LOS APOLÍTICOS DEL NO MIRO, NO ESCUCHO Y NO HABLO



ALGO MÁS QUE UN CUENTO

Érase una vez un país, al que llamaban "Este-país", que decidió que la política era cosa de políticos. Casi todos los habitantes de este-país decían: "Yo soy apolítico". Y cuando decían eso, miraban a su alrededor, esperando la complacencia de sus interlocutores; sonreían y se quedaban descansando, mientras pensaban: "Ahora será cuando me lleve bien con todos: con los de derecha y con los de izquierda".


Pero con el tiempo, la mujer del apolítico se hizo harekrisna y se fue con la secta. Al hijo mayor de otro apolítico lo encontraron muerto con una jeringuilla clavada en el brazo. La hija de otro apolítico terminó prostituyéndose. La otra hija de otro apolítico fue asesinada por el yerno. El menor de los hijos del apolítico se casó con el fontanero. A un apolítico lo echaron de su casa, por no poder hacer frente a la hipoteca, y a otro apolítico también lo echaron, y otro apolítico terminó defenestrándose, cuando vinieron a desahuciarlo.

Los apolíticos iban volviéndose locos. Un apolítico, en medio de la calle, gritaba: "¿Cómo puede pasarme esto a mí, si yo nunca me metí en follones y siempre fui apolítico?".

Uno que pasaba por allí le dijo: "¿Has comprendido por fin? TODO ES POLÍTICA. Y si no la haces tú, tendrás que sufrirla en las consecuencias que tu desidia permitieron: cuando viste la injusticia, te tapaste los ojos. Cuando escuchaste las verdades, te tapaste los oídos y cuando tenías que hablar, te tapaste la boca".




Manuel Fernández

LAS TERTULIAS DEL ANGELUS