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Tema: Angustia Coronavírica

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  1. #1
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    Re: Angustia Coronavírica

    Sin miedo al contagio, San Carlos Borromeo da la Comunión a los apestados. Hoy en día prohíben las misas en las regiones afectadas de Italia.




    San Carlos Borromeo dando la comunión a las víctimas de la peste, por Tanzio da Varallo, hacia 1616 (Domodossola, Italia).


    wandenbergh y Pious dieron el Víctor.

  2. #2
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    Re: Angustia Coronavírica

    Cómo afrontó San Carlos Borromeo la epidemia de su tiempo

    Por
    Roberto de Mattei -

    04/03/2020





    San Carlos Borromeo (1538-1584), cardenal de la Santa Iglesia Católica y arzobispo de Milán de 1565 a 1583, fue calificado en el decreto de su canonización como «un hombre que, mientras el mundo le sonríe con grandes halagos, vive crucificado en el mundo, vive del espíritu, pisoteando las cosas terrenales, busca continuamente las celestiales, no solo porque desempeñaba el oficio de un ángel, sino porque emulaba en la tierra los pensamientos y las obras de la vida de los ángeles» (Paulo V, bula Unigenitus del 1 de noviembre de 1610).

    La devoción a los ángeles acompañó la vida de San Carlos, al cual el conde de Olivares, don Enrique de Guzmán, embajador de Felipe II en Roma, caliífico de «más ángel que hombre» (Giovanni Pietro Giussano,Vita di San Carlo Borromeo, Stamperia della Camera Apostolica, Roma 1610, p. 441). Muchos artistas, como Teodoro Vallonio en Palermo y Sebastien Bourdon han representado en sus pinturas a San Carlos Borromeo contemplando a un ángel que reenfunda su espada ensangrentada, dando con ello a entender que había cesado la terrible epidemia de peste de 1576.

    Todo había comenzado en el mes de agosto de aquel año. Milán estaba en fiesta para recibir a Don Juan de Austria, que iba a pasar por el Camino Español por haber sido nombrado gobernador de Flandes. Las autoridades de la ciudad se desvivían por agasajar al príncipe hispano con los máximos honores. Pero Carlos, que ya llevaba seis años ejerciendo como prelado de la archidiócesis, seguía con preocupación las noticias que llegaban de Trento, Verona y Mantua, donde la peste ya había comenzado a segar vidas. Los primeros casos se dieron en Milán el 11 de agosto, precisamente cuando llegaba Don Juan de Austria. El vencedor de Lepanto, seguido del gobernador don Antonio de Guzmán y Zúñiga, se alejó de la ciudad mientras Carlos, que había ido a Lodi para asistir a los funerales del obispo, se apresuró a ir allí. En Milán reinaban el miedo y la confusión, y el arzobispo se dedicó por entero a asistir a los enfermos y mandó elevar oraciones públicas y privadas. Dom Prosper Guéranger sintetiza con estas palabras la inagotable caridad del obispo: «Ante la ausencia de las autoridades locales, organizó los servicios sanitarios, fundó y renovó hospitales, consiguió dinero y víveres y decretó medidas preventivas. Ante todo hizo las diligencias para proporcionar socorro espiritual, asistencia a los enfermos, sepultura a los muertos y la administración de los sacramentos a los habitantes de la ciudad, que estaban confinados en su casa, entre otras medidas preventivas. Sin temor al contagio, sufragó personalmente los gastos visitando hospitales, encabezando procesiones de penitencia y haciéndose de todo a todos como un padre y verdadero pastor» (L’anno liturgico – II. Tempo Pasquale e dopo la Pentecoste, Paoline, Alba 1959, pp. 1245-1248).

