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Tema: La Cultura de la Muerte

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    Avatar de donjaime
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    07 nov, 15
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    La Cultura de la Muerte

    LA CULTURA DE LA MUERTE.



    El aborto, el suicidio, la eutanasia, la creación y uso de embriones humanos para experimentación, ... son temas de actualidad en la discusión política. Normalmente el que está de acuerdo en uno de los temas suele estarlo en todos y viceversa.

    Por eso cualquier reflexión sobre la Cultura de la Vida debe prestar atención al porqué de ese alineamiento. Los efectos del posicionamiento se ven a diario, pero las causas tienen profundas raíces, insertadas en una cultura (criterio unitario mediante el que interpretamos la realidad) previa en una mentalidad que las precede y condiciona.

    Un criterio conformado por concepciones básicas sobre lo que es el mundo y el hombre, y que establece la visión global: cosmovisión, de la realidad.

    Estas ideas cuando se asientan profundamente en una comunidad social, generan una cosmovisión que todo lo informa. Así la sociedad, con el tiempo, funda instituciones políticas y los artistas representaciones de la realidad (pintura, escultura, música, literatura, ...). Así se manifiestan esas ideas previas y así consiguen estar presentes en toda la vida social configurando un universo, ético y estético, en el que el criterio se afianza y desarrolla.

    En Occidente conviven actualmente dos culturas distintas, separadas e irreconciliables, un choque de ortodoxias (Robert P. George en The Clash of Orthodoxies). La Cultura de la Vida y la Cultura de la Muerte.

    Para explicar la divergencia de origen que explica todo lo demás, de la forma más resumida posible, podríamos expresarlo como sigue:
    Para una persona de mentalidad tradicional, heredera de la civilización cristiana, el mundo (con sus limitaciones e imperfecciones) está ordenado hacia el bien; y el hombre, creado para vivir en él, por su apertura a la trascendencia no encuentra su fin último en sí mismo, ni en la creación ni en la sociedad. Pese a ello, con la razón se abre paso y mejora las cosas y a sí mismo, puede comprender una parte del mundo que le rodea y afirma que su vida es un don que tiene sentido tal y como es.

    Los que representan una no aceptación: el mundo está mal diseñado, pues de estarlo bien, sería inconcebible que el hombre tuviera que vivir con el dolor. Es imposible que el sufrimiento tenga sentido.
    Desde esta postura, la existencia se convierte necesaria e inexorablemente en una afirmación del momento. Mientas sea posible alcanzar algún placer, la privación del mismo es absurda. Cuando no, un acto de supresión de la vida es el colofón coherente, la conclusión de la misma.
    Toda limitación a la voluntad humana es una restricción que no se puede aceptar. Ello origina una serie irrefrenable de rupturas.
    Primero con cualquier ligadura que la vida social haya generado. Es la quiebra de los vínculos que previamente estableció el hombre en su desarrollo histórico, de la civilización, plasmada en las instituciones tradicionales.
    El deseo de afirmarse sin vínculos acaba con la negación y alienación incluso de la realidad más material, palpable y próxima (es legal presentarse en el Registro Civil y manifestar, con efectos registrales, que no se es hombre o mujer, independientemente de la realidad de su sexo. La realidad ha dejado de existir).

    Así la diferencia entre ambas posiciones es una y fundamental: o bien la vida tiene un valor intrínseco por encima de las circunstancias (aunque no siempre sea fácilmente comprensible) o el sentido de la vida se considera inabordable y nada puede anteponerse al deseo de vivirla en las mejores condiciones posibles.

    Evidentemente muchos defensores de esta cultura de la muerte no tienen explicitado este proceso en su argumentación de forma consciente y sacan conclusiones desde una sincera y buena intención.

    Un ejemplo de estas dos culturas la tenemos en el debate sobre la eutanasia.
    Los que están a favor siempre argumentan desde la emotividad, con una casuística exagerada y no representativa, haciendo hincapié en la necesidad de legislar y basándose en el supuesto bien que se obtendrá de la permisión de la medida.
    Curiosamente para los defensores de la eutanasia, aborto, etc. cualquier interrogación sobre el sentido último de la existencia es adentrarse en la irracionalidad.

    Los que abogan por mantener la prohibición sostienen posturas RACIONALES, pues lo racional es preguntarse (sin necesidad de hacerlo desde ninguna confesión) si hay alguna posiblidad de que la vida sea valiosa per se, o si es más racional asumir que hay que matar a alguien, como a los caballos, para que no sufra.

    Lo primero sería plantearse si es lógico extirpar del problema ese factor de complejidad y no pretender luego que sin él se ha encontrado una solución "racional".

    La argumentación pro vida parte de razones de orden natural, sin eliminarlas a priori. Además incluye algunos otros factores que también obvian los defensores de la Cultura de la Muerte como es que en cualquier cuestión humana hay que considerar que el hombre no es angélico en sus actos y la acción humana conjuga mal y bien, y en muchos casos el mal tristemente, prevalece (ejemplo interés económico de ciertos lobbies médicos, el egoísmo social o personal, los odios y mezquindades familiares, ...).

    En este sentido lo RACIONAL es considerar que la discusión no es sobre la culpa concreta de tal médico que hizo esto o lo otro, sino sobre cómo vamos a legislar, y qué pasa cuando se legisla sobre esos temas.
    ¿Es racional actuar como si esas realidades no existieran y obviar el resultado real de otras legislaciones similares?

    El debate de fondo es otro, y lo racional es no omitirlo del debate público. Si una persona, desde el dolor y la soledad, decide quitarse la vida, está asumiendo que la vida no puede tener ningún significado más allá de la misma vida. Está gritando que no cree en que tenga sentido, que ningún dios ha podido permitir eso.
    Para los grupos ideologizados es una victoria, la demostración de que están consiguiendo que se corroboren sus postulados.

    Del otro lado cabe la duda y la tentación en los momentos de decaimiento, pero la mera posibilidad de que la vida sea algo más impone ciertas limitaciones.

    Lamentable entre las Culturas de la Muerte y de la Vida NUNCA llega a establecerse un diálogo real (un logos dual, un lugar común a ambos interlocutores).

    El motivo es sencillo e insuperable:
    Una de las partes implicada en el debate, la Cultura de la Muerte, ha decidido previamente que lo esencial es actuar como si el propio debate fuera absurdo, no admitiendo ni su consideración. De este modo, plantean el debate en lo circunstancial:
    - sobre cuándo el sufrimiento es extremo,
    - en que haya un control "profesional" que verifique la voluntad del enfermo,
    - en la comprobación de si la madre ha sido realmente violada, ...
    (por ejemplo: en el debate sobre el aborto, la cantinela de la cultura de la muerte era sobre el horror de las mujeres violadas, o las malformaciones genéticas. Y pese a que ese debate ya ignoraba de por sí el derecho a la vida de los niños, ni siquiera era un debate real.
    Al aplicarse en la práctica la despenalización del aborto más del 95% de los casos lo son por "peligro para la salud psíquica de la madre" es decir, una causa totalmente subjetiva, sin base real objetiva, y el fraude de ley es masivo, conocido y PERMITIDO por la administración, da igual el color que tenga.
    Es un flagrante caso de fraude de ley como forma de gobierno, la ruptura del Estado de Derecho y la IMPOSICIÓN VIOLENTA de una ideología, por encima de la ley y del derecho de los más débiles.

    Si algo no existe es el deseo de diálogo. Y esa actitud, que muestra un TOTALITARISMO REAL del actual sistema, debería alertar a los ingenuos sobre la verdadera naturaleza e intención de los "nuevos" profetas del diálogo.

    Así no se permiten emerger las cuestiones clave. Tolera el cómo pero no el porqué.
    Ante esta postura, cualquier intento de la Cultura de la Vida de aportar argumentos cae, sistemáticamente, en saco roto.

    Nótese, además, la doble paradoja de ćomo aquellos a los que tildan de oscurantistas religiosos se empeñan en defender la capacidad de la razón humana para descubrir la verdad, mientras que los definidos como "progresistas ilustrados" son los que, al mismo tiempo NIEGAN la existencia de una verdad moral e intentan IMPONER con gran vehemencia y notable certidumbre subjetiva su escepticismo al conjunto de la población.

    Analizaremos algunos de los principales personajes en la creación de la Cultura de la Muerte. Significar que en todos los casos hay siempre un nexo de unión, una NO ACEPTACIÓN y, desde ella, la convicción de que el hombre puede, haciendo las cosas de otro modo, escapar de su circunstancia doliente.

    Pues es esta la gran cuestión, si el sufrimiento es intrínsecamente inhumano, o si, de acuerdo con Dostoyevski, hay una Belleza capaz de asumir el sufrimiento y salvar al mundo.




    2ª Parte : LOS ADORADORES DE LA VOLUNTAD:

    ARTHUR SCHOPENAUER.
    La filosofía nació cuando se descubrió la diferencia esencial entre Apariencia y Realidad. Las cosas no son en realidad tal y como se nos aparecen. Es decir, la filosofía nace con el asombro y la curiosidad.
    Filosofar es intentar abrir la puerta que nos permite adentrarnos tras la apariencia, en el mundo de la realidad.

    La filosofía exige valor porque no sabemos qué hay del otro lado de la puerta hasta que la abrimos. Necesitamos valor para afrontar lo desconocido y también franqueza para darnos cuenta de que lo que vemos es tal y como es, sin deformarlo o acomodarlo a nuestro gusto.

    Arthur Schopenauer (1788-1860) abrió esa puerta, según él: "la única y estrecha puerta que conduce a la verdad" y vio, sin inmutarse, algo que era más horrible que lo que ningún filósofo antes había visto.

    Surgen pues dos preguntas: ¿qué vió? y ¿lo que vió era la realidad o simple apariencia?

    Mirando hacia atrás, hasta el cristianismo, incluso hasta Platón, encontramos la convicción de que la realidad es algo esencialmente bueno.
    Que la filosofía moderna se haya alejado en muchos aspectos fundamentales del pensamiento antiguo y medieval no oscurece esa convicción, profundamente enraizada en la bondad última de la realidad.

    Desde Descartes, padre de la filosofía moderna en el XVII y hasta Georg Hegel, dos siglos después, los filósofos siguieron creyendo que la realidad del otro lado de la puerta era algo benigno y agradable al intelecto humano.
    Los filósofos daban por supuesto que al otro lado de la apariencia (phenomena) existía un reino (noumena) placentero pro su orden y belleza.

    Pero cuando Schopenauer pasó la puerta, de la apariencia a la realidad, entendió que vio la realidad al descubierto y que era algo maligno y absolutamente desagradable para la mente humana. Según él no era un orden diseñado por la divinidad ni placentero sino la simple voluntad: voluntad rugiente, ciega, desnuda asfixiante y sin Dios.

    Creyó haber descubierto "la cosa en sí misma" y la describió como: "un impulso ciego, una inclinación sin fin ni razón ... la voluntad es la cosa en sí misma, el contenido último, la esencia del mundo".
    El ser primordial (Urwesen) la "fuente primordial" de todo lo que es (Urquelle des Seinden) el motor primero de toda actividad.
    No tiene fin alguno fuera de sí misma y de su acción caprichosa. Está en todas partes en la fuerza de la gravedad, en la cristalización de las rocas, en los movimientos estelares y planetarios, en los apetitos de los animales y en las voliciones del hombre.

    Para Schopenauer esta fuerza desatada y omnipresente se manifiesta como la naturaleza, es inútil luchar contra ella porque no tiene en consideración al individuo y sólo busca su destrucción definitiva.
    La naturaleza, la verdadera encarnación de la voluntad, está volcada en la destrucción de esos mismos individuos a los que arroja a la existencia.

    Schopenauer creyó ver en realidad el mundo tal y como se aparece a la visión moderna: la naturaleza es el fruto no del designio de una deidad benevolente, sino de la danza ciega y sin sentido de las fuerzas de la física y del azar.

    En nuestro época lo ve de forma muy similar el darwinista Richard Dawkins: "el universo que observamos tiene precisamente las propiedades que deberíamos esperar si en su fondo no existiese finalidad alguna, ni bien ni mal, nada salvo una indiferencia sin sentido".
    A diferencia de Shcopenauer, Dawkins, afirma que la naturaleza "no es cruel, sólo es absolutamente indiferente" pero admite que "dicha indiferencia no es menos despiadada" y que "es una de las lecciones más difíciles de aprender. No somos capaces de admitir que las cosas no puedan ser ni buenas ni malas, ni crueles ni amables, sino simplemente despiadadas: indiferentes ante todo sufrimiento, carentes de todo propósito" y esa es exactamente la visión de la naturaleza que emerge cuando se excluye a Dios.

    Schopenauer fue uno de los primeros en entender las últimas consecuencias del ateísmo, y, como si estuviese liberando a un genio de su lámpara, arrojó la noción de la naturaleza como "voluntad ciega" al mundo moderno donde continúa desempeñando un papel significativo en la filosofía, si bien en diversas y peculiares encarnaciones.

    Para Nietzsche, seguidor y entusiasta de Schopenauer, se vuelve "voluntad de poder".
    Para Sigmund Freud, residen el poder instintivo de la líbido.
    Wilhelm Reich la sitúa en el "núcleo irracional del deseo sexual".
    Jean-Paul Sartre la ve en todas partes y la experimenta en forma de "náusea".
    Simone de Beauvoir le repugna la manera en que "asfixió biológicamente a las mujeres".

    Shopenauer ha legado a la filosofía moderna la llamada "racionalidad vitalista" esencialmente maniquea, que se horroriza de la naturaleza, pues la considera una herramienta irracional de una voluntad despiadada.

    Para Schopenauer la naturaleza no está asociada con la voluntad de un creador benévolo e inteligente, por lo que la Voluntad (la cosa en sí misma) la naturaleza que subyace a la realidad está completa y absolutamente disociada de la razón.
    Ante una naturaleza entendida como fuerza insuperable e irracional sólo hay dos posibles respuestas: sumisión o huída.
    Schopenauer elegió ésta aunque pensaba que era algo difícil y al alcance de muy pocos.

    El celebrado pesimismo de Schopenauer está sólidamente anclado en su metafísica, en la asunción fundamental de que la naturaleza no es amable sino cruel, hace surgir la vida sólo para destruirla y alimenta la esperanza sólo para aniquilarla.
    Por tanto su maléfica esencia nunca puede ser eliminada de raíz. Al final sólo la muerte puede salvarnos de esa naturaleza despiadada.
    Nadie, antes ni después, ha hecho sonar la nota del pesimismo de manera tan dura y aún así nadie ha escrito, tampoco, sobre ello de manera más atrayente.
    Schopenauer hace que lo espantoso sea sinónimo de naturaleza y la desgracia de vida.

    Dice: "debemos considerar a todo hombre, en primer lugar y sobre todo como un ser que existe sólo como consecuencia de su culpa y cuya vida es una expiación del crimen de haber nacido. Sólo en la muerte hay esperanza. La muerte es más grande que la vida, que no es más que la voluntad en su forma objetivada.
    La muerte nos libera de la locura y del sufrimiento de la vida.
    Al mismo tiempo el mal es más poderoso y real que el bien porque es precisamente el mal lo que es positivo, lo que se hace a sí miso palpable, mientras que el bien, es decir, felicidad y alegría, es negativo, la mera abolición del deseo y la extinción del dolor.
    El mal permanece, mientras que cualquier bien de que podamos disfrutar es fugaz y expira tan pronto como nuestro apetito por él es saciado.
    La vida en sí misma, por tanto, es algo inherentemente malo porque cuanto más superior es el organismo, mayor será el sufrimiento
    ".

    Para el cristianismo, la creación es esencialmente buena y el mal una privación o carencia de bien. Bien y ser son idénticos (Santo Tomas Aquino), sobre esta forma de entender la naturaleza florece una Cultura de la Vida.
    Pero cuando se invierte esta metafísica, cuando el mal y el ser se consideran sinónimos, resulta evidente que el fruto será una Cultura de la Muerte.

    Para Schopenauer la Cultura de la Muerte es el desarrollo natural de su metafísica de la Muerte.

    El impacto de Schopenauer en la modernidad, especialmente en disociar la razón de la voluntad, es incalculable.
    Según Thomas Mann: "Schopenauer en cuanto psicólogo de la voluntad es el padre de la moderna psicología. De él parten todas las ramas, desde el radicalismo psicológico de Nietzsche hasta Freud y quines construyeron la psicología del incosciente y la aplicaron a las ciencias de la mente"
    Y Karl Stern afirma que "puede trazarse una línea que parte de la sinrazón irredenta de la Voluntad de Schopenauer y llega directamente a esa incomprensible fase de la locura en este siglo que estuvo a punto de destruir el mundo".
    Pese a todo la "locura" sigue campando por sus respetos.

    Para entender a Schopenauer hay que comprender que su filosofía no es sólo el resultado de ver con claridad lo que significa el rechazo de un Creador benevolente de la naturaleza; su pensamiento es también producto de su autobiografía.
    Y su vida fue trágica. Sus padres arrostraron un matrimonio sin amor. Su padre se suicidó, la abuela paterna enloqueció. Su madre tras enviudar se dedicó al amor libre hasta que volvió a casarse con un hombre 20 años más joven.
    Schopenauer creció y vivió, no ya sin el amor de su madre, sino con su odio.

    Un hombre con una vida así no tiene razón alguna para sentir aprecio por el mundo ni la vida.
    Nietzsche, gran admirador de Schopenauer, dijo de él: "se encontró absolutamente solo, sin un amigo, y entre uno y ninguno lo que hay es el infinito".

    Schopenauer no fue una víctima inocente de la desgracia, hay poco que admirar de su vida personal, en su juventud estuvo dominado por sus vicios sexuales y en los últimos por el ansia de fama y el amargo desprecio hacia sus contemporáneos académicos.
    Siempre solitario, temeroso y suspicaz, dormía con pistolas cargadas.
    El psiquiatra Karl Stern dice que: "murió en una amarga soledad, era un viejo y amargado solterón, lleno de miles de manías y el más acérrimo misógino".

    Schopenauer diseño una especie de dualismo que distingue entre la mente y la vida, y en el cual ésta domina a aquélla. Consideró mente y vida como antagonistas, a la vez que despreció la vida como simple instrumento dominado por una voluntad avasalladora.
    He aquí la reintroducción de un planteamiento maniqueo (el miedo y el desprecio de la carne) que el cristianismo, en cuanto que está basado en la Encarnación de Cristo, siempre ha luchado por erradicar.
    Si la vida, sinónimo de naturaleza para Schopenauer, es el mal en sí mismo, entonces no puede existir una Madre de Dios que lleve en su seno al Salvador. La maternidad, profundamente inserta en la materia no puede desobedecer los mandatos de la voluntad.

    Este dualismo extremo y antagónico llevó a Schopenauer a despreciar a las mujeres, no concibe otro tipo de mujer que el de conejillo de indias o pecadora. Considera la mentira connatural a ellas y duda que se les pueda tomar juramento.

    Diversos críticos filosóficos hablan de una tradición filosófica que hunde sus raíces en el platonismo y separa el pensamiento de la vida (el logos del bios). Tal separación convierte a la filosofía en algo frío e impersonal.
    Schopenauer procede al revés, y separa la vida del pensamiento (el bios del logos) pero al hacerlo ofrece una filosofía oscura y ominosa. A la vez enfrenta a los seres humanos contra sí mismos situando "el centro de la voluntad" en "los genitales" y considerando el "cerebro" como el núcleo del otro lado del mundo, del mundo como idea.

    Volviendo al inicio, Schopenauer, el filósofo supuestamente curioso, valiente y sincero ¿vio verdaderamente, una vez abrió la puerta de la apariencia a la realidad, el horror que describe, o se trataba de un reflejo de su propio y atormentado ser?
    Algunos comentan que identificó la naturaleza con la mujer, proyectando así su propio desprecio hacia ellas por haberle transmitido la sífilis en su juventud.
    Otros argumentan que su filosofía proyecta su odio contra el sadismo de su madre.

    Sean cuales fueran los motivos para conformar una visión de la naturaleza y de la mujer, sin parangón en su implacable negatividad, legó al mundo moderno una concepción del poder irresistible de la voluntad que resultó del gusto de muchos de sus seguidores.

    La filosofía de Schopenauer puede resumirse, cabalmente en una concatenación de tres palabras: voluntad, lucha y desgracia.

