Es muy grande la deuda que la sociedad española tiene con las víctimas de ETA. Durante demasiados años las autoridades, partidos, sindicatos, medios de comunicación y la propia sociedad civil permaneció insensible al sufrimiento de quienes habían sufrido el zarpazo terrorista. Demasiados silencios y un respaldo limitado al día siguiente del atentado, fueron la tónica habitual de una sociedad que hablaba mucho de solidaridad, pero que bajaba la cabeza acobardada cuando se trataba de mostrarla con las víctimas de ETA.
La sociedad puede hoy pagar su deuda movilizándose para impedir que un gobierno irresponsable cometa la última infamia contra los caídos a causa del separatismo vasco: hacer infructuoso su sacrificio. Hicieron falta miles de muertos, heridos, extorsiones, secuestros y atentados para que la conciencia ciudadana despertase y abandonase aquel repugnante conformismo, que llevaba a contemplar como un mal natural que se asesinase a guardias civiles, militares y policías. Un minuto de silencio y a seguir cada uno con lo suyo. Ha sido necesario mucho sufrimiento para que los que entonces callaban reconociesen su error y ahora alcen su voz.
Durante muchos años se echó en España en falta (salvo en honrosos casos que además eran marginados) la indignación ciudadana ante la violencia de ETA. Pero si alguien tiene una cuenta pendiente con las víctimas es especialmente la sociedad vasca. Una sociedad que aún a día de hoy cuenta con un déficit moral de un sector muy importante de su población que sigue justificando los asesinatos de ETA. Una sociedad en la que el nacionalismo debería pedir públicamente perdón por un comportamiento que ha contribuido decisivamente a que durante años el pueblo vasco viviese en un clima de odio y a que muchos ciudadanos vascos contemplasen con una monstruosa indiferencia cada asesinato que cometía ETA.
Por ello nunca será mucho el apoyo que podemos prestar a las víctimas. Qué menos que un emocionado recuerdo. En este sentido la AVT ha programado una ruta en autobús por los cementerios donde hay enterradas víctimas del terrorismo –podría iniciarse en torno al 9 de octubre y el primer destino será Ermua–, y adoptar como símbolo de solidaridad con las víctimas un lazo blanco.
Pero nuestro apoyo no debe acabar simplemente en unos minutos de silencio, una oración y portar un símbolo. Todo eso es importante, pero no podemos volver a caer en la indecencia de aquellos años pasados en que las víctimas eran enterradas por la puerta de atrás, como si fuese motivo de vergüenza manifestar nuestra solidaridad por quienes dieron la viva por su patria y nuestra indignación con sus asesinos y sus cómplices.
Aquel despertar que provocó el asesinato de Miguel Ángel Blanco, aquella rabia contra los asesinos, aquella indignación de la manifestación del 4-J contra aquellos que quieren pactar con ETA, debe permanecer inquebrantable en nuestros espíritus, de forma que no volvamos a fallar a las víctimas del terrorismo.
La sociedad puede hoy pagar su deuda movilizándose para impedir que un gobierno irresponsable cometa la última infamia contra los caídos a causa del separatismo vasco: hacer infructuoso su sacrificio.
Actualmente hay 1 usuarios viendo este tema. (0 miembros y 1 visitantes)
Marcadores