CIRO BAYO SEGUROLA


Dorregaray, con quien correteó el Maestrazgo Don Ciro Bayo

INVITACIÓN A UN VAGABUNDAJE POR LA LITERATURA MARGINAL

Hay gente que, ya se sabe, cae de pie. Y otros, como Ciro Bayo, que no caen ni de bruces, pues su vida es un peregrinar. Supe de Don Ciro Bayo gracias al libro "Gente del 98" de Ricardo Baroja, el hermano, artista y tuerto, de Pío Baroja. En los manuales de Literatura Española, salta a la vista, no están todos los autores que merecen estar. Con Ricardo Baroja y con Ciro Bayo pasa cabalemente que, por ser de los pocos conocidos, no figuran en los libros de texto y se comete una grave injusticia. Nuestros jóvenes estudian, como Generación del 98, a Valle-Inclán, a Unamuno, a Azorín, a Baroja (Pío) y a Antonio Machado. Arrinconados quedan Ramiro de Maeztu (¿por ser políticamente incorrecto haber sido asesinado por los rojos?), Manuel Machado (el Machado preferido de D. Jorge Luis Borges), Ricardo Baroja (no entiendo que no lo estudie nadie, pues fue más rojo que Pío), y este querido amigo mío, sí, amigo Ciro Bayo.

Ricardo Baroja, ya digo, fue el primero que me habló de él en ese cuadro costumbrista de la bohemia madrileña que compuso magistralmente -"Gente del 98". De Ciro nos dice Ricardo Baroja que: "es el último aventurero español de la vieja, noble cepa". Y no son encomios efervescentes, sino cabal descripción de alguien que fue, hasta su tumba, genio y figura. Con Ciro Bayo, Ricardo y Pío anduvieron en patriótica peregrinación al Monasterio de Yuste, en busca del numen del César Carlos. Y en esa expedición de los Baroja con este singular andariego que fue Ciro Bayo supe que Ciro se había enrolado bajo las banderas carlistas, como cadete en Cantavieja, para corretear con Dorregaray.

Y éste fue el primer libro que leí de la pluma de Ciro Bayo: "Con Dorregaray. Una correría por el Maestrazgo", del año 1912. Dizque Ciro había nacido en Madrid el 16 de abril de 1859. Pero poco se sabe de él. Se sabe, por lo confesado por el mismo autor, que maldecía de los estudios de Derecho a los que lo obligaba su familia, y que por esa razón, amén de la inclinación que por el ejército sentía su natural ariano, a los 15 años deserta de la vida civil y se nos alista en el ejército carlista. Después de aquella peripecia, en el Maestrazgo, a Ciro se le ve por Barcelona, pero poco le dura aquello, culillo de mal asiento, viajero infatigable atravesó el Atlántico y recorrió las Américas, como nuestros aventureros del Siglo de Oro. Esa propensión a trajinar los caminos nos la describe él mismo con gracejo en su magnífico libro de viajes "El peregrino entretenido":

"Como pájaro emigrante, siento con el buen tiempo necesidad de volar; la nostalgia de la vida de campo, de vagabundear al sol y al aire libre. Unas veces a pie, otras en cabalgadura, salgo de la ciudad casi todos los años y hago una correría, más o menos lejana, para gozar de la buena vida bohemia".
En "El peregrino entretenido. Viaje romancesco", al igual que hiciera Ricardo Baroja en uno de sus capítulos de "Gente del 98", Ciro Bayo nos cuenta el peregrinaje que hizo con los Baroja a Yuste, pero -al ser "viaje romancesco", esto es "novelado"- Ciro se permite la licencia poética de ignorar a los Baroja que le acompañaban y pinta su viaje, con su itinerario, en solitario. Ricardo Baroja fue el más exacto en cuanto a la relación de este viaje de Madrid a Yuste. Pío Baroja empotró la misma excursión en su novela "La dama errante" (llevando a sus personajes por la misma ruta que anduvieron los tres). Puede ser que Pío y Ciro no trillaran juntos, partieran ramales o algo -cualquiera sabe- ocurriera en ese camino o después pues, el hecho es que, si por un lado Ciro Bayo ignora a los Baroja en su "Peregrino entretenido", Pío Baroja, cuando refiere a guisa de introducción a su novela la génesis de ciertos pasajes de la misma escribe, en cuanto al viaje descrito en "La dama errante": "el viaje por la Vera de Plasencia lo hicimos mi hermano y yo y un amigo, llevando en un burro provisiones y una tienda de campaña". El amigo cuyo nombre omite Pío es Ciro Bayo. A saber qué mosca le picara a Pío Baroja para no citar al bueno de Ciro Bayo, aunque teniendo en cuenta la proverbial misantropía del novelista vasco no es tampoco para extrañarnos.