    San Carlos estaba convencido de que la epidemia era un azote enviado por el Cielo en castigo por los pecados del pueblo, y de que para remediarla era preciso recurrir a medios espirituales: la oración y la penitencia. Reprochó a las autoridades civiles que hubieran cifrado su confianza en medios humanos y no divinos. «¿No habían prohibido todas las reuniones pías, y todas las procesiones durante el tiempo del Jubileo? Tenía el convencimiento de que ésas habían sido las causas del castigo» (Chanoine Charles Sylvain, Histoire de Saint Charles Borromée, Desclée de Brouwer, Lille 1884, vol. II, p. 135). Los magistrados que gobernaban la ciudad siguieron oponiéndose a las ceremonias públicas por temor a que las aglomeraciones aumentaran el contagio. Pero Carlos, que estaba guiado por el Espíritu de Dios –señala otro de sus biógrafos–, lo convenció aduciendo varios ejemplos, entre ellos el de San Gregorio Magno, que había detenido la plaga que asolaba Roma en el año 590 (Giussano, op. cit. p. 266).

    Mientras se propagaba la epidemia, el arzobispo ordenó tres procesiones generales, que tendrían lugar los días 3, 5 y 6 de octubre en Milán a fin de aplacar la ira de Dios. El primer día, aunque no fuera cuaresma, el santo impuso cenizas en las cabezas de millares de personas congregadas mientras las exhortaba a la penitencia. Concluida la ceremonia, la procesión se dirigió a la basílica de San Ambrosio. Él mismo iba a la cabeza del pueblo vistiendo capa morada y capucha, descalzo, con la cuerda de penitente al cuello y portando una gran cruz. En la iglesia predicó sobre la primera lamentación del profeta Jeremías,Quomodo sedet sola civitas plena populo, y afirmó que los pecados del pueblo habían provocado la justa indignación de Dios.

    La segunda de las procesiones encabezada por el cardenal se dirigió a la basílica Mayor de San Lorenz. En su sermón, aplicó a la ciudad de Milán el sueño de Nabucodonosor narrado por el profeta Daniel, «haciendo ver que la venganza divina había caído sobre la urbe» (Giussano, Vita di San Carlo Borromeo, p. 267). El tercer día, la procesión se dirigió desde la catedral hasta la basílica de Santa María en las inmediaciones de San Celso. San Carlos portaba en sus manos la reliquia del Santo Clavo de Nuestro Señor, que el emperador Teodosio había donado a San Ambrosio en el siglo V, y concluyó la ceremonia con un sermón titulado Peccatum peccavi Jerusalem (Jeremías 1,8).

    La peste no tenía visos de disminuir, y Milán era una ciudad desierta, porque un tercio de la población había perdido la vida, y los demás estaban en cuarentena o no se atrevían a salir de su casa. El arzobispo ordenó que en las principales plazas y encrucijadas de la ciudad se erigiesen unas veinte columnas de piedra coronadas por una cruz para que los residentes de todos los barrios pudiesen asistir a las misas y rogativas públicas asomados a las ventanas de sus viviendas. Uno de los santos protectores de Milán era San Sebastián, el mártir al que habían recurrido los romanos durante la peste del año 672. San Carlos propuso a los magistrados milaneses reconstruir el santuario dedicado al santo, que estaba en ruinas, y celebrar durante diez años una fiesta solemne en su honor. Por fin, en julio de 1577 cesó la peste, y en septiembre se colocó la primera piedra del templo cívico de San Sebastián, donde el veinte de enero de cada año se sigue celebrando todavía una Misa para conmemorar el fin de la epidemia.

    La epidemia de peste que castigó Milán en 1576 fue lo mismo que había sido para Roma el saqueo de los lansquenetes cincuenta años antes: un castigo, pero también una ocasión de purificarse y convertirse. San Carlos Borromeo compiló sus meditaciones en un Memorial, en el que entre otras cosas escribió: «Ciudad de Milán, tu grandeza se alzaba hasta los cielos, tus riquezas se extendían hasta los confines del mundo (…) Repentinamente, viene del Cielo la peste, que es la mano de Dios, y de golpe y porrazo ha sido abatida tu soberbia» (Memoriale al suo diletto popolo della città e diocesi di Milano, Michele Tini, Roma 1579, pp. 28-29). El santo estaba convencido de que todo ello se debía a la gran misericordia de Dios: «Él hirió y Él sanó; Él azotó y Él curó; Él empuñó la vara de castigo, y ha ofrecido el báculo de sostén» (Memoriale, p. 81).

