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Tema: Angustia Coronavírica

  1. #1
    Avatar de Hyeronimus
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    Angustia Coronavírica

    Angustia coronavírica

    Juan Manuel de Prada


    Hace mucho que la ciencia abandonó su cometido natural --el conocimiento de la naturaleza-- para convertirse en una idolatría que expulsa la fe religiosa al lazareto de las supersticiones, brindando explicaciones "científicas" (en realidad, completamente supersticiosas) a lo que antaño se consideraban realidades sobrenaturales. Así por ejemplo, la idolatría científica niega la existencia del alma o del acto creador de Dios, para hacer creer a las masas cretinizadas que la naturaleza puede ser dominada en sus causas primeras por la ciencia (y para que las masas cretinizadas, a la vista de estos adelantos "científicos", puedan creerse Dios). De tal modo esta idolatría de la ciencia ha logrado embaucar a las masas cretinizadas que ya nadie se pregunta por qué, por ejemplo, hay científicos capullos que "saben" que el alma no existe o que Dios no creó el mundo, pero en cambio no saben cómo matar el bichito de la caries.

    De vez en cuando, sin embargo, sobreviene un cataclismo que hace añicos todos estos embelecos. Así ocurre ahora con la plaga del coronavirus. El espejismo del dominio de la naturaleza se hace añicos; y surge el fantasma de la angustia. El hombre religioso no tenía una solución "práctica" para el problema del mal, pero contaba con una explicación teológica esperanzadora; y contaba, además, con una comunidad que cuidaba amorosamente de él, absorbiendo el terror destructivo del mal. Las masas cretinizadas se han quedado sin una explicación teológica para el problema del mal, fiándolo todo a las soluciones "prácticas" que brindaba la ciencia; y se han quedado también sin comunidad, pues ahora cada miembro de la masa cretinizada se cree Dios. Pero llega entonces el bichito del coronavirus, contra el que la ciencia no tiene solución "práctica" alguna (como tampoco, por cierto, contra el bichito de la caries o el catarro); y entonces se rompe en mil añicos aquella fantasía supersticiosa del dominio sobre la naturaleza que la idolatría científica había conseguido imponer. Inevitablemente, surge entonces la angustia, que --como señalaba Max Scheler-- es un fenómeno típicamente moderno, nacido de un afán engreído de control sobre la naturaleza que acaba generando pavor ante lo incontrolable. Las masas cretinizadas descubren con horror que las soluciones "prácticas" de la ciencia no bastan; y descubren también que carecen de explicaciones teológicas y de una comunidad que las sostenga, porque entretanto han desaparecido los vínculos comunitarios entretejidos por la religión.

    La angustia llena entonces el vacío que ha dejado la idolatría; y la angustia crece todavía más ante la expectativa de sufrimientos que no podremos soportar (porque, entretanto, la idolatría científica ha rebajado considerablemente nuestra capacidad para soportar el dolor). Pero la idolatría científica, que no puede permitirse parecer impotente, tiene también una solución para nuestra angustia. Ya que no puede eliminarla (como tampoco el bichito del coronavirus, del catarro o de la caries), puede eliminar a los hombres enfermos o angustiados, evitando al mundo el espectáculo demoledor del fracaso de la ciencia. Puesto que las masas cretinizadas lo han fiado todo al poder ilimitado de los avances científicos, deben también entregar su vida a estos avances. ¡Si la ciencia no puede procurarnos una cura, al menos debe procurarnos una muerte dulce que nos libere de la angustia! ¡Ven, eutanasia liberadora, y aparta de nosotros la angustia de saber que la idolatría de la ciencia era una quimera irrisoria!

    Feliz cuaresma para todos los angustiaditos y todas las angustiaditas.




    https://www.abc.es/opinion/abci-juan...1_noticia.html

  2. #2
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    Re: Angustia Coronavírica

    San Gregorio y el coronavirus de su tiempo

    Por
    Roberto de Mattei -

    19/02/2020




    El coronavirus, también conocido como COVID-19 y cuyo origen desconocemos, así como los verdaderos datos en cuanto a su difusión y posibles consecuencias, está envuelto en un halo de misterio. Lo que sí sabemos es que las pandemias siempre se han considerado a lo largo de la historia como flagelos divinos, y que el único remedio que ofrece la Iglesia es la oración y la penitencia.

    Así sucedió en Roma en el año 590, cuando San Gregorio Magno, de la familia senatorial de la gens Anicia, fue elegido papa con el nombre de Gregorio I (540-604).

    Italia se hallaba convulsionada por enfermedades, carestía, agitación social y la devastadora invasión lombarda. Entre los años 589 y 590, una epidemia de peste, la temible lues inguinaria, tras haber devastado el territorio de Bizancio en Oriente y el de los francos en Occidente, se desencadenó sobre la ciudad de Roma. Los habitantes de la urbe vieron en dicha epidemia un castigo divino por la corrupción de la ciudad.

    La primera víctima que segó la peste en Roma fue el papa Pelagio II, que falleció el 5 de febrero del año 590 y fue sepultado en San Pedro. El clero y el senado romanos eligieron como sucesor a Gregorio, que tras haber sido prefectus urbis, vivía en su celda monástica del monte Celio. Después de ser consagrado el 3 de octubre, el nuevo pontífice tuvo que afrontar el flagelo repentino de la peste. San Gregorio de Tours (538-594), contemporáneo y cronista de aquellos sucesos, cuenta que en un memorable sermón predicado en la iglesia de Santa Sabina Gregorio invitó a los romanos a imitar, contritos y penitentes, el ejemplo de los ninivitas: «Mirad a vuestro alrededor y ved la espada de la ira de Dios desenvainada sobre todo el pueblo. La muerte nos arrebata repentinamente del mundo sin concedernos un instante de tregua. ¡Cuántos en este mismo momento están en poder del mal a nuestro alrededor sin poder pensar siquiera en la penitencia!»

    Así pues, el Papa los exhortó a alzar la mirada a Dios, que permite tan tremendos castigos para corregir a sus queridos hijos. A fin de aplacar la cólera divina mandó celebrar una letanía septiforme, es decir, una procesión de toda la población romana, dividida en siete cortejos con arreglo a su sexo, edad y condición social. La procesión partió de las diversas iglesias romanas en dirección a la basílica vaticana entonando las letanías en su recorrido por la Ciudad Eterna. Éste es el origen de las letanías mayores o rogaciones de la Iglesia, con las que imploramos a Dios que nos salve de adversidades. Los siete cortejos avanzaban entre los edificios de la antigua urbe, descalzos, a paso lento y con la cabeza cubierta de ceniza. Mientras avanzaban en medio de un silencio sepulcral, la epidemia se agravó al extremo de que en el breve espacio de una hora ochenta personas cayeron muertas al suelo. Con todo, San Gregorio no dejó por un momento de exhortar al pueblo para que siguiese rezando y pidió que un cuadro de Nuestra Señora de Araceli, pintada por el evangelista San Lucas, encabezara la procesión (Gregorio de Tours, Historiae Francorum, libro X, 1).

    La Leyenda Áurea, compendiode tradicionestransmitidas desde los primeros siglos de la era cristiana compilado por Jacobo de la Vorágine, narra que a medida que avanzaba la imagen, el aire se iba volviendo más limpio y saludable y se disolvían los pestíferos miasmas, como si no pudieran soportar la sagrada presencia. Cuando llegaron al puente que comunica la ciudad con el mausoleo de Adriano, conocido en el Medioevo como Castellum Crescentii, de repente, se oyó a un coro de ángeles que cantaban: «¡Regina Cœli, laetare, Alleluja / Quia quem meruisti portare, Alleluja / Resurrexit sicut dixit, Alleluja!» A lo que San Gregorio respondió en voz alta: «¡Ora pro nobis rogamus, Alleluia!» Fue así como nació el Regina Cœli, la antífona con la que en el tiempo pascual saluda la Iglesia a María Reina con motivo de la resurrección del Salvador.

    Terminado el canto, los ángeles se colocaron en círculo en torno al cuadro y San Gregorio Magno, alzando los ojos, vio en lo alto del castillo a un ángel exterminador que, tras limpiar la espada chorreante de sangre la enfundaba en señal de haber cesado el castigo. «TuncGregorius vidi super Castrum Crescentiiangelum Domini qui glaudiumcruentatumdetergens in vagina revocabat: intellexitque Gregorius quod pestisilla cessasset et sic factum est. Unde et castrum illud castrum Angeli deincepsvocatum est». Comprendio San Gregorio que la peste había llegado a su fin, y desde entonces el castillo fue conocido como Castillo del Santo Ángel (Leyenda Áurea, Jacobo de la Vorágine).

