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Tema: El liberalismo es pecado

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    Re: El liberalismo es pecado

    domingo, 11 de agosto de 2013

    Hacia el ideal masónico.





    Conferencia pronunciada por Mons. Marcel Lefebvre el 21 de noviembre de 1986 en el Priorato de la Fraternidad San Pío X, Buenos Aires, sobre la situación de la Iglesia tras la reunión ecuménica de Asís.

    Estoy contento de tener esta oportunidad de hablarles nuevamente, desgraciadamente, en este tiempo, muchas cosas han sucedido y nada ha mejorado.

    Trataré de explicar la situación actual para saber qué hacer como verdaderos hijos de la Iglesia Católica.

    Les hablaré, rápidamente, de lo que parece ser el complot urdido contra la Iglesia, en contra de Nuestro Señor Jesucristo, de Dios Padre y, luego, cómo fue posible que esos autores -de los cuales el principal es el mismo Satanás- hayan logrado introducirse en la Iglesia y servirse de sus hombres para concretar sus planes.

    Nos encontramos, sin duda, en una situación trágica, por lo tanto debemos tomar resoluciones firmes; somos los herederos de Dios que vivimos en esta época, en esta situación de la Iglesia en la que el mismo Papa está comprometido en el camino de la Revolución, por eso hemos de obrar en consecuencia, para defender a todo precio la Fe católica y la Santa Iglesia.

    Ustedes conocen el libro de Sardá y Salvany: “El liberalismo es pecado”, este libro fue escrito ya hace casi un siglo y aprobado por San Pío X, aprobado por la Santa Sede. EL LIBERALISMO ES PECADO. ¿Y qué es ese pecado de liberalismo? Es la Revolución del hombre en contra de Dios; el deseo de independencia: el hombre quiso liberarse de Dios, o la libertad del hombre que quiso alejarse de Dios.

    ¿De qué hizo la libertad el hombre? ¿Para qué la hizo? Hizo la libertad de pecar, de ser libre para poder pecar, para obrar según su conciencia: libertad de conciencia, libertad de prensa, libertad de pensamiento...

    Antes de producirse esto el hombre dependía de Dios y sentía esa dependencia de la Autoridad Suprema, la Verdad perfecta, la Ley misma [...] ahora festejan la independencia, los países festejan su independencia, no sería nada si se tratara de una independencia de orden político o de un hecho simplemente histórico, lo hacen festejando la de Dios.

    Podríamos preguntarnos ¿qué es ese liberalismo, cuál es su definición? Y diremos que el LIBERALISMO es una religión; una que quiere reemplazar a la Católica; que tiene sus propios sacerdotes: los dirigentes de la Masonería. Ellos son sus sagrados pontífices, ellos enseñaron esta religión en sus logias y desde allí dirigen la operación de destrucción de la Iglesia y de la Cristiandad.

    Esa religión-liberal tiene su culto, laico, el de la Diosa Razón, que fuera adorada en la Catedral de París en la Revolución Francesa. El culto a la libertad; ese culto que hace estatuas que reemplazan a las -de la Santísima Virgen María y a la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo.

    Esta nueva religión tiene su calendario, sus gestas laicas reemplazando a las de Dios con sus mitos: el hombre, la razón, la libertad. El hombre es tratado como todopoderoso, como centro de la Creación, sin deberle nada a Dios.

    Y tiene también su decálogo reemplazando al de Nuestro Señor, este es el de los derechos del hombre. No más derechos para Dios. No más obligaciones para el hombre, sino los derechos para poder pecar, para elegir lo que quiera, para que todos respeten su conciencia. Jesús en cambio, no dijo eso a sus apóstoles cuando les enseñó a predicar: “quien crea, y se convierta, se salvará, quien no crea se condenará”. No les dijo que cada uno siguiera su conciencia, les dijo que enseñaran la Verdad y por esto ellos murieron mártires de la Verdad. No para que cada uno obrara según su conciencia, no para que les dijeran “hagan lo que quieran”, y sin embargo, por desgracia… ese es el espíritu que domina hoy aún en el interior de la Iglesia católica.

