Rafael Gambra Ciudad
Ideólogo tradicionalista español y profesor de filosofía, nacido en Madrid el 21 de julio de 1920, villa en la que falleció el 13 de enero de 2004. Estudió en el Colegio del Pilar de Madrid. De familia oriunda del valle del Roncal (Navarra) al iniciarse la guerra civil en España se alistó en los tercios navarros, en los que se ganó el grado de oficial (y distintas condecoraciones, como la Medalla de la Campaña 1936-1939, Cruz Roja del Mérito Militar, Cruz de Guerra, Medalla de Voluntarios de Navarra, &c.). Terminada la guerra cursó Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid, junto a los profesores Zaragüeta, García Morente y el P. Ibeas, y en 1942, en sólo tres años, obtuvo la licenciatura. El 3 de agosto de 1943 se incorpora, como Catedrático de Filosofía, al Cuerpo de Catedráticos Numerarios de Institutos Nacionales de Enseñanza Media de España, iniciando el desempeño de su cometido como funcionario en el Instituto «Príncipe de Viana» de Pamplona (durante once años), de donde pasa a los institutos «Cervantes» y «Lope de Vega» de Madrid.
«Desde entonces hasta su muerte [Luis Hernando de Larramendi] destacó su amistad con Eduardo Gambra, el gran amigo de su vida. Éste era un roncalés, arquitecto notable, casado con una andaluza, hija del presidente del Tribunal Supremo; hizo varios edificios en Madrid, célebres aún hoy: la Gran Peña, en la Gran Vía nº 2, el edificio Omnia, en la plaza de Colón, sobre una puerta antigua el palacio de Miraflores de la Carrera de San Jerónimo y un edificio en López de Hoyos nº 5 donde residió mucho tiempo el marqués de Lozoya, todos representativos de la arquitectura madrileña de principios de siglo. Eduardo Gambra también llevaba barba como mi padre, a ninguno de los dos vi nunca sin ella. Era hombre triste que a veces comparábamos con don Ciprés, el personaje de Xaudaró, pero carlista y cristiano profundo, casado con Rafaela Ciudad Orioles, muy opuesta a él: sevillana, alegre, guapísima. Fue un matrimonio feliz, pero ella falleció pronto. La amistad de nuestros padres continuó con la mía y su único hijo, Rafael Gambra.» (Ignacio Hernando de Larramendi, Así se hizo Mapfre. Mi tiempo, Actas Editorial, Madrid 2000, págs. 29-30.)
«Después de la guerra, con la satisfacción de ver [Luis Hernando de Larramendi] que dos hijos requetés –mi hermano Manolo y yo mismo– se reintegraban sanos y salvos al domicilio familiar, y con la amargura de ver que ese último estertor de generosidad carlista había servido poco para España, mi padre se refugia en sus despachos de abogado de la calle de Velázquez, en Madrid, y de su domicilio de la avenida de Francia nº 2 de San Sebastián. Aunque apartado de la política activa, nos nutrió de ideas y principios a un pequeño núcleo de carlistas madrileños, entre los que se encuentra mi amigo Rafael Gambra, agrupados bajo el discreto camuflaje de una academia de estudios, la Academia Mella.» (Ignacio Hernando de Larramendi, Así se hizo Mapfre. Mi tiempo, Actas Editorial, Madrid 2000, pág. 59.)
«Durante este período dediqué tiempo a la «acción política», modesta, como es lógico, continuando con mis actividades en AET [Agrupación Escolar Tradicionalista], que ya había comenzado en 1938, antes de incorporarme a Radio Requeté y al Tercio de San Miguel. Lo que hacía en ese momento era tener encuentros con otros estudiantes, algunos brillantes, en unos casos en casa de mis padres en Velázquez, donde vivíamos mi hermano y yo; y en la Academia Mella en la calle Barquillo, donde asistió a varias reuniones Jesús Fueyo, que llegó a ser presidente del Instituto de Estudios Políticos, hombre considerado muy inteligente y culto; casi no lo conocí. La Academia era propiedad de un sacerdote, don Máximo Palomar, alma de Dios, carlista, al que pagábamos la oportunidad de utilizar para la política sus aulas dando clases gratuitamente con cierta regularidad a sus alumnos; sobre todo Rafael Gambra, porque a mí nunca me ha gustado la docencia.» (Ignacio Hernando de Larramendi, Así se hizo Mapfre. Mi tiempo, Actas Editorial, Madrid 2000, págs. 89-90.)
