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Tema: Lo que hay detrás de Change.org

  1. #1
    Avatar de Kontrapoder
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    Lo que hay detrás de Change.org

    [Introducción mía prescindible] Recientemente discutíamos sobre una petición en Change.org para mantener el nombre de la plaza Vázquez de Mella; una petición que a las pocas horas fue retirada por esa empresa. Probablemente se debió a que su director en España es un militante gay, o al hecho de que la matriz estadounidense está comprometida al máximo con la ingeniería social sodomita, como el resto de empresas de Silicon Valley. Sin embargo, es bueno que conozcamos cómo funciona esta empresa y de dónde obtiene ingresos millonarios, lo que quizá nos lleve a concluir que de ahí no puede derivarse nada bueno. Como en casi todas las empresas de Internet, su negocio es vender los datos de los firmantes, convenientemente segmentados, a otras empresas y ONG. En este caso podrían segmentar a los firmantes como "fachas homófobos" y vender sus datos a una ONG profamilia. Se supone que ése sería el funcionamiento normal, pero ¿qué les impediría vender los datos a una ONG que se dedique a perseguir a los "fachas homófobos" o a hacer ingeniería social con ellos?

    Por ejemplo, esa ONG sodomita podría obtener los perfiles de Facebook de los homófobos y luego meterles publicidad encubierta en Facebook, haciendo que en su newsfeed personalizado le aparezcan mensajes de amigos que se han puesto como imagen de perfil la bandera del arcoiris, para que así el homófobo se sienta más solo y cambie su forma de pensar. Con eso se cubriría el ciclo completo de ingeniería social: primeros nos enteramos de cómo piensas y luego, si hay algo que no nos gusta, te reeducamos a base de estimulos bien dosificados, personalizados para cada perfil, como en la jaula de Skinner. Puede parecer conspiranoico, pero es técnicamente posible hacerlo, hay autoridades académicas que defienden esa clase de reeducación y hay empresas que comercializan soluciones. Facebook ya reconoció que hacía experimentos psicológicos con sus usuarios y recientemente ha estado promoviendo los perfiles con la bandera del arcoiris.

    Pero tampoco quisiera que nos centremos en esta última parte, que es más bien una elucubración mía y quizá podría juzgarse demasiado conspiranoica. El funcionamiento oficioso de Change.org, que expone el siguiente artículo, es suficiente para desconfiar de esa empresa y ver el peligro de ceder nuestros datos. Lo mismo es aplicable a cualquier empresa de Internet que obtiene nuestros datos para hacer negocio con ellos, que son la mayoría. Como alguien dijo, si un servicio es gratis, tú eres el producto.

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    Es el Google o Facebook de la "conciencia social": una aspiradora de datos

    Seis euros por número de móvil, 1,5 por e-mail: el lucrativo negocio de Change.org

    Es un negocio “del orden de decenas de millones de dólares”. La página de peticiones online más popular es pura minería de datos.


    Petición patrocinada en Change.org - Foto Change.org


    No es una entidad sin ánimo de lucro ni sólo una red de activismo social. Change.org, la página líder de peticiones en Internet, es una auténtica aspiradora de datos personales que vende a precio de oro. Es el Google o el Facebook del mundo de la conciencia. Sus clientes: las organizaciones benéficas que mueven centenares de miles de millones de euros cada año.

    “Tú llegas y les dices que tienes por ejemplo 50.000 euros para una campaña. Ellos la difunden, y luego te pasan los datos de los firmantes. A cambio te cobran 1.5 euros por correo electrónico y 6 euros por teléfono. Los precios varían dependiendo del contrato firmado con ellos”, explica a Vozpópuli un alto ejecutivo de una organización global de ayuda al desarrollo que pide mantener el anonimato por la confidencialidad del puesto.

    Otras dos fuentes del sector de las ONGs confirman que ese es el funcionamiento de las llamadas peticiones patrocinadas y que ése es el orden de magnitud de los precios. ¿Por qué tan altos? Porque la base de datos que te pasan es buena, pre-definida por los intereses de los usuarios y de gente activista que es más proclive a donar ocasionalmente o incluso subscribirse permanentemente. Si firmas una petición para frenar el cambio climático, eres un potencial donante de Greenpeace; si has querido poner tu nombre en la lucha contra el bombardeo de Israel sobre la franja de Gaza, posiblemente te apetezca aportar a la agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos UNRWA.

