François Hollande visita el Gran Oriente y proclama la «deuda» de la República con la masonería
marzo 1, 2017
François Hollande visitó este lunes por la tarde la sede del Gran Oriente de Francia, un hecho que ha llamado la atención por su excepcionalidad: nunca antes un presidente de la IVª o la Vª República había dado (o recibido) ese espaldarazo de las logias estando en el ejercicio de su cargo.
Hollande sí las visitó antes de las elecciones de 2012, pero entonces era solo candidato, y no fue el único que lo hizo. Y entonces hizo una declaración muy significativa: “Si se cree, como es mi caso, en la República, en algún momento hay que pasar por la masonería“.
La ocasión la brindaba ahora el tricentenario de la masonería, fundada el 24 de junio de 1717 en una taberna de Londres. Y sirvió para que el jefe del Estado francés evidenciase sus estrechos vínculos políticos con la organización y, sobre todo, identificase la ideología masónica con la constitución republicana.
Algo que es inherente en mayor o menor grado a los distintos regímenes surgidos de la Revolución Francesa en el país transpirenaico, y en particular a la Tercera República (1870-1940), cuya legislación laicista, de impronta sectaria, sigue vigente.
Pero después de la Segunda Guerra Mundial, cuando ha vivido su apogeo ha sido con Hollande.
De hecho, el todavía presidente ha impreso a su política un carácter marcadamente laicista que le había sido exigido por la misma masonería, según desveló Le Figaro en diciembre de 2012.
Pero este lunes, Hollande ha dado un paso más, al expresar explícitamente los vínculos entre la masonería y los llamados principios republicanos: “Mi presencia constituye un reconocimiento de lo que habéis aportado a la República. La República sabe cuánto os debe y siempre estaréis ahí para defenderla”. Una declaración que parece una advertencia contra Marine Le Pen, única candidata vetada expresamente por las logias, tanto en 2012 como en 2017.
Leyes hechas en las mismas logias
Este mismo lunes, en una entrevista publicada por Le Monde, Pierre Mollier, del Gran Oriente y conservador del Museo de la Masonería, visitado por Hollande antes de su discurso de treinta minutos a los hermanos, no podía ser más explícito: “Entre 1880 y 1914, la mayor parte de las grandes leyes que establecen las bases de nuestra sociedad democrática moderna (libertad de prensa, libertad de asociación, inicio de la protección social, escuela laica y gratuita) fueron concebidas primero y promovidas después por las logias“.
Algo que, según han dado a conocer ex masones franceses como Maurice Caillet y Serge Abad-Gallardo, sucedió posteriormente con las leyes del aborto o el “matrimonio” gay.
Ese armazón ideológico sigue vigente hoy, y es al que se refería Hollande. Pero Mollier precisa más: los vínculos entre el Gran Oriente y las instituciones de la República “se reforzaron a partir de los años ochenta [en 1981 accedió François Mitterrand al Elíseo] y luego a principios de este siglo… Jacques Chirac, cuyo abuelo fue un miembro muy activo del Gran Oriente, dedicó una atención especial a los análisis propuestos por las obediencias masónicas y multiplicó sus reuniones con los responsables de la masonería francesa”.
¿Candidatos masones “no activos”?
Y, tras señalar que los valores del Frente Nacional francés “son contrarios al humanismo que está en el corazón de la filosofía masónica” y que es “una de las raras razones de exclusión del Gran Oriente”, afirma que ninguno de los aspirantes a ganar las elecciones del 23 de abril es “masón activo” (interesante precisión): “Que yo sepa”, añade.
El laicismo, “religión de la República”
En su discurso, Hollande reiteró su compromiso con el laicismo de Estado como componente esencial de la ideología republicana: “A partir de 2012 he procurado que pudiésemos llevar esa laicidad a todas partes, sobre todo a nuestras escuelas“, afirmó, sabedor de dónde lo decía.
En efecto, según Serge Moati, antiguo miembro del Gran Oriente, hay otras logias más “espiritualistas”, pero el presidente quiso acudir a ésta porque “esta logia fue la artífice de la ley de 1905” de separación de la Iglesia y Estado, ley que fue rechazada por San Pío X con la encíclica Vehementer Nos, porque colocaba a la Iglesia de Francia “en una situación indigna y lamentable” tras “los numerosos ataques dirigidos a las instituciones cristianas por las autoridades públicas”.
En una entrevista posterior a la visita y el dicurso presidenciales, el gran maestre del Gran Oriente de Francia, Christophe Habas, reiteraba la militancia laicista de la masonería e incluso aceptaba su anticlericalismo.
“Es un anticlericalismo circunstancial”, precisa (a partir del minuto 17:30), “si la Iglesia sale de sus competencias para entrar en el debate político. La laicidad consiste en la neutralidad confesional del Estado y correlativamente en la neutralidad política de la religión”.
Principio que tal vez sea masónico, pero no es católico, y en la encíclica citada San Pío X lo rechazaba citando a León XIII y su Inmortale Dei: “Error grande y de muy graves consecuencias es excluir a la Iglesia, obra del mismo Dios, de la vida social, de la legislación, de la educación de la juventud y de la familia”.
La ley de 1905 “significaba una victoria de la masonería infinitamente mayor que las representadas por la Constitución Civil del Clero y demás leyes contra la Iglesia aprobadas por la Asamblea [a partir de 1789]”, explica Alberto Bárcena, autor de Iglesia y Masonería. Las dos ciudades: “Porque permaneció. Revestida de tolerancia, igualdad y filantropía; pero, por eso mismo, duradera bajo su camuflaje ‘democrático’ de persecución religiosa de perfil bajo”.
Durante la presidencia de Hollande, que con esta visita al Gran Oriente muestra cuáles han sido sus directrices, la masonería ha criticado el rechazo en la calle de los católicos al “matrimonio” homosexual (Manif pour Tous), a la eutanasia y al aborto. Siempre bajo la defensa de un “laicismo” que se ha vuelto a demostrar esencial al régimen.
Vincent Peillon, ministro de Educación entre 2012 y 2014 y ahora eurodiputado, lo dijo con claridad en su libro La Revolución no ha terminado: “La laicidad puede considerarse como la famosa religión de la República buscada después de la Revolución”.
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