LA ENSEÑANZA DEVASTADA

Manuel Fernández Espinosa





En España resulta que la enseñanza es una de las asignaturas pendientes de los gobiernos que se han sucedido a lo largo de la democracia. Los profesores universitarios reprochan a los de secundaria el bajo nivel que traen los alumnos pasados por bachillerato. He visto a los profesores de secundaria cuestionar la labor realizada por los maestros de primaria. Eso, en cuanto a los conocimientos y habilidades propias que se echan en falta en un vasto sector del alumnado de los diversos niveles. A esto sumemos las facilidades que algunos gobiernos han puesto para que los alumnos “promocionen” por graciosa concesión, permitiendo que alumnos con graves deficiencias pasen de un curso a otro, con el lastre de sus déficits. Y casi todos los profesores, de las distintas etapas, podrían presentar un pliego de quejas contra determinados padres y madres que no supieron educar a sus hijos en el mínimo respeto a los mayores: un volumen de quejas tan abultado como el que los padres presentan tan a menudo a los profesores de sus hijos. Item más: los modelos didácticos, planificados por la “pedagogiquería” profesional, han sido implantados experimentalmente con un ahínco digno de mejor causa y sus “experimentos pedagógicos” han surtido efecto; empero, en vez de matar cobayas en el laboratorio, han venido a devastar generaciones de jóvenes españoles, cuya cultura básica ha quedado, tal vez por siempre, severamente maltrecha. Sin embargo podemos ver que se “vende” (la política y todo se ha degradado a la condición mercantil) como éxito la implantación de determinadas innovaciones en los centros de enseñanza (públicos, concertados y públicos): cada vez se emplean más las nuevas tecnologías (pizarras digitales, ordenadores portátiles para cada alumno…); también se va extendiendo el mal llamado “bilingüismo” en nuestras aulas, vendiendo la piel del oso antes de cazarlo. Y llamo “mal llamado” al “bilingüismo” por una razón elemental: el “bilingüismo” no es tal, en tanto que es “anglicismo” con calzador (un medio de imponernos una lengua extraña, tal y como se nos ha impuesto la misma cultura de esa lengua a través de las películas y las modas). Y alegremente están cantando victoria los que suponen que con ese “bilingüismo” impostor pueda mejorarse la capacidad políglota de nuestra juventud; pues a poco que pensemos, si los alumnos tienen problemas de suyo para comprender en su propio idioma asignaturas tan complejas como matemáticas, historia o filosofía, podemos imaginarnos los resultados cuando estas asignaturas se impartan en un idioma extraño. El panorama es harto preocupante, pues la enseñanza institucional viene resentida desde sus primeras etapas y las políticas educativas que se han ido sucediendo no parecen lo suficientemente eficaces como para corregir el desmadre generalizado. Es posible que, en estos tiempos, los padres que verdaderamente se preocupen de la formación sólida de sus hijos tengan que ir pensando otras alternativas. La élite tecnológica norteamericana de Silicon Valley, por ejemplo, no lleva sus hijos a escuelas en las que se imparten las asignaturas fundamentales en otro idioma que el nativo y, por supuesto, aunque ellos inventan los cacharros informáticos no consienten que a sus hijos les den clases de otro modo que no sea el tradicional. En España, como somos tan “modernos”, no inventamos nada.

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