    La voluntad se manifiesta a sí misma en todas partes como un impulso primordial para generar la vida pero que actúa sin regirse por ningún tipo de organización (lo que los filósofos y teólogos medievales denominan Providencia) resulta un terreno abonado para la guerra y la lucha.
    Y como cada cosa viva lucha por permanecer en la existencia, el mundo se convierte en un enorme campo de batalla.
    Este conflicto, cruel y despiadado, genera invariablemente una enorme desgracia. Y los humanos quienes la experimentan de forma más aguda.

    También resulta paradójico que el feminismo radical contemporáneo, especialmente la variedad que siente rechazo ante la naturaleza biológica de la mujer, hunda sus raíces filosóficas e históricas en el pensador que no ha tenido rival como misógino.
    Igualmente paradójico que precisamente el filósofo que considera la naturaleza y la Vida como el corazón metafísico de la realidad, conciba la vida como una maldición y la muerte como una liberación de las desgracias.

    Podemos concluir que Schopenauer no vio exactamente la realidad cuando abrió la puerta y contempló su horrible visión metafísica. La voluntad primordial que supuestamente vio, la voluntad completamente disociada de la razón, parece más bien que fue o una pura ficción o un síntoma de histeria.

    Al separar la vida de cualquier hacedor y de cualquier destino trascendente, Schopenauer convierte a la vida en algo que no merece la pena vivir. Sin embargo, hay un algo de verdad en esto. Una vida sin más, una vida que sin fin y sin sentido de replicarse a sí misma, efectivamente no es digna de ser vivida.
    Pero no hay ninguna razón para creer que la vida surja totalmente desprovista de un Hacedor o de un significado. Si la despojamos tanto de causas eficientes como de causas finales, la organización cultural de la vida efectivamente empieza a aparecer como una Cultura de la Muerte.
    Schopenauer no creía que hubiera un Dios inteligente tras el orden de la percepción. Por tanto todo lo que existe es casual e irracional. Y es lógico que esa misma percepción distorsionada sea la que tienen todos los que rechazan la bondad esencial de la naturaleza en cuanto diseñada por un Dios benevolente.

    Quizás la influencia más perniciosa de Schopenauer se encuentre entre los que han malinterpretado su pretensión de separar la fuerza instintiva de la vida de cualquier estructura racional, considerando que así conseguían un avance hacia la "libertad".
    Porque si esa "libertad" se entiende en los términos de Schopenauer no es una libertad gozosa y tal liberación en realidad se identifica con la muerte.

    Una Cultura de la Vida tiene sentido sólo cuando la razón y la libertad animan la vida y están en armonía con ella. La "libertad de la separación" no es más que una falsa imagen de la libertad.

    Disociar la razón de la vida cercena la vida, la priva de protección y de destino. Frente a esto la Cultura de la Vida es una cultura que celebra la unificación de la vida, la libertad y la razón. La Cultura de la Vida es la cultura de la persona en su integridad.


    FRIEDRICH NIETZSCHE
    En 1870 empezaba la guerra franco prusiana. Un joven filólogo de 25 años camino del frente presenció una impresionante marcha de caballería sobre Frankfurt. El joven tuvo una visión de la cual nacería toda su filosofía: "sentí, por primera vez que la voluntad de vivir más fuerte y más sublime, no se expresa a través de una miserable lucha por la existencia, sino a través de la voluntad de la guerra, la voluntad de poder, la voluntad de dominación".

    Su vida y escritos sólo harían que dar sustancia y forma a esa visión. Era una visión grandiosa, que clamaba por el surgimiento de un Schopenauer que tendría un coraje de acero y una fuerza bruta que le dotarían para hacer cosas que harían temblar a los espíritus débiles.

    Sus problemas de vista y una caída del caballo le incapacitaron para el servicio militar activo, por lo que fue destinado al servicio de ambulancias donde trabajo extenuantemente. Contrajo disentería y difteria por lo que devolvieron a casa en condiciones deplorables.

    Dos casualidades prepararon el terreno para la asombrosa visión de Nietzsche: una negativa y reaccionaria, otra positiva y gozosa. Juntas formaron una amalgama que le proporcionó el impulso que movió su vida.

    Nacido en 1844, hijo de un ministro luterano, procedía por línea paterna y materna, de una larga línea de clérigos. Toda su familia esperaban que se hiciera ministro luterano y hasta sus compañeros de clase le llamaban el "ministrín".

    Luego descubrió la obra de Schopenauer en el que encontró un espejo desde el que observar el mundo, la vida y su propia naturaleza. Aceptó de manera entusiasta el concepto de Schopenauer de una voluntad instintiva e irracional, y lo usó como punto central de su filosofía.
    También se entusiasmó por su "ateísmo sin complejos" y como Schopenauer aceptó la noción de que el ateísmo es una condición previa y necesaria para el avance del pensamiento filosófico.
    Rechazó el cristianismo de sus antepasados y abrazó la voluntad por la Vida como su nuevo Dios del que se apasionó. Para él "Dionisio (Baco) era la vida, instintiva y sin aguar. Acusaba al cristianismo de noser nada más que la "voluntad de negar la vida" de ser un "secreto instinto de destrucción, un principio de calumnia, un agente reductivo -el principio del fin- y, por esa misma razón, el Peligro Supremo".

    Nietzsche entendía que el cristianismo, desde su origen, se dedicó a su propia destrucción. El cristianismo odiaba este mundo, tenía miedo a la belleza y la sensualidad, y apartaba a sus seguidores de la vida redirigiendo sus intereses reales y naturales hacia su "prójimo" y hacia "una vida en el más allá".

    Dionisio, la apoteosis del arte, se convirtió en dios y modelo para Nietzsche. Consideraba que la llegada de Sócrates y Platón a la escena griega fue el comienzo del enfriamiento del espíritu dionisíaco y de la dominación de Apolo.
    En este momento el intelecto desplazó el instinto, la psicología crítica a la filosofía poética, la ciencia al arte y la dialéctica a los juegos olímpicos.

    Nietzsche criticaba a Platón al que consideraba precristiano y condenaba la máxima socratiana de "conócete a ti mismo" por considerarla bárbara. Y esta valoración de Sócrates daría paso a una apasionada inquina.

    Al temperamento dionisíaco de Nietzsche le impacientaban las mentes inquisitivas y serenas de Sócrates, Platón y Aristóteles. Afirmaría: "la filosofía, según la he entendido y vivido hasta el presente, es la búsqueda voluntaria de los aspectos más repulsivos y atroces de la existencia".

    Pese a su desbordado entusiasmo por los primeros trabajos de Wagner, Nietzsche nunca perdonaría al genial compositor que creara Parsifal (1882). Esta ópera es una exaltación del cristianismo y rinde solemne homenaje tanto a la lanza que atravesó el costado de Cristo como al cáliz de la Última Cena. Es más, su protagonista, Parsifal, es un personaje absolutamente antinietzschiano, un alma pura capaz de resistir todas las tentaciones sexuales. Al final le llega la recompensa por su pureza inquebrantable cuando es hecho rey.
    Tras Parsifal Nietzsche no dirigió más la palabra al compositor que había sido más que su modelo su segundo padre.
    Todos sus dioses se habían revelado intrascendentes. Su primer dios, el de sus padres, había "muerto"; Dionisio estaba atrapado en la Antigüedad; y Wagner le había demostrado no ser digno.

    Nietzsche precisaba un nuevo dios y maestro. Lo encontró en Zoroastro, la deidad persa. Así en 1883, escribió su apasionado poema filosófico, su obra maestra: Así habló Zaratustra. Era su contraataque dionisíaco y anticristiano a Parsifal.

    La vida de lujuria y peligros que Nietzsche promovía no podía llevar sino atraer a la muerte. La vida nunca se vive tan intensamente como cuando se vive al borde de la muerte, en su autobiografía comentaría: "no soy un hombre, soy dinamita".

    Este incesante énfasis en la propia voluntad que aparece en todas las obras de Nietzsche, especialmente en Zaratustra deja poco espacio para pensar en el prójimo.

    Y Nietzsche, el que se había burlado del consejo socrático de "conócete a tí mismo", y al que llamaba "apocado" y "pusilámine" al final acabó no sabiendo quien era, creyéndose Dionisio, Cristo o Wagner, o tal vez los tres a un tiempo.

    Nietzsche fue de los hombres más solitarios que hayan existido jamás. Al intentar convertirse en su propio dios, cortó todos los canales de comunicación con los que estaban a su alrededor. No quedó nadie para ayudarle a saber quien era y se convirtió en una víctima sacrificada al dios que erróneamente identificó con la vida.

    Nietzsche idealizó la voluntad de poder. Al final acabó loco y ciego, y quedó paralizado por la sífilis, al cuidado de dos mujeres; primero su madre y luego su hermana.

    Escribió su primer ensayo con 13 años, trataba de ética y en él describía a Dios como el padre del mal.
    Rechazó el cristianismo y tomó la senda que le llevaría de vuelta al humus primitivo, y de allí al manicomio.
    Su intelecto se perdió en el caos, según el filósofo George Santayana: "su corazón se niega a sí mismo el consuelo de las lágrimas y únicamente encuentra alivio en la risa forzada y en la falsas esperanzas, las cuales no alegran a nadie, ni por supuestos a él mismo".

    Pese a la triste lección de su propia vida, especialmente su trágico final, su influencia es casi ilimitada y su pensamiento sigue cautivando a muchos. Incluso a los que no comprenden las implicaciones obvias de lo que afirma. Entre ellos universitarios rebeldes, músicos de rock duro, feministas radicales que ansían "poder", y abortistas furibindos que creen que la moralidad reside exclusivamente en la voluntad.

    Las ideas pueden ser más mortales que sus creadores. El hombre que se llamó a sí mismo "dinamita" era débil, estaba solo, y careció de influencia en vida. En realidad eran sus ideas lo que era dinamita.

    En Zaratustra exclama: "¡Mejor no tener Dios, mejor crear el propio destino, mejor ser un loco, mejor ser Dios uno mismo!".
    Es el sonido, tumultoso, pero frío de un ego desesperado que se niega a ser lo que es y que, como desafío, amenaza con poner el mundo patas arriba. Es un pataleo expresado en forma poética. Pero sigue siendo estéril. Y cuando hay quien lo adopta y lo imita, lo que hace es generar el caos.

    Como señalaba Jacques Maritain: "el ateísmo es algo que no puede ser vivido"

    El bien al que aspiramos, el objeto natural de la voluntad humana, es la bondad en sí misma, no la realización de nuestro ego. El ateísmo ata a la persona.Rechaza la pura bondad que es el verdadero objeto de la voluntad, y la sustituye por un bien ilusorio.. Ser el dios de uno mismo no es algo heróico. Es una actitud estúpida y autodestructiva, y lo es porque, esencialmente, es irreal.

    El heroísmo genuino tiene lugar dentro del mundo real. El verdadero valor exige algo más que adoptar una pose. "Pues toda voluntad, incluso la más perversa, desea a Dios aunque no lo sepa", argumenta Maritain.
    Es más, ninguna rebelión contra el orden del Creador puede jamás ser verdaderamente creativa, sino que, en última instancia, acaba en la destrucción de modo que toda experiencia absoluta de ateísmo, si se sigue de forma consciente y rigurosa, acaba provocando su disolución física, acaba en suicidio".

    Al exaltar la voluntad humana sobre cualquier otra cosa y al declarar la muerte de Dios, Nietzsche proporcionó a la Cultura de la Muerte una antifilosofía apasionada y cautivadora que le serviría de cimiento.
    Al alabar el yo aislado que desafía toda ley, costumbre y uso social, Nietzsche proporciona un programa altisonante que justifica cualquier cosa que desee la voluntad.
    El triste resultado, siguiendo el patrón de la propia vida de Nietzsche, es una cultura que se inclina hacia su propio suicidio.
    Es la misma cultura de la modernidad que Hegel caracterizó de forma satírica como "Viernes Santo sin Domingo de Resurrección".


    AYN RAND
    "Si, ésta es verdaderamente una época de crisis moral ... tú código moral ha llegado a su clímax, a un callejón sin salida, al final de su camino. Si deseas seguir viviendo lo que necesitas no es volver a la moralidad ... sino descubrirla"

    Quien así habla no es Zaratustra sino John Galt, el alter ego filosófico de Ayn Rand.
    La "crisis moral" a que se refiere es el conflicto entre el altruismo, que sería radicalmente inmoral, y el individualismo, que proporcionaría la única forma posible de verdadera moralidad.
    El altruismo, para Galt y Rand, conduce a la muerte; el individualismo nos señala la única senda que conduce a la vida. De este modo, para poder vivir con un mínimo grado de autenticidad debemos abandonar el código inmoral del altruismo y abrazar la vivificadora práctica del individualismo.

    Según Ayn Rand, a lo largo del curso de la historia han existido tres grandes visiones de la moralidad. Las dos primeras son místicas, lo cual, para ella, es lo mismo que ficticias, o no objetivas. La tercera es objetiva, verificada por los sentidos.

    En un principio imperaba una visión mística pro la cual se consideraba que la fuente de la moralidad era la voluntad de Dios. Esto no es compatible ni con el ateísmo de Rand ni con su objetivismo.

    Luego se abrió paso una visión neomística en la que "el bien de la sociedad" desplazó a "la voluntad de Dios", pero el defecto esencial de esta visión, como el de la primera, es que no tiene correlato alguno con la realidad objetiva. "No existe una entidad a la que podamos llamar sociedad" y "como lo único que realmente existen son los individuos, el llamado bien de la sociedad degenera en un estado en el que "algunos hombres están éticamente legitimados para actuar conforme a sus caprichos (o perversiones) mientras que otros están éticamente obligados a gastar sus vidas al servicio de los deseos de los primeros".

    Sólo la tercera visión de la moralidad es realista y digna de ser vivida. Se trata del OBJETIVISMO de Rand, una filosofía que se centra exclusivamente en el individuo. El individuo es lo único real objetivo, y es el verdadero fundamento de la ética.

    De ahí Rand puede postular la premisa básica de su filosofía: "la fuente de los derechos del hombre no es la ley de Dios, ni la del Congreso, sino la ley de la identidad. A es igual a A: el Hombres es el Hombre".

    El individuo, como tal, se pertenece a sí mismo. En modo alguno pertenece a Dios ni a la sociedad.
    Un corolario de la premisa básica de Rand es que el "altruismo, el sacrificio de la propia y única realidad -la propia individualidad- en favor de una realidad distinta a la de uno mismo, es necesariamente autodestructivo, y por lo tanto inmoral.
    Así afirma que "el altruismo tiene en la muerte su fin último y su referencia de valor"

    En cambio el individualismo cultivado mediante la "virtud del egoísmo" es el único sendero que conduce a la vida. "La vida", insiste, "puede mantenerse en la existencia sólo mediante un constante proceso dirigido a auto-sustentarse. El destino del hombre es ser un alma hecha a sí misma"

    El hombre tiene derecho a la vida, pero con ello Rand no pretende decir que ese "derecho a la vida" genera la obligación en los demás de defenderlo y sustentarlo.
    Tal concepto de "derecho a la vida" implica una forma de "altruismo" y, consiguientemente contrario al bien individual.
    Para Rand constituye una forma de esclavitud "nadie puede ostentar el derecho de imponer a otro una obligación no elegida, un deber no gratificado o una servidumbre voluntaria. No puede existir un "derecho a esclavizar".
    Es más, no existen los derechos de grupo, puesto que un grupo no es una realidad individual. Como resultado, Rand niega firmemente que grupos tales como los "no nacidos", los "agricultores", los "empresarios", etc. tengan derechos particulares.

    La noción Randiana del "derecho a la vida" comienza y termina en el individuo. Así "derecho a la vida" significa el derecho individual a perseguir, a través del uso racional de su capacidad de elegir, cualquier cosa que necesite para mantener y cultivar su existencia. "La vida de un organismo es su referencia valorativa: todo lo que hace avanzar su vida es bueno, todo lo que la amenaza es malo".

    Como dice Rand a sus lectores mediante John Galt "solamente existe una alternativa fundamental en el universo: la existencia o la no existencia".
    La existencia del hombre debe permanecer en la existencia, este es el mandato del individuo y la utilidad de la virtud del egoísmo. La no existencia es el resultado del altruismo y se escora hacia la muerte.
    Sacrificarse por los hijos, nacidos o no, por los padres ancianos o por otros miembros de la familia se convierte en anatema.
    Rand quiere que surja una Cultura de la Vida, pero en su visión de esa cultura únicamente está compuesta de individuos que de forma egoísta escogen sus bienes privados en orden a su propia existencia.

    De haber un himno para una filosofía pro abortista, lo habría escrito Ayn Rand: "el hombre tiene que ser hombre: por propia elección; tiene que considerar su vida un valor: por propia elección; tiene que aprender a conservarla: por propia elección; tiene que descubrir los valores que requiere y practicar sus virtudes: por propia elección. Un código de valores aceptados por la personal elección es un código de moralidad".

    Ningún filósofo ha propuesto una visión de la vida más simple y directa que la de Rand:
    - Hombre es igual a Hombre;
    - Existencia es igual a Existencia;
    - sólo los individuos son reales; todas las formas de altruismo son inherentemente malas.
    - no hay matices ni paradojas,
    - no hay sabiduría,
    - no hay profundidad,
    - las cuestiones complejas dividen las realidades en simples dicotomías,
    - sólo existe el individualismo y el altruismo, sin términos medios
    .

    Rand pudo exponer la esencia de su filosofía brevemente como sigue:
    "Metafísica: realidad objetiva; Epistemología: razón; Ética: interés propio; Política: capitalismo"

    Pese a la evidente superficialidad de su filosofía, Rand se consideró a sí misma el mayor filósofo de la historia desde Aristóteles.

    Por supuesto Rand es enemiga acérrima del cristianismo. Su tipo particular de egoísmo, que parte de que cada uno de los individuos son superhombres Nietzschianos, la convierte en una enemiga del amor. Sus escritos presentan una conciencia tan elevada y endiosada que es imposible ser vivida por mortal alguno.

    Pero el dogmatismo Randiano tiene atractivo, sus 13 libros vendieron y venden millones de ejemplares. Y en Internet puede encontrarse:
    - una previsible defensa del aborto: "el embrión es claramente prehumano; sólo las nociones místicas del dogma religioso tratan a este montón de células, como si constituyesen una persona", y
    - propaganda a favor del suicidio asistido: "la racionalidad en interés propio", así como
    - diatribas contra el Papa: "no hay nada más peligroso que la fe como guía de la vida".

    El Ayn Rand Institute (1997) se ha opuesto frontalmente al voluntariado. A través del Programa de Formación Contra la Servidumbre, brinda a los estudiantes la posibilidad de cumplir las exigencias académicas de sus escuelas relativas a trabajos de voluntariado, paraedójimante, trabajando para abolir el voluntariado.
    También se ha rodado una película para TV basada en la vida de Ayn Rand y hasta hay un sello de correos impreso en su honor.

    Pero ¿quién es esta mujer tan influyente en la conformación de la Cultura de la Muerte?
    Nacida en San Petersburgo (1905) su verdadero nombre es Alice Rosenbaum.
    Abandonó Rusia a los 21 años, horrorizada por los planteamientos antiindividualistas del colectivo blochevique.
    Tras su llegada a NY, sola, con unos 50 $, se alojó con unos parientes en Chicago durante un tiempo antes de trasladarse a Hollywood, donde trabajó en puestos diversos (camarera, guardarropa, etc.) hasta que alcanzó el éxito económico con sus escritos.

    En 1957 produjo su gran obra: La Rebelión de Atlas, en la cual estableció el canon de su código de interés propio. Su personaje principal John Galt es la voz que expresa su filosofía. Y pese a ser considerada por algunos obra de culto, y algún crítico ha dicho que "pese a que la señorita Rand proclama a voz en grito su amor a la vida, parece que el libro ha sido escrito a fuerza de odio hacia ella".

    El libro estaba llamado a enfurecer a los cristianos, en un pasaje el protagonista John Galt afirma que está mal "ayudar a un hombre que no tiene virtudes, ayudarle por el simple hecho de su sufrimiento, aceptar sus faltas, aceptar su necesidad, como una justificación"
    El crítico John Chmaberlain escribió que "Rand no debería haber intentado reescribir el Sermón de la Montaña" y otros críticos lo consideran un libro simplista y estúpido.

    El sociólogo Peter Berger ha dicho: "es difícil conceder un lugar importante a Ayn Rand como novelista o pensadora".
    Gore Vidal escribió: "Ayn Rand es una retórica que escribe novelas que nunca he sido capaz de leer"
    George Gilder se lamenta de que "Rand evita entrar en la cuestión de la familia (una institución que no puede en modo alguno sobrevivir sobre la base del principio del interés propio y aislado" simplemente ignorándola.