Doctor en Filosofía en 1945 por la Universidad de Madrid, con la tesis La interpretación materialista de la historia (una investigación social-histórica a la luz de la filosofía actual), dirigida por Juan Zaragüeta Bengoechea, defendida el 30 de junio de 1945 ante un tribunal formado además por Ciriaco Pérez Bustamante, Manuel Ferrandis Torres, Juan Francisco Yela Utrilla y Manuel Mindán Manero. Editada por el Instituto «Balmes» de Sociología, del CSIC, Madrid 1946, 262 págs. Resumen: «Comienza situándose a la Interpretación Materialista dentro del tema general de la Historia y delimitando lo que por ella debe entenderse. En la gran empresa de la filosofía moderna, que ha sido la de someter toda la realidad a una estructura racional, necesaria (racionalismo), fue la Historia la última conquista, ya que no se intentó reducir a sistema hasta Hegel. Pero al advenir la crisis del sistema de la razón pura con las nuevas corrientes indeterministas y existenciales, fue la Historia la primera en desasirse, poniendo de manifiesto la radical alogicidad o facticidad de su objeto. La imposibilidad de sistematizar (reducir a sistema) la Historia no supone, sin embargo, que no pueda ser interpretada, es decir, penetrada intelectualmente en su naturaleza y en su sentido. Entre las tesis modernas de interpretación histórica destaca el Materialismo Histórico, por su inmensa repercusión y porque, aunque forjada bajo la inspiración del idealismo hegeliano, contiene elementos de antítesis y reacción que han determinado su pervivencia hasta nuestros días. Señálase la diferencia entre el Materialismo Histórico propiamente tal y el economismo y realismo históricos con que frecuentemente se le pretende englobar, tesis estas últimas fácilmente aceptables a las que el Materialismo trasciende claramente. Analízase después la génesis concreta de la teoría a cuya formación se han de unir tres nombres: Hegel, que depara a Marx el fondo filosófico; Saint Simon, a quien debe una actitud general ante la realidad, y Feuerbach, que le dota de sus propios elementos de discordia y reacción para la concreción de una tesis original y propia. Llégase, por fin, a dos formulaciones de la teoría, una desde el punto de vista de la existencia del hombre, y otra desde el de los factores sociales influyentes en el proceso histórico. Desde éste puede definirse como la teoría que sienta como decisivo el factor técnico-material, causa en primer término de la estructura económica, y después de todas las demás que resultan sólo de su superestructura. En una segunda parte se hace un cotejo entre la Teoría y la realidad histórica misma, a través de las objeciones capitales que opone el Materialismo Histórico a la existencia de una pluralidad entrecruzada de motivaciones históricas de índole diversa. Son éstas: el valor pragmático de las ideologías, la heterogeneidad de los fines y el disfraz de los motivos. Dedúcese de este cotejo una insuficiencia de la tesis, que, si bien los motivos de diferente orden se funde estrechamente en cada motivación concreta, mantiene en su realidad originaria o abstracta una clara irreductibilidad. Sin embargo, como tratándose de hechos pretéritos siempre es posible una escapatoria para cualquier interpretación, se hace necesario para esta discusión un análisis de los supuestos implícitos en el Materialismo Histórico, lo que es objeto de la tercera parte. En ella se parte de la pregunta de si el Materialismo Histórico es un materialismo de tipo eficientista o finalista. En el primero, lo que los marxistas llaman superestructura de la vida humana sería un simple epifenómeno de una realidad que se mueve impulsivamente desde las primeras necesidades vitales; en el segundo, existiría realmente ese orden de la superestructura, pero sometido teleológicamente al interés vital-material a cuyo servicio estaría. A través de un análisis del concepto de naturaleza en Feuerbach y de la obra de Marx y de los principales marxistas, llégase a la conclusión de que se trata de un materialismo eficientista, de una teoría mecanicista de la Historia. Del mismo modo que el asociacionismo en psicología quiso dar con una mecánica del espíritu a partir de unos átomos o primeros elementos inmutables del pensamiento, así el Materialismo Histórico pretende explicar mecánica o científicamente la vida histórico-social sobre la base de unos elementos y unas fuerzas conocidas que actúan eficientemente. En la cuarta parte se ensaya una superación de la Interpretación Materialista a la luz de la filosofía de hoy. El pensamiento actual reacciona contra la concepción general del racionalismo. Diversos descubrimientos en la ciencia, en la filosofía y en la historia han producido, con la aguda percepción de la existencia, un mundo de categorías nuevas. Esto arruinó el asociacionismo psicológico en una reacción que va desde Royer-Collard hasta Bergson. La realidad espiritual posee un modo de durar radicalmente distinto del que rige en el mundo de los cuerpos. Una. extensión de esta nueva concepción a la realidad espiritual histórico-social nos permite concebir el orden histórico como «la duración espiritual, acumulativa e irreversible, que se desarrolla con vista a fines atemporales, es decir, respondiendo a un contenido concreto de ideales que la penetra y otorga sentido en todos sus momentos y obras». Esta concepción añade a la teoría de la corriente de la conciencia bergsoniana la idea de finalidad, que, limitándola en su teoría al orden humano, parece no sólo compatible, sino necesaria. La última parte se enfrenta con un posible materialismo finalista, aunque no sea el que históricamente se conoce por Materialismo de la Historia. Para ver si es posible esa reducción de los sectores superiores de la cultura a una finalidad vital se observa el coexistente interés vital y desinterés vital o interés espiritual en el hombre primeramente, a través de sus distintas funciones, y en la naturaleza, en general, más tarde. Conclúyese, por fin, que el Materialismo Histórico, aunque haya constituido en casos un método útil de economía del pensamiento y a su luz se hayan logrado frutos científicos en la historia concreta, conduce como teoría de interpretación histórica a la deshistorificación de la Historia, y constituye la culminación, en este orden, del caducado espíritu del racionalismo cientificista.» (Tomado de Sumarios y extractos de las Tesis Doctorales leídas desde 1940 a 1950 en las secciones de Filosofía y Pedagogía, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Madrid, páginas 61-66.)
