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Tema: El modelo social que viene: trabajaremos gratis para intermediarios tecnológicos

  1. #1
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    El modelo social que viene: trabajaremos gratis para intermediarios tecnológicos

    VOSOTROS COLABORÁIS, NOSOTROS COBRAMOS
    Gig economy: el empleo actual desaparecerá y esto es lo que vendrá a sustituirlo

    Lo llaman 'gig economy' y define esa situación laboral en la que seremos contratados puntualmente para trabajos esporádicos en los que aportaremos todo lo necesario para la actividad

    La versión que conozco es la del músico, pero hay otras muchas: todo el mundo tenía alguien cerca que quería ser actor, escritor o tocar en una banda y que para ganarse la vida trabajaba poniendo copas mientras esperaba ese golpe de azar que le permitiera vivir de aquello que amaba. Normalmente ese periodo se prolongaba, y con el paso del tiempo, la profesión secundaria terminaba convirtiéndose en la principal. Lo curioso, desde hace años, es que mucha gente de profesiones “respetables” ha entrado en esa misma dinámica: trabajan donde pueden, generalmente hostelería, mientras esperan que el esfuerzo y mucha suerte les permita emplearse en el sector para el que estudiaron: abogados, sociólogos, historiadores, filósofos, psicólogos, periodistas, profesores, entre muchas otras áreas laborales en las que ya apenas hay espacio. Pero ahora llega una nueva etapa en ese deslizamiento: todos acabaremos trabajando como si fuéramos músicos.

    La importancia del mediador


    Lo llaman gig economy (lo que podría traducirse por “economía de los pequeños encargos” o “economía de los bolos”) y define esa situación laboral en la que seremos contratados puntualmente para trabajos esporádicos en los que aportaremos todo lo necesario para la actividad. Te llaman para realizar un servicio, pones tu conocimiento, tu mano de obra y los medios precisos, cobras, das un porcentaje a la empresa mediadora y te vas a esperar el siguiente “bolo”. Uber es un buen ejemplo: es una compañía que opera en el sector del transporte de viajeros pero no pone absolutamente nada: no posee automóviles, no contrata conductores, tampoco busca los clientes. Es una aplicación que pone en contacto a unos y otros, y que provee servicios puntuales de profesionales no cualificados y no sometidos a ninguna regulación. Como decía Andrés Oppenheimer en tono laudatorio, en una entrevista en la que avisaba de que desaparecerán el 47% de los empleos, American Airlines debe soportar los gastos de muchos aviones y muchos empleados, Uber no.

    Quienes realizan los servicios aportan todo
    y quienes ganan dinero son los que cobran el porcentaje


    Operar como Uber supone una enorme ventaja para las empresas, porque deben soportar poquísimos gastos fijos, pero también por otros dos elementos añadidos, fundamentales para entender cómo funcionan los nuevos modelos de negocios surgidos de la tecnología. Es prioritario para Silicon Valley emprender iniciativas que pueden asegurarse una posición dominante, cuando no monopolística, y que además puedan crecer territorialmente de un modo rápido. Las últimas novedades tecnológicas no provienen de un invento que haya alterado radicalmente nada, de un descubrimiento como Internet o de nuevas creaciones que modifiquen de modo sustancial lo que estábamos haciendo, sino que están priorizando el desarrollo de modelos que deriven hacia manos tecnológicas y concentradas actividades que ya se estaban realizando. Amazon o Spotify son buenos ejemplos, y probablemente el punto de partida de muchas de estas nuevas ideas, como Etsy, Elance, Airbnb, Love Home Swap o Task Rabbitt.