    Pese a todo sus libros siguen influyendo.
    La biografía de Rand (por Bárbara Branden: The passion of Ayn Rand): "desde el punto de vista moral, Rand era una persona especialmente poco atractiva. Branden cuenta como su propio marido, Nathaniel, y Rand explicaron racionalmente a sus respectivos sorprendidos esposos cómo su superioridad oral y su individualismo racional justificaban la relación amorosa que estaban manteniendo. Este arreglo a cuatro bandas no fue del agrado de los afectados como tampoco la explicación.
    El marido de Rand intentó refugiarse en el alcohol y Bárbara sufrió varios ataques de pánico. Durante uno pidió ayuda a la que había sido su "amiga" durante 19 años. La respuesta de Rand fue fría como un reptil: ¿Cómo te atreves a pensar en ti misma en lugar de pensar en mí?

    Cuando su amante, Nathaniel Branden, se hizo con una nueva amante, más joven que Rand, ésta se enfureció. Branden le pidió tímidamente disculpas por haberla rechazado al considerarla "un valor menor". Rand le contestó ¿cómo te atreves a considerarme un valor menor? ¡No se trata de eso! ¡Es mucho peor: esa chica no es nada! y enfurecida porque Branden la rechazase se juró a sí misma que lo destruiría. ("¡Estás acabado! ¡Te destruiré igual que te construí! Te denunciaré públicamente. Tes destruiré igual que te cree, que creé tu nombre, tu riqueza y prestigio. No tendrás nada: te quedarás tal y como comenzaste, tal y como llegaste a mí, tal y como habrías permanecido sin mí. Te has atrevido a rechazarme ...")

    No satisfecha con el juramento de destruirlo y hacer todo lo que estuviese en su mano para que Branden fuera a la ruina pública y por supuesto nada dispuesta a permitirle expresar su propia individualidad, Rand lo maldijo y le propinó tres bofetadas.

    Este lamentable incidente no fue un hecho aislado pues Rand se las arregló para hacer desgraciados a todos los que tenía a su alrededor, al final de su vida ya no tenía amigos, ni siquiera de los que se compran con dinero y despreciaba incluso a sus seguidores.
    Cuando falleció (77 años) sobre su ataúd lucía una representación de casi dos metros del signo del dólar.

    Su filosofía, que había adoptado desde temprana edad no hizo sino contribuir a asegurar su soledad: "nada de lo que existe me proporcionó ningún placer relevante. Y progresivamente, a medida que mis ideas se desarrollaban, fue crteciendo más y más en mí el sentimiento de soledad"

    Pero es inevitable que una filosofía que se centra en uno mismo excluya a todos los demás y acabe dejando a quien la practica en el más completo aislamiento y en la más intensa soledad.

    La filosofía de Rand no pudo ser vivida por ella ni por nadie. Una filosofía así, difícilmente puede servir a la construcción de una Cultura de la Vida. No puede ser vivida porque se basa en una antropología errada.
    El ser humano no es un simple individuo, sino una PERSONA. Y como tal, es una síntesis entre su condición única como individuo y su participación en la comunidad. El hombre es un ser TRASCENDENTE, es más que su propia individualidad.


    Rand escribió: "el hombre no puede escapar de la necesidad de la filosofía; su única alternativa está entre si la filosofía que le guía es elección suya o producto del azar"
    Afirmación similar a la de G.K. Chesterton: "la filosofía no es más que pensamiento que ha sido conscientemente pensado ... el hombre no tiene otra alternativa que elegir entre verse influido por un pensamiento que ha sido pensado o verse influido por un pensamiento que no ha sido pensado conscientemente".

    La diferencia entre ambos pensadores tan radicalmente diferentes tiene que ver con la verdad. A Rand no le preocupaba nada más que ella misma. En consecuencia, la verdad se disolvía en su conveniencia personal. El orgullo era la predisposición fundamental de la que partía en el desarrollo de su filosofía.

    Chesterton consideraba: "la soberbia como la falsificación de los hechos a través de la introducción del ego".

    Al entender que el hombre no es más que lo que ella entendía que ella misma era, es decir, un individuo, Rand no fue capaz de ver la verdad del hombre más allá de sí mismo.
    Chesterton sí vio más allá y se consideró honrado por alinearse junto al hombre común, que es también hijo de Dios. Para Chesterton, la verdad sobre el hombre es que es las tres cosas a la vez: individuo, miembro de la sociedad e hijo de Dios.

    Los griegos tenían dos palabras para expresar la noción "vida" (bios y zoé).
    Bios representa el sentido biológico e individual de la vida, la que late dentro de cualquier organismo. Es la única noción de vida que se encuentra en la filosofía de Ayn Rand.
    Zoé, en contraste, es la vida compartida, la que trasciende al individuo y que le permite participar en una vida más amplia, más alta y más rica. Participación que consiste en compartir la humanidad de todos los seres humanos. y es precisamente a partir de la participación en la humanidad de otros como la persona es rescatada de la individualidad y descubre su verdadera identidad.

    En "Mero Cristianismo" C.S. Lewis subraya que el simple bios tiende siempre a desfallecer y degradarse. Precisa continuamente las aportaciones de la naturaleza en forma de aire, agua y alimentos si quiere seguir viviendo.
    Considerado únicamente como bios el hombre nunca puede alcanzar su destino. Lewis, sigue explicando que, zoé es una enriquecedora vida espiritual que está en Dios desde toda la eternidad.
    El hombre necesita zoé para ser verdaderamente él mismo. el hombre no es simplemente un hombre; es un compuesto de bios y zoé.




    4ª Parte : LOS UTÓPICOS SECULARES:

    KARL MARX
    Karl nace en 1818, y cuando era joven ni se le pasaba por la cabeza escribir algún día una crítica de la economía política.
    Sus afanes literarios se limitaban a un poema épico sobre Prometeo. Marx veía en el gran héroe mitológico griego la encarnación del humanismo.

    Uno de los poemas de juventud de Marx ilustra sobre sus tendencias prometeicas y sus aspiraciones a la divinidad:

    "Entonces caminaré como un dios victorioso
    a través del mundo
    y, dando a mis palabras una fuerza viva,
    me sentiré igual al creador
    "
    (citado por David McLellan, en Karl Marx: His Life and Thougt, Harpera and Collins, New York, 1973, pg. 22).

    El humanismo de Marx, el COMUNISMO, estaba tomando forma. Para que el hombre pudiese ser él mismo tenía que dejar de creer en un Dios ficticio y no tolerar la explotación en el lugar de trabajo. El hombre estaba oprimido y consiguientemente alienado de sí mismo, ésa era la situación. Solucionarlo exigía medidas drásticas: LA REVOLUCIÓN que sólo estaría completa cuando cuando el conflicto de clases diese paso a una sociedad sin clases compuesta de hombres iguales que, felizmente, cooperarían en términos de igualdad.

    El mismo Marx jugaría el papel de liberador prometeico. Se expresaría de forma drástica y terrible: "los comunistas desdeñan ocultas sus puntos de vista y sus objetivos. Declaran abiertamente que sus fines sólo pueden ser alcanzados mediante el derrocamiento violento de todas las presentes condiciones sociales. Que la clase dominante tiemble ante la revolución comunista. Los proletarios no tienen nada que perder, salvo sus cadenas. y lo que pueden ganar es el mundo.
    ¡Proletarios del mundo uníos!
    "
    (Karl Marx y Frederic Engels en Manifiesto of the Communist Party, en AAVV. Classic Philosophical Questions, Prentice Hall, Englewood Cliffs, 1995).

    La historia muestra que millones de personas perdieron sus vidas, en lugar de sus cadenas, en la revolución que prometía la liberación de todas las ataduras. Es uno de los hechos más trágicos de la historia.

    Marx no pudo ser más claro en su llamada a la violencia, llamando a colgar a los capitalistas de las farolas más próximas.
    En el periódico que editaba (Neue Reinische Zeitung) declaró: "cuando llegue nuestro momento, no disfrazaremos nuestro terrorismo" (citado por Rober Payne, en Marx, Brugera, Barcelona 1969).

    La cuestión es cómo una doctrina puede ser atractiva en la teoría (al menos para los marxistas) y sin embargo tener unos resultados tan deplorables en la práctica.
    ¿Cómo la gente acepta una filosofía cuya dinámica interna está abocada con toda certeza a la violencia y muerte?
    ¿Cómo pudieron Marx y sus congéneres ser tan terriblemente eficaces a la hora de cerrar los ojos del proletariado?


    La respuesta tal vez tenga que ver con el atractivo mesiánico que se le infundió a Marx, se le fabricó un carisma tal que le permitió ser (pese a teóricamente oponerse a la explotación) ser un explotador peor que todos los que denunciaba.
    En realidad explotó el impulso religioso de sus seguidores de forma despiadada y sistemática.

    Marx fue un oportunista que se aprovechó del vacío dejado por la decadencia de la religión en la Europa del XIX.
    Propuso su programa como sustituto de la religión. Por lo tanto, tenía que ser un paralelo para la teología cristiana, a la que pretendía reemplazar y destruir.
    Necesitaba desempeñar el papel de un mesías que estaría iluminando toda la épica tragedia del hombre.

    Como ofrecía un sustitutivo para el cristianismo, con el mismo Marx haciendo de mesías, en sus enseñanzas pueden encontrarse muchos paralelos distorsionados de la doctrina cristiana.
    Marx tomó las nociones de pecado original, pecado personal y redención, y las despojó de lo que consideraba adherencias negativas y repulsivas. Dado que Dios no existe, el pecado original no podía ser una transgresión contra él. En lugar de liberarnos del pecado original, el mesiánico Marx proclamó la necesidad de liberar al proletario de la explotación a manos de la clase dirigente, subsumiendo a los individuos en clases, los absolvió de cualquier capacidad para el pecado y de cualquier posibilidad de culpa. Más aún, como cada persona es producto de su clase, no hay conversión posible. No cabe redención personal, sólo revolución violenta.

    Finalmente rubricó el paraíso, convirtiéndolo en un reino terrenal. Él era el mesías que traía a su pueblo una nueva religión, libre de pecado personal, de culpa, de necesidad de penitencia y sufrimiento, y de un redentor divino.
    Predicaba una religión sin adoración, un paraíso sin Dios. Es decir, predicaba una parodia de la religión, que ofrecía las cáscaras pero no el fruto que alimenta. Por eso su programa nunca podía acabar prevaleciendo, incluso pese a un cierto atractivo.

    A Marx se le ha calificado de "ladrón de ideas" (Jean-Claude Barreau en The Religions Impulse, Pulist Press, New York, 1979, pg. 4).
    Derivó su materialismo de los atomistas griegos, sobre los que investigó en su tesis doctoral.
    Tomó su ateísmo "racional" de Feuerbach.
    La noción de la historia dialéctica se la apropió de Hegel. La idea de que la realidad última se conforma a sus proias leyes internas de necesidad, de que la suma de la tesis y la antítesis genera la síntesis.
    La explotación de la clase trabajadora por la clase dominante la adoptó de Engels.
    Y finalmente de su tradición talmúdica y rabínica adoptó su furor por la justicia y su concepción de la lógica y del drama de la Historia.

    Al liberar de toda culpa a los proletarios y declararlos inocentes, Marx se presentó, a sí mismo, como un ser más humano que ningún dios que jamás hubiera existido. Y sin embargo este mesías, que era más humanista que ningún Dios, negaba a sus súbditos su propia identidad como personas.

    En El Capital escribiría: "hablo de individuos en tanto en cuanto son personificaciones de concretas clases de relaciones e intereses".
    Uno e sus axiomas más conocidos dice: "la existencia social del hombre determina su conciencia".
    Los hombres no son libres, todos están socialmente condicionados.
    El individuo es absorbido por el colectivo. La persona no peca ni experimenta la culpa porque no existe realmente como persona.

    Los arbitrarios postulados de Marx que se refieren a la pseudoinocencia y a la disolución de la identidad personal son el capítulo inicial del Manifiesto Comunista:
    "La historia de todas las sociedades que han existido hasta el presente es la historia de la lucha de clases. Hombres libre y esclavo, patricio y plebeyo, señor y siervo, maestro y aprendiz, en una palabra opresor y oprimido, ora de forma soterrada, ora de forma abierta, luchan en una guerra que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases beligerantes".

    Al absorber a la persoa dentro de una "clase" actuaba de manera análoga a Hitler, que absorbía a la persona en una "raza"
    Y marxismo y nazismo tuvieron consecuencias similarmente aciagas. Ambos ofrecían una simple existencia sin vida, la cual como la historia demuestra, es una receta infalible para la muerte.

    Ni Marx ni Engels estuvieron libres de pecado en sus vidas privadas. Tres meses después de que la esposa de Marx alumbrara a su cuarto hijo, su ama de llaves le dio otro hijo varón. El primer pensamiento de Marx fue cómo proteger su reputación en lo que Wheen denomina "una de las mayores comedias representadas por el bien supremo de la causa comunista" Y Marx consiguió que su íntimo amigo Engels cargara con el mochuelo y que la mujer diera su hijo e adopción a las cinco semanas.
    Para Marx era esencial cultivarse una imagen de miembro inocente de la clase trabajadora oprimida pese a ser de familia de banqueros.

    Marx priorizó la publicación de sus obras a todo, a su familia pues chantajeó a su madre, se enemistó con sus amigos y permitió que sus hijos de corta edad creciesen mal alimentados. Cuatro de los seis que tuvo fallecieron antes que él y las dos hijas que le sobrevivieron se suicidaron.

    Marx, siempre derrochador, fue demandado múltiples veces por impago de deudas (lo que le hizo vulnerable a la "influencia" de Rothschild que lo utilizó).
    Sus colaboradores lo odiaban, al igual que sus antiguos amigos y familia.
    A su funeral asistieron once personas y las palabras de Engels, al pie de su tumba fueron ideológicas y superficiales: Del mismo que Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia humana" (Friedrich Engels en Speaking at the Graveside of Karl Marx, op. cit. pg. 55).

    En realidad Marx se limitó a repetir, como un loro, la teoría de la historia de Hegel, una teoría hoy totalmente desacreditada.

    Engels era un mujeriego impenitente, en 1846 relataba a Marx sus "deliciosos encuentros con grissettes: "si tuviera unos ingresos de 5.000 francos no haría nada más que frecuentar mujeres hasta acabar hecho pedazos. Si no existieran las francesas, la vida no merecería la pena" (Karl Marx y Friedrich Engels, Collected Works, International Publishers, New York, 1982).

    Marx y Engels han sido el dúo de actores con más éxito en la historia, cogieron una idea que apenas era original y la envolvieron en un cúmulo de errores de bulto, de concepciones radicalmente erradas de: la historia, la naturaleza humana; las causas sociales, los grupos étnicos, nacionalismo, capital humano, y la religión.
    Luego la vendieron al mundo que la compró y pagó con su propia sangre.

    La cura que recetaron para la enfermedad (abuso de explotación en algunos centros de trabajo) pues anulaba al individuo, incitaba el calsismo, promoví al violencia, y su veneno más mortal era la intolerancia hacia la religión, inseparablemente unido al odio judaico contra Dios y su Iglesia.

    Es imposible poner en práctica el humanismo ateo (humanismo antropocéntrico) de Marx porque niega la dimensión espiritual del hombre, sin el cual éste nunca estará completo.
    Al negar a Dios, ofrece bienes finitos que no pueden sustituir el bien infinito que el alma del hombre busca.

    En Humanismo Integral, Jacques Maritain afirma: "el ateísmo, si pudiese ser vivido hasta sus últimas consecuencias en la voluntad, desorganizaría y aniquilaría metafísicamente la voluntad misma".

    La voluntad humana aspira a la bondad, a Dios. Toda voluntad busca, por naturaleza, a Dios. Como el ateísmo pretende satisfacer ese anhelo infinito en un objeto finito acaba desembocando en una frustración e insatisfacción abrumadoras.
    El humanismo exclusivo es, por tanto, un humanismo inhumano. El ateísmo marxista, debido a su total intolerancia hacia la religión, sólo trae como resultado la Cultura de la Muerte.

    El marxismo representa el corazón en guerra consigo mismo, no hay guerra interior más cruel que la del hombre finito pretendiendo convertirse en Dios infinito.
    Así los "maestros de la sospecha" del filósofo Paul Ricoeur (Le Conflit des Interpretations, Seuil, París, 1969, pgs 149-150) incluyen a Marx, Freud y Nietzsche. Todos ellos muestran la misma frustración metafísica que proviene de intentar ser Dios, en lugar de servirle. Por eso sus aportaciones están destinadas al fracaso.

    Cuando Marx despreciaba la religión (opio del pueblo, halo de la maldición, suspiro de la criatura oprimida, corazón de un mundo sin corazón, etc.) criticaba no a la auténtica práctica religiosa sin su cáscara. Marx reaccionó (usando la distinción de maritain) frente al "mundo cristiano" no frente al "cristianismo" (Jacques Maritain en Ture Humanism, op. cit. pg. 34).

    Creyó que la caricatura era el arquetipo, que la burla era el modelo. Lo generoso hubiera sido decir: "resulta lamentable que la gente, en ocasiones, haga un mal uso de la religión usándola como una droga para embotar la sensibilidad moral e intelectual" Así habría mostrado una comprensión de la diferencia entre la práctica torcida y la práctica auténtica de la religión.
    Pero confundió la religión verdadera con la falsificación de la misma. En consecuencia, hizo todo lo posible para evitar el florecimiento de la auténtica religión.
    Marx no es capaz de ver la religión sino bajo una óptica negativa. La religión significaba poco para sus padres. Pues el padre de Marx para conseguir éxito en al abogacía cambió su judaísmo por luteranismo (Tel pére, tel fils) y toda su familia vivió un protestantismo liberal carente de cualquier creencia religiosa profunda (Vincent P. Micheli, en The Gods of Atheism, Arlington House, New Rochelle, 1975, pg. 94).

    Marx usó su propia ideología torcida como medida para la religión. El cristianismo tiene un término mejor para la pretensión de ser santo sin ser antes humano: tal práctica es estigmatizada como "fariseísmo".
    Marx tenía prisa por cambiar el mundo y no se preocupó demasiado de algunos de los elementos esenciales del pensamiento crítico.

    "Hasta ahora, los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de diversos modos; lo necesario, sin embargo, es cambiarlo". (Karl Marx en Thesis on Feuerbach, Thesis II, Norton, New York, 1972).

    Dado su superficial y apresurado rechazo de la religión, no sorprende que Marx fuese tan ingenuo como para pensar que sería tan fácil para sus seguidores hacerse santos sin Dios, como para sus adversarios hacerse santos sin ser humanos.

    Según Karl Stern la lógica del marxismo no produce ni santos ni seres humanos auténticos, sino "una forma desviada de deshumanización, algo así como una visión preternatural en la que la forma humana aún no puede discernirse" (Karl Stern en The Third Revolution, Harcourt, New York, 1954, pgs. 131-132).

    Marx pedía que la gente creyera en cosas que nadie en sus cabales creería. Les pedía que creyeran que la Historia era una especie de vientre que lo contiene todo y que, de algún modo, llegaría a alejar al hombre libre "del reino de la necesidad para llevarlo al de la libertad" (Jacques Maritain, True Humanism, op. cit. pg. 44).

    Según Allan Bloom, Marx negó la existencia de Dios pero confirió todas las funciones divinas a la Historia, la cual estaría inevitablemente encaminada a la realización del hombre y tomaría el lugar de la Providencia (Allan Bloom, en The Closing of the American Mind, op. cit. pg. 196).

    El hombre privado de Dios está mutilado, en sentido estricto, ésta es la definición exacta del infierno.
    Pese a toda su furia mesiánica contra la alienación, Marx nunca comprendió que la forma más profunda de alienación es la que separa al hombre de su prójimo. Centró su atención en los mecanismos de la producción y en la relación entre el trabajor y lo que produce.

    Marx propone al mundo una religión postiza, que exhibe muchos rasgos del cristianismo, si bien en sus manifestaciones deformadas. Incluye una promesa de justicia, de redención, de gozo, de igualdad, de comunidad, incluso un paraíso utópico.
    Pero el elemento que falta, el amor, lo hace todo vacío e inútil.
    Sin amor, el marxismo o cualquier otro programa que carezca sin el cohesionante más fundamental de los seres humanos, necesariamente conduce a la Cultura de la Muerte.