    Un ejemplo práctico: Tras firmar la petición actual para que “los supermercados donen la comida que les sobra a entidades sociales y ONGs”, una de las más populares en España en estos momentos, aparece una petición del Comité español de ACNUR titulada “Urgente: mujeres y niños refugiados necesitan tu ayuda”. En ella aparece pre-seleccionada la opción “Mantenme informado sobre esta campaña y otras de ACNUR Comité Español”. Y esa es una de las claves: si no se quiere que los datos sean vendidos a la asociación en cuestión, hay que hacer lo que en el mundillo se conoce como un “opt-out”, pedir explícitamente que no se aplique lo que “por defecto” la empresa ha preseleccionado.

    La compañía, fundada por Ben Rattray, tiene su sede central en San Francisco, California. Pero es una multinacional: tiene delegaciones en 18 países y alrededor de 300 empleados. Su cuartel general en Madrid es una enorme oficina en plena Gran Vía madrileña en la que trabajan ocho personas. Un entorno luminoso, aséptico, dominado por enormes fotografías de lo que denominan “victorias”, peticiones de especial impacto que han conseguido cambiar cosas: que el Consejo General del Poder Judicial haya emitido un informe a favor de que las personas ciegas puedan ser jueces tras la petición de Gabi, un invidente; que Galicia haya aprobado una ley contra el maltrato animal; que País Vasco haya ordenado la presencia de desfibriladores en los centros deportivos tras la muerte del hermano de Enetz; o que Valencia permita el uso compasivo de un medicamento en pruebas para tratar la enfermedad neurodegenerativa de Miguel.

    Change.org es una empresa estadounidense privada, y como tal no ha de hacer públicos sus beneficios. “Puedes decir que los ingresos se estiman en el orden de decenas de millones de dólares”, asegura desde Londres el director de comunicación John Coventry. Explica en videoconferencia con Vozpópuli que no hay nada oculto en su modelo de negocio, y que están muy orgullosos de haber creado una compañía sostenible que permita “conectar a las personas con las causas”. “No vamos a pedir disculpas por nuestro éxito. Tenemos 100 millones de usuarios a nivel global y ocho millones en España, y no vamos a parar hasta ser la mayor empresa social del mundo”.

    Ninguna de las fuentes ejecutivas del mundo de la solidaridad y el desarrollo consultadas critica el hecho de que haya un lucro detrás de la empresa. Sí consideran debatible dos aspectos: el primero, el hecho de que su posición dominante produzca que los precios de los llamados leads, los datos de los usuarios que ellos compran y Change vende, sean muy elevados, lo que achacan a una situación de dominación del mercado. El otro es la confusión sobre la imagen de la compañía. Algunos de los usuarios consultados por este redactor creían que la página era más bien del estilo de Wikipedia, enmarcada en las organizaciones activistas que viven en base a donativos, y desconocían que en esencia es una empresa, tal vez con impacto social, que vende sus datos del mismo modo que lo hacen Google o Facebook.

    Lo que no hay es publicidad encubierta. Las peticiones de pago incluyen explícitamente un “patrocinada” en la parte superior izquierda. En unas se pide que explícitamente se introduzca el número de teléfono para recibir más información, por lo que no hay ocultación alguna al usuario. En otras, sin embargo, se vende el dato al apretar el botón de “firmar” salvo que se quite la marca de la casilla “mantenme informado de esta petición”.

    Data mining

    La recolección de datos para fines comerciales, conocida como “minería de datos” o data mining es un negocio con un crecimiento exponencial en los últimos años. Sólo en Estados Unidos, el márketing digital, del que la minería de datos es parte, supuso en 2012 algo más de 62.000 millones de dólares (56.000 millones de euros), según un estudio de la Asociación de Márketing Directo del país. Por comparación, el márketing “no online” supuso ese año 93.000 millones de dólares (84.000 millones de euros).

    El estudio ha incluido el valor del mercado de datos en base a los ingresos generados por los anuncios online, los e-mails enviados directamente en función del perfil creado con la minería de datos, y lo que los “brokers”, como Change.org, entregan al vender sus bases de datos a otras compañías. Empresas como Google escanean el contenido de los correos electrónicos para buscar palabras clave a través de las cuales colocar anuncios más eficaces (si se menciona que se va a ir a la playa en Alicante, pueden aparecer anuncios de hoteles en esa ciudad; si se busca por cámaras de fotos aparecerán anuncios relacionados). Uno de los factores más importantes, por ejemplo, es el código postal (un dato también solicitado por Change.org) porque da buena cuenta del potencial poder adquisitivo del usuario.

