LAS MEMORIAS, LAS AUTOBIOGRAFÍAS Y LOS DIARIOS
UNA REFLEXIÓN SOBRE EL GÉNERO LITERARIO COMO TAL Y UNOS CONSEJOS
Pese a lo que por pereza intelectual se repite por ahí, el género autobiográfico y biográfico está muy bien representado en España, sobre todo en la del siglo XX. De tal manera que las memorias, autobiografías y diarios de los protagonistas de nuestra Historia pueden ser un útil instrumento al investigador histórico, también al curioso.
Nosotros que, lejos de investigar, nos conformamos con curiosear, tenemos una predilección por las memorias de personajes como el socialista Julián Zugazagoitia Mendieta, Manuel Azaña o el lendakari José Antonio Aguirre Lecube, por poner ejemplos del campo republicano; en el campo de los sublevados destacaríamos las memorias de Emilio Mola o los recuerdos de Pedro Sáinz Rodríguez.
El género literario de las memorias, los diarios o la simple autobiografía exige, por parte del lector, cierta reserva que será muy pertinente (pues todos los seres humanos suelen ser muy indulgentes con sus palabras y actuaciones consumadas; ensayando los argumentos para autojustificarse), pero -sabido esto- la discreción del lector no ha de menguar el caritativo concepto del personaje (sea éste quien sea) que escribe en primera persona (sabido es que Julio César prescindía de la primera persona y se refería a sí mismo en tercera persona; ardid de ideólogo, más que modestia o cortesía).
En principio será conveniente que el lector piense bien de todo aquel que escribe sus memorias, sin importar la ideología desde la que nos habla el autor, tratando de suspender el juicio sobre la simpatía o antipatía que por sus ideas pueda suscitarnos. Estamos ante un hombre: con sus equivocaciones, vicios, virtudes y aciertos. Podríamos también pensar que es un vanidoso (y tal vez no nos equivoquemos), pero si fue protagonista o simplemente testigo de ciertos hechos trascendentales para la historia, es un error que la historia no cuente con el recurso que le brinda el género. Después, a toro pasado, el lector constatará si el autor ha querido embaucarlo o, simplemente, los errores que puedan notarse (y esto es algo más frecuente) pudieran cargarse a la cuenta de la ignorancia del hombre que estaba viviendo unos acontecimientos, los recordó, los escribió y los narró.
Lo cierto es que la enseñanza que se extrae de la lectura de las memorias, autobiografías y diarios es una. Es ésta: resulta más fácil saber el pasado (incluso anticiparse al futuro) que saber lo que realmente se está viviendo en el presente.
LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS
De todos modos, Maestro, a mí me parece que la inmensa mayoría de los lectores no tienen tanta cultura y formación como usted y se pueden creer el cuento de Caperucita Roja. Desgraciadamente, eso sucede mucho hoy en día. Si no se conoce bien la Historia, mejor no leer a ciertos personajes.
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