Russia Beyond the Headlines
    DOBLE AGUILA dio el Víctor.

  11. #11
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    Re: La Division Azul En Leningrado

    Aquí un testimonio de un requeté y divisionario:
    https://m.youtube.com/watch?v=xtlBxYa-c08

    Saludos en Xto.
    «¿Cómo no vamos a ser católicos? Pues ¿no nos decimos titulares del alma nacional española, que ha dado precisamente al catolicismo lo más entrañable de ella: su salvación histórica y su imperio? La historia de la fe católica en Occidente, su esplendor y sus fatigas, se ha realizado con alma misma de España; es la historia de España.»
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  12. #12
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    Re: La Division Azul En Leningrado

    CAPELLANES DE LA DIVISIÓN AZUL – Por Carlos García

    Ellos NO fueron Neutrales







    “Los copos caen blandamente, cegando el mirar, posándose en leve vuelo sobre su cabeza desnuda. Pero él no se mueve.
    Está – tan quieto y silencioso – rezando junto a una tumba.
    Es un sacerdote de la División Azul”

    (Manuel Pombo Angulo)





    La gesta de la División de Voluntarios Españoles, más conocida como la División Azul es bastante difundida y su historia muy buscada por quienes ven en aquellos hombres lo mejor de la estirpe española y católica. A pesar de haber tenido una presencia muy activa en la Campaña de Rusia, no les alcanzó al menos todavía, la demoledora campaña de mentiras, multiplicando hasta el paroxismo las inconductas en que incurrieron unidades alemanas. Más aún, en los tiempos que corren han crecido de modo exponencial los libros y artículos que se refieren a esta legendaria división de voluntarios. Como si las nuevas generaciones cansadas de la mediocridad y de la avaricia humana necesitasen abrevar en el cántaro soberbio de estos héroes que, luego de una sangrienta guerra de tres años, empuñaron nuevamente las armas y marcharon a la lejana Rusia a luchar y morid por Dios y por España.


    Como dijo el entonces Ministro del Interior de España, Serrano Suñer – todavía cercano a Franco -, dirigiéndose a una multitud que clamaba tomar parte por Alemania en la lucha contra Rusia: “Rusia es Culpable”. En realidad no era la verdadera Rusia la culpable, sino la Rusia infectada por el marxismo. Esa Rusia era culpable. Era culpable de haber arrasado cerda de diez naciones, argumentando el pacto Molotov-Ribbetropp; era culpable de estar esperando el desgaste alemán para atacar sorpresivamente, pero, mucho antes, fue culpable de desangrar España en una lucha fratricida y de trocar todo su odio en persecución y muerte hacia sacerdotes y religiosas. ¡Era culpable de haber ametrallado a Cristo!





    Sin embargo, la Campaña de Rusia o Campaña del Este, esa que hizo “al mundo contener el aliento”, no fue llevada a cabo exclusivamente por los alemanes con la sola ayuda de los españoles. Hubo divisiones y unidades menores – y no tan menores, con representantes de prácticamente toda Europa: franceses, ingleses, noruegos, italianos, rumanos, croatas, belgas, rusos, etc. Conformaron otras tantas unidades de batalla incorporadas al mando centralizado de las “Waffen SS…"


    Pero volvamos a España, 18.000 voluntarios, bajo el mando del General Muñoz Grandes – más tarde reemplazado por el General Esteban Infantes -, varios coroneles, oficiales y suboficiales del ejército marcharon hacia Alemania. Eran 18.000 almas – en su mayoría voluntarios falangistas – las que integraron el primer contingente y junto a ellos marchaban, de uniforme y cara al sol, 22 capellanes del Cuerpo Eclesiástico Militar. Estos capellanes tenían estado militar, varios con el grado de coroneles y capitanes y habían cumplido su sagrado ministerio en Marruecos y, por supuesto, en la Guerra Civil. También ellos fueron voluntarios; la Fe y el amor a España corrían generosas por sus venas.


