Tema: Mercedes Alaya

Mercedes Alaya es una valiente que se está jugando mucho para sacar a la luz la porquería que hay en las cloacas de esa mafia que es la Junta de Andalucía y todo el tinglado de los políticos que nos desgobiernan, con los ERE, lo de Mercasevilla y demás asuntos. Cada vez sale más suciedad y hay más gente implicada, y seguramente lo que ha salido hasta ahora no es más que la punta del iceberg. No me extraña que la ataquen. ¡Vivan las juezas guapas y valientes!

INSENSATA ALAYA

JUAN MANUEL DE PRADA





A la muy insensata jueza Alaya, después de valorar en casi treinta millones de euros la fianza de una tía que no vale ni dos duros, no se le ha ocurrido otra cosa que renovar (¡ante Dios!) sus votos matrimoniales, treinta años después de casarse. ¿Dónde se ha visto semejante desfachatez? ¿Dónde tamaña osadía?
Nos recordaba Quevedo que la envidia es flaca porque muerde pero no come. De ahí que sea prudente fingir, en la medida de lo posible, que nuestra vida está acechada de desgracias y calamidades, para resarcir al envidioso de nuestros éxitos que tanto lo consumen. Cuentan que Miguel Mihura entraba en el café Gijón fingiéndose cojo, para hacerse perdonar el éxito de sus estrenos teatrales por los envidiosos profesionales que ocupaban los veladores del establecimiento, recocidos en los miasmas de su mediocridad. De este modo, Mihura demostraba gran conocimiento de la «íntima gangrena del alma española», que así es como llamó Unamuno a la envidia. Siempre se ha dicho que la envidia es el pecado por antonomasia de los españoles; en lo que volvería a probarse que nuestro pueblo es muy religioso –aunque su religiosidad esté vuelta del revés–, porque la envidia es el pecado teológico por excelencia, ya que en su raíz se halla una rebelión frente a Dios, que repartió muy desigualmente los dones entre los hombres. En contra de lo que pretendía Cervantes, no existe una envidia «santa, noble y bienintencionada», pues a lo que Cervantes así llama es al deseo de emulación que en los nobles pechos se despierta ante quien es mejor que nosotros; deseo antípoda de la envidia, que es tristeza del bien ajeno, una de las pasiones más innobles y ruines que uno imaginarse pueda. Más tarde la envidia, convenientemente secularizada, se convertiría en «la virtud democrática fundamental», como también escribió Unamuno; o sea, el motor primero y el sostén último de este régimen político, engalanándose de «igualdad», que como todos sabemos es el lema predilecto del jorobado Fontova: «¿Querrá verse sin joroba/ o nos querrá jorobar?».
La insensata Alaya, en lugar de seguir el ejemplo de Mihura, fingiéndose infeliz o abandonada de su marido, para pacificar a la patulea de envidiosos gusarapientos que la aborrecen, acaba de renovar sus votos matrimoniales, para mostrarles que es guapa, feliz y que tiene un marido del que sigue enamorada, después de treinta años de matrimonio, tanto como él de ella. En este gesto paladino de Alaya hay mucha valentía torera; y es un corte de mangas y un escupitajo en el entrecejo a la patulea de envidiosos gusarapientos que cada día se levantan encabronados y más feos que Picio, maquinando cómo la podrán desprestigiar, mientras Alaya llega tan pichi al juzgado, arrastrando su carrito, para seguir poniendo fianzas millonarias a tías que no valen ni dos duros. A buen seguro, esta patulea de envidiosos gusarapientos –la jauría sindical que la insultaba a las puertas del juzgado, las viragos progresistas que la tildan de cursi mientras se atusan los pelos del bigote y demás faunas culebreantes del resentimiento patrio– se habrían consolado muchas veces imaginando que toda la determinación y empeño que Alaya pone en su trabajo no eran sino sublimaciones y aspavientos con los que trataba de disfrazar la infelicidad profunda de su vida íntima, como los mediocres del café Gijón se consolaban de los éxitos de Mihura pensando que era cojo. Y entonces llega la insensata Alaya y les reboza por los morros su amor de solera, amor de treinta años que tiene el perfume de almendro del amor núbil y recién estrenado.
Olé tus ovarios, Alaya. Y que se jodan los feos.






Insensata Alaya - Kioskoymas.abc.es

Aprovecho el hilo para aseverar que lejos de lo que creen muchos, la Junta de Andazulía, funciona muy bien, para lo que quiere, pero muy bien.
Han conseguido apartar completamente a la jueza Alaya de los casos que investigaba y han puesto en su lugar a una jueza amiga de un consejero de la Junta, es para liarla... pero bueno, la gente a su Barça-Madrid, su cervecita,...

Pues sí, lo han conseguido. Por lo manos Alaya ha salido viva. Si estuviéramos en Italia ya se la habrían cargado hace tiempo. Menos mal que aunque la Junta sea una mafia por lo menos aquí no te matan, pero siguen haciendo impunemente lo que quieren. Primero quitan a Alaya del caso y ponen a otra jueza, bastante inepta e inexperta, que no quiso ni siquiera tener a Alaya a su lado. Y ahora el Tribunal Superior de "Justicia" de Andalucía va y la quita del caso. Ya de por sí es un disparate cambiar de juez en mitad de una causa sin que medie una razón bien grave para eso. La mafia de la junta, que lleva décadas arruinando a nuestra región, también forma parte del TSJA.

Pues la juez Nuñez Bolaños es amiga del Consejero de Educación y va a dividir el caso, cosa a la que se negaba Alaya.
Vamos, un disparate.

Pues cuidado con "las amistades peligrosas" ya que llegados al punto se ve que suelen ser más falsas que un euro de madera, y es que entre la posible prevaricación por amistad, porque así lo pida el prevaricador y la opción de la pérdida de la carrera por complacerle, no hay amistad que resista. En la barra del bar, o en el salón de su casa, que sean todo lo amigos que quieran, pero ante el delito no hay más que aplicación de la norma, como para todos sin excepción, y eso hay que exigirlo en todo momento, que ya está bien de caciques y cacicadas.