«Aventura editorial. En 1951 inicié una «gran pequeña» aventura, la creación con poquísimo dinero mío de la Editorial «Cálamo». A ello me indujo Vicente Marrero, oriundo de Arucas, en Canarias, que después de la Universidad se había ido a Alemania a estudiar con Heidegger en Friburgo. Todos creíamos que había muerto en los últimos años de la guerra o primeros de la posguerra, hasta se llegó a celebrar su funeral en la Universidad. Pero un día apareció, nos volvimos a ver, también con Rafael Gambra, y decidimos crear esa editorial que tenía la sede en mi propio domicilio; mi esposa [Lourdes Martínez Gutiérrez] escribía los libros y llevaba la contabilidad con la ayuda de un joven canario, González, que la ayudaba y hacía recados. Publicamos cuatro libros, en la Colección Esplandián, pero Rafael Gambra no llegó a preparar el que nos había prometido. Los dos primeros fueron de Vicente Marrero: Picasso y el toro y El embrujo de la danza española, también fue suyo el cuarto, El poder entrañable. Picasso y el toro fue un gran éxito, traducido a muchos idiomas y con varias ediciones. Nadie podía esperar que de un grupo carlista saliese en 1952 una de las primeras obras no críticas sobre Picasso en España. Mi libro fue Tres claves de la vida inglesa a que antes me he referido. Los tres de Marrero fueron excelentes y merecería la pena editarlos en papel y también trataré de hacerlo digitalmente con todas sus obras escritas para difundirlas; la Fundación MAPFRE Guanarteme tiene interés en ello. De este modo es probable que en el año 2000 los tres creadores de la Editorial Cálamo tengan reproducida digitalmente su obra completa, porque también pretendo editar la de Rafael Gambra y la mía propia.» (Ignacio Hernando de Larramendi, Así se hizo Mapfre. Mi tiempo, Actas Editorial, Madrid 2000, págs. 98-99.)
«Con independencia de otras actividades y donaciones, que han sido en 1999 casi veinte millones de pesetas, dedico mi atención personal y algún recurso de Fundación Hernando de Larramendi (FHL) a: [...] 6. Biblioteca Virtual de «pensadores tradicionalistas» Se está iniciando con Rafael Gambra y se seguirá con Vicente Marrero y después con las obras completas de mi padre [Luis Hernando de Larramendi] y mías (las no empresariales), así como las de Francisco Elías de Tejada. En ella se incluirán pensadores, como Aparísi y Guijarro, Cándido Nocedal, Donoso Cortés, Balmes, Torras y Bages y otros que se determinen, así como pensadores iberoamericanos, comenzando con Pedro Galvão de Sousa, de Brasil. La financiación puede ser difícil y FHL pondrá una parte importante. No se solicitarán fondos europeos ni públicos.» (Ignacio Hernando de Larramendi, Así se hizo Mapfre. Mi tiempo, Actas Editorial, Madrid 2000, pág. 763.)
«Rafael Gambra. Un merecido homenaje. Rafael Gambra, catedrático de Filosofía, autor de doce libros y varios centenares de artículos de revista, de factura académica muchos, de crítica de actualidad otros, lúcidos e inconformistas siempre, es una de las grandes figuras del pensamiento tradicionalista español de hoy. Arraigado en el navarro Valle de Roncal y entroncado familiarmente en el Carlismo, no ha olvidado nunca en su quehacer la lealtad de la Causa. Un grupo de discípulos, aprovechando sus cincuenta años de enseñanza, le han ofrecido un homenaje, con un libro que recoge contribuciones sobre su obra y que lleva por título Comunidad humana y tradición política. Liber amicorum de Rafael Gambra. Al mismo tiempo, el profesor Miguel Ayuso, coordinador del homenaje, ha concluido otro libro sobre el pensamiento político del maestro navarro. Se le han entregado en una cena de homenaje en la Gran Peña de Madrid, el viernes, día 27 de Noviembre [de 1998]. Contó con la presencia nutrida y entusiasta de carlistas de Madrid, de navarros en la capital y distintos compañeros, amigos y discípulos de toda una vida consagrada al apostolado de la tradición católica española, hasta un total de 149, que llenaron los salones de la Gran Peña. Hizo de 'speaker' el profesor Miguel Ayuso, que fue llamando al micrófono a distintas personalidades ligadas al homenajeado. Comenzó Alfonso Bullón de Mendoza, marqués de Selva Alegre, que recordó como el arquitecto del edificio de la Gran Peña, concluido en 1911, fue D. Eduardo Gambra, padre de Rafael, por lo que no es casualidad que se haya elegido el club para los actos. A continuación, Francisco Javier de Lizarza, Viceprefecto de la Real Congregación de San Fermín de los Navarros, puesto en el que sucedió precisamente a Rafael Gambra, evocó la vinculación de éste con el viejo Reyno, y en particular con el Valle de Roncal, donde está la casa solar Gambra. En tercer lugar, Alberto Ruiz de Galarreta, recordó el papel señero que Gambra ha tenido en el panorama del Carlismo contemporáneo, donde ha destacado con luz propia desde que, casi un niño, participara como alférez provisional en la guerra en el Tercio de requetés de El Alcázar, con una lealtad sin fisuras mantenida durante sesenta años. El embajador y ex-ministro Gonzalo Fernández de la Mora se refirió a la común colaboración en las empresas culturales de los años cincuenta: Arbor, Ateneo, la Biblioteca del Pensamiento Actual. Blas Piñar centró sus palabras en la dedicación de Rafael Gambra a la defensa del catolicismo tradicional contra los embates del llamado 'progresismo', en los años del Concilio y en los posteriores. El gran filósofo Antonio Millán Puelles, su compañero de promoción de cátedra, recordó sus primeros pasos en el mundo de la docencia y destacó los rasgos capitales de su pensamiento, en la línea del aristotelismo y en la captación de la crisis racionalista. Juan Vallet de Goytisolo, presidente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, y director de la revista Verbo, se ocupó de algunas aportaciones del homenajeado que han enriquecido el mundo de la filosofía jurídica actual, al tiempo que agradeció su colaboración al quehacer del derecho público cristiano. Finalmente, Ignacio Hernando de Larramendi, artífice del milagro económico de Mapfre y presidente de la Fundación que lleva el nombre de su padre Luis Hernando de Larramendi, Secretario general de la Comunión en los días del Rey D. Jaime, se fijó en la trayectoria humana de Rafael Gambra, amigo suyo desde los tiempos colegiales, con palabras especialmente emotivas. Cuando el homenajeado se levantó para dar las gracias, casi era la una de la madrugada. Sin embargo, los asistentes hubieran deseado que sus palabras, desgranadas a lo largo de veinte minutos, hubieran sido más, ya que no mejores. Hizo gala de su agudeza y sensibilidad que todos, tirios y troyanos, le han reconocido siempre. Y es que Rafael Gambra se cuenta entre esos pensadores auténticos, que no repiten las opiniones corrientes, sino que desvelan la realidad de las cosas. Un lujo para Navarra, para España y para el pensamiento tradicionalista.» (del Boletín del Círculo Tradicionalista Carlista San Mateo, nº 39, navidad de 1998.)
