La ideología feminista también ataca a la Iglesia

Hoy hablaba con mis hijas y mi nuera sobre las maravillas de la maternidad, a través del whatsapp familiar. Les decía que, a pesar de la mentira que le han querido vender a la mujer de que la maternidad envejece y desmejora, eso es totalmente falso. Todo lo contrario. Les contaba que durante el embarazo la sangre de la madre se renueva totalmente y la mujer encinta está pletórica y más bella que cuando no lo está.

Por error, compartí esta conversación en un grupo de whatsapp en el que hablamos de la actualidad, especialmente de la referente a la Iglesia. En dicho grupo, tengo el placer de conversar muchas veces con Rafael, un ginecólogo fantástico, católico de verdad. Tras disculparme por compartir la conversación en el chat equivocado, le dije a Rafael que aportara sus conocimientos sobre el tema de la salud de la mujer durante el embarazo, que por error yo inicié en el chat equivocado. Éstas fueron sus bellas palabras, palabras de un enamorado de la mujer y de su profesión médica:

“Montse: Una mujer embarazada es más que una reina. El otro día le cedí el paso en una puerta a una joven gestante y se quedó sorprendida porque yo a sus ojos era un viejo. Y le dije que si me tropiezo con la reina de España y con ella al mismo tiempo, le cedo el paso a ella primero.

Se fue sonriente. La maternidad hace a una mujer una “diosa” portadora de la vida. Por eso los hombres queremos a nuestros padres y veneramos, “adoramos” a nuestras madres. Por nuestros padres nos esforzamos, por nuestras madres morimos si hace falta.


El embarazo es el mayor milagro científico de todos. Dos simples células se unen y luego se dividen billones de veces hasta dar lugar a la cima del universo creado: el ser humano. Son nueve meses de misterio creador. Sabemos lo que pasa en el útero en ese tiempo, pero no sabemos por qué pasa una cosa y no la contraria. Ni siquiera sabemos por qué un embarazo dura nueve meses y no doce o catorce. Con este tema empiezo y no termino. Los hombres llegaremos a poder hacer cualquier cosa, buena o mala, pero nunca podremos ser madres. Es como una frustración irremediable que nos hace ver, admirar y respetar a todas las mujeres como si fuesen una sola, como si representase, cada una de ellas, a nuestra madre. Todas son “madres” potenciales.


Dos detalles más:


1. Todas las mujeres se rinden ellas mismas ante la Maternidad. Cuando están embarazadas hasta las “modernas” se transforman para bien.


2. El Señor en la Cruz podía haberle dicho a Juan “cuída de Mi Madre” y punto. Pero no. Sabedor Él de lo que para los humanos significa la Maternidad nos dio a Su Madre como nuestra también. Y ahí acabaron las dudas y reticencias de muchos duros de mollera como yo. Todo un Dios nos da una Madre. ¡Qué cosa!


Perdonad la parrafada. Pero la Maternidad es un tema inagotable porque sencillamente es un misterio. Y ante los misterios no cabe comprensión alguna si no rendición. La mujer se sabe protagonista de ese misterio, lo percibe pero tampoco lo entiende. Lo siente y le sobra. Los hombres ni lo percibimos ni lo sentimos. Sólo nos queda reverenciarlo”.



Cuando he leído esta “parrafada”, que no se me antoja parrafada, sino elogio preciosísimo a la mujer, me ha parecido muy hermosa en boca de un varón, y veo con agrado que aun hay muchos hombres que saben ver a la mujer con ojos sanos, con ojos de amor verdadero y me vinieron a la mente muchas cosas.


He pensado en tantas mujeres que sienten que los hombres no las respetan, no las aman por lo que son, sino por lo que les aportan; en aquellas que no quieren ser madres porque no les interesa, no desean “pasar por ese trance o hartarse de cambiar pañales, no dormir por las noches, ganar peso por el embarazo o tener estrías producidas por el ensanchamiento del cuerpo”.


He pensado en las feministas que dicen que “con su cuerpo hacen lo que les da la gana”, tópicos que se han repetido tanto que han echado fuertes raíces en el alma de tantas mujeres…..


He pensado en aquellas otras que ante un embarazo inesperado no tienen la suficiente valentía de echar para adelante, y abortan porque “la ley las respalda” y luego cargan sobre sus espaldas, en sus corazones y en sus almas ese dolor de por vida…..


He pensado en tanto engaño tendido a la mujer, que poco a poco la va desnaturalizando, la hace una autómata de los dictados de la moda o de los axiomas modernos, la obliga, sin ni darse cuenta ella misma, a ser esclava fuera del hogar para equipararse al hombre, teniendo que dejar al cuidado de terceras personas la más bella labor que es criar a los hijos, llegando cansada y agobiada a casa para seguir con la esclavitud y con la lucha por la conciliación familiar, de la cual no tendría necesidad si no se hubiera creado un mundo basado en la mentira y el engaño.


He pensado en quienes han logrado generar “asco” por lo que en otros tiempos era la mayor gloria para cualquier mujer: parir un hijo. Antaño, tener muchos hijos era una bendición de Dios, y así lo enseñaba la Iglesia. Hoy, para la sociedad moderna, es una locura, una insensatez, al igual que para quienes dentro de la propia Iglesia miden con el rasero de “conejos” a quienes se multiplican según el querer “del Dios del Antiguo Testamento”, que ya está pasado de moda y que a buen seguro y con los tiempos de crisis que corren y los mosquitos zika dando por saco, aconsejaría el preservativo como un método para evitar males futuros.


