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Tema: El incomprendido Valle-Inclán

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    El incomprendido Valle-Inclán

    El incomprendido Valle-Inclán

    Juan Manuel de Prada

    A nuestra época no le interesa que se conozca el pensamiento tradicional

    AL comienzo de su notable biografía de Valle-Inclán, La espada y la palabra (Tusquets), Manuel Alberca señala que durante años se ha pretendido presentar al gran escritor como un filo-comunista adobado con un rebozo de catolicismo estético. Así lo caracterizaban, en efecto, los manuales escolares en mi época de bachiller; y, creyéndome tal patraña, empecé a leerlo, dándome cuenta pronto de que tal caracterización había sido muy sutilmente aliñada para convertir a Valle en un fantoche y escamotear su filiación, que es tradicional hasta las cachas, al menos hasta el advenimiento de la República, que a la vez que lo mata como escritor y lo desorienta humanamente lo convierte en un indecoroso pedigüeño de sinecuras oficiales.


    Resulta, en verdad, trágico comprobar cómo Valle-Inclán fue incomprendido ya en vida; y cómo lo sigue siendo todavía hoy, pues a nuestra época no le interesa que se conozca el pensamiento tradicional, presentado absurdamente como de extrema derecha, o en el mejor de los casos como una antigualla ajena a las necesidades del pueblo, cuando lo cierto es –como Pío X dejó escrito– que "los verdaderos amigos del pueblo no son revolucionarios ni innovadores, sino tradicionalistas". Valle no fue tan sólo un defensor de la Tradición por estética, sino que se comprometió muy vivamente en la defensa de sus postulados… Lo que ni siquiera entendieron sus contemporáneos, incapaces de aceptar que un innovador estilista no fuese en lo político un progresista o liberal; como si, para ser tradicional, fuese obligatorio perpetrar bodrios, al modo de cualquier escritor angloaburrido y sistémico. Más dolorosa aún debió de resultar a Valle la incomprensión que cosechó entre los propios sectores tradicionalistas, donde a menudo se le trató con desconfianza, pues no se entendía que en su obra tuviesen presencia la sensualidad y el pecado, o que se defendiesen posiciones aliadófilas.


    Manuel Alberca desenmascara el intento de tergiversar la filiación política de Valle-Inclán. Sin embargo, el biógrafo incurre en ocasiones en el mismo error que señala, caracterizando el tradicionalismo con epítetos por completo incongruentes y anacrónicos, tales como "políticamente conservador" o de "extrema derecha" (cuando lo cierto es que el pensamiento tradicional repudia las ideologías surgidas de la Revolución). A ello contribuyen, sin duda, las boutades del escritor, tan extremosas como delirantes. Ocurre así, por ejemplo, cuando en una entrevista Valle sostiene que "España debe exterminar a las razas autóctonas americanas"; o bien que "hay que suprimir los periódicos, no autorizando más que la circulación del Boletín de la Diócesis" (¡sospecho que hoy Valle también habría reclamado el cierre de algunos boletines diocesanos, mucho más deletéreos que los periódicos!). Esto, como a todas luces se advierte, no son postulados tradicionales, sino tremendismos grotescos que Valle profería para escandalizar a las viejecitas de ambos sexos de su época (y a los eunucos políticamente correctos de épocas futuras). Tampoco acierta Manuel Alberca cuando caracteriza la defensa de la tradición como "posiciones que ignoran el presente para instalarse en el prestigio de un pasado legendario"; pues, como afirmaba Chesterton, la tradición es la transmisión del fuego, no la adoración de las cenizas. Al evocar un tiempo antiguo con una escritura nueva, llameante de imágenes y proyectada sobre el porvenir, Valle nos está mostrando el auténtico sentido de la tradición.


    Fuera de este lunar, La espada y la palabra nos ha parecido un libro lleno de iluminaciones sobre quien, con Unamuno, fue el mejor escritor español del siglo XX.

