VOLVER, PARA RECUPERAR LO PERDIDO



Soldados españoles en Cuba


DEL DESASTRE ESPAÑOL DEL 98: SUS CULPABLES INTERNOS Y EXTERNOS



Los últimos de Filipinas, eterno ejemplo de heroísmo español

"El día en que nos consideren como una nación moribunda; el día en que, atendiendo a las palabras del Sr. Moret, nos crean una raza gastada, con un suelo calcinado, con una nación empobrecida y compuesta de algunos caballeros y de muchos mendigos, alto el ideal, mísera y triste la realidad; el día en que así nos consideren, ya no serán las Antillas, ya no será Filipinas; será mañana Canarias, pasado las Baleares, al otro los presidios de África, y cerrado el porvenir de Marruecos, será el desprecio de Portugal, miembro separado de nuestra nacionalidad, que debiera completarla. [...] Nos habéis dividido en sectas, en escuelas, en partidos; habéis divorciado las inteligencias; están separadas por abismos las voluntades; las acciones no son comunes; hay un fondo de disolución; hay odios inextinguibles en las almas; hay rencores encendidos en los corazones."


Discurso de Juan Vázquez de Mella, "La responsabilidad de la catástrofe colonial", días 6 y 7 de mayo de 1898, pronunciado en el Congreso de los Diputados.


LOS CULPABLES INTERNOS DE NUESTRA VERGÜENZA NACIONAL

Con meridiana claridad, Vázquez de Mella apuntaba a los culpables del desastre del 98. Los culpables internos -Sagasta, Moret... Todos notorios masones- habían puesto de rodillas a la nación más orgullosa del mundo. Ellos, esos masones liberales, habían firmado el Tratado de París, avergonzándonos ante todas las naciones. Ellos, esos progresistas masones, habían ordenado silenciar los fusiles en Baler. Pero... La nación que emergía en el escenario mundial, Estados Unidos de Norteamérica, había sido la ejecutora de nuestra expulsión del concierto de naciones respetables. El liberalismo interior -desde las Cortes de Cádiz hasta la consumación del siniestro plan- había hecho sus deberes, cumpliendo paso a paso la hoja de ruta de la Gran Logia de Londres, cuando no del Grande Oriente de Francia. Y, en ese año, 1898... España es apeada de la Historia. Crisis de la conciencia nacional, para aquellos que tienen conciencia: la justa reclamación de la personalidad regional, laminada por el centralismo devastador, sufre un mutación (en algunas regiones, el regionalismo se convierte en nacionalismo), los noventayochistas -perplejos- se preguntan: ¿Qué es España? Miran a su alrededor... Y buscan culpables: ¿Quién nos ha traído a esta decadencia? Y ninguno tiene el valor de contestar, al menos hasta que lo haga Ramiro de Maeztu en su "Defensa de la Hispanidad" (1934): la culpa de nuestra ruina la tiene el liberalismo triunfante en el Cádiz de 1812, preparado con malignidad en los conciliábulos de la revolución ilustrada.

Moret nos califica como una "nación gastada". Un supuesto representante de la Nación se atreve a afirmar que, como raza, como nación... Nuestra hora ha pasado. Las patrañas teosóficas han hecho pupa: todos los aficionados a esa falsa filosofía esoterista están al tanto de ciertas supercherías, como la que podemos denominar "la ruta del sol". Ramón María del Valle-Inclán, activo miembro de la Sociedad Teosófica, lo ha asumido, se ha creído la patraña teosofista y dice:

"Nuestra civilización recogió en Grecia toda la fuerza primitiva de la India; el Mediterráneo fue el mar civilizado de Roma, hasta que España, heredera de ese pasado greco-latino, fundó la civilización atlántica con el descubrimiento de América. La civilización atlántica tiene su punto de apogeo en el esplendor de Inglaterra, neuva Jano que domina con su mirada la magnificencia de dos mundos. Inglaterra perecerá como perecieron los imperios de Grecia, Roma y España, porque una vez conseguido el fin para que vivieron, su materia muere y queda el perfume imperecedero e imborrable de su espíritu. Inglaterra perecerá; pero nunca a manos de Alemania, sino fatalmente a manos de los Estados Unidos de América, que están en la ruta del sol".
(Entrevista concedida por Valle-Inclán a Rivas Cherif, publicada en "España", 11 de mayo de 1916.)

