El texto es magnífico, de hecho, ya lo he copiado a mi FB y a otro foro (en el que hay que evangelizar).
Gracias Chanza.
Madrid, 15 agosto 2009, fiesta de la Asunción de Nuestra Señora. Entrando ya en la segunda mitad de agosto, acercándonos al comienzo del curso escolar y universitario el próximo mes de septiembre, reproducimos un artículo del número 221 (mayo-junio 2009) de Tradición Católica, revista de la Hermandad de San Pío X en España. Su autor es el Profesor José Miguel Gambra, presidente del Círculo Cultural Antonio Molle Lazo y miembro de la Secretaría Política de S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón, sobradamente conocido de los lectores de FARO.
Excelencia educativa
"¿Hijo, qué quieres ser de mayor? Pues… hijo, papá". Así ironizaba sobre su vástago un camarero entrado en años que hablaba, hace unos días, con su compañero mientras servía la barra. "Ahora --prosiguió-- 'me se' va con la novia diez días a Mallorca. ¡Cómo viven estos chicos!"
Estos chicos, sin privarse de ningún placer adulto, prolongan indefinidamente la dependencia de sus padres y se gastan lo que ganan en coches, ordenadores, cadenas de música y diversiones. Estos chicos siguen con juegos de niños hasta los dieciocho años y, hasta los treinta, se pasan buena parte del día entretenidos con Internet y con la televisión. A los treinta y cinco, siguiendo el modelo de la serie Friends, tienen todavía pandillas. "Son mis amigos, por encima de todas las cosas", dice una famosa cancioncilla, con dejes de blasfemia. Y a los cuarenta, empiezan a plantearse el futuro, ante el probable óbito de sus progenitores: se compran un piso de una sola habitación, y todo lo demás sigue igual.
Estos chicos --y no tan chicos-- se divierten, y mucho, cosa que no tiene nada de nuevo. Lo nuevo es que, cuando pierden su tiempo en juergas y pasatiempos, no hacen, como en otro tiempo, algo de más, sino algo de menos. Se juntan, se aman, ven películas, oyen música, se emborrachan o fuman hachís como con desgana y aburrimiento. No lo hacen porque les desborde la fuerza vital de sus pasiones, sino porque les falta fuerza para pensar. Estos chicos ni siquiera son transgresores de normas y costumbres, porque la única norma que conocen es que no hay normas, lo único que creen es que nada es digno de crédito, de lo único que están convencidos es de que nada es verdad. Es decir, estos chicos son escépticos, pero no por exceso de crítica, sino por ausencia de pensamiento. En argot: son pasotas.
Estamos hechos para pensar, esto es, para conocer la realidad, que nos asalta con preguntas y evidencias intranquilizadoras. Pero pensar es doloroso, los datos son molestos y la realidad verdaderamente latosa. Por eso, hace falta mucho instrumento de diversión, mucha conexión con amigos por Internet, mucha repetición de máximas televisivas y, cuando esto no basta, mucho alcohol o suficiente droga para no pensar. Es necesario todo eso en grandes dosis para responder, siempre que se presenta un problema moral, político y religioso: "eso depende", "cada uno ve las cosas a su manera" o "yo paso de esos malos rollos, tío".
Estos chicos ¿de dónde han salido? De nuestro sistema de educación estatal. Lentamente, a base de sucesivos empujones y codazos el Estado Español, ese gran culpable, ha ido arrinconando la educación religiosa y familiar hasta monopolizar, más, mucho más que en otros países, la educación. Desde los ideales ilustrados contra el analfabetismo, hasta los planes de Villar Palasí, las Logses, las Loes, las Lous y todo ESO, pasando por estatismo educativo de Franco (que, por cierto, las jerarquías eclesiásticas admitieron sin chistar), la maquinaria estatal no ha hecho más que engullir todo el control de la enseñanza. Controla la edad de ingresar obligatoriamente en la educación, su duración y contenidos; controla que los listos no destaquen (por eso no pueden aprender a leer antes de los cinco años) y que los otros no se retrasen y, por ello, se les pasa de curso, hayan aprobado o no. Controla la ideología y los métodos de enseñanza, los castigos, los manuales, los exámenes y la preparación de los profesores. Controla el tamaño de los colegios, el de las aulas, el número de cursos y de alumnos por clase, de metros de patio, de gimnasio y de horas de clase, y de todo cuanto se les pueda ocurrir. Controla todo menos lo que debiera, a saber, que no haya bachilleres que no sepan escribir y que no haya profesionales incapaces en las carreras puramente civiles.
