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Tema: Artículos tradicionalistas de las hemerotecas

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    El Eco del Bruch

    Artículo
    aparecido en El Eco del Bruch.

    Manresa (Barcelona). Domingo, 24 de julio de 1870

    Las dos cuestiones y las dos políticas.

    En todos los artículos que han visto la luz pública en el Eco del Bruch, hemos hecho siempre política puramente española, puramente carlista y anti-liberal; porque aquí en España el sistema que ha labrado nuestra ruina y descrédito es el liberalismo, al cual combatimos; asi como el único que puede salvarnos y restituirnos nuestro crédito y nuestra honra es la monarquía tradicional, cuyo augusto rey es D. Cárlos de Borbon y de Austria, al cual defendemos. Olvidándonos por un momento hoy de que somos españoles, y acordándonos de que somos miembros de esa sociedad que está estendida por toda la haz e la tierra, la Iglesia católica, y pensando que vivimos en Europa, en aquel viejo continente que ha trocado sus monarquías cristianas por constituciones ateas, y sus reyes legítimos por unos cuantos bribones afortunados; examinaremos las grandes cuestiones que están hoy pendientes en el mundo, asi como las potencias que por sus tradiciones, por su historia y por la Providencia, vienen llamadas á resolverlas.

    Dos son las grandes cuestiones europeas: trascendental la una y que está, como hoy se dice, sobre el tapete; y gravísima la otra, y que duerme al parecer arrullada siempre por el Czar de las Rusias.

    La primera, la que afecta á la conciencia de la humanidad, la que influye mas poderosamente en la marcha de la Europa y del mundo, es la cuestion italiana, la del Pontificado y del Catolicismo, que son condicion de vida ó muerte para las sociedades.

    La otra cuestion es secundaria, aunque en sí sea importantísima. Anteayer estaba en Crimea, ayer en Italia y Alemania y hoy está en Oriente, suspendida, por decirlo así, de los muros de Constantinopla.

    ¿Quién debe resolver estos importantísimos problemas? - ¿Qué potencias vienen llamadas á resolverlos por sus tradiciones, por su historia y por la Providencia?

    Al cerrarse el paréntesis de los tiempos conocidos con el nombre de Edad Media, apareció en Europa una (...) entretenida ántes en lanzar de su suelo á sus enemigos los árabes, yacía oculta y olvidada casi del resto del continente. Esa potencia á la cual Dios regaló como en premio de su fé y de su constancia todo un mundo, esa potencia que levantaba su cabeza de entre todas las demás que se formaban al calor de Roma civilizadora, se habia distinguido y se distinguía aun en sus guerras y sus espediciones por su grande amor al Catolicismo. Fernando é Isabel sus reyes acabaron de arrojar de esta nacion á los moros conquistando á Granada; Cisneros, el Gran Cardenal y el gran Ministro, robusteciendo con su previsora energía la Monarquía Española, perseguía á los fanáticos hijos de Agar en las playas africanas, dó se hablan refugiado, y apareció finalmente el gran Carlos I, que en medio de sus yerros, personificó sin embargo la política católica. Su objeto: Una Monarquía Universal: medios para conseguirlo, catolizar el mundo. Es verdad que se lo estorbó Francia; pero la humilló en San Quintin: se lo estorbó la Alemania y la castigó en Muhlberg: para seguir una política verdaderamente católica, solo nuestra España le fué fiel. Felipe II su hijo, continuó la misma política. Castigó en Pavía á los franceses, que no tenian una política clara y francamente católica, venció á los turcos en Malta y Lepanto, cuyo triunfo hubiera resucitado en Europa los tiempos de la barbarie y del oscurantismo. Siempre la España en las grandes crisis sociales ha permanecido al lado de la Iglesia: siempre en Europa el paladin del Catolicismo ha sido nuestra amadisima pátria.