    Esta religión de liberalismo tiene también su política su organización: LA DEMOCRACIA; el poder ya no procede de Dios sino del hombre, es él quien hace la ley. La democracia se transforma rápidamente en socialismo y en comunismo; la mayor parte de las naciones que son democráticas se encuentran en esta situación, dirigidas por un poder socialista.

    Más aún, se llega a la supresión de la propiedad privada, de la iniciativa privada [...] de ahora en más todo está en función del Estado, todo queda esclavizado: peor en los países comunistas donde esto se realiza por el imperio de la fuerza [...].

    Todo esto procede de esta religión liberal; ella tiene, además, sus fuerzas, Sin duda ustedes lo saben mejor que yo, ya que no estoy enterado de los asuntos secretos de las bandas, pero es un hecho que tienen poder más o menos oculto, en las finanzas. Qué o quién, no se sabe, pero tienen todo el dinero del mundo y dominan las finanzas en todos los sectores de las ciudades; ese poder enorme que puede tranquilamente aniquilar una nación suprimiéndole los créditos -tienen el ejemplo aquí en los países de América- y a cambio de esos créditos exigen que, en estos países, se aplique la religión liberal.

    Tienen así una fuerza asombrosa y un poder indudablemente diabólico.

    Tienen también sus medios de comunicación que están todos en manos de la masonería. En Europa ya no existen periódicos católicos (a excepción de “Present” de Jean Madiran), no los hay ni en Italia ni en Francia ni en Suiza, todos están en manos de los poderes internacionales [...]

    Ahora, finalmente, están en camino de instalar una Superreligión; tienen ustedes conocimiento de la reunión realizada en Asís el 27 de octubre pasado, pues bien, no se trata de ésta como punto de partida de tal instalación sino de una que la precediera realizada el 29 de septiembre. Yo mismo no lo sabía, para enterarme tuve que viajar a Roma en octubre pasado. Es decir, un mes antes de la reunión de Asís que presidiera Juan Pablo II, se realizó otra reunión, también allí, presidida por el príncipe Felipe de Edimburgo, esposo de la reina de Inglaterra, en la cual se hallaban las cinco grandes religiones de la tierra, dentro de la misma Basílica. Salió esto en varios diarios italianos; allí figura el discurso pronunciado por el citado príncipe en aquella ocasión, dijo él: “Así se obtiene la gracia de tener unidas aquí las cinco grandes religiones de la tierra, al fin ya no hay tapujos, al fin se acaba una sola y única verdad religiosa y al fin se suprime el escándalo cristiano de aquel hombre que vivió hace 20 siglos y pretendió decir de sí mismo: soy el camino, la verdad y la vida”. Y bien, ¿es o no una declaración contra Nuestro Señor Jesucristo?

    Esto sucedió un mes antes en el mismo lugar en el que se realizaría el encuentro del Papa.

    Podríamos decir que Roma no sabía de aquel encuentro, sin embargo bien que lo sabía. Así, ante el príncipe de Edimburgo, los jefes de las religiones y el Superior General de los Franciscanos, una bailarina hindú danzó a favor de la naturaleza, puesto que el encuentro era -justamente- en defensa de la naturaleza. El padre Superior dudó un momento ante esta realización de la danza pagana dentro de la Basílica y ante el altar de San Francisco y se remitió a Roma; y dicen los diarios que Roma un poco después respondió que “no tiene importancia”, “que se haga”.

    Esto no es más que una etapa para llegar a la formación de esa SUPER RELIGIÓN; ya saben que el Papa fue invitado para el año próximo a Japón para la realización de lo que se llamará el parlamento de las religiones. Esto no es más que la religión del liberalismo, esa religión que instala su voluntad, que instala su programa para reemplazar el de la verdadera religión católica, eso es algo abominable.