Las instituciones educativas se han convertido en grandes establos, de régimen cerrado en el caso de colegios e institutos, de régimen abierto en el caso de las universidades. Su fin ya no es educar, es decir, hacer hombres de bien capaces de enjuiciar cualquier asunto, como decía Aristóteles, sino mantener fuera de las calles a los alumnos y "socializarles", es decir, adoctrinarles en el relativismo democrático e igualar a todos en la ignorancia. No hablaré de las humillaciones que sufren los profesores. En breve tendrán que dar clase detrás de una urna de cristal acorazado y el orden será mantenido por la policía, como ya va a suceder en Francia. De los conocimientos sólo contaré que en 2º de Bachillerato, justo antes de entrar en la universidad, pregunté quien era anterior, Carlomagno o Alejandro Magno ¡y ninguno lo supo en toda una clase!
Dado tan clamoroso fracaso ¿facilita el estado la educación privada o la educación eclesiástica? Nada de eso. Ni hace, ni deja hacer. No permite la enseñanza en casa. Para fundar un colegio no concertado, hay que empezar por poner alrededor de ocho millones de euros sobre la mesa. No digamos para una universidad. En Francia, cuna del estatismo educativo, los alumnos pueden estudiar a distancia y basta con una casa, y poco más, para hacer un colegio. He conocido una universidad tradicionalista en París, que expide títulos reconocidos por la Sorbona, y cuyos locales se reducen a dos o tres pisos de un edificio. Aquí no: la constitución declara la libertad de enseñanza, pero el estado pone tales exigencias materiales para que se establezca un colegio o una universidad, que ninguna asociación que no sea muy poderosa puede ni siquiera planteárselo.
Los informes Pisa, los de la OCDE y de otros organismos internacionales, han puesto recientemente en la picota el sistema educativo español como uno de los que están a la cola de los países desarrollados. Algunos, desde la perspectiva del estado de derecho democrático se han llevado las manos a la cabeza. Por ejemplo Pérez-Reverte, con la delicadeza que le caracteriza, ha puesto de vuelta y media a Zapatero (al cual llama imbécil) y a sus ministros y ministras (cuya madre no se olvida de mentar), porque las sucesivas reformas socialistas --no menos que las del PP-- han dado como resultado la ignorancia supina, la incapacidad de comprender el mundo, en que se halla sumida buena parte de nuestra juventud.
Pues bien, no estoy de acuerdo. Desde el punto de vista democrático, es un craso error calificar de desastrosa la educación pública española. Para verlo basta remontarse a Rousseau, padre doctrinal de la democracia, con su Contrato Social y padre, a la vez, de la pedagogía moderna, con su Emilio. Una cosa es complementaria de la otra. El pacto social conlleva que "cada uno de nosotros pone en común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la voluntad general". Si una voluntad particular se niega, por disconformidad, a obedecer a la voluntad general, es lícito someterla por la fuerza. Con ello, según dice Rousseau, se obliga al ciudadano a ser libre, pues sólo la constitución de la voluntad general impide que estemos sometidos a una voluntad de otra persona. La voluntad personal pasa, en lo que se refiera a los asuntos públicos, a ser voluntad general, que, de hecho, se identifica con la voluntad del que ha sido votado. En nuestro caso con la voluntad del Sr. Rodríguez y su corte de los milagros.
Ahora bien, cuando se ha amputado la voluntad personal en lo que a las cuestiones sociales se refiere; cuando todo el interés por los asuntos comunes, o por la patria, se puede plasmar solamente en el voto a partidos e individuos que harán lo que les venga en gana; cuando todo eso sucede --digo-- es necesario lobotomizar también la inteligencia sobre tales temas. Si se dejara que los españoles fueran educados en el sentido clásico de la palabra, es decir, si pudieran tener una concepción del mundo razonable, que les habilitara para juzgar sobre el bien y el mal en temas de política y en cualquier otro, su sufrimiento sería insoportable y resultarían, además, difícilmente gobernables. Al que le cercenan un órgano le anestesian; lo mismo debe hacerse con el que ha cedido su capacidad decisoria sobre sus deberes más importantes. Otra cosa sería crueldad. Los ciudadanos de una democracia sólo deben tener los conocimientos necesarios para la producción; deben limitarse a la profesión que les permite ganarse la vida y pagar los impuestos. Sobre todo lo demás, tienen que estar convencidos de que no cabe conocimiento seguro, y de que todo es cuestión de un gusto que queda a discreción de los representantes de la voluntad general.