    'Lo siento, chicos, acostumbraos'

    Empresas como Facebook y Twitter fueron el punto de partida: ponen en contacto a productores y consumidores de información sin tener que producir ningún contenido; somos nosotros quienes voluntariamente los generamos, y además gratis. Ambas empresas tienen un montón de proveedores que llenan sin coste un enorme espacio todos los días y un montón de consumidores que reciben esas frases, reflexiones y fotografías, lo cual les permite recoger notables ingresos. Ese es el modelo ideal de los innovadores tecnológicos, y hacia él tienden, aunque no sea íntegramente aplicable en la mayoría de los campos laborales. En todo caso, lo que sí conservan es el esqueleto: operar con los mínimos costes y convertirse en los mediadores dominantes en un sector, de forma que unos pongan el trabajo y los medios de producción, otros reciban el producto o el servicio y ellos se lleven un porcentaje de cada transacción realizada. Ha ocurrido con los libros, con los taxis, con los servicios de alojamiento, con los productos artesanos y con tantas otras cosas.

    Quienes abogan por la 'gig economy' argumentan que permite que
    trabajemos cuando queramos y seamos nosotros quienes marquemos los ritmos


    Lo llamativo es que este modelo está cobrando numerosos adeptos. El desarrollo de Uber en Europa no ha sido posible sin una posición blanda y demasiado tolerante de la UE, toda vez que se trata de un modelo de negocio que atenta contra las bases del Estado del bienestar. Es menos sorprendente queJeb Bush se convierta en un abanderado de la firma (y de este tipo de empresas) y lo es cada vez menos que los progresistas estadounidenses hablen con un doble lenguaje, y lamenten sus efectos mientras ponen una alfombra a las iniciativas para implantarlos.Hillary Clintonha dicho que la gig economy “desata la innovación y crea una economía emocionante, pero también plantea preguntas acerca de la protección en el puesto de trabajo y de cómo serán los empleos del futuro”, o lo que es lo mismo, 'lo siento por vosotros, chicos, pero tendréis que acostumbraros al nuevo modelo'.

    ¿Y cuál es el nuevo modelo? Uno en el quienes realizan los servicios aportan todo (su conocimiento, sus instrumentos, sus vehículos, su mano de obra) pero quienes de verdad ganan dinero son los que están en medio. Quienes abogan por la gig economy argumentan que permite que trabajemos cuando queramos, que dispongamos de nuestro tiempo y que seamos nosotros quienes marquemos los ritmos, de forma que podamos organizar nuestra vida según nuestro deseo. Los detractores subrayan que es justo eso lo que no se consigue con este tipo de retribución por servicio prestado: quienes los realizan corren con todos los gastos derivados de la actividad y son pagados con una cantidad menor, ya que se debe detraer la comisión, por lo que obliga a trabajar mucho más para alcanzar una cantidad que permita una vida digna, y eso siempre y cuando salga el trabajo suficiente.

    Dispuestos a trabajar casi gratis


    Este modelo tiene varios inconvenientes, y algunas experiencias, como la de Spotify, lo demuestran. En el servicio de streaming hay muy pocos artistas que ganen dinero. Un porcentaje elevadísimo recibe retribuciones ridículas, y los cantantes y grupos más conocidos ingresan mucho menos que mediante los modelos de negocio precedentes. Muy pocos reciben una cantidad digna, y la gran mayoría se acerca a la nada.

    En segundo lugar, este modelo de negocio se basa en algo muy evidente, como es el volumen. Lo que necesita la compañía es, como ocurre con las comisiones bancarias o las derivadas de operar en los mercados, un elevado número de transacciones, que es lo que les proporciona el dinero. Cuantos más intervinientes mejor, aunque cada uno de ellos genere poco.

    Muy pocos ganan, muchísimos ganan muy poco y los que hacen caja,
    como los bancos con las comisiones, son los mediadores


    Pero para que este modelo funcione, ha de haber mucha gente dispuesta a trabajar en él, del mismo modo que hay muchos grupos dispuestos a colgar sus canciones en Spotify a pesar de que no van a cobrar nada. Y sólo hay mucha gente presta a emplearse, por ejemplo, en un taxi sin salario ni seguro, aportando el automóvil y corriendo los gastos de su parte, cuando hay muchas personas en situación de necesidad. Por decirlo de otra forma, estos modelos sólo funcionan en un entorno de escasez, cuando mucha mano de obra está dispuesta a trabajar a cambio de muy poco. Quizá sea la gig economy la estrella del futuro, pero suena muy mal.

    A eso se le puede contraponer que algunos de ellos consiguen experiencias exitosas, que logran ganar mucho más dinero del que pensaban y que no lo habrían conseguido sin estas nuevas empresas. Y quizá sea cierto, pero el porcentaje es tan pequeño que dista mucho de lo que se puede llamar normal. Más al contrario, lo que percibimos es un modelo mucho más polarizado, muy pocos ganan, muchísimos ganan muy poco y los que hacen caja, como los bancos con las comisiones, son los mediadores. No parece que esa sea la economía que necesitamos.
    Donoso y raolbo dieron el Víctor.
    «Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
    José Antonio, Diario La Rambla, 13 de agosto de 1934.

  2. #2
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    Re: El modelo social que viene: trabajaremos gratis para intermediarios tecnológicos

    A través de Hyeronimus me entero de que Juan Manuel de Prada ha escrito un artículo en el que denuncia la "economía del bolo", en inglés llamada "gig economy" y de manera eufemística "economía colaborativa" ("sharing economy").

    Hay que decir que, aunque Hillary Clinton no pone muchas trabas a la "economía del bolo", es mucho menos complaciente con estas empresas que el candidato republicano Jeb Bush, que últimamente se presenta como abanderado de Uber:

    Jeb Bush Fights Hillary Clinton on Uber, Loses Driver's Vote
    Hillary Clinton atacará a Airbnb y Uber

    ________




    LA ECONOMÍA DEL BOLO
    JUAN MANUEL DE PRADA

    Estos felones saben que el mejor modo de que los trabajadores no luchen por los derechos es privarlos de la prole por la que lucharon hasta la muerte

    Parece cada vez más evidente que la llamada «crisis económica» ha sido, a la postre, un macguffin (maniobra de despiste, en la jerga hitchcockiana) utilizado por multinacionales y grandes corporaciones para aumentar sus beneficios y justificar la reducción de los salarios y la abolición de las garantías laborales. En estos últimos días, hemos conocido las fastuosas cifras de beneficios obtenidas por bancos y grandes empresas en España durante el primer semestre del año, que contrastan con las condiciones cada vez más depauperadas de contratación laboral, que fomentan lo que alguien designaba hace poco, en un alarde de cinismo, «acostumbrarse a una vida más incierta, ligada a nuestra productividad».

    Entre las modalidades más chachipirulis de «vida incierta» se cuenta lo que eufemísticamente se denomina gig economy («economía del bolo»), en la que un intermediario pone en contacto a demandantes y ofertantes de un servicio. Se trata, en fin, de que el trabajador se resigne a desempeñar trabajos esporádicos (al modo de los bolos del cómico de la legua), en los que él mismo aporta los medios o intrumentos de su oficio (la gasolina y el coche, por ejemplo, si se ofrece como chófer), a cambio de una remuneración mucho menor de la que rige una actividad regulada; y teniendo, además, que aportar un porcentaje de tal remuneración birriosa al intermediario. Los defensores de esta infame economía del bolo afirman cínicamente que permite al trabajador disponer de su tiempo, trabajando sólo cuando él lo desea; pero lo cierto es que tal aberración sólo es concebible cuando existen muchas personas en situación de necesidad, dispuestas a trabajar en condiciones oprobiosas.

    Hillary Clinton, la bruja Hilaria, ha afirmado sin embargo que esta economía del bolo «desata la innovación y crea una economía emocionante», a la vez que «plantea preguntas acerca de cómo serán los empleos del futuro». Naturalmente, la bruja Hilaria sabe perfectamente cómo serán tales empleos; y también sabe cómo se logra que los trabajadores los acepten. Basta con dotarlos, mediante la ideología, de una religión y una moral de repuesto, hasta convertirlos en cretinos ahítos de palabras huecas, enardecidos por ideales utópicos, que engullen como dogmas las mentiras de felones como la bruja Hilaria; y que –como profetizase Castellani– «discuten, pelean, se denigran o se aborrecen de balde», mientras los felones como la bruja Hilaria que sostienen el tinglado de la farsa «saben que detrás de su “fe democrática” y su “moral cívica” se esconden –para ellos solos– el poder y el dinero; sobre todo el dinero». Y para que los pobres diablos que trabajan en la economía del bolo no echen de menos ese dinero que ellos sólo ven en forma de migaja se les hace creer que todos los derechos que les han sido arrebatados (derecho a un empleo estable, derecho a un salario digno, derecho a formar una familia, derecho a alimentar y educar a sus hijos) son muchísimo menos importantes que el derecho a no tener hijos, que es el único derecho que los felones como la bruja Hilaria garantizan plenamente a las masas cretinizadas que les votan. Y es que estos felones saben bien que el mejor modo de que los trabajadores no luchen por los derechos que les han sido arrebatados es privarlos de la prole por la que en otros tiempos lucharon hasta la muerte; pues dejando a un trabajador sin hijos, lo has convertido ya en un cretino capón, en un pobre zascandil dispuesto a arrastrarse en los bolos más indignos y peor remunerados, en un trapo al que se puede arrojar alegremente a la máquina trituradora de esta economía del futuro, tan innovadora y emocionante.

    Histórico Opinión - ABC.es - lunes 3 de agosto de 2015
    Última edición por Kontrapoder; 04/08/2015 a las 02:11
    «Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
    José Antonio, Diario La Rambla, 13 de agosto de 1934.

  3. #3
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    Re: El modelo social que viene: trabajaremos gratis para intermediarios tecnológicos

    Una de las nuevas empresas más valoradas en EEUU es la que fabrica la cámara GoPro.

    Pero GoPro no tiene ni una sola fábrica. Todo está subcontratado en China. No hay ninguna creación de riqueza en EE.UU.

    La dirección que toman los "genios" de la economía es esa. Lo que no entiendo es de dónde van a sacar los consumidores si se dedican a emprobrecer al grueso de la población. Salvo que el objetivo sea tener cada vez una base de consumidores más pequeña, con capacidad más alta de compra, y el resto viva con lo justo y comprando a plazos todo.
    Kontrapoder dio el Víctor.
    Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.

    Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI


  4. #4
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    Re: El modelo social que viene: trabajaremos gratis para intermediarios tecnológicos

    Cita Iniciado por Donoso Ver mensaje
    Una de las nuevas empresas más valoradas en EEUU es la que fabrica la cámara GoPro.

    Pero GoPro no tiene ni una sola fábrica. Todo está subcontratado en China. No hay ninguna creación de riqueza en EE.UU.

    La dirección que toman los "genios" de la economía es esa. Lo que no entiendo es de dónde van a sacar los consumidores si se dedican a emprobrecer al grueso de la población. Salvo que el objetivo sea tener cada vez una base de consumidores más pequeña, con capacidad más alta de compra, y el resto viva con lo justo y comprando a plazos todo.
    Pues sí, casi todo se fabrica en China, pero creo que hay una tendencia a buscar otros lugares donde la mano de obra sea más barata (India, África...) o incluso a automatizar todo el proceso. Precisamente recojo una noticia sobre la creciente automatización en China. Lo que comentas de que con este empobrecimiento general no habrá consumidores para sus productos es la gran pregunta que todos nos hacemos.

    Una fábrica en China sustituye al 90% de su plantilla por robots y casi triplica su producción

    MADRID, 3 Ago. (Portalgeek)

    Con el desarrollo de las nuevas tecnologías la preocupación de los trabajadores de ser reemplazados por robots se ha establecido como uno de los mayores temores dentro del sector industrial. No es para menos, ahora una fábrica de componentes para 'smartphones' en China ha reemplazado al 90 por ciento de su plantilla por robots, que ha pasado de contar con 650 trabajadores humanos en la fábrica a tan solo 60. Además, la compañía espera volver a reducir nuevamente el número de trabajadores a 20 en un futuro próximo.

    Se trata de la fábrica Changying Precision Technology Company, situada concretamente en Dongguan, en la provincia de Cantón. En esta planta, los robots no solo han ocupado los puestos de la cadena de montaje, sino también la distribución interna de componentes, los almacenes o el transporte dentro de la planta. Cada línea de producción está controlada por un único operario humano que se encarga de monitorizar el trabajo de los robots.

    La empresa, según recoge el medio TechRepublic, afirma que la producción ha aumentado de una manera considerable, y el número de errores y fallos en el proceso de fabricación se han visto reducidos. De hecho, los robots de la fábrica han conseguido producir cerca de tres veces más piezas que los trabajadores humanos en el mismo período de tiempo, pasando de 8.000 a 21.000 piezas. El porcentaje de piezas defectuosas ha descendido de forma dramática, pasando de un 25 por ciento cuando la planta tenía trabajadores humanos a solo un 5 por ciento.

    Esta nueva tendencia de producción está dando tanto rendimiento, que una de las empresas de la competencia, Shenzhen Evenwin Precision Technology, ha anunciado recientemente la implantación de robots en sus plantas.

    La sustitución es ya una realidad, y el miedo a ser reemplazado por una máquina no es una cuestión de futuro, sino del presente. Veremos cómo evoluciona esta tendencia empresarial con el paso del tiempo.

    FUENTE: Una fábrica en China sustituye al 90% de su plantilla por robots y casi triplica su producción
    «Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
    José Antonio, Diario La Rambla, 13 de agosto de 1934.

  5. #5
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    Re: El modelo social que viene: trabajaremos gratis para intermediarios tecnológicos

    Ahora parece que ni siquiera nosotros trabajaremos, sino que, en lugar, lo harán dispositivos electrónicos. Véase la nueva propuesta de Uber: choferes automáticos.

  6. #6
    sjl
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    Re: El modelo social que viene: trabajaremos gratis para intermediarios tecnológicos

    Solo hay que ver la sustitución de cajeras en los supermercados, por cajas automáticas y cada vez hay mas gasolineras sin operarios. Los que ganan dinero van a ganar mas y mas sin que ello revierta en los de "abajo".

  7. #7
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    Re: El modelo social que viene: trabajaremos gratis para intermediarios tecnológicos

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    ¿Serán los hijos más pobres que sus padres?

    De manera silenciosa, a través del salario, Europa muta hacia una cultura de lo barato. Se impone el 'low cost' y una nueva forma de vida que empobrece a las clases medias.


    Una joven sostiene su maleta frente a una pancarta contra Airbnb. (Reuters)

    Carlos Sánchez

    Tiempo de lectura: 8 min
    18.12.2016 – 05:00 H.

    Predecir la historia es, probablemente, el mayor sueño de la humanidad. El filósofo alemán Oswald Spengler escribió en 1918, a partir de esa idea, uno de los libros más influyentes de la primera mitad del siglo XX: 'La decadencia de Occidente'. Una especie de filosofía del porvenir que el propio Spengler —mucho antes de que se hablara de globalización económica— resumió en una frase: “En lugar de un mundo tenemos una ciudad”.

    Lo explicaba en los siguientes términos. “En lugar de un pueblo lleno de formas, creciendo con la tierra misma, tenemos un nuevo nómada, un parásito, el habitante de la gran urbe, hombre puramente atenido a los hechos, hombre sin tradición, que se presenta en masas informes y fluctuantes; hombre sin religión, inteligente, improductivo, imbuido de una profunda aversión a la vida agrícola, hombre que representa un paso gigantesco hacia lo inorgánico, hacia el fin”. La influencia de Spengler sobre la cultura europea fue extraordinaria. Y de hecho, hubo un tiempo en el que ningún intelectual de fuste se resistía a escribir sobre un libro que expresaba con un trágico pesimismo el ocaso de la civilización europea.

    El conservadurismo de Spengler —poco dado a confiar en la condición humana— explica que, durante muchos años, fuera despreciado por su visión profundamente reaccionaria de la historia. Al fin y al cabo, los avances tecnológicos y científicos, la consolidación de los derechos civiles y el triunfo de la cultura europea en el planeta a lo largo del siglo XX han sido indiscutibles.

    Es verdad que EEUU es hoy la primera potencia cultural, pero su civilización es de raíz europea. Justo lo contrario de lo que le sucede en China, que en los próximos años (si todavía no lo es) se convertirá en la primera economía del mundo. China, sin embargo, tiene una civilización milenaria, pero su influencia cultural es residual. Desde luego, no acorde con su peso económico.

    Europa, sin embargo, puede lucir lo contrario. Y por eso, aunque no solo por eso, se ha convertido en un parque temático al que acude cada año más de la mitad de los mil millones de turistas que circulan por el mundo. Sin duda, porque sus estándares de calidad de vida, con todos sus problemas, siguen siendo inigualables.

    Hace unas semanas Mario Vargas Llosa relacionaba en el ‘El País’ la decadencia de Occidente con el triunfo de Trump o, incluso, con el Brexit. Pero el análisis se queda romo si no se vincula con un fenómeno más transversal —que afecta a diferentes niveles de renta y a diferentes cohortes de población— que se relaciona con lo que muchos han llamado sociedad ‘low cost’.

    'Uberización’ de la economía

    O lo que es lo mismo, la ‘uberización’ de la economía ha creado un nuevo paradigma, una nueva cultura de ‘lo barato’. Algo que está proletarizando a las clases medias con todas las consecuencias políticas y sociales que eso conlleva.

    La más evidente, en sentido positivo, tiene que ver con el hecho de que las actuales generaciones pueden beneficiarse de costes más bajos que las anteriores para satisfacer algunas de sus necesidades, pero inevitablemente, esta es la cara amarga, eso abocará a un empobrecimiento salarial generalizado. De ahí que muchos sostengan que en un tiempo no muy lejano los hijos serán más pobres que sus padres, lo que supone una infrecuente disrupción en la visión lineal de la historia que describía Spengler. Entre otras cosas, porque los altos niveles de desempleo son un formidable ejército de reserva muy útil para deprimir los salarios por desajuste entre oferta y demanda de empleo.

    Es una obviedad que los vuelos más baratos llevan consigo, en paralelo, una degradación sin parangón de las condiciones laborales de los empleados. No solo de la tripulación o de los operarios directos, sino también de la cadena de valor de cualquier compañía aérea.

    Presión fiscal

    Algo parecido sucede con el alquiler de los apartamentos turísticos, el subarriendo temporal de plazas de garaje o la proliferación de ‘showrooms’ que expulsan de la economía convencional a actividades —incluso perjudica a la industria financiera— que antes tributaban y cuyos recursos servían para costear el Estado de bienestar. Lo que unido a la creciente robotización de los sistemas productivos está produciendo enormes dificultades para financiar los sistemas de protección social, lo que inevitablemente lleva a mantener elevados niveles de presión fiscal. Es decir, una especie de círculo vicioso que está detrás de la rebelión de las clases medias contra el modelo socioeconómico nacido después de 1945 y que ahora ha sido traicionado. Y que explica, entre otras cosas, el auge de los populismos al calor de la crisis financiera.

    La aplicación Uber frente a la imagen de un taxi. (Reuters)

    En este sentido, lo que se ha denominado economía colaborativa es profundamente reaccionaria, toda vez que convierte a los ciudadanos en simples consumidores despojados de conciencia social o política simplemente a cambio de un salario de subsistencia. Lo importante es comprar barato, aunque detrás de esa estrategia haya un empobrecimiento general de la sociedad.

