Descanse en paz Utrera Molina, uno de los falangistas que en la medida de sus posiblidades hizo realidad el lema falangista: "Por la Patria, el Pan y la Justicia".
D. José Utrera Molina, ministro y vicepresidente en diferentes Gobiernos de Francisco Franco, falleció (22-4-2017) en Nerja (Málaga) a los 91 años, informó su hijo Luis Felipe en el blog Arriba y confirmaron fuentes del tanatorio de esa localidad. Utrera Molina, nacido en Málaga el 12 de abril de 1926, será incinerado esta tarde en el cementerio de Vélez Málaga.
Nombrado, en 1974, ministro Secretario General del Movimiento y vicepresidente del Gobierno, Utrera Molina fue antes gobernador civil de Sevilla, Ciudad Real y Burgos, subsecretario de Trabajo y ministro de la Vivienda. Licenciado en Derecho y Graduado Social, ingresó de joven en las organizaciones juveniles falangistas, donde ocupó diferentes cargos. Tras ser gobernador civil de Ciudad Real y Burgos, en 1962 ocupó este cargo en la provincia de Sevilla durante siete años hasta que en 1969 fue nombrado subsecretario de Trabajo, y en junio de 1973, ministro de la Vivienda. En enero de 1974 fue desginado ministro Secretario General del Movimiento y vicepresidente del Gobierno.
Tras la muerte de Franco, encabezó en junio de 1977 la lista de candidatos de Alianza Popular al Senado por la provincia de Málaga pero no obtuvo el escaño. En mayo de 1989 la editorial Planeta publicó sus memorias, bajo el título, “Sin cambiar de camisa” a las que siguieron una nueva reedición revisada y aumentada, publicada en 2008, bajo el título ”Sin cambiar de bandera”. Durante su presentación en Madrid, Utrera Molina elogió a su yerno Alberto Ruiz-Gallardón (entonces alcalde de la capital española) al que calificó de “político de raza”. En 2010, escribió un artículo para el diario ABC en que criticó la Ley de Memoria Histórica y el hecho de que retiraran ciertos monumentos.
Casado con Margarita Gómez Blanco, el matrimonio tuvo siete hijos: José Antonio, Margarita del Prado, María del Mar (casada con Alberto Ruiz-Gallardón), María Rocío de los Reyes, María Victoria, Luis Felipe y César. En la carta publicada hoy por su hijo, en el citado blog, éste afirma: “Llegaste a la política para servir y empeñaste tu corazón, tu tiempo y tu energía en ayudar a los que más lo necesitaban. Jamás miraste el color de los demás y nos enseñaste que no hay que mirar el color de la bandera sino la medida del corazón”.
“Para ti, el poder era solo la oportunidad para hacer posible los sueños de muchos. Muchos recuerdan aún las noches en vela que pasaste con los afectados por las inundaciones de Sevilla que se quedaron sin hogar hasta que desde los despachos de Madrid se dieron cuenta que no ibas a cejar en tu empeño”, agrega. Luis Felipe Utrera señala: “Podrán quitar tu nombre de las calles pero jamás la gratitud de tantos miles de familias a las que procuraste una vivienda digna, escuelas para sus hijos, y tantas y tantas cosas que no cabrían en un libro”.
Francisco Franco saluda al entonces Gobernador de Sevilla, José Utrera Molina
Articulista de AD, su última colaboración, bajo el título “El odio cabalga sin bridas”, fue publicada el pasado 20 de febrero.
Adiós al hombre que nunca cambió de bandera: Fallece a los 91 años el ex ministro y colaborador de AD José Utrera Molina – Alerta Digital
Fue un hombre de honor. Descanse en paz .
Última edición por ALACRAN; 26/04/2017 a las 11:06
"... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)
Descanse en paz Utrera Molina, uno de los falangistas que en la medida de sus posiblidades hizo realidad el lema falangista: "Por la Patria, el Pan y la Justicia".