    En verdad es mucha la literatura que ha corrido sobre la División Azul, no puede sostenerse lo mismo de sus capellanes, como en general hay muy poco escrito de los sacerdotes que asistieron a los diversos ejércitos en la contienda. El día que se narre esa realidad y la trascendencia que adquirió, muchos se verán sorprendidos y muchas más tendrán que dar explicaciones sobre anteriores dichos. Quizás, parafraseando al Generalísimo Franco: “ya esté madura esa breva”.


    Hace ya un año se publicó en España un libro titulado “Los Capellanes de la División Azul”, que ha sido el fruto del esfuerzo investigativo de Pablo Sagarra Renedo, quien ya había elaborado diversos artículos sobre el tema y su tesis doctoral. Estos trabajos nos han impulsado a estas breves líneas y de ellos hemos tomado varias consideraciones…





    Cada unidad de división empeñada en combate contó con la invalorable asistencia de un capellán. En casos extremos, un mismo sacerdote debió atender a la vez a dos unidades, corriendo de un frente a otro. En la primera línea de fuego, en la trinchera, en el barro de la avanzada, en cada hospital de campaña, con sus uniformes desgarrados como el peor legionario y sus manos inquietas por la acción de los piojos, estaban presentes consolando, administrando la Eucaristía, la Penitencia y, muchas veces, la Extremaunción.


    Trae Sagarra anécdotas muy ejemplificativa de lo que eran esos hombres de Dios: “Tal el caso de don Indalecio Hernández Collantes, viejo luchador en Marruecos, primero, y en nuestra Cruzada después, hubo de interrumpir la misa que celebraba cuando ya la metralla roja había herido a alguno de nuestros camaradas”. En otra oportunidad, encontrándose fumando en una trinchera cuando una ráfaga del enemigo le cortó el cigarro que tenía en la boca, respondió con la mayor tranquilidad: “Los rusos quieren quitarme el vicio de fumar”.


    Los capellanes españoles fueron verdaderos soldados y pastores que, en una suma total de setenta, recorrieron un y mil veces el frente ruso bajo las peores condiciones de lucha y a veces en un invierno que helaba la sangre. De ellos, dos murieron y seis fueron heridos. Al menos seis Cruces de Hierro y varias medallas de Asalto de Infantería, dan cuenta del reconocimiento alemán…


    Ellos no portaron armas, pero portaban a la Verdad y llevaron a quienes la necesitaban, algo tan simple y tan grande como los Sacramentos de la verdadera Fe. Ellos no fueron neutrales, ni políticamente correctos, ni practicaron ecumenismo o ritos interreligiosos; pero tampoco tuvieron necesidad de pedir perdón alguno; porque no pide perdón quien obra por mandato expreso de Cristo Rey y María Reina.


    Pues bien, casi como una muerte anunciada, ese heroico Cuerpo Eclesiástico, al que tanto le supo deber España, fue eliminado por el perverso pelafustan de Zapatero en el año 1990. El marxismo, vencido en el campo de batalla en 1939, se tomaba venganza en las sórdidas oficinas gubernamentales de una España sombría y decadente.


    Pero cercada por el estiércol de esta España en tinieblas, está la España Imperial que quiere renacer y no olvida a sus 50.000 hombres que integraron a lo largo de tres años la División Azul. Muchos no aceptaron ser repatriados a España y decidieron seguir combatiendo bajo la denominada Legión Azul, hasta caer prisioneros de Rusia y pasar diez años de trabajos forzados en los campos soviéticos. Más de 5.000 voluntarios militares, falangistas o requetés abonaron con su sangre la tierra rusa. Los sobrevivientes, los que volvieron a la Patria, laicos y sacerdotes, pero soldados todos, llevaban en sus oídos la última arenga de su primer jefe el General Muñoz Grandes: “Cuando regreséis a España y nuestras gentes se os acerquen con el natural afán de saber de vuestra vida en Rusia, jamás les habléis de vuestras propias heroicidades, sino de las gloriosas hazañas que realizaron los que aquí han muerto para que España viva”.


