LA IMPRENTA EN AMERICA
Con la introducción de la imprenta en Nueva España, un siglo antes que las colonias inglesas la recibieran, se publicaron y multiplicaron ediciones de libros en lenguas americanas cuya completaproducción se desconoce. Muchas quedaron manuscritas, porque el arte de imprimir no pudo extenderse a todos los lugares; otras permanecieron inéditas en espera de su publicación y no pocas se perdieron con los vaivenes de los tiempos.
En un principio nuestros descubridores se enfrentaron con el grave obstáculo de la disparidad de lenguaje y de la imposibilidad de disponer de intérpretes de idiomas totalmente desconocidos de los europeos. Pero cuantas dificultades se ofrecían por insuperables que parecieran, fueron vencidas por los españoles, singularmente por los religiosos.
Y mientras el castellano iba prendiendo en los labios de los indios que querían aprenderlo —que de nadie eran forzados— los misioneros se daban a las lenguas americanas y en ellas predicaban en templos y plazas y en vocabularios para mejor hacerse entender de los indígenas y realizar con mayor eficacia su labor evangelizadora.
Como ligera muestra entre el largo millar de libros impresos y manuscritos que registra Vinaza como pertenecientes a la época del Virreinato, de los cuales ¡240! corresponden al siglo XVI - verdaderos incunables del Nuevo Mundo -, merecen citarse: el Vocabulario azteca, de Fray Alonso de Medina, con más de 29.000 palabras: la Doctrina Christiana, en lengua huasteca; el Vocabulario en lengua Castellana y Mexicana; los Diálogos de la Doctrina Christiana, en lengua tarasca; los Discursos y Doctrina, en lengua maya; el Compendio de la lengua de los tarahumaras y guazapares; la Doctrina y Catecismo, en quechua y aimará; el Tesoro de la lengua guaraní, y otras tan numerosas como interesantes, no pocas bilingües y algunas trilingües.
Sin contar la referente a Filipinas, culmina esta producción en la gran tarea del jesuíta conquense, P. Hervás y Panduro uno de los fundadores de la filología comparada que, entre otras obras, publicó su Vocabulario Poliglota, con prolegómenos sobre ciento cincuenta lenguas.
Aparte de esta enorme producción de libros americanos, de la Península salían a millares para el Nuevo Mundo; unos en manos de emigrantes particulares, para su uso; otros, transportados por mercaderes para la venta en librerías, cuyo comercio tanto floreció, sobre todo, en Méjico y en Lima; y los más con destino a entidades, especialmente las religiosas y docentes, no quedando a la zaga los que llevaban los conquistadores; hasta nuestros soldados, a pesar de la ignorancia que la injusticia de la leyenda negra cargó sobre ellos.
Los primeros libros importados en América fueron los litúrgicos del P. Boil y los misioneros que le acompañaban en el segundo viaje de Colón. Desde 1501 fueron introductores de obras impresas los franciscanos, agustinos, dominicos, jesuitas y el clero todo, quienes rivalizaron en la enseñanza y extendieron por las tierras nuevas los esplendores del saber español. Otros grandes envíos de obras cruzaron el Océano con destino a América, como las dos mil cartillas que llevó Fray Alonso de Espinar para enseñanza de la lectura: los sesenta cajones de libros para Nueva España, de que fue portador Fray Alonso de la Veracruz, y, para no citar más, los otros ciento veintinueve embarcados ya en el siglo XVII para el "Colegio de San Fernando de Quito.
Numerosas y nutridas bibliotecas en conventos, colegios y Universidades, algunas de más de 12.000 volúmenes, dieron fe del alto nivel que alcanzó la cultura en el Nuevo Continente, y de la especial afición al estudio desarrollado entre los particulares, como la biblioteca de Sor Juana Inés de la Cruz, que atesoró más de 4.000 libros. España la enseñó; y aquella América que aprendió a leer hoy ha alzado el vuelo de su poderosa inteligencia en miles y miles de obras magistrales que esparce por entero con el sello inconfundible de su raigambre española.
Marcadores