Activo propagandista de la causa carlista –ya en 1956, por ejemplo, fue encargado de divulgar sobre La primera guerra civil (en la colección Temas españoles, nº 259)– a comienzos del siglo XXI se convirtió en uno de los teóricos indiscutidos del tradicionalismo político español, al punto de que incluso el 17 de julio de 2001 uno de los aspirantes al trono de España desde las filas del carlismo difundió entre el pueblo expectante el siguiente comunicado:
«Despacho de Su Alteza Real Don Sixto Enrique de Borbón. La necesidad de reorganizar nuestra Comunión Tradicionalista para un mejor servicio de las Españas y de la Cristiandad toda, en estos tiempos de confusión y desconcierto, me han movido a intervenir personalmente de nuevo a través de una Secretaría Política, cuya dirección he decidido confiar a don Rafael Gambra Ciudad, siempre leal, exponente como pocos de la inteligencia volcada al servicio de la Causa durante un dilatado quehacer. Por lo mismo, Vengo en nombrar a don Rafael Gambra Ciudad jefe de mi Secretaría Política, requiriendo de todos le presten la más leal y pronta colaboración. En el exilio, a diecisiete de julio de dos mil uno. Sixto Enrique de Borbón.»
Pero esta decisión no fue bien recibida por la organización Comunión Tradicionalista Carlista, que dejó al pueblo muy preocupado con su comunicado:
«Conocido este presunto despacho: [...] la Junta de Gobierno de la Comunión Tradicionalista Carlista –para evitar posibles malentendidos– informa que no tiene ninguna responsabilidad sobre este asunto. Nuestra organización continúa con su trabajo diario para llevar a la vida pública la voz de los católicos españoles. Madrid, 21 de julio de 2001.»
Gracias al empeño de Ignacio Hernando de Larramendi y Montiano, quién no pudo llegar a ver el trabajo culminado, la empresa Digibis publicó en abril de 2002 un cederrón con las obras del ideólogo tradicionalista: Rafael Gambra digital. Rafael Gambra mantuvo gran activismo, sobre todo entre organizaciones juveniles tradicionalistas y carlistas, hasta poco antes de su fallecimiento, el día 13 de enero de 2004. Dos días después Miguel Ayuso Torres –profesor de la Pontificia Universidad de Comillas– publicó una necrológica en el ABC y, un día más tarde, el infante Sixto Enrique de Borbón dedicó una esquela en el mismo diario a quien dirigía la Secretaría Política de su pintoresca y anacrónica causa.
«Ha muerto Rafael Gambra. Hoy, 13 de Enero, ha fallecido Rafael Gambra Ciudad a los 84 años de edad, uno de los más eminentes pensadores del tradicionalismo español del siglo XX. Filósofo, historiador y escritor, publicó algunos títulos inolvidables como El silencio de Dios, El lenguaje y los mitos, Historia sencilla de la filosofía, Curso de filosofía, La filosofía católica en el siglo XX, La Primera Guerra Civil Española, Tradición o mimetismo, Unidad religiosa y derrotismo católico, La Monarquía tradicional en el pensamiento de Mella, &c. También publicó numerosos artículos, sobre todo en Fuerza Nueva, El Alcázar, La Nación, Verbo, Siempre p'alante y en innumerables boletines carlistas. Por uno de ellos recibió el Premio 'Manuel Delgado Barreto' de los Círculos San Juan. También pronunció numerosas conferencias en la Ciudad Católica, Fuerza Nueva, Jornadas por la Unidad Católica, Homenaje a Mella, Priorato de la Hermandad de San Pío X y en el Movimiento Católico Español, entre otras tribunas de prestigio. Era Catedrático de Instituto y fue Inspector Nacional de Enseñanzas Medias. No sólo fue un pensador, sino un militante activo y comprometido. Natural del Valle del Roncal, en Navarra, hizo la guerra en el Tercio del Alcázar, como Alférez, entrando al mando de una sección del mismo al final de la contienda en Lliria (Valencia). En los últimos años fue el representante de S. A. R. Don Sixto de Borbón en España, como encargado de su Secretaría Política. Sus hijos varones, Andrés y José Miguel, continúan la estela política y religiosa de su ilustre padre. El velatorio está instalado en su propio domicilio, Alcalá, 73-2º. Desde allí partirá el cortejo fúnebre mañana día 14 a las 12 del mediodía, hasta la Sacramental de San Lorenzo, donde recibirá cristiana sepultura.» (AJEncia Patriótica de Noticias de Acción Juvenil Española, 13 enero 2004.)