    ¡Arriba España!






    Revista Cabildo – 3° Epoca – Año XV – N°107 - Enero-Febrero 2014







    ____________________________________________

    Fuente:

    Nacionalismo Católico San Juan Bautista: CAPELLANES DE LA DIVISIÓN AZUL – Por Carlos García



  13. #13
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    Re: La Division Azul En Leningrado

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    División Azul

    Violentos y ladrones, pero más humanos que los nazis

    Un historiador ruso rastrea a la División Azul española por la URSS y su impacto





    Pilar Bonet


    Moscú 7 OCT 2015 - 13:47



    Soldados de la División Azul leen el 'Marca'. La imagen pertenece al documental 'Extranjeros de sí mismos'.



    Los españoles de la División Azul (DA) que, en apoyo de los invasores nazis, lucharon en tierras de la URSS de 1941 a 1943 fueron percibidos por los habitantes de las provincias rusas donde se acuartelaron -Nóvgorod y Leningrado- como más benignos que los alemanes y, a diferencia de estos, no se vieron involucrados en represalias masivas a la población, según el historiador Boris Kovalev, profesor de la Universidad Estatal de Nóvgorod.



    MÁS INFORMACIÓN







    Para su libro Voluntarios en una guerra ajena, dedicado a la DA, el investigador ha consultado los archivos provinciales de los servicios de Seguridad e Interior y el archivo central del ministerio de Defensa, además de entrevistar a una cincuentena de personas que habitaron en pueblos del territorio controlado por la DA a las orillas del lago Ilmén o en las riberas del río Vólkov, en la provincia de Nóvgorod, y en la de Leningrado.

    Kovalev estudió también los diarios de los españoles caídos, la correspondencia incautada y más de 100 expedientes personales, entre transcripciones de interrogatorios de presos, desertores y tránsfugas, y actas de los procesos contra miembros de la DA. En conjunto, su obra presenta una visión polifacética del episodio histórico protagonizado por la Wehrmacht Alemana y los españoles que la siguieron a Rusia en una misión de solidaridad limitada que movilizó a más de 20.000 personas de diversos grupos, desde falangistas convencidos, voluntarios con motivaciones variadas, en gran parte económicas y de ascenso social, y una minoría deseosa de pasarse a la Unión Soviética.

    El frio y el hambre dominan los testimonios de españoles y rusos. Desde Alemania, los españoles marcharon a pie por el oeste de la URSS en el verano de 1941. No tenían ropa de invierno y en los pueblos de la provincia de Nóvgorod donde tomaron posiciones ya en otoño se dedicaron a robar prendas de abrigo, desde pañuelos de lana de las campesinas a edredones, que se echaban sobre los uniformes cada vez más harapientos. También se apoderaban de las válenki, las botas de fieltro rusas, que arrebataban a vivos y a muertos. Espoleados por el frío, prendían fuegos que amenazaban con incendiar las modestas viviendas campesinas donde se alojaban.



    Dos criminales de guerra


    P. B.

    Los ocupantes bondadosos se titula uno de los capítulos del libro de Kovalev, quien aclara que “de ninguna manera me propongo justificar a los españoles, porque para mí fueron ocupantes, pero es un hecho que, por las actas de la CHGK solo se pudo establecer la condición de criminales de guerra en dos casos. El primero, por razones formales, el general Agustín Muñoz Grandes, el responsable de la División Azul, y el segundo, Antonio Basco, un extraño personaje que, según testimonios orales y de las actas de la CHGK, participó en varios episodios de violencia contra la población civil. Uno de ellos ocurrió en el pueblo de Navólok, en noviembre de 1941, cuando un grupo de españoles, aparentemente dirigido por Basco, asesinó a seis personas, tres supuestos partisanos, el dueño de la casa donde se albergaban, la esposa de éste y un anciano que casualmente pasaba cerca de allí. “Todo es relativo”, afirma Kovalev y recuerda que, al caracterizar a los distintos contingentes de ocupantes, los testigos rusos a los que entrevistó calificaron a los españoles de “alegres”, “ruidosos” y ” ladrones”, a los alemanes de “exactos”,” severos”,” sentimentales” y “crueles”, y a los estonios y letones, de “asesinos”, “sádicos” e “indiferentes”.