    El vecino Imperio siguió una política católica cuando la dinastía de los Meroveos, encarnándose aquella en la figura mas sublime de la Edad Media, Carlo-Magno. Despues se eclipsó el sol de la lealtad católica en Francia: el libre examen y el orgullo de sus reyes extraviaron su marcha política, y un rey protestante converso al Catolicismo, ciñó la corona que habia ceñido Luís el Santo. Su política fué mas material que espiritual, mas mercantil que religiosa: las potencias europeas segun él, debian estar equilibradas de tal manera, que ninguna de ellas por si sola, á no ser que fuese Francia, pudiese inclinar la balanza en que se pesaban los asuntos de general interés. Dióse desde entonces en aquel reino mas importancia á la fuerza material que á la moral; á los castillos y fortalezas que á las catedrales y á los conventos. Esta fué la política de Enrique IV y de Luis XIV, de Napoleon I y de Napoleon III. Política de engrandecimiento material, degenerando la mayor parte de las veces en política anticatólica.

    Inglaterra.... ¿qué diremos de Inglaterra? Esa nacion que solo se entusiasma por minas de carbon ó de hierro, de plata ó de oro, y que para la elaboracion de esas mismas materias sacrifica la dignidad de sus hijos, y en pleno siglo XIX resucita la esclavitud, esa Inglaterra cuna del protestantismo (...) enviará su famosa marina allí donde tenga intereses que perder ó capitales que asegurar. Combatirá la anexion de Portugal á España, porque así perdería un esclavo; defenderá la dependencia de las Indias, como defendería un sultan su harém de hermosas esclavas; y con sus innumerables fuerzas marítimas, y los mil ojos de su astuta diplomacia, vigilará el sueño del Czar para que no despierte en un momento impensado para Europa, en las hermosas torres de la antiquísima Bizanzio. La política de Inglaterra es y ha sido siempre de tres siglos acá, política de intereses, mas material que la política francesa; pues en esta al fin y al cabo domina la idea del honor bien ó mal entendido.

    Ahora bien : abarcando de una mirada la situacion actual europea; ¿dónde, en qué punto del globo hace falta la política de equilibrio? ¿Dónde, en qué punto del globo la política católica?

    La primera hace falta en Constantinopla: El Czar no renunciará sus proyectos de conquista; y Francia é Inglaterra ayudadas ú hostilizadas por otras potencias tendrán que oponerse á los proyectos de dominio del coloso de las Rusias. Esas dos naciones no podrán consentir el engrandecimiento de este, por la sencilla razon de que asi quedarian perjudicados sus intereses, que es el alma y móvil de sus actos políticos.

    La otra cuestion, la cuestIon católica está envuelta en Roma. Roma debe ser libertada por un rey cristiano; y ese rey cristiano, no puede ser otro hoy, por hoy, que Carlos VII.

    Datos:

    1.º ¿Hay en Europa nacion alguna mas católica y legitimista que Espana? No.

    2.° ¿Hay en Europa una nacion en la cual el liberalismo se encuentre mas desacreditado que en España? No.

    3.° ¿Hay en Europa una nacion cuya constitucion interna y cuya unidad de sentimientos puedan reanudarse en mas breve tiempo y con mas facilidad que en España? No.

    4.º ¿Hay en Europa una nacion que en toda su historia se haya mantenido mas adicta al Pontificado, como España? No.

    5.° ¿Hay en Europa una nacion á la cual Dios haya confiado de una manera tan visible y tan continua su defensa y su causa, simbolizada en la causa y defensa del Catolicismo como á España? No.

    6.° ¿Hay en Europa un rey legítimo tan cristiano y caballero, tan guerrero y valiente, tan enérgico y político como Cárlos VII? No: no le hay: y por eso saludamos en D. Cárlos no solo al Regenerador de España; si que tambien al Restaurador de la politica cristiana en Europa. D. Cárlos con su triunfo libertará cual otro Recaredo á nuestro país de esos nuevos arrianos, que en vez de llamarse liberales, se debieran llamar anti católicos, que es su verdadero nombre: y arrojará de Italia á ese ladron coronado, segun frase feliz de un orador español, á ese Victor Manuel, que merced á la mas negra traicion y á la mas refinada hipocresia, se apoderó de los varios reinos en que estaba dividida aquella Peninsula tan hermosa como desgraciada.