«Madrid, 14 enero 2004. Los restos del Excmo. Sr. D. Rafael Gambra Ciudad, Jefe de la Secretaría Política de S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón, han recibido hoy cristiana sepultura en la Sacramental de San Lorenzo. Previamente, se celebró en su domicilio de la madrileña calle de Alcalá 73 una misa 'corpore insepulto', según el inmemorial rito codificado por San Pío V. Muchos amigos acompañaron a los familiares del ilustre catedrático tradicionalista hasta su inhumación. En primer lugar, sacerdotes como los padres Montagut, de la Hermandad de San Pío X, y Arredondo, de la Compañía de Jesús, así como don Joaquín Ferrer Arellano, de la Prelatura del Opus Dei, y el capellán castrense don Eduardo Montes. También el profesor Miguel Ayuso, con la representación de S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón (retenido fuera de su residencia en sesiones de rehabilitación de sus dolencias tras el conocido accidente de hace casi tres años), el historiador y publicista Manuel de Santa Cruz, el académico Juan Vallet de Goytisolo, don Luis Hernando de Larramendi, el general Armando Marchante, el teniente coronel Antonio Tejero, el jefe de las Juventudes Tradicionalistas Víctor Ibáñez, don Javier de Lizarza, la profesora Consuelo Martínez-Sicluna, el editor don Carmelo López-Arias, el historiador don José Antonio Gallego, doña María del Carmen Palomares, don Juan Manuel Rodríguez y –en fin– un nutrido grupo de amigos de la Comunión Tradicionalista. Los funerales por su eterno descanso tendrán lugar, Dios mediante, el próximo viernes 16, en la iglesia de San Fermín de los Navarros, paseo de Eduardo Dato nº 10 (metro Rubén Darío), a las siete de la tarde, y el próximo jueves 22, a las ocho de la tarde, en la Capilla Santiago Apóstol, calle de Catalina Suárez nº 14 (metro Pacífico); y en la iglesia parroquial de San Esteban, en la Villa del Roncal (Navarra). Igualmente se le aplicarán, entre otras misas, la que se celebrará el sábado 17 en Oviedo, en el Hotel Regente (calle Jovellanos, 31), a las siete y media de la tarde.» (Agencia FARO, 15 enero 2004.)
«Rafael Gambra y las Juventudes Tradicionalistas. Nuestra deuda y gratitud con un gran maestro. No es osado afirmar que las Juventudes Tradicionalistas renacieron bajo la égida doctrinal de Rafael Gambra Ciudad. Porque Rafael Gambra no formó ningún cuerpo de doctrina nuevo, pero sí supo actualizar y responder de manera coherente, valiente y honrada a los grandes retos de la doctrina carlista en los tiempos actuales, dominados por el nihilismo más descarnado. Maestro por sus enseñanzas claras y brillantes y por su ejemplo de lealtad ininterrumpida, renunciando a todas las alabanzas de este mundo. Sus artículos en Siempre P'alante, Tradición Católica, Verbo y cuantas valientes revistas los publicaban eran de inmensa claridad doctrinal, no exenta en muchas ocasiones de sana sátira. Porque cuando Rafael Gambra hablaba o escribía también enseñaba, y de ese magisterio escrito y hablado siempre nos hemos beneficiado, tanto en sus múltiples libros (que felizmente están siendo reeditados, especialmente por la labor de nuestros amigos argentinos de Ediciones Nueva Hispanidad), como con nuestras múltiples visitas en su propio domicilio, que pese al número de las mismas jamás le hicieron mostrar molestia o disgusto, y eran para nosotros ocasión de aprender. Dos hitos en los últimos años marcaron la influencia del magisterio de Rafael Gambra en las Juventudes Tradicionalistas. Primero el merecido homenaje tributado por sus amigos y correligionarios y coordinado por Miguel Ayuso en 1998, coincidiendo con el quincuagésimo quinto aniversario de su docencia (recordamos el emotivo fax de adhesión que le dirigió Don Sixto Enrique de Borbón) y en el cual se puede decir que se gestó lo que poco después sería la reorganización de las Juventudes Tradicionalistas. Después la reedición, nunca bien pagada, por la sacrificada labor de Criterio Libros y el empeño personal de su director de El Silencio de Dios, sin duda la más acertada reflexión en torno a la crisis de la Iglesia Católica, la sociedad y la postmodernidad. Nosotros quisimos unirnos a esta labor reivindicativa de las enseñanzas de Rafael Gambra y en el acto de presentación de las Juventudes en Barcelona invitamos a una de sus nietas a ofrecernos una síntesis apretada del pensamiento de su abuelo, que suscitó la unánime enhorabuena de los más de doscientos asistentes que llenaban el local gracias al buen hacer de los correligionarios catalanes. No faltó a su deber aceptando el nombramiento del día diecisiete de julio del año 2001 por parte de S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón para la jefatura de su Secretaría Política, que para el propio Don Sixto era una auténtica Jefatura Delegada. A su alrededor nos congregó para reconstruir la Comunión Tradicionalista y para instar a los sobrinos del Abanderado a aceptar los principios de la Causa. En esta labor luchó con gran tesón hasta el fin de sus días, con el ímpetu de sus días de combatiente en la Cruzada, como nos dijo en carta dirigida a más de quinientos significados carlistas el día uno de abril de del año 2002. Con la claridad que le caracterizaba, en su última intervención pública durante el acto carlista del Cerro de los Ángeles del año 2002 en una larga y muy meditada disertación expuso de modo irrefutable las razones y los hechos por los cuales se ha de rodear a Don Sixto de la lealtad carlista. Su discurso fue largamente ovacionado, aunque también tristemente ignorado por algunos. No le faltaba nunca aliento para las Juventudes Tradicionalistas. Y nos honró con su última colaboración escrita en un artículo para nuestra revista La Santa Causa, sobre el Carlismo y el origen del poder. Nunca nos faltaba tras la publicación de cada número la carta de Rafael Gambra de su puño y letra –apenas vacilante en sus últimas misivas– alentándonos y felicitándonos y sugiriendo temas y directrices. La última de ellas, sellada el día 8 de octubre concluía diciendo: 'Seguid así, que lo bueno triunfará y prevalecerá'. Eran las sabias palabras de un gran carlista, maestro de la Tradición al que no faltará sitio en el Reino de Dios y con cuyo trato y magisterio tanto nos hemos lucrado.» (difundido el 20 de enero de 2004 por Víctor Javier Ibáñez, Jefe Nacional de las Juventudes Tradicionalistas, elegido para el mando, por aclamación, el domingo 21 de julio de 2002, en la residencia de las Madres Angélicas, a diez kilómetros de Zaragoza, al finalizar las Primeras Jornadas de Organización 'Antonio Molle Lazo', impulsadas por Rafael Gambra. La Secretaría de Organización de las JTE pasó a desempeñarla Olalla Gambra Mariné –profesora de Historia del Arte e Iconografía Cristiana en la Facultad de Humanidades de la Universidad San Pablo-CEU de Madrid–.)
