(Fuente: El Pensamiento Navarro, Rafael Gambra, 14 de marzo de 1971)
Visto en: FUNDACIÓN IGNACIO LARRAMENDI
TO BE OR NOT TO BE (La coyuntura de Navarra)
Por Rafael Gambra
El hombre, ese extraño animal… Animal de presa que, sin embargo, vive en cooperación social. Animal religioso que nace y vive en la tierra… Tanto puede decirse de él (tomándolo desde arriba) que es un espíritu encarnado, como (desde abajo) que es animal racional. Su condicionamiento psicosomático es tan estrecho que lo mismo cabe afirmar que su cuerpo condiciona a su alma como que es su alma la que sostiene a su cuerpo.
Otro tanto sucede en la vertiente de su sociabilidad. Cabe por igual decir que el hombre es hijo de la sociedad y de la historia como que historia y sociedad son hijas del hombre. Cada hombre sufre un fuerte condicionamiento de su ambiente social, pero ese mismo ambiente es fruto de la iniciativa personal de los hombres.
De cualquier realidad humana pueden hacerse afirmaciones con la misma aparente contradicción. Por ejemplo, todos hemos oído de este país histórico que es Navarra que, si han salido de él tantos curas, frailes y monjas, es a causa de su organización foral, es decir, de la especial forma sucesoria que (en zonas rurales) preserva vincularmente el patrimonio familiar. Y también hemos oído decir que, si Navarra conserva sus fueros, es merced a la religiosidad de los navarros y al apego a sus formas tradicionales de vivir.
¿La fe ha dependido de los fueros, o los fueros de la fe? En rigor, ambas afirmaciones son verdaderas, en la medida en que sean conscientes de su limitación y de la jerarquía de valores que entre ellas –y en el hombre mismo– existe.
Este mutuo condicionamiento se hace más patente en los momentos en que parece operarse una crisis profunda tanto en la fe como en el sistema foral, esto es, en el ambiente humano que es Navarra. Muchos, en efecto, se preguntan hoy: ¿hasta qué punto es adecuada la organización foral para hacer frente a las grandes transformaciones socio-económicas del mundo actual? ¿Puede interesar la conservación de organismos locales, de miras y ámbitos cortos, en un mundo que se abre a grandes estructuras de tipo mundial? Quienes así hablan son los mismos que se preguntan también: ¿Puede seguir afirmándose la fe ambiental del pueblo navarro y su apego a la estructura familiar?
¿EL SISTEMA FORAL ES PERJUDICIAL?
Y sucede que cualquiera de estas dudas resulta justificada en la medida en que lo sea la otra. Porque se trata de realidades correlativas y paralelas. Así, a la primera de esas dudas contestaría yo: si se trata solamente de planificar un futuro económico con vistas a un más alto nivel de vida o renta per cápita, el sistema foral vendrá a ser no sólo innecesario sino perjudicial. Porque una administración local y diferente es un obstáculo continuo para los grandes planes de estructuración económica (y fiscal). Como la organización familiar patrimonial en que ese sistema se apoya es una rémora para un gran plan de readaptación psicológica y de reciclaje. Un sistema como el foral navarro es, para esos fines, como una piedra en una máquina. Los grandes planes económicos requieren grandes ámbitos, medios humanos homogéneos (sociedad de masas) y grandes cerebros electrónicos que no son rentables –ni coordinables– en pequeños medios.
No sucede lo mismo si los fines propuestos son otros, es decir, si se trata de hombres que, además de economía (y no como subproducto de ésta) tienen fe y amor a lo propio. Si se trata de lograr una administración propia y honrada, si se trata de defenderse del poder de tecnócratas estatales o superestatales, si se trata de conservar la fe en el seno de la familia y de su patrimonio, entonces sí es conveniente y necesario el sistema foral. Si se trata de un legítimo mejoramiento dentro de la línea de nuestro modo de vivir y creer, el sistema foral es bueno; si se trata de irnos todos de casa e incorporarnos a las grandes realizaciones de la masificación y la tecnocracia, los fueros son inútiles y absurdos. (Sucede lo mismo que con el debatido tema del celibato: para ser sociólogo o psicólogo o promotor del desarrollo o asistenta social, es inútil ser célibe; si se trata de dedicarse a la cura de almas, es indispensable.)