    En el caso del marxismo las pruebas son irrefutables. Y si hay algo que nos ha enseñado la experiencia histórica del marxismo, con claridad y fuerza irresistible, es que entre las mil ilusiones que difundió, es que no puede haber Justicia sin Amor, ni Cultura de la Vida sin Justicia.


    AUGUSTE COMTE
    En 1842 Ludwig Feuerbaach publicaba La Esencia del Cristianismo. Ese año, aunque Comte culminó la publicación de sus seis tomos de El Curso de la Filosofía Positiva.

    Ambos autores presentaron una nueva religión, una religión sin Dios y en la que el hombre ocupaba su lugar.
    Un crítico de la época señalaba: "Feuerbach en Berlín y Comte en París, ofrecen a la Europa cristiana un nuevo Dios para adorar: la raza humana".

    Feuerbach exalta al hombre para hacerlo objeto de adoración. Comte es más comedido. La Humanidad (su nuevo Dios) sólo la formarían aquellos seres humanos que contribuyesen positivamente al bien de su sociedad.
    El Dios de Feuerbach había reemplazado a la divinidad ficticia que había hecho que los hombres resultasen alienados de lo mejor de sí mismos.
    La nueva deidad de Comte reemplazaba al Dios cristiano, que era un paso histórico necesario, por el nuevo ser supremo: Le Grand Être (la Humanidad).

    Feuerbach era un revolucionario, Comte un evolucionista. Ambos UTÓPICOS.
    Feuerbach se limitó a situar su paraíso en la posteridad. El evolucionismo de Comte culminaba con una utopía diseñada por él mismo. Como dijo John Stuart Mill él era: "el Sumo Sacerdote de la Religión de la Humanidad".

    Comte presidía una religión que, desde su punto de vista, era sustancialmente preferible al cristianismo. Sin embargo, la mayoría de sus críticos han llegado a la conclusión de que no fue más que la primera víctima de su propio engaño.

    Isidore Auguste Marie Françoise Xavier Comte nació en 1798. Pero en el sexto año de la República francesa todas las iglesias estaban cerradas y el bautismo de los niños había sido estrictamente prohibido y castigado por el Estado de "la Libertad, Igualdad, Fraternidad o Muerte".

    Comte era ferviente religioso pero incrédulo de Dios lo que le movió a organizar una forma atea de religión en que la humanidad se convertiría en objeto de adoración.
    A los 14 años se declaraba ateo. Le turbaba el desorden social que instauró la Revolución y achacó el fracaso de la Revolución se debía a la organización teocéntrica.
    Y se impuso la misión de cambiar el desorden por el orden, de sustituir el cristianismo por una nueva religión ampliamente superior, centrada exclusivamente en el bien temporal y social del hombre.

    En Letters Inédites à C. De Blignières, Vrin, París 1932, pg. 136 decía: "lo que hice fue asumir públicamente el pontificado que había recaído sobre mí, naturalmente".

    Según Comte el cristianismo era una estructura fallida y sin arreglo porque era inherentemente antisocial, tanto en su concepción del hombre como en su concepción de la salvación, era exclusivamente una religión del individuo: todo hombre al estar creado a imagen de Dios, tiene un valor infinito; además de eso, lo único importante para cada alma no es el bienestar de la humanidad en su conjunto, sino la propia santidad y salvación. Por eso consideraba al cristianismo radicalmente inmoral pues está estructurado para que el "egoísmo cristiano" del individuo resulte modelado por el "egoísmo absoluto" de Dios.
    Según Comte los cristianos no son compasivos ni tienden la mano a los demás en la sociedad, son "peregrinos" que pasan por este mundo de camino a lo que imaginan un mundo mejor. Son anarquistas que hay que despreciar y la causa de buena parte del caos que reina en el mundo, incluyendo las calamidades que cayeron sobre Francia tras la Revolución.

    Tras estas declaraciones no es necesario anotar que Comte era un analfabeto del cristianismo y de los Evangelios.
    El cristianismo no puede hacer más hincapié en la continuidad entre este mundo y el venidero y que la santidad personal es INSEPARABLE del amor al prójimo, amor éste que resume los mandamientos del Decálogo y que el gozo personal en el Cielo tendrá la medida en el amor al prójimo en este mundo.

    Tal vez Comte quisiera un mundo mejor que el que le rodeaba (fruto de la Revolución "judaica" francesa), su desencanto respecto de todas las religiones iba en paralelo a su desmedido entusiasmo por las ciencias empíricas. El futuro pertenecía a la ciencia, el pasado a la teología y la metafísica.
    Esos eran los tres estadios que tenía que atravesar la humanidad, como el individuo pasa de la niñez a la juventud y a la edad adulta.
    Para Comte la teología es completamente ficticia, y la metafísica se ocupa de simples abstracciones. Sólo las ciencias empíricas pueden proporcionar el conocimiento positivo, claro y fiable que requiere la organización social.

    El objetivo de Comte era organizar la sociedad de forma que "nuestros jóvenes discípulos se acostumbren, desde la niñez, a considerar el triunfo de la sociabilidad sobre la personalidad como el gran objetivo del hombre" (Comte, en Catèchisme Positive, Garnier, París, 1890, pg. 166).

    Comte no era iconoclasta, no pretendía destruir la herencia del pasado. Más bien quería actualizarla, incorporarla a su esquema positivista. Y aunque detestaba el catolicismo que consideraba la más inmoral de todas las religiones admiraba su estructura. Por lo que se propuso despojarlo de sus creencias sobrenaturales pero conservando todos sus aspectos tangibles. Pretendía así, con furia mesiánica, la total secularización del catolicismo, separándolo totalmente de Dios, de Cristo y de la Sagrada Escritura pero conservando sus instituciones y estructura de autoridad.
    El gobierno de las almas pasaría a estar en manos del clero positivista. La adoración a la humanidad tendría lugar en las antiguas iglesias católicas.
    París reemplazaría a Roma como centro de la religión y cada año se celebrarían 84 fiestas religiosas dedicadas a la progresiva glorificación de la Humanidad. Al menos una por semana.

    El culto a la Virgen María se mantendría transformado en culto a la mujer ideal.
    Y reemplazaría "los esclavos de Dios" por "los servidores de la Humanidad".

    Comte se casó con Caroline Massin, y durante 17 años tuvieron una tormentosa relación, con separaciones y altercados. Pese a todo ella fue una devota esposa que asistió a Comte durante su severa crisis nerviosa (1826) hasta que se recuperó. Y en momentos de penuria se ofreció a aportar ingresos manteniendo relaciones con otros hombres a lo que Comte se negó.
    En 1842, dos años antes de su separación definitiva Comte conoció a Clotilde de Vaux, la joven y bella esposa de un estafador huido de Francia escapando de la justicia.
    Se hicieron amigos (que no amantes) pero Clotilde moriría pronto por tuberculosis, un año después.
    Comte idealizó a Clotilde. Adornó con flores, como un altar, la mecedora que usaba cuando le visitaba. Tres veces al día, durante 13 años le rezaba, arrodillado ante la mecedora y recitaba versos en su honor.

    Jacques de Maritain consideró estas prácticas como la "idealización de un erotismo frustrado" y Vicent Miceli: "el espectáculo de ver de rodillas al pontífice del positivismo delante de la mecedora y ramos de flores, reviviendo con inmensa concentración su radiante figura y renovando sus emociones hasta extremos de exaltación, es uno de los ejemplos más trágicos de la historia de cómo un genio ha perdido su salud mental, por causas que claramente hunden sus raíces en su rechazo del Dios de la razón y la revelación".
    Según Miceli "su pasión por su (Santa Clotilde) le arrastró a un sistema de especulación y conducta que le abocó a la locura"

    Todas las crónicas relatan que Comte era hombre de prodigioso egoísmo y según Maritain "es el hombre que se tomó a sí mismo más infinita y absolutamente en serio".
    George Dumas señaló: "su cabeza estaba llena de sueños de gloria social"
    Miceli añade: "Comte era egoísta en extremo, con una voluntad violentamente arrasadora y celoso hasta la demencia".
    Para De Lubac: "Comte se hundió más y más, cada día, en un monstruoso egocentrismo"
    Según la Enciclopedia Británica: "fue una personalidad más bien sombría, desagradecida, centrada en sí misma y egocéntrica".

    Comte no parecía el candidato a líder de una religión cuyo mandamiento exigía la supresión del ego. Más que pretender que él como sus discípulos adorasen a la humanidad, más bien parece ser que Comte pretendía que fuer la humanidad la que le adorase a él.
    De hecho fue un dictador que no permitió en su nueva religión nada que no fuese de su agrado. Estableció estrictos controles sobre los libros que podían leer sus súbditos, limitando su número a cien volúmenes de ciencia, poesía, historia y cultura general que él mismo había seleccionado. Era suficiente para formar una mente positivista. Cualquier otro material de lectura debía arrojarse al fuego. Y a esta restrictiva lectura la denominaba "hygiène cérébrale"

    La crítica intelectual estaba prohibida, las herejías serían purgadas sin misericordia, los "pecadores" serían sometidos a humillación pública y la obediencia ciega obligación insoslayable.
    Era tan minucioso al decidir que era bueno para sus discípulos que empezó a determinar qué especies, animales y vegetales, no eran de ninguna utilidad para el hombre y debían aniquilarse.

    John Stuart Mill observó: "la humanidad no ha estado aún bajo el yugo de quien da por supuestos que sabe todo lo que debe saberse, y que considera que cuando él se ponga al frente de la humanidad, podrá cerrarse el libro del conocimiento humano ... no es que imagine que posee todo el conocimiento, se trata simplemente de que piensa que es el juez infalible del cuál es el conocimiento digno de ser poseído" (John Stuart Mill en Comte and Posivitivism, Ann Arbor, University of Michigan Press, 1961).

    La sociología de Comte es en realidad una SOCIOLATRÍA cuyos seguidores deben someterse, ciegamente, a él como dictador supremo. Por el lado objetivo, en su religión, el "Gran Ser" no es más que un ídolo.
    La Trinidad que Comte propuso para adoración a sus fieles: el "Gran Medio" (espacio), el "Gran Fetiche" (la tierra) y el "Gran Ser" (la humanidad) es una colosal ficción.
    Comte fue un idólatra absolutamente puro y patológicamente sin remedio.

    Siendo Comte un absoluto egoísta que proponía a sus seguidores que lo adorasen como a un ídolo, poco puede encontrarse de positivo en su "positivismo" que conduce a la tiranía y la locura.

    Una sociedad sin derechos es una sociedad sin justicia. Una sociedad atea carece de normas de justicia, dado que la sociedad es considerada en sí misma un Dios que no puede ser criticado.
    El "Gran Ser" de Comte requiere de forma inevitable de una forma encarnada, así se transforma inmediatamente en un Gran Hermano. Los prejuicios, la intolerancia y la discriminación se convierten en la norma.

    A diferencia de Marx, Comte, no aboga por la violencia. su construcción de una Cultura de la Muerte se consigue mediante la persuasión.

    La ideología de Comte, en conjunto, es indefendible. Nadie la acepta en su totalidad. No hay seguidores de Comte estrictos. Pero ha constribuido a la secularización y descristianización de gran número de almas.

    Pero también influyó (e influye) en:
    - las áreas del cientificismo al arrojar fuera, las ciencias empíricas, a la metafísica.
    - en el relativismo, donde la verdad es la primera víctima.
    - en el feminismo, donde las mujeres son consideradas seres más morales que los hombres.
    - desarrollo y avance del humanismo secular, que no debe nada a Dios y por tanto no duda en promover la contracepción, la esterilizacion, el aborto y eutanasia por todo el orbe.

    No existen ídolos benevolentes con el hombre, el ídolo que forjó, la humanidad, que rechaza la conciencia, la crítica, el cristianismo, y la verdadera compasión, devora y extingue las mentes y los corazones de sus adoradores. Así avanza en el establecimiento de una Cultura de la Muerte.
    No puede haber verdadera vida del espíritu sin moralidad libremente expresada. Y el positivismo mesiánico de Comte o bien absorbe la moralidad en su religión atea, que adora a una abstracción, o bien subsume la moralidad en la ciencia como un mítico sustituto de la sabiduría.
    En uno u otro caso es la muerte de la persona auténtica, que es el agente indispensable y el ciudadano de la Cultura de la Vida.

    Comte no entendió cómo la persona puede ser al mismo tiempo un individuo único y un miembro que contribuye al bien de la sociedad. De modo que decidió suprimir aquél para asegurar éste. Pero al negar al hombre su pretensión natural a la libertad y ala conciencia personal, se opuso a su participación en una Cultura de la Vida.


    JUDITH JARVIS THOMSON

    En 1971, Princenton University Press, publicó, en el primer número de la revista Phyilosogphy and Public Affairs un artículo de Jarvis titulado: "Una defensa del aborto".

    La Dra. Thomson, nacida en 1929, profesora de Filosofía en el MIT ha escrito libros muy conocidos y artículos de diversa temática.

    El artículo en defensa del aborto se ha convertido en el ensayo más ampliamente reeditado, no sólo sobre el aborto, sino de toda la filosofía contemporánea.

    Su amplia popularidad entre los proabortistas sugiere que es el mejor agrumento que haya sido expuesto en defensa y fundamento del aborto.

    En el artículo, Thomson, discute brevemente sobre si el feto puede ser considerado como persona desde el momento de la concepción. Y rechaza de forma abrupta y brusca los intentos de todos los que defienden que la vida humana empieza justamente en ese, y no en otro, momento como algo que no se sostiene (J.J. Thomson, A Defense of Abortion, en M. Cohen et al. (eds), The Rights and Wrongs of Abortion, Prncenton University Press, Princenton, 1974, pg. 3).

    Pero no cita ningún otro autor en apoyo de su tesis. De hecho no cita a ningún otro filósofo en todo su artículo, un texto académico que a pesar de ello no tiene más que siete notas al pie.
    En este punto es difícil no sacar la impresión de que no estaba familiarizada con los trabajos relevantes sobre el tema que ya estaban disponibles, y a su alcance, en esa fecha realizados por: Albert Liley, Jerôme Lejeune, Germain Grisez, Paul Ramsey, Geraldine Lux Flanagan, John, T. Nooman Jr., Norman St. Jhon-Stevas, John Finnis, David Granfiel y otros muchos que son pensadores de altura.

    Sin preocuparse de ofrecer argumentación alguna en apoyo de sus afirmaciones, se limita a declarar: "un óvulo recién fecundado, un montón de células recién implantadas, no es una persona más de lo que una bellota es una encina" (op. cit. pg. 3).

    El hecho de que se refiera al zigoto (óvulo recién fertilizado y que está formado por una sola célula) como un "montón" es una forma de sembrar confusión y como mínimo es una afirmación no científica.
    El zigoto y sus posteriores etadios de desarrollo embrionario están altamente organizados su recurso a un término tan tosco e inaplicable no supone un punto a favor de la solidez de dicha argumentación. Nadie defiende una bellota como un "montón de células".

    La afirmación de Thomson de que una bellota no es una encina CONFUNDE lo accidental con los sutancial. Al usar diferentes términos para describir a la misma persona en los diferentes estadios de su vida, como Shakespeare ilustró, maravillosamente, en As You Like It (A vuestro gusto).
    El "bebé" no es el "escolar" ni el joven "amante" es el curtido "soldado" (William Shakespeare, As You Like It, II, VIII, Imagine Press, Madrid, 2002).

    Y sin embargo toda la audiencia de Shakespeare comprende que esa variedad de epítetos se aplican al mismo ser, primero en desarrollo y después den decadencia. Los nombres designan estadios del mismo ser y no una serie de seres distintos.
    Los nombres se refieren a una serie de accidentes. El orden sustancial, el hombre que vive y experimenta los cambios, es la entidad estable que perdura.

    Una bellota no es una encina, pero un Quercus alba (roble blanco) es ciertamente un Quercus alba. La bellota y la encina pertenecen al mismo ser biológicamente clasificable.
    Ambos tienen igual ADN. A lo largo de su ontogenia, como cualquier otro organismo que crece y cambia, recibirá diferentes nombres pero su sustancia siempre será la de Quercus alba.

    Thomson pretende no entrar en argumentaciones del tipo "Slippery slope arguments" (pendiente resbaladiza, se refiere a los razonamientos que afirman que, en determinadas cuestiones morales, si se cede en lo menos se acaba, inexorablemente, cayendo en lo más), pero incluso en este punto usa mal el término.
    La "pendiente resbaladiza" no supone el desplazamiento de un ser al mismo ser en un estadio anterior de desarrollo. No se trata de decir: "muy bien, si dices que un niño de dos años es un ser humano, inmediatamente dirás que un niño de un año también es un ser humano".
    La pendiente resbaladiza se desplaza de un asunto concreto a otro, por ejemplo del aborto a la eutanasia, o de la eutanasia pasiva a la activa.

    Pero estas cuestiones, aunque Thomson las trate de forma abrupta, son sólo introductorias.
    Con ellas pretende grabar, a fuego, en el lector que incluso antes de que partamos de que el niño no nacido es un ser humano desde su concepción, eso no significa, necesariamente, que el aborto sea algo permisible.

    Así, partiendo de la seguridad de que cabe defender el aborto aunque pueda hipotéticamente creerse en la humanidad del no nacido (algo que no cree en realidad) escribe: "propongo, por lo tanto, que el feto es una persona desde el momento de la concepción" (op. cit. pg. 4).

    De este modo, el dilema ético pasa a ser éste: si tanto la madre como el niño dentro del útero son humanos y ambos tienen igual derecho a la vida, ¿puede ser éticamente permisible el aborto cuando la mujer no quiere continuar con su embarazo?

    Para resolver el dilema Thomson recurre a la analogía muy imaginativa y quizás la más conocida de toda la literatura relativa al aborto:
    "te despiertas una mañana y te encuentras durmiendo al lado de un violinista inconsciente al que le has detectado una enfermedad mortal en el riñón .... La Sociedad de Amantes de la Música .... te secuestró, y durante la noche conectó el sistema circulatorio del violinista al tuyo, de modo que tus riñones pudiesen usarse para extraer los venenos de su sangre como lo hacen de la tuya .... Desconectarlo equivaldría a matarlo. Pero, tranquilo, son sólo nueve meses" (ibid. pgs. 4-5).

    Thomson cree que con esa analogía ha conseguido un paralelo perfecto con el caso de una mujer embarazada que se encuentra atada a un niño no deseado durante el mismo tiempo.
    Su argumento se apoya o se derrumba sobre la base de esa presunción.

    Evidentemente ambos casos tienen paralelismos, Pero ¿desde el punto moral son ambas situaciones paralelas?
    En ambos casos hay dos seres humanos con derecho a la vida. En ambos casos, la vida de uno depende de la voluntad del otro para hacer un sacrificio extraordinario.
    Pero el paralelismo que necesita la autora para que sea una analogía viable es discutible.
    Reamente ¿desconectar al violinista y el aborto inducido de un niño no deseado son actos moralmente equivalentes?

    Thomson parte de la convicción de que cualquiera admitiría que desconectarse del músico sería moralmente permisible. Y entiende que en esto actúa en un terreno razonablemente firme. Pero para ser firme da por supuesto que el paralelismo entre ambos casos es perfecto e incontrovertible.
    Pero el aborto es controvertido porque incluye factores que no están presentes en el caso del violinista, al menos los tres siguientes:

    1º.- la naturaleza del acto.
    Desconectarse del violinista se justifica como autodefensa, es una respuesta legítima ante una agresión injustificada (en el ejemplo de Thomson un secuestro y detección ilegal).
    El desarrollo de un niño en el vientre de su madre no es una agresión ni nada parecido, es fruto de un acto voluntario, nunca puede equipararse a un acto criminal.
    Desconectar al violinista no es la causa directa de su muerte, es resultado de su insuficiencia renal.
    El aborto inducido mata al niño directamente y con procedimientos horrendos, descuartizamiento, decapitación, quemarlo con soluciones salinas, etc.
    Son actos diferentes con distintas implicaciones morales. No es lo mismo un acto de autodefensa que no causa la muerte directa que asesinar a un niño indefenso e inocente en el vientre de su madre.