Ciro Bayo no puede dejarnos impasibles. Nos mueve a él una simpatía difícil de ocultar, después de haberlo leído. ¿Cómo no amigarse con él? Ciro Bayo es alguien que se define a sí mismo así: "soy un español rezagado del siglo XVII". A poco que de sus andanzas sepamos, queda abonado su autorretrato con la justeza que exige la verdad. Ciro Bayo no fardaba, era un español rezagado del siglo XVII.


Portada de "Lazarillo español"


He hablado de "Con Dorregaray", de "El peregrino entretenido"... Pero, tal vez, la obra más asequible para el español actual -las obras completas de Ciro Bayo cuestan lo suyo, y estamos en crisis- sea "Lazarillo español. Guía de vagos en tierras de España por un peregrino industriado". En "Lazarillo español" Ciro Bayo nos lleva desde su original paradero en Madrid por un viaje a la ventura que, atravesando La Mancha, nos pasea por las Andalucías: Jaén, Córdoba, Sevilla, Granada... Y, luego, en un quiebro toma el levante y, pasando por Valencia, llega a Barcelona.

Si en "El peregrino entretenido" el viajero -lo sabemos de buenas tintas (por los hermanos Baroja)- iba en compaña y no parece que le faltara nada, "Lazarillo español" es un vagabundaje a la usanza de los indigentes: a lo que salga, a lo que salte. En el camino: guardiaciviles, guardas de la caza, gitanos, arrieros, tratantes, posadas, buscones y ciegos tunantes. La España que cierra el siglo XIX y abre el XX, tal y como nos la muestra Ciro Bayo a los ojos de Soror Imaginación, apenas difiere, si no es en los atavíos y el atrezzo, a la España en que hidalguía y picaresca se confunden, como en tiempos de Lázaro de Tormes. El título, por tanto, le cuadra al libro de Bayo.