    Tiene también, esta religión del liberalismo, sus condecoraciones. El mismo presidente Alfonsín salió en los diarios de Europa recibiendo de un grupo de judíos una condecoración de la libertad religiosa, por propender a la realización de las ideas liberales. Esa misma condecoración la recibió el cardenal Bea, aquel que insistió durante el Concilio para introducir la “libertad religiosa”, la libertad no de Dios sino de los derechos del hombre, de manos de la misma secta.

    Es toda una organización, un verdadero complot, meditado, pensado punto por punto para destruir toda la cristiandad. Lo dijo bien S.S. León XIII, que el fin que interesaba a estas asociaciones era destruir las instituciones cristianas y particularmente, una contra la cual se encaminan: la familia. Cada vez hay menos matrimonios en todo el mundo, inclusive en las mismas legislaciones se sostiene la unión libre; en muchos países son menores los impuestos a los concubinos que para quienes sostienen y tienen un verdadero matrimonio. Es el desorden completo.

    Y ahora llegamos al momento principal, es el golpe maestro pensado por Satanás; introducir en la Iglesia esta falsa religión, sirviéndose de sus hombres -sobre todo los episcopados- para establecer la revolución liberal. Aquí mismo en Argentina, tienen un ejemplo: lo supe al llegar, algunos obispos hicieron un esfuerzo en contra del divorcio declarando, acerca de los diputados que habían votado la ley favorablemente, que no podrían recibir la Comunión, pues bien, se los ha obligado a retractarse. ¿Qué hacían esos obispos? No hacían más que aplicar lo que está indicado en el Derecho Canónico.

    Podrían preguntarse cuál es el espíritu que domina en Roma para que sea Roma quien obligue a los obispos a desdecirse. Es una situación verdaderamente asombrosa., inverosímil. Esa infiltración en el seno de la Iglesia se realizó sobre todo después del Concilio Vaticano II; el mismo Cardenal Ratzinger en su libro “Teoría del principio teológico”, dice claramente que luego de los años sesenta hubo algo que cambió en el seno de la Iglesia católica, reconociendo ahora, principios que le son ajenos, que vienen de 1789, de la Revolución Francesa. Esto dice abiertamente; inclusive, que el Vaticano II fue el golpe final, que a partir de él no se nombran más que obispos favorables a la revolución liberal. Vean por ejemplo en Chile, Brasil, Alemania, Suiza, Francia, Italia, todos esos obispos son liberales, pro-socialistas y hasta marxistas.

    La revolución estaba instalada fuera y en contra de la Iglesia; ahora, por medio de sus hombres, se halla adentro y asistimos a su crucifixión. Ella sufre una verdadera pasión. Lo dijo el mismo Paulo VI, que asistimos a la autodemolición de la Iglesia. ¿Qué quería decir? La destrucción por los mismos hombres de la Iglesia [ ...].

    Es clarísimo como en Francia, Mitterrand pudo llegar al gobierno gracias a los obispos que entusiasmaron a los fieles para votarlo, para votar al socialismo. En cuanto fue nombrado presidente atacó con todas sus fuerzas las escuelas católicas, para estatizarlas, y no fueron los obispos quienes presentaron oposición, sino los fieles, que en número de dos millones llegaron a París para protestar contra la enseñanza libre. Los obispos no hicieron nada.

    Podríamos citar cantidad de ejemplos, libros inclusive, aquí mismo ustedes conocen los editados por el Sr. Gorostiaga, libros que han denunciado esa revolución estatal de la Iglesia [...]. Pero todas estas denuncias, todas esas protestas no han cambiado en nada la situación.