LA INDUSTRIALIZACIÓN DE NAVARRA
Esto no son elucubraciones teóricas ni desconocimientos de la realidad. Los problemas diarios de la coyuntura Navarra los revelan de continuo. Cuando se trató de industrializar parcialmente a Navarra para acompasarla a las nuevas fuentes de riqueza, la Diputación, muy cuerdamente y como por un instinto histórico, proyectó polígonos industriales a través de todas las zonas de Navarra. Se trataba de que las familias, en lo posible, no abandonaran sus casas y medios agrícolas subsidiarios, y que dispusieran de puestos de trabajo fabril en puntos cercanos, al alcance diario de sus pueblos. Quizá no fuese éste el mejor sistema para un espectacular progreso industrial, pero se entendía que había otras cosas más importantes que preservar, cosas profundamente relacionadas con la fe, la virtud, el carácter y la felicidad de los navarros.
Frente a este plan se han alzado, en la gran ciudad, Ayuntamientos de tendencia socialista con planes y realizaciones de masiva concentración industrial y de crecimiento urbanístico que facilita esa concentración. Naturalmente, tales Ayuntamientos necesitan para ser y actuar el voto y el amparo de una población ya masificada, insensible al éxodo rural, al abandono de los pueblos y a las consecuencias morales y ambientales que ello comporta. No es nada nuevo que la democracia inorgánica conduce, a través de una opinión masificada y manipulada, al socialismo.
Los manipuladores de esa opinión afirman que esos procesos –el de industrialización, el de su emplazamiento concentrado y el de masificación– son irreversibles. (Esta idea de la irreversibilidad de todo proceso que se encamine hacia el socialismo pertenece a la teórica del marxismo y es el medio más eficaz de anestesiar la conciencia de los hombres y de los pueblos.)
EL RÉGIMEN FORAL NAVARRO, UNA RESISTENCIA VICTORIOSA
Cabría responderles que la supervivencia hasta hoy del régimen foral navarro constituye una resistencia victoriosa a los procesos de centralización política, de desamortización de Propios y de admisión general del Código Civil napoleónico, que, por lo visto, no resultaron irreversibles ni irresistibles.
A esto podrían objetar nuestros tecnócratas socialistas que los hechos actuales demuestran cómo, a la larga, esas resistencias históricas son inútiles y acaba predominando “el proceso económico inexorable”.
A lo que podríamos replicarles que desde las leyes de Nueva Planta a las que resistió nuestro Fuero han pasado cerca de tres siglos; y en ellos ha vivido Navarra con su personalidad propia, se ha hecho abanderada de una causa universalmente conocida, e, incluso en el aspecto económico, ha vivido más próspera que otros países españoles. Según aquel criterio nadie resistiría a las enfermedades considerando que al final ha de morirse. Pero es que, además, los pueblos no están condenados a una muerte biológica como los individuos, y lo que ha servido hasta aquí para progresar y defendernos en la fidelidad puede seguir sirviendo al mismo fin, con mayor motivo cuando los males que se trata de evitar son hoy los más graves, mortales para el alma misma del país y para la libertad humana de sus gentes.
LA DRAMÁTICA COYUNTURA ACTUAL DE NAVARRA
Sin embargo, tal es la dramática coyuntura actual de Navarra. Resulta penoso ver a una Diputación Foral como colaboradora en planes socialistas como la nueva Ley de Educación, que representa un ataque frontal a la autonomía familiar y municipal, que son fundamento y razón de ser del régimen foral. Y sus pueriles esfuerzos por ponerse a nivel, en la misma línea de objetivos, con el Estado y los superestados que ya apuntan.
Merece meditarse que la tal inexorabilidad de los procesos económicos no se ha puesto de manifiesto para nosotros hasta el momento preciso en que el espíritu derrotista ha calado en parte del clero (con su aggiornamento) y en el Estado español (con su europeísmo). Y también que el efecto inmediato de este derrotismo foral ha sido una crisis económica y laboral muy superior a la del resto de España.
Creo en la urgente necesidad de una reacción del auténtico espíritu foral y de sus fundamentos familiares y locales. Espero esa reacción con la ayuda de Dios y a través de los méritos de nuestros mártires. El recto espíritu católico y la verdadera fe carlista tendrían parte muy esencial en esa reacción foral.
Si esto no sucede, si la Diputación no puede (o no quiere) someter a los grandes Ayuntamientos “de masas” a sus fines y a su espíritu desconcentrador, temo que –antes o después– el régimen foral habrá de ser entregado por inútil, obstaculizador y “anacrónico”. La única cuestión para nuestros socialistas locales será si han de entregarlo al Estado español o al Super-Estado Europeo (¿o Soviético?) que su propia lógica interna ha de hacerles ver con mayor simpatía.
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