    La clave está en la segmentación

    Change.org asegura que hay “más de 100.000 organizaciones promoviendo sus causas y conectando con nuevos seguidores”. Entre las más destacadas están Unicef, Amnistía Internacional, Save the Children, Cruz Roja, Oxfam o WWF.

    El llamado Tercer Sector, al que va dirigido Change.org, representa en España el 1% del PIB, alrededor de 10.000 millones de euros, según un estudio de PwC. En Estados Unidos ronda los 600.000 millones de dólares, de los cuales el fundraising, la recaudación de dinero entre simpatizantes, es de 316.000 millones, según Giving USA. De ellos 228.000 millones provienen de donantes particulares. Ese es el negocio al que las ONGs y organizaciones de desarrollo tratan de acceder a través de Change.org.

    Por cada clic, por cada petición firmada, Change.org mejora el perfil de cada usuario, lo acerca más a su visión política de la vida y su posible activismo. “Encuentra simpatizantes adecuados. Encuentra a la gente más implicada en tu causa. Segmenta por geografía. Nos aseguramos que no haya duplicados con tu base de datos de email actual”, aseguran en la página para anunciantes de su sitio web. “Los simpatizantes de Change.org son 2 veces más propensos a abrir un email y 5 veces más propensos a realizar una acción”. Para ello ofrecen: “conectar con tus nuevos simpatizantes a través de email o teléfono, creando campañas multicanal de fundraising y advocacy. Y recibir nuevos simpatizantes entregados diariamente a CRMs compatibles para conectar rápidamente”.

    La lista de la información que se puede recopilar del usuario está especificada en la cláusula de privacidad, e incluye o puede incluir: nombre, dirección postal, número de teléfono, dirección de correo electrónico, el número de identificación único del dispositivo móvil, la identificación de la cuenta de redes sociales, las peticiones iniciadas o firmadas, información inferida sobre los temas que interesan al usuario en función de sus actividades en la plataforma (por ejemplo, derechos de los animales o cambio climático), información de terceros proveedores de datos…

    ¿Y qué hacen con esta información? “Únicamente podemos compartir [vender] su información con nuestros anunciantes, incluidas su dirección de correo electrónico, dirección postal y la petición que firmó si usted así lo decide y autoriza específicamente. También podemos compartir su número de teléfono, pero únicamente si usted da su consentimiento por separado. El anunciante podrá entonces utilizar esta información para comunicarse con usted y enviarle materiales promocionales que puedan ser de interés para usted”.

    Nada de lo que hace Change.org es ilegal. Su publicidad es explícita, no encubierta. Sus causas son en, muchos casos, nobles. Pero, a pesar de lo que pueda parecer, no es una red de activistas, sino un lucrativo negocio de extracción de datos.

    FUENTE: Vozpópuli - La páginas de peticiones online Change.org cobra cantidades importantes por los datos como el e-mail y el teléfono de los que firman.
    Última edición por Kontrapoder; 11/07/2015 a las 07:40
    Donoso, Valmadian y Rodrigo dieron el Víctor.
    «Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
    José Antonio, Diario La Rambla, 13 de agosto de 1934.

  2. #2
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    Re: Lo que hay detrás de Change.org

    Cita Iniciado por Kontrapoder Ver mensaje
    [COLOR=#0000cd][Introducción mía prescindible] Recientemente discutíamos sobre una petición en Change.org para mantener el nombre de la plaza Vázquez de Mella; una petición que a las pocas horas fue retirada por esa empresa. Probablemente se debió a que su director en España es un militante gay, o al hecho de que la matriz estadounidense está comprometida al máximo con la ingeniería social sodomita, como el resto de empresas de Silicon Valley. Sin embargo, es bueno que conozcamos cómo funciona esta empresa y de dónde obtiene ingresos millonarios, lo que quizá nos lleve a concluir que de ahí no puede derivarse nada bueno. Como en casi todas las empresas de Internet, su negocio es vender los datos de los firmantes, convenientemente segmentados, a otras empresas y ONG. En este caso podrían segmentar a los firmantes como "fachas homófobos" y vender sus datos a una ONG profamilia. Se supone que ése sería el funcionamiento normal, pero ¿qué les impediría vender los datos a una ONG que se dedique a perseguir a los "fachas homófobos" o a hacer ingeniería social con ellos?