«Murió el profesor Rafael Gambra. Adalid de la buena doctrina. El 13 de enero pasado murió Rafael Gambra Ciudad, y tengo que decir que me ha invadido una sensación de orfandad doctrinal. Creo, sin temor a equivocarme, que ha sido el más grande y el más fiel filósofo español de la segunda mitad del siglo XX, una época especialmente turbulenta también para la filosofía. Estoy convencido, y ejemplos abundantes tenemos en altas esferas, de que no puede haber recto pensamiento, sana doctrina, sin una buena filosofía. Y también de que no es posible una acción correcta sin un pensamiento adecuado. Rafael Gambra es un adalid, el más importante en las últimas décadas, de la filosofía cristiana de siempre. Cómo olvidar esa magnífica síntesis que es su Historia Sencilla de la Filosofía. O el Curso elemental de Filosofía, del que han bebido varias generaciones de jóvenes españoles, y a cuya fuente hay que seguir acudiendo. Supo resistir a la nueva filosofía, perniciosa, impulsada por hombres como Maritain o Theilard de Chardin, que ha acabado por imponerse, momentáneamente, en el universo católico. Y que ha traído, como consecuencia, una nueva teología que se distancia del Magisterio tradicional de la Iglesia; una moral de situación, alejada de las normas objetivas; y, por último, la consiguiente secularización, casi total, de la vida pública de los hombres y de las sociedades. Gracias a la rectitud de su filosofía pudo mantenerse Gambra, fiel en lo dogmático y en lo moral, y siguió proclamando siempre los deberes de la comunidad política para con la religión. Y, pese a que fue un hombre más de pensamiento, por cierto brillantísimo, que de acción, no dudó en acudir en defensa de la Fe a los campos de batalla, cuando sólo contaba con dieciséis años de edad. Le esperaba el Requeté, como buen navarro que era. Me consta lo mucho que sufría al contemplar el contraste entre la Navarra de entonces y la de hoy. Fue un carlista militante hasta el final de sus días. En Tradición y Mimetismo perfiló magistralmente el concepto de Tradición, como algo dinámico, que se enriquece con el paso del tiempo rescatando lo mejor del pasado para sumarlo a lo bueno del presente y lograr con ello un futuro mejor. Pienso que podemos encontrar fácilmente la esencia de la Tradición en la parábola de los talentos. Y creo que, aún cuando sea perfectamente lícito encuadrarse en uno de sus compartimentos, no debe rehusarse la contemplación de todo ese más amplio sector del pensamiento hispano que el profesor Francisco Torres ha definido últimamente como Tradicionalidad. Confieso que no logro encontrar más españoles (de proyección y repercusión nacional, se entiende), que hayan defendido expresamente en los últimos tiempos la aplicabilidad de la doctrina cristiana en todos los ámbitos de la vida, también el sociopolítico, que Rafael Gambra y Blas Piñar. Ellos fueron los abanderados, Blas Piñar en Las Cortes y Rafael Gambra fuera de ellas, de la resistencia a la primera gran incursión del liberalismo en la España contemporánea, con ocasión del debate sobre la Ley de Libertad Religiosa, en 1967. Y es que me parece que es un deber moral, sobre todo en tiempos difíciles, procurar una mínima unidad de acción entre los que, por pertenecer a esa Tradicionalidad, mantienen una unidad de pensamiento. En su obra La Unidad Religiosa y el Derrotismo Católico dejaba constancia del cambio doctrinal, en el terreno católico, sobre los deberes de la comunidad política para con la Verdadera Religión, e incluso del retroceso anímico de aquél que comienza a hacer más concesiones al error que defensas de la Verdad. En El Lenguaje y los Mitos denunció el juego de los vocablos, principalmente en la mutación de los conceptos, como trascendental instrumento para, alterando la mentalidad de las personas, provocar el cambio en la concepción de la existencia del hombre y, por consiguiente, en la razón de ser de los pueblos. Y tantos elementos más de una obra colosal que nos deja, cumpliendo maravillosamente ese deber de tradición. Admirado profesor Rafael Gambra, que su magisterio le valga el premio eterno. Descanse en paz.» (publicado en las páginas de internet de Fuerza Nueva por Camilo Menéndez Piñar, Secretario General de Juventudes de Alternativa Nacional, nieto de Camilo Menéndez y de Blas Piñar [fundador de Fuerza Nueva y presidente de Honor de Alternativa Nacional], y colaborador habitual de Radio María.)