    San Carlos Borromeo falleció el 3 de noviembre de 1584 y está sepultado en la catedral de Milán. Su corazón fue solemnemente trasladado a Roma, a la basílica de San Ambrosio y San Carlos en la Vía del Corso, donde todavía es venerado. Innumerables iglesia le están dedicadas, como el majestuoso templo Karlsikirche [iglesia de S. Carlos, N del T.] en Viena, edificado en el siglo XVIII como acto votivo del emperador Carlos VI, que había encomendado la ciudad a la protección del santo durante la peste de 1713.

    Durante los dieciocho años que estuvo al frente de la archidiócesis de Milán, San Carlos se dedicó con igual empeño a combatir la herejía, a la cual consideraba la peste espiritual. Según San Carlos, «ninguna otra culpa ofende más a Dios, ninguna provoca más su ira que el vicio de la herejía, y a su vez, nada arruina tanto las provincias y los reinos como esta horrenda pestilencia» (Conc. Prov. V, Pars I). Citando esta frase, San Pío X lo calificó de «modelo del rebaño y los pastores en los tiempos modernos, inquebrantable defensor y asesor de la verdadera reforma católica contra aquellos recientes innovadores, cuya intención no era la reintegración, sino más bien la deformación y destrucción de la fe y las costumbres (encíclica Edita saepe del 26 de mayo de 1910).


    https://adelantelafe.com/como-afront...-de-su-tiempo/





    Pious dio el Víctor.

  3. #3
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    Re: Angustia Coronavírica

    Monseñor Pascal Roland, obispo de Ars-Belley, sobre el coronavirus





    Comunicado de prensa de Monseñor Pascal Roland, obispo de Ars-Belley:

    Más que a la epidemia de coronavirus, debemos temer a la epidemia del miedo. Por mi parte, me niego a ceder al pánico colectivo ya algún principio al principio de precaución que parece mover a las instituciones civiles.

    Así que no tengo la intención de emitir instrucciones específicas para mi diócesis: ¿los cristianos dejarán de reunirse para rezar? ¿Renunciarán a tratar y ayudar a sus semejantes? A parte de las precauciones elementales que todos toman espontáneamente para no contaminar a otros cuando están enfermos, no resulta oportuno agregar más.

    Deberíamos recordar que en situaciones mucho más serias, las de las grandes plagas, y cuando los medios sanitarios no eran los de hoy, las poblaciones cristianas se ilustran con pasos de oración colectiva, así como por la ayuda a los enfermos, la asistencia a los moribundos y la sepultura de los fallecidos. En resumen, los discípulos de Cristo no se apartaron de Dios ni se escondieron de sus semejantes, sino todo lo contrario.

    ¿El pánico colectivo que estamos presenciando hoy no revela nuestra relación distorsionada con la realidad de la muerte? ¿No manifiesta la ansiedad que provoca la pérdida de Dios? Queremos ocultarnos que somos mortales y al estar cerrados a la dimensión espiritual de nuestro ser, perdemos terreno. Disponiendo de técnicas cada vez más sofisticadas y más eficientes, pretendemos dominarlo todo y nos ocultamos que no somos los señores de la vida.

    De paso, tengamos en cuenta que la coincidencia de esta epidemia con los debates sobre las leyes de bioética nos recuerda oportunamente nuestra fragilidad humana. Esta crisis global tiene al menos la ventaja de recordarnos que vivimos en una casa común, que todos somos vulnerables e interdependientes, y que es más urgente cooperar que cerrar nuestras fronteras.

    Además, parece que todos hemos perdido la cabeza. En cualquier caso, vivimos en la mentira. ¿Por qué de repente enfocamos nuestra atención solo en el coronavirus? ¿Por qué ocultarnos que cada año en Francia, la queja banal estacional afecta a entre 2 y 6 millones de personas y causa alrededor de 8000 muertes? También parece que hemos eliminado de nuestra memoria colectiva el hecho de que el alcohol es responsable de 41000 muertes por año, y que se estima en 73000 las provocadas por el tabaco.

