EL MITO
Estoy buscando leyendas,
Estoy buscando mitos,
Y no, no me estoy,
Alejando yo del realismo,
Estoy buscando orígenes,
Estoy hallando imaginación,
Comienzo a paladear leyendas,
Que ya moran en mi corazón,
No creo en las casualidades,
Y sí en los lazos de la historia,
Acudiendo a la epopeya voy,
En busca del honor y la gloria,
Analizo periplos y riesgos,
Busco en los mares de la dificultad,
Pregunto, pregunto muchas veces,
Aunque respuesta clara no pueda hallar,
Nudos de un silencio nunca riguroso,
Numen de koiné, patria e imperio,
Porque si en Roma fue Virgilio,
Por la Hélade toda fue Homero,
No abogo por la superstición,
Pero admiro los valores justos,
Los que hoy nos robaron tantos,
Que se pasean en oleadas de triunfos,
Pero aún en un reciente tiempo,
Se pudo escuchar una gesta sonora,
Que en británicas letras plasmóse,
Por una pluma incisiva y docta,
Un hombre cuyo apellido fue Tolkien,
Un hombre que en el mito indagó,
Contra la vulgarización del concepto,
Que hizo un mundo sin razón,
Un hombre a una pipa pegado,
Poco viajero y católico expresivo,
Un inglés rural y orgulloso,
Tras los buenos pasos del distributismo,
Tolkien no hablaba de Ulises,
Tolkien no hablaba de Eneas,
Mas crió al intrépido hobbit,
Y aprovechó su don de lenguas,
Encrucijadas celtas y nórdico-germánicas,
Bajo el atento sello romano,
La fuerza de la cultura y el mito,
De un formidable literato,
Tolkien, nacido para escribir,
Tolkien, conocedor de la pobreza,
Conocedor, creador y recreador,
Del mito en lista pureza,
No entonó himnos a falsos dioses,
Luminosa, radiante, fue su teología,
Bajo excelente forma literaria,
Guarecida en fonda apocalíptica,
Las runas y los bosques,
Las sombras y los ríos,
Del pasado hacia el futuro,
Cabalgó el buen mito,
Tolkien habló a los árboles,
Tolkien miró hacia el cielo,
Un anillo para la épica,
Una tradición, un sueño.
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