    El incomprendido Valle-Inclán - ABC.es

  2. #2
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    Re: El incomprendido Valle-Inclán

    SEMBLANZA DE VALLE-INCLÁN (I)

    Imagen de cultura.elpais.com



    Por Antonio Moreno Ruiz
    Historiador y escritor


    No hace mucho que tuve la oportunidad de leer una extensa, controvertida, apasionada y premiada biografía de Valle-Inclán: La espada y la palabra, editada por Tusquets y escrita por Manuel Alberca; ganadora del XVII Premio Comillas de historia, biografía y memorias. Y en verdad valió la pena. Setecientas y pico páginas muy bien documentadas y destinadas, entre otros objetivos, a desterrar la vana mitología existente sobre el genio gallego. Y es que si hay algún personaje de la literatura española que esté saturado de mitos, ése es nuestro Valle-Inclán. Cualquiera se lo imagina pobre de solemnidad, de aspecto pordiosero, bohemio, con una etapa carlista sólo por estética y luego feroz bolchevique; desordenado, borracho… Y nada más lejos de la realidad, porque nada de eso fue.


    Ciertamente, Don Ramón fue un personaje harto complicado. Si bien nos parecería en principio que era muy extrovertido, en verdad era un tímido de padre y muy señor mío que tenía una férrea coraza en torno a su intimismo. Tal vez ello precisamente ayudó a alimentar las leyendas, toda vez que él también se encargó, con su carácter de por sí fantasioso, peleón e hidalgo, de alimentar una imagen paralela a la realidad. Y en esos paralelismos, casi todo valió. A los años, su propia familia ha hecho mucho por desmitificar la figura del gran literato, intentando apartar las advenedizas e ideológicas manipulaciones. Esperemos que entre eso y biografías como las de Manuel Alberca, poco a poco se vayan corriendo tupidos velos.


    Reconocemos, por supuesto, que hacer una semblanza sobre Valle-Inclán tiene mucho mérito. Tal vez por eso nos atrevemos.


    Mas, ¿quién era Valle-Inclán? Intentemos analizarlo lo más fríamente posible, por más que sea conocida nuestra admiración y hasta devoción por este prócer de las letras hispánicas.






    ESCRITOR


    Hemos de decir que antes que cualquier otra consideración que se nos pueda venir a la cabeza, Ramón del Valle-Inclán fue un escritor. Así fue su propósito desde muy joven y así lo consiguió. Fue el único de la llamada Generación del 98 que vivió sólo de escribir. Hasta hace años, no es que diera para mucho, pero hasta para malvivir daba. En cambio en nuestro tiempo hay que pagar para escribir…


    Con todo, Valle-Inclán no sólo se limitó a escribir, sino que muchas veces se autoeditó y dirigió él mismo sus ventas y hasta los diseños de las portadas de sus respectivos libros. Desde muy joven frecuentó círculos literarios y tuvo muy claro que era lo que quería ser, y de hecho, no hizo otra cosa en toda su vida. Tuvo algunos cargos (“momios” que se decía en la época) por enchufe pero tampoco es que dieran para mucho.


    Valle-Inclán fue escritor, sí, pero no un escritor cualquiera: Tuvo muy claro su compromiso con la lengua española y su renovación estética. La fiebre del estilo fue apañada al alimón del modernismo. No era lo suyo un rechazo al pasado, como a veces se ha pretendido: Al contrario, veía en el pasado probablemente mayor creatividad. Sin embargo, su gusto por lo tradicional no era por mera nostalgia; era porque le inspiraba para ser creativo. Y esto muchas veces no se entiende: Don Ramón no era un “ser estático”. Cuidaba cada palabra, cada expresión. Prefería confundirse con un paisaje antes que pronunciar algo sin sentido o insignificante. Y es algo que se da mucho en los literatos gallegos, siempre apegados a un fuerte sentimiento lírico que suele impregnar una estética transversal y talentosa.


