ORDEN SOCIAL, CULTURA Y AMOR EN GUSTAVE THIBON


Contra la absurda pretensión reduccionista que tanta gente sostiene, presumiento que todo está en internet hay que decir que todavía quedan muchos libros y artículos en papel, en negro sobre blanco, que no están en internet y que merecen ser leídos. Ayer queríamos saber más de Gustave Thibon y nos acordamos de un artículo -escrito por Fernando García-Mercadal, un artículo sobre Thibon- que leímos con anterioridad a leer al mismo Thibon; es más, este artículo nos incitó a buscar libros de Thibon, hace ahora muchísimo tiempo. Por eso mismo hemos pensado que, aunque no lo transcribamos íntegramente, bueno sería transcribir unos densos y sendos pasajes que nos parecen de lo más interesante a quien quiera introducirse en la lectura del filósofo francés Gustave Thibon. Decir también que, gracias a este artículo, supimos que Gustave Thibon pronunció una conferencia en el Colegio Mayor Belagua de Pamplona, durante el curso académico de 1974-1975, bajo el título de "Instrucción y Cultura"; conferencia que reprodujo, en su día, la revista NUESTRO TIEMPO (NÚMEROS 255-256).



EL ORDEN SOCIAL

Nuestro autor mantiene una visión organicista de la sociedad. Se trata, nos dice, "de redimir lo social coronándolo con lo espiritual; la familia, las comunidades agrícolas y artesanales, las sociedades de tipo feudal o monárquico, y por encima de todo la Iglesia, realizan este ideal, en la medida en que no degeneran en conformismo o tiranías".

La ciudad moderna representa la antítesis de su modelo político, porque en ella se confabulan el dinero desconocido, el estado abstracto y "el parloteo de los medios de comunicación". Deplora, también, la agonía del civismo y la paulatina desaparición de las agrupaciones naturales y diversificadas en donde primaba el respeto a la ley de la sangre y una cotidiana relación de vecindad que permitía desenmascarar fácilmente al parásito que hurta el rendimiento de los demás sin aportar nada a cambio. Y considera paradójicas: "Las conciencias planetarias, dispuestas a asimilar sin dificultad a cualquier habitante de las antípodas, o incluso a un marciano si lo hubiera, pero que, en cambio, rechazan, en bloque, la herencia moral de sus propios ancestros".

El positivismo, marxista y capitalista, quedan en definitiva, neutralizados por el espíritu conservador que puede adoptar dos vías: la fidelidad viva, consistente en prolongar lo mejor del pasado, y el amor contemplativo que proyecta el presente hacia la eternidad.

Thibon practica, por consiguiente, una especie de meritocracia o neoplatonismo político: que gobiernen los mejores, los más capacitados, tras un pacto popular sacralizado por el juramento, la lealtad y el espíritu caballeresco, que son la mejor garantía, junto a Dios -origen de la libertad humana-, contra cualquier totalitarismo.

INSTRUCCIÓN NO ES CULTURA

En esta ceremonia de la confusión que padecemos todo tiende a diluirse, y la palabra cultura, como tantas otras, se emplea sin rigor alguno para describir realidades que muchas veces le son totalmente ajenas.

La cultura es algo interior y se refiere al ser; son los valores de cotización permanente. Para el hombre genuinamente culto "existe no sólo lo desconocido, sino también lo incognoscible". Su acceso al conocimiento implica necesariamente su participación vital, una capacidad de reflexión, de crítica y no una mera acumulación de datos. La instrucción, en cambio, es superficial y referida al tener. Así el dogmatismo utilitarista y laico se ufana de haber agotado la introspección de las cosas con la simple medición de sus aspectos cuantitativos y concibe lo misterioso como una "ignorancia provisional" que terminará por iluminarse a medida que la ciencia avance. Thibon hace suya una afortunada frase de Víctor Hugo: "el espíritu científico toma lo exacto por lo verdadero".

LA DIALÉCTICA DEL AMOR

Thibon no se limita como tantos otros teóricos a realizar un diagnóstico de las dolencias de nuestra época, sino que también propone los correspondientes remedios. Precisamente por eso el amor, el verdadero amor, el que nada tiene que ver con los comercios fundados en la búsqueda del placer o del provecho, ocupa un destacadísimo lugar en sus intenciones. Un amor repleto de exigencias superiores, que es pudor, ofrenda, fuente secreta, refugio, sinceridad, ternura, fusión y distancia, todo a la vez. Un sentimiento hermoso e incomparable que adquiere su máxima plenitud en la espontaneidad del abrazo conyugal y que exige siempre un profundo respeto hacia los demás: "Amar es tener hambre juntos, no devorarse el uno al otro".

Resumiento. Afligido ante un universo amoral que ha quebrado los modelos tradicionales ideados por nuestros mayores para representar la ley inmutable y divina, Thibon nos propone el amor como el instrumento de esperanza capaz de purificar las miserias de este mundo.

"Gustave Thibon: la sabiduría de un campesino", artículo de Fernando García-Mercadal, publicado en la revista PUNTO Y COMA, Invierno 1988-1989.


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