Fuente: Boletín Fal Conde, Marzo 1988, páginas 2 – 3.
DE LOS QUE AQUÍ ESCRIBIMOS, A CARLOS IBÁÑEZ
¡Calladico hubieras estado mejor!
Leí tu exordio “pontifical” del último número de NUESTRO BOLETÍN; nuestro, porque es el de TODOS los Carlistas; y fíjate si lo es que hasta de ti se ha publicado “algo”, y estuve dispuesto a dejarlo correr, pero quizás, por aquello de que no hay mayor desprecio que no hacer aprecio, he preferido terciar en la cuestión echando mi “cuarto a espadas”, porque, eso sí, te he considerado y te considero desde siempre Carlista, que sí creo que lo eres, y, como tal opino, no debo hacerte objeto de “desprecio” ninguno. Importantes debieron ser las razones que te movieron a descender de tu “pedestal” y “honrarnos” con tu “condescendencia”.
Se da en ti la circunstancia, y mucho me duele verme obligado a decírtelo, de que debes creer necesario que todos sepamos que sigues siendo Carlista; y yo diría más, que necesitas incluso acreditar madera de ingeniero, que me consta que lo eres, y de “ejecutivo” o jefe como tal, condición que te falta; y para ello nos obligas a soportarte, a las primeras de cambio, peroratas vacías de cualquier contenido político sin ningún peso específico actual. En tu bondad, honradez y lealtad Carlistas, que te honran y que soy el primero en poner de manifiesto, no es obligado “saber” ser político; y tú, además de no saberlo (otra razón más que te sigue honrando), personificas, de siempre, la antítesis del político en el Carlismo. Hay otros como tú, pero el Carlismo no tiene culpa de ello. Con prescindir de vosotros en cuestiones decisorias con arreglo a ortodoxia de Principios, lo tendríamos arreglado.
Pareces ignorar, porque capacidad de elección no suponemos en ti, que, accidentalmente, y sin tú sospecharlo, accediste al único Boletín, opúsculo o publicación que, por designio de la Divina Providencia, o quizás por el patronazgo, desde los cielos, de alguien que se llamó Manuel Fal Conde, es la ÚNICA publicación independiente dentro de la TOTAL y respetuosa dependencia a la Comunión Tradicionalista Carlista; que, sin participación incluso de nuestro Director, nuestro común amigo Bertos, y SOLO, tenemos que creer que porque Dios lo quiere, sirve de vehículo eficaz a la más positiva de las críticas constructivas, con respecto a la más rígida de las ortodoxias.
Como ves, además de Carlistas con mayúsculas, “semos humildicos”. ¡Integrísticamente humildes!
Da gracias a Dios de que “accidentalmente” también, ese día, faltara editorial para llenar las galeradas del Boletín; y a que, dado lo inofensivo de tus dislates, Juan, nuestro común amigo Bertos, no vio daño alguno en publicar tu “pontifical”, pidiendo perdón por ello a todos los lectores a quienes “condenó” de antemano a soportarte. ¡Un “relleno” no había de alcanzar mayor “trascendencia”! En definitiva, no era más que un acto de “caridad”. Que de siempre fuimos proclives nosotros y nuestros antecesores a ciertas divergencias y separaciones, lo sabemos todos. Al ponerlo de manifiesto no se trataba precisamente de demostrar la cuadratura del círculo. Muy poco o nada podías conseguir con tan “afortunado” como “enjundioso” “recordatorio”. No conseguiríamos más unidad por ello, y lo pragmático es UNIDAD.
A lo que no estamos dispuestos es a “badajear” el cencerro en loas y alabanzas de lo mal hecho, porque haya sido realizado por algunos que se titulan carlistas, aun cuando lo hayan sido de toda la vida; y mucho menos si son de ayer, como viene sucediendo en algún caso que otro, recientemente. ¡Lo mal hecho, mal hecho está y punto!
El infierno sabemos que está lleno de buenas intenciones, y no dudamos que como tal lo sean las cartas y oficios más o menos “oficiales” en los que, por ignorancia, falta de costumbre o “aggiornamento”, suplimos la palabra “correligionario” por la de amigo, que agradecemos y aceptamos, sin que ello sea Carlista; u olvidan presidir tales escritos con la señal de la Cruz y el anagrama D.P.F.R., que además de no ser Carlista parece más bien ser fruto de una “democracia-cristiana” a la que algunos parecen muy empecinados a conducirnos.
Pero hay más. Para nosotros, muchos de los que aquí escribimos y aquéllos que se identifican con nuestros escritos, que son casi todos los que merecen el apelativo de Carlistas, está mal hecho todo aquello que, en cierto paralelismo sospechoso, establece similitud con “eso” que quieren presentarnos como Iglesia (?) Postconciliar, que, de otro modo dicho en tradicionalista-carlista del año 88, sería tanto como “post-escorialense” de la Unidad, en tanto que no consentiremos con “Tarancones e Iniestas” del Carlismo de los que hoy, si silenciamos sus nombres, estamos dispuestos a difundirlos pormenorizando incluso sus dobleces, mentiras y desviaciones, sin que nos duelan prendas de falsos “ecumenismos”. A nadie rechazamos ni tampoco obligamos de ser o a ser Carlista. Sólo estorban los que no lo son. “Huguetes”, y no precisamente por “huguistas”, en su contumacia desviacionista autodestructora, cuando menos en intenciones en predios “particularmente privados”, en la que los “vivos” sino “vives” estarían muertos, mientras que “rodones” empecinados no lo harían mejor si su escuela hubiera sido la del “Ruedo Ibérico”, que a más no pueden llegar ellos ni a menos el Carlismo, y a quienes se les puede ver la “oreja” gracias a la tribuna “abierta” de nuestro Boletín, son algunos de los ejemplos de algo “mal” hecho, sin que sea jorobado ninguno de ellos, que tampoco estamos dispuestos a transigir.
Y perdona que en mi obsesión sobre lo “mal” hecho o “dejado de hacer”, haya aprovechado esta oportunidad que me has deparado, para que, a la vez de mi afectuoso “varapalo” (es sólo una disculpa), haya aprovechado la oportunidad para por enésima vez proclamar, sin temor a disolvencias ni desuniones, el íntegro Tradicionalismo de los que estamos dispuestos a mantener, como único “salvavidas” de las Españas, los Principios de ese Carlismo que a tantas “conferencias más o menos episcopales” parecen estorbar.
Confío que sabrás perdonar en tu infantil e inefable idiosincrasia, que no dudes te honra, este abuso que cometo al erigirme en portavoz de las opiniones que sobre tu carta participamos algunos de los que aquí escribimos. Sólo abusa de la amistad el amigo, y yo me honro, no lo dudes un momento, de ser amigo tuyo, sincero, leal y carlista.
Pero convendrás conmigo en que ¡“Calladico” hubieras estado mejor!
GARES
Con este artículo de “Gares” finiquitamos la controversia con el amigo Quintana, no sin decirle antes que esta Dirección no se considera “loco como cabra porque los curas se pasen dos horas diarias en el confesionario y que la tele emita la Hora Santa”; [respeto] a los curas, porque es su obligación, como la del médico tener horas de consulta y además operaciones, visitas, etc., para salvar el cuerpo. ¡Cuánto más para salvar el alma, cuando a veces no encuentras quien dé la Extremaunción!; y en la Tele, prefiero el Ángelus o la Hora Santa a las protuberancias de la Sabrina, ¿tú no?.
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