    Como corolario, si bien el realismo mágico se asocia a la creación de autores hispanoamericanos, y concretamente cercanos al Caribe (Gabriel García Márquez, Arturo Uslar Pietri, Miguel Ángel Asturias…), es un invento gallego, y que se debe principalmente a Ramón del Valle-Inclán y Álvaro Cunqueiro (1); autores de hecho conocidos por el genio colombiano García Márquez. Sin el esperpento valleinclanesco y sin las invenciones cunqueirianas, desde luego no habría sido posible el realismo mágico; aquella realidad que flota sobre una ficción que, en el fondo, nunca supera a una realidad siempre paradójica, humorística y contradictoria. Los dobles sentidos, el humor negro, las exageraciones, el colorido, la riqueza de conceptos, las irreverencias… Todo eso ya está presente en Valle-Inclán y Cunqueiro; ambos, grandes estetas, cuidadores y transmisores de un lenguaje con conciencia de arte.


    El lenguaje de Valle es muy cuidado. Se atrevió a mezclar lo culto y lo popular de una manera sabrosa, y desde luego, si bien pasó muchos años fuera de su terruño, le marcó el carácter y la tradición de Galicia, a tal punto que a veces su castellano parece agallegado, aunque quizá no tanto como Cunqueiro. Pero la inclusión de galleguismos, latinismos, americanismos o hasta gitanismos está presente a lo largo de toda su obra en mayor o menor medida.


    Al fin y al cabo, insertado de joven en la estética modernista, era como darle una vuelta de tuerca al romanticismo tardío frente al imperio del realismo y el naturalismo. Era una constante reivindicación artística.


    Asimismo, Valle-Inclán nunca se consideró un bohemio: En todo caso, encajaría mucho mejor en la forma del dandy. El bohemio no era sino una fórmula indefinida y zarrapastrosa para él en todo caso. De hecho, muchas veces se ha interpretado Luces de bohemia, una de sus obras cumbres y toda una apisonadora en la dramaturgia, como una suerte de apología, ¿pero alguien se ha molestado en interpretarla como una crítica? Ahí hay muchas claves al respecto de la personalidad y la literatura de nuestro autor.




    “UNIVERSO IDEOLÓGICO”


    El “universo ideológico” de Valle-Inclán es, probablemente, su faceta más compleja. Estamos ante un mundo lleno de contradicciones y paradojas. Desde muy joven, Valle-Inclán mostró un rechazo frontal al mundo burgués-liberal; mundo al que pertenecía buena parte de su familia. Sin embargo, si bien Don Ramón no fue ningún inculto, nunca dejó de ser un autodidacta, sin una formación universitaria completa. Así como desde muy joven conoció a Alfredo Brañas y Juan Vázquez de Mella, quienes ya eran figuras señeras del tradicionalismo católico en Galicia, no pareció asumir nunca con sabiduría ni coherencia los principios del catolicismo.


    De niño, siempre mostró rechazo al mundillo de caciques y comerciantes que dominaban su pontevedresa zona. Puede que ya desde su infancia le atrajera el carlismo, o que como mínimo, escuchara historias de carlistas; que después alimentaría en sus años universitarios en Santiago de Compostela, que no en vano fue un foco carlista durante la III Guerra (que duró de 1872 a 1876). Ya en su infancia comenzó a desarrollar un carácter fantasioso que acaso era una máscara ante su talante reservado; talante que comparte con muchos de sus paisanos; dicho sea esto sin ánimo de estereotipos; pero es algo bien presente en la psique galaica; psique que por otra parte, admiro y hasta venero.


    Sea como fuere esto es importante para entender a nuestro personaje: Don Ramón era experto en inventar –o cuanto menos adornar mucho- historias.


    No podemos negar que tuviera interés en el tradicionalismo, porque de hecho lo tuvo, y le acompañó ese rechazo al mundo liberal de su época. Empero: ¿Era por mera estética, como bien se dice “oficialmente”, aun en contra del criterio de sus descendientes? Nosotros damos una respuesta negativa: El tradicionalismo, para Valle-Inclán, no era simplemente una estética. Otra cosa sería que alguna vez lo comprendiera del todo… Tanto el tradicionalismo político como la doctrina religiosa católica en sí. Como tampoco conocía bien del todo la historia de España, sobre la cual tuvo opiniones contradictorias y paradójicas toda su vida, cayendo al final en un hondo pesimismo que yo calificaría de hasta negrolegendario.