Y Estados Unidos de Norteamérica, una nueva y joven nación surgida al calor de las ideas revolucionarias de la Ilustración, se erige en flamante potencia mundial, rival de las viejas naciones europeas. Pero, no hay poderío terrenal que no esté previamente diseñado -siquiera del modo más rudimentario- por un inteligencia que ha preparado los mitos capaces de movilizar a ese pueblo destinatario de un mensaje mesiánico.

Estados Unidos de Norteamérica se había lanzado a la conquista del "salvaje oeste". Había vencido a México. La doctrina Monroe, llamada también "el destino manifiesto", el darwinismo social combinado con las teorías eugenetistas de Galton, el racismo cada vez más pronunciado van configurando como la consistidura de lo que serán los EE.UU. Sí: el racismo.


El KKK, racista y criminal excrecencia de la Masonería norteamericana: enemigo de los negros, de los irlandeses, de los hispanos, de los italianos, de los católicos.

LOS CULPABLES EXTERNOS DE NUESTRA DERROTA EN LAS ANTILLAS

RACISMO MADE IN U.S.A.

Es difícil hablar de racismo en los Estados Unidos de Norteamérica, debido a la restricción que de este fenómeno se ha hecho en EE.UU. al reducirlo muy astutamente (permítasenos llamarlo así) al icono del Ku Klus Klan que, como movimiento terrorista, se halla localizado en los estados del Sur (estigmatizados como "sudistas" y negreros; por mucho que el fenómeno sea más complejo de lo que se nos pinta en los filmes típicos, como "Arde Mississippi", 1988). Con el KKK como icono del racismo estadounidense, otro racismo más larvado y sutil pasa desapercibido.

Los especialistas en la cuestión suelen hablar de dos KKK: la primera fundación correría a cargo de oficiales sudistas que, tras la derrota de la Guerra de Secesión, reaccionaron contra algunos negros que, convertidos en hombres libres, se tomaban la revancha sobre los blancos. De la segunda fundación del KKK será responsable Williams Joseph Simmons que en 1915, tras asistir a una supuesta aparición fantasmal de jinetes encapuchados en 1901, decide "trabajar" por la supremacía blanca, resucitando el KKK de los orígenes. El hecho de ser pastor protestante no entraba en conflicto, para la conciencia moral de Simmons, con la refundación de su mano de este movimiento racista.

Pero el imaginario mundial -confeccionado por una cultura de masas planetaria trabajada por los grandes medios de comunicación- tiene por racismo a estos dos fenómenos: el nazismo alemán y el KKK. Sin embargo, lo que vamos a ver es que el racismo era ingrediente sustancial de la mentalidad norteamericana cuando EE.UU. se lanzó a la guerra contra España, por el dominio de las Antillas (y, como tiene costumbre, alegando que intervenía para liberar a nuestras colonias de nuestro yugo.)

Soldados españoles en Cuba

Cuando Monroe decía "América para los americanos" lo que tenía en mente era que todo el continente americano estaba destinado a ser sometido por los anglosajones de los USA (United States of America). América había recibido de la Providencia (¿o del Gran Arquitecto del Universo?) la misión de extender los principios de la Democracia, liberando a todos los países del mundo de la tiranía con una mano, mientras con la otra le echaba la cadena de la servidumbre económica. Alfred T. Mahan es uno de los primeros en articular este imperialismo moderno, desprovisto de toda otra finalidad que no fuera la de imperar económicamente sobre el planeta entero.

Soldados norteamericanos en Puerto Rico


MÁS ALLÁ DEL KU KLUS KLAN Y MÁS ACÁ DE YALE

La filosofía pragmática, el utilitarismo, se combinará con el darwinismo social, admitido por la inmensa mayoría de ese sector que podemos llamar "culto" de la sociedad norteamericana. William Graham Sumner, profesor nada más y nada menos que de Yale, donde se educaba la crema y nata de esa nueva nación, lo dirá sin tapujos:

"Quede bien claro que no podemos salir de esta alternativa: libertad, desigualdad, supervivencia del más apto; no libertad, igualdad, supervivencia del menos apto. El primer término de la alternativa lleva a la sociedad hacia adelante y favorece todos su mejores miembros; el segundo lleva a la sociedad hacia atrás y favorece sus peores miembros".
Naturalismo, pues. Cientificismo y evolucionismo darwinista, bestialización del ser humano: el hombre no es más que una bestia, si quiere sobrevivir tiene que ser el más apto, adaptándose y aplastando a otros congéneres en la lucha por la vida. No queda un atisbo de humanidad, no la puede haber para quien ha renunciado a considerar a Dios. La dignidad humana que nos descubrió el Evangelio (y no, precisamente, la Revolución Norteamericana del siglo XVIII, ni tampoco la Francesa) se ha eliminado de toda consideración; esa humanidad que protegió y proteje la Santa Madre Iglesia Católica no cuenta para los superhombres de la industrializada, liberal y progresista sociedad norteamericana.