    Nuestra política no puede, no debe ser mas que católica; de tal manera que los que sentimos á la española, hasta nos parecería una anomalía ver nuestros soldados acampados en Constantinopla con el solo objeto que de ella no se apoderaran las Rusias. Si nosotros fuéramos á Constantinopla, sobre la cúpula de Santa Sofía plantariamos la gloriosa enseña de la cruz: porque alli donde va el ejército español, no va solo la fuerza material, va tambien nuestra fé, van el Evangelio y aquel sagrado lábaro que dió la victoria á Constantino el Grande. Por alli donde pasan nuestros soldados, dejan siempre un templo levantado á nuestro Dios, y un imperio tributario de nuestro rey: alli donde queda una huella de civilizacion española, alli queda una

    España! España! ¿Dónde está tu rey? España! España! ¿Dónde están tus hijos? La Providencia llama á tus hijos y á tu rey para que salven su causa, la causa del Papado y del Catolicismo que un dia hizo de ti la nacion mas grande del universo.

    La Providencia quiere que España tenga un rey legítimo y cristiano: y España le tendrá: porque el pueblo de Granada y Lepanto, el pueblo que salvó á la Europa de una inundacion de árabes y de turcos, el pueblo de 1808 que derrotó al tirano de las naciones, Napoleon I, no ha muerto aun: la tumba de un pueblo tan grande como este, no pueden labrarla hombres tan pequeños como Prim y Rivero, como Olózaga y Ruiz Zorrilla. Este pueblo sabrá arrojar de su suelo á esos tiranuelos que le chupan su sangre y la de sus hijos, y sabrá ir, aunque sea á Vevey, á buscar á su rey legítimo D. Cárlos de Borbon y de Austria: y D. Cárlos y España unidos con el estrechísimo lazo de la Religion católica y bendecidos por la Providencia darán la libertad á la Iglesia y la paz al mundo.
    Última edición por Rodrigo; 05/02/2013 a las 22:20
    Xaxi dio el Víctor.
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    Re: Artículos tradicionalistas de las hemerotecas

    El Eco del Bruch

    Artículo
    aparecido en El Eco del Bruch.

    Manresa (Barcelona). Domingo, 29 de mayo de 1870

    La carta del Sr. Aparisi y Guijarro.

    Despues de la carta del señor Duque de Madrid D. Carlos VII á su hermano don Alfonso, no ha aparecido en el campo carlista ningun documento politico tan importante como la carta del señor Aparisi. Es esta carta un verdadera programa de Gobierno, y en ella se aclara y se confirma mas y mas la política que el señor Duque de Madrid prometió inaugurar y cumplir en su célebre Manifiesto.

    Antes de ocuparnos del fondo de la repetida carta, cúmplenos decir que agradecemos en el alma las palabras que en nombre de nuestro Rey en ella se nos dirigen; y cúmplenos tambien ratificar mas y mas nuestra adhesion al Representante de la legitimidad, diciéndole con sencillez pero con entereza : «Podreis tener vasallos mas ricos, mas nobles, mes aguerridos, mas literatos que los redactores del Eco del Bruch, pero súbditos mas fieles y mas adheridos a vuestra real persona, y sobre todo, a los principios que representais, No.» Ni nos arredran las amenazas, ni las persecuciones. Ni apagan nuestro entusiasmo la desgracia y el destierro; ni vendemos, ni venderemos nuestras plumas á causas ilegítimas, ó á motines afortunados: somos de la Religion católica, pertenecemos á España, amamos al Rey, y no hay bastante oro en el mundo para comprar á un verdadero católico, y español y carlista. Llámesenos en horabuena retógrados y oscurantistas, neos y atrasados; nosotros preferiremos siempre esos motes á la tacha de inconsecuentes. Hemos jurado á un Dios, y solo serviremos á ese Dios; hemos jurado á una patria y á un Rey, y ese juramento valdrá por toda nuestra vida. En nuestra historia solo encontrarán los hombres un juramento, uno solo; cosa harto rara en nuestros tiempos. Diga lo que quiera la gente; «nosotros sobre todo debemos salvar nuestra conciencia ante Dios, y el honor de nuestra bandera á los ojos del mundo.» Asi nos lo aconseja y nos lo manda en su carta el señor Aparisi; asi lo procuramos y procuraremos cumplir siempre nosotros.

