UN MONARCA, UN IMPERIO, UNA ESPADA

Felipe II, retrato de Rubens.

EXÉGESIS BREVE DE UN SONETO Y SUS VATICINIOS


Ya se acerca, señor, o ya es llegada
la edad gloriosa en que promete el cielo
una grey y un pastor solo en el suelo,
por suerte a vuestros tiempos reservada.

Ya tan alto principio, en tal jornada,
os muestra el fin de nuestro santo celo
y anuncia al mundo, para más consuelo,
un Monarca, un Imperio y una Espada.

Ya el orbe de la tierra siente en parte
y espera en todo vuestra monarquía,
conquistada por vos en justa guerra.
Que a quien ha dado Cristo su estandarte,
dará el segundo más dichoso día
en que, vencido el mar, venza la tierra.



Hernando de Acuña
Manuel Fernández Espinosa

Muchos fueron los poemas dedicados a Felipe II, pero pocos como éste de Acuña adquieren tal profundidad, pudiendo afirmar que nos encontramos ante la expresión de todo un programa político que cifra, en definitiva, las claves providencialistas del reinado de Felipe II el Grande.

El poeta, soldado también, inicia el soneto con un tono oracular propio de un vate que adivina en su ministerio poético y anuncia como un heraldo la gloria que se avecina: "Ya se acerca, señor, o ya es llegada". En este verso poderoso se afirma triunfalmente la inmediata realización histórica de muchas profecías, convenientemente estudiadas por los escrituristas que en el estudio de sus monasterios trataban de interpretar a los profetas veterotestamentarios. Pero no descuidemos la conexión de estos versos con aquellos otros de la Égloga IV de Virgilio: "Ya retorna la Virgen/retorna el reino de Saturno". Estos versos del estro latino hacen referencia a la profecía de un héroe que restauraría la "Edad de Saturno", lo que significa la "Edad de Oro". San Agustín de Hipona identificó a este héroe de los oráculos paganos con Cristo, pero Dante identificó a dicho "héroe" vaticinado con el Monarca: "La justicia más poderosa se da solamente bajo la autoridad del Monarca" (De Monarchia). Hernando de Acuña ve en Felipe II el héroe cristiano, el Monarca que impondrá la justicia y por ello mismo restaurará el reino de Astrea (la Virgen del verso virgiliano): la justicia. En este plano sería muy interesante recordar el maravilloso discurso de Don Quijote de la Mancha a los pastores de aquel hato en que tan bien recibido fue nuestro caballero andante, donde se refiere justamente a la "Edad de Oro": hay otros pasajes cervantinos en esa misma línea.

La datación del soneto plantea problemas a los especialistas en Hernando de Acuña, pero es muy plausible entender que estos versos fueron escritos en un estado eufórico posterior a la victoria de Lepanto, como se infieren del postrer verso que cierra en redondo el soneto: "en que, vencido el mar, venza la tierra". Por si fuese poco, en el primer verso del segundo cuarteto leemos: "Ya tan alto principio, en tal jornada". El "tan alto principio" se refiere al establecimiento de la "edad gloriosa" del segundo verso del primer cuarteto, la "tal jornada" no puede ser otra que el triunfo del "estandarte de Cristo" que se menta en el primer verso del primer terceto.

Podemos observar que el poeta no es ajeno a las teorías teológico-políticas, como la de la "guerra justa", expuestas por Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, Luis de Molina, Francisco Suárez o Diego de Covarrubias, por mencionar a los más sobresalientes.

Mención especial nos merece el verso: "un Monarca, un Imperio y una Espada". El Monarca no es otro que Felipe II. El Imperio es el Imperio Español (sabido es que Carlos I de España y V de Alemania cedió la corona imperial a su hermano Fernando), pero lo más interesante del verso, nos parece, es eso de "una Espada".

Frente a la célebre teoría de las Dos Espadas aquí se establece como indiscutible la supremacía de una sola Espada: la del Emperador Español. El antecedente de la doctrina de las Dos Espadas hay que buscarlo en la carta del papa Gelasio I al Emperador de Oriente Anastasio I y supone la supremacía del poder papal (la espada espiritual) frente al poder imperial (la espada temporal). Nuestro Alfonso X el Sabio lo declaró en líneas magistrales: "E estas son las dos espadas porque se mantiene el mundo: la primera espiritual, e la otra tenporal (sic). La espiritual taja los males ascondidos e la tenporal los manifiestos" (Prólogo de la Segunda Partida).

Sin embargo, en el soneto de Hernando de Acuña la espada espiritual queda subsumida en la espada temporal de Felipe II, por lo que podemos decir que la concepción guarda relación con la doctrina del "De Monarchia" de Dante Alighieri, donde se destaca la supremacía del poder del Emperador sobre el Papa. La gran diferencia que marca Hernando de Acuña es que el Monarca y el Imperio no serán ya ni cualquier monarca de los muchos que se agitan por sus bajas ambiciones en la Cristiandad fragmentada, ni el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, que se entiende como árbol sin frutos frente a la fecundidad del poderío español, plenamente católico: más católico que algunos Papas y Cristianísimos Reyes.

El programa teológico-político de este soneto, en consonancia con el tono que prevalecía en la católica España de Felipe II, se prolongaría en el tiempo. Así explicaba en 1636 el polifacético y genial cisterciense fray Juan de Caramuel, la naturaleza -divina- del Imperio Español:

"Si volvemos los ojos a otras Repúblicas del Mundo, apenas hallaremos una en quietud, porque todas están en un perpetuo movimiento. Aquella se mueve por interés, ésta por ambición, esa por tiranía, la otra por envidia, muchos por venganza, no pocas por emulación: todos estos motivos son exteriores, y así ninguna se mueve "ab intrinseco", por motivo intrínseco que tenga. Luego las tales Provincias son Repúblicas muertas, son lo inanimadas, o por mejor decir, son lo desalmadas; solo entre muchas de ellas, nuestra gloriosa España es Monarquía que vive, pues se mueve "ab intrinseco". Qué mayor movimiento, qué jornada más larga, qué camino más dificultoso, que el de las dos Indias, América y Asiática; pues "ab intrinseco" nació este singular movimiento. Hiciéronle Castilla y Portugal, su motivo fue, no interés, no ambición, no tiranía, no venganza, no envida, no emulación, no vanagloria, que todo esto es extrínseco, y muy indigno de la candidez y Majestad de aquesta Monarquía: fue "ab intrinseca" aqueste movimiento, fue movimiento muy vital, y animado... Se originó del Zelo de la honra de Dios, de deseos ardentísimos de convertir infieles y publicar el Evangelio en distantes Regiones".

("Declaración mística de las Armas de España, invictamente belicosas").

No era el único. Pero este patrimonio yace en el olvido y las claves se nos pierden. Sin comprender nuestra historia, el futuro se hace cada vez más oscuro. Hora es ya de volver a las fuentes de nuestro pasado esplendor, para reanudar y alumbrar un esplendor más glorioso todavía en el porvenir.



RAIGAMBRE