¿Qué se persigue con esta ideología? ¿Por qué tanta inquina contra la maternidad, contra aquello que produce los mejores momentos de felicidad a la mujer? Sencillamente, un plan satánico se esconde detrás de estas ideas envenenadas. El demonio sabe que la sociedad se edifica sobre y en la mujer. La mujer es el alma de la familia, la mujer es la portadora del amor en la sociedad. Si destruyen a la mujer a través del aborto y sus secuelas implacables, si la destruyen al colocarla como un objeto de uso y disfrute, la sociedad se desmorona, y ese es uno de los planes del demonio. Un plan de ingeniería social destructora que interesa a unos cuantos que , como siempre, pretenden llevarse la mejor parte del pastel. Esos tales pueden ser los propietarios de las mal llamadas “clinicas” de abortos y los que se lucran a través de lo que éstas producen (laboratorios de investigación o de belleza, por ejemplo), aquellos que viven de la explotación sexual y de la pornografía que acaba desembocando muchas veces en abortos, y vuelta a empezar…..los que promueven leyes contra natura que impiden engendrar hijos de modo natural, promoviendo las uniones del mismo sexo y abogando para que estos tales “puedan gozar de los mismos derechos” que las parejas heterosexuales, y de este modo hacer su agosto en las clínicas de inseminaciones. ¡¡¡¡Cuánto engaño y cuánta ceguedad trae el pecado al hombre, Dios mío!!!! Los católicos somos capaces de ver estas cosas y quedarnos callados, mirar para otro lado y seguir con nuestra rutina diaria.


A algunos también se les llena la boca por pedir ayuda para poner en el centro de la sociedad al hombre, y no a Dios, como se nos ha enseñado siempre. INSTAURARE OMNIA IN CRISTO. Sin esta premisa de restaurar todo en Cristo ¿dónde quedan tantas reivindicaciones de hombres y mujeres? ¿Puede un mundo basado en el humanismo, prosperar, sin poner a Dios como centro y meta de sus luchas y anhelos? Pues parece que algunos creen que sí, y desde el vértice de la Iglesia se nos pide que obviemos a Dios de la sociedad y que pongamos al hombre en su centro. Y a la mujer le demos mayor protagonismo dentro de la Iglesia, porque parece que algunas señoras o señoritas “se sienten discriminadas en razón de su sexo”. Hasta aquí hemos llegado dentro de la Iglesia. Hasta dejarnos empapar e imbuir de los postulados mundanos que quieren equiparar lo que no se puede equiparar: al hombre y a la mujer.


También, a éstos tales, se les llena la boca del “deber misericordioso de cuidar de la casa común, de cuidar el planeta”. Tal es así que hasta se les ha venido la idea de crear una nueva obra de misericordia corporal y otra espiritual que aboga por este postulado. ¡Cuidar la casa común ya es una obra de misericordia, la octava!


Y pensaba hoy mientras unía todas estas ideas, que la mujer cuando es madre, cumple muchísimas obras de misericordia a la vez, pues ejerce la misericordia con los propios de su sangre, tanto espiritual, como corporalmente. Del mismo modo, la Iglesia siempre tuvo como misión intrínseca, mostrarse misericordiosa y llena de amor hacia la mujer. Nunca entenderé a las mujeres quejicas, lloronas y plañideras, a las que se sienten dentro de la Iglesia “ciudadanas de segunda clase”. Nunca me he sentido así, y me molesta que alguien crea que la Iglesia nos ha tenido en segunda fila. Si me dijeran eso de la religión musulmana, donde la mujer es un mero objeto sexual y una esclava en toda regla, no dudaría un momento en apoyar esa tesis. Pero la mujer en la Iglesia Católica siempre fue la Reina por excelencia.


Y sigo con mis elucubraciones y me pregunto: ¿Acaso María fue protagonista en primera plana por ser la Madre de Dios? ¿Acaso no lo hubiera merecido pero, precisamente, como canta el Magníficat, quiso mantenerse como “La esclava del Señor” y “ser enaltecida” por su humildad? ¿Acaso puede haber misión mayor para la mujer dentro de la Iglesia que ser portadora de nuevas vidas y nuevas almas, de nuevos ciudadanos destinados al cielo? ¿Por qué se desea corromper y desviar la meta de la mujer? Pareciera que solamente sirve a la mujer el ser diaconisa, repartir la comunión a los fieles, ostentar tal o cual cargo en algunos dicasterios.….


Pienso sinceramente, que para ciertas cosas estas mujeres harían mejor empleando sus”inestimables talentos” en otros menesteres , procurando no provocar vergüenza ajena en aquellas que todavía tenemos algo de dignidad y pensamos, tal y como me dijo mi amigo Rafael, que la mujer es una “diosa” por llevar en su seno la semilla de la vida, por tener la posibilidad que ningún hombre puede tener; la de engendrar hijos y ser madre.
Éste es el verdadero feminismo y no el que nos quieren vender por todas partes y con el que se está aleccionando a nuestras hijas desde tiernas edades. Muchas de nosotras, yo diría que la mayoría, no ansiamos medirnos por el cargo que ostentamos, sino por la labor que representamos para la sociedad y para la Iglesia de Dios.


En fin. ¡Cuánto da de si una equivocación en un chat! Espero no haberos aburrido con mis pensamientos.


Desde aquí doy las gracias a Rafael, a quien dedico estas líneas sentidas y salidas del alma de una mujer, que se siente digna por su labor dentro de la Iglesia, madre de familia numerosa, y a quien le hubiera encantado dar a luz acompañada de un ginecólogo tan especial como él. ¡Gracias, Rafael! Las mujeres de siempre apreciamos y valoramos muchísimo comentarios como el tuyo de hoy. ¡No cambies nunca!


Montse Sanmartí.

La ideología feminista también ataca a la Iglesia - En Cristo y María