In MemoriamDON RAFAEL GAMBRA CIUDAD
La muerte de don Rafael Gambra impone reflexionar sobre su
magisterio e insta a asumir su conducta cívica. Eligió para la cita primera
de su libro definitorio, «El Silencio de Dios», escrito en 1967, el
Evangelio de San Mateo (XXVI, 62-63): "Entonces, poniéndose en pie el
Sumo Sacerdote, le dijo: «¿nada respondes a los que te acusan?». Pero
Jesús permaneció en silencio". Gustave Thibon, que lo prologó, lo consideró
"un grito de alarma profético frente al inmenso suicidio colectivo
que nos amenaza y que se reviste eufóricamente de los bellos nombres de
progreso, de sentido de la historia, de liberación y de democracia, cuando
no de ecumenismo o de aggiornamento". Obedeciendo ese Silencio, desde
él, libró el combate "a la apostasía de los tiempos, ante aquellos «que no
saben lo que hacen»", como así dijo.
Su vida y su obra ya tienen un análisis difícil de mejorar en «Koinós. El pensamiento político de Rafael Gambra» (Madrid, 1998), de Miguel Ayuso. Nos
presenta "al sabio de verdad", "un hombre cabal cuyo pensamiento, por hondura,
probablemente esté en la cima del tradicionalismo español del siglo veinte. Sin exageración".
Trascendió la docencia de la filosofía, que abarcó más de medio siglo. La
claridad de exposición de su "Curso elemental de filosofía", con veinte ediciones,
continúa basando los más altos estudios de la ciencia de la sabiduría. Sus doce libros
y la infinidad de sus artículos lo erigen en un pensador capaz de conjugar la reflexión
permanente y la erudición con una acción política orientadora.
El profesor Ayuso acierta al titular su libro: "koinós" es palabra griega que
refiere a "lo común", y en este concepto está sintetizada la ocupación intelectual y
política de Gambra.
Extraigamos, como homenaje a su admirable y querida personalidad, juicios
que deberán ser guía insoslayable de los tradicionalistas:· Sobre la Ciudad: "La solución para el problema social y político parece, pues, que
estará, de una parte, en el acatamiento de un orden necesario de cosas
infinitamente real, que será la relación óntica de la criatura para con el Creador en un credo religioso; y de otra, en partir del individuo. Pero no de ese individuo abstracto e irreal del individualismo liberal, sino del individuo cualificado, impulsado y hecho sujeto o principio de civilización por ese mismo espíritu religioso. Del individuo vinculado a unas tradiciones, encuadrado en unas instituciones, movido por unos afectos e intereses, enmarcado, en fin, en un orden concreto de realidades y de valores" («El acercamiento a la persona», p. 34, cit. en «Koinós», p. 93).
"El hombre que no siente ya con la Ciudad porque ha crecido en la rebeldía y el individualismo, mide su éxito por el dinero que recibe y festeja siempre la desaparición de vínculos, temores y deberes, esto es: lo que él llama su libertad" («El Silencio de Dios», Madrid, 1998, p. 131).
"Y es justamente la Ciudad humana (comunidad histórica de fe y de valores) lo que resume el conjunto de esos bienes que el hombre ha creado con su entrega y su fervor en el decurso de las generaciones. Hemos asistido durante dos siglos a la autodestrucción de nuestra propia civilización por el espíritu racionalista" («El Silencio de Dios», p. 132).
Sobre la Cristiandad:"Una misma fe, una misma lengua (el latín) para la expresión de una misma cultura, empresas comunes (las Cruzadas, la Reconquista) definen a la Cristiandad como comunidad histórica" («Tradición o mimetismo», p. 45, cit. en «Koinós», p. 136).
Sobre la Tradición :"¿Por qué no? Quizá ningún término exprese mejor la ruina
interna de una civilización que esta simple pregunta: ¿por qué no? A esta objeción casi cósmica, que intenta siempre justificar una práctica nueva o la ruptura con un modo de ser o de hacer, contestó siempre la sabiduría ancestral con el conciso porque no" («El Silencio de Dios», p. 82).
"La antigua aceptación de cuanto, grande o humilde, nos ha sido dado y es lo
nuestro en la tradición santificada de la Ciudad, desde la familia —pequeña patria — hasta lo sagrado del poder que reina o gobierna en nombre de lo que es más que nosotros" («El Silencio de Dios», p. 134).
Sobre nuestra civilización: "Posiblemente esté reservada a nuestra civilización el
cumplimiento de su ciclo completo, esto es, su muerte por principios internos de disolución; desenlace no alcanzado por civilizaciones pretéritas que, decadentes sin duda, conocieron siempre un final violento, determinado por factores exteriores a ellas mismas.
Este techo hoy alcanzado es el de la fe religiosa: el fenómeno que podríamos llamar la juglarización de la fe. El aglutinante espiritual que engendró nuestra civilización en sus orígenes fue, como en toda civilización histórica, un impulso religioso.