    Lejos de mí, entonces, la idea de prescribir el cierre de iglesias, la supresión de misas, el abandono del gesto de paz durante la Eucaristía, la imposición de este o aquel modo de comunicación afectado más higiénico (dicho esto, cada uno puede hacer como quiera), porque una iglesia no es un lugar de riesgo, sino un lugar de salvación. Es un espacio donde acogemos al que es Vida, Jesucristo, y donde, a través de Él, con Él y en Él, aprendemos juntos a vivir. Una iglesia debe seguir siendo lo que es: un lugar de esperanza.

    ¿Deberíamos calafatear nuestras casas? ¿Deberíamos saquear el supermercado del barrio y acumular reservas para prepararnos para un asedio? ¡No! Porque un cristiano no teme a la muerte.Es consciente de que es mortal, pero sabe en quién ha puesto su confianza. Él cree en Jesús, que le afirma: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá para siempre” (Juan 11, 25- 26). Él se sabe habitado y animado por “El Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos” (Romanos 8:11).

    Además, un cristiano no se pertenece a sí mismo, su vida debe ofrecerse, porque sigue a Jesús, quien enseña: “El que quiere salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y el Evangelio, la salvará ”(Marcos 8:35). Ciertamente, no se expone indebidamente, pero tampoco se trata de preservar. Siguiendo a su Maestro y Señor crucificado, el cristiano aprende a entregarse generosamente al servicio de sus hermanos más frágiles, con miras a la vida eterna.

    Entonces, no cedamos ante la epidemia de miedo. No seamos muertos vivientes. Como diría el Papa Francisco: ¡no os dejéis robar la esperanza!


    + Pascal ROLAND

    https://www.tradicionviva.es/2020/03...l-coronavirus/



    Valmadian y Alejandro Farnesio dieron el Víctor.

  4. #4
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    Re: Angustia Coronavírica

    El Arzobispado de Madrid pide no besar al Jesús de Medinaceli debido al coronavirus

    Por INFOVATICANA | 04 marzo, 2020

    El Besapiés del Cristo de Medinaceli se celebra todos los años el primer viernes de Marzo.
    El coronavirus está afectando a todo tipo de celebraciones y eventos, incluso dentro de la Iglesia. Se han visto todo tipo de medidas. Se han suspendido misas públicas -en el norte de Italia- o recomendado comulgar con la mano, vaciar el agua bendita y cerrar algunas iglesias. Ahora el Arzobispado de Madrid trastoca, debido a esta enfermedad, la tradicional celebración del Cristo de Medinaceli.

    El propio arzobispado lo ha hecho saber en una nota de prensa. “Atendiendo a las recomendaciones de la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid, el Arzobispado de Madrid pide a los fieles que asistan este fin de semana a los cultos en honor a Jesús de Medinaceli y a Jesús del Gran Poder y a celebraciones similares que se abstengan de besar las tallas –como es tradición– para evitar posibles contagios por coronavirus”, dicen en el comunicado.

    “Por el momento, siempre conforme a las pautas de las autoridades sanitarias, el resto de los actos programados se mantienen igual”, concluyen.


    https://infovaticana.com/2020/03/04/...l-coronavirus/

    Al parecer las "autoridades" sanitarias son las que mandan qué se debe hacer en la Iglesia, y los obispos: obedecen. El Cristo de Medinaceli tiene bien ganada fama de milagroso, con esta medida ¿dónde queda la fe en los beneficios de la veneración de dicha imagen?

    Datos al momento: 200 afectados en España, población 47 millones de personas.

    Afectados en Madrid, 89 de los que han fallecido 2 personas, una de ellas una mujer de 99 años; población: casi 7 millones de habitantes...y ello pese a que las mascarillas que no sirven para nada, están agotadas.

    FUENTE de los datos : Diario El Mundo

    https://www.elmundo.es/ciencia-y-sal...9588b45d7.html
    ALACRAN, DOBLE AGUILA y Pious dieron el Víctor.
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


    Nada sin Dios

  5. #5
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    ALACRAN está desconectado "inasequibles al desaliento"
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    Re: Angustia Coronavírica

    Cita Iniciado por Valmadian Ver mensaje
    El Arzobispado de Madrid pide no besar al Jesús de Medinaceli debido al coronavirus


    Al parecer las "autoridades" sanitarias son las que mandan qué se debe hacer en la Iglesia, y los obispos: obedecen. El Cristo de Medinaceli tiene bien ganada fama de milagroso, con esta medida ¿dónde queda la fe en los beneficios de la veneración de dicha imagen?