    El papa Gregorio fue más tarde canonizado y proclamado Doctor de la Iglesia, y pasó a la historia con el sobrenombre de Magno. Después de su muerte los romanos comenzaron a llamar al mausoleo de Adriano con el nombre de Castillo del Santo Ángel, y en recuerdo del prodigio instalaron en lo alto una estatua de San Miguel enfundando su espada. En el Museo Capitolino se conserva todavía una piedra circular con la impronta de los pies que, según la tradición, habría dejado el Arcángel cuando se detuvo para anunciar el fin de la epidemia. El cardenal César Baronio, conocido por su rigor uno de los mayores historiadores de la Iglesia, confirma la aparición del Arcángel en el techo del castillo (Odorico Ranaldi, Annali ecclesiastici tratti da quelli del cardinal Baronio, anno 590, Appresso Vitale Mascardi, Roma 1643, pp. 175-176).

    Es preciso señalar que el Ángel, gracias a la invocación de San Gregorio, envainó la espada. Esto quiere decir que la había desenvainado antes para castigar los pecados del pueblo romano. Los ángeles son en realidad ejecutores de los castigos de Dios sobre los pueblos, como nos recuerda la dramática visión del Tercer Secreto de Fátima, exhortándonos al arrepentimiento: «Vimos un ángel con una espada de fuego en la mano izquierda que despedía unas llamas que parecía que fueran a incendiar el mundo. Pero se apagaron al entrar en contacto con el esplendor que irradiaba hacia él desde la mano derecha de Nuestra Señora. Y señalando a la Tierra con la mano derecha, el ángel exclamó con voz sonora: “¡Penitencia, penitencia, penitencia!”»

    ¿Guarda alguna relación la propagación del coronavirus con la visión del Tercer Secreto? Ya se verá. En todo caso, la exhortación a la penitencia sigue siendo el remedio primordial que nos garantiza la salvación, tanto en el tiempo como en la eternidad. Las palabras de San Gregorio Magno deben seguir resonando en nuestro corazón: «¿Qué decir de los terrible sucesos que hemos presenciado sino que son presagio de la ira futura? Meditad, pues, carísimos hermanos, con suma atención en aquel día. Enmendad vuestra vida. Cambiad vuestras costumbres. Venced con todas vuestras fuerzas la tentación del mal. Expiad con lágrimas los pecados cometidos».

    De estas palabras, y no del sueño de la Amazonia felix, tiene hoy necesidad la Iglesia, que se nos muestra tal como la veía San Gregorio en su tiempo: «Nave vetusta y tremendamente desvencijada: las olas penetran por todas partes, las maderas están podridas, y es zarandeada por la violenta y diaria tempestad, presagiando el naufragio» (Registrum I, 4 ad Ioann. episcop. Constantinop.). Entonces la Divina Providencia suscitó un piloto que, como afirma San Pío X, supo «llevarla a puerto entre aquel oleaje proceloso, guardándola de futuras tormentas.» (Encíclica Jucunda sane del 12 de marzo de 1904).



    https://adelantelafe.com/san-gregori...-de-su-tiempo/



    Pious dio el Víctor.

  3. #3
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    Re: Angustia Coronavírica

    Cierran las piscinas de Lourdes: ¡una vergüenza!

    Por
    Roberto de Mattei -

    03/03/2020





    La noticia es increíble, pero desgraciadamente es cierto: por miedo al coronavirus, el santuario de Lourdes ha cerrado por precaución y hasta nueva orden todas las piscinas. Lo ha comunicado el propio santuario este primero de marzo.

    Las piscinas de Lourdes son tinas o bañeras individuales en que los peregrinos son sumergidos durante pocos segundos a fin de obtener beneficios físicos y espirituales. El lugar del que fluyen esas aguas le fue revelado a Santa Bernardita en febrero de 1858 por la propia Virgen. El agua manifestó propiedades milagrosas, y no ha dejado de brotar desde entonces. Cada año llegan a Lourdes millones de peregrinos y unos ochenta mil se bañan en las piscinas. Tienen lugar millares y millares de curaciones. Tras un riguroso examen, la Iglesia ha reconocido unas ochenta: cuarenta y nueve de personas que se han sanado por el contacto con el agua de Lourdes y treinta y nueve en las piscinas.

    Ahora bien, el verdadero milagro de Lourdes no son esas curaciones milagrosas, sino los efectos taumatúrgicos tanto espirituales como físicos de un agua en la que se sumergen cada año centenares enfermos afectados de las más variadas dolencias, entre ellas llagas y lesiones cutáneas, sin que jamás se haya producido contagio alguno. El agua, que antes se cambiaba dos veces por semana y ahora parece que diariamente, está llena de microbios, pero repito que jamás se ha contagiado ningún enfermo durante el baño.

    Pues bien, mientras se propaga por Europa una epidemia, si hay un lugar al que sería preciso acudir, un lugar infaliblemente protegido, es el santuario de Lourdes. Santuario que es, por antonomasia, lugar de curación del alma y del cuerpo. Quien se bañase en Lourdes en la misma piscina en que se hubiera bañado alguien aquejado de coronavirus, desde luego no se contagiaría, porque las piscinas de Lourdes no son un lugar de pecado, sino de fe. Y es la fe, no la medicina, la que permite que se obren milagros. El milagro es una intervención divina, superior a todas las fuerzas humanas. Quien niega la posibilidad del milagro niega la existencia misma de Dios. Quien niega el carácter milagroso del agua de Lourdes, quien teme que las piscinas de Lourdes puedan ser causa de contagio, niega el poder de Dios, niega las promesas de la Virgen, niega el significado de Lourdes. Si se cierran las piscinas, sería lo mismo que cerrar el santuario de Lourdes.

    Fue precisamente el 11 de febrero de 2013, festividad de la Virgen de Lourdes, cuando Benedicto XVI renunció al pontificado. Y hoy, el obispo de Lourdes, el presidente de la Conferencia Episcopal Francesa, el presidente de los obispos europeos, el Secretario de Estado vaticano y el propio Papa, ¿se niegan a creer en el milagro de Lourdes? ¿También ellos están convencidos de que en las piscinas de Lourdes se pueda propagar el contagio en vez de la sanación de los cuerpos y las almas, mucho más importante que la física? De ser así, es una vergüenza, un escándalo, un pecado de incredulidad que en vez de curaciones acarreará nuevos males físicos y espirituales para la Iglesia y para nuestras naciones.

    Nosotros, por el contrario, queremos saciar nuestra sed con el agua de Lourdes, confiando en las palabras de Nuestro Señor: «Quien beba el agua que Yo le daré no tendrá sed nunca, sino que el agua que Yo le daré se hará en él fuente de agua surgente para vida eterna» (Jn.4,14).



    https://adelantelafe.com/cierran-las...una-verguenza/


  4. #4
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    Re: Angustia Coronavírica

    Sin miedo al contagio, San Carlos Borromeo da la Comunión a los apestados. Hoy en día prohíben las misas en las regiones afectadas de Italia.




    San Carlos Borromeo dando la comunión a las víctimas de la peste, por Tanzio da Varallo, hacia 1616 (Domodossola, Italia).


    wandenbergh y Pious dieron el Víctor.

  5. #5
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    Re: Angustia Coronavírica

    Cómo afrontó San Carlos Borromeo la epidemia de su tiempo

    Por
    Roberto de Mattei -

    04/03/2020





    San Carlos Borromeo (1538-1584), cardenal de la Santa Iglesia Católica y arzobispo de Milán de 1565 a 1583, fue calificado en el decreto de su canonización como «un hombre que, mientras el mundo le sonríe con grandes halagos, vive crucificado en el mundo, vive del espíritu, pisoteando las cosas terrenales, busca continuamente las celestiales, no solo porque desempeñaba el oficio de un ángel, sino porque emulaba en la tierra los pensamientos y las obras de la vida de los ángeles» (Paulo V, bula Unigenitus del 1 de noviembre de 1610).

    La devoción a los ángeles acompañó la vida de San Carlos, al cual el conde de Olivares, don Enrique de Guzmán, embajador de Felipe II en Roma, caliífico de «más ángel que hombre» (Giovanni Pietro Giussano,Vita di San Carlo Borromeo, Stamperia della Camera Apostolica, Roma 1610, p. 441). Muchos artistas, como Teodoro Vallonio en Palermo y Sebastien Bourdon han representado en sus pinturas a San Carlos Borromeo contemplando a un ángel que reenfunda su espada ensangrentada, dando con ello a entender que había cesado la terrible epidemia de peste de 1576.

    Todo había comenzado en el mes de agosto de aquel año. Milán estaba en fiesta para recibir a Don Juan de Austria, que iba a pasar por el Camino Español por haber sido nombrado gobernador de Flandes. Las autoridades de la ciudad se desvivían por agasajar al príncipe hispano con los máximos honores. Pero Carlos, que ya llevaba seis años ejerciendo como prelado de la archidiócesis, seguía con preocupación las noticias que llegaban de Trento, Verona y Mantua, donde la peste ya había comenzado a segar vidas. Los primeros casos se dieron en Milán el 11 de agosto, precisamente cuando llegaba Don Juan de Austria. El vencedor de Lepanto, seguido del gobernador don Antonio de Guzmán y Zúñiga, se alejó de la ciudad mientras Carlos, que había ido a Lodi para asistir a los funerales del obispo, se apresuró a ir allí. En Milán reinaban el miedo y la confusión, y el arzobispo se dedicó por entero a asistir a los enfermos y mandó elevar oraciones públicas y privadas. Dom Prosper Guéranger sintetiza con estas palabras la inagotable caridad del obispo: «Ante la ausencia de las autoridades locales, organizó los servicios sanitarios, fundó y renovó hospitales, consiguió dinero y víveres y decretó medidas preventivas. Ante todo hizo las diligencias para proporcionar socorro espiritual, asistencia a los enfermos, sepultura a los muertos y la administración de los sacramentos a los habitantes de la ciudad, que estaban confinados en su casa, entre otras medidas preventivas. Sin temor al contagio, sufragó personalmente los gastos visitando hospitales, encabezando procesiones de penitencia y haciéndose de todo a todos como un padre y verdadero pastor» (L’anno liturgico – II. Tempo Pasquale e dopo la Pentecoste, Paoline, Alba 1959, pp. 1245-1248).

    San Carlos estaba convencido de que la epidemia era un azote enviado por el Cielo en castigo por los pecados del pueblo, y de que para remediarla era preciso recurrir a medios espirituales: la oración y la penitencia. Reprochó a las autoridades civiles que hubieran cifrado su confianza en medios humanos y no divinos. «¿No habían prohibido todas las reuniones pías, y todas las procesiones durante el tiempo del Jubileo? Tenía el convencimiento de que ésas habían sido las causas del castigo» (Chanoine Charles Sylvain, Histoire de Saint Charles Borromée, Desclée de Brouwer, Lille 1884, vol. II, p. 135). Los magistrados que gobernaban la ciudad siguieron oponiéndose a las ceremonias públicas por temor a que las aglomeraciones aumentaran el contagio. Pero Carlos, que estaba guiado por el Espíritu de Dios –señala otro de sus biógrafos–, lo convenció aduciendo varios ejemplos, entre ellos el de San Gregorio Magno, que había detenido la plaga que asolaba Roma en el año 590 (Giussano, op. cit. p. 266).

    Mientras se propagaba la epidemia, el arzobispo ordenó tres procesiones generales, que tendrían lugar los días 3, 5 y 6 de octubre en Milán a fin de aplacar la ira de Dios. El primer día, aunque no fuera cuaresma, el santo impuso cenizas en las cabezas de millares de personas congregadas mientras las exhortaba a la penitencia. Concluida la ceremonia, la procesión se dirigió a la basílica de San Ambrosio. Él mismo iba a la cabeza del pueblo vistiendo capa morada y capucha, descalzo, con la cuerda de penitente al cuello y portando una gran cruz. En la iglesia predicó sobre la primera lamentación del profeta Jeremías,Quomodo sedet sola civitas plena populo, y afirmó que los pecados del pueblo habían provocado la justa indignación de Dios.

    La segunda de las procesiones encabezada por el cardenal se dirigió a la basílica Mayor de San Lorenz. En su sermón, aplicó a la ciudad de Milán el sueño de Nabucodonosor narrado por el profeta Daniel, «haciendo ver que la venganza divina había caído sobre la urbe» (Giussano, Vita di San Carlo Borromeo, p. 267). El tercer día, la procesión se dirigió desde la catedral hasta la basílica de Santa María en las inmediaciones de San Celso. San Carlos portaba en sus manos la reliquia del Santo Clavo de Nuestro Señor, que el emperador Teodosio había donado a San Ambrosio en el siglo V, y concluyó la ceremonia con un sermón titulado Peccatum peccavi Jerusalem (Jeremías 1,8).

    La peste no tenía visos de disminuir, y Milán era una ciudad desierta, porque un tercio de la población había perdido la vida, y los demás estaban en cuarentena o no se atrevían a salir de su casa. El arzobispo ordenó que en las principales plazas y encrucijadas de la ciudad se erigiesen unas veinte columnas de piedra coronadas por una cruz para que los residentes de todos los barrios pudiesen asistir a las misas y rogativas públicas asomados a las ventanas de sus viviendas. Uno de los santos protectores de Milán era San Sebastián, el mártir al que habían recurrido los romanos durante la peste del año 672. San Carlos propuso a los magistrados milaneses reconstruir el santuario dedicado al santo, que estaba en ruinas, y celebrar durante diez años una fiesta solemne en su honor. Por fin, en julio de 1577 cesó la peste, y en septiembre se colocó la primera piedra del templo cívico de San Sebastián, donde el veinte de enero de cada año se sigue celebrando todavía una Misa para conmemorar el fin de la epidemia.

    La epidemia de peste que castigó Milán en 1576 fue lo mismo que había sido para Roma el saqueo de los lansquenetes cincuenta años antes: un castigo, pero también una ocasión de purificarse y convertirse. San Carlos Borromeo compiló sus meditaciones en un Memorial, en el que entre otras cosas escribió: «Ciudad de Milán, tu grandeza se alzaba hasta los cielos, tus riquezas se extendían hasta los confines del mundo (…) Repentinamente, viene del Cielo la peste, que es la mano de Dios, y de golpe y porrazo ha sido abatida tu soberbia» (Memoriale al suo diletto popolo della città e diocesi di Milano, Michele Tini, Roma 1579, pp. 28-29). El santo estaba convencido de que todo ello se debía a la gran misericordia de Dios: «Él hirió y Él sanó; Él azotó y Él curó; Él empuñó la vara de castigo, y ha ofrecido el báculo de sostén» (Memoriale, p. 81).

    San Carlos Borromeo falleció el 3 de noviembre de 1584 y está sepultado en la catedral de Milán. Su corazón fue solemnemente trasladado a Roma, a la basílica de San Ambrosio y San Carlos en la Vía del Corso, donde todavía es venerado. Innumerables iglesia le están dedicadas, como el majestuoso templo Karlsikirche [iglesia de S. Carlos, N del T.] en Viena, edificado en el siglo XVIII como acto votivo del emperador Carlos VI, que había encomendado la ciudad a la protección del santo durante la peste de 1713.

    Durante los dieciocho años que estuvo al frente de la archidiócesis de Milán, San Carlos se dedicó con igual empeño a combatir la herejía, a la cual consideraba la peste espiritual. Según San Carlos, «ninguna otra culpa ofende más a Dios, ninguna provoca más su ira que el vicio de la herejía, y a su vez, nada arruina tanto las provincias y los reinos como esta horrenda pestilencia» (Conc. Prov. V, Pars I). Citando esta frase, San Pío X lo calificó de «modelo del rebaño y los pastores en los tiempos modernos, inquebrantable defensor y asesor de la verdadera reforma católica contra aquellos recientes innovadores, cuya intención no era la reintegración, sino más bien la deformación y destrucción de la fe y las costumbres (encíclica Edita saepe del 26 de mayo de 1910).


    https://adelantelafe.com/como-afront...-de-su-tiempo/





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  6. #6
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    Re: Angustia Coronavírica

    Monseñor Pascal Roland, obispo de Ars-Belley, sobre el coronavirus





    Comunicado de prensa de Monseñor Pascal Roland, obispo de Ars-Belley:

    Más que a la epidemia de coronavirus, debemos temer a la epidemia del miedo. Por mi parte, me niego a ceder al pánico colectivo ya algún principio al principio de precaución que parece mover a las instituciones civiles.

    Así que no tengo la intención de emitir instrucciones específicas para mi diócesis: ¿los cristianos dejarán de reunirse para rezar? ¿Renunciarán a tratar y ayudar a sus semejantes? A parte de las precauciones elementales que todos toman espontáneamente para no contaminar a otros cuando están enfermos, no resulta oportuno agregar más.

    Deberíamos recordar que en situaciones mucho más serias, las de las grandes plagas, y cuando los medios sanitarios no eran los de hoy, las poblaciones cristianas se ilustran con pasos de oración colectiva, así como por la ayuda a los enfermos, la asistencia a los moribundos y la sepultura de los fallecidos. En resumen, los discípulos de Cristo no se apartaron de Dios ni se escondieron de sus semejantes, sino todo lo contrario.

    ¿El pánico colectivo que estamos presenciando hoy no revela nuestra relación distorsionada con la realidad de la muerte? ¿No manifiesta la ansiedad que provoca la pérdida de Dios? Queremos ocultarnos que somos mortales y al estar cerrados a la dimensión espiritual de nuestro ser, perdemos terreno. Disponiendo de técnicas cada vez más sofisticadas y más eficientes, pretendemos dominarlo todo y nos ocultamos que no somos los señores de la vida.

    De paso, tengamos en cuenta que la coincidencia de esta epidemia con los debates sobre las leyes de bioética nos recuerda oportunamente nuestra fragilidad humana. Esta crisis global tiene al menos la ventaja de recordarnos que vivimos en una casa común, que todos somos vulnerables e interdependientes, y que es más urgente cooperar que cerrar nuestras fronteras.

    Además, parece que todos hemos perdido la cabeza. En cualquier caso, vivimos en la mentira. ¿Por qué de repente enfocamos nuestra atención solo en el coronavirus? ¿Por qué ocultarnos que cada año en Francia, la queja banal estacional afecta a entre 2 y 6 millones de personas y causa alrededor de 8000 muertes? También parece que hemos eliminado de nuestra memoria colectiva el hecho de que el alcohol es responsable de 41000 muertes por año, y que se estima en 73000 las provocadas por el tabaco.

    Lejos de mí, entonces, la idea de prescribir el cierre de iglesias, la supresión de misas, el abandono del gesto de paz durante la Eucaristía, la imposición de este o aquel modo de comunicación afectado más higiénico (dicho esto, cada uno puede hacer como quiera), porque una iglesia no es un lugar de riesgo, sino un lugar de salvación. Es un espacio donde acogemos al que es Vida, Jesucristo, y donde, a través de Él, con Él y en Él, aprendemos juntos a vivir. Una iglesia debe seguir siendo lo que es: un lugar de esperanza.

    ¿Deberíamos calafatear nuestras casas? ¿Deberíamos saquear el supermercado del barrio y acumular reservas para prepararnos para un asedio? ¡No! Porque un cristiano no teme a la muerte.Es consciente de que es mortal, pero sabe en quién ha puesto su confianza. Él cree en Jesús, que le afirma: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá para siempre” (Juan 11, 25- 26). Él se sabe habitado y animado por “El Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos” (Romanos 8:11).

    Además, un cristiano no se pertenece a sí mismo, su vida debe ofrecerse, porque sigue a Jesús, quien enseña: “El que quiere salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y el Evangelio, la salvará ”(Marcos 8:35). Ciertamente, no se expone indebidamente, pero tampoco se trata de preservar. Siguiendo a su Maestro y Señor crucificado, el cristiano aprende a entregarse generosamente al servicio de sus hermanos más frágiles, con miras a la vida eterna.

    Entonces, no cedamos ante la epidemia de miedo. No seamos muertos vivientes. Como diría el Papa Francisco: ¡no os dejéis robar la esperanza!


    + Pascal ROLAND

    https://www.tradicionviva.es/2020/03...l-coronavirus/



    Valmadian y Alejandro Farnesio dieron el Víctor.

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    Re: Angustia Coronavírica

    El Arzobispado de Madrid pide no besar al Jesús de Medinaceli debido al coronavirus

    Por INFOVATICANA | 04 marzo, 2020

    El Besapiés del Cristo de Medinaceli se celebra todos los años el primer viernes de Marzo.
    El coronavirus está afectando a todo tipo de celebraciones y eventos, incluso dentro de la Iglesia. Se han visto todo tipo de medidas. Se han suspendido misas públicas -en el norte de Italia- o recomendado comulgar con la mano, vaciar el agua bendita y cerrar algunas iglesias. Ahora el Arzobispado de Madrid trastoca, debido a esta enfermedad, la tradicional celebración del Cristo de Medinaceli.

    El propio arzobispado lo ha hecho saber en una nota de prensa. “Atendiendo a las recomendaciones de la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid, el Arzobispado de Madrid pide a los fieles que asistan este fin de semana a los cultos en honor a Jesús de Medinaceli y a Jesús del Gran Poder y a celebraciones similares que se abstengan de besar las tallas –como es tradición– para evitar posibles contagios por coronavirus”, dicen en el comunicado.

    “Por el momento, siempre conforme a las pautas de las autoridades sanitarias, el resto de los actos programados se mantienen igual”, concluyen.


    https://infovaticana.com/2020/03/04/...l-coronavirus/

    Al parecer las "autoridades" sanitarias son las que mandan qué se debe hacer en la Iglesia, y los obispos: obedecen. El Cristo de Medinaceli tiene bien ganada fama de milagroso, con esta medida ¿dónde queda la fe en los beneficios de la veneración de dicha imagen?

    Datos al momento: 200 afectados en España, población 47 millones de personas.

    Afectados en Madrid, 89 de los que han fallecido 2 personas, una de ellas una mujer de 99 años; población: casi 7 millones de habitantes...y ello pese a que las mascarillas que no sirven para nada, están agotadas.

    FUENTE de los datos : Diario El Mundo

    https://www.elmundo.es/ciencia-y-sal...9588b45d7.html
    ALACRAN, DOBLE AGUILA y Pious dieron el Víctor.
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


    Nada sin Dios

  8. #8
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    Re: Angustia Coronavírica

    Cita Iniciado por Valmadian Ver mensaje
    El Arzobispado de Madrid pide no besar al Jesús de Medinaceli debido al coronavirus


    Al parecer las "autoridades" sanitarias son las que mandan qué se debe hacer en la Iglesia, y los obispos: obedecen. El Cristo de Medinaceli tiene bien ganada fama de milagroso, con esta medida ¿dónde queda la fe en los beneficios de la veneración de dicha imagen?

    Datos al momento: 200 afectados en España, población 47 millones de personas.

    Afectados en Madrid, 89 de los que han fallecido 2 personas, una de ellas una mujer de 99 años; población: casi 7 millones de habitantes...y ello pese a que las mascarillas que no sirven para nada, están agotadas.
    Pues si es peligroso acudir al Cristo de Medinaceli porque puede contagiar el virus, ¡como para pedirle que cure a algún afectado!
    Y además lo contagiaría traidoramente al besarle amorosamente el pie, pagando el cariño del fiel con un golpe bajo y criminal.

    ¿Sería posible que Cristo hiciera algo tan canallesco a sus fieles?
    Pues para el arzobispado, a lo que se ve, Cristo podría hacer jugarretas: mejor, no nos fiemos, vienen a decir.

    ¿Donde queda la fe debida a Cristo?:
    Mt 21, 21: Respondiendo Jesús, les dijo: En verdad os digo que si tenéis fe y no dudáis, aun si decís a este monte: «Quítate y échate al mar», así sucederá.
    Última edición por ALACRAN; 05/03/2020 a las 17:49
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    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  9. #9
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    Re: Angustia Coronavírica

    La brecha de género del coronavirus



    por NAVARRA CONFIDENCIAL
    (www.navarraconfidencial.com)
    En su habitual estilo desenfadado y provocador, el digital navarro nos vuelve a sorprender con esta reflexión en la que relaciona la crisis del coronavirus con las absurdas teorías de la ideología de género.




    Hace unos días, el New York Times se hacía eco del mayor estudio publicado por el gobierno chino sobre los afectados del coronavirus. Entre los datos contenidos y las conclusiones obtenidas, destaca la de que la mortalidad del coronavirus es apreciablemente distinta entre los infectados según sean hombres o mujeres. Concretamente, el estudio señala que el coronavirus es bastante equitativo a la hora de infectar tanto a hombres como mujeres, sin embargo, la mortalidad entre los infectados asciende al 2,8% entre los hombres mientras que se queda en el 1,7% en el caso de las mujeres.

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    Esta “brecha de género” entre las personas infectadas, por otra parte, no resulta inusitada ni circunscrita al caso del coronavirus. En el caso del SARS (Severe Acute Respiratory Syndrome ) y el MERS (Middle East Respiratory Syndrome), dos de los brotes víricos recientes que han precedido al coronavirus, que de hecho pertenecen a la familia de los coronavirus, la mortalidad también resultaba bastante distinta según el género del paciente. En el caso del MERS, la mortalidad entre los infectados era del 32% entre los hombres y del 25,8% entre las mujeres. En cuanto al SARS, el porcentaje de contagios fue mayor entre las mujeres que entre los hombres, pero la mortalidad de los hombres fue un 50% superior a la de las mujeres.


    X

    X

    Más allá del interés estadístico del caso, las cifras nos vuelven a poner una vez más ante el hecho incontrovertible de las diferencias biológicas naturales entre hombres y mujeres. No hay más muertos varones a causa del coronavirus porque los varones hayan sido educados a enfermar más gravemente que las mujeres. No es por un fallo del heteropatriarcado que la mortalidad masculina es mayor. Aunque un hombre empiece a sentirse mujer al leer la estadística, incluso aunque consiga que le cambien el género en el DNI, no engañará al coronavirus con un sello del gobierno. Por más empoderada, feminista e indistinguible que una mujer se pueda llegar a sentir de un macho, tampoco aumentará por eso su tasa de mortalidad. La mortalidad entre hombres y mujeres no se igualará en los países con gobiernos de izquierdas. Un gato no es un cocodrilo al que se ha educado para que ronronee. No todo es biología. No todo es educación.


    https://www.ahorainformacion.es/blog...l-coronavirus/

  10. #10
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    Re: Angustia Coronavírica

    Cita Iniciado por Hyeronimus Ver mensaje
    Angustia coronavírica

    Juan Manuel de Prada


    Hace mucho que la ciencia abandonó su cometido natural --el conocimiento de la naturaleza-- para convertirse en una idolatría que expulsa la fe religiosa al lazareto de las supersticiones, brindando explicaciones "científicas" (en realidad, completamente supersticiosas) a lo que antaño se consideraban realidades sobrenaturales. Así por ejemplo, la idolatría científica niega la existencia del alma o del acto creador de Dios, para hacer creer a las masas cretinizadas que la naturaleza puede ser dominada en sus causas primeras por la ciencia (y para que las masas cretinizadas, a la vista de estos adelantos "científicos", puedan creerse Dios). De tal modo esta idolatría de la ciencia ha logrado embaucar a las masas cretinizadas que ya nadie se pregunta por qué, por ejemplo, hay científicos capullos que "saben" que el alma no existe o que Dios no creó el mundo, pero en cambio no saben cómo matar el bichito de la caries.

    De vez en cuando, sin embargo, sobreviene un cataclismo que hace añicos todos estos embelecos. Así ocurre ahora con la plaga del coronavirus. El espejismo del dominio de la naturaleza se hace añicos; y surge el fantasma de la angustia. El hombre religioso no tenía una solución "práctica" para el problema del mal, pero contaba con una explicación teológica esperanzadora; y contaba, además, con una comunidad que cuidaba amorosamente de él, absorbiendo el terror destructivo del mal. Las masas cretinizadas se han quedado sin una explicación teológica para el problema del mal, fiándolo todo a las soluciones "prácticas" que brindaba la ciencia; y se han quedado también sin comunidad, pues ahora cada miembro de la masa cretinizada se cree Dios. Pero llega entonces el bichito del coronavirus, contra el que la ciencia no tiene solución "práctica" alguna (como tampoco, por cierto, contra el bichito de la caries o el catarro); y entonces se rompe en mil añicos aquella fantasía supersticiosa del dominio sobre la naturaleza que la idolatría científica había conseguido imponer. Inevitablemente, surge entonces la angustia, que --como señalaba Max Scheler-- es un fenómeno típicamente moderno, nacido de un afán engreído de control sobre la naturaleza que acaba generando pavor ante lo incontrolable. Las masas cretinizadas descubren con horror que las soluciones "prácticas" de la ciencia no bastan; y descubren también que carecen de explicaciones teológicas y de una comunidad que las sostenga, porque entretanto han desaparecido los vínculos comunitarios entretejidos por la religión.

    La angustia llena entonces el vacío que ha dejado la idolatría; y la angustia crece todavía más ante la expectativa de sufrimientos que no podremos soportar (porque, entretanto, la idolatría científica ha rebajado considerablemente nuestra capacidad para soportar el dolor). Pero la idolatría científica, que no puede permitirse parecer impotente, tiene también una solución para nuestra angustia. Ya que no puede eliminarla (como tampoco el bichito del coronavirus, del catarro o de la caries), puede eliminar a los hombres enfermos o angustiados, evitando al mundo el espectáculo demoledor del fracaso de la ciencia. Puesto que las masas cretinizadas lo han fiado todo al poder ilimitado de los avances científicos, deben también entregar su vida a estos avances. ¡Si la ciencia no puede procurarnos una cura, al menos debe procurarnos una muerte dulce que nos libere de la angustia! ¡Ven, eutanasia liberadora, y aparta de nosotros la angustia de saber que la idolatría de la ciencia era una quimera irrisoria!

    Feliz cuaresma para todos los angustiaditos y todas las angustiaditas.




    https://www.abc.es/opinion/abci-juan...1_noticia.html
    ¿Es cristiano para un articulista que se auto proclama católico ensañarse 7 veces en 20 líneas contra las "masas cretinizadas? ¿Cuáles son? ¿Las que no le leen?

    Tampoco parece muy literario.

    Huele a problema psicológico.


    .
    Última edición por ALACRAN; 07/03/2020 a las 19:00
    DOBLE AGUILA dio el Víctor.
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  11. #11
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    Re: Angustia Coronavírica

    Es que él no se considera dentro de esa "masa cretinizada"; estaría bien que esas expresiones las realizara frente a su "queridísima" Susana Grisso.

    Yo intenlectualmente, podría entender que ante una emergencia epidemiológica, no se permitiera el besapié (como de hecho se hace aquí también en Cartagena, con una talla de González Moreno de la Cofradía Marraja, perteneciente una Agrupación hermanada con la de Madrid). Lo que ya NO ME CUADRA nada, es que las autoridades sanitarias no cierren DE UNA VEZ esas aplicaciones de móvil, que sirven para que "la gente" (en expresión podemita) intercambie fluidos corporales todos los fines de semana. ¿Acaso han hecho alguna declaración en ese sentido?. ¿No hay mucho más riesgo en eso?, pregunto.
    ALACRAN dio el Víctor.

  12. #12
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    Re: Angustia Coronavírica

    Histeria por el coronavirus: la verdadera actitud de un católico en una escena inolvidable




    Queremos compartir con ustedes esta escena (5 minutos) de la película “El Frente infinito” (1960), que nos debe motivar a reaccionar de una manera digna frente a la histeria ante el coronavirus, de la cual desgraciadamente se están dejando llevar muchos en la iglesia, sin duda revelando la corrupción en la fe que esconden.

    La escena evidencia la conducta del verdadero católico en tiempos de guerra, zozobra, epidemias, incertidumbre o riesgo para vida, que no es otra que apegarse y conservar con más fuerza si cabe la Santa Misa, y permanecer en ella a toda costa, y con más motivo, si hay peligro de muerte cercano.

    Pidamos a Dios para que este ejemplo pueda motivar a fieles y sacerdotes a mantener el coraje y valentía cristiana frente a la pusilanimidad y cobardía.




    https://adelantelafe.com/histeria-po...a-inolvidable/


    Pious dio el Víctor.

  13. #13
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    Re: Angustia Coronavírica

    Dado que el coronavirus mata solo a gente mayor debería ser bienvenido por las autoridades. ¿Acaso no están ellas en aprobar una ley de eutanasia y quitarse ancianos de encima? ¿De qué se quejan? El coronavirus les está echando una mano...
    Vamos, como si les hubiera oído.
    Pious y Agustín Acuña dieron el Víctor.
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  14. #14
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    Re: Angustia Coronavírica

    Detente, coronavirus


    En carlistas de Aragón nos dan un buen consejo




    Mañana, al parecer, tiene todas las probabilidades de que el Gobierno declare el “estado de alarma” por la crisis desatada por el COVID-19.

    Junto a todas las medidas que las autoridades sanitarias piden se sigan, desde este humildísimo blog, recomendamos el uso del “Detente” que en otras ocasiones resultó tan eficaz para combatir plagas, guerras y males de todo tipo junto a la oración y las prácticas propias del tiempo litúrgico en que estamos, llevándolo encima en un bolsillo o en la cartera, prendido a la ropa, en la puerta de casa, …


    DETENTE, CORONAVIRUS, EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS ESTÁ CONMIGO





    https://barraycoa.com/2020/03/13/detente-coronavirus/

  15. #15
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    Re: Angustia Coronavírica

    El Detente o “Salvaguarda” ante la Gran peste de Marsella de 1720


    Gran peste de Marsella en 1720

    Detente o detente bala es un escapulario, bien de chapa o bien de tela con la leyenda «Detente, bala, el Sagrado Corazón está conmigo» o los más antiguos simplemente «Detente, bala», que llevaban junto al corazón los combatientes tradicionalistas de las distintas guerras de los siglos XIX y XX. Dicha leyenda solía estar acompañada por una representación del Sagrado Corazón de Jesús. Los detentes se asocian normalmente con el movimiento carlista aunque su uso estaba generalizado entre muchos católicos. Ya hablamos al principio del libro de la devoción entre los carlistas al Sagrado Corazón. Una devoción extendida por la cristiandad gracias a las apariciones a santa Margarita María de Alacoque.

    En una de las muchas apariciones, más concretamente en la del 2 de marzo de 1686, Jesús le pidió que difundiera esta petición: «Él (Jesús) desea que usted mande a hacer unas placas de cobre con la imagen de su Sagrado Corazón para que todos aquellos que quisieran ofrecerle un homenaje las pongan en sus casas, y unas peque- ñas para llevarlas puestas». Ella misma llevaba una debajo del hábito, a la altura del corazón, e invitaba a sus novicias a hacer lo mismo.

    Cruz de Borgoña.

    Esta imagen empezó a llamarse «salvaguarda» a raíz de una peste en Marsella,
    en 1720, la gente se ponía este escapulario del Sagrado Corazón para protegerse de la plaga. Bordeando la imagen se escribía la leyenda «Oh, Corazón de Jesús, abismo de amor y misericordia, en ti confío». La eficacia del salvaguarda fue tal que permitió expandir la devoción al Sagrado Corazón por toda la ciudad. Durante la Revolución francesa, los católicos veneraban esta imagen y los revolucionarios los tuvieron como «la manifestación viva del fanatismo» y una provocación contrarrevolucionaria.

    Durante el juicio de la reina María Antonieta se presentó como prueba contra ella un pedazo de papel muy no que poseía y en el que estaba dibujada la imagen del Sagrado Corazón, con la llaga, la cruz y la corona de espinas, y con la leyenda:

    «Sagrado Corazón de Jesús, ten mise- ricordia de nosotros». Fue a raíz de la guerra franco-prusiana, cuando muchos soldados franceses católicos fueron al frente con esa imagen para que les protegiera. En la guerra civil espa- ñola, todos los requetés llevaban cosido el detente bala en sus camisas, al lado del corazón.


    Fuente: Eso no estaba en mi libro de historia del carlismo








    https://barraycoa.com/2020/03/13/el-...sella-de-1720/
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  16. #16
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    Re: Angustia Coronavírica

    Esto es lo que hay que hacer en vez de cerrar iglesias:



    El arzobispo de Poznan propone más misas dominicales ante el coronavirus

    Stanislaw Gadecki ha propuesto incrementar el número de misas dominicales para evitar aglomeraciones




    Con motivo de la epidemia del coronavirus, aún intensificada en países europeos como Italia, Francia y España, se sigue abordando lo relacionado con las prevenciones de propagación (aunque algunos sanitarios sostienen que ya no se está en fase de contención).

    A lo largo de la primera mitad de la presente semana, tanto el gobierno nacional como los de algunas regiones han comenzado a adoptar medidas tales como la suspensión de clases, la prohibición de eventos que congreguen a un mínimo determinado y la prohibición de vuelos comerciales entre países como Italia.

    La situación ha llegado a poner sobre la mesa (bueno, mejor dicho, incorporar al debate público) la consideración de suspensión de eventos como partidos de fútbol, las Fallas valencianas y la Semana Santa. También se ha llegado a abordar cómo desarrollar actividades religiosas.

    Ahora bien, la Iglesia Católica de Polonia, país donde, a las 23:45 del 10 de marzo de 2020, la cifra no alcanzaba la treintena, ha pensado en medidas que hagan compatible la precaución recomendada por los sanitarios con una práctica religiosa en condiciones.

    Precisamente, Stanislaw Gadecki, arzobispo de la diócesis de Poznan (ubicada en el voivodato de Gran Polonia), también famoso, junto al de Cracovia, porsus aguerridas opiniones frente a la amenaza revolucionaria (en su cuarta fase), ha hecho una propuesta de práctica religiosa bastante plausible.


    De acuerdo con Catholic Herald, Gadecki ha propuesto incrementar el número de misas dominicales (al mismo tiempo que ha aconsejado a ancianos y enfermos seguir la misma por medios audiovisuales o telemáticos) para evitar aglomeraciones en un momento dado.

    A juicio del también representante supremo de la Conferencia Episcopal Polaca, «del mismo modo que los hospitales tratan las enfermedades del cuerpo, la Iglesia está para sanar las enfermedades del alma. Por ello es inimaginable que no debamos orar en nuestras iglesias».





    https://www.tradicionviva.es/2020/03...l-coronavirus/


  17. #17
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    Re: Angustia Coronavírica

    Modelo polaco. Omella aconseja la misa por TV. Pues no: necesitamos más misas y más sacerdotes mártires

    Las leyes injustas no hay que cumplirlas y las eucaristías privadas niegan la comunión a los laicos.


    Eulogio López 13/03/20




    La confusión empieza a resultar curiosa. Infolibre, un medio progresista, naturalmente, pone al cardenal, José Luis Omella, presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), como no digan dueñas por permitir, gran pecado contra lo políticamente correcto en tiempos de coronavirus, mantener abiertas las iglesias. Y el inefable Jiménez Losantos, progre de derechas y comecuras liberalísimo, hace lo propio y en la misma dirección: ¡qué vergüenza, Omella no cierra los templos! Es un asesino que pretende inocular el maligno virus a los fieles a la luz de las velas. La salud de los fieles le preocupa muchísimo a don Federico.

    Sin embargo, miren por dónde, vamos a la página oficial de la Conferencia Episcopal Española (CEE) y encontramos un escrito tan corto que parece elaborado por alguien realmente desganado y no muy a favor de la propuesta. Ahí la tienen: Omella aconseja a los fieles que vean la misa por la tele. Incluso, cuánto bueno, se aporta un horario de las misas digitales, de la que insisto, el Magisterio asegura que no cumplen el precepto dominical y que, casualmente, hacen imposible la comunión del Cuerpo de Cristo. Ahí donde el cristiano se traga su propia salvación o su propia condenación.

    Mucho mejor Osoro que Omella, malo el uno, peor el otro, y una lección para ambos: no esperes el aplauso de los cristófobos, no les hagas concesiones en materia tan crucial como la Eucaristía: sólo sirve para que te insulten mientras traicionas a los tuyos.

    Mantener las iglesias abiertas para rezar. Se puede rezar en muchos sitios pero comulgar solo en la Iglesia y de forma presencial, no digital.

    De misa por TV nada, como los polacos: ¿Qué hay que evitar las aglomeraciones? Pues en lugar de una misa con 1.000 fieles haré diez misas con 100.

    Y si Sánchez exige, como en Italia, cerrar las iglesias… pues no se le obedece y en paz. Las leyes injustas no hay que cumplirlas. Y el sacerdote santo está llamado a dar buen ejemplo, aunque el buen ejemplo le lleve al martirio.

    Además, El sacerdote nunca se salva ni se condena sólo… y es mucho lo que está en juego.

    En cualquier caso, a última hora de la tarde, llegaba una igualmente equívoca nota de la Conferencia Episcopal Española (CEE) que podría haber sido enviada por el MInisterio de Sanidad, al que tanto se cita. Ahí va el texto clave: "Las celebraciones habituales de la Eucaristía pueden mantenerse con la sola presencia del sacerdote y un posible pequeño grupo convocado por el celebrante. En caso de celebraciones abiertas al pueblo recomendamos evitar la concentración de personas, siguiendo las instrucciones citadas en el apartado".
    O sea, que la Eucaristía se ha hecho para los curas. Pues si quieren cumplir las normas del Gobierno celebren misas en parques, espacios abiertos, aparcamientos, el Santiago Bernabéu. Ahí hay mucho espacio para mucha gente, convenientemente separada... con distancia social.




    https://www.hispanidad.com/confidenc...16979_102.html






  18. #18
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    Re: Angustia Coronavírica



    De pluma ajena: De virus, de tragedias y de realidades últimas –o bien «De cuaresma y de metanóia»–



    * Nota preliminar:

    Las siguientes líneas no pretenden avanzar juicio alguno sobre el estado de conciencia de ninguna persona en particular, cosa que está reservada exclusivamente a Dios. Lo que se procura es iluminar la situación actual desde la única fe verdadera en orden a ayudar a elevar la mirada al lector de buena fe, para que se tome cada vez más en serio la vida y la oriente cada vez más hacia Dios –que es de lo que se trata la cuaresma–.


    ¡Ah! «Metanoia» translitera el griego μετάνοια, que quiere decir «conversión», pero propiamente en el sentido de «cambio completo y radical de mentalidad, reprogramación total del proyecto, redefinición de prioridades».


    ________________________________


    Lo que la pandemia del Corvid-19 y la psicosis babilónica multinacionalha puesto en evidencia es una realidad sumamente trágica. Muchos la veíamos ya desde antes; pero ahora se hace evidente para muchos otros.

    Todo el mundo está pensando en cómo protegerse; nadie piensa en cómo convertirse.
    Todos procuran huir de la muerte; nadie prepararse para ella.

    Lo que pasa es que, más allá de las apariencias, ya no quedan, prácticamente, cristianos; de un gran número de sacerdotes y obispos, ni hablar… Lasciamo perdere, como se dice en italiano. Sea como sea, cristianos quedan pocos. Pocos tienen fe.

    Y es esta tragedia de la falta de fe, cuya ausencia a escala mundial es la antesala segura de la segunda venida del Señor (Lc 18,8), lo que ha quedado de manifiesto a partir de estos acontecimientos.

    La tragedia de la falta de fe en tantas personas resalta con evidencia solar a partir de aquello que inspira de manera directa y espontánea sus juicios prácticos, de carácter decisional. Lo único que los inspira es el miedo a la muerte. Y esto tampoco por temor al juicio divino, lo cual sería ya una auténtica fe inicial –puesto que «el inicio de la sabiduría es el temor del Señor» (Pr 9,10; cfr. Sir 1,14)–, sino simplemente porque son amadores de este mundo, amigos del mundo.

    En efecto, no es la posibilidad de enfrentarse a lo que inexorablemente se enfrentarán lo que los aterra, sino la posibilidad de tener que dejar aquello que aman. No los atemoriza aquello a lo que se enfrentarían, porque para ellos, en realidad, no se trata de otra cosa que de una «realidad» etérea, fantasmagórica, sin peso ni consistencia efectiva alguna; por el contrario, aquello que aman, en primer lugar sus afectos, es decir, sus lazos humanos, y en segundo lugar las cosas que prefieren, o sea, sus gustos, sus placeres, sus afecciones, son para ellos algo sumamente consistente, son el centro en torno al cual hicieron gravitar sus vidas. El Dios mismo en quien, algunos, con los labios dicen creer entra en sus vidas como Pilato en el Credo, «de costadelli», solamente en función de garantizar aquello a lo cual ante todo aman: la permanencia de sus lazos afectivos.

    El Cielo, para ellos, es el plan B. Y es que, a decir verdad, no les interesa. En todo caso, se trata de una hipótesis secundaria, una posibilidad lejana, una vaga teoría cuyo origen se desdibuja en la nebulosa de lejanas mitologías escuchadas distraídamente durante la niñez, carente de toda repercusión en la conducta y en la vida concreta, porque no es, ciertamente no lo es, el destino al queanhelan llegar, el fin que desean alcanzar. No. Sus deseos y sus anhelos más profundos están volcados sobre otras cosas, sobre cosas de este mundo. No consideran que sus vidas están escondidas en Cristo, porque no viven sus vidas como pertenencia de Cristo, porque no entienden ni quieren ni procuran entender que no se pertenecen, sino que le pertenecen a Cristo (cfr. Col 3,1-4). Son esos «católicos» que pueden recitar de memoria todos las formaciones de Boca y de River o de la Selección desde los años ’50 hasta nuestra fecha, pero que no pasan de Pedro si se les pide que elenquen la lista de los 12 apóstoles. No. Es que, en realidad, NO-LES-IN-TE-RE-SA-TRES-PE-PI-NOS. Ni los apóstoles, ni Jesucristo, ni el evangelio, ni la Iglesia.

    Y es por eso que para la graaaan, graaaaaan, grandíííííííííísima mayoría de las personas de nuestro tiempo, incluso un enorme número de «cristianos», resulta inexplicable que Dios sea «tan malo». Entendámonos: Dios no es malo, en él no hay siquiera la más mínima sombra de mal, él es todo bondad, bondad infinita e inagotable, hasta tal punto que él es la fuente única de todo bien y que todo lo que sale de él es bueno. Dios no es malo, pero lo perciben como malo aquellos que, justamente porque aman a este mundo, se vuelven enemigos de Dios, y toman como criterio de bondad aquello que les gusta y les causa satisfacción y placer y no aquello que se ordena a Dios.

    Dios no es referencia para los amadores de este mundo. Aunque lleven la etiqueta de «católicos». Incluso entre muchos «católicos», Dios es un simple convidado de piedra, un decorado exterior, un personaje imaginario que transcurre en paralelo con la vida, en la cual lo esencial y verdaderamente importante son los lazos afectivos con los seres queridos. Como lo único que para ellos tiene consistencia es el mundo, Dios, la Iglesia y el evangelio tienen que cambiar para adaptarse al mundo y a los tiempos: «¿Cómo van a pretender “convertir”! ¿Cómo van a pretender tener “la Verdad” absoluta! ¿Por qué no dejan que cada uno tenga las creencias que le parece, si una vale tanto como la otra y lo importante es no pelearse! ¿Cómo se permiten imponer una moral sexual, una moral social, una bioética! No. Que Dios la Iglesia y el evangelio me dejen vivir como me pinta, según lo que ya elegí y decidí, y que busquen la manera de cambiar su discurso para justificar mis opciones». Este tipo de discurso no es cosa exclusiva de personas ajenas a la Iglesia, sino que encuentra el consenso activo de muchos «católicos».

    Es siempre la misma «forma» mental, siempre el mismo principio orientador, el mismo criterio; lo que cambia es la materia a la que se aplica: puede ser el celibato, la orientación sexual, la ideología de género, la admisión de los sodomitas al sacerdocio, la validez positiva o hasta la equivalencia de todas las religiones… lo que sea. Siempre el principio y el criterio de los amadores del mundo va a subordinar a su imperativo y a sus preferencias todo lo que pretendan decir Dios, el evangelio, la Iglesia.

    Pero los amadores de este mundo son enemigos de Dios. Esto lo dice explícitamente la Biblia, en la que no creen los obispos y sacerdotes cuyas almas fueran infectadas por el virus «Modernismo 2.0» –muchísimo más grave que cualquier otro–, aunque se pasen todo el tiempo hablando de ella: «… ¿no sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Cualquiera, pues, que desee ser amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios» (οὐκ οἴδατε ὅτι ἡ φιλία τοῦ κόσμου ἔχθρα τοῦ θεοῦ ἐστιν; ὃς ἐὰν οὖν βουληθῇ φίλος εἶναι τοῦ κόσμου, ἐχθρὸς τοῦ θεοῦ καθίσταται –St 4,4).

    P. Christian Ferraro14.03.20




    De pluma ajena: De virus, de tragedias y de realidades últimas –o bien «De cuaresma y de metanóia»–

    Valmadian y Agustín Acuña dieron el Víctor.

  19. #19
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    Re: Angustia Coronavírica

    Secretario del Papa advierte: la gente abandonará la Iglesia si la Iglesia les abandona en la epidemia

    Por Carlos Esteban | 16 marzo, 2020

    El padre Yoannis Lahzi Gaid, secretario del Papa Francisco, advierte en una carta revelada por Crux del peligro de que el pueblo de Dios perciba que la Iglesia les ha abandonado en este difícil tiempo de prueba y, a su vez, abandone la Iglesia para siempre.

    “En la epidemia de miedo que estamos todos viviendo debido a la pandemia del coronavirus, corremos el riesgo de comportarnos más como mercenarios que como pastores”, advierte el padre Yoannis Lahzi Gaid, secretario personal de Francisco, en una carta fechada el 13 de marzo en la que urge a llevar los sacramentos a los fieles en este tiempo de necesidad, publica Crux.

    “Creo que ciertamente la gente abandonará la Iglesia cuando esta pesadilla haya terminado, porque la Iglesia les ha abandonado cuando ellos estaban necesitados”
    , alerta Gaid.

    Gaid, quien ha confirmado que la carta transmite sus pensamientos personales y que no está reflejando necesariamente los pensamientos del Pontífice, recuerda el episodio de la tradición en el que San Pedro, en medio de la persecución que sufre la naciente Iglesia bajo la tiranía de Nerón, se dispone a huir de Roma y en el camino se tropieza con Jesús, que le dice que va a la ciudad a ser de nuevo crucificado. Esta aparición mueve al primer Papa a rectificar y a volver para ser martirizado con sus hermanos.


    “Humanamente hablando, Pedro tenía todo el derecho del mundo a huir para salvar su vida de la persecución y quizá establecer otras comunidades y otras iglesias”, dice la carta. “Pero en realidad estaba actuando según la lógica del mundo, como Satanás; es decir, pensando como los hombres y no como Dios”.

    “Pensamos en todas las almas que tienen miedo y se quedan solas porque nosotros, sus pastores, seguimos instrucciones del poder secular, lo que está bien y es claramente necesario en este momento para evitar contagios”, dice. Pero añade que, al hacerlo, los sacerdotes corren el riesgo de “dar de lado las instrucciones divinas, lo que es un pecado”.

    “Estamos pensando como los hombres, no como Dios”, insiste. “Estamos entre los asustados y no entre los médicos, enfermeras, voluntarios y padres de familia que están en primera línea de fuego”, se lamenta. Y aconseja, refiriéndose a los laicos, lo que ya ha afirmado el Papa: “Deben saber que pueden correr en cualquier momento y refugiarse en sus iglesias y parroquias y ser allí bien recibidos”, resaltando que la Iglesia debe ser el “número gratuito” al que puede llamar cualquiera “para hallar consuelo, para pedir confesión, para recibir la comunión, o para pedir oraciones por los seres queridos”.

    Gaid urge a los sacerdotes a no permanecer como “espectadores” a medida que avanza la pandemia, sino a aumentar las visitas a los hogares, tomando las precauciones necesarias. “De otro modo, se estarán llevando a los hogares pizzas y hamburguesas pero no comunión para quienes la necesitan porque son ancianos o están enfermos. Supermercados, quioscos y estancos permanecerán abiertos, pero no las iglesias, recuerda. Y reconoce que esos servicios cubren necesidades materiales valiosas, “pero nosotros tenemos que hacer lo mismo por las almas”.


    https://infovaticana.com/2020/03/16/...n-la-epidemia/
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


    Nada sin Dios

  20. #20
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    Re: Angustia Coronavírica

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    ¿Es la Conferencia Episcopal Española un organismo burocrático?


    Coronavirus y clericalismo


    P. Santiago Martín FM

    Católicos ON LINE


    La Conferencia Episcopal alemana ha celebrado esta semana su asamblea plenaria, en la que ha salido elegido, como era previsible, un obispo en la línea de la inmensa mayoría de los prelados que componen esa Conferencia.

    Monseñor Batzing, obispo de Limburgo, quizá no sea tan radical como otros, pero se ha mostrado decidido a seguir adelante con el Sínodo y con la aplicación de lo que en él se apruebe. Veremos si consigue desactivar alguna de las propuestas más enfrentadas con la tradición, como la de la ordenación de mujeres o la aprobación de las relaciones homosexuales.

    También en esta misma plenaria ha sido reelegido el secretario general, el P.Langendorfer, jesuita, que había renunciado y advertido que no quería seguir; le han vuelto a nombrar, advirtiendo eso sí que está de forma temporal hasta que encuentren un sustituto, que posiblemente será una sustituta, pues muchos desean que ese cargo lo ocupe una mujer.

    Pero la atención del mundo y de la Iglesia no estaba esta semana puesta en Alemania, sino en la epidemia del coronavirus. Ya dije la semana pasada que en el norte de Italia se habían suprimido las misas para evitar el contagio, pero que los centros comerciales, el metro, los bares e incluso el museo de la catedral de Milán estaban abiertos.

    Pues bien, ya se han producido los primeros conflictos. Varios sacerdotes han celebrado misa y la gente ha ido. Uno de ellos, que tenía dos misas en su parroquia, ha celebrado cinco para que la gente pudiera estar más distanciada entre sí; a pesar de eso, el obispado correspondiente le ha abierto una investigación acusándole de desobediencia; el cura no se ha callado y ha dicho que si le tienen que castigar que le castiguen pero que él no es un funcionario sino un sacerdote y tiene el deber de dar apoyo espiritual a sus fieles, precisamente cuando más lo necesitan.

    En otro caso, ha sido la policía la que ha acudido a la iglesia durante la misa y ha evacuado el templo, llevando ante el juez al sacerdote que, por lo demás, cumplía las normas que ha impuesto el Gobierno italiano y que exigen que la gente esté separada entre sí un metro para evitar el contagio. Vuelvo a repetir: se está cayendo no sólo en el disparate sino también en la violación de los derechos de los fieles, que tienen el derecho a recibir los sacramentos, cumpliendo eso sí las medidas de precaución que determinan en cada caso las autoridades sanitarias.

    Suprimir el acceso a los sacramentos, ¿no es un acto de clericalismo? ¿Ha pensado alguien el dolor que representa para muchas personas no poder comulgar? Se está abriendo la mano para que puedan comulgar personas que no pueden hacerlo y, en cambio, se priva de la comunión a quien tiene derecho a ello. Vuelvo a preguntar, ¿no es eso clericalismo? Hay que poner condiciones para evitar los contagios, pero es absurdo que puedas ir a un bar a tomarte un capuchino y no puedas ir al templo a rezar o a comulgar.

    Menos mal que hay todavía obispos sensatos. Uno de ellos es monseñor Roland, obispo de Ars, la tierra de San Juan María Vianney, que ha publicado un aviso en la web de su diócesis diciendo que allí no se van a cerrar las iglesias ni a suprimir las misas.

    Incluso ha añadido que cada uno podrá comulgar como quiera, en la boca o en la mano. “Me niego a ceder al pánico colectivo”, ha afirmado, señalando que más que temer a la epidemia del coronavirus habría que temer a la epidemia de miedo que a tantos está contagiando. Precaución y respeto a las normas sanitarias sí, pero histeria no. Y mucho menos violación de los derechos de los fieles a poder acudir ante el Sagrario, a nutrirse de la Eucaristía y a recibir el perdón de sus pecados.

    Como dice monseñor Roland en su carta, en situaciones mucho más serias, en las grandes plagas, los cristianos se reunieron para hacer oración, para ayudar a los enfermos, asistir a los moribundos y enterrar a los muertos. Ni se apartaron de Dios ni se escondieron de sus semejantes. Quizá es porque tenían más fe en el poder de Dios y en la existencia de la vida eterna.


    CON MI LUPA: Coronavirus y clericalismo
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


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