    2º.- Intención del acto.
    La intención subyacente al desconectarse del violinista es liberarse, no que él muera. Sería inmoral pretender directamente su muerte. Esta situación, en la que dos consecuencias resultan de un único acto, que clásicamente ha sido tratada conforme al principio del doble efecto.
    Nunca está permitido causar intencionadamente un mal. Por eso no es moral pretender la muerte directa del violinista.
    Pero la desafortunada consecuencia de liberarse se permite porque existe un derecho a liberarse de un agresor. En un ejemplo paralelo, un médico puede lícitamente eliminar un embarazo ectópico de una mujer (Germain Grisez en Abortion: The Myths, the Realities, and the Arguments, Corpus Book, New York, 1970).
    La intención se ajusta a los principios de buena medicina, eliminar una patología, por ejemplo, eliminar el canal en que tiene lugar el embarazo ectópico, no pretende la muerte del feto aunque esa sea una consecuencia.
    La intención del aborto es clara, matar al no nacido. Intención tanto más evidente cuando se habla de una "trágica complicación" en el infrecuente supuesto de que el niño sobreviva a un aborto tardío. La mujer que aborta pretende liberarse de su hijo, ella y el médico pretenden la muerte de ese hijo. El aborto inducido debería llamarse feticidio, matar el feto.

    3º.- naturaleza de la relación existente
    Thomson parte de que violinista y víctima no tienen relación alguna. No añade factores morales a su relación para mitigar la aversión de la víctima a la perspectiva de estar subyugada 9 meses. Presume que ambos son completamente extraños.
    Pero no es el caso de la relación entre una madre y su hijo. La víctima no hereda ni adquiere ninguna relación positiva con el violinista, por haber estado atada a él.
    Pero cuando una mujer concibe un niño deja de ser una mujer y la concepción la convierte en madre y al niño en su hijo o hija. Hay una relación primordial, interpersonal y universalmente reconocida. Se espera que una madre haga determinadas cosas por sus hijos, de un extraño no se espera lo mismo.
    La relación entre una madre y el hijo no recae sobre la mujer desde fuera, es algo que procede de su propio ser, es una manifestación trascendente de su condición de persona, no puede decirse lo mismo del encuentro con un tercero.
    Las responsabilidades inseparablemente unidas a la maternidad son radicalmente distintas que las relaciones entre extraños.
    Además la maternidad y las responsabilidades que ésta implica son unitarias. La distinción entre una madre y sus responsabilidades como tal es en buena parte una mera cuestión terminológica. Las responsabilidades maternas emanan de la madre de la misma forma que la luz lo hace del sol.
    En el momento en que una madre se desentiende de sus responsabilidades hacia su hijo empieza a destruir su propia maternidad.

    Thomson no consigue aprehender la verdad moral de que la maternidad conlleva la responsabilidad, sin ésta, la relación entre madre e hijo queda reducida a un nivel de la misma que hay entre extraños.
    Incluso en ese caso, la cuestión moral no versa tanto sobre el "derecho del niño a ocupar el útero de la mujer" sino, dado que el niño ya está en él, si la mujer tiene derecho a expulsarlo.

    Thomson no consiguió establecer un paralelo moral entre la víctima y el violinista, con la madre conectada a su hijo mediante el cordón umbilical, que permita sustentar una justificación para el aborto. Ni siquiera se aproxima a ello.

    Incluso quizás hasta ella se da cuenta porque proporciona una segunda analogía para el caso de que no nos convenza demasiado la primera:

    "Imagina que estás atrapado dentro de una casa minúscula con un niño que está creciendo ... ya estás pegado a la pared, pero en unos pocos minutos morirás aplastado. El niño, en cambio, no morirá aplastado" (ob. cit. pg. 8).

    En esta ocasión Thomson elabora una imagen totalmente fantástica que en vez de arrojar luz nos transporta al mundo de Alicia en el País de las Maravillas.
    Apela a la fantasía para ilustrarnos sobre la realidad.

    Pero este recurso de una imagen tan descabellada nos sugiere su propia confusión sobre la realidad en que se considera una experta. Seguidamente pasa a fantasear sobre: "semillas de personas que penetran en nuestras casas, como el polen.
    Todo el mundo toma precauciones contra esas semillas invasoras, que pueden echar raíces en la alfombra de la salita y florecer transformadas en personas reales.
    Nadie quiere que entren en su casa ni en su vida, así que todos toman medidas para mantenerlas a raya instalando en las ventanas "los filtros más tupidos, los mejores que el dinero puede comprar". Pero "dado que puede suceder, y de hecho en algunas y muy raras ocasiones efectivamente sucede, que una de esas mallas sea defectuosa, puede ocurrir que una semilla consiga penetrar en la casa y enraizar. ¿Es que esa planta-persona que se está desarrollando tiene derecho a usar tu casa? Por supuesto que no
    " (Ibid. pg. 5).

    El enfoque de Thomson respecto a la filosofía es peculiar. Abandona las realidades existenciales y emprende el vuelo al reino de lo fantasmagórico.
    Allí, al abrigo de ese mundo creado por ella misma, se pronuncia sobre cómo deben vivir o actuar las personas en el mundo real. Elabora una visión de las cosas independientemente de cualquier reconocimiento de un orden, proceda de la realidad o de la Providencia.
    Las semillas se introducen volando en nuestras casas, echan raíces en nuestras alfombras y nos piden que las cuidemos. Es ciencia ficción, no el mundo real.

    Lo más peligroso de este pensamiento no es su defensa del aborto, sino el hecho de que dibuja un mundo tan terrible en su arbitrariedad y tan radicalmente inhóspito que el único lugar en el que podemos refugiarnos es nuestra propia y aislada voluntad.

    La defensa del aborto de Thomson es también, quizás sin pretenderlo, una defensa de Schopenauer, Nietzsche y Freud: "este cuerpo es mi cuerpo" exclama, dejando claro que lo que quiere salvaguardar no es la maternidad, ni los niños, ni la familia, sino su cuerpo.
    Ya no se trata de que esta visión sea profundamente egoísta, como de que nace del miedo, del miedo a que los procesos naturales de la vida puedan volverse contra nosotros con furia salvaje e irracionalidad radical. Esto no es filosofía, es histeria.

    En cualquier caso su cadena de analogías lleva a Thomson a la conclusión de que el derecho a la vida no incluye el derecho a ocupar el cuerpo de otra persona (op. cit. pg. 12).
    En cierta forma tiene razón, pero es una razón irrelevante. Y es irrelevante porque su concepto de "derecho" no consigue aprehender los aspectos primordiales de la esfera de la moralidad. Consideremos el siguiente ejemplo para poner a prueba el carácter práctico o incluso el grado de humanidad que existe en su postura.
    El buque Carpathia llega a un determinado lugar de la costa, donde encuentra a los supervivientes del Titanic. A través de su altavoz, el capitán anuncia a los supervivientes, que están enfermos, nerviosos y doloridos, que, lamentándolo mucho y aún repetando profundamente su derecho a la vida, como no tienen el correspondiente billete no tienen derecho a subir a bordo y ocupar su barco. En realidad no hay suficiente espacio, prosigue, y además sería injusto para los pasajeros que sí han pagado privarles del placentero viaje que programaron cuando compraron el pasaje.
    ¿Cómo catalogamos a ese capitán, como un marino defensor de los derechos humanos y del derecho a elegir, como un filósofo moral de clara visión y enfoque riguroso o como un sociópata absolutamente carente de compasión?

    Veamos ahora un ejemplo tomado del Derecho. En una fría noche de enero de 1990 en Minnesota, tras una cena de la familia Flateau, Orland Dupue les pidió permiso para quedarse a dormir en su casa. Se sentía mal y había llegado a desmayarse. Sin embargo, los Flateau se negaron. Como resultado de su exposición al frío, dupue sufrío la pérdida de los dedos por congelación.

    El caso fue a juicio, y el juez declaró que, aunque los demandados no estaban contractualmente obligados a atender al demandante "tanto la ley como la más elemental humanidad exigían que se evitase que en esas condiciones Dupue resultase expuesto a los elementos".

    El juez entendió que existe una relación moral entre los seres humanos que es más fundamental que la simple relación contractual (John T. Noona, op. cit. pgs. 2-3).

    Aunque es una analogía imperfecta se acerca más a la relación de madre con embarazo no deseado que el caso del violinista. Es imposible vivir como seres humanos en un mundo de derechos individuales en el que cada persona se imagina a sí misma como un Robinson Crusoe.

    Podemos respetar los "derechos" individuales y aún así seguir siendo inhumanos. Un mundo que solo presta atención a los "derechos" es un mundo deforme, inhumano y trágico.

    La moralidad comienza cuando las personas se muestran generosas y capaces de amar, cuando ejercitan sus DEBERES, porque quieren ser decentes, más que sus DERECHOS, para evitar que las molesten.

    Thomson afirma "no estamos moralmente obligados a ser buenos samaritanos ni, por supuesto, muy buenos samaritanos" (op. cit. pg. 20).

    Su concepción siempre es legalista, no capta en absoluto el hecho de que el amor personal y la generosidad son primarios, que la ley, los derechos y las obligaciones son secundarios.

    John Finnis resume la debilidad radical del argumento de Thomson diciendo que lo que ésta pretende hacer es reducir la relación madre-hijo a una especie de "contractualismo social" (John Finnis en The Rights and Wrongs of Abortion).

    Es esencialmente INJUSTO intentar resolver UNA CUESTIÓN de VIDA o MUERTE, la que está en juego en el aborto, ignorando la primacía ética del amor y la generosidad y apoyándose, al mismo tiempo, en conceptos jurídicos entendidos de forma legalista.
    La ley sin amor es otro modo de definir el camino hacia la Cultura de la Muerte.

    En el artículo de James F. Bohan en el que estudia el aborto considerado como una cuestión de derechos humanos, responde a Thomson como sigue:
    "Thomson, por el contrario, considera el derecho a la vida como algo que es conferido por otros seres humanos: los no nacidos no tendrían derecho a la vida porque la mujer embarazada "no ha conferido al no nacido el derecho a usar su cuerpo para proveerle de comida y refugio" ni le ha dicho "te invito a entrar".
    Según la concepción de Thomson, los seres humanos no tienen derecho a la vida simplemente en virtud de ser humanos, además de eso deben ser deseados".

    El derecho a la vida que Thomson reconoce al no nacido presupone el poder de otro. En el caso de la madre, es el poder que ejercita cuando da su consentimiento a que el no nacido continúe su existencia. Para ella, los no nacidos y su "derecho a la vida" son suietos pasivos antes su poder.

    Cuando el capitán del buque Carphantia permitió a los supervivientes del Titanic subir a bordo no estaba confiriéndoles sus derechos ni otorgándoles "un derecho a la vida", había reconocido su derecho a vivir y estaba actuando cabalmente en cumplimiento de su deber y según ese derecho.

    El derecho a la vida de los seres humanos no nacidos no depende del poder de otro, ni de su permiso o aprobación. Está anclado en su humanidad. Al igual que algo es amado como consecuencia de su bondad, no es buena como resultado de ser amada.
    Un derecho existe antes de ser reconocido pero no depende de dicho reconocimiento.
    Cabría esperar de la feminista Thomson que entendiese que una mujer es digna no porque un hombre le de su aprobación, o le preste atención, sino porque ella es algo bueno en sí misma.

    En la narración poética de Shakespeare: El Rapto de Lucrecia, el mayor tormento que experimenta Lucrecia es saber que la sociedad le culpará a ella más que a su agresor por haber sido violada. Es el convencimiento de que le harán cargar injustamente la culpa de su desgracia lo que le llevará a suicidarse.
    No puede seguir viviendo con la carga de saber que su honestidad no le será reconocida y que permanecerá estigmatizada por la maldad de un tercero.

    Sócrates empleó toda su paciencia para convencer a Eutirpo, un arrogante teólogo, de que las cosas no son buenas porque los dioses las amen, es más bien que los dioses aman las cosas proque son buenas (Platón, Eutirpo, 10a).

    En el mundo académico no son las buenas notas las que hacen buenos a los estudiantes, sino que los buenos estudiantes sacan buenas notas, el ser precede al reconocimiento, la bondad al amor.

    La defensa de Thomson del aborto es una contribución a la Cultura de la Muerte, pero lo más pernicioso es su irresponsable deconstrución de la maternidad y su reducción de los seres humanos a simples islas de individualidad dedicadas a ellas mismas.

    Para racionalizar la muerte de los nonatos se ve obligada a racionalizar al muerte de la persona, presentándola como un acto de amor y generosidad, nos dice, que necesitamos la muerte de la auténtica persona para justificar la muerte del no nacido.
    Una forma de matar exige otra previa; si nuestras almas están muertas, con toda seguriad seremos como muertos ante la iniquidad el aborto.




    3ª Parte : LOS EVOLUCIONISTAS DE LA EUGENESIA:

    CHARLES DARWIN.
    Nacido en 1809 se convirtió en uno de los pensadores más influyentes de la historia formulando la Teoría de la Evolución.

    Su padre, librepensador, hijo a su vez del renombrado poeta, doctor, librepensador, disidente y libertino Erasmus Darwin. Su madre hija de un próspero fabricante de porcelana fina y miembro de la Iglesia Unitaria (hay varias clases de unitarismo, pero en esencial defienden la unicidad de Dios en contraposición a la doctrina trinitaria, creen en la autoridad moral de Jesucristo pero no en su condición divina, en el ámbito anglosajón sus seguidores se califican de "librepensadores" (freethinkers) o "disidentes" (dissenters). Las creencias unitarias tienden a evolucionar hacia un racionalismo y humanismo en el que la deidad en que creen está muy alejada del Dios personal de los cristianos).

    Al cernirse sobre Inglaterra la amenaza de la Revolución Francesa, iniciada dos décadas antes, los librepensadores unitarios -disidentes de la Iglesia anglicana- por lo que todos los que tenían ideas tendencias democráticas eran sospechosos por lo que sus padres decidieron que lo mejor era bautizar a Charles en la Iglesia anglicana de Saint Chad. Aún así su madre permaneció fiel al unitarismo de su familia y llevaba a Charles los domingos a iglesias unitarias.

    No fue buen estudiante pues sólo le interesaba cazar, coleccionar especímenes y los perros. Como no pudo suscribir los 39 artículos de la Iglesia de Inglaterra no podía aspirar a entrar en Oxford o Cambridge por lo que fue a Edimburgo, con su hermano Erasmus.

    En Edimburgo se comprometió con las causas políticas del partido whig (surgido en Inglaterra en el XVII, durante Carlos I y II, defendían los derechos ciudadanos y la abolición de las prerrogativas reales; frente a ellos estaban los tories, defensores de la monarquía. Actualmente se usa el término liberal o radical), incluyendo la libertad religiosa (ante la Iglesia estatal inglesa), la extensión del derecho de voto, la competencia abierta entre todos (ascenso de los mejores en vez de privilegios sociales) y la abolición de la esclavitud.

    Soportó más mal que bien el primer curso de medicina, por la química y taxidermia, pero le horrorizaba la disección y las operaciones chapuceras. En su segundo año ya se había desentendido totalmente de los estudios de medicina (voluntad de su padre, y abuelo), siguió sus intereses personales y se encontró bajo la tutela de Robert Grant, un brillante iconoclasta, experto en esponjas y firme defensor de la evolución (transmutación, como se decía en aquella época).

    Grant era francófilo, se había empapado de la teoría de la transmutación de Jean-Baptiste Lamarck y Étienne Geoffrey Saint Hilaire. Así pronto Darwin se encontró leyendo a Lamarck (aunque su francés era escaso), estudiando todo tipo de pájaro, animal o criatura marina que pudiera poner en sus manos además de Geología.

    Ese año le propusieron formar parte de la Sociedad Plinaria que se reunía, regularmente, para discutir todo tipo de temas. El que propuso a Darwin era William Browne, un materialista radical, y la misma noche de la presentación de Darwin ante la sociead, tras la charla de éste sobre invertebrados marinos, tomó la palabra para argumentar que la mente, más que una faceta del alma inmortal era la actividad cerebral. Pues el alma no existía y aunque públicamente se censuró la charla impresionó al joven Charles que medio siglo después aún argumentaría de manera similar.

    Darwin no acabó medicina, pero al abandonar la Facultad (1827) ya se había sumergido a fondo en todos los aspectos fundamentales de la teoría de la evolución y de la visión materialista de la naturaleza que subyace en ella.
    Esto no gustó a su padre que decidió que si su hijo se iba a dedicar a jugar al naturalista aficionado sólo estaba capacitado para dedicarse a la vida de pastor rural, una posición de privilegio en la Iglesia de Inglaterra para hijos de familias pudientes sin otra forma de sustento. A Charles no le disgustaba la idea de regentar una parroquia rural, un cargo que exigía poco rigor doctrinal pero que le proporcionaría gran tiempo libre y oportunidades para desarrollarse como naturalista.

    Así, en 18278 llegó a Cambridge para incorporarse, como estudiante, al Christ's College, y el hijo del librepensador se había reconciliado con la necesidad de jugar conforme a las reglas vigentes en una sociedad dominada por el anglicanismo.
    En Cambridge surgió en él cierta pasión por la teología, pero más por coleccionar escarabajos.
    Estudió las Evidences of Christianity (pruebas del cristianismo) de William Paley quedando impresionado por el famoso argumento de Plaey según el cual el intrincado orden natural necesariamente exige un Diseñador. Sin embargo, en poco más de una década, el asombroso número de variedades de especies, incluyendo el escarabajo, llevarían a Charles a rechazar los argumentos de Paley -porque ciertamente Dios no habría creado todas y cada una de las mínimas gradaciones de variedades de escarabajos-.

    Si bien no llegó a apasionarse por la teología, fue capaz de conseguir la licenciatura de Filosofía y Letras (1831), pero su pasión por la ciencia ya no tenía límites y se volcó en la Botánica, y Geología.
    Su celo hizo que le ofrecieran un puesto de naturalista en el buque Beagle, acompañando al capitán Robert Fritz Roy en una exploración a la costa Sudamericana.

    En el viaje encontró fósiles gigantes de animales extinguidos, pueblos salvajes que, a su juicio, apenas podían distinguirse de las bestias, leyó e hizo suyas las argumentaciones teológicas de Charles Lyell que contrariamente al pensamiento cristiano, el mundo no tenía sólo 6.000 años sino millones. Y había aceptado en buena parte la explicación evolutiva de su profesor Robert Grant sobre la aparición de nuevas especies, incluida la humana. Tras cinco años de viaje volvió transformado en un hombre nuevo.

    Fue recibido como naturalista de prestigio con la dificultad de que éstos no propugnaban la evolución (ni la política whig). La evolución era la teoría que defendían los ateos, los más radicales y disidentes de la ortodoxia anglicana. Darwin estaba en un dilema, sus ideas eran radicales, pero su prestigio dependía del rechazo de ese radicalismo.

    Así sin renunciar a nada empezó a vivir una doble vida intelectual, se movía en círculos aristocráticos y contrarios a la evolución al tiempo que, privadamente, trabajaba febrilmente e los detalles de su explicación de la evolución.
    Estaba convencido de que la mente humana era completamente material y que los humanos habían evolucionado de algún tipo de antepasado similar al mono y de que la moralidad misma no era más que un producto de la evolución.
    La doble vida le pasó factura a su salud y hubo de estar largas temporadas en cama como inválido, antes de haber cumplido 30 años, dos décadas antes de su publicación El origen de las especies.

    En la introducción biográfica se manifiestan varias cosas importantes sobre Darwin:
    - no fue un pionero intelectual, pues no descubrió la teoría de la evolución en las Islas Galápagos, esa teoría ya gozaba de buena salud y era bien conocida en Inglaterra antes de que se embarcara en el Beagle.
    La teoría de la evolución siempre ha sido parte de la visión más amplia del epicureísmo introducido en Occidente en los XV y XVI mediante el redescubrimiento de textos epicúreos (Benjamín Wiker en Moral Darwinism: How we became hedonists, Inter Varsity Press, Downers Grove, 2002).
    - desde muy pronto tuvo conciencia de las implicaciones más radicales de la teoría de la evolución aplicada a los seres humanos. Pero evitó mencionarlo en su obra más famosa: El Origen de las Especies. ¿Por qué? porque sabía que si lo hacía, explícitamente, su teoría sería arrojada al fuego y él mismo perseguido junto los demás evolucionistas como su mentor Robert Grant.

    A la hora de enjuiciar a Darwin y el darwinismo los historiadores suelen distinguir entre sus argumentaciones sobre la evolución tal y como están expuestas en su obra y lo que habrían sido aplicaciones erradas de estas teorías en el reino de la moralidad humana por sus seguidores en la segunda mitad del XIX e inicios del XX.

