«Un pegote de yeso» por Juan Manuel de Prada para el periódico ABC, artículo publicado el 8/XII/2018.
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En su Viaje por España (1843), Théophile Gautier nos cuenta que, a su llegada a Irún, descubre un hermoso palacio convertido en ayuntamiento en cuya fachada alguien ha pegado un horrendo letrero de yeso blanco que ostenta estas palabras: «Plaza de la Constitución». Y lanza entonces Gautier un comentario malévolo y plenamente vigente: «No podía elegirse mejor símbolo para representar el estado actual del país. Una Constitución en España es como un pegote de yeso sobre piedra granítica».
Tal cosa han sido todas las constituciones que en España se han promulgado: pegotes de yeso que humillan, afean, adulteran y destruyen el patriotismo (antes de hacer lo mismo con la patria). Es frecuente en nuestros días que la gente ingenua se defina como «constitucionalista», sin darse cuenta de que tal calificativo es el subterfugio que emplean quienes han perdido el amor a la patria (realidad biológica e histórica) y lo han sustituido por una adhesión a entelequias legales disolventes. Sobre el nihilismo disolvente que inspira la letra y el espíritu de la Constitución ya hemos escrito en este rincón de papel y tinta muchas veces. Lo resume a la perfección la frase descarnada y cínica que Gregorio Peces-Barba soltó desde la tribuna parlamentaria cuando se discutía la redacción de su artículo 15: «Desengáñense sus señorías. El único problema es la fuerza que está detrás del poder político y de la interpretación de las leyes. Si hay un Tribunal Constitucional y una mayoría política proabortista, «todos» permitirá una ley del aborto; y si hay un Tribunal Constitucional y una mayoría antiabortista, «personas» impedirá una ley del aborto». Este nihilismo disolvente y amoral se percibe también en la actual crisis catalana, fruto inevitable de una Constitución relativista que considera plenamente legítima la expresión de ideas contrarias a la unidad de España, que ampara la formación de partidos que postulan tales ideas y garantiza que puedan presentarse a elecciones. Pero que luego, cuando las ganan… no les permite llevar a cabo sus ideas (¡que antes ha considerado plenamente legítimas!). Y que, además, para impedir que las lleven a cabo, recurre a la pura discrecionalidad, a través del celebérrimo artículo 155. ¡A buenas horas, mangas verdes!
Pondremos otro ejemplo del nihilismo disolvente que alumbra este gran pegote de yeso. Al partido llamado Vox han empezado a tildarlo diversos ministrillos y ministrillas, así como la patulea que les dora la píldora y el bálano, de «partido anticonstitucional», por postular la reforma del régimen autonómico… que es lo mismo que postulan los socialistas. Pero los socialistas postulan una superación «progresista» del régimen autonómico, que derive en régimen federal; y esto se considera plenamente constitucional, porque -en efecto- responde al espíritu disolvente de la Constitución. También tildan de «anticonstitucional» al partido llamado Vox porque critica el aborto o de las leyes de género, que la Constitución no consagra; pero toda la interpretación que de la Constitución se ha hecho durante cuarenta años ha caminado unívocamente en la vía legitimadora de tales engendros.
No caigamos, sin embargo, en la ingenuidad de creer que tal interpretación traiciona el espíritu originario de la Constitución. La frase cínica de Peces-Barba es el algodón que no engaña: lo que hace cuarenta años se promulgó era una carga de dinamita con temporizador, un texto calculadamente ambiguo que abría todas las puertas al voluntarismo político, para conseguir que a España no la reconociese ni la madre que la parió. Como el pegote de yeso nos impide reconocer el palacio de granito.
https://www.abc.es/opinion/abci-pego...2_noticia.html.
Última edición por Pious; 08/12/2018 a las 15:23
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