    Ustedes deben tener en cuenta el encuentro de Asís del Papa, para nosotros, que tratamos de permanecer un dos a la Iglesia ya la Tradición, es indignante. Yo mismo le escribí a ocho cardenales para que por el amor de Dios, trataran de impedir que el Papa realizara el escándalo de Asís, ubicándose a un mismo nivel con las falsas religiones inventadas por el diablo, eso no es más que un horror y una abominación, y nosotros renegaríamos de nuestra fe católica si no nos indignáramos ante este nuevo escándalo. Ni siquiera un cardenal levantó la voz en contra; sólo uno me respondió: “Yo no puedo hacer nada ya no me queda nada que hacer, que el Papa haga lo que quiera”.

    El Cardenal Arzobispo de Burdeos, Monseñor González, cuando yo estaba en España a comienzos de este mes, publicó un artículo en que sostenía que el “encuentro” era una cosa muy buena. Esto es enceguecimiento, como dice la Escritura: “Tienen ojos y no ven”.

    Ante esto nos encontramos. Debemos, entonces, reagruparnos, como verdaderos católicos, en torno a los altares. Altares católicos y no esas mesas de comunión. Altares del verdadero Sacrificio, junto a los verdaderos sacerdotes, verdaderos obispos, verdadera doctrina, verdadera Religión, para asistir a la verdadera Misa católica.

    Es el altar el tesoro de la Iglesia. El sacrificio de Nuestro Señor es lo más hermoso, lo más grande, lo más sublime que Él nos dejara. Debemos reencontrarnos ahí, en esos altares, para reconstruir la Cristiandad.

    Todas las gracias proceden de la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo. Gracias que han hecho muchos mártires por Dios, que le han dado a la Cristiandad el espíritu misionero. Si queremos entonces, decía, reconstruir la Cristiandad, debemos Adorarle en esos altares y para tenerlos, necesitamos sacerdotes [...].

    Debemos hacer familias cristianas, es a través de ellas de donde proceden las vocaciones. Familias numerosas, unidas, donde se reza en común, donde se dan ejemplos, donde reina la modestia y las virtudes cristianas [...].

    Nosotros queremos volver a proclamar a Nuestro Señor como Rey; no queremos otro Rey más que Él. El Reino Universal, no solamente en nuestras familias sino también en nuestras ciudades; el Reino de Nuestro Señor como fue predicado durante siglos. Que podamos decir: “Más vale morir que traicionarlo”.

    Gracias por vuestra atención ¡Viva Cristo Rey!




    _______________________________________

    Fuente:

    https://statveritasblog.blogspot.com...-masonico.html

  2. #2
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    Re: El liberalismo es pecado

    lunes, 16 de julio de 2012

    O catolicismo o liberalismo: No es posible la conciliación





    “La última proposición condenada en el Syllabus dice lo siguiente:

    El Romano Pontífice puede y debe reconciliarse y transigir con el progreso, con el liberalismo, y la civilización moderna.

    Condenada esa proposición como errónea, resulta verdadera la contraria, o sea que el Romano Pontífice ni puede ni debe reconciliarse, ni transigir con el progreso, con el liberalismo y con la civilización moderna. El catolicismo, pues, del que el Papa es el jefe y cabeza, no puede reconciliarse con el liberalismo; son incompatibles. Esta condenación solemne es ya suficiente prueba para todo católico; empero, a mayor abundancia, citaremos lo que más hace al caso de la Alocución y del Breve que dijimos.

    El 17 de septiembre de 1861 después del decreto relativo a la canonización de los veintitrés mártires franciscanos del Japón, dijo Pío IX lo siguiente:

    En estos tiempos de confusión y desorden, no es raro ver a cristianos, a católicos –también los hay en el clero- que tienen siempre las palabras de término medio, conciliación, y transacción. Pues bien, yo no titubeo en declararlo: estos hombres están en un error, y no los tengo por los enemigos menos peligrosos de la Iglesia…Así como no es posible la conciliación entre Dios y Belial, tampoco lo es entre la Iglesia y los que meditan su perdición. Sin duda es menester que nuestra fuerza vaya acompañada de prudencia, pero no es menester igualmente, que una falta de prudencia nos lleve a pactar con la impiedad…No, seamos firmes: nada de conciliación; nada de transacción vedada e imposible.