    Se nos asegura que lo único que Darwin pretendía era exponer de forma revolucionariamente científica el modo en que las nuevas especies surgieron en la naturaleza, a partir de las anteriores.
    Los que extrapolan los aspectos más crueles de la supervivencia de los más aptos, el motor de la evolución en la naturaleza, al reino de los asuntos humanos no eran seguidores de Darwin, se nos dice, sino personas que lo malinterpretaron. Según este relato estándar, por tanto, el crecimiento del movimiento eugenésico por toda Europa y América, tras Darwin, un movimiento que floreció especialmente en la Alemania nazi, representaría una aberración desviada de la pureza del relato científico de Darwin: un caso arquetípico de mal uso de la ciencia para convertirse en pseudociencia.

    Pero esta explicación común de los historiadores es SIMPLE y FALSA. Darwin era muy consciente de las implicaciones de la teoría evolutiva en su aplicación al ser humano y las aprobaba, pero fue prudente en no publicarlas hasta 1871 en el Origen del Hombre.

    Darwin no era sólo un eugenista (eugenesia = movimiento científico ideológico que propugna la aplicación de técnicas artificiales para mejorar la raza humana, de gran aceptación y relevancia en Europa y América a finales del XIX. En el XX estas teorías consiguieron el aplauso de una parte importante de la intelectualidad y clase política occidental, incluso de Winston Churchill, Salvador Allende, Sabino Arana, etc.
    Tras la IIGM decayeron en gran medida pero han seguido latentes y hoy son sus argumentos los que se usan para propugnar, por ejemplo, la selección genética, el diagnóstico prenatal y técnicas similares).

    Así además de eugenista, Darwin, era racista y un relativista moral. Para entender todo lo que significó su obra para la Cultura de la Muerte hay que ocuparse de su libro El Origen del Hombre.

    Los argumentos vertidos en su obra El Origen de las Especies proporcionaron los cimientos teóricos de la explicación evolutiva de la moralidad que realiza en el Origen del Hombre donde considera que la evolución es un hecho, y pretendió a partir de ahí explicar (entre otras cosas) cómo las diversas concepciones morales podrían haber evolucinado a través de la selección natural, de la misma manera que en El Origen de las Especies explicaba cómo la selección natural podía haber hecho surgir la gran variedad de especies existentes. Así sustituía el relato cristiano del Derecho Natural y de la Moralidad, bases de la cultura cristiana durante más de un milenio y medio, por un nuevo relativismo moral fundamentado en la evolución.

    Según Darwin, contrariamente a la moral del Derecho Natural, las "facultades morales del hombre" no eran originales ni inherentes a él, sino una evolución de "cualidades sociales" que tampoco serían naturales sino adquiridas por selección natural, ayudadas por los hábitos heredados.

    Así, según él, igual que la vida surgió de elementos no vivos, la moral surgió de elementos no morales. Por tanto, ya desde el principio Darwin rechazaba los argumentos sobre el Derecho Natural del estoicismo y el cristianismo que consideran a los humanos seres morales por naturaleza. En su lugar asumió que eran naturalmente asociales y amorales, y que sólo se habrían convertido en sociales y morales históricamente.

    Más exactamente para Darwin el hombre primero se convirtió en ser social y luego en ser moral. Pero ¿Cómo nos convertimos en seres sociales?
    Según Darwin para que los seres primitivos, los progenitores simiescos del hombre, se convirtiesen en seres sociales debían haber adquirido los mismos sentimientos instintivos que impulsan a otros animales a vivir en un cuerpo social, instintos no particulares de los humanos ni de sus "progenitores" ni naturales (no incorporados a ellos desde el origen).
    Los "instintos sociales" del hombre, como los de los demás animales sociales, eran resultado de variaciones en el individuo que suponía ventajas para su supervivencia.

    Y lo que se llama "conciencia" también fue el resultado de la selección natural. Darwin la describió como un "sentimiento de insatisfacción que se produce de forma inevitable ... a partir de cualquier instinto no satisfecho".
    Dado que los "instintos sociales más permanentes" fueron más primitivos y fuertes que los desarrollados con posterioridad y estos instintos sociales serían la fuente de nuestros sentimientos de intranquilidad cuando alguna acción nuestra los transgredía.

    Esta explicación evolutiva de la moralidad proporcionaba un fundamento, aparentemente científico, para el relativismo moral. Dado que la conciencia humana surgió como accidente de la selección natural, no tenía por qué surgir de ninguna manera en particular. Como el color de las mariposas o los hábitos de apareamiento de los pájaros cabían múltiples variantes, y dado que la evolución continúa, seguirán apareciendo nuevas variaciones de la conciencia. Por tanto, ninguna variedad particular de conciencia puede ser considerada mejor o peor que otra.
    De hecho es la selección natural la que juzga por nosotros, porque la conciencia de cualquier grupo superviviente ya ha sido considerada digna por el único criterio de la evolución: la supervivencia.

    Como la conciencia, tal como la experimentamos, podría ser conformada por la evolución de forma diferente seguiría siendo (y seguirá siendo) conciencia incluso si se nos dijese que son buenas cosas algunas que consideramos malas.

    Reduciendo la moralidad a lo que resulta ser útil en determinadas condiciones para la supervivencia del grupo, conforme cambien las condiciones lo que ha demostrado ser beneficioso para la supervivencia puede dejar de serlo.
    Darwin decía que el matrimonio monógamo era un fenómeno evolutivo relativamente reciente y se planteaba si bajo las condiciones de su tiempo la monogamia ya habría agotado sus méritos evolutivos y era, por tanto, perjudicial para la supervivencia de los más aptos.

    Dada la crueldad del mecanismo de la supervivencia de los más aptos y su intrínseca falta de finalidad sorprende que Darwin considerara la evolución moralmente progresiva. Ésta habría dado a la humanidad un "amor desinteresado hacia todas las criaturas vivas" que se extendía "más allá de los confines del hombre ... hacia los animales inferiores" y consideraba tal simpatía "el más noble atributo del hombre".

    Aunque puede sonar bien esta elaboración del ranking de cualidades morales producto de la evolución tuvo consecuencias desastrosas.
    Permitió que Darwin, en cuanto naturalista, fuera racista. Argumentando que si partimos del criterio de la simpatía (y capacidad intelectual) las "naciones occidentales de Europa ... sobrepasan a sus antiguos progenitores y están en la cumbre de la civilización"
    Paradójicamente, esta superioridad evolutiva (incluyendo esa simpatía) sólo pudo adquirirse mediante la lucha brutal entre razas por la supervivencia, una lucha que está lejos de haber concluido.
    Así el progreso moral conlleva le exterminación de razas "menos aptas" a manos de las más avanzadas (más aptas).
    La inevitabilidad del exterminio racial fue una derivación directa de los argumentos evolutivos de Darwin (En el Origen de las Especies a Través de la Selección Natural o la Preservación de las Razas más Dotadas para la Lucha por la Vida).

    Las diferentes razas o variedades de cualquier cosa creada a partir de la selección natural resultaban necesariamente, y de forma beneficiosa para ellas, condenadas a la más severa lucha por la supervivencia precisamente debido a su misma similitud.

    Sus argumentos pueden aplicarse directamente a su valoración de la historia evolutiva de las razas humanas, y a la extinción necesaria y beneficiosa de las "menos favorecidas".

    Pese a su formación unitaria, su oposición a la esclavitud, y pese a sus grandiosas afirmaciones sobre las cualidades morales del hombre también son suyas las siguientes palabras: "en un futuro, no distante en siglos, las razas civilizadas del hombre exterminarán y reemplazarán, con casi total seguridad, en todo el mundo a las razas salvajes. Al mismo tiempo los monos antropomórficos ... sin duda serán exterminados. Entonces la brecha será más ancha, porque separará por un lado al hombre en un estado más civilizado, debemos esperar ... que el hombre blanco, y por otro a algún mono inferior, como el babuino, en lugar de separar, como sucede en el presente, al negro o al aborigen australiano por un lado y al gorila por el otro".

    Y por supuesto la selección natural no sólo opera entre razas, también entre los individuos de las distintas razas. Expresando una queja que posteriormente sería común entre los eugenistas, Darwin sostenía que el hombre salvaje tiene una ventaja sobre el civilizado, sus cualidades morales e intelectuales no están desarrolladas, por lo que los salvajes gozan de los "beneficios" directos de la selección natural sin que éstos estén aguados por sentimientos de compasión.
    Los civilizados entorpecen el proceso de eliminación del más débil construyendo asilos para imbéciles, lisiados y enfermos. Promulgan leyes para los menesterosos y los profesionales de la medicina ejercitan toda su habilidad para salvar la vida de cada persona hasta el último momento.

    Así, el progreso médico provoca una regresión evolutiva porque "existen motivos para pensar que la vacunación ha preservado la vida de miles que, por su débil constitución habrían sucumbido a la viruela" La consecuencia, desafortunada, de todo esto es "que los miembros más débiles de las sociedades civilizadas propagan su debilidad" Y este obstáculo a la severidad de la selección natural es manifiestamente ABSURDO y cualquiera que haya presenciado cómo se crían los animales domésticos puede dudar de que ese obstáculo sea algo altamente dañino para la raza humana.
    Ese daño exige la redefinición y significado y finalidad de las labores asistenciales.

    En resumen, aunque su comportamiento personal fue decente y se mostró reticente a atacar directamente la religión, sus teorías proporcionaron la base para el RACISMO, la EUGENESIA y el socavamiento del Derecho Natural cristiano.
    Frutos de aplicar sus teorías a la naturaleza humana, y los puntos en que Darwin fue comedido no atacando el edificio teológico y moral del cristianismo no fueron respetados por sus seguidores más audaces con el paso del tiempo.
    Como veremos más adelante en los cimientos darwinianos se basaron en el pasado: Francis Galton y Ernst Haeckel, y en el presente Peter Singer para construir la Cultura de la Muerte.


    FRANCIS GALTON
    Nacido en 1822 casi el mismo día que su primo Darwin (pero con 13 años de diferencia). No ha sido tan popular como su primo pero su influencia ha sido tan sustancial. Y aunque su nombre esté olvidado no lo están sus contribuciones a la Cultura de la Muerte.

    Galto fue el responsable, en buena medida, de la aplicación de los argumentos evolutivos de Charles respecto a la selección natural y la procreación mejorada de los seres humanos.
    Galton denominó EUGENESIA a esta nueva ciencia de la procreación humana, al acuñar el término buscaba: " una palabra breve que expresara la ciencia de la mejora racial que no se reduce a lo relativo al apareamiento racional, sino que, especialmente en el caso del hombre, toma en consideración todas las influencias que tienden, en cualquier grado, por remoto que sea, a dar a las mejores razas o sangres más oportunidades de prevalecer sobre las menos aptas".

    Galton era un well-bred (de buena crianza). Entre sus antepasados había médicos, científicos y comerciantes destacados y la fortuna de su padre le propició una vida cómoda.
    Desde joven fue brillante, leía con soltura a los dos años, a los seis conocía a fondo (posiblemente memorizados) la Ilíada y la Odisea. Luego achacaría esa precocidad intelectual como una marca reveladora de una herencia genética excelente si bien no consideró como factor de esa excelencia las innumerables horas de clases particulares que le impartió su hermana mayor Adèle (Delly).

    Su brillantez inicial decayó cuando pasó a formarse fuera del hogar y más que a la disciplina del estudio se dedicó a viajar durante años (Nilo, Tierra Santa, etc.) cuando volvió a casa se entregó a una vida de placeres sin propósito ni objetivo alguno.

    Las crónicas del explorador misionero David Livingstone le empujaron a realizar una expedición a África que hizo bajo los auspicios de la Royal Geographical Society.
    Su expedición a Namibia (sur de África) fue un éxito para Galton. Los rigores de la expedición, el ejercicio de autoridad y descubrir su capacidad para el análisis detallado lo transformaron y pasó de estar a la deriva a ser una de las mentes más brillantes de su época.

    Adquirió notoriedad científica antes de que le surgiera el interés por las cuestiones hereditarias. Su interés por los patrones metereológicos, despertado en Namibia, le llevó a descubrir el anticiclón, y se convirtió en uno de los fundadores de la Metereología.
    Si hubiera seguido ese camino de geografía y metereología no habría acabado contribuyendo a formar la ominosa ciencia de la eugenesia, pero leyó El Origen de las Especies de su primo Charles poco después de su publicación (1859) y eso cambiaría el rumbo de su vida y con él de todo Occidente.

    Galton aplicó las teorías de su primo a los seres humanos cinco años antes de que lo hiciera públicamente Darwin quien había evitado publicar las argumentaciones evolutivas en El Origen de las Especies ... por miedo al ostacismo intelectual y social que habían padecido otros evolucionistas anteriores.
    Galton no tuvo esas precauciones y en 1865 publicó en el Macmillan's Magazine un artículo en dos partes: El Talento y el Carácter Hereditario. Luego en 1869: Herencia y Eugenesia.

    si Darwin partía de la selección artificial para posteriormente argumentar sobre la selección natural, la preocupación de Galton fue sacar a la procreación humana del reino de la selección natural para someterla a la mano benevolente de la selección artificial. Razonaba aquí de forma opuesta a Darwin. si la evolución de los seres humanos se ha producido mediante selección natural que es lenta y no dirigida, los seres humanos deberían pues arrancar la evolución del dominio de la naturaleza y aplicar las técnicas reproductivas de los criadores de plantas y ganados para mejorar la raza humana.

    En la obra de Galton, tan admirada por Darwin, Herencia y Eugenesia, aplica las dotes analíticas, forjadas en Namibia, a la herencia y a falta de otros medios para probar su argumentación se apoya en al suposición de que "la reputación es un indicativo bastante preciso de las cualidades más elevadas" por lo que analizó las líneas familiares de ingleses eminentes clasificados por campos de reconocido prestigio (judicatura, alta política, altos grados ejército, ciencia, poetas y músicos).

    Con esos interminables trabajos de quién es quién en Inglaterra trataba de probar que el genio es hereditario, y aunque pueda parecer científico el propio Galton tenía sus reticencias.

    Galton fundamentó todos los logros intelectuales y morales exclusivamente en la herencia. Pero para valorar la superioridad hereditaria se apoyaba en "los logros" es decir, el efecto que resultaría de la herencia.
    Pero al medir únicamente "los logros" no existía forma de distinguir entre efectos, circunstancias y oportunidades. Y pronto los críticos le destacaron esa debilidad argumental.

    Si Galton pretendía demostrar simplemente lo obvio (la manzana cae cerca del manzano) debería haber dado cierta base científica a la simple observación común. Pero la pretensión de que la capacidad natural es hereditaria era sólo parte de una más amplia concepción eugenésica.

    Para Galton las "leyes de la herencia" se aplican "tanto a las facultades intelectuales como a las corporales" por lo que ambas pueden mejorarse mediante apareamientos racionales.
    Sin embargo, ese "enorme poder" conferido a cada generación sobre la misma naturaleza de sus descendientes ... nunca ha sido aplicado.

    En 1892 el movimiento eugenésico ya había conseguido apoyo internacional y estaba listo para entrar en el XX mucho más allá de los ambientes académicos.
    En palabras de Galton: "puede ser que las cuestiones que van a ser consideradas -en Herencia y Eugenesia- adquieran inesperadamente importancia al caer en la esfera de la política práctica".

    Galton creía que mejorar verdaderamente la raza humana significaba el mejoramiento de los individuos de una raza, pero también y más importante, el triunfo biológico de las razas superiores sobre las inferiores.

    Galton imaginaba y afirmaba: "si pudiéramos elevar el nivel medio de nuestra raza en un grado ¡qué cambios tan enormes se producirían!. Y no era una vaga aspiración sino una cuestión de acuciante y práctica urgencia.

    Galton recomendaba, igual que su primo Darwin, que se actuase en profundidad sobre la capacidad natural media de una raza mediante la regulación de la procreación.
    Y diseñó un programa eugenésico con el establecimiento de un banco de datos sobre el pedigrí de las peersonas que permitiese determinar los individuos más notables desde el punto de vista hereditario. Tras un par de generaciones de selección artificial el número de familias de sangre verdaderamente fuerte se levantará para convertirse en una potencia. Los inferiores serían tratados amablemente en su celibato, de procrear serían declarados enemigos del Estado y renunciarían así a cualquier trato amable.

    Si bien Galton no vivió lo suficiente para ver las prácticas eugenésicas del XX: esterilidad forzada, intentos de exterminio racial, control genético y aborto sus argumentos pusieron los cimientos para un gran número de sociedades eugenésicas por Europa y América.

    Para Galton y sus seguidores la eugenesia se convirtió en una especie de causa religiosa, una forma de salvar el mundo mediante los postulados darwinianos. "Lo que la naturaleza hace de forma ciega, lenta y descuidada, el hombre puede hacerlo de forma providente, rápida y amable"

    El XX mostraría cómo los que comparten esa pasión y celo por la "nueva religión eugenésica" acabarían mostrándose más implacables que la naturaleza.

    La obra de Galton fue muy difundida en Gran Bretaña, EEUU, Francia y Alemania. Mucho antes (y mucho después que en Alemania) en EEUU se aprobaron leyes raciales, y de esterilización forzosa (Indiana en 1907).
    La ley de EEUU de 1924 estableció cuotas que buscaban evitar la inmigración de indeseables raciales.
    En 1927 la Corte Suprema (por 8 votos contra 1) estuvo a favor de la constitucionalidad de la esterilización eugenésica y fue en EEUU donde vieron la luz las concepciones eugenésicas de Margaret Sanger para eliminar incapaces mediante control de natalidad. De estas concepciones surgiría Planned Parenthood (Paternidad Planificada: conjunto de organizaciones integradas en la International Planned Parenthood Federation, que en cojunto y en sus federaciones promueven, a todos los niveles, la llamada "salud reproductiva" usada como disfraz de una activa contracepción y aborto a nivel mundial).

    Planned Parenthood ha traído la visión de Galton al XXI con su promoción del diagnóstico prenatal para localizar los indeseables y del aborto para eliminarlos.
    La sombra de Galton es alargada pues en el XXI se siguen buscando, fervientemente, maneras de tomar las riendas de la evolución.

    Irónicamente Galton contrajo matrimonio el 1 de agosto de 1853, pronto se descubriría que eran biológicamente incapaces de tener hijos. Así, el gran defensor de la herencia del genio, que consideraba que el aumento de los niveles de procreación de los más capaces era la más urgente tarea, murió sin descendencia.


    ERNST HAECKEL.
    Nacido en 1834 en Postdam (Alemania) tras su nacimiento la familia se trasladó a Merseburg, donde su padre trabajaba como abogado del Estado.
    De niño mostró gran interés por la botánica anticipando su fascinación por el darwinismo. Ya de niño llevaba dos colecciones de plantas, una según la taxonomía ortodoxa, la otra, que guardaba para sí no se ajustaba a las clasificaciones botánicas. Lo que le gustaba de esta colección eran los especímenes que ilustraban la transición directa de una especie a otra. Era el fruto, oficialmente prohibido, del árbol de la ciencia del que gustaba en sus horas de ocio.

    Se graduó en medicina como deseaban sus padres, pero su interés en la medicina era diferente al que imaginaban su familia y se trasladó a la Universidad de Jena para estudiar Zoología donde se haría profesor de zoología y anatomía comparada puesto que ocuparía toda su vida. Y ese mismo año se casó con Anna Sethe.

    Haeckel se convirtiría en uno de los zoólogos más brillantes e influyentes de finales del XIX y el hombre que estableció más puentes entre los argumentos raciales y eugenésicos de Darwin y las políticas raciales y eugenésicas del III Reich de Hitler.

    El Origen de las Especies de Darwin se tradujo al alemán un año tras su publicación en Inglaterra y Haeckel lo leyó ese verano mientras trabajaba en su doctorado y según sus palabras: "hizo que las escamas se cayesen de mis ojos porque en la gran concepción unificada de la naturaleza de Darwin y en su argumentación de la doctrina de la evolución encontré la respuesta a todas las dudas que me habían importunado desde el comienzo de mis estudios de Biología"

    Seis años después Haeckel publicará, en dos tomos, su obra Generelle Morphologie (morfología general) un gran esfuerzo por subsumir toda la ciencia bajo criterios darwinianos.
    El trabajo era fruto del fervor al trabajo por el gran dolor causado por el repentino fallecimiento de su esposa (cuando cumplía él 30 años), luego en 1867 volvería a casarse.

