EL BARÓN DE VELASCO


Don Fernando Ruano Prieto, Barón de Velasco
Y LAS LOGIAS FANTÁSTICAS
Una suerte de moda subliteraria cunde por doquier en cierta literatura de pasatiempo (que, después, en muchos casos, ha tenido su reflejo en el cine). Nos referimos a esas novelas que tienen como tema central un supuesto enigma o misterio oculto -las más de las veces estos secretos son de trascendental importancia para la comprensión de la Historia. Algo tan formidable que, si se sabe, puede desbaratar la Historia Universal, poniéndola toda patas arriba: "Jesús de Nazareth tenía novia, se casó y tuvo hijos" -pongamos por ejemplo- es una de las patrañas preferidas de estos profesionales del bulo.

Cualquiera que sea el secreto que nos propone la novela, dicho secreto suele estar custodiado por una sociedad secreta (buena o mala, depende de la trama). Entonces es cuando interviene otra sociedad secreta (opuesta y antagónica) cuya misión consiste en arrebatar el secreto a los buenos (para ocultarlo a la humanidad y seguir manipulando) o, si la sociedad secreta es buena, entonces su misión consistirá en desposeer a los malos del secreto, para hacer el enorme favor a la humanidad de descubrirle algo que los malos (el Papa, los curas, el Opus Dei, Teresa de Calcuta o Francisco Franco) le ocultaban: ¡qué malos que son los católicos! Así son todas estas novelas que decimos, la de escenas eróticas que salgan dependen del grado de calentamiento mórbido y de la rijosidad de su escritor.

Aunque la más célebre de todas sea "El Código Da Vinci" hay muchas más. Y, en nuestro corral hispánico, tampoco faltan. Aquí tenemos "La lápida templaria", de un tal Nicholas Wilcox (un pseudónimo que afirman que es el de Juan Eslava Galán). Ni que decir tiene que en la mayor parte de estas novelas la Iglesia católica es presentada al lector como el bastión del oscurantismo y el cerrilismo ortodoxo, enemiga de todo progreso humano, hostil a revelar los profundos misterios que guarda, para mantener el monopolio religioso de sus dogmas.

En "La lápìda templaria" son varias las sociedades secretas que se ven involucradas en la carrera por hacerse con la custodia de la Mesa de Salomón: los servicios secretos del Vaticano (cómo iban a faltar) y hasta los servicios secretos de Israel: el Mossad (que siendo la Mesa de Salomón no iban a quedarse ellos en Jerusalén). Los malos, como siempre, son los católicos. En este caso se inventa una sociedad llamada "Los Doce Apóstoles" que se nos pinta en las páginas de esta novela como una organización compuesta por los elementos más tradicionalistas e integristas de la nobleza y el clero de Jaén. Cuando uno está familiarizado con la historia de su provincia, cuando descubre bajo los nombres de los personajes de esta "novela" los nombres de los personajes históricos (algo que no resulta tan difícil) uno piensa que el autor de esta novela (Nicholas Wilcox o Eslava Galán) escriben desde una superficialidad histórica inadmisible.

En la novela uno de los personajes que aparecen es un tal D. José de Peña y Pazo, Marqués del Rincón de la Coronada (por ejemplo), que no es otro que D. José del Prado y Palacio, Marqués del Rincón de San Ildefonso y esposo de nuestra paisana Doña María Teresa Fernández de Villalta y Coca. El Marqués del Rincón de San Ildefonso era un monárquico amigo de Alfonso XIII; su presunto "integrismo" religioso-político solo existe en la mente de Nicholas Wilcox. Hoy no nos vamos a referir a D. José del Prado y Palacio, pero sí vamos a presentar a un personaje desconocido que, siendo de Arjona, no deja de estar relacionado con toda esa mixtificación de la Mesa de Salomón. Nos referimos a Don Fernando Ruano Prieto.

Don Fernando Ruano Prieto, Barón de Velasco, nació en Arjona. Doctor en Derecho y Filosofía y Letras fue un historiador que publicó en 1897 "Don Juan II de Aragón y el Príncipe de Viana", Bilbao; "Anexión del Reino de Navarra en tiempo del Rey Católico" (Madrid, 1899) y "Don Martín de Acuña capitán de arcabuceros caballero del hábito de Santiago y espía mayor del rey de las Españas don Felipe II (1544-1558)", Madrid, 1899. En 1916 era Diputado a Cortes por Albarracín y en 1917 fue nombrado Delegado General de Agricultura e Inspector General de Primera Enseñanza. Los estudios arqueológicos y su erudición encontraban una válvula de escape en revistas del ámbito provincial como Don Lope de Sosa.

Al Barón de Velasco se le ocurrió edificar una Capilla para acoger los restos mortales de sus padres. El proyecto original fue del maestro Giovanni, un marmolista italiano, y contó con la ayuda del arquitecto D. Antonio Flórez Urdapilleta. El emplazamiento que se eligió para este mausoleo fue el mismo que tenía la familia en la iglesia parroquial de San Juan de Arjona. El estilo en que fue concebida esta cripta era peculiar: estilo neobizantino en cuyo ábside se trazó un Pantócrator, rodeado por cuatro querubines, siendo grande la belleza de la composición. También trabajó en esta obra D. José Capuz Manano (Valencia, 1884-Madrid, 1965) que esculpió en mármol de Carrara tres colosales estatuas alegóricas: la Fe, la Esperanza y la Caridad que protegían los nichos funerarios, bajorrelieves en ricos mármoles revisten las paredes. Las milicias del Frente Popular saquearon bárbaramente esta Capilla Enterramiento, dañando en gran parte la obra original.

El arquitecto D. Antonio Flórez Urdapilleta


Es en este panteón familiar en donde la fantasía delirante de muchos -que, por supuesto, se creen iniciados esotéricamente- quiere ver el paradero de la "lápida templaria" (la Mesa de Salomón), el Shem Shemaforash. El Barón de Velasco -aseveran algunos- formaba parte de una Logia Pontificia, la más arriba dicha "Los Doce Apóstoles". Nosotros quisiéramos saber qué narices es una "Logia Pontificia", pues sabemos que en el Vaticano hay masones infiltrados, pero que a la masonería le haya dado por ser "pontificia" es algo que no hemos encontrado en ninguno de los mejores monográficos sobre masonería que podemos encontrar en español. Además de un exceso de fantasía, este tipo de literatura que especula con presuntos y descabellados secretos misteriosos tendría que aportar algo más, estoy pensando en algo así como documentación histórica que pruebe la existencia de las sociedades secretas que se inventan, así como la pertenencia -por ejemplo, la del Barón de Velasco- a este tipo de organizaciones secretas. Cualquiera puede inventarse sociedades secretas en el pasado y meter en cualquiera de ellas a Leonardo Da Vinci, por ejemplo.

Suele pasar que muchos tontos siempre dan de comer a unos pocos listos. Queremos pensar que quienes se inventan estas fábulas no se las creen, pero... Cualquiera sabe. Ya dijo Chesterton que cuando se deja de creer en Dios se cree en cualquier cosa.

Una de las artísticas alegorías de las Virtudes Teologales, obra del valenciano José Capuz.

Manuel Fernández Espinosa
EL BLOG DE CASSIA