Re: «Universidad» por Juan Manuel de Prada
El fenómeno no es nuevo, aunque si es creciente. A medida que ha ido creciendo nuestra dependencia del exterior, y a medida que en la misma proporción han crecido nuestros complejos de inferioridad, mientras disminuían los conocimientos propios, hemos llegado a esto de los "másteres", o simples "maestrías", en muchos casos "especializaciones achicadas" que, finalmente, también han salpicado a los doctorados, antaño reservados para los más capaces.
Sin embargo, de siempre tengo yo oído aquello de que "muchos pasan por la universidad, pero la universidad no pasa por muchos", y es que ni la proliferación de universidades, ni la oferta de planes de estudios de toda clase, garantizan que hoy la universidad sea mejor que antes. La universidad nació para enseñar humanidades y ciencias, no para formar mercaderes, ni funcionarios al servicio de los sátrapas, y en eso se ha convertido hoy. El problema es cómo se recupera su verdadera misión, su filosofía, su método, sus maestros que creaban escuela y los discípulos que los seguían. Pero antes, la universidad debe recuperar su origen real, el debido a su propia naturaleza guiada por Dios. Hoy la universidad es una fábrica de materialismo y de inútiles en muchos campos.
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
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