    La admiración de Haeckel por Darwin no tenía límites, antes de conocerle le escribió innumerables cartas en las que le detallaba los éxitos del darwinismo en Alemania y en cómo había convertido Jena en la fortaleza del darwinismo.

    Haeckel se adhirió al darwinismo en su totalidad, para el que elaboró no sólo la teoría biológica descriptiva, sino la AGENDA EUGENÉSICA prescriptiva que sería desarrollada pjor Darwin en el Origen del Hombre, y lo hizo con tal vigor y fuerza anticlerical que incluso puso nervioso a Darwin, mucho más cauto.

    La importancia de Haeckel no es la innovación sino desarrollar toda el abanico de implicaciones del darwinismo, proclamando la nueva verdad con intensidad, frecuencia y brutal coherencia algo en lo que Darwin era reticente.

    Así en Haeckel encontramos un apoyo pleno y sin vacilaciones a la Eugenesia, el Exterminio Racial, el Aborto, el Infanticidio y la Eutanasia.

    Gran parte de la influencia de Haeckel se debe a su disponibilidad y fervor para dirigirse a las clases populares desde cualquier plataforma a su alcance para predicar el darwinismo en voz alta y clara con un estilo que atraía a las masas.
    Escribió dos versiones de divulgación de su densa obra (Generalle Morphologie) que fueron rápidamente un éxito y le convirtieron en uno de los científicos más influyentes, no sólo en Alemania (se tradujeron a más de 20 idiomas y vendieron cientos de miles de ejemplares).

    Era persuasivo porque no se contentaba con presentar el darwinismo como una simple explicación científica del origen y desarrollo de las especies. Lo entendía, y de forma correcta, como parte de la entera cosmología materialista que se había infiltrado lentamente en el pensamiento occidental a partir del Renacimiento.
    Y esta nueva cosmología precisaba una religión que se ajustase a ella, así que Haeckel hizo del darwinismo una especie de filosofía religiosa natural que denominó MONISMO en contraposición al DUALISMO (espíritu y materia).

    Según Haeckel el espíritu y pensamiento europeos se pervertieron cuando la humanidad se separó de la naturaleza a través de la creencia en que los seres humanos eran cualitativamente diferentes de otras cosas naturales por tener un alma inmortal.
    El principal exponente de esta visión dualista era el cristianismo (y también Haeckel acuaba como culpable al Platonismo).

    Haeckel consideraba que el cristianismo y la ciencia materialista estaban inmersos en una kulturkampf (guerra cultural) y dedicó el monismo, la religión del materialismo científico, a extirpar no sólo este erróneo dualismo, sino más allá a extirpar a su promotor, el cristianismo.

    Como antídoto del cristianismo el monismo era una mezcla extraña de puro materialismo y adoración cuasi panteísta de la naturaleza (Alles ist Natur, Natur ist Alles) , (todo es la naturaleza, la naturaleza lo es todo).
    Y como panteísta estaba convencido de que el cristianismo había separado al pueblo alemán de su recta y precristiana adoración de la naturaleza y debía volverse a ella. Propugnó la adoración al sol.
    Así dio la voz al infame movimiento Vökisch alemán, posteriormente magníficamente usado por Hitler que aconsejaba volver a los alemanes a sus raíces raciales, a su idiosincrasia histórica y natural para poder deshacerse, así, de la perversa influencia de la fe cristiana.

    Para Haeckel el darwinismo era la ciencia que permitía socavar todos los aspectos del dualismo cristiano. Según el darwinismo quedaba claro que no hemos sido creados como el pináculo de la naturaleza por algún ser divino situado más allá de ella sino que somos un simple producto de la evolución surgida desde la misma naturaleza. En consecuencia deberíamos rechazar la ilusoria y acientífica creencia según la cual los seres humanos están creados a imagen y semejanza de Dios para abrazar como propias las leyes de la evolución.
    La selección natural darwiniana debía convertirse en el fundamento de la sociedad humana y de su moralidad, desplazando leyes y códigos morales basados en el cristianismo que inhiben la lucha natural y la consiguiente pervivencia de los más aptos.

    Haeckel siguió los dictados de su razón y llegó a la conclusión de que las sociedades no pueden permitir cargarse con los biológicamente no aptos. Le soliviantaba ver cómo "cientos de miles de incurables: lunáticos, leprosos, personas con cáncer, etc. eran mantenidas artificialmente con vida sin que ello supusiera el más mínimo bien para ellos ni para la sociedad en general"
    El problema era una beneficencia mal entendida y la errada aplicación de la misma ciencia médica.

    El monismo precisaba una medicina que no se dedicase solo a curar, sino también a matar. Esta "nueva" medicina estaría abierta a MATAR a otros y a uno mismo. Aunque el cristianismo prohíbe el suicidio aduciendo que, dado que todos los hombres fueron hechos a la imagen y semejanza de Dios, todo homicidio incluso el de uno mismo, debía prohibirse. Y esta prohibición sólo se entiende a la luz de la existencia del alama humana inmortal, cuyo destino último no está en este mundo.

    El monismo rechazaba tanto el alma inmortal como la prohibición de suicidio. Se anticipaba así a la estrategia de la Cultura de la Muerte, que describe como actos de compasión los antaño considerados inmorales.
    Haeckel llamó al suicidio un "acto redentor" pues la vida no es un don, sino el resultado de un accidente de pasión.

    Y el mismo razonamiento se aplica al aborto. Haeckel era consciente de que la prohibición del aborto estaba enraizada en el cristianismo "el primero en extender la protección legal al embrión humano y en castigar el aborto como pecado mortal".

    Pero el materialismo monista y el darwinismo hacían insostenible tales puntos de vista pues los seres humanos no estaban hechos a imagen de Dios, dotados de almas inmortales desde su concepción, sino que eran el resultado de simples procesos biológicos desarrollados dentro de sus madres que tendrían una autoridad total sobre sus vidas y muertes.
    Con estas palabras, idénticas a las de los actuales defensores del aborto, Haeckel argumentaba que "el óvulo es parte del propio cuerpo, sobre el que la madre tiene un derecho absoluto de control y el embrión que se desarrolla a partir de ella, al igual que el niño recién nacido, no tiene prácticamente conciencia o es una simple "máquina de reflejos" como cualquier otro vertebrado".

    Así, Haeckel enunciaba un nuevo código ético, uno que proporcionaría a los defensores del aborto un arsenal inacabable de justificaciones y que hoy se han popularizado medinte la justificación del infanticidio que han hecho filósofos tan "avanzados" como Michael Tooley y Peter Singer.

    Como no tenemos alma inmortal, debemos considerar a los seres humanos simplemente en términos de su desarrollo biológico. Los seres humanos no son personas desde el principio, sino que se hacen personas poco a apoco (si no tienen malformaciones de cualquier clase).
    Para Haeckel nos hacemos personas sólo en la medida que poseemos mente, pero como la característica moral distintiva: la mente, sólo se desarrolla lenta y gradulamente, mucho después del nacimiento, los seres humanos no pueden distinguirse ni de la madre mientras están en su vientre ni de otros animales durante cierto tiempo tras el nacimiento.
    La conciencia racional se revela cuando el niño habla pro primera vez de sí mismo, no en tercera persona, sino como "yo". Si ese desarrollo no tiene lugar, o si tiene lugar lentamente, no presenta dificultad alguna relegar a tales "criaturas" al destino de los biológicamente no aptos.

    Y Haeckel extendía el razonamiento a las razas humanas, al igual que Darwin, creía que las diferentes razas humanas eran desarrollos evolutivos y que en cuanto tales, algunas eran más avanzadas. A diferencia de Darwin, Haeckel consideraba el pináculo de la civilización en Alemania, no en Inglaterra. Pero el razonamiento era idéntico.

    En consecuencia se reevalúa el valor de las diferentes razas. Y no hay que sorprenderse de descubrir que los argumentos eugenésicos de Haeckel son los contrafuertes argumentales del programa eugenésico nazi..

    Si bien la defensa pública de la eutanasia comenzó antes de iniciarse el XX, fue la revista de la Liga Monista de Haeckel (Daes monistische Jabrbunderte) la que en 1913 publicó los primeros argumentos pro eutanasia. Y con estos argumentos se forjó el panfleto proeutanasia más influyente que se ha publicado, escrito por Karl Binding y Alfred Hoche, titulado "Permiso para la destrucción de la vida indigna de ser vivida (1920)).

    Y el panfleto allanó el camino para la aceptación del programa de eutanasia nazi Aktion T-4 que con cinco complejos diseminados por Alemania se deshizo de entre 120.000 a 275.000 pacientes de instituciones mentales, inválidos, enfermos incurables y otros "indeseables".

    La eutanasia se entendia como un imperativo biológico, inherente a la reinterpretación darwinista de la vida humana.

    Los monistas y luego los nazis creían que Alemania estaba al borde de la total degradación biológica y que, por tanto, el colapso era inminente. Sólo los más aptos debían tener permiso para reproducirse, en cuanto a los no aptos Haeckel propugnaba la vuelta a las prácticas de Esparta que entendía imitación directa de los rigores de la selección natural.
    La "destrucción de recién nacidos" que resultasen ser no aptos o inferiores debería considerarse no como un homicidio sino como una "práctica beneficiosa, tanto para los niños destruidos como para la comunidad".

    Resulta tentador, tras ver tantas conexiones entre Darwin, Haeckel y los nazis, pretender que estas ideas se manifestaron sólo en Alemania, pero no fue así. el evangelio de la eugenesia darwinista fue predicado con fervor por toda Europa y América. Algunas de las sociedades más eugenésicas y vociferantes del siglo pasado y el anterior estaban en Inglaterra y EEUU.

    No hace falta más que leer las vidas del inglés Francis Galton y de los americanos Margaret Sanger y Peter Singer para ver cómo la Cultura de la Muerte está presente en unas y otras culturas.
    ReynoDeGranada dio el Víctor.

  2. #2
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    Re: La Cultura de la Muerte

    Repasemos la nacionalidad de estos arquitectos de la cultura de la muerte que nos presenta donjaime:

    Feuerbach (alemán)
    Schopenhauer (alemán)
    Nietzsche (alemán)
    Marx (judeo-alemán)
    Engels (alemán)
    Darwin (inglés)
    Galton (inglés)
    Haeckel (alemán)

    Otros nombres que se podrían añadir a la lista: Malthus (inglés), Kant (alemán), Hegel (alemán), Freud (judeo-alemán).

    Vemos que predominan los nombres ingleses y sobre todo los alemanes. En el caso de Marx y Freud habría también un componente judío, pero el elemento común a toda esa lista es el alemán. Porque no han sido judíos españoles o italianos los que han sentado las bases de la subversión moderna, sino judíos alemanes que, por lo demás, seguían el espíritu subversivo de sus compatriotas alemanes.

    En consecuencia, no debería hablarse tanto de la subversión judía, sino de la subversión inglesa y alemana. Para resolver los problemas hay que identificar a los verdaderos responsables. Si atribuimos todo a los judíos como una suerte de chivo expiatorio, además de equivocarnos y cometer una injusticia, no podremos plantear una solución a esos problemas.
    DOBLE AGUILA dio el Víctor.
    «Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
    José Antonio, Diario La Rambla, 13 de agosto de 1934.

  3. #3
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    Re: La Cultura de la Muerte

    Cita Iniciado por Kontrapoder Ver mensaje
    Repasemos la nacionalidad de estos arquitectos de la cultura de la muerte que nos presenta donjaime:

    Feuerbach (alemán)
    Schopenhauer (alemán)
    Nietzsche (alemán)
    Marx (judeo-alemán)
    Engels (alemán)
    Darwin (inglés)
    Galton (inglés)
    Haeckel (alemán)

    Otros nombres que se podrían añadir a la lista: Malthus (inglés), Kant (alemán), Hegel (alemán), Freud (judeo-alemán).

    Vemos que predominan los nombres ingleses y sobre todo los alemanes. En el caso de Marx y Freud habría también un componente judío, pero el elemento común a toda esa lista es el alemán. Porque no han sido judíos españoles o italianos los que han sentado las bases de la subversión moderna, sino judíos alemanes que, por lo demás, seguían el espíritu subversivo de sus compatriotas alemanes.

    En consecuencia, no debería hablarse tanto de la subversión judía, sino de la subversión inglesa y alemana. Para resolver los problemas hay que identificar a los verdaderos responsables. Si atribuimos todo a los judíos como una suerte de chivo expiatorio, además de equivocarnos y cometer una injusticia, no podremos plantear una solución a esos problemas.



    Entiendo tu intención, pero dejando a parte que hay más judíos de los que mencionas y bastantes masones (dependientes de judíos) que no nombras. partes de una base errónea porque los "nombres" y "nacionalidades" son, en el aspecto que tratas de analizar, datos IRRELEVANTES. Engañosos.


    Esto es así porque un judío es judío por ser hijo de judía. Independientemente de su lugar de nacimiento o de la religión que diga profesar (si profesan alguna). Eso sabemos que es así por más de 6.000 años de tradición judía conocida y ... por las ACTUALES leyes del Estado de Israel.


    El Judaísmo NO es una religión, al menos como entendemos las demás porque más bien es una ideología RACIAL,
    No comparte las características de las demás religiones:
    1º.- NO es trascendente, sino que está basada en el aquí y ahora, (tras la muerte no hay más que vacío infinito),
    2º.- NO hace proseletismo, al contrario, pone enormes trabas para hacer conversos (por ejemplo los falaschas, judíos etíopes (de los que proceden el abuelo y padre de Barak Obama que además de espías eran revolucionarios marxistas) desde hace siglos por sus creencias, sentimiento y ritos son judíos pero no son admitidos, o se les pone pegas sin fin, para naturalizarse ciudadanos de Israel por tener el color negro en la piel), y da igual los ritos o creencias que profesen.
    3º.- Eres judío si eres hijo de judía, da igual si eres agnóstico, ateo, protestante, masón, budista o crees en OVNIS. Da igual dónde nacieras, lo que importa es que seas hijo de judía.


    Dentro del Judaísmo la rama principal (por poder) es la askenazi (cazahares) judíos establecidos en Alemania y Este Europa. Los sefardíes (sefarad = España) casi tan numerosos como ellos tienen enorme influencia, pero mucho menor que los askenazis.

    Aquí se hablaba del tema aborto, eutanasia, etc. de la cultura de la muerte, y la cultura de la muerte es un arma más, una causa, no el origen. Un síntoma más, no la enfermedad. El liberalismo, el capitalismo, el relativismo, el marxismo (comunismo, anarquismo, socialismo), ecologismo, feminismo, etc. son tentáculos de la misma cabeza. Síntomas de la misma enfermedad, no la cabeza ni la enfermedad en sí. Las herejías son manifestaciones del judaísmo pero no son el enemigo, son accidentes, consecuencias del mismo mal, pero no el mal mismo.

    Y esto lo ha denunciado la Iglesia durante siglos, con más de 52 Bulas y Edictos de 27 papas. Para proteger a los cristianos los Santos Padres (muchos en los altares) dictaron una serie de medidas que hoy serían tachadas de antisemitas, nazis, fachas, intolerables, etc.
    entre otras:
    - prohibición de cohabitar con cristianos (origen de guethos).
    - prohibición de ejercer ciertas profesiones (medicina, farmacia, comercio, ...)
    - prohibición de tomar criados cristianos.
    - obligación de identificarse mediante signos distintivos en sus vestimentas.
    etc. etc. etc.

    Múltiples condenas por sus herejías, (ritos esotéricos, kabalísticos, talmudistas, etc.) y por sus CRÍMENES RITUALES algunas de cuyas víctimas han sido elevadas a los altares. De otras hay documentación civil (juicios y condenas) más recientes en países como Turquía, Alemania, Inglaterra, España, Italia, etc.


    El problema judío es el principal problema de la civilización, de la humanidad y de él derivan todos los demás, que luego los ejecutores o los títeres que se presentan ante el público no sean judíos (o aparenten no serlo: marranos) es poco relevante. Y cuando se da esa circunstancia el 95% son masones o pertenecientes a sectas o sociedades secretas dependientes de judíos.


    Y la prueba de lo anterior es que ni alemanes, ni ingleses, ni ningún otro pueblo o grupo tienen un ODIO, desprecio y RACISMO tan enorme y continuado en el tiempo (durante siglos) por los demás como los judíos. No hay alemanes, o ingleses, o ningún otro grupo que desde hace siglos hayan causado tantas revoluciones, ideologías subversivas, guerras, herejías, etc. como los judíos. Aunque usen, ocasionalmente, agentes alemanes, ingleses, españoles, o chinos. O finjan (marranismo) practicar otra religión u ostentar otra nacionalidad.

    A partir de la ley del judío Alberto Ruíz Gallardón hay "oficialmente" dos millones más de "españoles" (individuos judíos que nunca han pisado, menos aún sentido, España) pero que podrán cometer cualquier atentado, cobrar pensiones, subvenciones, o crear genocidios y la Historia dirá que fueron "españoles" los autores de los mismos.


    Es el Judaísmo, y sólo él, el que tiene una LEY (la Ley, Talmud, Torha, etc.) que enseña y obliga a ODIAR al resto de la humanidad. Sólo el Judaísmo tiene ramas satánicas y CRÍMENES RITUALES (Pesach y Purin), etc. Y sólo el Judaísmo, enseña, desde hace siglos el odio a Jesús y sus seguidores y hacia los no judíos. El odio marxista (comunista, socialista, revolucionario, jacobino, masónico) hacia Cristo y la Iglesia proviene de sus orígenes y dirigentes judíos.
    Ningún otro pueblo o grupo tiene o ha tenido, ni comete, ni ha cometido, ni tiene ni ha tenido, tales doctrinas y enseñanzas.


    Es la cúpula judaica la única que se ha propuesto conquistar el mundo y dominarlo, sólo ellos provocan las "crisis" en que se expolia a los pueblos y naciones. No lo han hecho ni romanos, ni egipcios, ni persas, ni celtas, ni chinos, ni alemanes ni ingleses. Y cuando éstos lo han hecho ha sido bajo dirección (The City o bajo las compañías "inglesas" de las Indias Orientales, etc.).


    Y es algo que puede encontrarse en boca y escrito de los mismos judíos, así hay sin fin de testimonios de parte judía (judíos, incluso rabinos, de conversos y no convertidos):

    Entre otros:

    M. Cohan, judío articulista de "El Comunista" (Kahrkov, 12 de abril 1919, nº 72): "sin exagerar debe decirse que la gran revolución social rusa fue efectuada por manos judías ¿Hubieran podido ellos mismos, la oscura y oprimida masa de trabajadores y granjeros rusos, ser capaces de destruir la burguesía?No, fueron los judíos los que dirigieron al proletariado ruso al amanecer de la Internacional y no sólo entonces sino ahora dirigen la causa soviética que todavía permanece en sus manos. Debemos estar tranquilos mientras la Armada Roja esté en manos del camarada Leon Trotsky. Es verdad que no hay judíos en las filas de la Armada Roja, pero en los comités y organizaciones soviéticas, como comisarios, los judíos dirigieron las masas proletarias rusas a la victoria. No sin razón, durante la elecciones de todas las institituciones soviéticas, los judíos vencen por abrumadora mayoría.El símbolo de la judería, que ha luchado contra el capitalismo durante siglos, se ha convertido en el símbolo del proletariado ruso, lo cual se puede ver por la estrella roja de cinco puntas, el símbolo del sionismo y judería desde la antigüedad. Este símbolo trae la victoria, con este signo viene la muerte de los parásitos de la burguesía"


    El rabino Lewis Browne en su libro: "How Odd of God": "nosotros pretendemos hacer con los gentiles ... lo que los comunistas están haciendo en Rusia".


    El profesor Reinhold Niebur, judío, hablando ante el Instituto Judío de Religión. Nueva York, 3 de octubre de 1934: "El marxismo es la forma moderna de la profecía judía".


    M. Hermalin, judío comunista, hablando en Nueva York en 1917: "la Revolución Rusa fue hecha por los judíos. Nosotros hemos creado las Sociedades Secretas y planeado el reinado del terror. La Revolución triunfó por nuestra convincente propaganda y con nuestros asesinatos en masa con el propósito de formar un gobierno verdaderamente nuestro".


    On to Moscow, periódico ruso, septiembre 1919: "no debe olvidarse que el pueblo judío, que fue oprimido durante siglos por reyes y zares es realmente el proletariado, es la internacional que no tiene país".


    Angelo S. Rapparport en "Los Pioneros de la Revolución Rusa", Londres 1918, publicado por Stanley, Paul&Co, pag. 250: "En Rusia los judíos fueron totalmente responsables de la revolución".