En nuestro caso, el cristianismo"(«El Silencio de Dios», p. 113).Sobre el Concilio Vaticano II y los sistemas políticos:"La labor consistirá en minimizar la fe y la moral reduciéndola (a través de las "pendientes naturales") a lo que convenga estimar como "esencial", en renegar de la propia tradición de la Iglesia y de la civilización que ella creó considerándolas como "adherencias" o "alienaciones", en limar cuantas aristas rocen a la mentalidad y formas de vida modernas, para demostrar al mundo de hoy que ser católico viene a ser lo mismo que no serlo, y que tal profesión en nada choca con las exigencias de la vida actual y del "humanismo".
Consistirá asimismo en reducir la vida religiosa al interior de las conciencias, abandonando toda pretensión comunitario–histórica de que la fe informe jurídica o políticamente la vida de los pueblos" («El Silencio de Dios», p. 117).
"¿Por qué un Concilio «pastoral» habrá tenido la virtud de envenenarlo todo entre los creyentes, en sus vidas, conciencias, conversaciones, amistades...?" («Mi amistad», p. 112, cit. en «Koinós», p. 50).
"Es en el Concilio Vaticano II donde la teoría y la praxis de la Iglesia oficial cambian de signo respecto a la Revolución laicista."
"En rigor, si se establece la libertad religiosa (y el consecuente laicismo de Estado) resulta imposible mandar y prohibir cosa alguna."
"La «libertad religiosa» es, por su misma esencia, la muerte de toda autoridad y gobierno" («Boletín de la Fundación Francisco Franco», oct. 1985, p. IV y IX).
Sobre la monarquía:"La monarquía ha de representar el arraigo y la continuidad
frente a la improvisación y la inestabilidad. Su posición debe ser antitética de lo que se han llamado «regímenes de opinión», y, en un sentido más amplio, ideocracia". («La monarquía social y representativa en el pensamiento tradicional», p. 143, cit. en «Koinós», p. 194).
Sobre el patriotismo:"Si no traspasa su verdadera naturaleza, el patriotismo es
también una realización del precepto de amar al prójimo, es decir, a los semejantes que nos rodean, próximos; una forma de sentirse en comunión con los demás —un sentimiento opuesto al individualismo— que nos hace vivir en una tradición colectiva y amar la fe común que la impregna y vivifica. El patriotismo brota de las fuentes más
inmediatas de la familia y, haciéndose consciente de la tradición en que está inserto, se extiende a medios de comunicación cada vez más amplios" («La monarquía social y representativa en el pensamiento tradicional», p. 172, cit en «Koinós», p. 205).
En frase de Ayuso, "hay algo de heroico en la entrega a la causa de la tradición". Gambra enfrentó con señorío la pérdida del sentido de la Ciudad, lo que llamó "la desaparición de vínculos, temores y deberes". Vio triunfar terrenalmente la Revolución y percibió la causa en la declaración conciliar de la libertad religiosa.
La unidad en la Fe católica excluía en España los separatismos, conservaba la Patria, fundaba la autoridad.
No pudo concebir el desconocimiento de la victoria militar de la Cruzada del 36, en la cual participó como Requeté. Sufrió como drama propio la interrupción de la tradición. Advirtió que "la tarea desvinculadora, después de siglo y medio de revolución, debería estar conclusa y en cierto sentido lo está".
Ello motivó en él, como descubre Ayuso, cierto cansancio existencial y la ironía de alguno de sus últimos y breves artículos, no carentes de la importancia y de la responsabilidad que siempre distinguieron sus trabajos.
Así, por ejemplo, pudo deducir del derecho democrático, su patética y divulgada caracterización posible de una futura Reina de España; decir en la revista "Fuerza Nueva" en el 2000: "Las Cortes de Cádiz fueron —ellas sí— el primer golpe de Estado en la historia de España"; o, en un postrer artículo en "Razón Española" de setiembre de 2003, describir un país democrático como si fuese imaginario para rechazarlo finalmente como "pura fantasía, porque ninguna mente humana en su
sano juicio sería capaz de proponer semejante sistema de gobierno".
Fue un hidalgo y un caballero español, con ancestros navarros y sevillanos, que pudo ver su empresa —cristiana, patriótica y quijotesca— continuada en sus hijos. Representó hasta su muerte la unidad carlista en los principios, lo que le valió la designación como Secretario Político de don Sixto Enrique de Borbón.
Lo sagrado haciendo lo común, Dios haciendo la Patria, los Fueros, y el Rey, estuvo en el fundamento de su prédica carlista. Así sirvió y defendió la tradición católica de la vieja España, "de las Españas" históricas.
En tiempos de apostasía general, predichos por San Pío X, Rafael Gambra
advirtió que "no nos cumple considerar desenlaces catastróficos para nuestra civilización porque su eventualidad pertenece a los arcanos de la justicia o la misericordia divinas".
"Custodia" le rinde homenaje. Desde el inicio, en sus páginas están sus citas para respaldo indiscutible de nuestras ponencias y para confirmación del espíritu de la Hispanidad. El lema carlista hallará siempre en su magisterio interpretación verdadera y orientación para obrar.
Dios le abra las puertas de la celestial mansión.
Alvaro Pacheco Seré
CUSTODIA de la Tradición Hispánica Nro. 6 (Septiembre de 2004) Sociedad de Estudios Tradicionalistas Don Juan Vazquez de Mella (Hermandad Tradicionalista Carlos VII)
</SPAN>geovisit();N.B.: Para sorpresa de algun forista rapido en enojarse, se trata de sixtinos que a su vez son miembros de la Hermandad Nac. Monarquica del Maestrazgo. Uh!
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