En los pueblos, curas de aldea, ilustrados y finos, caritativos y campechanos, sentarán al andariego a su mesa: Ciro siempre hizo buenas migas con los curas, y hasta con los Monseñores Obispos gracias a su cultura latina, entre otras habilidades. Se nos presentan aquí y allá a los caciques de las comarcas, a los hidalgos de los pueblos... Y, siempre, como un coro griego esa maravillosa y sufrida población de españoles -con abundancia del elemento rural- de la época de Bayo. En Sevilla, deslumbra -en "Lazarillo Español"- la descripción que nos hace de la Obra Pía que, después de siglos permanecía fiel al espíritu con el que la levantara aquel caballero que en el mundo fue llamado Don Miguel de Mañara. Mañara es el apellido real de la persona histórica que, según es fama, inspiró a Tirso de Molina esa figura universal de la Literatura, el "Don Juan", que tanto juego daría a la Literatura y a la Música universales: para Zorrilla, "Juan Tenorio", "Don Giovanni" en el libreto que Lorenzo da Ponte escribiera para la magnífica ópera de Mozart... De Mozart, Don Juan impresionó en Kierkegaard, luego en Albert Camus, también en Henry de Montherlant. Don Juan -el Burlador de Sevilla- parece que fue este mismo Don Miguel de Mañara que, llegado a la vejez y escarmentado de su rijosa vida tan malgastada, vino a redimirse erigiendo la famosa Casa de Mañara que en Sevilla atendía a los indigentes: ¿lo hace todavía? Algún lector hispalense puede que nos saque de dudas. Ciro Bayo irá a parar a la Casa de Mañara, de la que guardará buen recuerdo (tanto que, más tarde, en "El peregrino entretenido" volverá a mentarla para bien). Alguna que otra escena que pinta Ciro, estampas tomadas del natural, son de un verismo tremebundo: la miseria y la mala suerte parece que se conjuran en algunos personajes -reales- con los que se encuentra el caminante. Y las historias de sus vidas menudas son de tal crudeza que todavía nos emocionan y tienen el poder de, pasado el tiempo, apesadumbrarnos. Así de poderosa es la prosa castiza de Ciro Bayo, capaz de fascinarnos ejerciendo, a traves de su arte literaria y atravesando las décadas y rebasando la centuria, la mágica evocación de una España que se resiste a extinguirse.

Cioran contó a Fernando Savater, en cierta entrevista, que en vísperas de la Segunda Guerra Mundial el filósofo rumano, avecindado en ese entonces en Francia, recorrió Francia y, por disponer de poco dinero, pernoctaba en albergues juveniles, donde alternaba con católicos tanto como con comunistas: "Así llegué a conocer muy bien las opiniones y la disposición política de los franceses" -dice Cioran.

En verdad, somos de la misma opinión. Nada mejor hay, para conocer un país y sus gentes, que andarlo de cabo a rabo. Ciro Bayo se anticipó a Cioran, como se anticipó a otros que, luego, pasarían por ser los grandes andarines de la mejor literatura y la mejor televisión hispánicas: D. Camilo José Cela, en la primera categoría o, para la segunda, pongamos a un D. José Antonio Labordeta, con su inolvidable país en la mochila. A Ciro Bayo habría que remontarse para entender a Cela o a Labordeta.

Ciro Bayo falleció en 1939, poco después de la victoria de Franco. Malvivía, soltero y olvidado, en un asilo para escritores del Madrid del "No pasarán"... Allí había llegado, merced a la misericordia de algunos amigos escritores que, viéndolo en necesidad y tan solo, le alcanzaron la plaza en dicha institución. No triunfó en las Letras, cuando tenía sobrados méritos, más que otros que incluso le copiaron (sin que por ello desmerezca, pero poniendo las cosas en su sitio, diremos que Valle-Inclán copió de Ciro Bayo, con más suerte que su pionero, el género que luego eclosionaría en "Tirano Banderas"). Los libros de Bayo dejarían, con el tiempo, de publicarse y yacen olvidados en las librerías de viejo o en las viejas bibliotecas. Su nombre no es de esos de relumbrón. Los estudiantes de Bachillerato puede que nunca sepan quién fue Ciro Bayo, cómo escribía este hombre. Pero yo, desde esta humilde tribuna, le hago este homenaje a un español rezagado del siglo XVII... Que está por descubrir. Y animo a todos a asomarse a sus libros, y aventuro que, con mucha probabilidad, harán habitación en ellos. Tal vez, lector, con mucha suerte, puede que, si cuentas con una biblioteca de libros viejos (de tu padre, de tu abuelo), esté allí el "Lazarillo español" de Ciro Bayo. No dejes que se quede ahí.

Si compartes conmigo el gusto por la prosa castiza y recia, con remembranzas de nuestros siglos de Oro, no lo dudes, échatelo a los ojos. Puede ser que, una vez comenzado, no seas capaz de cerrarlo hasta que lo acabes.

Hazme caso... Recorre España con Ciro Bayo, y no te arrepentirás.

Maestro Gelimer

LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS