Su foto entre sollozos abrazado a ZP dio la vuelta a España. Pero el alcalde socialista estaba en Brujas mientras su pueblo ardía. Regresó para los funerales y la foto con el jefe.

28 de julio de 2005. Cada día que pasa, la tragedia de Guadalajara va acentuando los perfiles de un horizonte de desolación que, rebasada la cota del daño humano y ecológico, invade con su carga de desesperanza los territorios de la convivencia, la libertad informativa, la credibilidad del Gobierno, la utilidad de la clase política... Este panorama de aflicción ha puesto en evidencia una trilogía mortal de necesidad para cualquier político, formada por la suma de mentira, incompetencia y soberbia.

Cualquier experto en comunicación serio aconseja en casos de catástrofes sobrevenidas decir siempre la verdad, porque la mentira vale para un rato, pero la realidad acaba siempre por imponerse. El Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero, acomodado y ocupado en mirarse a sí mismo, reaccionó echándose en brazos de la mentira. Mentiras tontas, a veces incluso groseras, burdas. Demasiada manipulación. Y la última puede haber venido de una imagen, una instantánea que ocupó todas las portadas de la prensa el lunes, la del alcalde socialista de Ablanque, José Miguel del Castillo, llorando sobre el hombro del presidente del Gobierno en su fugaz y casi furtiva visita a Guadalajara.

¿Dónde estaba Del Castillo?

Más de una semana después, por sorpresa y rodeado de fuertes medidas de seguridad. Así se presentó Rodríguez Zapatero en Riba de Saélices para conocer sobre el terreno las consecuencias del incendio. El presidente del Gobierno no quería sufrir en carne propia los abucheos que sufrió su vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, en Alcolea o en los funerales. Para evitarlo, La Moncloa avisó a la prensa con menos de 45 minutos de anticipación y el jefe del Ejecutivo paseó por la zona con explicaciones de los técnicos y dos alcaldes del PSOE, uno de ellos el fotogénico Del Castillo.

Ocurre que, según insisten diversas fuentes solventes, el regidor de Ablanque "se encontraba apenas escasas horas antes de vacaciones en Brujas". De hecho, mientras su pueblo se quemaba él descansaba lejos y sólo acudió junto a sus vecinos horas antes de la foto que acaparó portadas, para asistir a los funerales y retratarse con el presidente del Gobierno entre sollozos.

El Gobierno central, el de Castilla-La Mancha y sus adláteres han demostrado que son capaces de reaccionar mal, desde luego, pero además, con más de una semana de retraso. Haciendo gala de un frío cinismo que pone los nervios de punta.

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