    Sin haberse bañado desde que salieron de Alemania, piojosos y hambrientos, los divisionarios abandonaban su mugrienta ropa interior y se llevaban todo lo que encontraban a su paso: gallinas, vacas, y hasta los gatos. Una anciana invitada por los divisionarios a comer lo que creía un conejo descubrió con horror que había degustado su propio gato, cuando buscó a éste para darle las sobras del banquete.




    Soldados irascibles

    Los recuerdos de los habitantes de la zona ocupada y las actas de la Comisión Estatal Extraordinaria (CHGK, en ruso, la institución creada por la URSS para investigar los crímenes de guerra de los ocupantes) indican que los españoles eran muy excitables y podían matar a alguien en una riña, como Fédor Morózov, el alcalde colaboracionista con los nazis en Nóvgorod, tiroteado por un soldado español al que empujó en un reparto de leche. La maestra Alexandra Ojapkina, en 1941 una niña de 12 años evacuada al pueblo de Shevélevo, calificaba a los divisionarios de “muy ladrones, pero no crueles y con cierta compasión por los habitantes locales”.

    La población rusa aprendió pronto que los participantes en la “cruzada contra el bolchevismo” se distinguían entre ellos, señala Kovalev en una conversación con EL PAIS, y afirma que los españoles, “pese a todo, eran mucho más humanos que los alemanes”. Ojapkina recordaba que los alemanes acusaron a la población civil de Shevélevo del saqueo del almacén de provisiones de los españoles, situado en aquella localidad. Los alemanes hicieron salir a la calle a la gente para fusilarla y la pusieron en fila, siendo una mujer madre de seis hijos la última en salir. Con disimulo, un soldado español apartó a la mujer del grupo, salvándole así la vida. Los responsables del saqueo del almacén, aparentemente, eran los habitantes de un pueblo vecino, donde vivían descendientes de colonos alemanes.



    Los españoles de la División no se vieron involucrados en represalias masivas



    En una ocasión, en diciembre de 1941, la artillería alemana comenzó a disparar contra un grupo de 11 presos españoles capturados por los soviéticos, matando a cuatro presos.

    El mando soviético recibía informes de los interrogatorios, en los que se constataba que la moral de combate de la DA había mermado al aumentar las dificultades. Los españoles jugaban a las cartas por dinero y algunos pagaban a sus compañeros para que hicieran guardia por ellos. En la DA se dio una orden contra quienes se autolesionaban para evitar el frente. Uno de los presos, Juan Trias Diego, confirmó a los soviéticos que en la División se había fusilado a soldados por autolesionarse y que otros recibieron castigos tales como patrullar en calzoncillos o ser abandonado frente a las trincheras con un farol encendido. Los soldados se “perdían” cuando volvían al frente desde el hospital, por lo que el mando de la DA organizó el transporte en grupos vigilados por un oficial. El método no fue eficaz, a jugar por un caso en el que además del grupo desapareció también el oficial controlador.



    Los divisionarios se llevaban todo lo que encontraban a su paso: gallinas, vacas, y hasta los gatos



    En Chudovo, a 100 kilómetros de Leningrado, había dos campos de prisioneros de la Wehrmacht donde fueron exterminados más de 53.000 personas. Al iniciarse la retirada, el comandante del campo hizo formar a los prisioneros y pidió dar varios pasos al frente a quienes no se valían por sí mismos. Los 55 hombres que avanzaron, esperando que les facilitaran el transporte, fueron fusilados a la vista del resto. Chudovo estaba 40 kilómetros al norte de la zona controlada por la DA.





    ____________________________________________

    Fuente:


    División Azul: Violentos y ladrones, pero más humanos que los nazis | Cultura | EL PAÃS

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