    Datos al momento: 200 afectados en España, población 47 millones de personas.

    Afectados en Madrid, 89 de los que han fallecido 2 personas, una de ellas una mujer de 99 años; población: casi 7 millones de habitantes...y ello pese a que las mascarillas que no sirven para nada, están agotadas.
    Pues si es peligroso acudir al Cristo de Medinaceli porque puede contagiar el virus, ¡como para pedirle que cure a algún afectado!
    Y además lo contagiaría traidoramente al besarle amorosamente el pie, pagando el cariño del fiel con un golpe bajo y criminal.

    ¿Sería posible que Cristo hiciera algo tan canallesco a sus fieles?
    Pues para el arzobispado, a lo que se ve, Cristo podría hacer jugarretas: mejor, no nos fiemos, vienen a decir.

    ¿Donde queda la fe debida a Cristo?:
    Mt 21, 21: Respondiendo Jesús, les dijo: En verdad os digo que si tenéis fe y no dudáis, aun si decís a este monte: «Quítate y échate al mar», así sucederá.
    Última edición por ALACRAN; 05/03/2020 a las 17:49
    Pious dio el Víctor.
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  6. #6
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    Re: Angustia Coronavírica

    La brecha de género del coronavirus



    por NAVARRA CONFIDENCIAL
    (www.navarraconfidencial.com)
    En su habitual estilo desenfadado y provocador, el digital navarro nos vuelve a sorprender con esta reflexión en la que relaciona la crisis del coronavirus con las absurdas teorías de la ideología de género.




    Hace unos días, el New York Times se hacía eco del mayor estudio publicado por el gobierno chino sobre los afectados del coronavirus. Entre los datos contenidos y las conclusiones obtenidas, destaca la de que la mortalidad del coronavirus es apreciablemente distinta entre los infectados según sean hombres o mujeres. Concretamente, el estudio señala que el coronavirus es bastante equitativo a la hora de infectar tanto a hombres como mujeres, sin embargo, la mortalidad entre los infectados asciende al 2,8% entre los hombres mientras que se queda en el 1,7% en el caso de las mujeres.

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    Esta “brecha de género” entre las personas infectadas, por otra parte, no resulta inusitada ni circunscrita al caso del coronavirus. En el caso del SARS (Severe Acute Respiratory Syndrome ) y el MERS (Middle East Respiratory Syndrome), dos de los brotes víricos recientes que han precedido al coronavirus, que de hecho pertenecen a la familia de los coronavirus, la mortalidad también resultaba bastante distinta según el género del paciente. En el caso del MERS, la mortalidad entre los infectados era del 32% entre los hombres y del 25,8% entre las mujeres. En cuanto al SARS, el porcentaje de contagios fue mayor entre las mujeres que entre los hombres, pero la mortalidad de los hombres fue un 50% superior a la de las mujeres.


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    Más allá del interés estadístico del caso, las cifras nos vuelven a poner una vez más ante el hecho incontrovertible de las diferencias biológicas naturales entre hombres y mujeres. No hay más muertos varones a causa del coronavirus porque los varones hayan sido educados a enfermar más gravemente que las mujeres. No es por un fallo del heteropatriarcado que la mortalidad masculina es mayor. Aunque un hombre empiece a sentirse mujer al leer la estadística, incluso aunque consiga que le cambien el género en el DNI, no engañará al coronavirus con un sello del gobierno. Por más empoderada, feminista e indistinguible que una mujer se pueda llegar a sentir de un macho, tampoco aumentará por eso su tasa de mortalidad. La mortalidad entre hombres y mujeres no se igualará en los países con gobiernos de izquierdas. Un gato no es un cocodrilo al que se ha educado para que ronronee. No todo es biología. No todo es educación.


    https://www.ahorainformacion.es/blog...l-coronavirus/

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