Isabel Celaá, ministra de Educación, ha asegurado en una entrevista al diario El País que el gobierno tiene intención de degradar el estatus de la asignatura de religión e implantar una asignatura obligatoria de valores cívicos y éticos.
La ministra del gobierno socialista ha abordado en su entrevista en El País la posibilidad de un pacto de estado sobre la educación, que fue desechado por el propio PSOE el pasado mes de abril cuando todavía estaba en la oposición. También ha respondido a preguntas sobre el futuro de la enseñanza privada concertada, de la asignatura de religión y del nuevo intento de adoctrinar a los alumnos en supuestos valores cívicos que serán dictaminados por el gobierno:
¿Hay alguna posibilidad de que haya un pacto por la educación que incluya al PP?
A eso aspiro. Cuento con la predisposición favorable del Partido Popular. Si no la tiene, significará que no tiene voluntad de estabilizar el sistema educativo español.
Hay temor en algunos sectores por el futuro de la enseñanza concertada.
La Lomce ha permitido que algunas comunidades hayan cedido terrenos públicos para centros concertados. De facto, la educación pública se ha convertido en una red subsidiaria de la concertada. Esto no puede ser. La educación pública es el referente, el eje vertebrador del sistema educativo. No puede ser sustituida por la concertada.
¿Hay algo que quitar a los centros concertados o se refiere a los nuevos espacios?
Tenemos que hacer un diagnóstico certero, pero quiero mandar un mensaje de tranquilidad general. Aquellos centros que están cumpliendo fielmente con sus obligaciones no tienen nada que temer. Pero queremos una red pública sólida, y la red concertada es complementaria de la pública, pero no al revés.
¿Qué pasará con la asignatura de religión?
Religión no puede tener valor académico y contar para la nota media. Y, desde luego, no puede tener una asignatura espejo como alternativa, porque eso significa que el derecho de unos se convierte en la obligación de otros. Los valores cívicos han de ser universales y, por lo tanto, todos los alumnos y alumnas han de cursarlos.
Entonces, ¿volverá Educación para la Ciudadanía?
Prefiero no hablar de Educación para la Ciudadanía si esto va a ser objeto de diatriba por un nombre. Crearemos una asignatura de valores cívicos y éticos, y no será optativa.
Se pasa por alto la Constitución
Aunque leyendo los planes del gobierno socialista pueda parecer lo contrario, en España sigue vigente el artículo 27.3 de la Constitución, que dice así:Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones.
Isabel Celaá: «Religión no puede tener valor académico y contar para la nota media».
Me gustaría recordar un artículo de Juan Manuel de Prada titulado «Educación para la esclavitud» para el periódico «ABC» que fue publicado el 17/VII/2006.
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Recordemos la célebre frase de Jean-François Revel: «La tentación totalitaria, bajo la máscara del demonio del Bien, es una constante del espíritu humano». Todas las ideologías totalitarias que en el mundo han sido aspiran a crear, bajo esa máscara de bondad, un «hombre nuevo» que se amolde a sus postulados. El ser humano, cada ser humano, posee unos rasgos, querencias y convicciones de índole moral que dificultan la consecución de ese modelo; las ideologías totalitarias, lejos de admitir la pluralidad de sensibilidades que componen la sociedad, tratan de modificarlas mediante la «reeducación», hasta convertirlas en engranajes del sistema. Si algo hermanó al nazismo y al comunismo fue precisamente este propósito de fabricar un «hombre nuevo», en el que el valor intrínseco de la persona era negado en pro de la comunidad. Esta labor de «reeducación» social se presentó, paradójicamente, como una empresa filantrópica. Y esa «máscara del demonio del Bien» fue a la postre la que amparó el derecho de desterrar a los arrabales de la sociedad a categorías enteras de hombres, incluso el derecho a aniquilarlos sin dubitación.
Este sueño de construir la sociedad perfecta e imponerla a los demás sigue infectando los regímenes democráticos, bajo estrategias mucho más amables y sibilinas. Un ejemplo palmario de ingeniería social lo representa esa asignatura llamada cínicamente Educación para la Ciudadanía, cuyo objetivo no es otro que imponer un nuevo sistema de valores, presentándolo como un imperativo moral e imprescindible para la existencia de una sociedad cohesionada. Para ello, se impone una «nueva ética» basada en los «nuevos paradigmas»: el nuevo paradigma de familia, el nuevo paradigma de derechos humanos, el nuevo paradigma de género, etcétera. A nadie se le escapa que el adoctrinamiento de las mentes infantiles produce a medio plazo unos opíparos réditos electorales; a nadie se le escapa que todo régimen político que anhela perpetuarse dedica especiales esfuerzos a las tareas de proselitismo y propaganda entre los más jóvenes, pues con ello se asegura un granero de votos. A través de esta asignatura llamada cínicamente Educación para la Ciudadanía, nuestros hijos serán atiborrados de un pienso ideológico que naturalmente no se limitará a incluir unas normas de convivencia cívica, sino que sobre todo se preocupará de imponer una «moral pública» que tuerza y pisotee la moral que los padres, legítimamente, les intentamos transmitir. Y así, por ejemplo, se entonarán las loas del «derecho a elegir libremente la opción sexual», y se les explicarán los muy benéficos logros que deparará la experimentación con embriones, todo ello aderezado con apelaciones a la «recuperación de la memoria histórica» y demás mitologías del Nuevo Régimen. La formación de nuevas generaciones de esclavos está asegurada.
Ante tal atropello, los ciudadanos libres -si es que todavía resta alguno -deben actuar enérgicamente. Recordemos las palabras de Henry David Thoreau en su opúsculo Desobediencia civil (1849): «Existen leyes injustas. ¿Debemos conformarnos con obedecerlas? ¿Nos esforzaremos en enmendarlas, acatándolas hasta que hayamos triunfado? ¿O debemos transgredirlas de inmediato? Si la injusticia requiere de tu colaboración, convirtiéndote en agente de injusticia para otros, infringe la ley. Que tu vida sirva de freno para detener la máquina. Lo que debes hacer es tratar por todos los medios de no prestarte a fomentar el mal que condenas». Una ley es injusta cuando conculca derechos ciudadanos y trata de confiscar ese ámbito de libertad personal que corresponde en exclusiva al individuo y que el Estado no puede invadir. Esta asignatura llamada cínicamente Educación para la Ciudadanía nos amenaza con una flagrante invasión de ese ámbito inviolable, ejercida además contra los más débiles e indefensos, que son nuestros hijos. La desobediencia civil será, llegado el momento, un recurso legítimo.
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