Madrid/Zaragoza, 12 octubre 2009, fiesta de Nuestra Señora del Pilar, Patrona de Aragón y de la Hispanidad. La cutredad democrática y laicista ha querido reducir la celebración de hoy a una "fiesta nacional" al estilo de las de las "naciones" nacidas de revoluciones de filiación masónica. En realidad conmemoramos tanto el nacimiento a la Fe de la patria más antigua sobre la faz de la Tierra, como la ampliación de ésta por el descubrimiento de América. Cuando aún moraba en Palestina la Santísima Madre de Dios, tuvo a bien hollar con su pie el suelo de Hispania, al aparecerse al Apóstol Santiago y animarle a seguir propagando el Evangelio entre nuestros antepasados. Evangelio que, mil cuatrocientos años después, se extendería al otro lado del océano, por obra de otra generación de españoles, forjada en más de setecientos años de guerra contra la secta de Mahoma. De las Españas americanas vino el referirse al Día de la Hispanidad como el Día de la Raza.
Esas verdades son las que pretenden ocultarse tras la mezquina "fiesta nacional" de ahora. A pesar de ello, y a pesar de la triste situación que viven las Fuerzas Armadas españolas (de la cual FARO se ocupa con frecuencia), un desfile militar, ahora que casi no se hacen, sigue atrayendo a las buenas gentes. Lo cual quedó testimoniado, una vez más, con los abucheos y gritos contra Rodríguez Zapatero que empezaron nada más aparecer el Presidente del Gobierno (de ocupación) de España y se reprodujeron al final del desfile, hasta la marcha de aquél. Como los medios internacionales han constatado ampliamente.
"¡Fuera, fuera!", "¡Zapatero, dimisión!" fueron los gritos dominantes. La pésima y traicionera gestión y la antipatía y ridícula imagen del Presidente del Gobierno concentraron las iras del público. Iras que pudieron haberse dirigido, con tanta o mayor justicia, contra el Jefe del Estado, también presente junto con su consorte, su hijo y la consorte de éste. El Alcalde de Madrid, el abortista y aberrosexualista Alberto Ruiz-Gallardón, del PP, se solidarizó con el Presidente del Gobierno.
El desfile de las tropas arrancó aplausos del público, que sin embargo tuvo que asistir también a un vergonzoso "homenaje a los caídos" laico, y, como escenificación de la pérdida de independencia de España y del cipayismo del régimen imperante, al paso de las banderas de la ONU, de la Unión Europea y de la OTAN. Como si tuvieran algo que ver con el Doce de Octubre, aparte de representar su antítesis.
Qué diferencia con la voz de la Dinastía legítima: "Contemplo con preocupación e inquietud crecientes la situación de nuestra Patria. Las naturales consecuencias del sistema liberal, siempre disolvente, parecen sucederse a un ritmo cada vez más rápido. El clima creado tras los trágicos atentados del once de marzo (cuyas sospechosas implicaciones parecen salpicar, en mayor o menor grado, a todos los partidos políticos que hoy secuestran la representación popular) y el Gobierno que surgió de ellos, están favoreciendo una decadencia moral sin precedentes, la quiebra del Estado y la disgregación de lo que queda de España".
"Ante tal panorama, algunos, quizá bienintencionadamente, reivindican la Constitución de mil novecientos setenta y ocho, que además de ilegítima ha favorecido el proceso disgregador; otros levantan bandera por una España jacobina, construcción tan artificial y revolucionaria como los nacionalismos regionales. Los hay que miran a Europa o a poderes cuyo centro está aún más lejano, sin percatarse de que sólo a la Hispanidad y a la Cristiandad pertenecemos y nos debemos, y que vincularnos a otros significa capitular y desaparecer". (Sixto Enrique de Borbón, Carta a la Secretaría Política. Llamamiento ante la grave situación de España, 23 de mayo de 2006).
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