W. G. Sumner, como teórico, asumió los postulados del darwinismo dotando al capitalismo de la ideología que mejor le cuadraba: la del darwinismo social -impregnado de fuerte individualismo, de competitividad cruel en aras de los más aptos siempre.

A la zaga de Sumner, no tardarían en llegar los teóricos del racismo norteamericano.


Homer Lea, uno de los pioneros del racismo norteamericano

Tras la expulsión en Filipinas de los españoles, cuando estadounidenses y filipinos se enzarzaron, con la derrota de estos últimos, un senador por el estado de Indiana, por apellido Beveridge, llegó a justificar la anexión de las Filipinas como la clara manifestación del poderío de la raza aria anglosajona sobre la raza inferior nativa (los filipinos); tampoco se ahorró el comentario alusivo a la inferioridad de la raza española, que había ejercido con anterioridad el dominio sobre Filipinas. Pero este senador no hizo historia como panfletista; y un comentario en una cámara de charlamentarios, por estúpido que sea, al igual que una golondrina soltera no hace verano. Vayamos más bien a los panfletistas -llamarlos escritores sería concederles demasiado honor. Tenemos a Homer Lea (1876-1912), autor de "The Day of the Saxon" (1912), donde invita a la "raza anglosajona" a exterminar a la "raza teutónica" (esto es: alemana). ¿La razón de esta propuesta de exterminio? En las entedenderas de Homer Lea la única raza capaz de hacerle sombra a la anglosajona, en la conquista de la hegemonía mundial sin rival, era la raza germánica. Si Homer Lea fuese de nación alemana y hubiera escrito semejante barbaridad en contra de la raza anglosajona, Homer Lea sería tan conocido como Alfred Rosenberg (el mil veces maldecido teórico racista del III Reich). Pero Homer Lea tiene la suerte de pertenecer a un pueblo que salió victorioso del nazismo, independientemente de que lograra tal triunfo en alianza con la URSS, uno de los ingenios más diabólicos y asesinos de toda la Historia universal.

Madison Grant, eugenetista racista norteamericano

A Homer Lea le siguió el abogado eugenetista Madison Grant (1865-1937), teórico del racismo y activo promotor de todas las medidas para impedir el mestizaje de la raza anglosajona con razas consideradas inferiores. Grant también jugó un gran papel en las políticas anti-inmigratorias estadounidenses. Escribió varios libros, como "The Passing of the Great Race" (1916) ó también es digno de destacar "The conquest of a continent; or, The expansion of races in America" (1933). Pero tampoco se le conoce, como por ejemplo se conoce al británico Houston S. Chamberlain, avecindado en Alemania y tan importante teórico del racismo para la conformación de la ideología racista de Adolf Hitler.

Lothrop Stoddard, racista norteamericano

Al neoyorquino Madison Grant le sigue Lothrop Stoddard (1883-1950) que escribió "The Rising Tide of Color Against White World Supremacy" (1920), entre otros libelos racistas. Stoddard murió en 1950 y fue testigo del racismo nazi. Con ese cinismo que caracteriza la cultura puritana, Stoddard podía ser a la par que antropólogo racista también pacifista; y como político y periodista, un convencido partidario de la anti-inmigración. Tomen nota, pues, nuestros actuales intelectuales profesionales: se puede ser anti-inmigración y ser pacifista, ¿por qué no? La expulsión de aquellos que sobran en un país no tiene por qué hacerse a través de la violencia.

Marcha de autoafirmación del Ku Klus Klan; años 20.

En resumidas cuentas: Los Estados Unidos de Norteamérica se lanzaron contra una España que, como nos recordaba D. Juan Vázquez de Mella, no estaba agotada: recuérdese el valor de los últimos de Filipinas, la furia española en Cuba y Puerto Rico, aguantando y resistiendo a ejércitos superiores en número, mejor abastecidos y mejor armados. No, no fue nuestra raza la que nos condujo a la vergüenza de ser expelidos de la Historia Universal por los EE.UU. que se crecían superiores, atiborrándose de subliteratura racista, tan despreciable como la que en Alemania abundaba en aquellos mismos años. No. Los culpables de nuestra derrota y de nuestra humillación internacional fueron los liberales, los masones de Sagasta y Moret.


