Non Est Pax Impiis


“Volverán los tiempos en que los creyentes, los hombres de fe, tendrán que buscar un abrigo en las vertientes de los montes y un asilo en las peñas abrujetas e inhospitalarias” (Pidal)


Estos tiempos se acercan, el espíritu demagógico y las transigencias criminales ha invadido ya todos los organismos gubernamentales y llegada ya la hora suprema, arroja ya descarado y soberbio el antifaz y se prepara a reñir la última batalla, espantosa y colosal. Se ha levantado altar con altar, blasfemias sacrílegas del pastor protestante y ya del católico, todo, al abrigo de una legalidad de la que han sido y son partícipes las innúmeras masas cándidas y creyentes, que abandonaron los lares gloriosos de la tradición hermosa y se entregaron en los brazos de una monarquía “católica como nuestros padres y liberal como nuestro siglo”.

Por eso, los guardianes de la Tradición han sañalado con dedo de adivino las tendencias y derroteros del espíritu revolucionario y con férrea intransigencia han sido los únicos mantenederos en el palenque de la idea y de la acción, sufriendo resignados dolores indecibles en defensa de su Dios blasfemado, de su Patria ultrajada y de su Rey traicionado, escribiendo una página de epopeya en la historia prosáica de nuestro decaimiento senil.

Y rezó el epitafio:



Si gloria, lealtad y patriotismo

Honor, amor al Rey, recta justicia

Sinceridad, valor, alto heroismo

Buscas, oh caminante; la malicia

El dolo, la traición y el odio impío

Lo hundió bajo esta losa: aquí yaces boina roja.



Hoy ya no saldremos al campo a desenvainar la espada guerrera, sino que en nuestros hogares defenderemos el honor de nuestras esposas y la herencia de los hijos, los derechos de Dios y la majestad de sus auténticos ministros; el huracán revolucionario se desencadenará rugiente y furioso, y nosotros, rechazaremos la agresión con la agresión y mantedremos nuestros derechos: recogernos en los montes, como soñaba Pidal, no lo haremos jamás.

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LEALTAD DE ROCA A LA RELIGIÓN DE NUESTROS PADRES, A LOS REYES, A LAS LETRAS Y A LA AUGUSTA BANDERA DE LAS MILICIAS VOLUNTARIAS DE LA PATRIA.

NO TEMÁIS, QUE LOS ERRORES DEL HOMBRE LANZADOS EN EL VASTO CAMPO DE LAS IDEAS, SON IMPOTENTES PARA DESTRUIR LAS DE LA RELIGIÓN.

HASTA QUE DESAPAREZCA LA IMPIEDAD, NON EST PAX IMPIIS, NO HAY PAZ PARA LOS IMPÍOS.

EL BANDIDO REALISTA