Copio respuestas del FSTM.
Ay, Hispanista, me has puesto un pellizco en el corazón.
Yo no conocí en profundidad a la Fernanda. Tan sólo la saludé en tres o cuatro ocasiones, pero sí que he conocido su cante. La última vez que tuve el privilegio de escucharla cantar (en directo, claro, que en grabaciones la he oído y la oigo infinidad de veces) fue en una Feria de Utrera, hace algo así como siete u ocho años. Estuvo cantando un rato, y bueno... hasta que en un momento se sacó del pecho dos soleás de esas que hacen llorar, literalmente. Tan literalmente que fueron no pocas las lágrimas que asomaron a las mejillas del grupito de privilegiados que en aquella ocasión estábamos sentados alrededor suya. Era como si la Fernanda hubiera sacado un puñal de su garganta y te lo clavara directamente en el alma. ¡Qué dolor en el cante! ¡Qué grandeza! ¡Qué voz; su voz, única, inconfundible! La Fernanda repetía orgullosa de sí misma:“dicen de mí que tengo la soleá del siglo”. Y qué verdad más absoluta era esa. El flamenco ha perdido con la marcha de la Fernanda uno de sus baluartes más inexpugnables. Esa pureza, ese sello que Utrera ha abanderado en el cante flamenco, halló en la Fernanda su máxima expresión y hoy, uno de los testigos del cante puro de Utrera se nos ha ido. También se nos ha ido, amigo Hispanista, el Turronero. Al Turronero sí lo traté algo más. La última vez que lo escuché cantar fue en la boda de mi primo, en Utrera. Estaba ya enfermo, pero supo sacarse unos compases por bulerías que nos dejaron muy buen sabor de boca.
Utrera, como bien dices, ha sido cuna de grandes cantaores. Desde aquel famoso Pinini, al que salían la gente a los balcones a escuchar cuando cantaba por las calles utreranas y del que nos quedan como testigos de su cante las famosas cantiñas de Pinini, hasta nuestro días ha habido gigantes del cante en Utrera. El Perrate, Gaspar, María Peña, la vieja, que sin ser profesional ha dejado testimonios de categoría en la ejecución de la Soleá por Bulerías, Pepa de Benito, Curro de Utrera, La Fernanda y la Bernarda, claro... “Cantera inagotable” la han llamado en al mundo flamenco.
Pero además, como bien dices, Utrera es la tierra de mis mayores. Si al amor por el flamenco le sumas el puntito de chauvinismo localista que todos tenemos, es lógico que se me pongan los pelos como escarpias cuando oigo, o en este caso leo, a alguien hablar de Utrera. Sí, en Utrera hundo yo mis raíces familiares. Nombras la Casa de la Cultura, y precisamente esa casa palacio que hoy es, desde hace diez o doce años, la casa de la Cultura, en la calle Rodrigo Caro, fue de mi familia desde que la construyó un tataratatara...buelo mío, el marqués de Tous, en el siglo XVIII, hasta que mi bisabuela se la vendió a la familia de los Gutiérrez. A las rejas de las ventanas de esa casa iba mi bisabuelo a pelar la pava con mi bisabuela cuando eran jovencitos. Y, subiendo calle arriba, la Parroquia de Santa María de la Mesa (la iglesia grande de Utrera, declarada monumento histórico-artístico, a la que mi familia está también vinculada). Justo enfrente vivían mis abuelos, en una casa de la que después alquiló mi abuelo una parte a los juzgados para que se instalaran allí. Precisamente en esa parroquia, la de Santa María, tengo yo, en una cripta familiar, enterrados antepasados míos hasta mi tío Alfonso Carlos, que el Señor se llevó cuando tenía tan sólo nueve mesecitos, y en esa parroquia hay una imagen de la Virgen, una Divina Pastora, que era de mi bisabuela hasta que la regaló a la parroquia y de la que fue camarera hasta que se murió. En los Salesianos de Utrera, el primer colegio salesiano que hubo en España, han estudiado todos los varones de mi familia, y un poco más arriba, en la Vereda, está la hermandad de Jesús Nazareno, a la que también estamos vinculados, habiendo sido mi abuelo el hermano mayor que más veces ha ocupado el cargo. En Utrera tengo yo familia, grandes amigos, y recuerdos de mi vida, de mi infancia y de mi gente en cada rincón. Anécdotas familiares, vivencias... ¿Cómo no se me va a poner un pellizco en el corazón cuando escucho a alguien hablar de Utrera y de su flamenco, si son dos de mis grandes vínculos emocionales?