    Por ejemplo, esa ONG sodomita podría obtener los perfiles de Facebook de los homófobos y luego meterles publicidad encubierta en Facebook, haciendo que en su newsfeed personalizado le aparezcan mensajes de amigos que se han puesto como imagen de perfil la bandera del arcoiris, para que así el homófobo se sienta más solo y cambie su forma de pensar. Con eso se cubriría el ciclo completo de ingeniería social: primeros nos enteramos de cómo piensas y luego, si hay algo que no nos gusta, te reeducamos a base de estimulos bien dosificados, personalizados para cada perfil, como en la jaula de Skinner. Puede parecer conspiranoico, pero es técnicamente posible hacerlo, hay autoridades académicas que defienden esa clase de reeducación y hay empresas que comercializan soluciones. Facebook ya reconoció que hacía experimentos psicológicos con sus usuarios y recientemente ha estado promoviendo los perfiles con la bandera del arcoiris.

    Pero tampoco quisiera que nos centremos en esta última parte, que es más bien una elucubración mía y quizá podría juzgarse demasiado conspiranoica. El funcionamiento oficioso de Change.org, que expone el siguiente artículo, es suficiente para desconfiar de esa empresa y ver el peligro de ceder nuestros datos. Lo mismo es aplicable a cualquier empresa de Internet que obtiene nuestros datos para hacer negocio con ellos, que son la mayoría. Como alguien dijo, si un servicio es gratis, tú eres el producto.
    No tan conspiranoico, de siempre a eso que comentas se ha llamado "murmuración", "maledicencia" y ,´más modernamente, "falacia ad hominen". De manera que si alguien se ve en alguna situación como las que planteas, denuncia al canto en la comisaría más cercana contra esta empresa. "Es que no hay modo de demostrar que ha sido desde ella o desde cualquiera otra a la que le hayan vendido los datos", no importa, la denuncia siempre se puede retirar y, en cualquier caso, ahí queda registrada. Con ello se buscaría ponerlos socialmente a nivel de opinión pública en el sitio que les corresponde. Y, desde luego, ni una sola vez más prestar la firma, aunque digan que es para canonizar a la madre Teresa de Calcuta.

    En cuanto al artículo que has puesto de Vozpopuli, muchas gracias por compartir la información.
    Kontrapoder dio el Víctor.
    "He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.

    <<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>

    Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.

    Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."

    En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47


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  3. #3
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    Re: Lo que hay detrás de Change.org

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Creo que Hilaria Clinton estaría de acuerdo con la teoría de Kontrapoder:

    Hillary Clinton delata la agenda oculta del nuevo orden mundial


    Un incómodo manto de silencio se ha extendido sobre las sorprendentes palabras de Hillary Clinton. Quizá la dama ha hablado más de lo conveniente.




    José Javier Esparza




    Domingo, 3. Mayo 2015 - 15:07







    Hillary Clinton. / Efe






    “Los códigos culturales profundamente arraigados, las creencias religiosas y las fobias estructurales han de modificarse. Los gobiernos deben emplear sus recursos coercitivos para redefinir los dogmas religiosos tradicionales”. Estas palabras de Hillary Clinton, pronunciadas públicamente y sin tapujos en un simposio pro abortista, han dejado a más de uno con la boca abierta. ¿Reformar coercitivamente las religiones? ¿Dónde queda entonces la libertad religiosa? ¿Modificar las identidades culturales? ¿Dónde queda entonces la libertad, simplemente, de existir? Semejantes intenciones, en boca nada menos que de la principal candidata demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, deberían haber abierto un fuerte debate. No ha sido así. Muy significativamente, los principales medios de comunicación en todo occidente han preferido silenciar el asunto. Revelador.

    ¿Qué significa eso que ha dicho Hillary Clinton? Uno, que los “códigos culturales profundamente arraigados”, esto es, las identidades culturales tradicionales, son en realidad nidos de “fobias estructurales”, es decir, prejuicios que es justo y razonable eliminar. Dos, que dentro de esas “fobias estructurales” están “los dogmas religiosos tradicionales”. Tres, que los gobiernos, el poder público, están legitimados para utilizar su fuerza coercitiva contra los dogmas religiosos y las identidades culturales. Cuando se repara en que esa fuerza coercitiva es, en plata, el “monopolio legal de la violencia”, uno frunce inevitablemente el ceño en un gesto de preocupación. Cuando además se constata que las “fobias” y los “dogmas” son los principios tradicionales de la civilización occidental, es decir, la filosofía natural (por ejemplo, el derecho a la vida), entonces la preocupación asciende hasta la alarma. Lo que Hillary Clinton ha expresado es un proyecto político totalitario de ingeniería social y cultural. Ni más, ni menos.
    Ese proyecto ya está en marcha

    ¿Sorprendente? En realidad, no tanto. Esos tópicos no son nuevos: circulan en la ideología moderna desde la revolución francesa. Por otro lado, guardan perfecta consonancia con lo que hemos venido viendo en occidente en los últimos veinticinco años, desde la caída del Muro de Berlín en 1989: los programas de ingeniería social de la ONU –con frecuencia avalados por los Estados Unidos-, las políticas abortistas y homosexualistas adoptadas por casi todos los países europeos y el desmantelamiento de las identidades étnicas en el espacio occidental. Hillary Clinton se ha limitado a hacer patente lo que ya estaba latente.