    Hay en dicha carta una refutacion solemne y una negacion rotunda de algunas especies que hacen correr los liberales entre los propietarios, para que estos permanezcan alejados de nuestro campo: especies que se reducen al restablecimiento de los diezmos, señoríos, inquisition etc. etc. etc. Pues conste que no habrá nada de eso; conste que Carlos VII no quiere restablecer diezmos, ni señoríos; conste que lo único que quiere echar fuera es el liberalismo, y lo único que quiere restaurar es la Monarquía Tradicional con sus Cortes económicas y consultivas, no legislativas, con sus municipios libres, con su unidad católica y con su respecto a la autoridad y á la propiedad, tan maleado por moderados y unionistas, como pisoteado por progresistas y republicanos. Dice el señor Aparisi: «Despues del concordato, el partido carlista no puede pensar ni en anular ventas de bienes, ni restablecer diezmos, y por razones que á nadie se esconden, nunca ha pensado en hacer revivir señoríos.» Y esto lo dice el señor Aparisi con consentimiento, beneplácito y aprobacion del Rey D. Cárlos de Borbon y de Austria.

    Ahora bien: ¿saldrán de su retraimiento los hombres, los propietarios á quienes espantaba el fantasma de los diezmos y señoríos? Es de creer que sí, es de creer que se vendrán sin demora á nuestros reales. No hay porque negarlo: muchos hay que son católicos y monárquicos de corazon, muchos que desearían nuestro triunfo si con nuestro triunfo no creyesen que volverían otra vez los diezmos y señoríos. Pues bien: nosotros decimos á esos propietarios, que alejen todo miedo y temor; nosotros esperamos de nuestros suscritores y correligionarios todos que transmitan esa determinacion á amigos y enemigos, á carlistas y a republicanos. Ese fantasma: de diezmos e inquisicion tenemos que conjurarlo á fuerza de protestas enérgicas por ahora, que despues, cuando el Rey reyne y gobierne, ese fantasma desaparecerá para no aparecer jamas.

    Con Cárlos VII se dará el golpe de gracia á tanto ministro intrigante y dilapidador, a tanto diputado ambicioso y egoista, á tantas córtes que solo hablan de empleos y nóminas, de bajer y subir olvidándose de España, á tanto empleado torpe y á tanto militar imbécil. Yo reinaré y gobernare, ha dicho el Rey; yo no reseablecere diezmos, ni señoríos, porque amo al pueblo y respeto y cumplo sus legítimas aspiraciones: yo seré el presidente de mis Ministros, yo estaré al frente de los empleados, yo presidiré las Córtes y escucharé las necesidades de mi pueblo. Yo seré el general en jefe del ejército, y le guiaré al combate y con él venceré ó sucumbiré con él. El pueblo me ayudará en todo y por todo, y yo le daré mi vida, mi sangre, mis hijos; yo le daré órden, libertad, no liberalismo, que el liberalismo es la máscara con la que se cubren su rostro los tiranos. Esto dice y cumplirá el Rey Cárlos VII. Y esos liberales que dicen á nuestro pueblo, que el Duque de Madrid ni podria, ni sabria cumplir lo prometido; á esos liberales miradles bien, pues son los que mas creen que tales promesas se llevarian á efecto.