Última edición por DOBLE AGUILA; 26/04/2017 a las 18:08
Hace unos días Juan Manuel de Prada también escribió uno sobre Utrera Molina:
Don José Utrera Molina
Juan Manuel de Prada
ABC
A don José Utrera Molina lo conocí por mediación de su entrañable amigo, el maestro Manuel Alcántara, hace ya casi veinte años. Era don José por entonces un hombre que se adentraba con gallardía en los arrabales de la vejez, lleno de dolor de España y de un temple bondadoso y estoico que lo ayudaba a sobrellevar las muchas vilezas que ya por entonces empezaba a padecer. Don José era un auténtico caballero cristiano, según lo explicase García Morente: paladín de las causas perdidas, magnánimo ante la mezquindad, altivo ante el servilismo, más pálpito que cálculo y con esa impaciencia de eternidad que caracteriza al hombre sinceramente religioso. El maestro Alcántara me lo había definido como su “amigo más leal”; y, en efecto, según pude comprobar luego, las lealtades de don José eran acérrimas e inamovibles.
Don José Utrera Molina me llamaba de vez en cuando para felicitarme por algún artículo; y también, por cierto, para reprocharme algún otro en el que no me mostraba benévolo con ciertos aspectos del franquismo. Especialmente cariñoso se mostró conmigo cuando elogié su figura, frente a una panda de miserables con mando en plaza que lo despojaron del título de Hijo Predilecto de Málaga. ¡Al hombre que había dado todo su amor a Málaga, que la había dotado de residencias de ancianos, de cientos de viviendas sociales, de una universidad laboral, para que los hijos de los pobres pudieran formarse y llevar mejor vida que sus padres! En el calvario padecido por Utrera Molina en sus postrimerías se compendia el sórdido y cobarde cainismo de esta España que siempre está con el que manda, que se acuesta servilmente franquista y se levanta furibundamente antifranquista. Utrera Molina cometió el delito de seguir siendo lealmente lo que siempre había sido, sin chaqueterismo ni componendas. ¡Y mira que le habría resultado fácil camuflarse! Le hubiese bastado con cerdear un poco, como hicieron tantos franquistas que quería seguir viviendo como sultanes y experimentaron una fulminante conversión, como si les hubiese aparecido de repente la Señora Democracia, como la Virgen se apareció en Fátima. Todos estos demócratas sobrevenidos que nos han estado dando lecciones (algún día habrá que señalarlos con el dedo) solo querían seguir mamando de la teta; y, para lograrlo, permitieron que el odio volviera a enviscar a los españoles. Y ese odio, inevitablemente, fue cobrando espesor hasta lanzar sus zarpazos contra quienes no habían cerceado, contra hombres tan nobles y abnegados como don José Utrera Molina. Pero, como nos enseñaba Cernuda, los insultos de los viles son “formas amargas del elogio”.
Hace apenas un par de días preguntaba por don José a su nieto Rodrigo, que me confesaba con pesar que estaba bastante delicado de salud. En la reedición de Sin cambiar de bandera, las memorias de Utrera Molina, se incluía una carta de su nieto Rodrigo llena de verdad y emoción en la que puede leerse: “Tú guiabas cuando otros solo seguían, por eso intentaron marginarte en el pretérito, exiliarte en el presente y desahuciarte el futuro. Tu lealtad te supuso conocer el sabor de la traición, pero fue exactamente eso lo que dio tanta importancia a tu fidelidad… Es el motivo por el que mi voz, cuando hablo de ti con mis amigos, denota orgullo de ser tu nieto. Orgullo y gratitud”. Yo también puedo decir hoy, con orgullo y gratitud, que me honro de haber sido amigo de un hombre bueno como don José Utrera Molina, que ya no tendrá que seguir escuchando las palinodias sonrojantes de los chaqueteros, ni las invectivas sangrientas de los caínes que amargaron su vejez. Descanse en paz, querido don José.
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