    Valle-Inclán se sentía parte de una élite, de una élite intelectual concretamente. Sentía que quería tener su sitio y que debía formar criterio. Y vio en el Antiguo Régimen un modelo social mucho más perfecto y armónico. Probablemente, es por ello que verá en el carlismo una suerte de reserva de ese mundo, sin alcanzar a comprender del todo la versatilidad del movimiento legitimista español. Éste creemos que es otro punto débil del biógrafo Manuel Alberca, pues su visión del carlismo adolece de objetividad(2). Alberca piensa que el carlismo es una suerte de extrema derecha de antiguo régimen y masa tutelada; y puede que eso pensara Valle-Inclán, pero el carlismo jamás se pronunció en semejantes términos, y de hecho, su transversalidad, interclasismo y complejidad son evidentes, porque si bien el carlismo defiende a calicanto las tradiciones espirituales y políticas, nunca se ha olvidado de la justicia social, férreamente condensada en la Doctrina Social de la Iglesia, especialmente a partir de la encíclica Rerum novarum de León XIII. Tal vez por eso todavía el carlismo, si bien guarda un buen recuerdo en muchas familias españolas, sigue siendo un gran incomprendido. Por ello no comprenden que personajes de lo más variopinto (y no pocos, intelectuales) se hayan acercado al carlismo, porque en su desconocimiento, creen que estamos ante “simples reaccionarios”.


    Otrosí, se suele decir que Valle-Inclán pegó muchas gambayás ideológicas, pero yo no diría tanto así: En verdad, Valle-Inclán siempre tuvo una concepción confusa acerca del “elitismo” y del pasado, idealizando la figura de los mayorazgos y los hidalgos, frente al decadente mundo del turnismo. Filosóficamente, estaba influido por Schopenhauer. Puede que también por la idea del superhombre de Nietzsche. No era nada germanófilo, pero es curioso cómo algunas ideas venidas de un país al que decía denostar por “bárbaro” y “pagano” le influyeron bastante. Curioso y paradójico, porque una idea que defendió Valle-Inclán toda su vida fue el panlatinismo. No creemos que supiera Valle-Inclán los auténticos orígenes del panlatinismo, en puridad, una farfolla inventada por la administración de Napoleón III para intentar contrarrestar los albores pangermanistas y justificar la intervención francesa en México. El fracaso de Napoleón III con el II Imperio Mexicano, quedando damnificado el pobre Maximiliano de Habsburgo al que dejaron en la estacada; empero, no obstaculizó que durante buena parte del XIX y principios del XX se desarrollara esta idea que, si bien no se definía estrictamente, apelaba a la hermandad de los pueblos “latinos”, toda vez que el tan manoseado término en aquella época aludía mayormente a los descendientes de la Roma occidental, y tal vez a Grecia y Rumanía. Claro que omitía decir que la que se consideraba superior dentro de esos pueblos latinos era Francia… Empero, tanto en Francia como en España tuvo bastante predicamento a nivel intelectual/cultural. El poeta provenzal Frédéric Mistral fue un exponente de ello, y tanto en la Acción Francesa como en el carlismo hubo destacados ecos acerca de una alianza o hermandad latina en Europa. (3) Es aquí donde hay que entender el apoyo a los aliados de Valle-Inclán, que no venía por las mismas razones que las de Miguel de Unamuno o Vicente Blasco Ibáñez, u otros tantos aliadófilos, que lo hacían por puro liberalismo o progresismo. En aquella época, se supone que Valle-Inclán era militante carlista, y en el carlismo, si bien hubo una amplitud de sentimientos germanófilos, también hubo algunos aliadófilos. No hay que olvidar que Melchor Ferrer, el gran historiador del tradicionalismo español, llegó a combatir con Francia. Buena parte de España se dividía a través de las encendidas polémicas de los casinos. El mismo rey Jaime III ha sido calificado muchas veces (a mi juicio alegremente) de aliadófilo. Pero lo cierto es que su posición era complicada: Exiliado en Francia, donde asimismo, vivía parte de su familia, y habiendo sido húsar del zar Nicolás II. Y recordemos que fue húsar del ejército ruso porque los austrohúngaros le vetaron ingresar en su ejército, amén de que le imposibilitaron posibles y buenos matrimonios, en connivencia con el liberalismo que dominaba y asfixiaba a España. Don Jaime en verdad opinaba que ante aquel conflicto, a España sólo le quedaba ser neutral. Valle lo admiraba mucho acaso como arquetipo de aristócrata español: Militar, aventurero, políglota, patriota, temerario, hombre de mundo, conocedor de los problemas de su tiempo, amante de la justicia social… Y D. Jaime nunca dejó de admirarlo, a tal punto de concederle la Orden de la Legitimidad Proscrita ya en 1931, una fecha digamos “tardía”...








