El enigmático cebro ibérico, el último caballo salvaje del sur de Europa

Alejandro Carra







Habitó en toda España hasta su desaparición total en tiempos de Felipe II

ABC



El caballo mongol de Przewalski es muy similar al extinguido cedro





Era rápido y muy resistente, mucho más que los caballos domesticados. Su color era gris, «como las ratas», según describió en sus crónicas Brunetto Latini, embajador florentino en la corte del Rey Alfonso X «el Sabio», pero con una raya oscura en el lomo y las «manos» negras. Pesaba unos 300 kilos, y tenía una alzada de 1,30 metros. En las Partidas del Rey Sabio se le menciona como «onagro, asno montés o encebro», aunque todo apunta a que era un caballo. El último caballo salvaje que habitó en España y en Europa, con permiso del tarpán que desapareció a finales del siglo XIX en Crimea.

Carlos Nores, investigador de la Universidad de Oviedo y autor principal del trabajo «El cebro ibérico: ¿que clase de animal fue?», publicado en la revista «Anthropozoologica», cuenta a este diario que «en España y Portugal hay 155 topónimos relacionados con este animal que sabemos que existió, pero que desapareció sin dejar rastro». Nores sigue explicando que en el siglo XVI, en las Relaciones Topográficas de Felipe II, se le describe «como una yegua cenizosa que relincha –los asnos y los burros no lo hacen– y que desapareció hacia 1570 de la zona de Chinchilla (Albacete)».

Del cebro ibérico no sabemos si hay fósiles, pero sí infinidad de menciones en los libros antiguos, especialmente en el tratado que en 1752 Fray Martín Sarmiento escribió sobre este animal. Y también muchos nombres repartidos por toda la geografía peninsular. Ahí están Piedrafita de Cebreiro, en Galicia; Cebreros, en Ávila; Vegacebrón en Asturias; Cebrones del Río, en León; el collado de Las Encebras, en Albacete y la charcha del Acebrón, en Doñana. O incluso el nombre de cebra dado por los colonizadores portugueses a este animal africano que les recordaba al que aún corría por el Reino de Castilla y con cuya piel se fabricaban unos zapatos llamados «zebrunos». En el «Libro de la Montería» de Alfonso XI se describe que «En tierra de Lorca... El Rio de Villa Franca es buen monte de Puerco e de Encebras en invierno».

Desde Rusia hasta Albacete

Esa falta de restos identificados y abundancia de referencias escritas es la que ha obligado al profesor Nores a moverse a caballo –nunca mejor dicho– entre la Filología, la Historia, la Zoología (su especialidad), la Paleontología y hasta la Genética, que es la que ha dado un último impulso a las tesis de Nores de que en España, y probablemente en toda Europa, podría haber existido un caballo silvestre –no un asno– cuyos núcleos se fueron fragmentando para dar lugar al cebro ibérico, al sorraia portugués, al tarpán de estepa ruso y al tarpán de bosque polaco. Los últimos caballos salvajes de Europa.
«Se extinguieron porque se aprovechaba su carne y su piel y porque ocasionaban mucho daño en los cultivos de trigo y en las yeguadas domesticadas, de las que los machos salvajes se llevaban a las hembras. Durante la reconquista, los cristianos usaban también su piel para fabricar escudos por lo que según esta avanzaba, iban desapareciendo», concluye Nores.



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