32 vecinos de Gran Canaria desembarcan de un cayuco en Mauritania “para ver qué les parece”
Francisco José Del Pino –
Gran Canaria
UN GRUPO DE 32 VECINOS de Gran Canaria, harto de ver llegar a su isla cayucos procedentes de África, se montaron el pasado viernes en una precaria embarcación y realizaron una travesía de tres jornadas hasta desembarcar en Mauritania.
Su intención era “ver qué les parece que de repente en sus playas aparezca un barco cargado de extranjeros”. Sin embargo por la reacción de las autoridades mauritanas no puede decirse que les importara mucho.
En efecto, al desembarcar en la ciudad de Nuadibú, “nadie acudió a ver quiénes éramos”, según dijo Emiliano Pascual Revilla, un profesor de autoescuela de Las Palmas que fue quien promovió la fallida operación y consiguió reclutar a 32 voluntarios.
Revilla y los demás integrantes de la peculiar expedición se quedaron unas horas deambulando por la playa y por la carretera principal de Nuadibú, sin que nadie fuera a preguntarles nada.
La travesía había sido relativamente dura ya que la habían hecho sin brújula ni agua potable “para reproducir lo más fielmente posible la experiencia de los emigrantes africanos”. En varios momentos la embarcación estuvo a punto de hundirse. Por eso algunos se desmayaron al alcanzar la costa, sin que por ello fueran asistidos por nadie.
“La gente nos miraba y seguía su camino”, protestó otro de los participantes en el viaje.
“Queríamos que los mauritanos se dieran cuenta de lo que supone estar tan tranquilamente en el sitio donde vives y que de repente aparezca una barcaza llena de gente moribunda”, explicaron. “Sin embargo la conclusión es que no les ha importado mucho”.
Josefa del Río se subió al cayuco canario cuando otra amiga le convenció de ello, y además se llevó a su bebé de tres meses en brazos. Ambos se presentaron en Nuadibú con síntomas de deshidratación, “pero nadie nos dio agua ni nada”.
Seis horas después de su arribada, y sin haber conseguido reclamar la atención de nadie, varios empezaron a increpar a un hombre que había por allí.
“Le dijimos si acaso le gustaba que estuviéramos allí”, explicó Revilla. “Le preguntamos en inglés y en francés si le parecía bien que hubiéramos llegado ahí en cayuco. Pero creo que no nos entendía”.
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