    El Breve que hemos prometido citar, es el que el mismo Pío IX dirigió al presidente y socios del Círculo de San Ambrosio de Milán en 6 de marzo de 1873, donde dice lo siguiente:

    Si bien los hijos del siglo son más astutos que los hijos de la luz, serían sin embargo menos nocivos sus fraudes y violencias, si muchos que se dicen católicos no les tendiesen una mano amiga. Porque no faltan personas que, como para conservarse en amistad con ellos, se esfuerzan en establecer estrecha sociedad entre la luz y las tinieblas, y mancomunidad entre la justicia y la iniquidad, por medio de doctrinas que llaman católico-liberales, las cuales basadas sobre principios perniciosísimos adulan a la potestad civil que invade las cosas espirituales, y arrastran los ánimos a someterse, o a lo menos, a tolerar las más inicuas leyes, como si no estuviese escrito: ninguno puede servir a dos señores. Estos son mucho más peligrosos y funestos que los enemigos declarados, ya porque sin ser notados, y quizá sin advertirlo ellos mismos, secundan las tentativas de los malos, ya también porque se muestran con apariencias de probidad y sana doctrina, que alucina a los imprudentes amadores de conciliación, y trae a engaño a los honrados, que se opondrían al error manifiesto.

    (…) Yo, haciendo mías las palabras de Pío IX, y aplicándolas a nuestra actual situación, concluyo este apartado diciendo: Nos hallamos en días de confusión y desorden, y en estos días se han presentado hombres cristianos, católicos –también un sacerdote- lanzando a los cuatro vientos palabras de término medio, de transigencia, de conciliación. Pues bien, yo tampoco titubeo en declararlo: esos hombres están en un error, y no los tengo por los enemigos menos peligrosos de la Iglesia. No es posible la conciliación entre Jesucristo y el diablo, entre la Iglesia y sus enemigos, entre catolicismo y liberalismo. No; seamos firmes: nada de conciliación; nada de transacción vedada e imposible. O catolicismo o liberalismo. No es posible la conciliación.”

    San Ezequiel Moreno, Pasto, Colombia, 29 de octubre de 1897.




    _______________________________________

    Fuente:

    https://statveritasblog.blogspot.com...smo-no-es.html

  3. #3
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    Re: El liberalismo es pecado

    Título: Liberalismo – Blasfemia

    Autor: S.E. Mons. Richard Nelson Williamson

    Original en inglés: Liberalism – Blasphemy

    Traducción: Dinoscopus.org



    El liberalismo, ¿será tan horrendo como se dice? Tal o cual persona está acusada de ser un “liberal”, y sin embargo muchos de los que se ven acusados de serlo, niegan rotundamente que la etiqueta pueda ser aplicada a ellos. ¿Quién tiene la razón? ¿Los acusadores o el acusado? Siendo el “liberalismo” una palabra que designa el error de los tiempos modernos que engloba todo, y que es responsable de arrastrar innumerables almas a las llamas del Infierno, merece ciertamente una atención suplementaria.

    En realidad, la libertad designa lo de que yo estoy libre (de tal o cual impedimento; por ejemplo estoy libre de una cadena que me impediría caminar), o bien ella designa lo que yo estoy libre para hacer (eligiendo tal o cual meta, por ejemplo caminar hasta el pueblo o hasta el precipicio). De estos dos aspectos de la libertad, la libertad negativa de impedimento (por ejemplo, libre de una cadena que me impide caminar) viene, a la vez, antes de la meta positiva en cuanto al tiempo (caminar hasta el precipicio), pero después, en cuanto a la importancia (o a la gravedad). Pues estar libre de impedimento (sin cadena) viene antes en cuanto al tiempo dado que si estoy impedido de caminar (por la cadena) para alcanzar un objetivo (el pueblo o el precipicio), tal objetivo es evidentemente imposible de alcanzar. Por otro lado, en cuanto a la importancia (o a la gravedad), la libertad de impedimento (sin cadena) viene después de la libertad de elección porque el valor de una voluntad no impedida dependerá del valor de la meta (pueblo o precipicio) elegida, y por la cual habré utilizado esta libertad-de, que en si es solo negativa. Así, el tener un cuchillo me libera de encontrarme desarmado: si yo utilizo el estar armado para cortar la comida para comer, esta libertad es buena; in cambio si yo utilizo el estar armado para cortar en pedazos a mi abuela, esta libertad se hace mortífera.




