El náufrago de la Gran Armada ya tiene su epopeya

Jesús García Calero

“No hay un futuro si no hay recuerdo y un enganche con el pasado, ninguna nación se mantiene en el aire; por eso, no podemos olvidar a los náufragos de la Gran Armada. Hombres valientes que llegaron a costas desconocidas en medio de una tempestad, que fueron cazados como alimañas. La aventura de Francisco de Cuéllar, desde su naufragio a su llegada a territorio español en Flandes, es digna de cualquier epopeya, es digna de la Odisea“.

Nos lo cuenta Fernando Martínez Laínez, que acaba de publicar un libro sobre el marino español que naufragó en Irlanda, un libro que sin duda será una de las novelas del verano. Esto es lo que encontramos en la primera página: la traducción de un poema de T. D. Sullivan (1827-1914) en el que evoca el juicio que los ingleses hicieron a uno de los nobles rebeldes irlandeses, lord Briand O’Rourke, señor de Bréifne Occidental, que ayudó a unos ochenta náufragos de la Gran Armada (entre ellos Francisco de Cuéllar) y se enfrentó al gobierno inglés durante la reconquista Tudor de la isla y fue por ello detenido, enviado a Londres, y ejecutado en 1591.

El poema es de una belleza apabullante y evoca la grandeza de la historia que se abre paso a través de la novela.







Otra historia que uno no entiende cómo no se estudia en las escuelas ni cómo los Gobiernos de España nunca se han preocupado de proteger. Al abrir hoy el sobre con el nuevo libro de Fernando Martínez Laínez y leer el poema no he podido resistirme a llamarle para que me contase: ¿por qué escribir sobre Francisco de Cuéllar?



Portada del libro


“Era una vieja idea -relata el escritor- que por fin he podido materializar. Conozco hace mucho la carta de este marinero, que está en internet, y siempre me conmovió el drama personal de estos hombres, que su historia resume. Te das cuenta de cómo sufrieron, en medio de la peor tormenta que los siglos recuerdan en Irlanda, después de naufragar entre olas como montañas en una costa que de tan escarpada es diabólica. Hombres bravos que acabaron en aquel lugar desconocido, los pocos que pudieron sobrevivir a los naufragios, un lugar al que no planeaban ir, donde fueron tratados contra todas las leyes de la guerra y de cualquier condición humana, que fueron cazados como alimañas, salvo por las excepciones de algunas personas que les ayudaron con riesgo de su vida…”

El destino entonces fue un mecanismo gigantesco que movía hacia la vida o la muerte a los hombres como fichas menudas. Cuéllar había estado sentenciado a la horca por desobediencia al General Francisco de Bobadilla, pero su sentencia no se cumplió abordo. Sin embargo, poco después la mayor parte de sus compañeros de armas morirían en los naufragios. Pero no él. No entonces. No todavía.

Fernando Martínez Laínez estuvo recorriendo una vez más la costa
oeste de Irlanda el pasado verano. Después de documentarse y con el conocimiento profundo que da estar escribiendo una narración como ésta, pudo sentir ante los cabos y los arrecifes que molieron los barcos de Felipe II toda la emoción, la pena y el drama de la historia de aquellas naves que partieron por orden de un rey que confiaba en la fuerza de su fe, en tener a Dios de su parte, y acabaron derrotadas por los elementos… “La Gran Armada es un capítulo tan importante en la historia de la humanidad que resulta inconcebible que no la conozcamos mejor. Estos personajes, hombres como Francisco de Cuéllar son dignos de la mejor epopeya, incluso de la Odisea”, comenta Fernández Laínez, como decíamos. “No hay futuro si no hay recuerdo y un enganche con el pasado, ninguna nación se mantiene en el aire”.

Ninguna nación se mantiene en el aire.

Así que esta misma noche empezaré su libro. Hablaremos con él en profundidad, en unos días.

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