    Moritz Rappaport, en la revolución de 1918 en Alemania: "La Revolución nos recuerda de nuevo la importancia de la cuestión judía, puesto que los judíos son el elemento conductor de la revolución".


    "Jewis Tribune" 5 de julio de 1922: "La revolución alemana es el logro de los judíos, los partidos liberales democráticos tienen un gran número de judíos como líderes y los judíos juegan un papel predominante en las oficinas del Alto Estado".


    Maurice Samuel, judío, en su libro: "You Gentiles" pág. 155: "Nosotros los judíos, los destructores, siempre permaneceremos como destructores. Nada de lo que hagáis satisfará nuestras necesidades y demandas. Siempre destruiremos porque necesitamos el mundo en nuestro poder".


    A. S. Rappaport, "Los Pioneros de la Revolución Rusa", 1918 "A través de la historia el espíritu de los judíos ha sido revolucionario y subversivo con la idea de construir sobre ruinas".


    "The Maccabean" (órgano sionista judío) Nueva York, noviembre 1905, pág. 250: Título: A Jewis Revolution: "La Revolución en Rusia es una revolución judía, una crisis en la historia judía. Es una revolución judía porque Rusia es el hogar de cerca de la mitad de los judíos del mundo, y el derrocamiento de su despótico gobierno debe tener una influencia muy importante en le destino de los millones que viven allí y en el de los muchos miles que han emigrado a otros países recientemente. Pero la revolución en Rusia es una revolución judía también porque los judíos son los más activos revolucionarios del imperio del Zar"
    (Nota. en 1905 el Comité Central de la primera revolución judía de Rusia estaba formada por los revolucionarios judíos: Lenin (Ulianov), Rykov, Krassin (Vinter), Bogdanov y Postalovskii).


    Jewis Chronicle, Londres 4 de abril 1919: "Hay un hecho importante en el bolchevismo, que muchos de los judíos son bolcheviques. Los ideales del bolchevismo están en consonancia con muchos de los más altos ideales del Judaísmo".


    Rabino Judah L. Magnes, hablando ante la conferencia nacional radical de EEUU, abril 1918 "Yo pretendo ser un auténtico bolchevique. Puedo decir definitivamente que el Presidente de los EEUU, en un corto tiempo, hará una apelación a los gobiernos aliados para conseguir una paz inmediata.
    "Pedirá una paz inmediata bajo los principios adelantados del bolchevismo en Rusia
    ".


    El sabio judío londinense Dr. Oscar Levy en "The Worl Significance of the Russian Revolution" dice: "Nosotros los judíos, estamos equivocados gravemente. Nosotros, que hemos alardeado de haber dado al mundo el salvador, no somos hoy más que sus burladores, sus destructores, incendiarios y ejecutores. Nosotros que hemos prometido un nuevo paraíso hemos dado un nuevo infierno".


    Zinovief, judío, Presidente de la III Internacional Comunista (archivo del Congreso, 19 diciembre 1925): "Hemos exterminado a los capitalistas y propietarios en Rusia. Vamos a hacer lo mismo con la inteligencia de Europa y América".


    B.A.M. Shapiro, un neoyorquino autodenominado cristiano por la fe, judío por la raza, en su folleto: "America's Great Menace" dice: "Ha llegado el momento cuando los patriotas judíos de América deben sentir la gran responsabilidad por el hecho diabólico del comunismo, incubado y planeado por Israel".


    El Rabino Judah L. Magnes, en Nueva York, 1919: "cuando el judío da su proyecto, su devoción a la causa de los trabajadores y de los desposeídos, de los desheredados del mundo, su caridad radical le lleva al fondo de las cosas, y en Alemania se convierte en un Marx y un Lasalle, un Haas y un Edward Bernstein; en Austria en un Victor Adler y un Friedrick Adler, en Rusia en unTrotsky. Mira por un momento la situación presente en Rusia y Alemania. La revolución libera una fuerza creativa, y mira que gran cantidad de judíos se consiguieron para los servicios inmediatos. Revolucionarios socialistas y mencheviques y bolcheviques, minorías y mayorías socialistas -o como se llamen- los judíos se encuentran entre los líderes de los trabajadores de rutina de todos estos partidos revolucionarios".


    New York Times, 24 de marzo 1917: "Kennan Retells History, comentado como Jacobo H. Schiff financió la propaganda revolucionaria en la Armada zarista: "Mr, Kennan habló del trabajo de los Amigos de la Libertad Rusa en la Revolución"


    The American Hebrew: 10 de septiembre de 1920: "fuera del caos económico, el descontento judío, organiza el capital con su instrumento de trabajo, el sistema bancario.
    Uno de los más impresionantes fenómenos de nuestro tiempo es la revuelta de los judíos contra el Frankestein que concibió, y su propia mano modeló.
    El logro de la Revolución bolchevique rusa, destinada a figurar en la historia como el sombrío resultado de la guerra mundial, salió de las mentes judías, del descontento judío, del esfuerzo por reconstruir.
    Lo que
    el idealismo y el descontento judío han contribuído tan poderosamente a los logros en Rusiason las mismas históricas cualidades del corazón y mente judía que tiende a provocar a otros países.
    ¿Oprimirá América -como la Rusia de los Zares- a los judíos con amargo y falso reproche de ser unos destructores y ponerlos en la posición de un enemigo irreconciliable? ¿o se aprovechará el genio judío? Esta es la cuestión que el pueblo americano debe contestar
    ".


    James Waterman Wise (hijo del Rabino S. Wise de NY) hablando desde el púlpito de la Free Synagogue, 28 de enero de 1934 sobre ¿Nos hundirá la creciente corriente fascista?: "lo que hacemos los judíos al enfrentar duramente al fascismo contra cualquier forma de sea lo que fuere. El próximo paso que hemos de dar, tan pronto como sea posible, en el interés de los trabajadores, es agarrar todas las industrias de las naciones, y no dejar nada en pie, aunque tengamos que usar la violencia".


    Alfred Nossig, judío, e su libro "Integrales Judentum", Berlín 1922: "El socialismo y la Ley mosaica no son opuestos, todos los grupos judíos tienen un interés vital en la victoria del socialismo, no solo por sus principios, no solo por su identificación con la ley mosaica, sino también en el terreno táctico ... al judío socialista se le reprocha jugar un importante papel en el partido terrorista comunista".


    Hermann Bernstein, "La cuestión judía está íntimamente ligada con todas las fases de la vida industrial, social y política del pueblo ruso, y sin la emancipación de los judíos, el rejuvenecimiento de Rusia es inconcenbible".


    En The Jewis State por Theodor Herzl, líder sionista: "cuando los judíos nos hundimos nos convertimos en el proletariado revolucionario (comunistas), y cuando nos levantamos, también se levanta nuestro terrible poder de la riqueza (capitalismo)".


    El escritor judío Alter Brody, en el New Masses, 12 de mayo de 1936, pag. 14: "el innegable problema del judío solo puede ser solventado en una sociedad socialista".

    Anotaciones del libro How Odd of God de Rabbi Lewis Browne: "ningún agitador hizo más en la Revolución Francesa de 1848 que dos judíos: Heinrich Heine y Ludwig Borne. Fue un judío, Leon Trotky, quien dirigió la armada roja y salvo la causa comunista en Rusia.
    Fue un judío Karlb bLiebnecht, ayudado por una judía Rosa Luxemburg, quienes dirigieron la sublevación espartaquista en Alemania.
    Fue un judío, Bela Kuhn, quien implantó el régimen rojo en Hungría.
    Fue un judío, Kurt Eisner, quien dirigió el golpe socialista en Bavaria.
    Para el judío, la actividad revolucionaria parece ser el único camino para la auténtica libertad".


    Rabbi Abba Hillel Silver, en su libro de 1928 "El Impulso Democrático en la Historia Judía" recalca lo persistente y dominante que ha sido el impulso democrático en la historia judía, igualmente en la vida política de la gente como en su vida económica y religiosa, admite que en la vida nómada del desierto que sus antepasados muchas tribus eran de estructura comunista".


    New Masses (judío) 29 de octubre de 1935, artículo de James Waterman Wise, hijo del Rabino jefe S.S. Wise: "los judíos no son comunistas, es el estribillo de un miedoso estamento emitido juntamente por el Dr. Cyrus Adler, presidente del Comité Judío americnao Aflred M. Cohen, presidente del B'nai B'rith y B.C.Klsdek presidente del Comité Laboral Judío.
    Estos señores niegan, histéricamente, que el comunismo es judío y repudian frenéticamente a los judíos que son comunistas. Su declaración difama la Rusia soviética y miente sobre el pueblo judío. Detrás de frases altisonantes, yace una pobremente encubierta invitación a las potencias nazis de América para asesinar judíos.
    Dicen que entre los 36 comisarios soviéticos sólo 2 son judíos ¿es posible que los jefes del Comité judío-americano de la B'nai B'rith y el Comité Laboral Judío no hayan oído hablar de Litinoff, de Yaroslovsky, Kaganowitch, Radeck, Bela Kuhn, etc.? los judíos que niegan que muchos judíos son comunistas se burlan de ellos mismos
    ".


    Raffes, conocido líder bolchevique judío: "el odio del Zarismo contra los judíos estaba justificado, desde los '60 en adelante, en todos los partidos revolucionarios, el gobierno tuvo que contar a los judíos como los miembros más activos".


    M.J. Olgin, editor judío, en su yiddish "Morning Freiheit", NY 7 de agosto de 1936: "las tendencias judías del Frente Popular español, declaran que es este el más gran baluarte contra el antisemitismo y por la defensa de los derechos del pueblo judío.
    Se están haciendo colectas en las tiendas españolas, para ayudar al Frente Popular. Las colectas son tan importantes para los luchadores en España, como para las masas en USA. Los luchadores españoles pueden estar seguros de que un gran número de trabajadores en América toman parte en una acción de solidaridad internacional de una forma tangible ...
    La cuestión sin embargo es más amplia.
    La guerra que se lleva a cabo en España abarca algo más que el territorio español. Es de vida o muerte para los judíos del mundo.
    cuando el Frente Popular avanza definitivamente en España se reforzará el frente popular de Francia y dará un ímpetu a la formación de los frentes populares en todo el mundo.
    Esto hará más segura la posición de los judíos en los países capitalistas donde todavía existen las democracias burguesas y acelerará el final del fascismo en los países donde la svástica y la camisa negra son ahora dueños supremos.
    Por esto cada judío debe apoyar la lucha del Frente Popular en España".


    El NY American del 4 de abril de 1936 citando un cable de la Agencia Telegráfica judía desde París: "la Judería Internacional está definitivamente al lado del gobierno español"


    El NY American del 5 de agosto de 1936, comentando a David Dubinsky, Presidente de la Unión Radical Internacional de Trabajadores de Confección: "supe de la necesidad de ayuda para el Frente Popular en España y ordené a nuestras centrales que mandaran 5.000 $, esto se ha hecho ya" y el periódico publicó el 10 de octubre de 1936 una fotografía del cheque.


    El judío Einstein y el judío Charles Chaplin (Levinsky) anunciaron su apoyo al gobierno rojo español en febrero 1937.


    Otto Weininger, judío, en su libro: "Sexo y Carácter", Viena 1921: "la idea de propiedad está indisolublemente unida con la individualidad. Esta es una de las razones de porque los judíos se unen en gran número al comunismo" pag. 406. En la 413: "el judío es un comunista" y en la 407: "el judío es totalmente incapaz de comprender la idea de Estado"


    Kadmi Cohen, judío, en su libro: "Nomads" 1928 "el instinto de propiedad, resultante del amor a la tierra, no existe para los semitas -esos nómadas- quienes nunca poseyeron y nunca poseerán la tierra. De ahí sus indiscutibles tendencias comunistas desde la lejana antigüedad" (pág. 85).
    "Sólo se necesita recordar los nombres de los grandes judíos revolucionarios del siglo XX, los Karl Marx, los Lasalle, los Eisner, los Bela-Kuhn, los Trotsky, los León Blum, para así enumerar los nombres de los teóricos del moderno socialismo .... Los judíos han dado muchos líderes a los movimientos marxistas y han jugado un papel considerable en ellos"
    "Las tendencias judías hacia el comunismo, aparte de toda cooperación material a las organizaciones de partido, son la sorprendente confirmación que encontrarán en la aversión que un gran judío, un gran poeta, Heinrich Heine, sentía por la ley romana. Las causas subjetivas, las causas pasionales, de la revuelta de Rabbi Akiva y Bar Kocheba e el año 70 aC contra la pax romana y el Jus Romanum, comprendidas y sentidas, subjetivamente, por un judío del XIX, quién aparentemente, no tenía ligazón con su raza.
    Y
    los judíos revolucionarios y los comunistas judíos que luchan contra el principio de propiedad privada, como es el Codex Juris Civilies de Justiniano y Vulpiano, ¿no hacen otra cosa que lo que hicieron sus antepasados que se resistieron a Vespasiano y Tito? (pag. 86).


    L'Univers Israelite, 5 de septiembre de 1867, París: "la Revolución con su igualdad y fraternidad es la estrella de Israel".


    Archives Israelites, París, 6 de julio de 1889: "el año 1789 es un gran Passoves, la Revolución francesa tiene un sorprendente caŕacter hebreo".


    Elie Eberlin, judío, en su libro: Jews of To-day", París 1928 "Paole-Zionismo sigue su labor en Rusia, en Palestina y en todas partes, en esta hora aparece como único partido proletario internacional. Una de sus fracciones se une a la internacional comunista, la otra se une a la internacional socialista" (pag. 24).
    "A través de su existencia autónoma, el pueblo judío ha experimentado muchas formas de gobierno. Pero ni la dictadura paternal del gran Moisés, ni la Monarquía regida por una Constitución religiosa, ni la república de los fieles, bajo la presidencia del sumo sacerdote, ni el despotismo de los últimos reyes de Roma pueden satisfacer a un pueblo de soñadores. Los judíos siempre han tenido un gobierno, pero nunca lo soportaron (pag. 134).
    De hecho los judíos no pudieron mantener su propio Estado entre los Estados de la antigüedad y fatalmente
    tuvieron que convertirse en el fermento revolucionario del mundo (pag. 142).
    En el bolchevismo existe la idea judía como es la renuncia a una recompensa en el otro mundo, y a la búsqueda de la felicidad en este mundo. Pero esta idea que marca el triunfo de los valores judíos sobre los valores místico-cristianos, es ahora común a todos los pueblos" (pag. 155).


    Bernard Lazare, judío, en su libro: "Antisemitismo y sus Causas", París, 1894: "los judíos toman parte en las revoluciones, juegan en ellas como judíos ... el espíritu judío es esencialmente revolucionario, conscientemente o de otra manera, el judío es revolucionario".


    etc. etc. etc. etc. etc.






    Analicemos otro aspecto, si actualmente la población mundial es de unos 7.125 millones de individuos y resulta que de ellos unos 15 millones son judíos, es decir, suponiendo (lo que es mucho suponer) que TODOS los judíos, sin excepción, (algo que obviamente no es) fueran colaboradores y seguidores de ese plan de dominio mundial resulta que:

    Población mundial - población judía = 7.110 millones. Población judía : 15 millones, ergo, Toda la población judía representa el 0,21%. (15.000.000 / 7.110.000.000) x 100 = 0,0021097 %


    ¿No es sorprendente que un número tan enormemente bajo cope todos los altos cargos de las revoluciones, administraciones, cargos públicos, sean dueños de las agencias de noticias, editoriales, mass media, bancos, multinacionales, organismos oficiales como ONU, FMI, Banco Mundial, sean los amos de The City, del FED, etc? y eso los conocidos, porque los marranos que actúan bajo nombres y "religiones" diferentes pero solo en apariencia ¿cuántos son? y ¿cuántos actúan enrolados o chantajeados por la Masonería y sociedades secretas?


    Pero aún suponiendo que sea yo un conspiranoico (en el sentido peyorativo del término) los judíos (ellos mismos lo reconocen) son los autores y ejecutores del capitalismo y marxismo (comunismo, socialismo y anarquismo) sólo por ello causantes y responsables de millones de asesinatos y genocidios.

    Si además son causantes de todas las herejías y sectas conocidas, desde valdenses a Islam, Protestantismo, Anglicanismo, Calvinismo, Testigos Jehová, Mormones, ... al menos deberíamos dejar de mirar para otro lado y analizar el problema.
    ReynoDeGranada dio el Víctor.

  4. #4
    Avatar de Donoso
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    Re: La Cultura de la Muerte

    A ese argumento se le puede dar la vuelta fácil, diciendo que la mayoría de esos 15 millones de judíos no están en ningún organismo ni son dueños de ningún medio.

    Nadie te niega la participación del elemento judío en toda clase de subversiones, lo que se te argumenta es que 1) los judíos no tiene la exclusividad en esos eventos y 2) El elemento judío por si solo no es suficiente, es necesario combinarlo con más circunstancias y personas.
    DOBLE AGUILA dio el Víctor.
    Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.

    Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI


  5. #5
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    Re: La Cultura de la Muerte

    Cita Iniciado por Donoso Ver mensaje
    A ese argumento se le puede dar la vuelta fácil, diciendo que la mayoría de esos 15 millones de judíos no están en ningún organismo ni son dueños de ningún medio.

    Nadie te niega la participación del elemento judío en toda clase de subversiones, lo que se te argumenta es que 1) los judíos no tiene la exclusividad en esos eventos y 2) El elemento judío por si solo no es suficiente, es necesario combinarlo con más circunstancias y personas.



    Bien estamos de acuerdo en algo, pero

    1º.- si los judíos no tienen la exclusividad ¿quién más la tiene?

    2º.- ¿qué elemento hay que combinar, con qué circunstancias y con qué personas?

  6. #6
    Eudemo está desconectado Miembro novel
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    Re: La Cultura de la Muerte

    Cita Iniciado por Kontrapoder Ver mensaje
    Repasemos la nacionalidad de estos arquitectos de la cultura de la muerte que nos presenta donjaime:

    Feuerbach (alemán)
    Schopenhauer (alemán)
    Nietzsche (alemán)
    Marx (judeo-alemán)
    Engels (alemán)
    Darwin (inglés)
    Galton (inglés)
    Haeckel (alemán)

    Otros nombres que se podrían añadir a la lista: Malthus (inglés), Kant (alemán), Hegel (alemán), Freud (judeo-alemán).

    Vemos que predominan los nombres ingleses y sobre todo los alemanes. En el caso de Marx y Freud habría también un componente judío, pero el elemento común a toda esa lista es el alemán. Porque no han sido judíos españoles o italianos los que han sentado las bases de la subversión moderna, sino judíos alemanes que, por lo demás, seguían el espíritu subversivo de sus compatriotas alemanes.

    En consecuencia, no debería hablarse tanto de la subversión judía, sino de la subversión inglesa y alemana. Para resolver los problemas hay que identificar a los verdaderos responsables. Si atribuimos todo a los judíos como una suerte de chivo expiatorio, además de equivocarnos y cometer una injusticia, no podremos plantear una solución a esos problemas.
    Saludos.
    Si queremos saber quiénes son los "constructores" del mundo moderno, y por ende de su ideología, bastará nada más con revisar cualquier historia de la filosofía moderna. El ejecicio creo que puede ser útil, sobre todo porque en esos textos se reconoce abiertamente quiénes son considerados como las más importantes influencias. Ahí se verá que, desde por lo menos el siglo XVII en adelante, los apellidos ingleses y alemanes predominan (también hay un buen número de franceses, pero muchos de ellos aparecen como seguidores de lo que iniciaron ingleses y alemanes); y a partir del S. XIX hasta la actualidad, se puede decir que la filosofía está dominada por dos idiomas:alemán e inglés. Pero la cosa viene de más atrás, por ejemplo, precisamente es un fiósofo inglés del S. XIV, Guillermo de Ockham, quien es considerado como el precursor del laicismo moderno, una de las características más saltantes de nuestra época. Dejo un enlace sobre el tema para quien esté interesado:
    https://www.google.com.pe/url?sa=t&r...,d.eWE&cad=rja

  7. #7
    Eudemo está desconectado Miembro novel
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    Re: La Cultura de la Muerte

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Me olvidaba, a Guillermo de Ockham también se le considera como precursor del positivismo jurídico de Hobbes. Este artículo sobre Ockham también me parece interesante. Saludos
    SERGIO RAÚL CASTAÑO: PAPOLATRÍA

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