    Mons. Richard Nelson Williamson


    Ahora bien, lo que hace el liberalismo es darle a la libertad de impedimento (sin cadena), un –o el- valor supremo en sí misma (a esa libertad), independientemente de la libertad para elegir, sea para la buena meta (pueblo) sea para la mala (precipicio). Así, los liberales independizan la libertad de impedimento (sin cadena) de la meta buena o mala, del bien y del mal. Pero la diferencia entre el bien y el mal es una parte esencial de la creación de Dios, prevista desde la fruta prohibida del Paraíso Terrenal hasta el fin del mundo, para que el hombre haga su elección entre el Cielo y el Infierno. Y, a causa de ello, anteponer la libertad de impedimento a la ley de Dios es anteponer el hombre a Dios.

    Dado que el liberalismo implica así la negación implícita de la ley moral de Dios, del bien y del mal, el liberalismo hace implícitamente la guerra a Dios, colocando al “derecho” humano para elegir, antes del derecho divino a dar mandamientos. Ahora bien, tal como lo decía el Arzobispo Lefebvre, existen 36 variedades diferentes de liberales, y entre ellas sin duda no todas pretenden hacerle la guerra a Dios. Pero la guerra a Dios sigue siendo la conclusión lógica de los liberales que dan el valor supremo a la libertad, y es la razón por la cual, para muchos de ellos, todo está permitido. Habiendo degradado y destronado a Dios y a sus reglas, entonces la adoración de la libertad viene a ser para los liberales su religión de sustitución, una religión sin reglas, a no ser su propia voluntad.

    Más aún, siendo una religión de sustitución, debe desembarazarse de la verdadera religión que le bloquea el camino, de tal manera que los liberales se vuelven naturalmente “cruzados” en contra de la orden de Dios en todos los rincones de su creación: matrimonio libre de género, familia libre de hijos, Estados libres de autoridades, vidas libres de moral, y así sucesivamente. Tal guerra contra la realidad de Dios es una locura total y, sin embargo, los liberales, aparentemente tan buenos para los hombres que están “liberando”, pueden ser de hecho tremendamente crueles contra cualquiera que sea un obstáculo en medio del camino de su cruzada. Está en la lógica de su religión de sustitución que ellos no se sienten obligados a observar ningún miramiento en pisotear a los anti-liberales, porque estos no merecen ninguna piedad.

    Durante 20 siglos, la Iglesia Católica ha condenado tamaña locura. Sin embargo, aprovechando el Vaticano II, la Iglesia oficial le ha abierto la puerta, declarando por ejemplo (“Dignitatis Humanæ”) que cada Estado debe proteger la “libertad-de” una coacción civil religiosa de sus ciudadanos en lugar de su “libertad-para” practicar la verdadera religión. Y ahora, los dirigentes de cierta Fraternidad católica quieren ponerla bajo la autoridad de los Romanos del Vaticano II. Para la verdadera religión, tal acción es, como el Arzobispo Lefebvre la llamó, la “Operación Suicidio”. Es normal, en este sentido que el liberalismo es intrínsecamente suicida.


    Kyrie eleison.




    _______________________________________

    Fuente:

    Comentarios Eleison CCLXXXIX (289 – 26 de enero de 2013): Liberalismo – Blasfemia | Biblia y Tradición (wordpress.com)


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  1. 26/08/2012, 20:51

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