    Los liberales quieren gobernar la España, pero no quieren que esta tenga un Rey-verdad. Ellos admiten cualquiera monarca constitucional, que les pueda servir de editor responsable: ellos admitirán á Montpensier el francés y el homicida, á Aosta el hijo del Rey ex-comulgado, á Fernando el esposo de una bailarina de teatro; porque al fin y al cabo esos señores ni reinarían, ni gobernarían; esos señores tendrian que estar sujetos á un presidente de Ministros y á unas córtes de diputados hambrientos de empleos; pero esos liberales mismos que admiten franceses y alemanes, y portugueses é italianos, no quieren en manera alguna admitir á un español, al Rey legítimo de España, á Carlos VII. ¿Porqué? Preguntádselo á solas á esos mismos liberales que os dicen que Cárlos no cumpliría su programa; y os responderán, si quieren ser francos, que no le quieren, porque no quieren un Rey que sea Rey, que tenga una autoridad robusta para hacerse respetar, para hacerse obedecer y destruir con mano firme las ambiciones. Con un Rey-verdad se castigaría á los ministros, á los diputados y á los empleados que faltaran á sus deberes: del Rey-abajo nadie estaría exento de la ley. Eso temen los liberales: caer bajo el poder de la justicia y vivir sujetos á un verdadero Rey. Asi se esplica porqué predican hoy y mañana al pueblo, que Cárlos VII no cumpliría su programa; que Cárlos VII restablecería los diezmos y los señoríos. Lo único que restablecería, entiéndelo ¡ó pueblo español, pueblo de los Fernandos y Felipes! seria la justicia, la subordinacion en el ejército, cortando de raiz los pronunciamientos fusilando á sus autores, en vez de nombrarles presidentes del Consejo de Ministros, como hacen los Reyes-mentiras, los Reyes-constitucionales.

    Los dos únicos males que aquejan á nuestro país son, como consigna el señor Aparisi, el parlamentarismo y el liberalismo: dos únicos males que se propone echar fuera de la sociedad española D. Cárlos de Borbon y de Austria; el liberalismo, porque es la libertad del bien y del mal, segun algunos inocentes; y segun los avisados, la libertad del mal oprimiendo al bien: el parlamentarismo porque es en su esencia eso que se llama gobierno de la nacion por la nacion: sistema corruptor y falso, que da de sí un despotismo disfrazado ó una república vergonzante; y que por malo y estranjero lo desdeña nuestra altivez y lo condena nuestra razon: porque es el parlamentarismo una mentira gubernativa; y si una mentira envilece á un hombre, una ley-mentira corrompe á un pueblo.- M. O. y de P.
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    Re: Artículos tradicionalistas de las hemerotecas

    El Eco del Bruch

    Artículo
    aparecido en El Eco del Bruch.

    Manresa (Barcelona). Domingo, 21 de abril de 1872

    LA INQUISICION.

    Hemos procurado indicar las consideraciones políticas que, además del sentimiento religioso, inspiraron el rigor y la severidad que vemos desplegados por la inquisicion española.

    Carlos V recomendó muy encarecidamente en su testamento á su hijo Felipe II el sostenimiento del tribunal del Santo Oficio: y el fundador del Escorial cumplió exactamente el encargo de su augusto padre.

    Si comprometida era la situation de los reyes católicos D. Fernando V y Dona Isabel, al establecimiento de la inquisicion en España, inmensamente mas críticos fueron los momentos, los dias y los años del reinado de su nieto Felipe II. Librábase en Europa la gran batalla entre el protestantismo y el catolicismo: las guerras de religion regaban con rios de sangre la tierra de Alemania, Inglaterra y Francia: eran innumerables las víctimas, el ensañamiento cruel, horrenda la barbárie, la aberracion... infernal. ¡Ah! ¿Qué hubiera sido de España, qué de Italia, qué de la Europa entera, si el protestantismo se hubiera introducido en nuestro país, y los hugonotes hubiesen hallado en nosotros proteccion y apoyo? ¿Qué hubiera sido de la humanidad de la monarquía española, teniendo que atender á la vez á la Europa, al África, y á la América, y guardar bien cerrada la puerta á los judíos y á los moros?

    Dios quiso salvar á España, y la salvó suscitando un gran monarca, el gran monarca de su tiempo, Felipe II. Es indudable: sin la inquisicion sostenida por Felipe II España se hubiera visto en el siglo XVI envuelta en los horrores de una guerra despiadada, y hubiese desde luego perdido su unidad religiosa, y poco, muy poco mas tarde su unidad nacional.

    Jamás podrán los protestantes perdonar á Felipe II la resistencia que les opuso, y el desdén enérgico con que siempre los trató. «Pero la inquisicion de Felipe II, se dice fue cruel y mereció ser apercibida por la córte romana, y convirtió el Tribunal del Santo Oficio en espionaje odioso de su despótica tiranía, y en medio innoble de perpetuar la ignorancia.

    No estará demás advertir que Felipe II no estableció una nueva inquisicion, sino sostuvo la antigua. Ni sus rigores fueron introducidos bajo el reinado de este gran monarca. Es injusto escusar á los Reyes Católicos, para imponer á su augusto nieto toda la odiosidad de aquellas disposiciones.

    La Santa Sede, contrariando los deseos de los Reyes Calóricos, que querian que las causas se fallasen definitivamente en España, nombró un juez de apelacion, con objeto de evitar los rigores de un celo destemplado. Á los Reyes Católicos, no á Felipe II, fue dirigida la bula expedidia en 2 de Agosto de 1483, en que la Sede Apostólica se queja de que la inquisicion española deje sin efecto gracias concedidas en Roma á los reos. Á los Reyes Católicos es á quienes el Vicario de Jesucristo hace saber que «la misericordia para con los culpables era mas agradable á Dios que el rigor que con ellos se queria emplear.»

    Tomemos acta de estas palabras para vindicar á la Iglesia católica del cargo injustísimo de crueldad, con que algunos ignorantes ó mal intencionados pretenden oscurecer sus glorias y hacer odiosa su mi sion maternal. ¡La inquisicion romana no ha llegado jamás á la imposicion de una sola pena capital! No acusemos sin embargo de crueles á los monarcas de España que en situaciones dificilísimas no siempre pudieron contenerse dentro de los estrechos límites de la moderacion mas templada.

    Es completamente inexacto que la inquisicion favoreciese el despotismo. Predicaba en Madrid cierto orador en presencia de Felipe II, y dijo: «los reyes tienen poder absoluto sobre las personas de los vasallos y sobre sus bienes.» El padre predicador fué condenado por la inquisicion, además de otras penitencias, á retractarse públicamente, leyendo en el mismo púlpito con todas las ceremonias de auto jurídico, estas textuales palabras: «los reyes no tienen mas poder sobre sus vasallos, del que les permite el derecho divino y humano, y no por su libre y absoluta voluntad.»

    ¿Es justo apellidar «fautor de la ignorancia » al espléndido fundador de la magnífica biblioteca del Escorial, que nosotros «¡los ilustrados!» no hemos sabido conservar?»

    Con respecto á los «autos de fé» diremos que el suplicio del fuego, no era exclusivo de la inquisicion. Los delitos mas enormes, y solo los mas enormes, eran entonces castigados en toda la Europa, y en todos los tribunales, con ese género de muerte, que hoy nos aterra y espanta, como espantará y aterrará tal vez en el siglo XX el suplicio del garrote y la guillotina.

    Dícese que los curas y los frailes, convertidos en verdugos, daban tortura á los reos. Tampoco esto es exacto. ¿No van hoy los reos acompañados hasta el patíbulo por un sacerdote que los exhorta, y los hermanos de una cofradía piadosa que asiste al desventurado hasta el momento de su muerte? Hé ahí lo que entonces sucedia.

    No es posible rectificar todas las inexactitudes hacinadas por los enemigos de la Iglesia, y acogidas por gente cándida, contra el Tribunal del Santo Oficio.

    Vivamos muy prevenidos, y no nos dejemos sorprender. No formemos juicio de lo que no sabemos; porque es imprudente juzgar sin pleno conocimiento de causa.

    Vicente de Manterola.
    Última edición por Rodrigo; 08/02/2013 a las 16:29
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    Re: Artículos tradicionalistas de las hemerotecas

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    Artículo aparecido en la Verdad.

    Granada, 10 de Marzo de 1909

    LA FIESTA DE NUESTROS DIFUNTOS


    Hace pocos días, leyendo yo en una revista de gran circulación las solemnes honras fúnebres que en todo el Imperio chino se han hecho en sufragio de los emperadores recientemente fallecidos, pasó por mi mente esta reflexión, hija de un filosofismo empirista, ó de un empirismo filosófico, como se quiera llamar. Yo me dije: El culto y veneración de los muertos se han conservado y transmitido más ó menos adulterados á través de todas las generaciones. Realizando una excursión por las regiones de la historia, hallamos la memoria de los difuntos grabada en los corazones de todos los hombres, en los frontispicios de las constituciones de todos los pueblos, en los hogares de las familias, en los altares de los templos, en los sarcófagos de las necrópolis, y hasta en las espumosas ondas del océano.

    Los judíos y los romanos, los griegos y los persas, los egipcios y los tirios, los galos y los iberos, y todos los demás pueblos de la antigüedad nos han dejado monumentos imperecederos de su cariño á los ya finados. Los descubrimientos que en Méjico y Perú, en Filipinas y Australia se están llevando á cabo, acusan idénticos sentimientos de conmiseración en los habitantes de dichos países. A nadie, pues, le es permitido dudar que el gentilismo y la idolatría han contribuido, lo mismo que la religión de Israel, á confirmar la veracidad de aquellas palabras de Judas Macabeo: Sancta ergo et salubris est cogitatio pro defunctis exorare: Santa y provechosa es la idea de rogar por los difuntos. También la Iglesia católica ha hecho suyo este dogma tan consolador, admitido y conservado por todas las sectas separadas de ella; desde los ebionistas, cerintianos, nestorianos, entiquianos, pelagianos, hasta los cismáticos griegos, los mahometanos, anglicanos, calvinistas, luteranos y jansenistas.

    Reflexioné un momento y saqué esta conclusión: La humanidad entera ha sido amante de los difuntos: luego el liberalismo no es parte de la humanidad, porque es el único que no se acuerda de ellos y hasta se burla de esa práctica tan conforme á los sentimientos del humano corazón. Efectivamente, el liberalismo es el sistema más inhumano, el monstruo más horripilante, la hidra más espantosa que ha abortado el infierno: no contento con haber mostrado su crueldad con los vivos robándoles su religión, sus sentimientos caritativos, sus dogmas, sus misterios, sus tranquilidad, sus bienes y hasta su libertad, se ha revestido de entrañas de salvajismo feroz para con los muertos, relegándolos al caos o el olvido y hasta profanando sus restos y sus cenizas.

    El liberalismo, pues, se compone de adeptos, que ni merecen ser hombres, ni figuras siquiera en la escala zoológica de la creación; son ni más ni menos que abortos resultantes del inmundo concubinato entre la soberbia y Satanás.

    Reflexioné otro momento y saqué esta segunda conclusión: Suyo el enemigo irreconciliable del liberalismo, necesariamente debe distinguirse por su especial veneración a los difuntos, y esta debe ser su señal característica para conocerlo, distinguirlo y abrazarlo con efusivo amor. Aquí ya me lancé por los eriales de los diversos sistemas político-religiosos, buscando, como Diógenes, esa señal, que me sirviera de clave para dar con el adversario del liberalismo. Me fijé en el socialismo, en el anarquismo; estudié la organización de los diversos partidos que pululan en la sociedad, y en ninguno de ellos encontré la piedra filosofal; muy lejos de eso, los hallé á todos inficionados y corrompidos por el virus ponzoñoso liberal. Vine á dar, por fin, en el Tradicionalismo; admiré la abnegación y honradez de sus masas, la prudencia de sus jefes, la pureza de su doctrina, la acertada elección de sus medios de defensa y propaganda, el desinterés de sus miras, la fraternidad de sus adeptos, la caridad de sus magnates, la resignación de sus proletarios, la disciplina de su organización, el respeto para con sus adversarios, la brillantez de su historia… y todo este conjunto de bellezas y grandiosidades aparecieron á mis ojos, como un momento hermosísimo, incomparable, supranatural; me descubrí en su presencia, lo saludé con respeto, y… no es esto solo –me dije en mi corazón– busco una cosa más grande, la más elevada de las pirámides, el recuerdo de los difuntos…

