Alta y Baja Navarra
Se llama Baja Navarra o Tierra de Ultrapuertos al territorio que Ricardo Corazón de León (duque de Aquitania y luego rey de Inglaterra), casado con Berenguela (hija de Sancho VI el Sabio de Navarra), cede a su suegro y luego a su sucesor Sancho VII el Fuerte (su cuñado) a finales del s. XII. Estas tierras no formaron propiamente una merindad y había 3 castellanías o bailías: 1) San Juan de Pie de Puerto (capital; comprendía los países de Cisa, Baigorri, Osés y Arbeloa); 2) Mixa-Ostabares (capital en San Pelay o Saint Palais); y, 3) Labastide-Clairence. Tenían poca importancia económica, pero cerca de Ostabat confluían 3 de las 4 principales rutas a Santiago (la otra iba por Somport) desde el interior de Francia. Hubo discordias entre dos familias de nobles de Mixa: Agramont y Luxa, que son el origen de la guerra civil que asoló el reino en el s. XV. Tras la conquista castellana, la Baja Navarra (en la otra vertiente pirenaica y militarmente insostenible) fue evacuada por Carlos V en 1530 y desde entonces está en la órbita francesa. Pero en el s. XVIII aún había bajonavarros que invocaban sus derechos como ciudadanos navarros.
Los Pirineos unen cuanto separan. Perduran a sus vertientes formas culturales y modos de vida parejos durante siglos, aunque también rivalidades, violencias y litigios por cuestiones de pastos sobre todo. Estas rivalidades han sido una constante no resuelta hasta que se trazó una frontera artificial en 1856, decaída tras la desaparición de aduanas.
Hay territorios y gentes que se dicen navarros a los dos lados de la cordillera. Estuvieron históricamente unidos a un mismo reino desde la Alta Edad Media hasta la Edad Moderna. Lo siguen estando hoy por relaciones económicas y sociales, pero sobre todo por una misma lengua.
A la Navarra cispirenaica, tierra de Ultrapuertos, le llaman sus naturales Baxenafarroa, palabra que la mayoría interpreta como una posición geográfica “baja”, contrapuesta a la “alta” de la Navarra peninsular, pero que algunos traducen también como “la Navarra donde abunda el bosque”. Después de una brusca caída desde las cumbres, las pendientes se suavizan y los ríos de grave pendiente y cauce angosto modelan un perfil amable de suaves colinas. Un clima húmedo y templado determina la vocación ganadera del territorio, donde el caserío se dispersa y sólo se agrupa en pequeños núcleos de servicio, en los que nunca faltan el frontón y la iglesia. Las guerras de religión destruyeron buena parte del patrimonio, pero quedan hermosos templos rurales como el románico de Bidarrai o la iglesia de Baigorri, con su triple galería interior y balaustradas talladas en roble.
La organización administrativa y política de las “tierras d’aillent puertos” coincidió en parte con la del resto de Navarra. Hubo tenencias territoriales y diversas asambleas municipales similares, y los reyes Albret trasladaron a Donapaleu el modelo de la corte de Pamplona. Pero la Baja Navarra no fue una merindad, sino una federación de baronías, de ciudades y de nueve “países”: Amikuze, Arberoa, Armendaritz, Baigorri, Garazi, Iholdi, Irisarri, Ostibarre y Orzaize. La capital, de hecho, fue y es la hermosa villa de San Juan de Pie de Puerto o Donibane Garazi, que conserva su Ciudadela, una iglesia gótica y una rúa monumental con casonas de piedra de los siglos XVI y XVII.
Garazi o Cize es el cantón que tiene el privilegio de ser la cuna literaria de la lengua vasca. El rector del pueblecito de Eiheralarre, Bernart de Etxepare, fue autor del primer libro en Euskara que se llevó a la imprenta con el título latitno de “Linguae Vasconum Primitiae”, fechado en 1554. Se trata de una colección de poemas religiosos, eróticos y de alabanza de la lengua vasca. Ese cultivo literario del cascuence, lengua de uso, ha continuado hasta nuestro tiempo en Baja Navarra, con la voz de un poeta popular y bertsolari de entonado lirismo: “Xalbador”. La canción popular y un colorista folklore, que tiene su centro en las fiestas de carnaval y de verano, alegra la vida de un territorio que ha sufrido en los dos últimos siglos una fuerte sangría migratoria, y que demuestra su voluntad de vivir renovando su oferta turística y modernizando su economía agrícola mediante cooperativas solidarias.
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La Iglesia es el poder supremo en lo espiritual, como el Estado lo es en el temporal.
Antonio Aparisi
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