El masón Sagasta, culpable de la Vergüenza del Tratado de París



"El Pueblo Católico", cabecera del tradicionalismo del Santo Reino de Jaén, en su edición de 21 de abril 1898 publicaba una prolija editorial titulada ¡GUERRA! lo decía con elocuencia:

"...manifestaciones múltiples se celebran en la Corte, en las capitales y en los pueblos en pro de la guerra, único medio adecuado de volver por nuestro honor nacional, hecho jirones por los gobiernos liberales de toda casta, con la cooperación decidida del catolicismo liberal y al que pretende dar el golpe de gracia ese conglomerado informe de todas las razas, asesino cruel y alevoso ayer de los pieles rojas, patrocinador de los inmundos Congresos de religiones, conculcador de todas las leyes divinas y humanas, alevoso, traidor y cobarde centro de la Masonería universal, sólo comparable por su artería y ruindad a las tribus bereberes".
En la larga nómina de los ideólogos que patentaron la fórmula supremacista norteamericana, también habría que incluir -como es obvio- a los publicistas, pero también a los poetas: Allan Poe fue un ilustre denostador de España (recuérdese sus relatos infamando a la Inquisición, haciendo uso de la más burda leyenda negra contra el Santo Oficio) y también el menos popular en España, pero ciertamente sí que famoso en EE.UU., el poeta neoyorquino Francis Bret Harte (1836-1902).

Queremos que el mismo Francis Bret Harte, el poeta de la nación enemiga, sea nuestro oráculo. Por eso, hemos abierto un libro -un viejo libro que tenemos en nuestra biblioteca: "The poetical works of Bret Harte", London, George Routledge and sons, Broadway, Ludgate Hill, 1886. Es una antología de poemas del mencionado Bret Harte, y leemos uno que, por su título, nos llama poderosamente la atención: "The lost galleon" (El galeón perdido). La palabra "galeón" evoca en nosotros esas embarcaciones que estarán, por siempre, indisolublemente unidas a la grandeza, a la pujanza hispánicas. Y leemos la historia, pero nos quedamos con unos versos que el poeta pone en la boca de un tal Fray Antonio Estavan (sic):

"Nothing is lost that you can regain:
And the way to look for a thing is plain
To go where you lost it, back again".


["Nada des por perdido que no puedas recuperar:
y no hay otra manera de buscar cualquier cosa
que no sea, volver otra vez allí adonde la perdiste".]

Y sí, a la postre, queremos agradecer al poeta norteamericano Bret Harte estos versos. Con ellos nos ha proporcionado, a modo de oráculo, la fórmula de recuperar lo que nos arrebataron ellos por la fuerza.

Volveremos otra vez allí, al mismo lugar donde perdimos el Imperio de nuestros antepasados, para recuperarlo; y lo recuperaremos no por la fuerza de las armas, sino por la imparable fuerza de la fe en Cristo Rey y de la fe en nosotros, los españoles de cualesquier rincón del mundo que habló y habla la lengua con la que rezaba Felipe II en el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

¡Volveremos!

Sí, los españoles volveremos, para restituir la dignidad humana a todos los seres humanos, independientemente de su raza, de su color de piel... Volveremos, para demostrar a los bestializantes darwinistas que los seres humanos, a diferencia de los animales, también cuentan con algo más que su aptitud para sobrevivir en un mundo hostil: cuentan con el amor de Dios, y con la caridad de sus prójimos que, por amor de Dios, aman a los más débiles; pues todo ser humano es imagen y semejanza del Altísimo, y todo bautizado con el agua verdadera es hijo de Dios. Volveremos, sí, para demostrarles a esos racistas que el imperialismo siempre será una caricatura de lo que es el Imperio, el Sacro Imperio Romano-Germánico-Hispánico.

¡Volveremos!

Pues lo que perdimos allí, españoles, novohispanos, hispanoamericanos, tagalos y todas las razas que abrazó nuestra cultura, fue la misma dignidad humana, rebajada por el masonismo bestial de gentes sin Dios ni tradición.


Maestro Gelimer

LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS