Teología (Marxista) de la Liberación.







ÍNDICE:



1.- Siempre Perseguida, Jamás Vencida.


2.- Valladar Ante el Modernismo.



3.- Dos Objetivos Claros Pero Encubiertos.



4.- Dos Coyunturas que Aceleraron el Plan.


5.- Lluvia de Falsas Interpretaciones.


6.- Teología de la Liberación de Signo Materialista.


7.- El Sorprendente Triunfo “Teológico” en Nicaragua.


8.- Ya No Buscan su Destrucción Física.


9.- Fracasada la Primera Vía, Usan la Segunda.


10.- El Gradualismo Aplaca la Reacción.




1.- SIEMPRE PERSEGUIDA, JAMÁS VENCIDA.

Durante las últimas décadas el mundo católico ha sido perturbado por incertidumbres, contradicciones y cierto tipo de enfrentamientos.

Han surgido Comunidades Eclesiales de Base, “pentecostales”, “posconciliares”, “iglesias populares”, “cristianos por el socialismo”, “neocatecúmenos”, etc. todos más o menos nutridos o influidos por un fuerte movimiento llamado Teología de la Liberación.



Frecuentemente se habla de apostasía y de crisis.

Ante todo esto es necesario tener presente que la Iglesia ha pasado por muchas turbulencias en sus 2.000 años de existencia y siempre las ha superado.



Ya el papa León XIII decía en el siglo pasado que las contradicciones y persecuciones parecían ser “un patrimonio de la Iglesia”.



El arrianismo afirmaba que Jesucristo había sido un alma excelsa, pero negaba su divinidad. Rápidamente condenado por el I Concilio de Nicea (año 325) se quedó en nada.

Después surgió la hipótesis teológica del obispo Nestorio que negaba a la Virgen María ser madre de Dios. El I Concilio de Efeso (año 431) deshizo el nestorianismo.

El II Concilio de Constantinopla (año 553) disolvió la teoría del abad Eutiques según la cual Jesucristo había sido Dios, pero no hombre.

En el siglo VIII surge la corriente teológica de León III (emperador bizancio) que no debería dar se culto a las imágenes. El II Concilio de Nicea (año 787) finiquitó la idea condenándola.



Pasó bastante tiempo en surgir en el campo católico otra divergencia grave, hasta que Juan Hus, religioso checo, predicó contra la confesión, el culto a las imágenes y la forma del sacramento de la comunión. Se consideraron ideas heréticas en el I Concilio de Constanza (1414-18).



Todas las desviaciones, seguidas relativamente por pocos fieles, se disiparon al igual que otras más o menos semejantes, de poca extensión y profundidad en el mundo católico.



Una tormenta más dañina ocurrió en el siglo XVI con Calvino y Lutero quienes atacaron todas las bases de la Iglesia y, contrariamente a otros movimientos heréticos, arrastraron grandes masas de creyentes. Fue la peor tormenta que azotó a la Iglesia en 1.500 años y le arrancó grandes jirones dejando bases permanentes para continuar las hostilidades después de la lucha armada y espiritual que libró el catolicismo durante la Contrarreforma.

La victoria, en gran parte lograda gracias a Íñigo de Loyola y la Compañía fundada por él culminó en el Concilio de Trento (1545-63).

En la segunda mitad del siglo XVIII las logias “iluministas” lanzaron otra gran ofensiva anticristiana con la Revolución Francesa. Fue un sangriento asalto frontal que suprimió la Era Cristiana y que ya incluía en su programa todos los objetivos que tras 58 años proclamaría el marxismo.



Tal Revolución, madre de todas las del siglo XX, fue una hecatombe que costó 500.000 vidas. Enarboló la bandera de la redención de los pobres pero empobreció a todos. Durante el lapso que rigió ni dio libertad, ni fraternidad, ni igualdad.

Se extinguió en ríos de sangre y fue diluida luego por las guerras napoleónicas. Cesó su fase virulenta, pero su carga anticristiana se sumergió en reducidos círculos, en espera de mejores tiempos.



Diversos centros anticristianos constataron que los ataques habidos basados en la violencia causaban daños a la Iglesia, pero también hacía mártires y la fe se acrecentaba. Era hora de cambiar de táctica.



En el “alto poder central” de las logias de Italia y Francia (carbonarios) a fines del XIX se puso en marcha una sutil corriente filosófica: “espiritualista” de la que el gran maestre James Damestteter y Saint Yes D'Aveydre fueron discretas cabezas visibles.



Damestteter profesor de la Escuela de Altos Estudios de París, muy versado en la Kábala, lo mismo que Yves D'Alveydre, dieron forma a una novedosa tesis: -cesar el enfrentamiento directo con la Iglesia Católica pero buscar una “convergencia” entre el profetismo judío del Antiguo Testamento, la Ciencia y el cristianismo. Se integraría, así, una Iglesia del Progreso, que respetaría en general las anteriores formas, pero con un nuevo contenido. Tan nuevo que aspiraba a lograr que la Iglesia se convirtiera en auxiliar de la Revolución, mediante la ayuda de “hermanos” de dentro del campo católico”.



El plan recomendaba hacer hincapié en que el Reino no es para otra vida, sino para ésta. Debería usarse un lenguaje especial y una táctica gradualista para presentar la Revolución y el Cristianismo como movimientos paralelos que convergerían “en el amor al pobre”.

Con esta zanahoria se consiguió atraer a varios filósofos y sacerdotes. El caso más conocido (aunque desafortunado para dicho plan) fue el canónico Roca (1830-93) quien perdió toda mesura y en un congreso “espiritualista” internacional (sep. 1889) celebrado en el Gran Oriente de Francia dijo que “la Revolución debería ser la redentora, no Cristo … porque el cristianismo puro e el socialismo … Socialismo y catolicismo pueden coincidir en una preocupación humanista”. También abogaba por la supresión del celibato, la confesión y la sotana a fin de “humanizar” al sacerdote (El final del mundo antiguo).



Por esa misma época, fines del XIX, el abate y filósofo francés Alfredo Loisy, profesor del Instituto Católico de París difundió (1881) la idea de que los símbolos y dogmas del catolicismo necesitaban ser reinterpretados. Su sistema, difundido en círculos pequeños pero selectos, fue conocido como Modernismo.

Decía que la Iglesia debería adaptarse a la vida, los pensamientos y costumbres modernas, tanto en lo teológico como en lo filosófico, político y lo social.



George Tyrrel, teólogo jesuita irlandés (1861-09) autor de 8 libros, afirmaba que “el depósito de la fe” no fue confiado a ninguna Iglesia, sino a la gente, “al pueblo de Dios”. La federación de comunidades -decía- es democrática y constituye la única forma de fe. El pueblo es el verdadero vicario y el criterio último de la verdad. La humanidad es la revelación más vasta de Dios. La Iglesia Católica no tiene auténtica universalidad; la Ciencia es la representativa de lo universal y se halla en posesión de todos los hombres. La teología no debe venir por canales jerárquicos, sino surgir desde abajo, es decir, “del pueblo de Dios”.

Tyrrel atribuía a todas las religiones “una verdadera unidad dentro de la verdad”.


Esas y otras ideas parecidas nutrieron la “corriente modernistade fines del XIX. Fue expulsado de la Compañía de Jesús, luego criticó la Encíclica “Pascendi Gregis” en que el Papa Pío X condenaba el “modernismo” y a continuación quedó públicamente excomulgado en 1907.


El sacerdote Rómulo Murri (1870-44) fue representante de esa corriente en Italia. En Alemania había surgido otro modernista: German Schell (1850-06).


Reprendidos por el Vaticano ni Murri ni Loisy se retractaron por lo que fueron excomulgados.


La corriente modernista debida particularmente a Tyrrel, Loisy, Murri y Schell fue secundada por los filósofos franceses Eduardo Le Roy y Luciano Laberhoniere, y tuvo otros partidarios menos famosos. Se perfiló como una desviación tenaz que no retrocedía ante las llamadas del Vaticano ni ante las suspensiones ni condenas o excomuniones de algunos de sus ideólogos.

Ante ello el Papa Pío X intervino directamente.





2.- VALLADAR ANTE EL MODERNISMO.

Pío X dedicó su extensa encíclica “Pascendi Dominici Gregis” (1907) al “modernismo” también llamado “progresismo” (ciertas corrientes ideológicas son muy hábiles para usar términos amables que no despierten alarma en el campo opuesto. Lo “moderno” “el progreso” sugiere la idea de algo nuevo y mejor, lo que no siempre es así).

En estos últimos tiempos ha crecido extrañamente el número de enemigos de la Cruz de Cristo, los cuales, con artes enteramente nuevas y llenos de perfidia se esfuerzan por aniquilar las energías vitales de la Iglesia, y hasta por destruir de alto a abajo, si les fuera posible, el imperio de Jesucristo. Guardar silencio no es ya decoroso … Al presente no es menester ir a buscar a los fabricadores de errores entre los enemigos declarados: se ocultan, y esto es precisamente objeto de grandísima ansiedad y angustia, en el seno mismo y dentro del corazón de la Iglesia. Enemigos, a la verdad, tanto más perjudiciales, cuanto lo son menos declarados.
Hablamos, venerables hermanos, de un gran número de católicos seglares y, lo que es aún más deplorable, hasta sacerdotes, a los cuales so pretexto de amor a la Iglesia, faltos en absoluto de conocimientos serios en filosofía y teología, e impregnados, por el contrario, hasta la médula de los huesos de venosos errores bebidos en los escritos de los adversarios del catolicismo, se jactan, a despecho de todo sentimiento de modestia, como restauradores de la Iglesia.

Traman la ruina de la Iglesia, no desde fuera, sino desde dentro: en nuestros días el peligro está casi en las entrañas mismas de la Iglesia y en sus mismas venas; y el daño producido por tales enemigos es tanto más inevitable cuanto más a fondo conocen a la Iglesia. Añádase que han aplicado la segur, no las ramas, ni tampoco a débiles renuevos, sino a la raíz misma; esto es, a la fe y a sus fibras más profundas.

Mas una vez herida esa raíz de vida inmortal, pasan a hacer circular el virus por todo el árbol, y en tales proporciones que no hay parte alguna de la fe católica donde no pongan su mano, ninguna que no se esfuercen en corromper.

Y mientras persiguen por mil caminos su nefasto designio, su táctica es la más insidiosa y pérfida …

Habíamos esperado que algún día volverían sobre sí y por esa razón habíamos empleados con ellos primero la dulzura como con hijos, después la severidad y, por último, aunque muy en contra de nuestra voluntad, las represiones públicas. Pero no ignoráis venerables hermanos, la esterilidad de nuestros esfuerzos; esos hombres han inclinado un momento la cabeza para erguirla en seguida con mayor orgullo. Ahora bien: si sólo se tratara de ellos, Nos podríamos tal vez disimular; pero se trata de la Religión Católica y de su seguridad. Basta, pues, de silencio prolongarlo sería un crimen. Tiempo es de arrancar la máscara a esos hombres y de mostrarlos a la Iglesia entera tales cuales son en realidad”.



A continuación Pío X hace un análisis detallado del “modernismo”. Haciendo notar que sus autores esparcían sus ideas con táctica “insidiosísima”, como para no presentar blanco, mezclando lo filosófico, lo teológico, lo histórico y lo reformador. Todo ello con un fondo de agnosticismo, encerrando la razón humana en el círculo de los fenómenos, sin elevarla hacia Dios.



La encíclica analizó diversas raíces del “modernismo”, incluso la del inmanentismo que -según algunos- consideran la religión como resultado de simples exigencias (sociales, económicas y políticas).

También dedicó capítulos a la Revelación, a la Transfiguración, al sentimiento religioso, al papel de la inteligencia, al origen del dogma y a la pretensión “modernista” de que el dogma no sólo puede desenvolverse y cambiar, sino que debe hacerlo.



Fabricadores de un sistema en el cual, bajo el impulso de un amor ciego y desenfrenado de novedades, no buscan apoyo sólido en la verdad … (para ellos) todas las religiones existentes son verdaderas; “de otro modo no vivirían” (dicen) … Al disertar acerca de la filosofía, historia y crítica muestran de mil maneras desprecio de los preceptos católicos, santos padres, concilios ecuménicos y magisterio eclesiástico, no horrorizándose de seguir las huellas de Lutero, y si ello se les reprende, quéjanse de que se les quita la libertad. Confesando, en fin, que la fe se ha de subordinar a la ciencia, a menudo y abiertamente censuran a la Iglesia porque tercamente se niega a someter y acomodar sus dogmas a las opiniones filosóficas; pues, desterrada y con este fin, la teología antigua, pretenden introducir otra nueva que obedezca a los delirios de los filósofos ...”.

Van adelante en el camino comenzado, y aun reprendidos y condenados van adelante, encubriendo su increíble audacia con la máscara de una aparente humildad. Doblan fingidamente sus cervices, pero con la obra e intención prosiguen más atrevidamente lo que emprendieron. Pues así proceden a sabiendas, tanto porque creen que la autoridad debe ser empujada y no echada por tierra, como porque les es necesario morar en el recinto de la Iglesia, a fin de cambiar insensiblemente la conciencia colectiva ...



Otro punto extensamente tratado en dicha encíclica es el de la evolución, que los “modernistas” aplican incluso a la religión. “En toda esa exposición de la doctrina de los “modernistas” pensará por ventura alguno que nos hemos detenido demasiado; pero era de todo punto necesario … Abarcando con una mirada la totalidad de este sistema, ninguno se maravillará si lo definimos afirmando que es un conglomerado de todas las herejías. Pues a la verdad si alguien se hubiera propuesto reunir en uno, el jugo y como la esencia de cuantos errores existieron contra la fe, nunca podía obtenerlo más perfectamente de lo que han hecho los modernistas … ¿Qué no maquinan para aumentar el número de sus secuaces? En los sagrados seminarios y en las universidades científicas andan a caza de las profesorías, las cuales convierten, poco a poco, en cátedras de pestilencia. Aunque sea encubiertamente, inculcan sus doctrinas predicándolas en las iglesias; más abiertamente las emiten en los congresos, las introducen y las subliman en las instituciones sociales. Con su nombre o con el ajeno, publican libros, periódicos y revistas … Los hay en el número de los legos; los hay también entre los sacerdotes y, ¡cosa que no debía imaginarse!, no faltan aún en las mismas órdenes religiosas”.


Para afrontar a los núcleos “modernistas” Pío X trazaba a los obispos y sacerdotes una minuciosa serie de directivas sobre teología, ciencias profanas, elección de clérigos, de superiores y de profesores, censura en la publicación de lecturas dañinas, crear consejos de vigilancia y pedir la asistencia de Jesucristo para recibir “la abundancia de la soberana luz para que, en tan grandes peligros de las almas por los errores que de todas partes nos invaden, veáis lo que os incumbe hacer”.
En la ordenación de sacerdotes se implantó que abjuraran del “modernismo”.


Dos años después Pío X se reiteró en otra encíclica (Communium Rerum) que el “modernismo” implicaba una doble guerra: desde el exterior y desde el interior. Esta última, “interna y doméstica, tanto más peligrosa cuanto más encubierta … Hijos desnaturalizados que pretenden que el cristianismo sólo conserve el nombre … Entre Cristo y Belial (genio del mal) no hay posibilidad de composición o acuerdo … Advertía que sin unidad la Iglesia no podría superar el peligro de las dos guerras que asediaban (desde el interior y el exterior).


Cinco años después, en su alocución “El Grave Dolor” reaparece el tema de “la guerra encubierta que a la Iglesia hacen sus propios hijos”.
Tal como había previsto Pío X (canonizado como santo en 1951) los “modernistas” doblaron fingidamente sus cervices, pero continuaron con sus actividades de forma más sutil y secreta, y se empeñaron en seguir morando en el recinto de la Iglesia como también había previsto.


Años después el Papa Benedicto XV (1914-22) sucesor de Pío X, dijo en su encíclica “Ad Beatissimi” que algunos “llevaron a tal punto su temeridad, que no dudaron en medir con su inteligencia incluso los mismos secretos misterios de Dios … Así se engendraron los monstruosos errores del modernismo, que nuestro antecesor llamó justamente “síntesis de todas las herejías” y condenó solemnemente. Nos renovamos aquí esta condenación en toda su extensión, y dado que todavía se manifiestan acá y allá, aunque solapadamente, Nos exhortamos a que con sumo cuidado se guarde cada uno del peligro de contraerlo. Pues de esta peste bien puede afirmarse lo que Job ha dicho de otra cosa “es fuego que devora hasta la destrucción” … El que queda infeccionado de este espíritu rechaza con desdén todo lo que sabe a antigüedad, y busca con avidez la novedad en todas las cosas: ejercicio privado de la piedad ...”.






3.- DOS OBJETIVOS CLAROS BAJO COMPLEJA NEBULOSA.

Desenmascarados reiteradamente por Pío X y Benedicto XV, y forzados a pasar a la clandestinidad, los “modernistas” hicieron más sutiles sus elucubraciones filosóficas y neo-teológicas, hasta formar una espesa nebulosa. Pero en el fondo conservaron dos objetivos precisos:

    • - minar la Iglesia Católica, e
      - impulsar al materialismo, elemento invariable de la Revolución Mundial.



La masonería está formada por círculos concéntricos, en los más exteriores militan los masones de grados bajos u “honoríficos”, en los más estrechos, profundos, se encuentra el núcleo archisecreto, pensante y dirigente.
Ese círculo estrecho sabía que sus dos objetivos de lucha eran compartidos por el marxismo, aunque por otros caminos. ¿No cabía que esos dos esfuerzos paralelos se enlazaran ante el enemigo común?
Tenía que hacerse muy reservadamente, incluso prescindiendo de los círculos exteriores donde se movían muchos partidarios del ataque frontal.
El círculo más estrecho, más sutil, buscó la infiltración a fin de actuar “por dentro”. La infiltración tiene la fase “física de ubicar gente propia en el campo opuesto, y además la fase “psicológica”, hábil para vaciar a otras mentes de su contenido ideológico y substituirlo por un contenido nuevo.



Ambas fases se activaron en respuesta a las encíclicas de 1907, 9 y 14.

El teólogo Walter Rauschembusch deslizó muy sutilmente lazos hacia el marxismo en 1917, en “Una Teología para el Evangelio Social”. Era el año en que Rusia estaba siendo comunizada.
En 1926 se infiltró una información secreta, en el sentido de que los jesuitas Herman Gruber y Bertellot se habían reunido en Aix-La Chapelle (Aachen, Alemania), con tres eminentes masones israelitas: Kurt Reichl, del Consejo Supremo de Austria; Eugen Lenhoff, gran maestro de la logia austríaca, y el Dr. H. Ossina Lang, secretario general de la gran logia de NY.
Según el diario “Frankfurter Zeitung” (y un libro posterior del propio Berteloot, titulado “Francmasoneria y la Logia”), en dicha junta se habían creado bases para un entendimiento inicial entre la masonería y los círculos “modernistas”. Un puente a través del cual la Logia influiría entre algunos clérigos, sin que estos pudieran influir en aquélla … ¿Sólo buena fe o principios de apostasía? …


Siguieron otros “encuentros” o “diálogos”, en los que participaron los sacerdotes Gierens, de Alemania; y Macé y Teilhard de Chardin, de Francia.
El filósofo marxista-humanista Ernst Bloch, ahora reconocido como uno de los padres espirituales de la teología progresista, enseñaba que “Dios es una imagen del hombre o del ideal del hombre. Dios es a lo sumo un deseo del hombre, no una realidad”. Y desde el área religiosa enlazaba sutiles argumentos para conciliar ésta con el marxismo. En 1933, con la ascensión al poder de Hitler, Bloch emigró a EEUU (ya casi al fin de la IGM Bloch había exhortado a los soldados alemanes para que abandonaran las armas y favorecer la revolución bolchevique de 1917-8 que trataba de extenderse a Alemania).
Ese mismo año también emigró el profesor Paul Tillich, catedrático de las universidades de Dresde y Frankfort, que ensamblaba socialismo (marxista) y cristianismo.



Algo similar se enseñaba en la Escuela de Frankfort, en el Instituto Sozialfoschung, donde también se hacían malabarismos dialéctico para presentar al marxismo como una ideología humanista que interpreta, por distinto camino, el ideal cristiano. Esta escuela fue cerrada por el Partido Nazi.

La misma tendencia, sutilmente manejada, la sostenía en Francia el filósofo Enmmanuel Mounier desde 1928. Publicó libros y una revista católica: Esprit, donde en forma gradual fue conduciendo a sus seguidores católicos hasta desembocar, en 1940, en la convergencia con el marxismo.
En vísperas de la IIGM, el padre Berteloot publicó en “Revista de París” un artículo abogando por un ensamble “humanista” entre la masonería y el catolicismo. Algo parecido, por otro camino, gestionaban el padre Teilhard de Chardin, el filósofo Aldoux Huxley, el ocultista Dr. Alendy y varios cabalistas. (Aldoux Huxley, era partidario del “evolucionismo” y su hermano Julián llegó a la UNESCO desde donde implantó en todas las escuelas del mundo la teoría del evolucionismo como si fuera una verdad científica. El grupo era financiado por la Banca Worms).


En los '30 la corriente “modernista” frenada en 1907 dejó claras huellas de que ya se hallaba ensamblada con el marxismo que dominaba la URSS.
Al empezar dicha década la rama masónica no sutil (círculos más externos e impacientes) lanzó un ataque frontal y violento contra el catolicismo en España. A la vez, el Papa Pío XI declaró al comunismo “intrínsecamente perverso” y prohibió a los católicos colaborar con dicha ideología, previniéndoles de que ésta se infiltraba en todos los sectores (Encíclica Divinis Rdemptoris, 1937).


No obstante dos acontecimientos: el festín sangriento del comunismo en España y la condenación pontificia, siguió realizándose un acercamiento de sacerdotes católicos y ministros protestantes, de una parte, y grupos políticos procomunistas.
Bajo la ofensiva alemana de 1941, el marxismo asentado en la URSS se derrumbaba, sus pérdidas en tropas, armas, fuentes de materias primas (1,5 millones Km2 de sus más fértiles territorios) no era capaz de reponerse con sus propios medios. Se dudaba de que la ayuda británica y la proximidad de entrada en la contienda de EEUU llegarían a tiempo. En ese crítico momento los diversos grupos secretos en Alemania ayudaban a la URSS con un frenético esfuerzo. Uno era el de Kreisau, donde militaba el jesuita Alfred Delp, los padres Roech y Koening, el pastor Hans Schoenfeld (encargado de las relaciones exteriores de la Iglesia Evangélica), el pastor Eugen Gerstenmaier y el pastor Dietrich Bohoeffer (Iglesia Confesante) que viajaba por Inglaterra, Suecia y Suiza pasando secretos y participó en planes de asesinar a Hitler (descubierto muy al final de la guerra fue fusilado, igual que Alfred Delp).


El jesuita Herman Gruber (ya participaba en 1926 en juntas con altos jefes masones israelitas) canalizaba ayuda económica del extranjero para la masonería alemana disuelta por Hitler, y que actuaba políticamente desde la clandestinidad.
Los mencionados católicos y protestantes minaban la moral hablando sobre que cabía vincular el cristianismo y el marxismo. Lo condenable, según ellos, era el nacionalsocialismo, cuyas victorias en la URSS urgía abatir cuanto antes.
Esos grupos, quizás para atraerse protestantes, hablaban “teológicamente” de que el Papa debía ponerse en el mismo plano que los jefes de todas las sectas, a fin de lograr una “convergencia ecuménica”. En un plano menos secreto tales “religiosos” tenían colaboradores en diversos sectores cristianos, como Bernard Lettehaus, dirigente de la Asociación de Trabajadores Católicos; Jacob Kaise, jefe regional de los Sindicatos Cristianos, y Max Habermann, con influencia entre líderes obreros.


Un opositor público era Martín Niemoeller que se apartó de la Iglesia Protestante y fundó la Liga Presbiteriana de Socorro, predecesora de la llamada Iglesia Confesionalista, desde donde atacaba públicamente el régimen de Hitler, en plena guerra. Fue detenido por su militancia subversiva pero fue puesto rápidamente en libertad, pero intensificó sus sermones y fue llevado a Dachau de donde salió al final de la guerra.
No arrastraba mucha gente, pero el obispo católico Clemente Augusto, conde de Galen, le hizo el gran servicio de exaltarlo en varias ocasiones: ¡Nuestro más fervoroso homenaje a la valentía de este noble alemán! … ¡Pedimos, exigimos, reclamamos justicia!.
Este obispo fue excepcional entre el Episcopado, en cierta forma predecesor del obispo mexicano Sergio Méndez Arceo. Tal vez monseñor Galen no estaba plenamente consciente de quien era el susodicho pastor que tras terminar la guerra se quitó la careta y se declaró ferviente partidario del marxismo y de una fusión sincrética de todas las religiones en la que el catolicismo no tuviese ninguna relevancia sobre cualquier otra secta.
Aunque la acción de tales “religiosos” era un enlace eficaz entre el movimiento marxista de infiltración, no logró atraerse al pueblo. Sólo un pequeño grupo de estudiantes (Rosa Blanca) que hizo “pintas” en Munich con leyendas como las siguientes: “Beresina y Stalingrado (batallas favorables a los bolcheviques) son llamas que refulgen en la URSS).





4.- DOS COYUNTURAS QUE ACELERARON EL PLAN.

Tras la IIGM (1945) se modificaron, por la fuerza fronteras europeas, asiáticas y africanas. Naciones que jamás habían simpatizado con el comunismo quedaron sojuzgadas al mismo.
Ante esa expansión (13 países) el Papa Pío XII dictó excomunión mayor para los comunistas y “todo el que los ayude” (1949).
Cuatro meses después el Vaticano denuncia que el marxismo adoctrinaba sacerdotes para infiltrarlos en distintos países. El obispo auxiliar de NY, Fulton Sheen, añadió que en ese entonces ya había más de mil de esos “sacerdotes”.
Como contrapartida el jesuita Berteloot pidió en su libro “Francmasonería y la Iglesia” que ésta cesara en su “intolerancia e intransigencia” respecto a las logias. El Vaticano reiteró que estaban vigentes los cánones 648 y 2335 que excomulgaban a quienes se afiliaran a la masonería (1950).


No obstante, monseñor Daniel Pezeril, obispo auxiliar de París -hablando entre masones sobre el tema “signos de la Iglesia del mañana”- predecía cambios fundamentales.


Por su parte los rabinos Kaplan, Rosemblaum, y Zwi Taubes cultivaban relaciones con varios sacerdotes conocidos como “progresistas”, a los que fueron agregándose monseñor Alfrink, de Utrech; Suenens, de Malines; Hasn Küng, de Alemania, el holandés Schillebeckx y otros con gran ascendiente entre fieles católicos. Cincuenta sacerdotes españoles llegaron a solidarizarse con ellos.


Avanzaba el “neo-modernismo” … Durante la década de los '50 ya fue perceptible que la Compañía de Jesús se iba apartando de su tradicional obediencia. Varios jesuitas se oponían al naciente Opus Dei, pese a que el Papa Pío XII ya había dado su aprobación a dicha orden, que se perfilaba como ajena al “modernismo”.


Tras la muerte de Pío XII y de Teilhard (1958 y 55 respectivamente) la corriente teilhardista empezó a introducirse en seminarios y círculos católicos. Ya había un arsenal “filosófico-teológico” que solo aguardaba un momento propicio a fin de lanzar una teología que embonara con el materialismo marxista.


La primera coyuntura propicia ocurrió en agosto de 1962, cuando el cardenal Tisserant fue comisionado por el Papa Juan XXIII para que se entrevistara en la ciudad francesa de Metz con una delegación llegada de Moscú, a fin de formalizar la asistencia de observadores soviéticos al Concilio Vaticano II. La entrevista se efectuó en la residencia del obispo de Metz, Paul Joseph Smith. Como representantes soviéticos asistían Anatoly Adamshin y el patriarca Nikodemo Rostow.

Para aceptar que observadores de la URSS asistieran al Concilio, Moscú pedía que no se criticara ni condenara el marxismo. Con autorización de Roma, el cardenal Tisserant accedió a tal petición. La razón se desconoce, pero ha sido confirmado por varias fuentes.
Se puede dudar de los términos exactos del pacto de Metz pero es un hecho que en el Concilio figuraron críticas al capitalismo y al colonialismo, pero ninguna para el comunismo. Es más, en tres ocasiones la comisión competente rehusó que se aludiera al marxismo. Doscientos padres conciliares, de todo el mundo, pidieron que la asamblea del Concilio reiterara las numerosas condenas hechas al comunismo en los años anteriores o que se refutaran los errores marxistas en las áreas religiosa, filosófica, social y económica. Tal petición, firmada, la entregó monseñor Gerardo Proenca Sigaud, arzobispo de Diamantina, Brasil (3 diciembre 1963) pero la Comisión competente la retuvo y luego se negó a tratarla. Otra petición sobre el particular, firmada por 450 obispos (29 septiembre 1965) corrió igual suerte.
Moscú había obtenido (mediante el cardenal Willebrands) la concesión de que en los países ocupados sólo se nombraran obispos “de paz” o sea los que guardaran silencio acerca de las prácticas marxistas, no como el cardenal Mindszenty que aún bajo tortura se negó a colaborar.
Aunque en puridad solamente puede afirmarse que el Concilio no trató el tema del marxismo, no puede afirmarse que diera su bendición para que fuera del Concilio se realizar un movimiento favorable a dicha ideología, pero es exactamente lo que ocurrió. El movimiento soviético “Pax” montó en Roma dos centros propagandísticos que se convirtieron en “Información y Documentación Conciliar” (IDO-C) con 130 especialistas (incluso “expertos” de The New York Times, abogados de la Suprema Corte de EEUU y teólogos “progresistas”).

El IDO-C abrió sucursales en numerosos países y estuvo difundiendo información capciosa sobre el Concilio.



El vendaval de esta propaganda fue la segunda coyuntura que dio pie a los enemigos de la Iglesia para lanzarse a sostener las más peregrinas ideas, invocando “el espíritu del Concilio”. Se dio a entender -aunque sin declararlo específicamente- que todo lo dicho por los Papas, acerca del comunismo, quedaba “en suspenso” en el Limbo, sin abolirlo ni aplicarlo.



El comunismo internacional aprovechó esta segunda coyuntura (posterior al pacto de Metz) siendo ayudado por simpatizantes infiltrados en la propia Iglesia.
Interrogado el general de los jesuitas, Pedro Arrupe, sobre el marxismo y su esencia ateísta, contestó: “Los marxistas y el marxismo no son la meta. Para los jesuitas, la meta es la “justicia social”, que no ha llegado a las masas, y el lujo desatado de la minoría privilegiada. ¿Acaso los buenos cristianos y los buenos marxistas no están contra esos dos males?”.
Años después, en 1977 Arrupe visitó la URSS y fue agasajado por las autoridades soviéticas.
Otro famoso jesuita José María Díez Alegría, decía, en España que Marx lo había llevado al redescubrimiento de Jesús; lo había acercado a la lucha de clases, a la necesidad de abolir la propiedad privada: “Debemos hacer causa común con todos aquellos que se comprometen a la causa revolucionaria del socialismo”.
El jesuita Arthur F. McGovern reinterpretó el evangelio y la misión de Cristo en un sentido económico, terrenal, ajeno a la vida trascendente (“El marxismo: perspectiva cristiana norteamericana”).
James Francis Careny, también jesuita, naturalizado hondureño, recomendó “liberarse de los prejuicios contra la revolución armada, el socialismo, el marxismo y el comunismo. No hay un tercer camino entre ser cristiano y ser revolucionario”.


El antiguo propósito de ensamblar el catolicismo con el comunismo se aceleró al terminar el Concilio en 1965. En cuanto al objetivo paralelo de minar al catolicismo en sus bases teológicas, se dieron en seguida los primeros pasos prácticos con la manipulación de los documentos conciliares. Se tomó de sorpresa al mundo. Los manipuladores aprovecharon párrafos poco precisos de dichos documentos para darles sutiles interpretaciones en favor de una nueva teología de entrañas materialistas. La más leve ambigüedad se aprovechó para poner en ella conceptos opuestos. Y se echó a circular una corriente con cuatro elementos:
1º.- replantar o redefinir todo lo de los 20 siglos anteriores.
2º.- lo humano-social antes que lo sobrenatural.
3º.- al hombre se le sirve en lo socioeconómico.
4º.- sacerdotes “humanizados” para actuar sobre los pobres.


La avanzada de esta nueva “teología” la constituían los jesuitas. Algo fundamental había cambiado en la Compañía de Jesús. Siempre se había acostumbrado discutir sobre la manera más eficaz de servir a los fines sobrenaturales de la Iglesia, pero ahora se ponían a discusión (“redefinición”) los fines mismos.
La Compañía de Jesús, creada por Íñigo López de Oñaz y Loyola, con severa disciplina militar-mística, fue una extraordinaria organización que permitió a la Iglesia Católica afrontar y hacer retroceder la avalancha de la Reforma de Lutero y de Calvino en el siglo XVI.
Loyola afirmaba que en todos los fenómenos psicofísicos actuaban Cristo o Lucifer. Y dado que la guerra de Lucifer contra Cristo y su gracia y salvación eran universales, así la guerra contra Lucifer y sus seguidores tendría que ser igualmente universal. Se trata, decía, de una lucha cósmica.



En la Compañía de Jesús todo se subordinaba a la Divina Trinidad. Así se rigió durante cuatro siglos.
Pero ahora la Compañía se nutría de nuevas enseñanzas, como las de Teilhard de Chardín, paleontólogo y geólogo, subvencionado por la fundación Rockefeller. Desde NY, donde se le dio publicidad mundial, Teilhard influyó el pensamiento de selectos círculos religiosos.
Teilhard trasladó la doctrina darwinista de la evolución a la teología. El hombre había aparecido, según él, como un hecho inherente a la materia misma, no como una gracia gratuita de la Providencia. La mezcla de substancias químicas habían hecho surgir al ser humano, que en su materia lleva las cualidades que lo distinguen de las demás especies. También creó extraños neologismos, como antropogénesis, cristogénesis, cosmogénesis, para armar una doctrina que no deja lugar al pecado original, a la divinidad de Jesús, a la redención mediante su muerte, al perdón de los pecados, al sacrificio de la misa.


Según sus reinterpretaciones la Parusía (Retorno de Cristo) “es el término de la evolución darwinista de la humanidad que llegará a su perfección completa necesariamente, en virtud de las leyes naturales; porque la humanidad no es sino el Cristo Colectivo, y el Juicio Final no es sino el final de la Evolución; donde se necesidad algunos tienen que llegar cola; y eso es el Infierno (El Apocalipsis. Leonardo Castellani, Dr. en Teología de la Universidad Gregoriana de Roma, 1963).
Es más, Teilhard acogía el marxismo con las siguientes palabras: “como me gusta decir, la síntesis del Dios (cristiano) de lo alto y del Dios (marxista) de lo adelante, he aquí el solo Dios que podemos de aquí en adelante adorar en espíritu y en verdad”.
Resulta congruente que las obras de Teilhard, se pusieran a la venta en la sala de ateísmo de Moscú.
Al lado de Teilhard, otros jesuitas participaban en el gran movimiento de “cambio”. McGobern, en el campo de la sociología; Carney, justificando las guerrillas marxistas, y otros que pugnan por la “redifinición” de la libertad humana, del matrimonio, de Cristo, de los sacramentos, de la veracidad de la Biblia, de la Asunción de la Virgen María, de todo.


El teólogo suizo Hans Küng -prestigiado como consejero del Vaticano de 1962 al 65- después del Concilio causó sorpresa y desconcierto al afirmar que “los dogmas son fórmulas humano-históricas, por sí mismas susceptibles de mejoramiento”.
El cardenal José Siri ya había refutado ese pensamiento, propio del examen protestante y del escepticismo filosófico, pues si se prescinde de la “inspiración divina” entonces se acaba por dudar de todo.
Posteriormente Küng dijo en su libro que “los cristianos deben descubrir y reconocer el potencial humano que el marxismo encierra” … El programa marxista no se ha realizado, pero “un buen programa no queda refutado por una mala realización” … “en cuestiones relativas a la moral, ninguna ley debe usurpar el puesto de la libertad” (“Ser Cristiano” por Hans Küng).


Otros muchos libros hablan por el estilo. El famoso Catecismo Holandés, con imprimatur del cardenal Bernard Afrink, “enseña” que “la vida del hombre procede del animal, que fue irguiéndose hasta ponerse de pie … cada vez se ve mejor el grandioso espectáculo: la columna vertebral que se va enderezando, el cráneo que va creciendo en tamaño y contenido, el animal que se yergue hasta convertirse en hombre” (pag. 12). “El marxismo contiene elementos que pueden ser para muchos el camino hacia un cristianismo vivido de una manera nueva”. Además, pone en duda la presencia de Cristo en la Eucaristía y el dogma de la Purísima Concepción. (Tras prolongadas discusiones se logró que en las nuevas ediciones se le agregaran al Catecismo algunas notas rectificatorias).






5.- LLUVIA DE FALSAS INTERPRETACIONES.

El teólogo Malach Martin, ex profesor del Instituto Bíblico Pontificio, afirma que el Concilio Vaticano II “no cambió la doctrina. No cambió parte alguna de su estructura. No abandonó ninguna de sus perennes leyes morales. Todo lo confirmó”. Pero considera que algunos de sus documentos fueron redactados en forma un tanto vaga, lo cual dio origen a que luego surgieran más improcedentes interpretaciones.
Lo mismo opina el filósofo católico Dietrich von Hildebrand. El Concilio no suprimió las anteriores condenaciones hechas por la Iglesia contra las herejías y diversos errores; dejó incólume el principio de que se amará a Dios sobre todas las cosas, no después de las metas socioeconómicas de los oprimidos. La verdad, y por encima de todo, la verdad sobrenatural, no cambia. Lo que sucedió es que después del Concilio numerosos teólogos dieron falsas interpretaciones, algo así como la traición de Judas (El Caballo de Troya en la Ciudad de Dios. Dietrich von Hildebrand, Prof. de la Universidad de Munich).


Por ejemplo en el Concilio se trató del misterio de la única Iglesia creada por Cristo; en segundo término se analizó el concepto de “pueblo de Dios”, sobre el cual el Espíritu Santo “reparte gracias de todo género, con que lo dispone para realizar variedad de obras”; y en tercer lugar se ocupó de la jerarquía de la Iglesia como guía de la grey.

Tras el Concilio, varios teólogos alteraron ese orden y dijeron que “el pueblo de Dios” era en primer lugar, arriba de la jerarquía y de la Iglesia. El teólogo francés Yves Congar, entre otros, afirma que antes del Concilio se veía el mundo a partir de la Iglesia, pero que “ahora se lucha por una Iglesia para el mundo … Se tiende ahora a ver la Iglesia a partir del mundo. El episcopado viene “dentro” del concepto pueblo y no por “encima” de él, sino tras él.


Así se pretende romper el orden jerárquico y abrir las puertas para que la Iglesia se diluya en multitud de interpretaciones surgidas “del pueblo”. Se dice que tal cosa equivale a poner los caballos tras la carreta, o al ciego por delante y el guía detrás.


Por otra parte el Concilio aprobó una “Declaración sobre la libertad religiosa” la cual afirma: “Esta libertad consiste en que todos los hombres han de estar inmunes de coacción, tanto por parte de personas particulares como de grupos sociales … El hombre al creer, debe responder voluntariamente a Dios y que, por tanto, nadie puede ser forzado a abrazar la fe contra su voluntad”.
Varios teólogos “modernistas” tomaron esa declaración como pretexto y dieron a entender -tras el Concilio- que todas las religiones son iguales; que la Iglesia Católica no tiene la verdad y que sólo anda en busca de ella. En suma, que ya no es importante la creencia que se adopte.


Respecto a los no cristianos, el Concilio dedicó frases amistosas a los budistas, a los hinduistas, a los musulmanes, etc. exhortando a los católicos a que “reconozcan, guarden y promuevan aquellos bienes espirituales y morales, así como los valores socioculturales, que en ellos existen”.

Partiendo de esta frase y otras similares, numerosos comentaristas han llegado a decir que tratar de catequizar a los no católicos es atentar contra su “libertad religiosa”. Pretenden acabar así contra la evangelización. Y por ese camino llegan a falsear la verdadera idea del ecumenismo y tienden a una agrupación de religiones y sectas en una confederación universal, en la cual la Iglesia de Cristo quedaría como un fragmento en disolución. Todo esto en contra del verdadero ecumenismo, que siempre ha sido un movimiento de la Iglesia para reintegrar en su seno a los no católicos, “tal como una madre busca a sus hijos extraviados y combate el error de su extravío”.



La “opción preferencial por los pobres” -tratada en el Concilio- fue malinterpretada como la tarea de combatir a los estratos que no fueran pobres y a los sistemas políticos (de libre empresa) que propician que muchos no lo sean.
El jesuita John W. O'Malley afirmó en “Theological Studies” en EEUU, que la Iglesia ya había reconocido que no tenía la verdad, y que divorcio y aborto debían enfocarse bajo una nueva luz. Y en EEUU, y otros países se legisló para legalizar el aborto.


Muchos puntos que el “modernismo” había sostenido en el XIX estaban siendo resucitadas. En 1967, cuando eso ocurría, se abolió el juramento de combatir el “modernismo”, implantado por Pío X en 1907.
Durante la congregación general de delegados jesuitas, de diciembre de 1974, se insistió en que la tarea nueva consistía en procurar la justicia social y política. Aunque sin declararlo específicamente, los objetivos espirituales quedaban en lugar secundario, o no quedaban ya.


El padre Martin dice que la compañía había tenido durante siglos objetivos espirituales, sobrenaturales, ultraterrenos … “Ahora la misión jesuita renovada menoscaba el ideal ignaciano. El reino por el que van a luchar es el reino por el que todos luchan: el bienestar material ahora; el enemigo es de carácter económico, político y social: un sistema secular llamado capitalismo democrático y económico. El objetivo es material: acabar con la pobreza y la injusticia, fruto del capitalismolas armas que se habrán de emplear son las de la agitación social”.


El Papa Paulo VI se decepcionó de todo al recibir los documentos de la congregación general de delegados jesuitas; que pudo retenerlos, para que no se les diera curso, pero que carecía de la dureza y la energía necesaria para tiempos como los que corrían … Habría bastado una palabra suya … pero parpadeó. Por conducto de la oficina de su secretario de Estado, el cardenal Jean Villot, devolvió los decretos”. Y se promulgaron con objeciones que prácticamente no modificaban lo fundamental.
Tal vez eso, y otros sucesos semejantes provocaron su sorprendente declaración: “el humo de Satanás ha entrado en el santuario y ha envuelto el altar” (29 junio 1972).





6.- LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN DE SIGNO MATERIALISTA.

El huracán propagandístico de “modernismo-progresismo-redefinición” logró ganar posiciones en la Conferencia Episcopal Iberoamericana de 1968 celebrada en Medellín, Colombia, y a continuación todo eso apareció bautizado como “Teología de la Liberación” en un libro del jesuita peruano Gustavo Gutiérrez (1973).



En realidad Gustavo Gutiérrez reúne muchas cosas que ya venían diciéndose en Europa y EEUU. Hace 133 citas de autores marxistas, con todos los cuales parece coincidir, a veces tangencialmente. Considera, amparándose en Sartre, que el marxismo es, en el pensamiento filosófico, “insuperable”. En medio de circunloquios, citas del Antiguo Testamento y frases piadosas, va deslizando:

· un amplio sector de la Iglesia está ligado a quienes detentan el poder.
· el hecho religioso debe ser redifinido.
· se requiere “un replanteamiento de la misión de la Iglesia”.
· la Iglesia no es el lugar exclusivo de la salvación … Debe orientarse hacia un nuevo y radical servicio a los hombres.

· la finalidad de la Iglesia no es salvar en el sentido de “asegurar el cielo” … la salvación es una realidad actual en la historia.

· urgen nuevas estructuras eclesiales.
· lo mundano aparece cada vez más consistente en sí mismo.
· el subdesarrollo de unos pueblos se debe al desarrollo de otros.
· los pueblos latinoamericanos no saldrán de su situación sino mediante una revolución social
· la inspiración socialista es mayoritaria y representa la veta más fecunda y de mayor alcance


Reiteradamente justifica la lucha de clases porque unos hombres son propietarios de medios de producción y otros no. Además, de sus diversos planteamientos se deduce que el enemigo es todo sistema no comunizado (Teología de la Liberación. Gustavo Gutiérrez, S.J. Ediciones sígueme, Salamanca).


Los expertos han dicho que propiamente no se trata de una teología, pues no se fundamenta en la idea de un Dios como Ser Supremo y Creador y Redentor. El “liberacionismo” arranca del supuesto de que “el pueblo de Dios” es la fuente de la revelación espiritual y se encamina a desplazar a la teología bimilenaria del cristianismo.



Dicha “teología” no trata de liberar a ninguno de los países que han caído bajo las garras comunistas y que viven en la miseria y la injusticia perpetua. Sólo justifica liberar a Cuba de Batista, a España de Franco, a Chile de Pinochet, a Nicaragua de Somoza.
Tampoco muestra ningún interés por liberar a Camboya, a Vietnam, a Laos, a Hungría, a Checoslovaquia, ni menos a China o la URSS. Ahí no encuentra absolutamente nada que liberar.
Los críticos señalan que es falsa su pretensión de fundamentarse en “la opción por los pobres”, pues la opción de Cristo por los pobres no excluía a los no pobres, así como la preferencia por los niños no excluía a los adultos. Ni la pobreza ni la riqueza sirven por sí solas para la salvación de las almas; únicamente la gracia de Cristo lo logra, con la colaboración de cada quien. Y la gracia -dicen numerosos teólogos- está abierta a todos, no es exclusiva para unos y excluyente para otros.
Durante sus viajes a México, Brasil y Nicaragua el Papa Juan Pablo II hizo críticas a la Teología de la Liberación.


El cardenal Joseph Ratzinger -director de la congregación por la Doctrina de la Fe- expidió un extenso y detallado documento de crítica para dicha teología y sus practicantes por querer adoptar el análisis marxista y la “lucha de clases” como partes integrantes del cristianismo.
Y entonces ocurrió algo inusitado, el nuevo General de la Compañía de Jesús, padre Peter Hans Kolenbach, repudió dicho documento como “negativo” y dijo que esperaba un segundo documento “más equilibrado” hacia la Teología de la Liberación. En seguida el cardenal Agostino Cassaroli, secretario de Estado del Vaticano, anunció que ciertamente se publicaría otro documento “mejor compuesto”, y aclaraba que él no había participado en el anterior.


A Moscú tampoco le gustó el documento de la Congregación por la Doctrina de la Fe y declaró que era “la deshonra de nuestro tiempo”.


Otra protesta fue la del famoso jesuita Juan Luis Segundo, miembro del Regis College, de Toronto, Canadá que en 1985 publicó un libro titulado “Teología e Iglesia. Respuestas del cardenal Ratzinger y una Advertencia a la Iglesia”. En tono desafiante dice que “el Vaticano demuestra ignorancia en sus críticas injustas; no comprende ni la teología de la liberación ni el marxismo … La Iglesia Popular o Iglesia del Pueblo ha surgido de la visión unitaria del hombre y de ella emana la verdadera autoridad magisterial de Cristo”.
Agrega que el cardenal Ratzinger y Juan Pablo II han de abstenerse de “pecar contra esta nueva y verdadera autoridad magisterial porque las necesidades materiales de los hombres deben ser el objeto primordial de los esfuerzos de la Iglesia” (el autor tuvo la aprobación del General de la Compañía de Jesús, padre Kolvenbach).

En una segunda “Instrucción sobre la Libertad y la Liberación Cristiana” (22 marzo 1986) el cardenal Ratzinger censuró el “liberacionismo” en varios puntos:
I.- la dependencia del hombre respecto a Dios les parece una servidumbre de la cual pretenden “liberarse”.

II.- es ambiguo el proceso moderno de liberación y así lo demuestran los tristes resultados que han logrado.
III.- a veces la “liberación” ha sido orientada hacia proyectos colectivistas que engendran injusticias.
IV.- la Iglesia se opone a todas las formas de colectivismo.
V.- la tarea educativa pertenece fundamentalmente a la familia, no al Estado.
VI.- si no se busca el Reino de Dios carecen de sentido “los esfuerzos de liberación de orden económico-social y político”.



Ninguno de los dos documentos detuvieron a los “liberacionistas” quienes levantaron protestas en todo el mundo y siguieron haciendo proselitismo. Fue claro que no estaban dispuestos a desistir de su empeño de ensamblar cristianismo y marxismo, pese al absurdo que implicaría creer en Dios y a la vez negarlo.


El presidente de la Conferencia Episcopal brasileña, Ivo Lorscheiter, dijo que tal teología “supone un cambio del contexto global socio-político, histórico y eclesial”.
El obispo Méndez Arceo comentó que dicha teología es “la Iglesia de los pobres; no puede haber institución religiosa para los ricos”.
El abad de la Basílica de Guadalupe, Guillermo Schlemburg, declaró que tal teología “tiene puntos muy dignos de ser tomados en cuenta … Ya ha tenido cabida en la reunión de Medellín en 1968 … el marxismo como doctrina social y política en lo que tiene de bueno de digno para el hombre, puede ser aceptado” (si bien no especificó ninguna de dichas bondades).


El más famoso teólogo liberacionista de Brasil, Leonardo Bosff, estuvo un año suspendido por acuerdo del Vaticano, pero luego reanudó sus actividades. Lo apoyan el obispo Helder Cámara, los cardenales brasileños Paulo Arns y Aloinsio Lorscheiter, la Orden de los Franciscanos y otros numerosos obispos y sacerdotes.
Boff dijo al diario “Jornal del Brasil”: “lo que proponemos no es teología en le marxismo, sino marxismo en la teología”.
En otra entrevista a “Der Spiegel” dijo que: “la doctrina social de la Iglesia es sólo una tesis, en tanto que la Teología de la Liberación es una teología moderna. Agregó que la actual Iglesia es monocéntrica, con sede en Roma, pero que después del Concilio ha surgido “una Iglesia policéntrica, lo cual no les parece bien a organizaciones como el Opus Dei, que pretenden mantener una Iglesia que, en realidad, es moribunda … Roma es muy complejo. Tenemos buenos amigos allá. Por ejemplo, el cardenal Martini, de Milano. En el año 2000, dos tercios de todos los católicos vivirán en Latinoamérica, donde la Teología de la Liberación ya hoy es determinante, Roma sólo seguirá como centro administrativo, pero ya no será el punto central vital. Habrá una Reforma moderna” (nov. 1984).

Posteriormente Boff y el obispo Pedro Casaldaliga afirmaron que en Brasil hay 200.000 comunidades eclesiales de base, con cuatro millones de miembros (25 julio 1989). Esas comunidades son una especie de milicia de católicos de buena fe que pueden ser aprovechados -sin saberlo- para cualquier acción procomunista.


Durante un viaje a Moscú para estrechar relaciones, Boff fue agasajado por el Partido Comunista, el cual reiteró que es muy favorable que la Teología de la Liberación esté dando “un nuevo tratamiento a la cuestión religiosa”.
La Teología de la Liberación sirve de base intelectual -con diferentes grados de marxismo- al movimiento de Comunidades de Base, el cual desemboca en la Iglesia Popular, antijerárquica. También sirve de fundamento, con diferente vocabulario, al Movimiento de Cristianos por el Socialismo, rama que adquirió mucha fuerza en Chile (durante el régimen de Allende) dirigido por el jesuita Gonzalo Arroyo. (Durante el régimen de Allende hubo en Chile una asamblea de 80 sacerdotes progresistas, en la que el padre Paul Blanquart, profesor del Instituto Católico de París, elogió a Castro Ruz y dijo: “la Iglesia ya dejó de ser una y debe encaminarse por la senda del socialismo; lo demás no es Iglesia auténtica, sino falsa y muerta”).


Es evidente que la teología de la liberación goza de grandes recursos económicos así como el apoyo de muchos medios de información mundial actuando en lo religioso y lo político.
Debe reconocerse que en el plano material dicha “teología” despierta grandes ilusiones de prosperidad para las masas y a la vez les brinda un objetivo sobre el cual dirigir su ira (odio de clase) o sean las instituciones capitalistas o simplemente “no marxistas”. Esto le confiere una gran potencialidad expansiva, capaz de llegar incluso a realizar movimientos subversivos.
En este punto de señalarles a los pobres -aunque falsamente- cuál es el enemigo que los mantiene en la miseria y debendecirles la lucha contra él, la Teología de la Liberación lleva ventaja, fraudulenta, a la Iglesia bimilenaria que deja fuera de su campo resolver la situación político-económica del mundo. Puede impulsar a los laicos a que sean generosos y justos, pero no prometer la prosperidad mundial. En cambio la Teología de la Liberación engaña a las masas afirmándoles que tiene la solución para su pobreza y que va sacarles de ella por el camino socialista.


Dicha teología hace hincapié en la pobreza, pero jamás identifica los veneros de donde surge. El más grande estrato de ínfima pobreza está en el campo, víctima de la Reforma Agraria revolucionaria. Gravemente pobres, también son los desempleados, víctimas de la política revolucionaria de endeudamientos, derroches y estatizaciones. Pobres, asimismo, son las familias a quienes se les evapora su poder adquisitivo debido a la inflación creada por los sistemas revolucionarios.
Estos tres grandes veneros de miseria no son obra de la sociedad, como pretenden los “liberacionistas” cuya táctica es invocar la miseria como bandera y lanzarse a promover el marxismo.
La desinformación de las masas empobrecidas (incluso de muchos sacerdotes de buena fe) facilita dicho engaño. En los círculos católicos no se habla de las auténticas raíces de la miseria, de tal manera que el falso planteamiento de la Teología de la Liberación es la única explicación al alcance de los pueblos del tercer mundo. Por ejemplo:
1º.- el campesino ignora que su miseria no se debe al sistema de libre empresa, sino a la Reforma Agraria marxista.

2º.- el desempleado ignora que su desventura se debe a políticas marxistoides que obstruyen la inversión para crear centros de trabajo.

3º.- la inmensa mayoría de las familias con problemas económicos ignoran que la economía se deteriora debido a las lacras de la Revolución Mundial, esencialmente marxista.

4º.- en general se ignora que el marxismo no resuelve nada. Y que los regímenes aún no comunizados totalmente presentan graves fallas NO por lo que todavía conservan de libertad económica, sino por el contagio que ya sufren de la política marxista.


Y lo más importante, que
el remedio a los males materiales no reside en medios materiales, sino en las fuerzas espirituales. A mediados del siglo XX había ya en el mundo una tendencia al materialismo, y la Teología de la Liberación enfocó el problema inclinándose más hacia todo lo material, en vez de impulsar un ascenso espiritual a la luz de la religión. El resultado ha sido la disolución creciente.






7.- EL SORPRENDENTE TRIUNFO “TEOLÓGICO” EN NICARAGUA.

En 1969 pequeños grupos de agitadores comunistas empezaron a cometer asaltos en Nicaragua. Para sorpresa de muchos, al año siguiente 40 estudiantes de la Universidad Católica Centroamericana, adoctrinados por maestros jesuitas, ocuparon la catedral de Managua y exigieron que fueran liberados varios de los guerrilleros rojos detenidos.
Inmediatamente después tales estudiantes recibieron el apoyo público del sacerdote Fernando Cardenal, vicerrector de la Universidad, y luego de 22 jesuitas que firmaron una carta de adhesión. El movimiento cundió a León, donde fueron ocupados cuatro templos más. Todo se desarrolló según un plan:



1º.- los “presos políticos” eran terroristas y homicidas como José Benito Escobar Pérez.
2º.- veintenas de sacerdotes avalaron los nuevos brotes guerrilleros como anhelos de “liberación”. En esto estuvieron implicados miembros de la Orden Mariknoll, de las Hermanas de Loreto, de la Conferencia de Superiores Religiosos, del Centro Jesuita de Educación y Promoción
Agraria, del Instituto Histórico, de la Conferencia de Religiosos y de las Comunidades de Base.


3º.- el pueblo católico no recelaba de sus pastores que les hablaban de la “opción preferencial por los pobres” impulsando el odio de clases.

4º.- a Jesucristo se le aludía como “revolucionario”; a la Virgen como “madre de los revolucionarios”; la eucaristía simbolizaba “el pan de los pobres ya liberados”; el cielo se alcanzaba aboliendo las viejas estructuras.

5º.- el General de los Jesuitas, Pedro Arrupe, aprobó todo esto diciendo: “nuestros hermanos de Nicaragua se han erigido en campeones de los pequeños de Dios”.

6º.- en vísperas del triunfo guerrillero casi todos los obispos declararon que “la revolución era legítima”, aprobaron la lucha de clases y afirmaron que el socialismo “significa dar preeminencia a la mayoría de nicaragüenses” (junio 1979).

7º.- tales pronunciamientos complementaron las armas y los comandos que llegaban de Cuba. Carter pudo
luego “cesar” a Somoza.

8º.- los sacerdotes Miguel Escoto Brodkman, Ernesto Cardenal, Edgar Parrales, Rafael Lucio y otros más pasaron a ocupar puestos altos en el gobierno comunista de Borge y Ortega. Además llegaron s acerdotes del extranjero para colaborar en la formación de la “Iglesia
Popular” de inspiración marxista
.




El cardenal Cassaroli -que en los '50 había iniciado un acercamiento con Stalin y que luego aconsejó el Pacto de Metz- retiró de Nicaraguaal antiguo Nuncio Mons. Gabriel Montalvo y los substituyó con monseñor Pietro Sambi (procedente de Cuba).
Este nuevo delegado pontificio se mostró simpatizante del régimen: “la revolución nicaragüense está ante la oportunidad histórica de ser diferente a otras; tiene la posibilidad de ser una revolución que se hace en comunión con los valores del cristianismo y de ser pluralista”.
Nunca existió tal pluralismo, la educación pública quedó inmediatamente encauzada hacia el ateísmo; laeconomía y la agricultura fueron forzadas a entrar en el cauce marxista; hubo más de mil ejecuciones sin proceso formal y más de seis mil prisioneros de guerra confinados en campos de concentración. Se impuso un racionamiento que nadie hubiera concebido en la época de Somoza.



Y frente a la Iglesia de siempre se alentó la llamada Iglesia Popular, que mediante las Comunidades de Base empezó a realizar el proyecto de varios “teólogos liberacionistas” uno de los cuales (Karl Rahner) difundía que la Iglesia del futuro ha de crecer a partir de grupos libres, que elegirán a sus propios ministros; “una Iglesia democratizada” (Cambio Estructural de la Iglesia, K. Rahner, 1972).
Cuando en 1983 el Papa Juan Pablo II visitó Nicaragua, no pudo hacerse oír en la homilía, pues las “porras” no cesaron de sisearlo y de gritar: “el poder para el pueblo” … “háblenos de los pobres” … “queremos una Iglesia unida con los pobres” … “háblenos de las injusticias del capitalismo” …


Tras diez años de dictadura, en junio de 1989, ya era evidente que un considerable sector se había alejado del catolicismo, en una crisis de fe, y había abandonado el culto tradicional (Los Cristianos y la Revolución en Nicaragua 10 Años Después. Religiosos Luz Arellano y Rafael Aragón, San José, Costa Rica).


En cuanto a la situación social, en general, el régimen nicaragüense contrató varios expertos para que hicieran un estudio de la economía del país, y se precisó que:
· el poder adquisitivo había bajado al 30% (perdido un 70%);
· en los últimos 16 meses el tipo de cambio había pasado de 10 córdobas por $ a 26,250;
· las importaciones triplicaban a las exportaciones.
· que la ayuda recibida en $ no es suficiente.



En resumen Nicaragua ha pasado a ser el país más pobre del Continente, desbancando de esa posición a Haití (reportaje de Mark A. Uhlig, de The New York Times, 1 junio 1989).
La comisión económica de la ONU declaró que de septiembre de 1987 a septiembre de 1988 los precios en Nicaragua subieron un 7,8%. La Agencia Británica Oxfam informó que la mortalidad infantil ha aumentado alarmantemente (AP, 1 agosto 1989).


Naturalmente ahora la Teología de la Liberación ya no habla de liberar Nicaragua -más mísera que nunca y bajo una dictadura mucho peor que la de Somoza-. En los países comunizados no hay nada que liberar, ya está todo “liberado”.
En El Salvador se han hecho denuncias concretas de clérigos que ayudan a los marxistas incluso en actosterroristas.




8.- YA NO BUSCAN SU DESTRUCCIÓN FÍSICA.

Ahora los regímenes revolucionarios ya no se proponen exterminar físicamente a la Iglesia Católica como antaño. Ahora tienen planes más sutiles: quieren que la Iglesia se modifique hasta el grado que llegue a colaborar en la revolución que se desarrolle la “lucha de clases” marxista, pero ahora desde dentro. Y silencian que la metafísica del comunismo es fundamentalmente anticristiana.


En Cuba se inició una etapa violenta cuando Castro Ruz subió al poder y desterró a los sacerdotes que le parecieron renuentes a colaborar. Luego tuvo la suerte de contar con simpatizantes como el Nuncio Zacchi quien desilusionó a los católicos cuando lo vieron junto a Fidel en las ceremonias revolucionarias, y aún hay más cuando entregó a los tres hermanos García Marín “contrarrevolucionarios” refugiados en la Nunciatura para que fueran fusilados.
Castro prohibió las escuelas católicas y vetó a la Iglesia medios de difusión, es más los católicos son discriminados para los puestos públicos o para las cátedras, la evangelización está prohibida por la Plataforma del Partido Comunista; las fiestas religiosas y hasta los nombres cristianos desterrados -sustituyéndose por festejos y nombres revolucionarios-. La educación pública, monopolizada, enseña que el hombre es materia “en avanzado estado de evolución” y que la ciencia elimina la ignorancia sobre la cual se apoyan las religiones (testimonios hechos públicos por el senador de EEUU, Larry Fressler en la Gaceta Oficial del Congreso, junio 1983).


El padre Carlos Manuel de Céspedes, secretario de la Conferencia Episcopal Cubana, admite que e catolicismo ha perdido numerosos fieles e las últimas décadas. Antes eran bautizados el 90% de los niños, en tanto que ahora sólo el 30%. Menos del 1% de adultos va a misa (AP, 25 agosto 1989).


Logrado esto, en la década de los '80 Castro Ruz ha puesto en marcha un “acercamiento” con la Iglesia, especie de “perestroika”. Preparó el terreno propagandístico con un libro del sacerdote Frei Betto (ligado al régimen de Nicaragua), titulado: “Fidel y la Religión”. Dice: “después del Concilio Vaticano II, la Iglesia de América Latina pasó a elaborar su propia teología. Dejó de importarla de Europa … Esta teología nace en el interior de las Comunidades Eclesiales de Base … Temer el marxismo es lo mismo que temer la matemática por considerarla sospechosa de sufrir la influencia pitagórica … la Iglesia de Cuba asume el mestizaje español-indio, el mestizaje español-negro y así también el mestizaje cristianismo-marxismo” (Frei Betto pasó por alto el informe de la comisión Europea de Derechos Humanos según la cual hasta 1985 habían sido fusilados 40.000 cubanos y 14.000 eran reos políticos tras 26 años de marxismo).


Tras difundir masivamente dicho libro en el Continente, a mediados 1987 se efectuó en la Habana el III Congreso Continental del Movimiento Cristiano por la Paz, la Independencia y el Progreso. Asistieron 300 delegados de 27 países, incluso de la URSS. Fue una reunión de “teólogos de la liberación” inaugurada por el vicepresidente Carlos Rafael Rodríguez, en representación de Castro Ruz.
De visita en La Habana, el cardenal francés Roger Etchegaray se entrevistó con Castro Ruz y declaró después: “fue un encuentro muy cordial, de hombre a hombre, sin dobleces. Compartimos la misma pasión por la dignidad y la libertad del ser humano” (1 enero 1989).


Cuatro meses después el obispo colombiano Darío Castrillón, presidente del Consejo del Episcopado Latinoamericano (agrupa a 900 obispos de 22 países) declaró en NY: “yo creo que Gorbachov es un visionario … le he pedido al presidente Bush que ayuda a Cuba y Nicaragua. Nos parece importante que la política de EEUU tenga en cuenta la realidad socio-religiosa de la Iglesia Católica latinoamericana, porque ella puede contribuir fundamentalmente a la paz, pero también desde ella puede haber contribuciones a la guerra … Un día le dije al presidente Castro que no hubiera sido posible la revolución nicaragüense sin la presencia de la Iglesia, porque ésta, aunque no comulga con la violencia, está contra la injusticia” (19 mayo 1989).


En Cuba y Nicaragua se dieron circunstancias propicias para que la Revolución violenta (el primer camino) dominara ambos países.


En lo anterior -y en sucesos parecidos- muchos cubanos expatriados creen ver síntomas de que en Cuba -y más aún en Nicaragua- gana terreno el “ensamble” marxismo-clero. Ahora ya no se ve como una ficción el plan fraguado en los '20 por el grupo masónico-judío-jesuita de Lenhoff, Reichl, Lang, Gruber, Berteloot, Chardin, Bloch y otros.


Ciertamente ni Cuba ni Nicaragua son excepciones. El “ensamble” gana clérigos en todo el mundo y se le ve activo desde Canadá hasta Chile, país este último al que está muy urgido de “liberar” a raíz de que cayó Allende. El mismo fenómeno opera de España a China; su historia país por país ocuparía miles de páginas.
Que el marxismo representaba un peligro para el mundo, y en lo particular para el catolicismo, lo advirtió el Papa Pío IX desde mediados del XIX, los Papas León XIII, Pío X y Pío XI, Pío XII llegó a decir que el diálogo con el comunismo era imposible porque se carecía de lenguaje común y porque los caminos eran divergentes (1956).
El Papa Juan XXIII mencionó (Encíclica Madre y Mastra, anterior al Concilio) que el Papa Pío XI había recalcado “que la oposición entre comunismo y cristianismo es radical”. Después agregó Juan XXIII que se podían hacer contactos con los no católicos, prudentemente, y bajo “las directivas de la autoridad eclesiástica”.
Los “teólogos liberacionistas” se valieron de eso para hacer propaganda a favor de sus planes.


Pero en las últimas décadas el tema del comunismo ha sido omitido de la atención pública y los mass media, de forma que todo lo que le atañe ya no llega a la masa de los fieles, muchas veces ni siquiera a los párrocos. Al contrario se crea la difusa sensación de que el anticomunismo es intransigente, anticuado y fantasioso. Casi lo han convertido en lo “intrínsecamente perverso” o cuando menos en “caza de brujas”.


La nueva táctica de los adversarios de la Iglesia, está claro que ya no se empeñan en exterminarla físicamente. Ahora prefieren lograr que cada día más sacerdotes y “teólogos” y laicos colaboren con ellos para el triunfo de la Revolución Mundial.

La Teología de la Liberación es actualmente un recurso esencial de la Revolución, ya sea en su camino violento y/o pacífico.





9.- FRACASADA LA PRIMERA VÍA USAN LA SEGUNDA.

Tras la caída de Alfonso XIII, en 1931, la masonería no sutil, la partidaria de la lucha frontal, violenta, comenzó a controlar el poder gubernamental bajo el nuevo régimen republicano. Rápidamente fue haciéndose sensible un ambiente de “libertad religiosa” pero tremendamente hostil al catolicismo, hasta que se llegó a la persecución abierta.


La situación empeoró en mayo del 36 al llegar el comunista Frente Popular al poder con el masón Manuel Azaña a la cabeza. Era un régimen de transición hacia el marxismo más violento. Los asesinatos eran diarios ante la inhibición del poder público, algunas semanas ascendieron a 269; 170 templos fueron profanados e incendiados mientras se creaba el caos general con 113 huelgas generales y cientos de otras sectoriales.
Dos meses después se inició el levantamiento nacional que estableció su gobierno en Salamanca (Franco siempre definió la lucha de España contra la alianza judeo-masónica-marxista).


En Carta Pastoral de 30 de septiembre, los obispos se declararon “contra el disolvente comunismo” y a favor de la “defensa de la civilización y sus fundamentos: religión, patria y familia”. Era una “Cruzada”. El cardenal Gomá culpó de las matanzas a “judíos y masones que envenenaban el alma nacional” (enero 1937).
Hubo otra carta colectiva dirigida a todo el mundo: “pedimos que nos ayuden a difundir la verdad … es una lucha contra la revolución comunista, contra la barbarie” (julio 1937).


La Cruzada española fue una guerra con encarnizados móviles ideológicos y anticristianos. En la retaguardia roja, éstos descargaban particular odio contra los sacerdotes, católicos y falangistas. Casi ni un templo escapó de la profanación y/o las llamas o dinamita. Las imágenes, muchas auténticas obras de arte, destrozadas y quemadas. Las ostias, pisoteadas. Un monumento al Corazón de Jesús fue desmontado y “fusilado”. Las tumbas de numerosos templos fueron abiertas y profanados sus restos.
Lo más insólito ocurría con los sacerdotes y con católicos a los que se torturaba de mil maneras distintas: sacándoles los ojos, golpeándolos hasta la muerte, enterrándolos y/o quemándolos vivos. Las mujeres y todas las monjas eran ultrajadas masivamente y luego rematadas a golpes y tiros.
A muchos desventurados se les obligaba a proferir blasfemias, lo hicieran o no, al final se les torturaba. Padres de familia eran asesinados a la vista de sus hijos o viceversa por delitos tan graves como haber ido a misa.


Se instauraron las “chekas” (cárceles del pueblo) comandadas por cabecillas llegados de la URSS, dónde tenían un largo repertorio de torturas, así,
· la “nevera” consistía en desnudar a la víctima en invierno para arrojarle baldes de agua helada.
· la “celda del huevo” era una cámara con agua hasta la cintura y con paredes ovoides.
· la “celda 32” en la que los presos sólo cabían tirados en el suelo y encogidos, desprovistos de comida y agua. · el “compás” era un tormento muy común consistente en estirar las piernas hasta el límite, sin llegar a desgarrar.
· la “celda de cuclillas” no tenía espacio para ponerse de pie.
· el “baño jabonoso” era un estanque con agua turbia, en cuyo piso había vidrios que cortaban los pies.
· la “bomba de aire” insuflaba aire a presión a los intestinos o inyectaban cemento para causar muertes lentas por peritonitis.



Justo Pérez de Urbel comenta: “si no creían en Dios, ¿para qué blasfemar? ¿por qué celebrar orgías con lo sagrado? Ese odio irrefrenable era evidentemente de orden trascendental, no humano, sino diabólico … la muerte parecía más amable y deseada que la vida misma ...”. Y agrega: “los causantes de sacrilegio y del crimen eran españoles … ¿Cómo fue posible? … ¿de dónde surgió tanta impiedad? … ¿dónde se incubó tanto odio y criminalidad? …. Milicianas de camisa roja y pantalón negro. Terribles sacerdotisas de la Revolución … fue uno de los sucesos más extraordinarios registrados en la historia mundial (Mártires de la Iglesia. Fray Justo Pérez de Urbel. 1956).
Todos los libros de este tipo han sido retirados ahora hasta de las bibliotecas y también han sido borradas las hemerotecas de los diarios de la época con fotos y columnas sobre la materia.


Finalmente los rojos fueron derrotados en 1939. El Papa Pío XII envió un mensaje declarando a la nación española “baluarte inexpugnable de la fe”.
Bajo Franco hubo un cambio total de acrecentamiento de la fe y de la moralidad, pública y privada. El sentimiento de patria y familia tuvieron un vigoroso renacimiento. El fervor religioso era evidente en grandes peregrinaciones, misiones, y comuniones colectivas, en las que participaban los altos funcionarios del gobierno. La jerarquía reconoció que nunca había habido una mejor época para el catolicismo en España (cardenal primado Pla Deniel).

Pero muy pronto, por donde menos se esperaba, en los '50, empezaron a cambiar los vientos en varios seminarios. Imperceptiblemente fueron surgiendo jóvenes, incluso de Acción Católica, que hablaban de “convergencia” entre catolicismo y socialismo. Casi no podía creerse que el marxismo hubiera cambiado a tal punto su táctica que ya estuviera tendiendo finas infiltraciones, no con la hoz y el martillo, ni con la masonería violenta del '36, sino con piel de oveja (con perestroika). Y lo más sorprendente con el cobijo de algunos sacerdotes.


Ya se deslizaba la idea vaga de que el capitalismo era el responsable de la pobreza, y en este adversario nuevo quedaba incluida, de paso, la libre empresa. Principios de desorientación.

Había varios sacerdotes antifranquistas que en pequeños círculos insinuaban la conveniencia de que llegaran a convergir catolicismo y socialismo. Entre los jóvenes atraídos a este corriente se hallaba Felipe González que luego se pasaría al marxismo y al PSOE.



El cardenal Bueno Monreal impulsaba en Sevilla el acercamiento o conciliación de jóvenes católicos y grupos marxistas. A esta “convergencia” fueron atraídos jóvenes de las Hermandades Obreras de Acción Católica (HOAC), de las Juventudes Obreras Católicas (JOC) y de varias universidades católicas.


Santiago Carrillo decía: “para ir al triunfo de la democracia y del socialismo, la colaboración con ellos (los católicos) es necesaria”.
Muchos antes Lenin había dicho que siempre que esa colaboración rindiera frutos había que aprovecharla.
La comisión de Estudios de PTF Covadonga investigó los sucesos ocurridos en España desde 1936 a 38, y ha consignado una serie de hechos impresionantes. Una relación somera de algunos es la siguiente:
· en los '60 (Concilio Vaticano II) hubo un cambio radical en España. Varios documentos conciliares fueron redactados con la idea de reducir las diferencias de criterio, pero que se cayó en la imprecisión, en lo ambiguo, ocasionando que varios teólogos dieran interpretaciones
torcidas, que la propaganda IDO-C usó para generar confusión.


· el nuevo Nuncio apostólico Luigi Dadadio, nombrado en 1967 (hasta 1980) imprimió un veloz cambio en la orientación eclesiástica española. En siete años hizo nombrar 42 nuevos obispos de tendencias oscuras.

· el cambio se patentizó en septiembre 1971, cuando se propuso que la Iglesia española pidiera perdón, públicamente, por la actitud tomada durante la contienda, en 1937 cuando declaró en una Carta Pastoral colectiva: “en España se han agotado todos los medios legales … es
una lucha, una
Cruzada contra la Revolución Comunista … no quedan más que dos soluciones: resignarse a sucumbir o reaccionar con un movimiento tenaz y heroico” (totalmente ajustada a la realidad). Y la solicitud de perdón ante el comunismo obtuvo 123
votos favorables y 113 en contra, no llegándose a aprobarse por requerir 2/3 a favor, pero mostró hasta que punto se había abierto un abismo en sólo 25 años de infiltración tras casi conseguir el marxismo sojuzgar a España.


· la estadística más completa sobre las víctimas de la persecución roja en España arroja las siguientes cifras: 13 obispos, 4.184 miembros del clero secular, 2.365 religiosos y 283 monjas. Además de 1.160 templos destruidos y 4.668 dañados.
· en el Congreso de Evangelización de la Iglesia española de 1985 se declaró: “ante el 50 aniversario del inicio de la guerra civil española, creemos que no es oportuno llevar adelante el proceso de beatificación de los mártires de la cruzada”.
· los cambios que el Nuncio Dadaglio estaba impulsando se realizaron con la decidida cooperación de monseñor Tarancón (obispo primado de Madrid de 1971 a 82) presidente de la Conferencia Episcopal, quien especificó que había “un cambio del concepto de la Iglesia ante la
antigua eclesiología basada en el modelo de monarquía absoluta y estructura jerarquizada, el Concilio nos presenta la Iglesia pueblo de Dios ...” (una encuesta de 1971 muestra el cambio del clero, el 24,8% simpatizaba con el
socialismo, 21,7% con la monarquía, y sólo un
11% con el franquismo).


· el mismo arzobispo Tarancón declaró en agosto de 1981: “si el PSOE llegara al poder, en la Iglesia española no pasaría nada … con gobiernos menos católicos la Iglesia vive mejor … Yo diría que la Iglesia española era, después del Concilio, y en los últimos años del régimen
franquista, de izquierdas.


· así los obispos de Málaga, monseñor Buxarrais (particularmente “prestigiado”); el de Canarias, monseñor Echarrén, y el de Huesca, monseñor Osés, exhortaran a los católicos a colaborar con los socialistas del PSOE. Colaboración que creció tanto que los socialistas,
originariamente confesos comunistas,
ganaron el poder en 1982. El periodista Abel Hernández comentó que “en España gobiernan los no católicos gracias al voto católico”.

· así monseñor Elías Yáñez, arzobispo de Zaragoza, se opusiera a la beatificación de tres monjas asesinadas por los comunistas en Guadalajara, en 1936, todo invocando la “reconciliación”, término que se lanzó como santo y seña para acercarse al adversario tradicional como
también se difundió el alegato de que “en los bandos de la guerra civil hubo méritos y culpas, verdades y errores” con lo cual se difuminaba todo rastro de la realidad.


· así, mediante un radical viraje teológico, aparecieron nuevos catecismos editados por la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis inclinados a la teoría evolucionista (contraria a la enseñanza de la creación) y que el libro del profesor (Las Huellas de Dios del año 1960)
enseñaba que “la evolución es una de las grandes concepciones científicas que han contribuido a la formación de una nueva visión
del mundo: una visión dinámica (pags. 14 y 15).

· con la simpatía de varios obispos nació en la España de 1973 “Cristianos por el Socialismo” desde “una opción marxista”. No se podía negar que la situación económica seguía mejorando, pero se criticó “la presencia de empresas multinacionales” … el obispo Javier Osés (llamado
obispo “del pueblo”) declaró: “Si hay ricos es porque hay pobres, y lo triste es que los ricos lo son a costa de los pobres”.


· así hubo un cambio fundamental de principios y cuando los obispos Inhiesta, Osés y Buxarrais apoyaron públicamente las reformas de la revolución socialista, los demás callaran, dejando a los católicos en la duda de si este silencio es un acuerdo o desagrado mudo.

· según la Comisión de Estudios (presidida por José Francisco Hernández Medina y Fernando Gonzalo Elizondo) fue “una migración saludada por las figuras revolucionarias más destacadas y representativas, corifeos de poderosas fuerzas que desean la destrucción de la Iglesia y
España … ¿Habéis fijado un punto final para esa andadura (migración) o ella es indefinida?



Sobre el particular se hizo una respetuosa pregunta por miles de católicos, pero no hubo respuesta oficial, aunque sí, algunas insinuaciones indirectas que rezuman los siguientes puntos:


a) hay la migración, pero sería mejor no tocar el tema …

b) ¿cómo pueden saberlos fieles si no hay altas razones para la migración?
c) Don Quijote ha resucitado y va contra los molinos de viento.


Monseñor Alberto Inhiesta escribió en 1980 ¿Por qué no reconocer a aquellos movimientos que tienden a mejorar la sociedad … como la Revolución Francesa o la Revolución Rusa, el freudismo o el marxismo? (Teopraxis).


El padre Juan Busquets Damau, progresista, profesor de historia eclesiástica en el seminario de Gerona, dijo: “en el Concilio Vaticano II se ha dado respuesta positiva a muchas peticiones de Lutero: primacía de la Escritura, Iglesia como Pueblo de Dios, sacerdocio universal de los fieles … Con el Concilio que fue una especie de victoria póstuma de Lutero se ha acabado la Contrarreforma” (Ecclesia, 12 de julio 1986).


El teólogo padre Carl Rahner, dijo: “Lo importante en este Concilio (Vaticano II) no son las letras de los decretos que fueron promulgados … su espíritu, sus últimas tendencias son lo más importante. Las semillas de una nueva sembradura fueron sembradas en el campo de la Iglesia”.


Tales interpretaciones del Concilio ya habían sido desautorizadas por el cardenal Ratzinger. Muchos historiadores y escritores coinciden en que mediante la desorientación suscitada entre los católicos españoles fue posible que las reformas oficiales sobre aborto, divorcio y educación pública salieran triunfantes.
Durante la tramitación del aborto hubo numerosos obispos que hablaron en contra, y marchas públicas de protesta, más luego el Episcopado dijo que “debía evitarse la polémica para no romper el consenso”.


Monseñor Díaz Merchán -presidente de la Confederación Episcopal- pidió que “la discrepancia en esta materia no se transforme en una discusión global del programa oficial”. Y ante el viraje que empezaba a darse en la opinión pública contra el partido oficial (PSOE), agregó que “los partidos de derecha presentan también graves inconvenientes a la conciencia cristiana” (20 febrero 1983).


Ya aprobada la reforma por los diputados, y en vísperas de que el Senado la discutiera, llegó a Madrid monseñor Cassaroli, secretario de Estado del Vaticano, cuyas declaraciones fueron aprovechadas por los abortistas. Dijo que “las relaciones con el gobierno socialista son dinámicas y están basadas en el respeto mutuo a la buena voluntad... Cabe la buena voluntad de encontrar caminos de entendimiento” (19 junio 1985).


Llegó a publicarse que la Jerarquía le había dicho al Rey que debería “separar su conciencia cristiana de su convicción de Jefe de Estado”. Finalmente el Senado y el rey firmaron la reforma (julio 1985).


Algo semejante ocurrió con la ley de divorcio. Monseñor Alberto Inhiesta, ascendido a obispo auxiliar de Madrid, escribió: “creo que el legislador debe legislar de acuerdo al bien común, y el bien común de un país pluralista hoy autoriza al menos al legislador a que si en su juego político cree que debe, y yo creo que lo cree, legislar el divorcio civil, yo no tengo ningún inconveniente como cristiano” (Revista Ecclesia, 5 febrero 1977).


Varios grupos “progresistas” alegaron que “la Iglesia está en tiempos de liquidación de dogmatismos y triunfalismos” por lo cual el divorcio debía reconocerse como un derecho.


Por su parte el padre Miguel Aíza, magistrado del Tribunal de la Rota, declaró: “se pone de relieve en el momento actual que no sólo las psicosis, sino también las neurosis, las psicopatías o los desórdenes de personalidad pueden no sólo hacer difícil, sino imposible la convivencia matrimonial y la integración de sus personalidades. Si se prueba dicha incapacidad el matrimonio puede ser declarado nulo” (Diario Ya, 19 diciembre 1986).


Cualquier psicólogo o psiquiatra sabe que esas justificaciones pueden ser tan vagas y manipulables que prácticamente el sacramento matrimonial queda en el aire.
Todo se repitió en las reformas a la Ley Orgánica del Derecho a la Educación, orientadas a descristianizar a la niñez. Con motivo de unas manifestaciones contra esa ley, el jesuita Martín Patiño, de la Conferencia Episcopal, se quejó de que “habían provocado una serie de tensiones”. Luego el padre Francisco Gil Peláez, vicario episcopal de Madrid, echó más agua fría diciendo: “la nueva realidad escolar que se nos avecina no sólo no es sospechosa, sino que contiene grandes valores y está llamada a mejorar la calidad de la enseñanza” (Ecclesia, 19 abril 1986).


Y la reforma educativa, siguiendo consignas de la UNESCO, finalmente se aprobó.
La “liberación” llevaba vuelo y se manifestó luego en el auge de la pornografía. El alcalde socialista de Madrid Tierno Galván, promovió la “semana del erotismo”. Otros ayuntamientos y el Ministerio de Cultura patrocinaron en numerosas ciudades representaciones teatrales sacrílegas. (El alcalde y judío Gallardón llenó alguna Navidad madrileña de palabras obscenas tras pagar a una correligionaria una no despreciable suma por tan gran genialidad).
Un representante destacado de esta “moda” fue el grupo “Els Comediants” con la escenificación de “Dimonis” que en uno de sus diálogos dice: “no queremos fronteras, ni guardias, ni curas, viva el infierno, muera la Iglesia; Dios no existe. Lucifer, Lucifer, Lucifer”.
La obra Teledeum es una parodia de la misa. Y “Je vous salue, María” profiere blasfemias contra la Virgen y su hijo.


La “Sociedad Española -Covadonga-” comenta que “acontecimientos que en otras épocas habrían herido profundamente la sensibilidad del pueblo, despertando reacciones clamorosas, hoy a casi nadie inquietan … Así como los rayos de luz o la mirada atraviesan un cristal sin alterarlo, el alma indiferente de esas personas parece de vidrio. Los hechos las atraviesan casi sin dejar huella. Ante las cosas más absurdas ni se molestan, con tal que no las perturbe en su más próximo espacio vital … La sana conciencia se va apagando gradualmente como las luces de un salón … Se actúa en el campo de lo que los especialistas llaman guerra psicológica revolucionaria … para desarmar al adversario de su voluntad de resistir. Una invasión extranjera hubiera sido menos dañina. Lo peor es la pérdida de identidad moral … Todo es permisible; no hay bien ni mal en la revolución tranquila del PSOE que se presenta como “modernización” y que se cobija bajo la engañosa monarquía del rey Juan Carlos quien derogó la tradición de jurar ante el Crucifijo”.


Joaquín Ortega, de la Conferencia Episcopal española, dice que el número de católicos no practicantes se triplicó en la última década. El de los ateos casi se ha sextuplicado. España, cuyos misioneros evangelizaron a América hace cinco siglos, ahora necesita ella ser evangelizada (Agencia Reuter, 22 agosto 1989).


Tras lo anterior resultan ominosas las palabras del padre González de Cardenal, teólogo semioficial del Episcopado Español: “quien se sigue guiando por el catecismo de su infancia, la imaginería religiosa en los techos de su aldea natal … es posible que un día se encuentre en tierra de nadie y se encuentre que aquél su catolicismo e Iglesia ya no existe; que de hecho, él está fuera de la Iglesia que hay, y que a ésta han venido a habitar personas que él siempre consideró ajenas a ella” (Catolicismo en España. Análisis sicológico, pags. 117-118).





10.- EL “GRADUALISMO” APLACA LA REACCIÓN.

Manuel Bonilla Sauras investigador de los sucesos históricos españoles de los últimos 50 años, y de las influencias extranjeras, demuestra que el PSOE empezó a esconder su filiación marxista en la década de los '50.
El PSOE adoptó la marcha gradual, que no despierta ya la rápida y enfática oposición que suscita el comunismo directo. La nueva apariencia fue sugerida por Willy Brandt, presidente de la Internacional Socialista. El PSOE empezó entonces a recibir ingente ayuda de Alemania, Venezuela, Israel, México, Suecia y Austria, “oficialmente” sólo para ayudar a los presos políticos.


En 1978 el PSOE ya pudo comprar un edificio por 87 millones de ptas, luego dos aviones. Los Bancos Urquijo, Central, Bilbao e Hispano le concedieron créditos millonarios. En 1982 era ya llamado “el partido de la opulencia”.
Líderes del PSOE como Miguel Boyer y Felipe González viajaron a EEUU, no para hablar con el presidente Reagan, sino para conseguir apoyo y financiación de Rockefeller, Kissinguer y otros magnates de la cúpula financiera y partidarios de la socialdemocracia o Revolución pacífica, apoyos que obtuvieron.


Así fue como el PSOE (contando, además, con la buena voluntad de numerosos obispos y sacerdotes españoles) fue realizando reformas que unos pocos años antes, o con otra careta, nadie juzgaría realizables:
1º.- se despenalizó el consumo de algunas drogas “blandas”.
2º.- se despenalizó, incluso se incentiva, al aborto. En este tema los fabianos de Rockefeller tienen particulares intereses tanto para reducir la población como para propiciar el libertinaje y consumo de anticonceptivos.

3º.- el PSOE suprimió todo rasgo anticlerical y se vinculó al “progresismo” o “teología de la liberación” logrando el apoyo de un gran sector clerical. ¿Qué objeto tenía anclarse en el anticlericalismo del 31, 34 o 36 si se consigue la cooperación de eminentes jerarcas para ir
realizando los planes revolucionarios?




Bonilla Sauras aporta múltiples datos para afirmar que el PSOE hunde sus raíces en el socialismo fabiano, que tiene como elementos la contemporización, el gradualismo, la planificación, el filantropismo y el estatismo. Este fabianismo recibe apoyo de la Internacional Socialista, por un lado, y de la Comisión Trilateral por el otro. Esta última busca el establecimiento de un Gobierno Mundial, tarea en la que trabaja, entre otros, a tiempo completo el ideólogo Zbignew Brzezinski, hijo de un diplomático polaco-israelita.


David Rockefeller (apellido Steinhauer) patrocinó a Brzeizinski para que fundara la Comisión Trilateral (1973) cuya misión es promover la formación de un Gobierno Mundial.

Carter (uno de cuyos abuelos era Lewis Braustein) dio un apoyo decidido a Brzezinski. Que en su último libro “La Era Tecnotrónica” dice: “bajo la presión de la economía, la ciencia y la tecnología, la humanidad marcha sistemáticamente hacia la cooperación a gran escala … el marxismo se ha desempeñado como un mecanismo del progreso humano … mucha gente ubicada fuera de la influencia inmediata de Occidente y de su tradición cristiana encontró en el marxismo el elemento capaz de estimular el intelecto y movilizar las energías humanas como un fin útil … debemos buscar la cooperación con los países comunistas, tendiendo a un acomodamiento primeramente político y ulteriormente filosófico. En su etapa más avanzada, la nueva sociedad mundial que se trata de crear deberá prescindir de la idea de Dios. El famoso fabiano inglés H. G. Wells afirmaba que la idea de otro mundo después de la muerte servía como refugio ante los males de nuestro mundo, pero hoy, en cambio, es posible imaginar un orden en los asuntos humanos del que esos males hayan sido eliminados, en gran parte o por completo … semejante régimen es una posibilidad material … para que la religión sea efectiva en el momento presente, debe de concebir a un nuevo modelo divino: la economía mundial … la modernización del impulso religioso nos conduce directamente al esfuerzo por establecer un Estado Mundial”.



Si se elimina la noción de Dios “todo está permitido aunque ese “todo” no sirva para nada al encontrarse el hombre vacío, desnudo ante el problema final al que inexorablemente avanza: la muerte … el sistema lo advierte y crea coberturas … el consumismo, los ideales democráticos y toda la mística humanitarista, la erotomanía, las drogas, la música sincopada, etc.”.
“Nada de todo esto podría extrañarnos; esas corrientes fabianas y mundialistas son la exacta inversión de la religiosidad … los tecnócratas operan sobre la materia, es decir, sobre la antítesis de lo divino … esto no termina de explicar cuál es el impulso “no humano” del que extraen fuerza y voluntad para sellar el destino de millones de seres humanos. En esto radica el mayor misterio de los tiempos modernos”.


Desde un campo diferente, Leonardo Castellani considera que el misterio de las fuerzas negativas que actúan en el mundo moderno pueden descifrarse en el Apocalipsis. La filosofía de la historia es imposible sin la Teología y sin la Profecía. “Si un hombre piensa, tropieza ineluctablemente con el pensamiento de su fin; así del colectivo como del individual”


Hay un movimiento -añade- encaminado a unificar el mundo amalgamando el capitalismo y el comunismo que será justamente una de las hazañas del Anticristo. “Este triunfo reducirá a la Iglesia a su extrema tribulación, al mismo tiempo que fomentará una falsa Iglesia … y la confusión y disipación más grande reinará entre los hombres. Rotos los vínculos de familia, amistad, lealtad y consorcio …

“El Anticristo suprimirá la guerra y carestía, por su Imperio Universal efímero. Aparecerá como Salvador del Mundo, más grande que Cristo, pues Cristo no resolvió la cuestión social, dirá él; aparentemente con razón … Perseguirá a muerte a los cristianos … Reinará absolutamente 42 meses … vendrán la gran apostasía y la gran tribulación … Pero las fuerzas del Mal lo único que pueden hacer es apresurar la catástrofe, y por ende la subsiguiente rehabilitación sobrenatural, y nada más. No pueden construir nada estable ni permanente, siendo esencialmente parasitarias y destructivas.
“Y ningún trabajo adverso al Anticristo será baldío ni estéril, pues será incorporado al futuro e infalible enderezamiento o Restauración milagrosa, que pide empero cooperación a los hombres … “Y la muerte ya no será/ Ni el luto ni la pena/ Ya no serán/ Porque lo de antes pasó” (Apocalipsis de San Juan).


Mientras este fausto día llega, las contingencias de la Iglesia no deben alarmar como si fueran definitivas.
Quizás en los siglos pasados se centró demasiado la visión sobre la justicia y el castigo. Sin embargo, entre las nubes de la tormenta se filtrará en un futuro quizá no lejano el don sobrenatural de la misericordia de Dios, cuyo albedrío es sin duda infinitamente superior al albedrío humano
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