Ultra
¿Soy un ultra? Pues ni idea. Como la perversión política se inicia con la perversión del lenguaje, y ésta con la perversión de la inteligencia, entonces necesito que alguien me aclare qué
significa “ultra”. Mientras espero sugerencias, voy escribiendo lo que se me viene a la mente respecto a la expresión con la que algunos ignaros intentan acomplejarte. Y que cada uno se identifique con lo que quiera. “Ultra” es un adverbio latino que significa “más”. Y admite por extensión la traducción “más Allá”. Por ejemplo, si quisiéramos burlarnos de Artur Mas, le podríamos apodar Artur Ultra.
¿Pero “más”, no es “Plus” en latín? ¿De ahí el famoso “Plus ultra” (Más allá)? Bueno, aquí la cosa ya es para expertos y yo soy aficionado. Pero “Plus”, es “adjetivo”. Por tanto la expresión de “Plus ultra” vendría a ser una redundancia: “más, más allá”. Cuando te escupen “eres un ultra”, hasta puede ser simpático. Pues lo puedes interpretar como que eres un “supermás”. Vamos un tío guay. De hecho, en castellano, en cuanto se usa ultra, como pre-fijo, exige un sujeto que dé sentido a la frase. Por ejemplo: ultravioleta; o bien se toma como aumentativo: “ultra” como sinónimo de “hiper” (“hipermercado” podría decirse “ultramercados”, aunque no “ultramarinos” pues en este caso no es aumentativo).
Por eso, imaginemos, si uno va por la calle con una bandera española y le gritan: “¡Ultra!”. Es como si le dijeran, “más, más”. O sea, que desean que salgan más banderas a la calle. Pero no está clara que la intencionalidad del que siempre tiene en sus labios la palabra “ultra” para soltarla ante algo que se le vuelve incomprensible, sea el animarnos a reafirmarnos en lo que somos, en lo que nos identificamos y en lo que creemos y con toda la simbología que lo representa.
Yo, ante tanto lío, podría identificarme con una aceptación especial de “ultra”. Me refiero a su derivación más hispana y medieval: “Ultreia o ultreya” (ultra -más allá- y eia -interjección que significa mover). Este término era, y es, el saludo de los peregrinos del camino de Santiago. Vendría a significar un grito de ánimo: “vamos allá”, “sigue adelante”. Por eso si a uno le llaman ultra es como si le dijeran: “ese es el camino”, “sigue adelante”, “no te rindas”, “no desfallezcas”. Imagínense en una manifestación por la unidad de España, que algunos desarreglados de pelo, look e inteligencia, te chillan: “¡ultra!”. No hay que tomárselo a mal, es un piropo y un grito de ánimo. Antiguamente los peregrinos se saludaban diciendo “Ultreia, suseia, Santiago” (Ánimo, que más allá, más arriba, está Santiago). O cuando un peregrino saludaba a otro diciéndole “Ultreia” (“Vamos más allá”) el otro le respondía con “Et suseia” (“Y vamos más arriba”).
De hecho, en el Código Calixtino, en la parte musical del apéndice II, encontramos un célebre “Canción de los peregrinos flamencos” o “Canto de Ultreya”, que reza: Herru Santiagu/Got Santiagu/E ultreia, e suseia/Deus adiuva nos (¡Oh Señor Santiago!/ ¡Buen Señor Santiago!/¡Eultreya! ¡Euseya!/¡Protégenos, Dios!). En otros cantos medievales, esta derivación de ultra adquiere tintes hermosos de alegría, emoción y ánimos. Y, entonces, a uno le anida en la mente una idea: ¡qué bonito debía ser un ultraperegrino de aquellos tiempos! Sólo en una comunidad unida en un mismo sentir y en un bien común, se pueden apoyarse los convecinos al grito del “Ultreya” (“sé ultra”).
Ya sé, creen que me he ido por las ramas. Pero sigo en el mismo árbol. No he podido reprimirme y buscar en wikipedia (¡sí, Wikipedia!) cómo caracterizaban los términos políticos de ultraderecha y ultraizquierda. El resultado es sorprendente. La ultraderecha está descrita como un radicalismo asociado a posiciones xenófobas o racistas; por el contrario, reza Wikipedia, que la ultraizquierda cumple: “tres premisas: la entrega del poder a la clase trabajadora; la toma de los medios de producción mediante movimientos obreros, y con ello entregar el íntegro producto del trabajo al trabajador, eliminando la posibilidad de que otra persona (empresario) se apropie del beneficio que el trabajo obrero produce”. O sea, que unos son muy malos y excluyentes; y los otros muy buenos, justos y equitativos.
Visto lo cual, mejor ser un ultra medieval, de esos que peregrinaban a Santiago para redimir sus pecados e impetrar al patrono para que salvara España y Europa de la morería; que no ser un ultra posmoderno que no sabe ni él mismo ontológicamente lo que es, lo que representa su esencia y su destino vital. La política lo embadurna todo, hasta el lenguaje. Por eso los políticos –para mí- son “ultra preciatus”. No se asusten, la expresión no significa “más apreciados”. Por el contrario, la traducción correcta sería que los políticos son “sobre tasados o valorados”. Y así nos va. Menos políticos y más ultrainteligencia.
Javier Barraycoa
https://barraycoa.com/2018/05/30/ultra/
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