LOS ANTICLERICALES DE PACO EL COTILLA
Y LA CLERIGALLA DE VETE Y LADY CAGA
Con frecuencia uno escucha y hasta ve que los hay -todavía, ¡ay, Señor!- que se desgarran las vestiduras. Que apelan por la "separación de Iglesia-Estado". Yo les llamo la cuadrilla de "Paco el cotilla", por no decirles "pacotilla".
Podríamos consolarnos pensando que los que dicen tal es que son adolescentes con acné; de esos que no saben lo que es la historia de España. Que, al cabo, es que son de los que fueron aprobados por la jeta, para llenar los pupitres de las universidades; así han dado en llamar a esos antros en que se fabrica dinero -a costa del matriculado- para pagar la nómina de millares de profesores universitarios que ni puta falta hacen ni se ganan el pan que se comen. Profesor universitario hoy lo puede ser cualquiera, como casi siempre ha sido: hace falta enchufe y corriente eléctrica; luego, esos titulados profesores demuestran a diario, con su pésimo y nulo magisterio, que se puede ser un mentecato con título universitario y hasta ser profesor universitario.
Pero no, no es culpa del sistema hormonal ni cuestión de pocas primaveras. Sí que la culpa la pueden tener esas sedicentes universidades que deforman, más que forman. Pero es que, además, los vemos y no son jóvenes. Vemos a tíos talluditos vociferantes como fanáticos. Podemos ver incluso vejestorios que hicieron la mili con Francisco Franco y hasta carcamales que burlaron la vigilancia del celador de su geriátrico. Los podemos ver en cualquier plaza, blandiendo un palitroque cuyo cabo remata el trapo tricolor de Madame República Segunda... Y cuando se les acaba las consignas que gritar, gruñen -desmejorando a los cerdos- y gritan, impasibles el ademán:
"¡Separación de la Iglesia y el Estado!".
Cuando escucha semejante parida, no sabe uno si reír o llorar. A lo largo de los siglos la Iglesia ha tenido enemigos muchísimo más inteligentes: el regalismo, el galicanismo nunca, en su inteligente anticristianismo, pretendió separarse de la Iglesia. Todo lo contrario, con el tiempo el Estado había logrado ciertos -y muy suculentos- derechos sobre el poder espiritual, como eran:
- 1º "Ius inspiciendi": Por el que el Estado delimitaba las relaciones de la Iglesia "territorial" con Roma; vigilando y supervisando tanto los concilios como las misiones. Y, ni que decir tiene, las entidades eclesiásticas operantes en esos territorios puestos bajo el control del Estado.
- 2º "Ius nominandi": Nombrar (el Estado) los puestos eclesiásticos.
- 3º "Placet, exequatur": Reservarse el derecho de inspeccionar y dar el visto bueno o negarlo a todos los documentos y actuaciones de Roma.
- 4º "Ius circa temporalia officia": Confiscar las rentas de los cargos de personas poco fieles al Estado.
- 5º "Ius appellationis": El clero o laicos podían recurrir al Estado contra la autoridad eclesiástica.
Cuando uno asiste a las pataletas de los actuales laicistas (y sus pensionados) siente una enorme decepción. El desaliento cunde. La debilidad mental de estos anticlericales contemporáneos es patética. En su vulgaridad, en su ignorancia, en su miseria intelectual y moral no dan más de sí. Pero no pensemos que es nuevo.
El genial Julio Camba lo dijo mejor que nadie. Y el gallego lo escribió allá en tiempos de la infame segunda república española:
"Pero España es un país católico, y si en un país católico separa usted la Iglesia del Estado, a quien perjudicará usted será al Estado y no a la Iglesia. La Iglesia seguirá como si tal cosa, sostenida por los creyentes".Todos esos deficientes mentales que quisieran borrar a la Iglesia del mapa, si tuvieran dos neuronas todavía hábiles tendrían que pensar:
-¿Qué nos conviene más? ¿Dejar la Semana Santa en paz o reventarla?
Pero, hagan lo que hagan (que, mucho lo dudamos, será pensar) tanto estos aprendices de Nerón como esa clerigalla inane de hogaño que sufrimos... Unos y otros tendrán bien merecido lo que les pase.
Ante estas cosas, la compasión ya se nos ha acabado. Todo cuanto nos rodea presenta un aspecto repugnante. Tanto en su ineptitud intelectual (los anticlericales), como en su debilidad contemporizadora (la clerigalla hipócrita y el laicado hipócrita).
LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS
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Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.
Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI
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