MANUEL FAL CONDE Y LA UNIDAD CATOLICA - XL ANIVERSARIO DE FAL CONDE






Hoy, en el 40 aniversario del fallecimiento de don Manuel Fal Conde,
Jefe Delegado de la Comunión Tradicionalista entre 1934 y 1955, queremos
honrar su memoria reproduciendo un artículo que sobre él escribiera en
1988 para el Boletín Fal Conde, (órgano de información y formación del
Círculo M. Fal Conde de Granada) otro de los grandes del Tradicionalismo
español: Rafael Gambra.





Manuel Fal Conde (Higuera de la Sierra, 1894 - Sevilla, 1975)



Entre las varias circunstancias históricas que hicieron posible la
Cruzada de Liberación y su victorioso desenlace ha de contarse de modo
destacado la ascensión a la Jefatura Delegada del Carlismo de don Manuel
Fal Conde. Sin él hubiera sido muy difícil la reorganización de la
Comunión Tradicionalista hasta poder poner en pie de guerra todo un
ejército —el Requeté—, que sería decisivo para aquel Alzamiento y
victoria.



Durante el reinado (de jure) de don Jaime se mantuvo sin solución la
escisión de los integristas y se creó otra nueva, la mellista. El
llamamiento a la Sucesión de don Alfonso Carlos por el fallecimiento en
1931 de su sobrino don Jaime hizo que tanto integristas como mellistas
depusieran sus agravios y se reuniesen en torno al anciano monarca,
reconstruyendo así la unidad de la Comunión. La religiosidad fervorosa
de don Alfonso Carlos así como su limpio historial que remontaba a la
última guerra en que fue general de los ejércitos de su hermano Carlos
VII predisponían hacia él una adhesión sincera y unánime.



Su breve reinado (1931-36) fue inmensamente fecundo para el Carlismo y
para España. Sin duda su mayor acierto fue la designación de don Manuel
Fal Conde para el puesto de Jefe Delegado de la Comunión
Tradicionalista. Era Fal Conde un joven abogado de Sevilla que,
procedente del integrismo se había señalado ya por su celo y entusiasmo
por la Causa. Hombre de gran integridad y fervoroso católico, se
distinguió además por su entera disponibilidad para entregarse por
entero a su cargo. La experiencia demuestra que es mas fácil encontrar
quien esté dispuesto a dar su vida en la lucha o en la persecución
sangrienta que quien lo esté a entregar todo su tiempo, su vida
profesional, su porvenir y el de su familia a un empeño que tan escasas o
nulas posibilidades medro ofrecía, como era el caso del Carlismo. Fal
se entregó en cuerpo y alma hasta fundir su vida, su casa y su hacienda
con la misión recibida.



La gran religiosidad de don Manuel Fal Conde no fue obstáculo —antes al
contrario— para comprender la gran lucha —quizá el baño de sangre— en
que acabaría la impiedad y la anarquía de aquella 2.ª República
española. Consecuente con esta intuición, su primer empeño fue resucitar
y organizar la fuerza armada del Carlismo, el Requeté. E inició esta
labor por lo que tenía más cerca, pero parecía también más difícil:
resucitar de sus cenizas el carlismo de Andalucía e infundirle el
espíritu militar del carlismo histórico. La concentración del Requeté de
Sevilla en El Quintillo, revistada por el General Cortina,
superviviente de la Guerra Carlista, fue como un clarín para que el
Requeté de toda España, especialmente el de Navarra, se aprestase a una
lucha que se veía ya inevitable y cercana.



Ya en vísperas del Alzamiento fue Fal quien con mayor empeño y firmeza
supo negociar con el Ejército las condiciones mínimas de auténtico
españolismo bajo las que el Requeté se incorporaría a la lucha. A la
inspiración de Fal Conde se debió aquella bella frase ANTE DIOS NUNCA
SERAS HEROE ANONIMO, que fue símbolo de religiosidad de la Cruzada y
esperanza sobrenatural de los combatientes. Frase que fue como la
réplica católica y española al culto al "Soldado Deseconocido", tan en
boga en Europa desde la Gran Guerra.



La aportación del Requeté a la victoria, y de don Manuel Fal a su
movilización, nunca fueron reconocidos ni valorados por el General
victorioso, que eludió hasta el final los compromisos políticos y
morales que con el Carlismo tenía contraídos. Dios los sabe, y la
Historia los valorará —los está valorando ya—. De la alegría siempre
victoriosa de los combatientes no pudo participar su Jefe Delegado, que
sólo conoció amenazas y destierros.



Una vez vencida la guerra, el fino instinto religioso de Fal le avisó de
que otro enemigo de la le más sutil y astuto se perfilaba para una
lucha que sólo en las procedimientos pacíficos e insidiosos se
diferenciaría del que militarmente acababa de ser vencido. La
destrucción de la unidad católica de España, la laicidad de su Estado
—la descristianización de nuestra sociedad en definitiva— serían sus
objetivos últimos. La herejía "modernista'', vestida ahora de democracia
cristiana, de maritenismo y "aggiornamento" se dispondría pronto a dar
la batalla insidiosa. Don Manuel Fal Conde no disponía entonces de más
armas que la oración y la confianza en la misericordia divina. El fue,
consecuentemente el gran iniciador de una Cruzada de oraciones y de
misas que se ha prolongado a través del Círculo "Fal Conde" de Granada
hasta nuestros días.



El gran rompeolas de todas aquellas tendencias "progresistas" del
catolicismo liberal habría de ser el concilio convocado que se titularía
"Vaticano II". Cuando Fal Conde se dio cuenta del predominio que en el
mismo iba obteniendo el ala modernista y presagió los males inmensos que
de ello podrían derivarse para la fe y para nuestra patria, convocó un
concurso para premiar un libro sobre la unidad católica corno fundamento
político-social de España. El premio sería dotado por la "Editorial
Católica", que él mismo había fundado años atrás. Me cupo el honor de
obtener ese premio con un libro que titulé LA UNIDAD RELIGIOSA Y EL
DERROTISMO CATOLICO, libro que fue editado por dicha Editorial Católica
con un clarividente prólogo de don Juan Vallet de Goytisolo.



El libro no pudo tener más que un carácter testimonial. Era ya demasiado
tarde: la declaración conciliar sobre libertad (o pluralismo) religioso
era ya un hecho. Sus desastrosas consecuencias están a la vista de
todos y quizá se necesiten generaciones para remediarlas. Don Manuel Fal
Conde, ya viejo y enfermo, perdida la voz por una operación de
garganta, aceptó los hechos y no dijo nada más. Pero pudo irse de este
mundo con la satisfacción de haber reñido el buen combate y haber estado
presente hasta en su última batalla.



Rafael GAMBRA

Boletín "FAL CONDE" (órgano de información y formación del Círculo M. Fal Conde)

Granada JUNIO 1988



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