    Y efectivamente: en el Tradicionalismo español he hallado ese recuerdo, esa veneración hacia aquellos seres queridos que marcharon, es verdad, á las regiones de ultratumba, después de haberse inmolado en aras de la más santa de las causas; pero que viven y vivirán en la memoria de todos sus hermanos vivos, como vive la memoria del esposo difunto, en el anillo nupcial que su consorte conserva guardado en sus dedos. Vive además la memoria de aquellos seres queridos, circundada de la refulgente aureola del martirio: y por eso sus hermanos, que aún militan en este destierro, no se contentan con guardar sus nombres allá en el fondo de su corazón, quieren darles testimonios más fehacientes de cariño que frisa en la veneración, instituyendo y dedicándoles un día, llamado la Fiesta de los Mártires por antonomasia. En este día los carlistas todos, al levantarse dicen, postrados en tierra en presencia de Jesús crucificado: Nolumus nos ignorare de dormentibus, sient et coeleris, qui spen non habent. ¡Señor! No permitáis que nos olvidemos de nuestros difuntos, como lo hacen los liberales, privados de toda esperanza. Por eso es su primera oración besar la imagen de Jesús, diciéndole con lágrimas en los ojos: Requiem eternam dona eis Domine, et luz perpetua luceat eis. Y después se van á cantar la aurora por sus difuntos; y antes de dirigirse á su taller, ó á la fábrica, ó al campo, oyen con singular respeto el augusto sacrificio de la Misa y rezan mientras el rosario de María, la Madre de las almas del Purgatorio. No terminan aquí los sufragios; las autoridades y otras muchas personas del Tradicionalismo dedican todo el día á la memoria de los mártires y mandan celebrar y asisten á solemnísimas honras fúnebres, que á la vez tienen lugar en casi todos los templos de la nación, y reciben el cuerpo del Señor, y oran sin intermisión, y á estas oraciones se unen las fervorosísimas de innumerables sacerdotes, religiosos y religiosas, formando todos ellos una inmensa oleada de aromático incienso, que traspasa las nubes, besa el trono del Excelso, y de nuevo desciende á las cárceles del purgatorio trasformando en suave rocío, y apaga sus llamas, y, si aún quedan almas aprisionadas, las lleva el empíreo entre transportes de júbilo, himnos de triunfo y arreboles de inmortalidad.

    Aún hace más la Comunión carlista: por la tarde celebra en sus círculos solemnes veladas de familia, donde ponen á la vista de los asistentes, como en un cinematógrafo, los ejemplos de heroísmo y religión que les legaran sus antepasados: y en tan hermosa escuela aprenden á imitarlos, y prometen y juran, como ellos, defender y morir derramando la última gota de su sangre por la bandera inmaculada de Dios, Patria y Rey.

    Esto es lo que yo buscaba en el Tradicionalismo español, y después de haberlo encontrado y admirado en un éxtasis arrobador, perdí el sentido, lo volví á recobrar y… saqué esta última conclusión: Me basta para abrazarme al Tradicionalismo, y considerarlo como la causa verdad, solamente la Fiesta de sus mártires.

    FR. TEÓFILO GARNICA.
    Agustino.
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    Por Rodrigo en el foro Enlaces Hispánicos
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    Por Tradición. en el foro Tablón de Anuncios
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