Noticia publicada en «La Gaceta».
El obispo emérito de San Sebastián José María Setién ha fallecido esta madrugada en San Sebastián, tras haber sufrido un ictus el pasado domingo.
Setién, de 90 años y cuyo funeral tendrá lugar este miércoles a mediodía en la catedral del Buen Pastor de San Sebastián, fue ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Donostia en estado muy grave tras sufrir el ictus el domingo por la mañana.
Nacido en Hernani (Gipuzkoa) en 1928, José María Setién Alberro fue obispo de San Sebastián entre 1979 y principios de 2000, cuando fue sustituido por Juan María Uriarte y éste, en el año 2010, por José Ignacio Munilla, actual prelado de la diócesis donostiarra y encargado de oficiar el funeral por Setién.
José María Setién fue obispo de San Sebastián durante los años más duros de ETA. Se erigió en una controvertida figura por sus opiniones afines al nacionalismo, en las que muchos vieron una incomprensible comprensión hacia los miembros de la banda terrorista (a la que siempre pidió que dejara de matar).
Setién, nacido en Hernani (Gipuzkoa) el 18 de marzo de 1928, tomó posesión como obispo de la diócesis de San Sebastián al día siguiente de haber cumplido 51 años. Le esperaban por delante dos largas décadas como prelado en las que se convirtió en un hacedor de titulares con sus polémicas declaraciones, pastorales y homilías. Sus posiciones a favor del derecho de autodeterminación y de la negociación entre el Gobierno y ETA fueron muchas veces cuestionadas, así como sus críticas a algunas acciones policiales y su denuncia de las supuestas torturas infligidas a integrantes de ETA.
Lamentó las muertes ocasionadas por la violencia terrorista y también las de los propios terroristas, como las de las víctimas del atentado contra el cuartel de Vic (Barcelona) en junio de 1991, y la de dos miembros de ETA en un posterior enfrentamiento con la Guardia Civil.
En una pastoral de finales de 1997, dijo que ni los atentados de ETA ni las acciones policiales «deben paralizar los esfuerzos orientados a buscar otros caminos más humanos de pacificación». En septiembre ya había reclamado la apertura de un diálogo para lograr la paz y el año anterior había reiterado la disposición de la iglesia vasca a «un servicio de mediación» entre el Gobierno y ETA.
En enero de 2000, unos días antes de su renuncia al cargo, volvió a hacer un nuevo pronunciamiento polémico. Afirmó que la paz tenía un precio y que el acuerdo al que debía llegarse es «qué precio se está dispuesto a pagar».
En 2006, durante la llamada tregua «permanente» de ETA, manifestó en un curso de verano de la Universidad del País Vasco, que el proceso de paz «difícilmente» avanzaría si no se producía una «flexibilidad» en los «planteamientos doctrinales» del Gobierno y de la banda terrorista, que hiciera posible que las «exigencias más radicales» cedieran en favor de «un acuerdo» que habría que «construir».
Las víctimas del terrorismo todavía recuerdan los muchos funerales que Setién prefirió no oficiar y las muchas veces que los asesinados por ETA tuvieron su misa funeral de noche y por la puerta de atrás.
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