¡Viva Utrera y sus flamencos, Coño!
Sólo un reproche: no tengo conocimientos que avasallen. ¡Más quisiera yo saber de flamenco de verdad, como saben otros! Pero se agradece el cumplido.
Un abrazo.
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Mira, Hispanista, lo que he encontrado por internet.
http://www.deflamenco.com/especiales/fernanda/entrevista.jsp
En esa página oirás una entrevista a la Fernanda. A pesar de la ignorancia de la periodista, que se ve que de flamenco no tiene ni puñetera idea y de la mala baba que destila intentando hacer hablar a la Fernanda del "machismo" y todas esas tonterías que a ella le traían sin cuidado, es un testimonio para guardarlo.
También te dejo un articulito que publiqué hace ya algunos años cuaando, coincidiendo en fechas con el compromiso de Felipito y Letizia, le dieron la Medalla del Trabajo a la Fernanda.
Un abrazo.
“ILUSTRÍSIMA SEÑORA”
Ella no se llama Leticia, -con zeta- ni será nunca «señora de Borbón». Ella no tiene los ojos azules ni luce una figura espectacular. Nada de eso. Chiquinina como un tapón de alberca, rasgada y negra la mirada, jamás será inquilina de La Zarzuela, aunque ciñe la corona y sostiene el cetro de una estirpe que se remonta al origen del mundo. Su nombre no rellena hueco alguno en rimbombantes árboles genealógicos, ni se asocia a palacios suntuosos, a oropeles vanos. En su lugar, decir Fernanda Jiménez Peña suena a Potaje veraniego, a volteo y salto de campanas de Santa María y Santiago, a Calle Nueva y Cristo de la Buena Muerte en la madrugada del Viernes Santo, a Fuente Vieja, a callejón del Niño Perdido, a convento de Consolación... a gitanería antigua y cabal. A Utrera.
Ella, la nieta del Pinini, no se ha casado con ningún príncipe (¡maldita la falta que le hace a quien es reina desde hace mucho!). En su trono, el del dolor que sufre el hombre desde su expulsión del Paraíso, manda ella y sólo ella. Su Majestad del desgarro, la Emperatriz de los sonidos negros, la Soberana del quejío, la Sultana del cante grande, profundo y estremecedor, acaba de recibir de manos profanas la Medalla al Mérito del Trabajo y, con ella, el tratamiento formal de ilustrísima señora. ¿Sólo ilustrísima señora? ¿Nada más? ¡Ja! Ante Fernanda de Utrera, Faraona de la soleá, deberían guardar cola y rendir honores todos los jefes de Estado del mundo, pero como, por desgracia, la Historia se escribe con «I» de injusticia, esa reina no acapara portadas ni especiales de cien páginas en los periódicos. Mas que nadie se engañe por eso. No hay monarca ni aspirante a tal en el orbe todo que iguale en dignidad a quien con su grito ancestral, atávico, con su quejido henchido de pena, con su ¡ay! hondo y desgarrado, sabe demoler las voluntades más firmes, arrancar ríos de lágrimas de los ojos más secos, y estruendosos olés de las almas más tibias. Que nadie se engañe, que si hay alguna reina en el mundo, esa es ella, porque «pa’ cantá por soleá hay que haber nacío en Utrera y a la Fernanda escuchar...».”
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