    S.M.C. Jaime III







    CONTINUARÁ...










    NOTAS:












    (1) Sobre Álvaro Cunqueiro:
    mis lecturas: álvaro cunqueiro - antonio moreno ruiz










    (2) Podríamos recomendarle al señor Alberca sobre el carlismo, por ejemplo:


    La formación del pensamiento político del Carlismo (1810 ...





    "Historia del Carlismo" de Román Oyarzun - ReL






    Qué es el Carlismo












    (3) Sobre Mistral, el panlatinismo y el tradicionalismo:
    El Matiner: El Carlismo y la Latinidad.


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    Re: El incomprendido Valle-Inclán

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    viernes, 20 de mayo de 2016

    Seminario formativo: Carlismo en Ramón del Valle Inclán



    Valle-Inclán junto al retrato de S.M.C. D. Jaime III.




    Mañana 20 de mayo, sábado de Témporas y de Pentecostés, tendrá lugar, D.m. a las 11:00 horas (once de la mañana) en el local del Círculo de Avilés un seminario formativo sobre la figura de Don Ramón del Valle Inclán (1866-1936) y su vinculación y militancia efectiva con el Carlismo. El Rey Don Jaime III de Borbón le confirió el 22 de abril de 1931 la Orden de la Legitimidad Proscrita, máxima condecoración carlista, en el grado de Caballero, dado que según reza la carta regia:




    “Mi querido Valle-Inclán: Desde hace tiempo quería darte una muestra de mi aprecio probándote mi agradecimiento por el tesón con que has defendido siempre en tus admirables escritos la causa de la Monarquía legítima que yo represento.

    He pensado en crearte caballero de la Orden de la Legitimidad Proscrita, recientemente creada por mí, y que es a mis ojos símbolo de todos los heroísmos y de todas las grandezas patrias. Por la presente, vengo pues a conferirte la dignidad de Caballero de esta Orden, no dudando que con ello cumplo un deber de justicia y de agradecimiento.


    Dios te guarde.

    Tu afmo. Jaime”.





    Ejemplares fueron las tres partes de su serie de la Guerra Carlista formada por "Los Cruzados de la Causa", "El resplandor de la hoguera" y "Gerifaltes de antaño". Ambientados en la Galicia de la Tercera Guerra-Cruzada Carlista de 1872-76 También existe un texto inédito ya publicado en muchas editoriales, "La Corte de Estella", vinculado a la misma serie y que pensamos publicar.


    Es sin ningún género de duda el autor más completo de la literatura española contemporánea y el más innovador en las artes escénicas, cultivador triunfante de todos los géneros literarios sin excepción y creador del subgénero del “Esperpento”.




    No obstante presenta, don Ramón, una faceta interesadamente oscurecida y difuminada en todos los manuales de Historia de la Literatura Española cual es su militancia carlista, que se presenta como una mera característica bohemia del autor y como simple inspiración de alguna de sus obras entre las que se encuentra su trilogía sobre la III Guerra Carlista integrada por las novelas “Los Cruzados de la Causa”, “Resplandor en la Hoguera” y “Gerifaltes de Antaño”. Y es que la mayoría de los españoles conocen al Valle Inclán bohemio, al Valle Inclán opositor a la dictadura del General Primo de Rivera y al Valle Inclán entusiasmado con la proclamación de la II República Española, pero no al Vallé Inclán carlista.