Por eso, según dice Rousseau en el Emilio, la educación del niño individual deberá "ser puramente negativa, la cual no consiste ni en enseñar la virtud ni la verdad, sino en librar de vicios el corazón y el espíritu del error". ¿A qué se refiere con eso del vicio y del espíritu de error? Pues a los conocimientos que van más allá de lo que necesita en su vida personal, es decir, a los conocimientos filosóficos y a los que proporciona la Revelación. "Son los filósofos con su preceptos, los sacerdotes con sus exhortaciones los que envilecen" el corazón del niño, dice Rousseau. La enseñanza tiene como finalidad evitar las preocupaciones sobre el futuro, que nacen de la metafísica, de la religión y de la moral: "Si pudierais no hacer nada, ni dejar hacer nada, si lograrais tener sano y robusto a vuestro alumno hasta la edad de doce años, sin que supiera distinguir su mano derecha de la izquierda, desde vuestras primeras lecciones se abrirían lo ojos de su entendimiento a la razón, sin baches ni preocupaciones". Porque así disfrutará de la vida, sin que las teorías y religiones la ensombrezcan. "Padres --recomienda Rousseau--, tan pronto como puedan vuestros hijos gozar del placer de la existencia, haced que disfruten de él, y cuando les llegue la hora en que Dios los llame, no mueran sin haber disfrutado de la vida".
Vista desde la genuina doctrina de la democracia, la educación pública española es un éxito sin precedentes: tras un larguísimo período de instrucción, que se extiende hasta los veinticinco años, los discentes han aprendido a manejar, con más o menos pericia, unos instrumentos de producción y, sobre todo, han aprendido que nada más puede aprenderse. Se ha logrado que los alumnos no distingan la derecha de la izquierda, no ya hasta los doce años, como dice Rousseau, sino hasta la edad de jubilación. La inmadurez e inconsciencia del adolescente se junta con la recaída en la infancia del anciano. No sólo se les ha extirpado la voluntad particular en beneficio de la voluntad general, sino que se ha completado la operación con la ablación de toda concepción del universo que les permita juzgar con independencia de la voluntad general. Y si usted, amigo lector, duda que sea excelente tal educación, es porque se obstina en conocer, en creer y en desear el bien; es porque, en el fondo, todavía no es usted un demócrata.
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El texto es magnífico, de hecho, ya lo he copiado a mi FB y a otro foro (en el que hay que evangelizar).
Gracias Chanza.
Los errores, más que los vicios, son la causa de la decadencia de los pueblos. Éstos, como los pescados, se empiezan a corromper por la cabeza, lo que lleva a que las mentes confundan los vicios con virtudes.
Excelente artículo para meditar, excelente por la pluralidad de argumentos que se exponen y que deberían servir a muchos docentes como modelo de razonamiento con los "pies en el suelo y la cabeza en su sitio". Muchas gracias por compartirlo.
A modo de ejemplos citaré dos casos de lo que "sólo" pueden ser estos "chicos y chicas" y no tan chicos. Hace algo así como un mes entré en la gasolinera que hay en la localidad en la que resido. Allí, en paralelo a mi un "chaval" de 18 o quizás 20 años de edad repostaba su coche. Hasta aquí nada de especial, salvo por el detalle de que ese coche era igual que el que uno de mis hermanos, empresario, tiene en "renting" por cuenta de su empresa y por el que se pagan al mes "sólo" 1.600 euros.
El otro caso, es el de un chico de 18 años, el cual por el hecho de haberlos cumplido fue obsequiado por "sus papis" con un vehículo de 6 cilindros y más de 200 Cv de potencia para que "el nenito" pudiera correr, pudiera hacer el bestia. A todo esto, el muchachito había salido del instituto sin su correspondiente título de secundaria obligatoria bajo el brazo y es que sus cualidades intelectuales rozaban el encefalograma plano.
Hemos de suponer que el primero de los casos debe de ser similar al segundo y la cuestión es ahora: ¿y después qué viene?, porque estos niñatos no se conformarán con cualquier cosa. Se da la circunstancia, al menos algo constatado en el segundo caso, de que se trata de individuos que pertenecen a familias que hace apenas una generación atrás eran simplemente obreras.
"A priori" tal condición no debería significar nada especial, sino fuera porque en una considerable proporción de casos se trata de familias en las que el hábito del estudio, el conocimiento, el esfuerzo por lograr superar ciertas metas de la vida y una escala de valores fundamentados en la moral, etc., están totalmente ausentes.
Ruego se me disculpe que no mencione ni la localidad, ni las marcas y modelos de los vehículos mencionados.
Última edición por Valmadian; 16/08/2009 a las 17:27
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
El artículo es sencillamente genial. Mas como dice D. José Miguel, hasta en Francia se han enterado antes que nosotros....Que seguimos en el empanamiento.
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