    Estas palabras de Hillary Clinton han sido interpretadas en clave estrictamente norteamericana: son un proyecto de ingeniería social –más bien diríamos espiritual- en un país que se precia de haber nacido sobre la base de la libertad religiosa. Es cierto que, en el contexto norteamericano, semejantes ideas no dejan de ser una rectificación de la propia identidad fundacional del país, de manera que es comprensible el estupor de muchos. Sin embargo, los propósitos de Clinton forman parte de los temas habituales de la izquierda yanqui desde 1968. Por así decirlo, lo que hemos visto ahora es su “puesta de largo”, su transformación en programa político sin camuflajes.
    Del mismo modo, muchos observadores han visto en estas declaraciones de Hillary Clinton una especie de declaración de guerra contra el cristianismo. Es también una perspectiva correcta, pero incompleta: la guerra no atañe sólo a las religiones tradicionales, sino que se extiende, como dice la propia señora Clinton, a los “códigos culturales arraigados”. Es decir que toda identidad cultural histórica, sean cuales fueren su espacio y naturaleza, deben también ser reformadas coercitivamente por el poder público. No es sólo la religión la que corre peligro; la amenaza se extiende a cualquier rasgo identitario que no encaje con el programa del “tiempo nuevo” marcado por la globalización y su potencia hegemónica, que son los Estados Unidos de América.

    ¿Y los europeos qué hacemos? En general, seguir la estela. Bien es cierto que el camino presenta complicaciones inesperadas y éstas han tardado poco en surgir. Es francamente difícil mantener la cohesión social en un contexto de desmantelamiento de los “códigos culturales profundamente arraigados”. A este respecto la experiencia francesa es sumamente interesante: desde los años 80, Francia ha vivido un proceso de construcción de una nueva identidad sobre la base de la llamada “identidad republicana” que, en la práctica, ha consistido en la destrucción de los referentes clásicos de la nación y su sustitución por dogmas nuevos. “Francia –decía De Gaulle- es una nación europea de raza blanca y religión cristiana”. Empezó a dejar de serlo muy poco después de la muerte del general. El europeísmo se convirtió en una suerte de cosmopolitismo que veía a Francia como protagonista de un mundo sin fronteras, un mundo en el que la propia Europa no es otra cosa que una región privilegiada en el contexto global. Asimismo, cualquier factor de carácter étnico –racial, cultural, etc.- empezó a ser tabú en provecho de una sociedad de nuevo cuño edificada sobre la afluencia masiva de población extranjera. En cuanto a la religión, iba a ser sistemáticamente postergada en la estela de un laicismo radical que no ha amainado ni siquiera cuando Sarkozy, en San Juan de Letrán, descubrió ante Benedicto XVI los valores del “laicismo positivo”. El resultado ha sido una nación desarticulada en lo político, lo económico y lo social. El discurso oficial sigue caminando hacia el mismo sitio, pero la realidad social ya marcha por otra. El crecimiento del Frente Nacional no es un azar. Los políticos tratan de reaccionar adaptándose al terreno. Lo último fue ver al primer ministro Valls, que el año anterior había abierto institucionalmente el ramadán, reivindicar ahora el carácter inequívocamente cristiano de Francia. Quizá demasiado tarde.

    Sea como fuere, lo que ha expuesto la candidata demócrata a la presidencia de los Estados Unidos es mucho más que una declaración de intenciones: es cabalmente el programa del nuevo orden mundial, que para imponerse sin grandes resistencias necesita, precisamente, derruir los arraigos culturales y las religiones tradicionales. Era inevitable que alguien terminara invocando la fuerza del Estado para ejecutar coercitivamente la operación. Hillary Clinton lo ha hecho. La izquierda europea, muy probablemente, se subirá al carro. Así veremos a nuestra izquierda respaldar la política mundialista en nombre del progreso. Las vueltas que da la vida…
    Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.

    Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI


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