    El Carlismo, para Vallé Inclán fue una militancia política real, sincera y comprometida en la que le constan varios servicios prestados a la causa como publicista y columnista en algún que otro periódico vinculado a la red de prensa carlista y con alguna pequeña obra directamente propagandística como “La Corte de Estella” aparecida en Enero de 1910 en la Revista “Por Esos Mundos”. Así, en sus comienzos literarios, tras abandonar los estudios de Derecho y dirigirse a Madrid donde encuentra graves dificultades para abrirse camino como escritor, viaja a Méjico, a principios de 1892, con una carta de recomendación de S.M.C. Carlos VII que el permite incorporarse a la redacción de “El Correo Español” en Ciudad de Méjico. El hecho de que el joven Valle Inclán obtuviera con veintiséis años de edad una carta de recomendación de Don Carlos VII, quién a la sazón residía en ese tiempo exiliado en Italia, pone de manifiesto que don Ramón ya debía de ser muy conocido y considerado dentro de las filas carlistas pues, aunque don Carlos siempre estaba dispuesto a favorecer a los españoles que se encontraban en el extranjero e incluso a abrirles las puertas de su residencia italiana, no es creíble que entregara una carta de recomendación a cualquier desconocido.




    En 1910 y ya siendo un autor consagrado con numerosas obras publicadas entre las que se encuentran la totalidad de “Las Sonatas”, la trilogía de la III Guerra Carlista y varias de sus “Comedias Bárbaras” se le ofrece la posibilidad de presentarse como candidato a diputado por el Partido Carlista en la circunscripción de Monforte de Lemos, oferta que rechaza al tener que acompañar a su esposa, la actriz Josefina Blanco, como director artístico de su compañía durante una larga gira por Hispanoamérica. Será durante esta gira teatral donde don Ramón del Valle Inclán no cejara de dar muestras de adhesión al Carlismo y al nuevo Rey Legítimo, don Jaime III, pronunciando innumerables conferencias y llegando a ser agasajado en el Círculo Carlista de Buenos Aires con un banquete al que asistieron más de cien personas y en cuyos postres, tal y como recoge el diario “El Pueblo de Buenos Aires”, don Ramón manifestará:




    «Convencido de la grandeza del ideal carlista, entendía que era deber mío consagrar mis energías a su defensa, aunque ello significa restarme todos mis lectores anteriores, como en efecto me los resté en un solo día, pues al publicar mi primera obra carlista, no me quedó ni uno sólo de mis anteriores lectores, y la prensa en general que antes me llenara de elogios, no tuvo para esta obra ni la leve noticia de su aparición.




    Pero no importa; estoy decidido a continuar la labor, dedicando el único brazo a manejar la pluma, y si algún día fuese necesario ese brazo para defender la Causa en otro terreno, a ello estoy firmemente decidido».




    A su regreso a España en 1911, participara en el acto homenaje celebrado en el frontón Beti-Jai de Madrid (sito en el número 7 de la Calle Marqués de Riscal y hoy en estado de ruina y en peligro de desaparición a causa de la especulación inmobiliaria) a todos los diputados carlistas que se opusieron a la llamada “Ley del Candado” reiterando su adhesión incondicional a S.M. Jaime III.




    Don Ramón María del Valle Inclan, como artista y literato fue un creador original, como intelectual fue plenamente libre sin sujeción a dogmatismos estériles y como carlista fue un heterodoxo de la causa como también lo fue su admirado Cura Santa Cruz, pero a fin de cuentas… ¿Qué es el Carlismo si no una creación auténtica, una unión de personas valientes y leales y una disidenciaconstante?.





    Círculo Tradicionalista Pedro Menéndez de Avilés: Seminario formativo: Carlismo en Ramón del Valle Inclán
    «¿Cómo no vamos a ser católicos? Pues ¿no nos decimos titulares del alma nacional española, que ha dado precisamente al catolicismo lo más entrañable de ella: su salvación histórica y su imperio? La historia de la fe católica en Occidente, su esplendor y sus fatigas, se ha realizado con alma misma de España; es la historia de España.»
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