    Cuando, precisamente, la literatura académica ha demostrado que una relación laboral estable y duradera con salarios dignos fomenta la inversión en formación por parte de la empresa y la acumulación de capital humano, al tiempo que incentiva el esfuerzo por parte del empleador.

    Justo lo contrario de lo que fomentan los nuevos procesos productivos. Amparados por unos gobiernos cortoplacistas que incentivan una especie de fuga hacia adelante para crecer a cualquier precio sin calibrar las consecuencias a medio y largo plazo de sus iniciativas.

    Es verdad, sin embargo, que tampoco la mejor solución pasa por sellar barreras que impiden desmontar sectores injustamente protegidos por los gobiernos, y cuya posición de dominio en mercado ha generado enorme frustración entre los consumidores, por lo que hoy purgan sus culpas.

    Sin embargo, se tiende a ver a la nueva economía como un factor de progreso y de liberación del consumidor gracias a las desintermediación, cuando en realidad se están generando nuevos oligopolios, como ya sucede en las compañías tecnológicas (Google, Amazon o Facebook), que nada tienen que ver con una ONG.

    Multinacionales de lo barato

    Uber o Airbnb, las multinacionales de lo barato, valen hoy miles de millones de dólares y, sin embargo, muchos las siguen viendo como empresas sin ánimo de lucro carentes de ideología. Sin embargo, se benefician de las limitaciones legales que necesariamente encorsertan al viejo Estado-nación en un mundo en el que las fronteras tecnológicas han desaparecido. Algo que permite la deslocalización fiscal, un fenómeno que es tan perjudicial para el modelo de protección social —que vive de las cotizaciones a la seguridad social— como la deslocalización por razones industriales para ahorrar costes.

    Imagen corporativa de Airbnb. (Reuters)

    El empobrecimiento vinculado a la irrupción de las nuevas tecnologías no es un fenómeno que afecte solo a las economías avanzadas. El último informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre los salarios en el mundo refleja que, tras la crisis financiera, el crecimiento del salario real mundial comenzó a recuperarse en 2010, pero se desaceleró a partir de 2012, para caer en 2015 del 2,5% al 1,7%, su nivel mínimo en cuatro años. Al excluir a China, donde el crecimiento salarial fue más rápido por la política monetaria expansiva de su banco central, el crecimiento salarial real ha caído del 1,6% en 2012 al 0,9% en 2015. Es decir, incluso por debajo del aumento del coste de la vida.

    Hay quien sostiene que el mundo, en realidad, está sometido a un nuevo episodio de la célebre destrucción creativa de Schumpeter —lo nuevo arrincona a lo viejo a causa de la innovación aplicada a los procesos industriales—, pero en realidad nada indica que eso sea así.

    Los escasos avances que se han producido en la productividad mundial en las dos últimas décadas —de ahí que cada vez esté más presente el célebre estancamiento secular rescatado por Larry Summers— muestran que los avances tecnológicos apenas se incorporan al PIB. En el caso de España, la productividad registró una persistente disminución en el periodo 2000-2014, con una caída anual promedio del 0,7%, como ha estimado el servicio de estudios de la Caixa.

    Es verdad que la ‘uberización’ de la economía y las nuevas tecnologías hacen la vida más fácil a los consumidores a través del uso intensivo de aplicaciones informáticas instaladas en un simple teléfono móvil, pero su impacto sobre el PIB es todavía irrelevante. Ese es el problema. Y cargarse un modelo económico sin que haya alternativas, por el momento, solo devolverá a las naciones a enfrentarse a sus viejos demonios. A esa decadencia de la que hablaba Spengler.

    FUENTE: Economía colaborativa: ¿Serán los hijos más pobres que sus padres?. Blogs de Mientras Tanto
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    «Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
    José Antonio, Diario La Rambla, 13 de agosto de 1934.

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